━ chapter one: something special

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

{ 𝑷𝑷. }

𝒑𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕 𝒑𝒍𝒂𝒄𝒆𝒔 !
𝒑𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕 𝒑𝒍𝒂𝒄𝒆𝒔 !
𝒑𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕 𝒑𝒍𝒂𝒄𝒆𝒔 !

∘◦ ✥ ◦∘
( 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎 )
──────────────
' 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍 '

∘◦ ✥ ◦∘

SIEMPRE ME HABÍA GUSTADO el aire libre.

Adoraba la brisa que acariciaba a mis pestañas, el fresco aroma de los pinos y las siluetas escondidas entre cada una de sus ramas. El canto de los pájaros en la mañana, el retumbar de las cigarras por la noche; el pasto oculto bajo la nieve, las nubes, las plantas. Esa mezcla de elementos y sensaciones se me antojaba idílica, perfecta para desconectar y respirar sin ningún tipo de carga. Después de todo, pasear entre los senderos de aquel barrio se había convertido en mi santuario personal: mi propia manera de desconectar y aliviar el peso que cargaba sobre mis hombros.

Aquella noche parecía ser como cualquier otra. Mi tiempo con la tía March había terminado hasta el siguiente día, y no me quedaba más remedio que cumplir la rutina y volver a casa con ayuda de mis cansados pies, los cuales, envueltos por los incómodos zapatos que mi tía me obligaba a usar, rogaban a gritos por un merecido descanso. Sin embargo, aunque normalmente disfrutaba de dicha parte de mi día—pues finalmente tenía la oportunidad de destensar la espalda y respirar—, el viento me azotaba de una forma diferente.

Me quedaban pocos metros para llegar a casa, pero el pecho me pesaba, mis manos se congelaban, y no lograba sacudirme la gruesa capa de agobio que había llevado conmigo durante los últimos meses. Ni siquiera los susurros de la naturaleza lograron disipar las impotentes lágrimas que comenzaban a acumularme en el borde de mis ojos.

Me sentía agotada, prisionera de un par de manos invisibles que me sujetaban la garganta, apretando más y más cada vez que inhalaba, y lo único que podía hacer para distraerme era tratar de adivinar el porqué del extraño malestar que me embriagaba.

Pensé que quizás era culpa de la tía March, quien no me había dejado ni un solo momento para descansar durante las lecciones del día. Quizás era culpa mía, pues no podía dejar de imaginar cómo sería mi recibimiento en casa luego de haber discutido con Jo esa misma mañana—arriesgarme a leer uno de los tantos relatos de mi hermana sin su consentimiento definitivamente no había sido una buena idea; a Jo no le gustaban los intrusos, y mucho menos si se trataba de mí, ya que desde hacía años me había convertido en prácticamente una extraña para la familia.

O quizás no era culpa de nadie, quizás no había una explicación para aquel cansancio. Tal vez solo estaba allí, paseando por mi cuerpo, preparado para hacerme más fuerte en el futuro.

Incluso si era falsa, decidí que aquella última posibilidad me parecía la menos amarga.

No obstante, a pesar de no tener una respuesta concreta, llegué a una conclusión: me aterraba volver a casa y encontrarme con el rechazo de mis hermanas, pero tampoco podía soportar la idea de regresar a la mansión Plumfield, donde solo me encontraría con los regaños de la tía March.

Entre la espada y la pared—ahí estaba estancada. Y dolía, claro que dolía. Sentía que apenas hacía un par de días todavía era una niña, jugando con mis hermanas y revolcándome sin preocupaciones sobre el pasto, y después, de un momento a otro y por culpa de un huracán de situaciones que ni siquiera podía recordar, las cosas habían cambiado.

Pero aún tenía esperanza. Las cosas iban a mejorar, todo debía mejorar.

Tan solo necesitaba un pequeño empujón del destino, un poco de aliento para seguir adelante.

Y aunque las estrellas querían que detuviera mis pasos, que cerrara los ojos y respirara profundamente para olvidar que a la mañana siguiente tendría que volver a la mansión Plumfield, una voz en mi cabeza, amarga e imperiosa, se empeñaba en recordarme que jamás podría sucumbir a ese deseo.

No puedes, no puedes, no puedes.

Porque por más que quisiera perderme bajo la luna, sabía que tenía que acallar todos los pensamientos intrusos y concentrarme en llegar a casa. "Una dama no debe dejarse llevar por sus impulsos", solía decir la tía March, y yo nunca me atrevería a desafiarla.

