𝐜𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐢𝐯. 𝐨𝐚𝐭𝐡 𝐚𝐧𝐝 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐢𝐜𝐭𝐢𝐨𝐧

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004 | juramento y condena
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Al amanecer del día siguiente, Ser Gwayne se despertó con una determinación férrea. Sabía que debía mantener la distancia, fortalecer su mente y recordar el propósito de su misión con la llegada de la princesa Vhasenya. Se vestía con su armadura, ajustando cada pieza con manos firmes, como si al hacerlo pudiera blindarse también de los pensamientos que lo atormentaban. No importaba el esfuerzo, el fantasma de la dama seguía rondando frente a sus ojos como si en verdad estuviese allí; su risa suave y su perfume de sal y jazmín llenaban su memoria, impregnando cada una de esas ideas en su cabeza.

Descendió los escalones de la torre y salió al patio de armas. Los guardias yacían entrenando, y el ruido de las espadas chocando contra los escudos resonaba en el aire fresco de la mañana. Ser Gwayne empuñó su espada y comenzó a practicar, canalizando toda su frustración en cada golpe. Era una batalla contra sí mismo, contra los deseos y los miedos que lo acosaban desde la llegada de la princesa.

Sin embargo, no había escapatoria. Antes de que pudiera sumergirse completamente en el entrenamiento, una voz lo interrumpió.

—Tío Gwayne —dijo aquel joven escudero—. Vhasenya solicita tu presencia en los jardines.

Gwayne sintió un nudo en su estómago. La solicitud era inesperada, pero no podía negarse. Aquella no había sido su preocupación instantánea, sino de quién venían las palabras. —¿Has estado con Vhasenya, Daeron? —preguntó Ser Gwayne con severidad, mirando a su sobrino con un par de ojos penetrantes—. Te he dicho que...

—Ella me buscó a mí —interrumpió el osado joven con el mismo semblante solemne—. No me he acercado.

—Y no lo harás si eres inteligente —le dijo Ser Gwayne.

Con un breve asentimiento por parte de su sobrino que no estaba del todo convencido, su tío dejó a un lado su espada y lo siguió hacia los jardines. A medida que avanzaba, podía sentir el latido de su corazón acelerarse, como un tambor de guerra, recordándole la lucha interna que libraba.

Cuando llegó, Vhasenya estaba sentada en un banco de piedra, rodeada de flores, su cabello plateado brillando a la luz del sol. No se giró para mirarlo cuando él se acercó, pero una pequeña sonrisa asomaba en sus labios. Ser Gwayne se detuvo a una distancia prudente, manteniendo su expresión fría y distante.

—¿Ha dormido bien, Ser Gwayne? —preguntó ella con un tono ligero, casi despreocupado, mientras sus dedos jugueteaban con los pétalos de una flor morada—. Graciar, Daeron.

—Mi descanso no es de su incumbencia, princesa —respondió él, con la mandíbula apretada. Le hizo un movimiento de cabeza a su sobrino y este asintió para salir, dándole una última ojeada de mirada a la dama de cabellos blancos.

Ella finalmente se volvió hacia él en cuanto se percató de la ausencia del más joven. Sus ojos de colores desiguales centelleaban con algo que él no podía identificar, pero algo en la princesa parecía disfrutar el momento como un gozo de egocentrismo.

—Oh, pero me preocupa mi protector. No querría que su mente cansada cometiera un error... —Vhasenya se levantó lentamente, su vestido ondeando con el movimiento—. Después de todo, está aquí para cuidarme, ¿no es así?

Ser Gwayne sintió el peso de sus palabras, pero se obligó a mantener la calma.

—Estoy aquí para cumplir con mi deber —dijo—. Y mi deber es mantenerla a salvo, incluso de sí misma. Ella rió, una risa que sonaba como campanas quebradas en una tormenta—. ¿Le causa gracia?

—¿De mí misma, dice? —Ella se acercó con pasos suaves sobre la hierba—. ¿Cree que necesito protección, Ser Gwayne? ¿De verdad piensa que soy una doncella en peligro?

Él no respondió, manteniendo sus ojos fijos en los de ella, buscando alguna señal de su juego, alguna pista sobre sus verdaderas intenciones. Pero la princesa era un enigma, una combinación de luz y sombras, de desafíos y tentaciones que lo único que podían hacer era llegar a los más leales a la deslealtad.

—Cuidado, princesa —dijo al fin, con una voz que apenas ocultaba la advertencia—. No todas las bestias están encadenadas. Algunas son libres de morder.

Vhasenya sonrió, pero sus ojos se volvieron serios.

—Las cadenas no siempre están hechas de hierro, Ser Gwayne. —Sus palabras eran sutiles, pero su tono era un desafío claro—. Pueden ser de honor, de deber... o de deseo.

Ser Gwayne sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Estaba perdiendo el control de la conversación, de la situación, y lo sabía. Vhasenya avanzó otro paso, lo suficientemente cerca como para que él sintiera su aliento cálido contra su piel.

—Dígame, Ser Gwayne Hightower, ¿qué lo ata más fuerte? —susurró ella contra la piel del hombre, relamiendo sus labios antes de hablar. Su suspiró chocó con él, obligándolo a tirar su cabeza hacia atrás sin retroceder con los pies a causa del escalofrío—. ¿El juramento que hizo... o los deseos que guarda en su corazón?

Ser Gwayne dio un paso para desandar, su mente en conflicto, sintiendo que la cuerda se tensaba aún más. Sabía que debía alejarse, mantenerla a distancia, pero cada palabra, cada mirada, cada susurro de Vhasenya lo empujaba hacia el borde de una decisión peligrosa.

—Mi juramento es lo único que importa —respondió al fin, su voz firme aunque su interior temblara.

—Veremos, Ser Gwayne —murmuró Vhasenya, inclinando ligeramente la cabeza, con una sonrisa que prometía tormentas por venir—. Veremos cuánto tiempo puede sostenerse ante el fuego sin quemarse. Aunque no creo que sea por mucho; después de todo... usted no es un Targaryen.

Sin decir más, se giró y volvió a sentarse entre las flores, como si la conversación nunca hubiera tenido lugar. Pero Ser Gwayne sabía que la batalla acababa de empezar. Se alejó, consciente de que cada paso que daba lo acercaba más a un destino incierto, un destino tejido por las manos de una mujer que parecía disfrutar de encender fuegos en los corazones de los hombres... y dejar que ardieran en sus propias llamas.

[ E R I S | N/A ]

yo tengo 20 TANTOS CAPÍTULOS ESCRITOS, pero a causa de que no cumplen la meta de VOTOS Y COMENTARIOS en su debido tiempo, no actualizo tan rápido como escribo! lentamente se irá aumentando la cantidad, como bien sucedió ahora

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