Capítulo 10

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Jeno no se quedó de brazos cruzados esa tarde, estaba castigado pero poco le importó, él tenía algo en mente y no lo dejaría para otro día. Se levantó de su cama, se vistió con una cazadora gris que sacó rápidamente de su armario, se colocó unas botas militares y salió por la ventana de su habitación.

Afuera llovía sin piedad, pero en vez de verlo como una desventaja lo vio como una oportunidad, así sus padres no sentirían sus pisadas en el tejado.

Sin miedo alguno y aspirando el olor a tierra mojada que la lluvia deja detrás cada que hace presencia, se impulsó hacia afuera. Con los pies en el tejado empezó a bajar con cuidado hasta llegar al borde y deslizarse por una columna hasta llegar al suelo donde felizmente cayó de pie e ileso.

Era su primera vez escapando de casa y la adrenalina llenaba sus venas, hasta sentía sus manos picar y el deseo de regresar dentro pero ya estaba afuera y los pensamientos confusos en su cabeza no lo dejarían en paz si volvía a casa y se quedaba ahí de brazos cruzados.

Tiene preguntas y sabe quién tiene las respuestas.

Agachado con cuidado de que no se vea su figura por las ventanas del primer piso corre hasta su bicicleta en el patio frontal y se monta en esta para empezar a padalear con todas sus fuerzas bajo la lluvia.

Sonríe en medio de la pista vacía de su vecindario. Podría parecer un loco a los ojos de sus vecinos conduciendi su bicicleta en medio de una lluvia que no para, pero en ese momento a él se importaba poco, se sentía libre, desafiando las cadenas que sus padres siempre le pusieron, jalando de ellas con la esperanza de romperlas de una vez.

El viento frío golpea su rostro por varios minutos que disfruta a pesar del frío y del saber que sus ropas están completamente mojadas a ese punto.

Finalmente detiene su camino frente a una casa de paredes rosas y puertas marrones, de dos pisos y pequeña pero acogedora. Baja de su bicicleta y camina hasta la puerta de madera marrón. Toma una bocanada de aire y alza su puño para tocar contra la madera pero algo detiene su mano en el aire.

Una canción.

Extrañado siente algo dentro suyo removerse, curiosos se aleja de la puerta y empieza a seguir la melodía que lo lleva hasta el patio trasero y lo que ve, lo deja helado bajo la lluvia que aún cae sobre sus ya mojadas ropas y cabello azul.

Renjun baila al ritmo de una suave canción, tan suave que calma rápidamente sus acelerados latidos. Sus movimientos son precisos y hermosos, fluidos al ritmo de la triste melodía.

Caigo, de nuevo, en tu red...
Sé que tarde un tiempo, curarme de ti de una vez.

Son los mismos movimientos que logra soñar cada noche al dormir, y que pinto pero fueron borrados.

Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte.

El rostro de Renjun es difícil de descifrar, es una mezcla de calma y tristeza; ojos cerrados, mejillas rojitas por el frío y aliento cálido que sale de sus labios como vapor. Se ve hermoso bajo la lluvia en cada movimiento.

Todos los besos que me imaginé vuelven al lugar donde los vi crecer.

La ropa que lleva es muy ligera, está mojada y se pega a su delgada figura, muy, muy delgada y eso lo preocupa, la ropa holgada que siempre lleva tapa su flacura. Aún apesar de eso se ve tan sumido en su baile con los ojos cerrados, como si no estuviera bailando bajo la lluvia, como si solo fueran él y aquella radio bajo el árbol de su patio tocando la suave melodía.

En Saturno viven los hijos que nunca tuvimos.

Llega el coro de la canción, Renjun hace un suave movimiento como si quisiera alcanzar algo y lo lleva a su pecho, repentinamente una lágrima baja por su mejilla y frunce el ceño aún con los ojos cerrados.

En Plutón aún se oyen gritos de amor.

Jeno observa en silencio como se queda en esa misma posición con la mano en su pecho, ahora llorando en silencio.

Y en la Luna gritan a solas tu voz y mi voz pidiendo perdón... cosa que nunca pudimos hacer peor.

Renjun abre sus ojos y se queja por el dolor en su rodilla, en un momento cae al suelo con una mueca de dolor y Jeno instintivamente se acerca a él para ayudarlo. Renjun abre de más sus ojos cuando escucha pasos acercándose a él y se asusta creyendo que es su madre, pero grande es su sorpresa al encontrar aquel chico de cabellos azules que se robó su corazón hace mucho tiempo.