Justo cuando creí que el tiempo no podría pasar más lento, vi una liebre saltando en la distancia, escurriéndose entre las colinas heladas. Le sonreí, y, a pesar de que el pequeño animal me ignoró por completo, su presencia me hizo sentir tontamente acompañada.

Y a partir de entonces, bajo los copos de nieve y un paisaje nostálgico, los minutos pasaron ligeramente más rápido.

∘◦ ✥ ◦∘

—¡Soldado herido! ¡Hay un soldado herido!

—¿Qué te ha sucedido?

—Me torcí el tobillo.

—Meg, vas a matarte por vanidad uno de estos días...

Cuando finalmente llegué a casa, no me extrañó encontrarme con aquel alboroto.

Mi familia era especial, por no decir cómicamente inusual. Era ruido, desorden, caos; pero también risas, cariño y calidez. Aquella casa era todo lo que odiaría la tía March y, aunque la anciana había luchado para que yo también rechazase un entorno tan descontrolado como ese, no fui capaz de esconder una sonrisa mientras veía a mis hermanas.

Todo era tan diferente a la mansión Plumfield...

Un dulce aroma a rosas, bollería y caramelo se hallaba impregnado en cada esquina, siendo incluso palpable desde el umbral de la puerta principal. No hacía frío, las habitaciones estaban suavemente iluminadas, los muebles lucían cómodos y amigables y las paredes estaban llenas de marcos de fotografías  y velas. Además, seis mujeres vivaces —contando a Hannah, nuestra amable criada, y a mi madre, Marmee— reunidas en una sola casa era, sin lugar a dudas, un cuadro digno de enmarcar.

Siempre había querido encajar con ellas, entre sus perfectas sonrisas y juegos familiares. Pero, desde que tenía memoria, mi tía se había encargado de alejarme de aquella dinámica, empeñada en explotar un supuesto potencial que solo ella veía en mí.

Desde que la tía March había comenzado a educarme por su cuenta, Amy solía decirme que era muy rígida, Meg insistía en que debía soltarme y, ya fuese directa o indirectamente, todas y cada una de mis hermanas se encargaban de recordarme que no era como ella. Mi espalda era excesivamente recta, que mi sonrisa era demasiado ensayada y, mis peinados, demasiado pulidos como para combinar con los suyos.

Así es que, en los últimos años, había aprendido a aceptar que yo no pertenecía ahí.

—¡Hannah, necesitamos hielo! —exclamó mi madre en dirección a la cocina.

Mientras veía al resto de mis hermanas ayudar a Meg a sentarse desde la puerta, recordé que ella y Jo habían asistido a un baile aquella noche. Siendo la tercera hermana mayor después de Jo y teniendo catorce años de edad, naturalmente yo también había recibido una invitación, pero mis deberes en casa de la tía March me habían privado de acompañarlas.

Aunque, sinceramente, tampoco quería asistir desde un principio.

Para cuando decidí que también quería ayudar a Meg, nadie se había percatado de que yo acababa de llegar. Supuse que en verdad no me esperaban, que mi presencia no marcaba ninguna diferencia, pero decidí ignorar esa posibilidad por el bien de mis sentimientos.

Y fue entonces cuando vi al desconocido que se hallaba varado en la sala.

Era muy apuesto—aquello no podía negarse. Cabello castaño, piel pálida, facciones dulcemente marcadas. Seguramente tendría la edad de Jo, o quizás dieciséis como Meg, pero, independientemente de ello, no pude evitar quedarme hipnotizada ante su perfil.

Se veía suave, casi etéreo, perfecto bajo la luz de las velas. Aunque no igualaba la actitud salvaje de mis hermanas, encajaba perfectamente en la estancia, admirando su encanto desde lejos.

Mi corazón dio un salto. Nuestras miradas se cruzaron.

Sentí que mis mejillas estallaron en llamas cuando me dedicó una pequeña sonrisa. De pronto, todo el ruido de la casa había quedado opacado por su rostro, y yo no pude hacer más que imitar su gesto, incapaz de pronunciar ni una sola palabra.

Las comisuras de sus labios se estiraron un poco más, luchando por mantenerse en su lugar inicial. Supe de inmediato que se había percatado del efecto que causó en mí, pero no había ni una pizca de arrogancia en su mirada. Únicamente transmitía amabilidad y dulzura; por mi parte, solo quería escapar de su hechizante presencia, mas no sin antes saber su nombre.

