𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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Represalias.

Restregaba mis ojos, manteniéndome cruzados de brazos en esta silla. La gran corte suprema aún estaba empezando a recibirnos, la mayoría de los soldados de diferentes élites, no habían llegado. Los que si, se saludaban y charlaban, sentándose uno al lado del otro, mientras que yo, solo esperaba con ansias el momento que esta gran reunión pudiera tomar una iniciación. De reojo observe cómo Hange releía esos papeles, una y otra vez, de manera dudosa. Todo el escuadrón de operaciones especiales, estaba establecido atrás de nosotros de dos. Les miré, viendo que no estuvieran haciendo ninguna desfachatez que nos dejara en ridículo, pero todos realmente estaban en silencio, cada uno de ellos. Habían trabajado muy duro estos últimos días, podía ver el cansancio en sus ojos, el hecho de que aún nos estuviéramos enfrentando a algo de lo que desconocíamos, parecía abrumarles. Volví a girarme, suspirando hondo para observar cómo en aquel gran estrado, los líderes superiores se entablaban detrás de esas azuladas banderas, en donde cada una de ellas señalaba las élites representadas por los soldados establecidos frente a ellas, todos sentados en orden. Con detenimiento observe la bandera que representaba desde mi corazón, esas alas de la libertad estaban pegadas a mi como un soldado que era, pero, no podía entender el porque no podía sentirme libre. Pero, creo que todos nos sentíamos así. Cada uno de nosotros, podía sentirse enjaulado.

Levante mi mirada, escuchando pasos huecos. Podía ver como el comandante supremo Zackly extendía su mano para permitirle pasar a Historia, hasta que esta tomó asiento. Con el paso de este año, su semblante como el de los chicos atrás de mi, había cambiado. Aunque no se notara tan apagada, ella parecía ir llevando el peso de la realeza en sus manos, como su única obligación, siendo esclava de una vida que no quería. Se notaba la mirada podrida de su infelicidad, pero aún así, se resignó y mantuvo sentada delante de todos nosotros. Sonriendo hacia donde estábamos, y es que, de seguro esos chicos atrás de mi la saludaban con el mismo entusiasmo, mientras que yo veía fijamente como Zackly se dirigía en ayudar a Adeline, quien iba justamente sentarse en medio, de frente ante todos. Su cabello estaba amarrado en una coleta, que permitía que pudiéramos ver su rostro. Y aunque aquella cicatriz albergara en su mejilla, no dejaba de verse sumamente hermosa. Había cambiado algo en este año pasado, sin duda, su cuerpo pareció adelgazar, pero no había sido la única en perder el apetito y las energías de continuar en este arduo camino. Me quede observándola con detenimiento, era un sentimiento puro y fuerte, ese que no permitía que me contrahiciera en lo que sentía. Sentada, levantó la mirada, mirando a la gran corte, hasta que en su, su mirada y la mía se conectaron visualmente. Fue tan fuerte, que no pude romper el campo visual, hasta que ella bajo la cabeza. Le conocía, el que la mirara de esa manera tan intensa, la enrojecía pero esta vez, parecía ser que le dolía, por lo que dejé de mirarla.

—Saludos a todos. Es un gusto verlos reunidos.—expresaba Darius, mirándonos a todos.—Esperamos que todos se encuentren bien, esta será una reunión rápida e informativa.—avisaba, con su gruesa voz.

—Como saben, la legión de exploración logró retener con la ayuda del titán de ataque y colosal, a varios bosques provenientes de la nación Marleyana. No obstante, una línea de soldados ha establecido ser unos voluntarios, que desean la restauración del pueblo Eldiano. Con esto, nos atesoran que su líder, llamado Zeke Jeager, hijo del doctor Grisha Jeager, padre del presente Eren Jeager, se aliará con nosotros a que nuestro pueblo pueda levantarse contra su propia nación.—contaba detalladamente Adeline, creando un bullicio de tono bajo entre algunos soldados, pero ella como toda una reina, continuaba en su postura.—Zeke Jeager es el portador del titán bestia. Como conocemos, tiene una superioridad de poderes y habilidades diferentes a los titanes que tenemos al mando. La comandante del cuerpo de exploración, Hange, nos establecerán los requisitos que este individuo nos está pidiendo, para estar a nuestra disposición.—culminó en decir, por lo cual Hange de mi lado, se levantó, con los papeles en manos.

