꒰ 🕰️ 𖥻𝟎𝟏 | 𝐂𝐎𝐒𝐄𝐂𝐇𝐀 ꒱

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𝗣𝗔𝗥𝗧𝗘 𝗜 ━ 𝗠𝗘𝗡𝗧𝗢𝗥𝗜𝗔
𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟬𝟭 | 𝗖𝗢𝗦𝗘𝗖𝗛𝗔

❛ ¿𝐒𝐧𝐨𝐰 𝐣𝐚𝐦𝐚́𝐬 𝐡𝐚𝐛𝐢́𝐚
       𝐩𝐫𝐨𝐛𝐚𝐝𝐨 𝐥𝐚 𝐏𝐨𝐬𝐜𝐚? ❜

Avery con aparente tranquilidad tomo de la barra el plato rebosante de comida. En está se encontraba otro plato en las mismas condiciones, aunque la chica no le dirigió otra mirada. Sin mirar atrás se encaminó hasta el comedor de la casa, encontrándoselo como todas las mañanas: En soledad, con el único sonido de la música clásica que provenía de la sala de estar.

Un sonido que la había acompañado toda su vida.

No le dio mayor importancia a la soledad que parecía acompañarla en su mañana, por su lado, tomo sus cubiertos con elegancia pese a la falta de miradas a su alrededor, y se dispuso a comenzar su desayuno aunque su estómago en estos momentos estuviera hecho un nudo difícil de romper.

No era para menos. En poco tiempo estaría yendo a la presentación de la Cosecha.

Estaba nerviosa, lo admitía.

Su padre había ordenado un buen desayuno, no deseando que el hambre la envolviera en plena cosecha y él terminará como un hombre que no alimentaba a sus hijos, menos a su heredera. Sin embargo, Avery deseaba tirar todo e irse sin más, asegurando qué si consumía todo ese plato, vomitaria en los lujosos zapatos de sus compañeros.

Y hablando de zapatos, su mente se mantenía preocupada por la vestimenta. Su imagen era algo fundamental en esta presentación, puesto que se les había pedido que llevarán ropa formal y no el uniforme rojizo que la Academia ofrecía a los estudiantes todos los años. Además, deseaba dar una gran impresión, no solo a sus compañeros sino también al Decano Casca Highbottom, un viejo amigo de su padre.

Tenía como opción un vestido color vino tinto que su padre le había ordenado hacer hace no muchos meses con una de las mejores costureras del Capitolio. Este poseía un cuello de tortuga delgado, haciéndolo, a su vista, perfecto ante el clima de la enorme ciudad.

En su plan estaba combinarlo con un par de botas largas y negras qué cubrían gran parte de sus piernas, y en conjunto de un simple saco negro que había sido de su padre hacia años. Quizás era demasiado simple, pero lo suficiente elegante como para callar más de una boca.

Mientras llevaba el utensilio a su boca, pensó en que más podría colocarse. En su mente se plasmo la imagen de un par de arracadas de oro puro aunque pronto se reprendido recordando que estas pertenecían a su hermana.

Por un instante se arrepintió de haberselas regalado en su cumpleaños. Ahora mismo serían suyas y podría usarlas, pero tenía otra opción, aparte de la del reproche, y era pedirlas prestadas a su pequeña hermana.

Cordelia Storm, ese es su nombre. Una chica de apenas catorce años, con nariz un poco chata y pómulos marcados. Cordelia era linda, con ojos azules brillando en astucia e ingenuidad ante su poca edad. Ambas eran un poco similares, ambas parecidas a su madre fallecida.

Una mujer elegante y vivaz que adoraba con su vida las flores de los jardines y escuchar música. Una mujer que murió cuando ella tenía apenas ocho años y Cordelia cuatro. Su muerte fue gracias a un grupo de rebeldes que iban tras mi padre y su muerte.

Sacudió su cabeza, intentando dejar el recuerdo de su madre de lado y centrarse nuevamente en como obtendría esas arracadas. No obstante, fue imposible. Su perfecto cabello rubio, sus ojos vivos y su sonrisa se mantuvieron presentes. En especial, cuando estos desaparecieron, permitiendo al frío entrar en su cuerpo y ahogar su alma.

Habían sido tiempos complicados. Su padre había perdido gran parte de su fortuna al invertir con su gran amigo en armas, mismas que al final fueron dinero tirado a la basura. Aun podía recordar los desastres qué los rebeldes habían ocasionado, las bombas, los gritos en conjunto de los disparos, y sin poder evitarlo también  recordaba a la querida Avox de su madre.

Los Avox no eran nada más que personas obreras qué trabajaban para la clase. ¿El detalle? Estos no tenían lengua, ocasionando que fueran personas sin el poder del habla, obligadas a trabajar.

Los del Capitolio los veían como simples trabajadores, sin embargo, su querida madre las veía como lo que eran, personas, personas que ella adoraba y cuidaba con esfuerzo; y Ermil, una mujer de cabellos castaños como la tierra tras la lluvia, y mirada brillosa como dos faros, era la favorita de su madre, su confidente y la protectora de las hijas Storm.

Una Avox que sacrifico su miseria de vida por ella, una tonta que...

Nuevamente sacudió su cabeza, no deseando pensar más en su madre y todo lo que la involucrará, ahora con éxito puesto que sus pensamientos volvieron a su vestimenta para la Cosecha.

Una sonrisa brotó de sus labios ante el éxito, por lo que sin prestar atención en que apenas y había tocado su desayuno, dejo en el plato los utensilios y  se levantó para luego depositarlo en la barra qué antes estaba vacía, pero que ahora tenía a su hermana menor y un Avox en ella.

Esta vestía su clásico uniforme del colegio, con su chaleco grisaseo y un suéter azul sin cerrar, encima.

— ¡Avery, buen día! - saludo Cordelia con una sonrisa inocente y el plato en sus manos - ¡Mira! ¡Son panqueques!

La mayor asintió, saludando al Avox tras su hermana —Buen día para ambos. Y lose, Cordelia - camino hasta ella, dejando un beso en su mejilla - Si gustas puedes tomar los míos. No termine.

Su hermana la miro de inmediato, asintiendo frenéticamente — ¡Gracias!

— No hay de que. No quiero desperdiciarlo - quito importancia, mirando a la niña servirse los panqueques y comenzar a cortarlos.

Ambas se quedaron en silencio. Esto preocupo a Cordelia, su hermana no era de muchas palabras, pero jamás se quedaba callada, menos con ella.

— ¿Estas bien? - pregunto de la nada. Avery la observo confundida, cuestionando en silencio su pregunta - Te ves mal.

— Estoy preocupada - admitió sin rodeos, a sabiendas que su hermanita le sacaría la verdad como fuera - Hoy es la Cosecha. Necesito prepararme bien y dar una buena impresión para ayudar a papá. Sabes que siempre son buenos los negocios y la influencia.

Cordelia asintió con aparente comprensión, pero no era así. Avery sabía que no lo entendía — ¿Y cuál es el problema?

Y tenía razón — Que mi imagen es importante ahora mismo. Seré la Mentora de un tributo de estos Decimos Juegos, Cordelia. Esta es una oportunidad perfecta para obtener esa ayuda qué daran para la universidad.

Cordelia nuevamente asintió, ahora con una duda — ¿Y tú para que quieres esa ayuda? Papá te pagará la universidad completa. No veo el problema.

Avery lo sabia. Ella no lo necesitaba, no obstante, era un reto para ella — ¿Sabes que sentiré si hago un buen trabajo? - la niña negó - ¿Sabes que sentirá papá? - ahora asintió, entendiendo un poco a lo que se refería Avery - ¡Bien! Por eso lo hago. Y por eso, será mejor que me vaya a preparar.

Sin esperar respuesta se dirigió a su habitación, corriendo escalera arriba intentando no tropiezas pero sin disminuir su velocidad. Al entrar a su pieza se topo con la enorme cama tendida de manera pulcra, con sus sábanas rojizas y sus almohadas acomodadas tal como le gustaba y encima de estas a su pequeño gato: Panem, un gato arisco con todos, con una oreja mocha y ojos marrones. Lo habían encontrado en la guerra, herido y tirado en el frío suelo.

Desde ese momento se convirtió en su amuleto, su preciada mascota.

Por un momento deseo tirarse junto a él en la cama y no ir a la Cosecha. Sin embargo, ¿qué pasaría si no iba? ¿Le darían su lugar a otro?.. No quería saberlo, el mero pensamiento la hacía desear ir con más razón.

Por ello, retuvo su impulso acariciando meramente al gato y se dispuso a arreglarse, tomando con rapidez de su armario el vestuario qué anteriormente había planeado para proceder a usarlo.

Minutos antes de desayunar se había dado su ducha, tomando un poco más de tiempo al desear hundirse en la tina de su cuarto de baño. Por lo que ahora, únicamente se coloco su atuendo, intentando apurarse para así llegar un poco antes a la Cosecha.

Al terminar camino hasta su enorme espejo, mirando al instante su reflejo. Sonrió, repetía, era simple pero imponente como lo había deseado.
Sin esperar, procedió a colocarse un poco de maquillaje, deseando optener un aspecto más natural sin verse cargada como lo que se solía utilizar en el Capitolio.

Y lo logro, tomo su bolso rojizo y salió de su habitación con velocidad, bajando los peldaños de sus escaleras tal como hacía un par de minutos. Al llegar a la sala le dio una señal a uno de los avox qué se mantenía ahí, él cual de inmediato fue hacia ella tomando las llaves del carro.

Artemis, su padre, le había solicitado que la llevase a la Academia. Con este favor podría retirarse todo el día si así lo deseaba.

Al subir en el automovil, inmediatamente se coloco su cinturón, suspirando y recargando su espalda en el asiento. No mucho después su chófer de este día ya se encontraba con el auto encendido y en camino hacia la academia.

Todo era silencio, no era incómodo, pero tampoco agradable. Sus ojos verdes miraron al rostro concentrado del hombre a su lado, era alto, de piel bronceada con un par de ojos azules y cabello castaño obscuro. Era atractivo, al menos eso había pensado la primera vez que lo vio en su casa. Un adulto del Distrito 12.

El hombre pareció sentir su mirada ya que se removió con una notable incomodidad, indicándole a la chica que estaba mal ante su mirada para nada indiscreta. Avery dirigió su vista hacia su ventana, notando a lo lejos la estructura tan digna de la Academia.

— Bajare aquí - ordenó Avery al estar más cerca de la Academia.

Él hombre la miro confundido, sin embargo no hizo nada más que quitar los seguros del carro y permitir la salida de la joven.

— Cuidate, Rei y ten un lindo día - se despidió con cariño, dedicándole una sonrisa al hombre.

No queriendo esperar, comenzó a caminar lejos del auto, mirando como los demás alumnos caminaban en dirección a las esculturales y perfectas escaleras qué daban paso a la Academia. Estas eran enormes, permitiendo que tanto alumnos como profesores pudieran circular sin estorbarse unos con otros.

Al llegar a estas anduvo con delicadeza y tranquilidad, digna de los Storm, ignorando con facilidad el golpeteo de su corazón en su pecho y el nudo ante los nervios. Sabía que tenía muchos ojos tras de ella, por ello el mantener la dignidad y el porte, era algo fundamental.

Debía de dar orgullo a su padre. Y este año, ella lograría tenerlo, en conjunto con su orgullo personal. Su mentoria en los Decimos Juegos era su proyecto final antes de su esperada graduación, sumado a esto, se encontraba el perfecto premio para aquel que fuera el mejor mentor, uno que involucraba la Universidad.

Avery se había sorprendido cuando se dijo que los Tributos (24 jóvenes de los Distrito) tendrían mentores qué los guiarán a la victoria, puesto que años anteriores estos no contaban con ayuda. Únicamente se les enviaba a la arena con armas y ellos debían de matarse e intentar sobrevivir.

Los Juegos del hambre no eran algo atractivo a ojos de muchos del Capitolio, por ello este había decidido hacerlos más atractivos colocándole un mentor a cada tributo; uno que los ayudara a verse mejores ante las cámaras con el fin de hacer al Capitolio ver los Juegos este año.

Entro en la constricción sin prisa alguna, topandose de primera mano a los Avox con bandejas y bebidas encima de estas. La chica reconoció de inmediato la bebida cuando uno de estos le ofreció una copa, ella la tomo y bebió un poco de esta. Sintiendo el líquido recorrer su garganta con incomodidad, quiso escupirlo, pero pronto el sabor dejo de molestar permitiendo que diera un trago más a su copa.

Sus ojos verdes miraron a su alrededor, había alumnos y profesores por todos lados, nada nuevo si no fuera porque a lo lejos miro una mata de cabellos rizados y de color dorado. Tomo de nuevo de su copa al reconocer a Coriolanus Snow junto a su profesora Satyra, quien en conjunto de varios profesores sonreía hacia el chico.

Rodó sus ojos al notarlo reírse alagado por lo que sea que haya dicho la mayor. No le dio mayor importancia y camino hasta la figura de su profesora Aggripina Sickle, quien con su alumno preferido, Sejanus Plinth, se abría paso en el lugar.

La mujer al verla sonrió con aprobación, asintiendo con su cabeza — Pero si es mi querida predilecta - saludo abriendo sus brazos permitiendo a la pelinegra darle un suave abrazo - Sabía que tu vestimenta no me decepcionaría.

— Usted es la que no decepciona, profesora - la mujer pareció sonreir aun más - Adoro la presencia del escudo como los años anteriores.

Su comentario hizo a la mujer feliz por lo visto, cosa que Avery tomo a su favor. Pronto la mujer dio una pequeña disculpa y fue hacia sus compañeros de trabajo. Sus ojos verdes miraron detrás de donde anteriormente se encontraba la mujer, notando a un chico castaño vestido con un hermoso y caro traje de color gris: Sejanus Plinth, un chico de Distrito.

No lo decía por prejuicio, sino porque era la verdad. Los Plinth venían del Distrito 2,su padre tenía tanto dinero que pudieron comprar su lugar en el Capitolio, provocando que Sejanus conviviera con los capitolenses como si fuera uno más de ellos.

— Sejanus Plinth, es un gusto verte. Lindo traje, elegante - dijo Avery mirándolo a los ojos, sonriendo suavemente. El chico asintió en agradecimiento.

— Gracias, Avery. Mi padre insistió en este. Sinceramente yo deseaba algo menos ostentoso - confesó con tranquilidad, sin verse relajado pero tampoco tenso.

Después de todo su relación con Avery jamás fue mala. Al contrario de los demás chicos, Avery no lo miraba con asco o comentaba cosas que harían la situación bastante incomoda. Ella era la chica que pese a no ser tan amigos, no lo despreciaba.

— Pues buen gusto. Te ves bien. La Cosecha es un evento importante en el Capitolio... -

Antes de que pudiera continuar, ambos fueron llamados — ¡Chicos, vengan! - ambos obedecieron, acercándose a los profesores y, para desgracia de Avery, a Coriolanus Snow.

— Buenos días, profesora Satyria, profesores... Snow - saludo con cordialidad. De inmediato su saludo fue respondido por los demás.

— Elegante pero sensato. Sin duda alguna no esperaba menos de usted, señorita Storm - dijo Satyria. La otra mujer estuvo de acuerdo con ella - ¿Eso que veo es un saco de galas?

La pelinegra sonrió orgullosa — Por supuesto, profesores. Era de mi padre en sus tiempos de Academia. Desgraciadamente no puede estar aquí por temas de negocios qué interfieren en su horario. Tener su saco me hace sentir que esta apoyándome en algo tan importante como la Cosecha.

— Muy lindo de su parte, y le aseguro que su padre debe de estar orgulloso de ello - confesó la profesora Sikle con aparente sinceridad. — ¡Joven Plinth! Que grosero de mi parte no saludarlo. Juro que no fue intencional - apretó su mano con formalismo. Sejanus sonrió sin complicaciones - Que elegante estas este día - miro a ambos pelinegros - Dignos del Capitolio, ¿me equivoco?

— Demasiado elegante diría yo - interfirio Agrippina, mirando al joven Snow - Usted también viene bien. ¿Esa no es la vieja camisa de gala de su padre?

Avery miro al rubio de inmediato, fijándose en su vestimenta. Pantalones formales de color negro, zapatos lustroso del mismo color en conjunto de una camisa blanca abotonada con lo que parecían ser teselas. Se veía bien, sino fuera por su postura y porte egolatra.

Snow pareció sentir su mirada, apretando su mandíbula algo incómodo — Gracias por fijarse profesora. Encargue los arreglos para dejar claro que yo no he luchado al frente. Pero quería que él estuviera hoy conmigo.

La mayor asintió con aparente comprensión — Ya veo - miro a Avery y luego a Coriolanus - Apuesto que sus padres están orgullosos.

Después de ese comentario, la mujer se concentró en su conversación con el resto de profesores, dejando a los tres jóvenes varados.

Avery tomo de su copa, apostaba qué la incomodidad de su garganta el beber era mucho más pasajera que la que podía apreciar en el ambiente entre los tres.

— Te ves bien, Storm - hablo Snow - Ambos se ven bien.

La chica sonrió, a su lado Sejanus agradeció — Gracias, Snow. Es un momento importante, lo mejor siempre es - lo barrio con su mirada, parando en sus ojos azules - la apariencia.

— Tu también te ves bien, Coriolanus.

Él mencionado asintió, mirando los ojos verdes y penetrantes de la chica. Estos parecían ver sus más grandes delirios, saber sus más sucios secreto. Sonrió con dignidad.

— En el Capitolio lo más importante es el porte, Storm. Es bueno que lo sepas.

— ¡Por supuesto! - rio con ironía - Todos lo sabemos, Snow - confirmo sin desear realmente iniciar una disputa. Seguido miro a su compañero - Sejanus, escuche que te mudaras.

Inició un tema cualquiera. El castaño asintió a su lado — Si, papá nos hará mudarnos a una residencia cerca de la escuela. Es benéfico para mi y para él - sonrió - A todo eso, ¿cómo supiste?

— Yo lo se todo, Sejanus - sonrió, guiñando su ojo con picardia. El castaño se sonrojo débilmente, asintiendo al comprender que la chica no deseaba decirle.

— ¿Y eso? ¿Mudarse es un acto impulsivo? - hablo Coriolanus metiéndose en la conversación.

Sejanus negó — Es por que dentro de poco sacarán a la venta muchas de
esas viviendas tan lujosas. Los propietarios no pueden permitirse los
impuestos o algo sí, según me contó mi padre.

— En el Capitolio no se pagan impuestos por las propiedades. Eso solo
pasa en los distritos - dijo Coriolanus. Su expresión era confusa, remplazando aquella de orgullo.

Avery asintió, provocando qué el rubio la mirase — Es una ley nueva. Para recaudar dinero con el que reconstruir la
ciudad. Papá también piensa comprar una de esas lujosas casas - miro al castaño - Ya saben, pronto tendré que irme de casa y él quiere lo mejor.

— Eso es increíble. Ma no me permitiría irme de casa tan rápido, es realmente amorosa - comento Sejanus con una sonrisa brillante.

— Tú madre es muy dulce - alago la Storm - Me encantaría algún día conocerla.

Sejanus se sorprendió, sin embargo pronto recobro su rostro tranquilo — ¡Claro! Estoy seguro que mi madre estaría feliz de conocerte.

— Entonces - miro a su lado, notando la piel pálida y preocupante de Snow. Totalmente distinta al estado altivo qué poseía anteriormente — ¿Snow?

— ¿Estas bien? Estas más blanco que la cal - pregunto Sejanus con preocupación genuina y un tanto desconcertado.

Él rubio pareció tragar saliva, recomponiendo su estado — Si, creo que es por la Posca - respondió - Me revuelve el estómago.

¿Snow jamás había probado la Posca? - cuestionó la pelinegra con notable burla, mirándolo de reojo.

— Por supuesto que si, Storm. - respondió casi ofendido. La chica asintió sin prestarle atención.

— Su sabor es molesto - opino Sejanus. La chica asintió con rapidez - Ma me obligaba a tomarlo durante la guerra.

Antes de que alguno de los chicos pudiera responderle, el sonido de una campana se hizo presente, seguido de que los alumnos se acomodaran frente al estrado.

— Llego el momento - Avery se acomodo su saco, sonriendo de la mejor manera.

— Supongo, el momento de que nos asignen un tributo - respondió Sejanus con un animo decaído, totalmente distinto a su animo anterior.

Avery no le tomo importancia, tomando el brazo del castaño se dirigieron al centro en donde estaban asientos para el alumnado. Ambos se sentaron, seguidos de Coriolanus, quien se sentó al lado derecho de la chica.

Frente a ellos apareció quien Avery había deseado ver desde que su padre le menciono su nombre: El Decano Casca Highbottom, él hombre detrás de los formidables Juegos del Hambre.

— Hola a todos - saludo arrastrando las palabras, mientras elevaba un papel arrugado - Leeré esto - informo. Y de inmediato todos aquellos que se encontraban hablando, callaron intentando escuchar al Decano. — Los nombrare y después diré quien les tocó, ¿bien? De acuerdo. El chico del Distrito 1 es para... - el hombre entrecerro sus ojos, parecía intentar enfocar las pequeñas letras de la hoja - Mis gafas - murmuró - Todos notaron las gafas en el hombre, esperando que las encontrará. — Ah, eso, Livia Cardew.

La mencionada no tardó en retorcerse en felicidad ante aquel glorioso tributo. Presumiendo sin vergüenza ese logro como algo propio. Avery la miro con desdén, no intentando disimular su odio hacia la chica.

— Apuesto toda mi colección de tacones qué fue por el puesto de su madre - murmuró Avery sonriendo con molestia. A su lado, Sejanus negó, intentando pensar que era mera suerte. Sin embargo, Coriolanus sonrió asintiendo.

Todos sabían que era por eso. Una verdadera pena.

— No es secreto - respondió Coriolanus mirándola de reojo.

La pelinegra asintió — Si íbamos a tener esto por merito de nuestros padres, entonces, espero tener de los mejores tributos.

Era bien sabido que los tributos de los Primeros Distrito eran los que mayores probabilidades tenían de poder ganar los juegos, puesto que al ser los más cercanos al Capitolio, su estado económico era un poco mejor que el del resto. Con esto, sus habitantes estaban mejor alimentados o fuertes para los juegos.

Avery comenzó a aburrirse tan pronto vio que su nombre no sería nombrado en brevedad. Supo que no iba a recibir el nombre de algún chico de un "buen" Distrito en cuanto a Clemencia Dovacote se le fue otorgado un tributo del Distrito 11, la última oportunidad de recibir un Distrito con al menos un poco de oportunidad.

Al contrario de Livia, Clemencia únicamente movió su cabello largo y negro, anotando el nombre de su tributo en una libreta.

Ella supo que algo había mal, más aún notando la mirada del Decano sobre ella. No era una mirada amistosa, una qué se le dirigiría a la hija de uno de tus viejos amigos. Esta estaba llena de ironía y molestia mal disimulada.

Sabía que no era la única que notaba algo extraño, Coriolanus también lo sentía. Fue inevitable no darse una mirada confusa, puesto que ambos no solo eran hijos de familias importantes en el Capitolio, sino que también eran estudiantes ejemplares para la Academia.

Sin embargo, para Coriolanus la tortura termino, dándole paso a una peor, en el momento en que su nombre fue dicho con la siguientes palabras:

— Y por último, no crean que me olvide de ustedes - sonrió - Coriolanus Snow, te toca la chica del Distrito 12.

Avery chasqueo los dedos, sonriendo mientras negaba suavemente. Solo quedaba un tributo, y por supuesto, un Mentor: Ella misma.

Y por consiguiente — ¡Por supuesto, él último puesto! - soltó una risa el hombre - Avery Storm, es tuyo él chico del Distrito 12.

Nada bueno saldría de esto




Hola hola.

Este es el primer capítulo de este fanfic. Sé que tengo como 4 más, pero es Corio y Tom Blyth, es imposible no hacerle un fic.

Estoy emocionada, creo que es lógico. Me encantaría que comentaran y votarán si es que les gustó, es bien sabido que lo que más me gusta de esto es leerlos. Además esto me ayuda demasiado en saber si voy bien en la historia.

Sin mas qué añadir, hasta

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