—Por favor, entra, entra. —Las palabras de mi madre me sacaron de aquel trance. Bajé la mirada, apenada por mi comportamiento; me pregunté si el chico se dio cuenta de ello—. Una disculpa por el caos. Me gusta hornear a mitad de la noche. No vea el desorden, señor Laurence, en serio.

—Laurie, por favor —pidió en voz baja y de manera educada.

Con su característica falta de pudor, Jo lo miró mientras se quitaba los zapatos: —¿Te puedo decir Teddy?

—Sí —respondió tímidamente.

—Oh, ¡Rory! Por fin has llegado. Creí que Margaret todavía te tendría encerrada en su torre.

Mis ojos finalmente se separaron del chico —quien, por lo que había entendido, era el nieto de nuestro vecino, que venía desde Europa para quedarse en casa de su abuelocuando Marmee se acercó a mí, tomando mis manos y jalándome hacia el interior de la casa. No me había dado cuenta de que había estado temblando hasta entonces, justo en el instante en el que el calor de la chimenea me acobijó de golpe. La puerta se cerró detrás de mí, yo todavía llevaba restos de nieve cubriendo mis zapatillas, pero a mi madre no le importó que éstas mancharan la alfombra.

—Debes estar congelándote... —murmuró. Se acercó al sofá de la otra habitación y volvió a mí en menos de un parpadeo—. Ten, una manta. —Cubrió mis hombros con el objeto para posteriormente dirigirse a Laurie, sin siquiera darme la oportunidad de saludarla o agradecerle por el gesto; pero así era mamá, atenta y entusiasta, indispuesta a parar—. Deberías unirte a su compañía. Necesitan un actor más porque Rory no suele estar en casa, aunque tendrías que pelear con Jo por los papeles masculinos o interpretar una mujer.

«Rory no suele estar en casa».

Las palabras resonaron en mi cabeza como un molesto eco.

Marmee tenía razón: hacía algunos meses que no había podido formar parte de las obras de teatro que mis hermanas solían preparar, ya que la tía March había aumentado la duración de sus lecciones. Me dolía el no poder participar de una de mis actividades favoritas, pero, de todas formas, Jo siempre había estado reacia a darme papeles importantes—mi ausencia no era relevante, después de todo.

Beth me sonrió con pena desde su lugar. Tragué en seco, ahogando un suspiro para poder responderle de la misma forma.

Jo y Meg todavía no reparaban en mi presencia. Amy ni siquiera me había saludado, sentándose directamente frente a nuestro invitado.

Los ojos de Laurie, por otra parte, se fijaron con curiosidad sobre mi semblante.

—¿Puedo ayudar en algo o–

Ni siquiera pude terminar de hablar; Amy me interrumpió antes de que alguien escuchara mi tímida voz sobre el barullo de la habitación.

—Me llamo Amy —la pequeña rubia se dirigió a Laurie, mirándolo como si fuese una obra de arte.

—Hola...

—Toma, un panecillo y... —Marmee volvió antes de que Amy intentase captar aún más la atención del chico—. ¡Hielo! Laurie, ¿cómo están tus tobillos? ¿Necesitas hielo? —le preguntó con diversión.

—No, gracias, madame.

—Solo llámame Madre, o Marmee, todos me llaman así.

Cuando las vi reír una vez más, finalmente estallé.

Y aquello fue lo último que escuché antes de quedar en blanco.

Mis tímpanos fueron consumidos por un intenso pitido. Las risas de mis hermanas, Marmee y Hannah quedaron en un segundo plano, así como mis ganas de ayudar a Meg. Mientras todas atendían su tobillo, bromeando y coordinándose como solo ellas sabían, me sentí como una extraña. Deseaba acercarme, formar parte de ese pequeño mundo que habían creado entre todas, pero mis pies se hallaban adheridos al suelo, y sabía que intentar despegarlos no tendría caso.

Era un fantasma, nada más. Si decidía acercarme, tal vez ni siquiera me verían; si intentaba unirme, seguramente no encajaría.

Un sentimiento ácido trepó por mi garganta: una mezcla de tristeza, decepción y envidia. Me declaré egoísta cuando mi cuerpo comenzó a moverse por cuenta propia en dirección a la puerta—quería ayudar a Meg, odiaba saber que estaba herida, pero el ambiente se había vuelto demasiado pesado, y yo solo necesitaba un poco de aire fresco. Aquel pitido aumentó su frecuencia, y de repente sentí que no estaba ahí, que nunca había regresado de la mansión Plumfield y que aún me hallaba encerrada entre sus tenebrosas paredes.