—Buenas tardes. Agradezco que todos estén presentes hoy. La operación fue llevada hace dos días, por lo cual nos encontramos analizando aún la oferta de Zeke Jeager.—contaba ella.—Para llevar un tratado de alianza, Zeke Jeager ha pedido a cambio, el que los voluntarios anti marleyanos, se establezcan en la Isla Paradis.—nuevamente ese bullicio se recreó, haciéndome fruncir el ceño por la falta de disciplina de estos vegetes.—Con esto nos ayudará a un desarrollo tecnológico, en armamento, incluso terrestre. Nos ofrecerán herramientas, suministros de alta calidad que nos harán evolucionar al punto de estar en similitud del enemigo. Así concluyen las demandas de Zeke Jeager, con el fin de asegurar la supervivencia al pueblo Eldiano quien se encuentra...

—¡Es absurdo! ¿¡Como pueden creer semejante estupidez!?—exclamaba un policía militar, en desacuerdo.—¡Estamos hablando del titán bestia, él transformó a los habitantes de Ragako! ¡Provocó el pánico dentro de las murallas, y por poco aniquila a toda la legión de exploración! ¡No podemos negociar con ese monstruo!—decía otro, con el mismo tono de actitud.

—El principal y único objetivo de Zeke Jeager, es la recuperación del titán fundador. Como no lo consiguió por la fuerza, ahora intenta hacerlo de una forma más diplomática.—opinaba Darius.

—El enemigo también debe tenerlo en claro, antes que nada deberíamos escuchar las palabras de ese hombre.—expresaba Pixis, rodeado de su gente quien apoyaban su comentario.

—Hange, continúa por favor.—le pidió Adeline, con un tono suave, haciendo que Hange carraspeara la garganta para continuar.

—De acuerdo con Zeke, existe un plan secreto capaz de resolver todos los problemas de los Eldianos. Y las únicas condiciones que se requieren para llevarlo a cabo, son tener al titán fundador, y otro de sangre real. Aunque, añade algo más que parece no querer esclarecerlo aún, son las únicas condiciones requeridas. Con ambos titanes, el mundo podría restaurarse. Sin embargo, Zeke va relevar su plan cuando tengamos esas condiciones que está pidiendo.—contaba ella, con detalles, mientras que la escuchábamos.

—Que pérdida de tiempo.—exclamó nuevamente un policía militar, pero en su, atrás de mí escuché como se golpeó la mesa, haciéndome girar.

—Eren.—Armin llamó a Eren, desconcertados como todos al ver cómo estaba inclinado encima de la mesa, con sus ojos abiertos grandemente.

—Todo lo que dijo es verdad. Ya pude recordarlo, lo hice solo una vez, en aquella ocasión active el poder del titán fundador, y fue en el instante en el que tuve contacto con un titán de sangre real.—decía Eren, con mucha seguridad, haciéndome fruncir el ceño.—Ese titán, fue la primera esposa de mi padre, sin duda se trató de Dina Fritz. Por lo tanto Zeke, el hijo de Dina debió descubrir algo. Él logró encontrar la forma de evadir el pacto de renuncia a la batalla. Esa es nuestra última esperanza. Despertará a los titanes de las murallas y con ellos hará retumbar la tierra. Así arrasarán con todo a su paso.—me giré, mirándole fulminante por lo que había dicho.

—Idiota, ¿por qué carajos te guardaste esa información hasta ahora?—le pregunté en un tono frío y muy descortés, viéndole mirarme avergonzado, Eren aún era fácil de reprender.

—Porque quería mantener a Adeline a salvo, al igual que a Historia. No iba permitir que las transformaran, solo por darles información incierta. Decide no arriesgarlas, además, Adeline es mi familia. Admito que lo que hice, fue imprudente de mi parte.—esbozó, haciéndome sorprender por la responsabilidad que se tomó.

—Después hablaremos del tema.—le dije, girándome para rodear los ojos y suspirar gruesamente, cruzándome de brazos. Eren aún era un mocoso a quien debía disciplinar.

—No obstante, si lo que acababas de decir es verdad. El plan secreto de Zeke tiene sentido.—opinaba Hange aún lado de mi, pensativa.

—¿Están locos? ¿Entonces van a confiar en ellos?—se preguntaban esos soldados.—Tiene razón. Es demasiado arriesgado permitir a esos soldados en nuestra isla.—baje la mirada, escucharlos era como oír a los cerdos restregarse en el fango.—Lo mejor sería acabar con ellos.—continuaban diciendo.

—No. No podemos hacer eso.—interfirió Hange.—Si queremos proteger a la isla de los buques del imperio Marleyano, necesitamos la ayuda de esos voluntarios. Y también de sus comunicaciones por radio.—indicaba ella, intentando de persuadir.

—¡Ese maldito llevo a la muerte al ex comandante del cuerpo de exploración, Erwin Smith no está aquí hoy por él!—me levante con brusquedad ante escuchar ese comentario, sabía que Grace estaba sentada aquí, y que ella también los escuchaba, no podía permitir que la hirieran con ese recuerdo.

—Cerdo, ¿tu que sabes sobre eso?—le pregunté girándome para mirarlo fríamente, pero ya me bastaba con tener que verlos, no podía seguir soportándolos.

Un gran silencio se esbozó ante mi comentario, y al todos decidir mirarme, me obligué a aislarme de esa silla, para removerme a la salida. Abrí la puerta con brusquedad, y de esa misma manera la cerré. Me detuve en el pasillo, respirando hondo. Maldita sea, realmente estábamos tan desesperados, que debíamos confiarlo todo a ese barbudo. Ser el soldado más fuerte no significaba nada en este mundo que seguía decayendo, era un pensamiento clavado en mi mente que no podía sacar. No valía la pena ser fuerte. Ya no. Camine, vagamente camine por esos largos pasillos. Y es que, en este distrito, también recordaba una oficina, una vieja oficina a donde solíamos venir cuando nos establecían aquí. Estaba cansado, cansado de luchar por dentro y por fuera. Ya no eran titanes, lo peor de todo era eso, que ahora debíamos luchar entre nosotros mismos y si esa era la verdad que tanto buscábamos, entonces fue en vano la muerte de mis compañeros. ¿De qué se trata todo esto? Era lo único que me obligaba a cuestionar. Pero aún así, esperaba encontrar la razón, encontrar la verdad. De por si, mi camino ahora estaba despejado, amplio para poder llegar hasta ese maldito bufón. Él y yo no éramos iguales, lo supo ese día. Le demostré que era mortal con las hojas. No era nada misericordioso, y la próxima ves, no lo sería, no con ese titán bestia. Lo acabaría, porque lo había prometido. Se lo prometí a Erwin.

—En verdad, deseaba entrar a ese sótano. Todo lo que he hecho hasta ahora, fue porque pensaba que este día llegaría. Creía que podría comprobar si tenía razón, muchas veces pensé que sería más fácil morir, pero entonces, recordaba el sueño que compartía con mi padre. En este momento, todas las respuestas están al alcance de mi mano.—se frunció, estaba realmente frustrado delante de mi, decaía.—Se encuentran tan cerca, sin embargo Levi. ¿Puedes ver a nuestros compañeros? Ellos están aquí observándonos. Quieren saber qué pasó con los corazones que consagraron, porque todavía no ha terminado esta guerra.—comentaba, recibiendo alrededor de nosotros los impactos de rocas quebrando las estructuras de las casas.—Supongo que el sueño que tengo en la cabeza, no es solo uno egoísta e infantil. ¿Verdad?—me preguntó, y con firmeza le miraba, así que me incliné ante él, como todo un líder que era.

Renunciarás a tu sueño y a tu vida. Guiarás a esos cadetes directos al infierno. Y dejarás que yo me encargue del titán bestia.—afirme, viendo como él abría sus ojos grandemente, viéndolo mirarme aturdido.

Abrí la puerta de esa oficina. Era diferente a la del cuartel, pero aún así, le perteneció. Mire, había una gran oscuridad pero al menos, estaba limpia. Cerré la puerta a mis espaldas, viendo como los rayos del sol intentaban adentrarse a través de las cortinas, por lo cual me acerqué y las abrí, logrando que todo se iluminara. Ante eso, me detuve frente a la ventana, observando el gran paisaje que quizás Erwin solía ver en los días más desesperanzados. Suspire, no tenía el valor suficiente para levantar la vista y observar aquel cuadro, aquel cuadro donde él estaba pintado con su uniforme de la legión. No podía verlo a los ojos, sabiendo que había fallado. Me giré en aquel sofá, muchas veces me recostaba aquí, solo para pasar el rato mientras que él estaba en silencio, queriendo resolver todo en un momento. Lleve la mano a mi bolsillo, sacando de ahí aquella insignia, la cual estaba manchada de sangre, pero la conservaba. Pertenecía a él, provenía de su capa la cual guardó y usare en representación a su sacrificio. Porque gracias a él, muchos estamos aquí. Erwin, amigo, sigues en mi corazón fuertemente, no puedo olvidarte hasta que cumpla mis promesas. Levante la mirada, obligándome a sentarme en cuanto escuché pasos huecos provenir. La puerta con delicadeza se abrió, y pude ver sus ojos color avellana mirarme, mirarme con mucho detenimiento y quizás quería saber si mi comportamiento era agresivo, porque esos hombres me habían molestado demasiado.

—¿Levi?—me llamo, mirándome confusa, sujetando aún la manecilla con su mano.—No sabía que estarías aquí.—comentó, cerrando la puerta a sus espaldas, para observarme.

—Lo hago siempre que puedo.—dije, quedándome recostado en ese sofá, mientras que ella examinaba toda la oficina, para así, sentarse en la silla delante del escritorio donde siempre solíamos sentarnos.

—Su ausencia se siente como un vago recuerdo. Como si hubiera pasado hace tanto, pero solo ha sido un año.—murmuró, suspirando, mientras que baje la cabeza y acaricie la insignia que sostenía.

—Adeline, ¿estás segura que debemos cooperar con Zeke Jeager?—le pregunté sin mirarle, simplemente era una pregunta inquietante para mi, necesitaba saber si esto era correcto.—Él no es nada más que un bufón. ¿Es lo correcto confiar en su plan?—volví a preguntar.

—¿Y cuando has sabido lo que es correcto y lo que no?—me preguntó, y en ese momento, sentí un balde de agua fría encima de mi.—¿Cuando has tomado una decisión correcta?—volvió a preguntarme, por lo cual me mantuve en silencio, recordando a Erwin en el tejado junto a Armin, ¿habrá sido la decisión correcta confiarle todo a ese niño que tenía la misma mirada que él?—Por un momento, no tenemos opción. Es lo único que podemos utilizar a nuestro favor. Pero, estoy segura que esto traerá grandes consecuencias.—añadió, y se sentía extraño, el hecho de que ambos habláramos después de tanto tiempo.—Entiendo la impotencia que sientes en este momento. Yo también estuve ese día.—dijo, con serenidad en su voz.

—Pero fui yo quien tomó la decisión.—interferí, mirando con detenimiento la insignia, aquella que arranque de esa capa verdosa, la cual pertenecía a Erwin.—Lo lleve a morir. Fui yo. Por eso, cumpliré mi promesa.—murmuré en un tono bajo, recordando ese día donde yacía inclinado frente a Erwin, mirándole a los ojos y llevándolo a su final.—Fue la decisión correcta.—indique.

—Levi.—me llamo, haciendo que levantara mi mirada y la dirigiera hacia ella, viéndola sentada como toda una dama en esa silla.—¿Igual que romperme el corazón fue la decisión correcta?—me quede en silencio, queriendo buscar las palabras adecuadas para dirigirme a ella.

—Tú fuiste quien rompió mi corazón.—musité, continuando cabizbajo, y es que, un gran silencio se esclareció entre nosotros, para así levantar la mirada y veros mirarme con detenimiento.—Otra vez, tuve que verte ir lejos de mi, sin que yo pudiera hacer nada, solo aceptarlo.—añadí, bastante afligido.—Es hora de irme.—indique, pero en ese impulso de levantarme, ella también lo hizo.

—¿Yo te rompí el corazón?—me preguntó, dejando escapar un suspiro, estaba ofendida.—Fuiste tú quien me hizo soñar con que estaríamos juntos, pero, solo fueron ilusiones.—justificó ella, mirándome, desilusionada con esa fría voz que yo, ya no era capaz de reconocer, esta no era la chica de quien me enamore, lo jodido era que aún mi corazón latía por ella.

—No eran ilusiones.—comente avergonzado, no podía mirarla a los ojos y admitir eso.—Pero, he sido yo quien las ha mantenido vivas todo este tiempo. Tuve que ver cómo te ibas lejos, con todos esos sueños. Porque, a pesar de ser lo suficientemente fuerte, carecía de amor. Me obligué a esperar pacientemente, para avanzar. Y estoy seguro, que si no hubiera sido yo en aquel entonces el que continuara con ese capricho de encontrarte, no estaríamos aquí, y la historia sería diferente.—le dije, sentándome en el borde del escritorio para cruzar mis manos y observar cómo ella bufaba con sarcasmo.

—Entiendo... —musitó con una leve risa, pero aún parecía estar ofendida.—Me hiciste esperar lo mismo que tuviste que esperar para encontrarme.—afirmó, pero cabizbajo, tan solo la escuchaba sin denegar, pese a que eso no fuera cierto.–Estás molesto porque te hice esperar, haciéndote creer que no me importabas porque eras un sucio vago criminal de unas podridas calles en la ciudad subterránea. Ahora lo entiendo.—la escuchaba, tan fría, tan arrogante.

—No, nunca fue por eso, Adeline.—le interferí, con tanta serenidad en mis palabras, porque a pesar de todo, lo menos que quería era recordar como me sentí en esos tiempos.—No se trató nunca de eso.—esclarece, levantando la mirada ante ver como Adeline se acercó a mi, su respiración chocaba con la mía y no pude evitar mirar sus labios en cuanto mantuvo su cercanía, pero fueron sus humedecidos ojos los que hicieron que me contradijera.

—Mientras tú paseabas por aquellas alcantarillas meadas, matando gente, yo me mantenía encerrada en mi casa, observando la ventana a diario, preguntándome cuando sería el día en que nos volveríamos a encontrar. Vivía con el agobio, de no saber si tú estabas con vida.—me decía, con sus labios temblorosos, porque esto era un tema del que nunca pudimos hablar, solos.—Así que lo lamento.—indicó, con un tono suave y frío.—Lamento que mi padre nos haya tenido que separar. Lamento que todos esos años, hayas hecho tu vida añicos, solo por conseguir un pase al exterior, lo lamento. Yo no quería abandonarte como mi padre me obligó. Parecía ser cosa de él, porque no solo me obligo abandonarte, él nos abandonó a mi y mi madre. Nos dejó solas.—me quede anonado, viendo como Adeline se quedaba frente a mi, con esa mirada turbia donde no parecía haber nada más que un grande vacío.

—Adeline.—le llame, mirando como parecía ser este un punto de quiebre que no podía entender, pero quizás era este el daño colateral que se ha ido encima de ella.

—Él nos dejó allí, como a ti. Mientras los malditos escombros nos aplastaban, él se fue. Todo hubiera sido diferente para nosotros si él no se hubiera ido. Mikasa y Eren ni hubieran tenido que haberme elegido a mi, la hubiéramos podido llevar cargando, hubiéramos podido salvar a mi mamá. Y quizás, si ella estuviera aquí, yo no tuviera que cargar con esto. Porque... Eren no sería lo que es... —decía, con sus lágrimas brotando.—Pero como tú, hice una promesa, y debo cumplirla. Debo salvar a mi hermano, debo salvar a Eren.—decía, y no tarde en quedarme aturdido encima del escritorio, mirando sus ojos avellana.—Dime Levi, ¿tú también vas a cumplir tus promesas?—me preguntó ella, distanciándose de mí con cierta vagues.

—Cada una de ellas.—afirme, viendo como volteaba su rostro para mirarme con sus ojos lagrimosos.—¿A dónde vas?—le pregunté, viéndola darme la espalda tan fríamente.

—Tome una decisión, de la cual no puedo arrepentirme.—indicó, llevando sus manos a la manecilla de la puerta, pero yo no dejaba de ver su rostro tan decaído, esa inmensa felicidad que alguna ves hubo, ya no existía.—Mañana nos reuniremos. Atraeremos más barcos, necesito que estés ahí para que dirijas a los demás.—me indicó, pero se distanció de la puerta ante esta abrirse, mostrándonos a una desconcertada Grace, quien venía de la mano con aquel pequeño bebé, quien al mirarme, extendió sus brazos para querer caminar hacia mi.

—Adeline, yo... —Grace se quedó mirando detenidamente a quien alguna vez fue su hombro más fiel, pero ante ver la mirada tan apagada de la que llegó a ser luz entre nosotros, Grace solo dejó que Adeline saliera por la puerta.—No sabía que estarían aquí.—indicó, pero yo denegué para inclinarme y recoger a Elian en mis brazos.

—No importa.—indique, viendo a Grace mirarme.—Ya ella no importa. Se acabó hace mucho.—esclarecí, viendo como ella solo bajaba la cabeza.

—Parece ser que aquel día, todos perdimos el sol.—musitó ella, observando la oficina con tanto aflijo, pero lo que me estremeció fue cuando se detuvo frente a la pintura.—Elian, mira. Él es tu papá.—indicó Grace, mientras que señalaba la pintura, pero Elian quien yacía aferrado a mi, tan solo parpadeo, soñoliento.—Él fue un gran hombre, uno muy bueno, pero ya no está. Y ahora, debemos trabajar con eso.—indicó.

—Grace.—la llame, pero ella denegó, limpiando sus humedecidos ojos.—Debemos confiar en que esta es la decisión correcta.—le dije, viendo como ella asentía.—Te prometo, que yo cumpliré mi promesa. Lo mataré.—recalque, viendo como ella bajaba la cabeza, llevando la mano a su corazón.

—Me duele el corazón desde que él no está. Siento, que ahora el mundo es más cruel conmigo.—musitó tristemente, dirigiéndose al escritorio.

La miré con detenimiento, Grace acaricio el escritorio. Muchas veces, tuvo que venir aquí para ejecutar las órdenes de Erwin, sin saber el gran aflijo que su corazón tendría por él. Ella se sentó en esa silla, donde él se sentaba para observarnos a todos cuando nos reunían. Esos tiempos, eran buenos porque la mayoría aún vivían, aún rondaban por los pasillos. Ella suspiro hondo, pero no pudo evitarlo, se tumbó encima del escritorio mientras que lo acariciaba. Como un espectador, observe en su punto de quiebre y en cómo ella sollozaba tan adolorida, que podía sentir su dolor pegarse a mi cuerpo en un escalofrío. Me distancié, este era su momento, ella también podía romperse en mil pedazos. Sujete en brazos a Elian, quien curiosamente no entendía porque su mamá se sentía así, pero yo solo me acerqué a la puerta para cerrarla y ver, cómo Grace realmente estaba llorando con mucho dolor. Baje la cabeza, cerrando la puerta para observar los pasillos, y en cómo los chicos estaban ahí, quienes parecían escucharla. Ellos apenados me miraron, esta promesa no solo era lo único que dependía de mi, ellos también. Cada uno de ellos estaba ahí. A esos a quienes veía crecer, y es que, se me estaban yendo de las manos. Esos mocosos que guiamos hasta aquí, para que conocieran el mar, dependían de su capitán, era por eso que estaban ahí esperándome, porque caminaban conmigo en seguimiento a mi juicio. Temí fallarles, pero incluso después de que Eren lo hiciera, los continué guiando hasta ese retumbar.

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Próximo capítulo: Aquel día.
Los voluntarios anti marleyanos empiezan a establecerse en la Isla, mientras que Levi y el escuadrón de operaciones especiales se acoplan.

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