Jeno está ahí.

—¿E-Estás bien?

Preocupado se agacha a su altura y lo toma del brazo para ayudarlo a levantarse, Renjun no sabe que decir, se queda en blanco al tener a Jeno frente suyo y tan cerca.

—Renjun, ¿Puedes levantarte?

Trata de hacerlo pero el dolor en su rodilla no lo deja así que casi vuelve a caer al suelo de no ser porque Jeno lo sujetó contra su pecho. Renjun rápidamente se sonroja y Jeno no lo nota porque de por sí sus mejillas ya están rojas por el frío.

—Bien, cruza tus brazos por mi cuello, te llevaré a dentro.

Y sin más lo tomó en brazos, un brazo bajo sus rodillas y otro en su cintura sujetándolo contra él con firmeza. Renjun por instinto cruzó sus brazos por su cuello, sonrojado maldijo en su cabeza, ¡No sabía que hacía Jeno ahí!

—¿Hay alguien en tu casa? —Renjun niega sin verlo a los ojos—. Bien.

Con Renjun en brazos, lo cuál no es ningún problema para Jeno ya que el chico no es pesado. Entran por la puerta trasera de la casa directo al comedor donde sienta a Renjun en una silla.

—Iré por unas toallas, estás todo mojado.

Renjun solo asiente en su lugar sintiéndose muy pequeñito. Jeno camina hasta el baño del primer piso y saca de un pequeño estante dos toallas, luego sin que Renjun se de cuenta sube las escaleras al segundo piso y entra a la habitación de Yunjin, de su mesita de noche toma aquella cajita que le pidió hace unos días que le guardara. La esconde en el bolsillo de su cazadora y vuelve al primer piso directo hacia Renjun.

—Creo que esta es tuya. —Le extiende una de las toallas que lleva su nombre, es azul.

—Sí, gracias. —La toma y baja la mirada mientras empieza a secar su cabello.

—¿Te gusta el color azul? —Renjun asiente tímido sin devolverle la mirada, sonríe por su ternura—. A mí también.

—Gracias por ayudarme... Pero no entiendo, ¿Qué haces aquí? Yunjin no está en casa. —Esta vez si sube la mirada hasta encontrarse con sus bonitos ojos redondos.

Jeno pasa saliva, pasa la toalla por sus brazos y cabello tratando de encontrar una buena respuesta a su pregunta, no sabe por dónde empezar.

—¿Jeno? —Renjun arquea una ceja cuando este no responde su pregunta por un par de minutos—. ¿Me estás ignorando?

El de cabello azul suspira pesadamente y le devuelve la mirada. Sus ojos redondos se ven perdidos, como si buscara algo dentro suyo y eso confunde a Renjun.

—Renjun, puede que esto sea inesperado pero realmente tengo algo que preguntarte...

—¿Por eso estás aquí? —Él asiente, Renjun suspira y se acomoda en su asiento—. Bien, puedes preguntar.

—Renjun... ¿Nosotros fuimos más que amigos antes de mi accidente, verdad?

Renjun se queda helado en su asiento viéndolo directo a los ojos, incapaz de desviar la mirada.

—Mis padres dijeron que éramos amigos, y te alejaron de mí... pero sé que fuimos más que amigos.

Renjun observa como Jeno saca del bolsillo de su casadora una pequeña cajita, muy linda. La mantiene entre sus manos a la vez que avanza unos pasos hacia él y se agacha quedando frente a frente.

—Yo encontré está cajita en mi ático, olvidada... Pensé que sería bueno dártela.

Se la extiende con una suave sonrisa, las manos de Renjun tiemblan pero se obliga a calmarse y en silencio toma la cajita. Con sus dedos acaricia la madera y con calma la abre revelando su interior. Las lágrimas se acumulan en sus ojos y cubre con su mano su boca. La fotografía dentro remueve su interior, su abdomen se contrae y cierra sus ojos.

Jeno solo acaricia su hombro a la espera de que su llanto se calme. Él siente su nariz picar, también tiene ganas de llorar ante la escena. Es la confirmación de sus sospechas, la reacción de Renjun lo dice todo.

Ahora solo debe saber la historia detrás.

—Supongo que debo decirtelo todo... —Dice Renjun minutos después, más calmado y con la cajita entre sus manos.

Jeno asiente suavemente—. Te escucho.

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