Salí del lugar antes de que alguien lo notara.

O eso pensé, pues el apuesto desconocido me siguió hasta el exterior.

—Disculpe, señorita March. —Detuve mis pasos en cuanto me llamó. Escuché sus pisadas sobre la nieve, acercándose a mí—. ¿Se encuentra bien?

Cerré los ojos y contuve el aliento. Me preparé mentalmente para esconder lo que sentía, dispuesta a hacer uso de las enseñanzas de la tía March y así construir una perfecta fachada con la que ocultar mis pensamientos.

Y finalmente, cuando adquirí el coraje sufiente, me di la vuelta, dedicándole una modesta sonrisa.

—Por supuesto. —El chico pareció sorprendido por un instante, analizando mi rostro en busca de algo, algún atisbo de tristeza que ya no estaba. Supe entonces que había hecho mi trabajo de manera adecuada; ya no quedaba inseguridad en mi expresión, solo amabilidad y educación—. Es un placer conocerlo, señor Laurence. —Bajé la cabeza en un pequeño saludo cortés—. He escuchado que ha venido a vivir aquí desde Europa, espero que su estancia aquí esté siendo lo más agradable posible.

Frunció el ceño, casi confundido, pero una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro: —¿Puedo saber por qué habla con tanta formalidad?

—Quizás, —Laurie rio por lo bajo, pero aún así pude escucharlo. Un deje de diversión se asomó por mis palabras y, aunque intenté controlar mi falta de prudencia, algo en el brillo travieso en los ojos del muchacho me impidió mantener mi fachada—, pero no hasta que responda mi pregunta, señor Laurence.

—Dígame Laurie, por favor.

—Puede llamarme Aurora, si gusta.

—¿Qué le parece Rory? —preguntó mientras enarcaba una ceja.

—Un desconocido nunca debería llamar a una señorita por su apodo.

—Pues entonces no deberíamos ser desconocidos, ¿no lo cree?

Laurie se acercó un poco más a mí, aún manteniendo una distancia considerable. Sin embargo, el calor se concentró en mis mejillas; agradecí mentalmente que el color rojo pudiera ser interpretado como una simple reacción de mi piel ante el frío.

Entonces, me pregunté por qué me sentía tan cómoda. Hablar con él se me hacía simple, natural, sin importar que ambos nos estuviésemos refugiando tras formalidad y modales hasta ese entonces.

Sonreí, esta vez con sinceridad, y él no hizo más que estirar sus propias comisuras.

—Lo siento si... si fui demasiado correcta —dije finalmente; una gruesa gota de honestidad vagando en cada una de mis palabras—. Mis hermanas suelen decirme que es molesto, pero mi tía–

—No te preocupes, —me aseguró sonriendo. Noté que cada vez que lo hacía no mostraba sus dientes, pero sí un hoyuelo casi imperceptible en su mejilla derecha—, no tienes que explicarlo. Si no quieres, claro está.

Mi corazón dio un pequeño salto. Sentí que un peso se levantaba de mis hombros.

Y no supe de dónde salieron aquellas repentinas ganas de contarle mis penas a un extraño.

—¿Puedo ser sincera contigo? —Mi voz tembló, y automáticamente me reprendí por permitirme balbucear; a la tía March no le gustaba. Después de hacer una breve pausa, recomponiéndome, me atreví a continuar—. Sé que a un joven como usted–como no debería importarle, y mucho menos siendo un desconocido, pero necesito desahogarme y–

—No, no, adelante, en serio. Puedes decirme lo que necesites —interrumpió aparentemente preocupado, justo antes de que me enredase con mis propias palabras—. No voy a juzgarte.

Aquello fue todo lo que necesité para soltar lo que llevaba atorado en la garganta.

—A veces es difícil entrar a casa —murmuré con los ojos cerrados—. S-siento que no soy como... mis hermanas.

«Por no decir siempre», agregué mentalmente, pues no me atreví a admitirlo en voz alta.

Laurie no dijo nada durante los próximos segundos. Solo me observó con lo que reconocí como empatía. Y no me molestó, no me importó porque su expresión lucía genuina, pero una parte de mí detestó el hecho de tener que exponerse de aquella manera, de sentirse tan vulnerable.

—¿Me permites opinar? —Asentí lentamente, esperándome lo peor; que me juzgara, que dijera que mi disconformidad era estúpida, pero su expresión no denotaba nada más que entendimiento, compasión—. Acabo de llegar de Europa, y apenas hoy he conocido a las March, pero creo que cada una tiene algo especial. Todavía no sé el qué, ni por qué, pero lo tienen —declaró—. Estoy seguro de que eso te incluye a ti.

Los ojos de Laurie dejaron los míos mientras yo intentaba formular mis siguientes palabras, abrumada por la dulzura de las suyas. Seguí su punto de mira hasta mi casa; algo en el piso superior había llamado su atención.

Ahí, a través de una pequeña ventana, el salvaje cabello de Jo brillaba desde la distancia. Incluso estando lejos, cada poro de su piel transmitía la pasión que sentía mientras revolvía sus manuscritos, completamente ensimismada.

Mi mirada quiso permanecer clavada allí, sobre ella, sobre su magnética energía y aura de libertad, pero las ganas de ver a Laurie me ganaron.

Y cuando caí en la forma en la que su rostro se iluminaba, en el destello en su expresión y la específica trayectoria de las comisuras de sus labios, supe que Jo ahora era dueña de algo más que un simple repertorio de historias y obras de teatro.

Mi hermana había ganado un admirador sin siquiera intentarlo.

Suspiré, pero el aire escapó de mi boca de manera temblorosa. De pronto el frío me volvió a incomodar, pero no dije nada.

—Yo... siempre he creído que Jo es la más especial de todas nosotras —admití; y era cierto, después de todo—. Veo que usted también piensa lo mismo, señor Laurence.

No supe si fui yo la responsable de sacarlo de aquella burbuja, pero el chico volvió por fin a la realidad. Me dedicó otra de sus encantadoras sonrisas, como si no hubiese sido atrapado admirando a mi hermana.

Solo Laurie. —Arregló su saco mientras hablaba, mirándome con una pizca de diversión—. Ha sido un placer conocerte, pero tengo que irme. Mi abuelo exige que llegue temprano a casa, y creo que ya me he entretenido bastante por hoy. —Intenté decir algo, pero Laurie siguió antes de que pudiese lograrlo—. Buenas noches, Rory.

Se marchó entonces hacia la casa vecina, girando tan solo una vez para devolverme la mirada.

No me moví de mi lugar hasta que su silueta desapareció por completo, y, solo entonces, me atreví a murmurar a la nada.

—Buenas noches, Laurie.


──────────────

◦∘ ✥  𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑𝐀  ✥◦∘

¡bienvenidos al primer capítulo de «PERFECT PLACES»!

como lo habrán notado, esta historia entró en pausa antes de siquiera comenzar verdaderamente, pero leer nuevamente los comentarios y ver todo el apoyo que ha recibido este pequeño proyecto me ha impulsado a seguir adelante. la historia de Rory y Laurie comenzó como un impulso, por lo que no tuvo mucha preparación desde un principio y no supe cómo seguir adelante, ni siquiera cómo empezar. y, aunque esto no ha cambiado, por fin he podido poner su relación en palabras, y estoy muy feliz de haberlo logrado.

espero de todo corazón que hayan disfrutado de este capítulo, pero antes de dejarlos ir, tengo algunas preguntas para ustedes:
¿qué opinan de Rory? ¿les ha gustado su dinámica con Laurie, aunque apenas acabe de comenzar? ¿cómo creen que evolucionará su relación?

si pueden, me encantaría leer sus comentarios al respecto ¡!

lo último que quiero decir antes de despedirme es que el día 16 de septiembre voy a participar de un pequeño evento especial de Wattpad del cual ustedes pueden participar. WCC2020 organizará la Wattpad Comic Con de este año y me complace decir que me han ofrecido un panel para ese día. en este evento podrán hacerme las preguntas que quieran sobre mis historias o lo que deseen, pero para saber cómo funcionará exactamente la dinámica les recomiendo que entren al perfil del evento. me encantaría que participaran, pero por supuesto que no es obligatorio.

en fin, muchísimas gracias por leer. recuerden que aprecio cada uno de sus votos y comentarios y les agradezco intensamente por todo el amor que le dan a esta historia.

¡deja un comentario, vota y comparte!

──────────────

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro