𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Demonios.

Veía la noche estrellada. Grisáceas nubes abordaban entre las estrellas, ocultándonos la iluminación de la luna, pero al menos aquí en este horizonte frente al mar, habíamos establecidos un campamento con bastante luz, que podría despejarnos de la oscuridad. Habían añicos alrededor, añicos de esos trozos metálicos que se habían detallado frente a nuestros ojos. Esto era lo que me hacía sentir vivo, lo que me hacía sentir que era un soldado fuerte. Veía mis hojas, establecía que pudieran estar correctamente colocadas en mi equipo de maniobras tridimensionales, pero, no era necesario hacerlo con este temerario hombre casi ahogado en el agua, a quien sostenía por su uniforme blanco. Los demás soldados observaban con curiosidad, inclusive mi escuadrón, esos que yacían arriba de la colina con sus armas, sin creer el desastre que se había transformado en medio de esta noche. Pero, no era yo el único soldado móvil que estaba inmovilizando a esos bastardos con orina de cerdo en sus cerebros. Creí que las piernas me temblarían, pero no fue así. No fue como ese día, como ese jodido día en donde ese barbudo hombre me hizo vivir un infierno. No olvidaba su rostro. No podría olvidar a ese hombre, era por eso, que en este instante, tenía tantas represalias, porque mientras caminaba para excluir a ese hombre, no dejaba de recordar el sonido estruendoso de esos reclutas yendo al infierno más ardiente, a una muerte segura que ese titán bestia disfrutó.

Incluso, la sangre de ese día, pareció haber manchado mi juicio. Todo ese gran montón debajo de mi, me pedía que sus muertes no hayan sido en vano, porque yo había sido el único ileso en sobresalir de ahí con vida y aún así, fallé con mi último encargo, era por eso, que no podía cerrar los ojos en las noches, antes de sentir como el aura del demonio que vivía en mi interior desde hace mucho de pelear fuera de las murallas, me susurraba al oído que destruyera todo. Pero no, hoy no temí y mucho menos seria ese día. Hoy sentí que tenía más poder que nunca. Solo eran vagos pensamientos, porque era la primera ves en ver un barco enemigo tan cerca, me hizo sentir y creer que por algún instante, estaríamos en desventaja, pero el hecho de que hayamos utilizado al titán de Eren a nuestro favor, nos hizo esta maldita tarea tan fácil. Giré mi mirada atrás, allí en la entrada al mar, donde podíamos ver la gran altura del titán de Eren, con esos ojos verdosos brillando fuertemente, él veía directamente los barcos que casi había volcado, examinando que no hubiera nada que pudiera lastimar a nuestros soldados, aquellos que reciban todo. Aquel inconsciente hombre tosía, el agua sobresalía de sus garganta, dejándole respirar libremente. Con poca delicadeza lo dejé arrastrado en el suelo, girándome para poner una pierna sobre su pecho.

—Buenas noches, has sido el primer elegido para revolcarte en el fango como un contento cerdo.—musité, viendo como parpadeaba, abriendo sus ojos para esclarecer la vista, pero aún seguía aturdido.

—Levi, así no se debería tratar a nuestros invitados.—comentaba Hange, llegando a mi lado.—Los demás soldados empiezan a denegar, pero solo uno ha podido utilizar una especie de comunicación desconocida para alentar a un próximo barco venir. Hay que estar preparados.—me murmuraba ella, haciéndome mirar hacia donde estaba Eren.

—Confió en que él lo tendrá controlado desde allá. Esta muy ansioso de conocer a la gente fuera de las murallas.—decía yo, para girarme hacia ese rubio hombre.—Oye, levántate. No tenemos tiempo, para cuando decida ahogarte nuevamente, ya no habrá nada que pueda sacarte. ¡Levántate!—le pedí, sacudiéndolo, viendo como empezaba abrumarse ante vernos.

—¡Ah!—grito, intentando de alejarse, pero pise más fuerte su pecho, viendo como con sus manos intentaba de empujarme.

—No me toques con esas sucias manos que acaban de llenarse de tierra, manchas mis zapatos.—le decía, fríamente.—¿Qué, ya vas hablar? Puedo darme mi tiempo para merendar.—comente, viendo como temblaba.

—¡Suéltame sucio demonio!—pedia él, desesperado, mientras que Hange reía a mi lado, dejándome en un gran incómodo silencio.

—¡No, no, no! No somos demonios. Solo, somos personas que quieren defender su isla, pero, te hemos retenido a ti y a tu equipo para darles alojamiento. La noche es muy fría para que estén a las afueras, ¿no quieres charlar un poco?—le preguntaba Hange, mientras que el rubio la miraba, pero él escupió el zapato de esta, dejándola ofendida y boquiabierta.

—Que asqueroso.—musité, viendo la saliva desvanecerse en el suelo, eso me causó realmente un revolcón en mi estomago.

—¡Son unos demonios! ¿Por qué nos retienen aquí?—se preguntaba él, bastante agitado, mientras que nos miraba con sus ojos abiertos como platos.—¡Suéltennos, no tienen oportunidad para vencer a Marley!—gritaba.—¡¿Por qué nos retienen sucios demonios?!—volvió a preguntar, agitado.

—Creo, que esa es la pregunta incorrecta.—esa voz me sobresalto, haciéndome girar bruscamente al igual que Hange, impresionados por su presencia, mis ojos quedaron plegados en esos ojos color avellana.—¿Por qué no te preguntas, que unos demonios como nosotros somos capaces de hacerles a unos indefensos soldados como ustedes?—se preguntó Adeline, con un tono sarcástico, ella estaba ahí detenida en medio de esta fría noche, con el uniforme de la legión y su cabello en los hombros flotando con la brisa; ella no nos miraba, estaba detenida en este joven.

—¿Ah?—reacciono él desconcertado, examinándola, mientras que ella daba pasos lentos, pero con un semblante frío y opaco.—¿¡Quién eres tú!? ¿¡Eres una de ellos!?—se preguntó, forcejeando con mi agarre, pero estaba tan enfocado en ella, que no me percataba de que empezaría apretar su hombro más de lo usual.

—Esa no es la manera adecuada para dirigirte a una mujer tan respetuosa. ¿Acaso a ustedes no les enseñan cómo se le debe recibir a una reina de tan alto rango como yo?—le preguntó ella, manteniendo la firmeza en sus palabras.

—¡Yo no me inclinare ante unos demonios como ustedes! ¡Jamás!—afirmó él, por lo que vi como Adeline llegando hasta él, se inclinó, mirándolo fijamente mientras que Hange y yo, la observamos.

—¿Demonios?—se preguntó ella, confundida.—¿Estás seguro que nosotros somos los malos?—Adeline llevó su mano hasta la barbilla de él, apretándola con fuerza.—¿Y eso que nos hace diferente a ustedes? Cuando han estado años enviándonos titanes para mantenernos encerrados en una jaula, no somos cerdos a los que verán enfangarse cuando decidan hundir a nuestra nación. Así que inclínate, cierra la boca y acátate a lo que te piden estos soldados, antes de que sea yo, quien te lleve a la horca, como el lamebotas que eres—pidió, y esa mirada tan penetrante provocó que él se mantuviera en silencio, y bajara la cabeza avergonzado.—¿Te ha quedado claro?—me quede detenido, observando cómo ella, sacó su afinada hoja, dejándola frente al ojo de este, donde no podía ni siquiera parpadear.

—Si... —murmuraba tembloroso.—Me ha quedado claro.—repetía, con sus ojos abiertos grandemente.

—¿Cómo te llamas?—le preguntó ella, mirándolo detenidamente, él no se removía, estaba de rodillas ante ella.—Dime.—le pidió suavemente, pero aún con ese tono sumamente frío.

—Niccolo.—se presentó él, bajando la mirada en cuanto Adeline decidió bajar su hoja, escindiéndola nuevamente en el equipo de maniobras tridimensionales.

—Niccolo, bienvenido a la sucia isla de demonios. Espero que te pongas cómodo, no creo que vuelvas a casa por un tiempo. Pero si deseas un recorrido, puedo recomendarte que no te entrometas con nosotros. Porque, aquel titán de ahí nunca ha probado a un humano, no creo que puedan diferenciar el sabor de un cerdo a un humano. ¿Cierto?—le preguntaba ella, fríamente, mientras que él quedaba abrumado.—Es un gusto, soy la reina de las murallas, Adeline Jeager.—se presentó ella, para así, levantar la mirada, y en ese instante, fue como si me sumergiera en miles de emociones cuando sus ojos me miraron.

—Adeline.—le llamó Hange, haciendo que ella rompiera ese contacto visual conmigo, para ella mirar a Hange, llevando su mano al hombro de esta.

—Lo han hecho muy bien mientras no estaba. Felicitaciones.—musitó ella.—Es un gusto verlos a ambos.—comentó, dejando su mirada en Hange.—Lamento el haberme tardado tanto, recibí el mensaje a última hora. He intentado de resolver ciertas cosas por mi parte, pero hasta ahora, lo han hecho muy bien.—decía, opaca.

—Es un gusto tenerte de vuelta.—le dijo Hange, quien sonreía ampliamente, y es que, hace mucho que no la veíamos.—No sabes cuanto te hemos necesitado.—musitó esta, viendo como Adeline dejaba su mirada colocada en algún punto, afligida.

—¿¡Adeline!?—levante mi mirada, escuchando las voces de aquellos mocosos.—¡Es Adeline!—gritaban alterados, removiendo sus manos, sabían que no debían moverse de esa postura.

—Yo también les he necesitado.—dijo Adeline, levantado una linterna que sostenía su mano, para prenderla y encenderla en una misma dirección, donde yacía el titán de Eren, de donde salió la bruma de evaporación.—Pero, Eren más que nadie. Es por eso que estoy aquí.—musitó ella, apagando la linterna.

Yo me quede en silencio. Con la misma actitud que ella reflejó, fue como si por un momento, no nos reconociéramos, cuando conocíamos cada parte de nuestros cuerpos. Nos dio la espalda, caminando sobre el suelo rocoso. Sabía que Hange me miraba, examinaba mi actitud, incluso como mi semblante se manejaba en este momento, pero me mantuve neutral, aunque mi corazón palpitara con más rapidez de lo usual. Pero es que, hace mucho tiempo que no veía su mirada, ni siquiera distinguía su voz entre las demás, fue un fantasma de mi pasado que desapareció por un instante y no dejó de abrumarme en cada despertar, y ahora, parecía volver a retomar el control de lo que siempre fue. Aunque, había algo diferente en ella. No sabía que, pero no parecía reconocer este semblante que estaba cargando sobre sus hombros. Era una mirada apagada, una muy opaca que dejaba caer sus ojos llenos de tristeza. Me quede detenido, impidiendo la movilidad de aquel hombre, observando cómo el mar daba zancadas. Eren remojaba su uniforme, intentando de llegar a la orilla y fue un momento conmovedor, el ver como dos hermanos se reunían después de tanto tiempo. Se abrazaron, se abrazaron tan fuerte que casi perdían el balance. Debía preguntarme, ¿como se sentiría el saber que la persona que más amas, tenía un tiempo ilimitado de vida? Nunca pude preguntármelo, pero ahora que lo hacía, se sentía muy frío en el interior saber que tu hermano menor, moriría en algún momento. Quizás, eso la estaba llevando a la locura.

—Levi.—Hange me llamo, quedando a mi lado a anonadada, observando cómo Adeline parecía limpiarle las lágrimas de los ojos a Eren.—Dime. ¿Tú que crees que sea capaz Adeline de sacrificar por Eren?—se preguntó ella a mi lado, observando cómo volvían a fundarse en un abrazo, donde podíamos cómo Armin y Mikasa corrieron hacia ella, abrazándola fuertemente.

—Lo que sea.—respondí, observándola con detenimiento.—Incluso, morir.—esbocé seriamente.

—¡Comandante, hemos visto el avistamiento de otro barco!—nos giramos, observando los soldados en la colina, señalando hacia el horizonte.

—¡Entendido, todos a sus posiciones!—exclamó Hange altamente.—¡Eren, Mikasa, Armin, lo lamento, pero a sus posiciones!—pidió Hange, separando aquel cuádruple grupo, quienes se distanciaban por caminos diferentes para poder continuar con la emboscada.—Levi, ¿tienes un plan?—me preguntó ella, haciendo que bufara.

—No sabes cuanto te detesto, cuatro ojos.—musité, denegando ante eso.—Tanto encogimiento para querer recibirlos con té. Lo supuse.—comente, viéndola sonreír pasmada.

—¡No van a poder con toda la embarcación! ¡Los matarán aquí, demonios!—exclamó aquel rubio hombre, a quien patee por la espalda, viendo como caía de boca, jadeando; Hange me miró con los ojos abiertos como platos.

—¿Qué?—le pregunté, viéndola respirar hondo, mientras que Adeline llegó a nuestro lado, observándonos.

—No tenemos mucho tiempo que digamos. Se pueden ver desde aquí.—comentó Adeline.—No podrán contraatacar contra Eren, pero, no sabemos qué tipo de armas tengan ahí.—indicaba ella, mirando al horizonte.—Hange.—la llamo, viendo cómo está a su lado, no se removía.

—¡Bien, vamos, tú serás nuestro acceso a la paz!—exclamó Hange, tomando por el cuello de su uniforme al rubio, quien incómodo y entre murmuras, se removió arrastrando junto a esta.

—Por favor suéltame, por favor... —murmuraba el joven rubio, mientras que yo me quede detenido aún lado de Adeline, ella permanecía en silencio, un silencio que nos pesaba.

—¿Vas a venir o te vas a quedar ahí?—le pregunté caminando, dándole la espalda mientras veía delante de mi, como Eren en su forma de titán, acercaba a la flota Marleyana, quienes gritaban.

—Bien, esto es emocionante.—decía Hange, removiéndose con emoción, pero yo tan solo rodeaba los ojos, observando cómo todos esos soldados nos miraban abrumados.—¡Bienvenido a la Isla Paradis, es un placer me llamo Hange! ¡Y estoy aquí para saludar a todos esos visitantes que llegaron del otro lado del mar! ¡Adelante! ¿¡No gustan tomar una taza de café!?—suspire gruesamente para no perder la cordura ante las palabras tan ignorantes de Hange, mientras que me mantuve atrás del rubio a quien ella se abalanzó.—Ah por cierto, si se estaban preocupando por los visitantes que llegaron antes de ustedes. ¡Ay no se preocupen, ahora somos buenos amigos! ¿Verdad que si, querido Niccolo?—le preguntó en cuanto coloqué la hoja en su espalda baja, dándole un leve apretón, él temblaba ante mi amenaza.

—¡Capitán olvídese de mi y solo dispárele a estos malditos demonios!—pedía él, gritando, mientras que Hange denegaba su actitud.—¡Capitán!—grito, hasta que la hoja de Adeline se reflejó en su cuello, impidiéndole hablar.

—Grita, y te corto el cuello. Lo colocaré de adorno para las próximas visitas.—le dijo ella, mirándolo fríamente, Niccolo bajo la cabeza.

—Lo qué pasa es que ya se canso de seguir tu juego estúpido.—le dije a Hange, quien quedaba asombrada por la negación de Niccolo a sus manipulaciones.

—¡Niccolo! ¡Escuchen malditos demonios, Marley nunca va obedecer a unos sangre sucia como ustedes!—gritaba aquel hombre, quien nos apuntaba con su arma.—¡Mejor vayan absorber meados de cerdos con sus asquerosos amigos!—dijo, y esa había sido la mejor petición que me habían pedido un enemigo, esta era la actitud que debíamos ofrecerles, pero Hange prefería darles café.

—¿¡Están seguros!? ¿¡En serio van hacer tan groseros!? ¿!Por qué mejor no ven al titán que está detrás de ustedes!?—gritaba ella, haciéndoles ver a Eren, quien yacía en su titan formado, observándoles.

—¡Nunca nos doblegaremos ante ustedes demonios!—pidió, inclinándose para dispararnos por lo cual impulsivamente jale la capa verdosa de Adeline e inclusive Hange, queriendo protegerlas ante el ruido de un disparo, pero en ese momento, fue él quien cayó ante la alta mujer atrás suyo dispararle.

—¡Arrojen sus armas!—pidió ella, mientras que Hange se reponía del susto, Adeline me miró fijamente.—Hola Hange, agradezco su invitación, es un honor. ¡Ahora, bebamos café!—pidió ella, mientras que Hange suspiraba aliviada.

—Bien, Levi, iré a escoltarla hasta la carpa. ¡Vengan conmigo!—me dijo Hange, quien llamó a varios soldados, quienes la siguieron ante su orden.

—Vayan a la primera línea, desarmen a sus hombres.—pedí yo a los próximos soldados que se dirigían a nosotros.—Revisen cada maldito bolsillo.—añadí, viendo como Niccolo caía de rodillas, tendido y desilusionado.—Y díganle a Eren que ya se salga del agua, se va enfermar.—expresé, pero no tuvieron que hacerlo, la gran ola de vapor se reflejó en el cielo, Eren había vuelto a su normalidad.

—Maldición. Son unos demonios... —exclamó abatido, mientras que Adeline se inclinó a su lado.—Ya basta. No haré ruido.—indicó él.

—Niccolo, ¿quien realmente crees que sea el malo?—le preguntó Adeline, sujetada a su lado mientras que este se quedó cabizbajo.—Llévenselo. Pónganlo con los demás.—musitó ella a un soldado, quien se acercó para acatarse a su orden.

—¡Si, señora!—aclamaron, levantando a Niccolo del suelo, mientras que observaba la cantidad de soldados que los nuestros desarmaban, observando cómo Hange se acercaba a nosotros con esa alta mujer.

—¿Qué significa esto?—se preguntaba Adeline, observando la amplía sonrisa de Hange, quien lucía nerviosa y bastante ansiosa, en compañía de la rubia mujer, quien yacía aún lado de un hombre de color oscuro.—¿Una rebelión? Que patético.—comentaba, fríamente.

—¡Mis amigos! Les presento a Yelena y Onyankopon, soldados marleyanos.—nos presento, pero mantuve un semblante serio ante esos dos desconocidos.—Con ustedes, la reina de las murallas Adeline Jeager, y el capitán de nuestra élite, Levi Ackerman. Es uno de nuestros mejores soldados.—expresaba Hange, pero ante el nombramiento de Adeline, la alta mujer quedó con sus ojos abiertos grandemente.

—Es un gusto conocerlos. Les agradezco que quieran tomar de su tiempo para compartirlo con nosotros.—comentó ella, tan serena, Hange la incitó a caminar con nosotros al interior de una carpa.—Serían dos tazas de café, por favor.—pidió, por lo cual Hange asintió velozmente.

—Los serviré en un momento, tomen asiento, por favor.—les pidió Hange, viendo como ellos rodeaban la mesa.—¿Quieren café?—nos preguntó a mi y a Adeline, pero ambos a la ves denegamos, sentándonos uno al lado del otro.—Bien, ustedes se lo pierden. Me queda exquisito.—comentaba Hange, quien servía dos tazas de té.

—Ya siéntate.—le pedí, viendo como no dejaba de sonreír, de una manera tan plástica que me avergonzaba.—¿Y bien?—le pregunté, cruzado de brazos.

—Lamentamos el desorden causado hace unos minutos. Era la única manera de que nadie resultara herido.—decía Yelena, sentada frente a Hange.—Nos ha tomado algo de tiempo el poder llegar hasta aquí, y tener esta charla que tanta veces recreamos tener con ustedes, gente de la Isla Paradis.—absorbía de su café, mientras que lo saboreaba.

—Pon tú arma encima de la mesa.—le pedí a ella, viendo como dirigió su mirada a mi y con una sonrisa de lado, entabló su arma encima de la mesa.—Hange.—la llame, para que esta la recogiera, haciéndolo mientras la examinaba.

—¿Entonces tú eres la mujer de quien Zeke nos hablo?—de reojo observe cómo Adeline la miró desconcertada, al igual que yo ante el nombramiento de ese desconocido.

—¿Quién carajos es Zeke?—se preguntó Adeline, mirando detenidamente a Yelena, quien sonrió.

—Oh, ya entendí. Por eso pueden disparar una gran cantidad de balas.—a mi lado, Hange continuaba examinando la arma, algo asombrada.

—Esa arma, es parte del equipo básico de Marley. El ejército Marleyano, tiene hasta veinte mil soldados por cada división. Cuentan con cincuenta de ellas. Eso y su ejército terrestre. También cuentan con tres flotas y cada una tiene veinte y un bucles de guerra. Además han hecho grandes avances tecnológicos, tanto en el desarrollo de armas como naves aéreas.—describía detalladamente Yelena, con la taza de café en manos.

—¿Qué? ¿Naves aéreas?—se preguntó Hange, apunto de infartar por su avergonzada actitud tan ridícula, golpee su pierna, mirándola de reojo.

—No te asustes, o van a subestimarnos.—le pedí en un tono bastante bajo, viéndola asentir.

—En otras palabras, son un tipo de transporte, capaces de cruzar el mar o las murallas desde el cielo.—describía el hombre frente a Adeline, quien no dejaba de mirarla fijamente.

—¿¡Qué, pueden cruzar por el cielo!?—Hange se levantó de la mesa, poniéndonos en ridículo por nuestro desconocimiento.

—Ya basta.—la pedí avergonzado, con una firmeza de seriedad mientras que me mantuve cruzado de brazos observando a Onyankopon.—¿Qué tanta la miras?—le pregunté a él, viendo como despegaba su mirada de Adeline.

—¿Cuál es tu problema?—me preguntó ella en un tono bajo, pero decidí ignorar mi impulso, el que ella estuviera sentada justo a mi lado, empezaba a enloquecerme por completo.

—Si la nación de Marley ha logrado tener tantos avances tecnológicos, ¿entonces porque no han venido atacarnos en años?—le preguntó Hange, de una manera coherente.

—¿Saben la razón?—Adeline curiosa también se dirigió a ellos, esperando una respuesta seria y honesta.

—Si, hay dos motivos principales. El primero es, que los titanes puros que están en la isla, dificultan el desembarcar las tropas. Incluso aunque utilicen sus mejores armas contra ellos, no podrían aniquilarnos. Lo que inicialmente se pensó como un método para mantener a los Eldianos en las murallas, terminó protegiendo a su pueblo de los avances tecnológicos de la nación de Marley.—expresó Yelena, haciéndome bufar.

—Que gracioso. Me parece muy irónico.—comente, de una manera sarcástica, sabiendo que con mi actitud, empezaba a intimidar, porque ellos me examinaban.

—Por cierto, falta poco para el amanecer. Los titanes comenzarán a moverse, pero si podemos estar en este sitio disfrutando una taza de café, entonces significa que eliminaron a todos los titanes. Adivine, ¿no es así?—se preguntó ella.

—Has ganado un premio, felicidades.—comentó Adeline a mi lado, con un tono frío y sarcástico.

—Pare ser una reina, no pareces tener un semblante amigable.—opinó Yelena, absorbiendo de su taza de café, mirando a Adeline.

—Si hubieras visto lo que yo, créeme, ya te habrías matado.—justifico esta a mi lado, creando una leve y extraña tensión entre ambas.

—¿Y qué si así fue? ¿Acaso vas a reportárselo a Marley?—le pregunté, intentando de interferir, viendo como Yelena asombrada denegaba.

—No capitán, esto supera mis expectativas.—dijo ella, mirándome detenidamente.

—¿Y cual es el segundo motivo?—se preguntó Hange, por lo cual Yelena dejó de mirarme para dirigirse a ella.

—En este preciso instante, Marley se encuentra en guerra contra varios países. No tienen tiempo para atacar a la Isla Paradis. Todos ustedes derrotaron a los guerreros, el orgullo de Marley. Y capturaron a dos de sus mejores armas, el titán colosal y el titán hembra. Marley es un país con muchos enemigos, cuando se enteraron de lo sucedido se aliaron y de esa manera comenzó la guerra.—explicaba, serenamente.

—Por lo que estás diciendo, ustedes son agentes secretos que se infiltraron en Marley. ¿Será que provienen de una nación que fue conquistada por ellos?—se preguntó Hange, creando un gran silencio.—¡Au, adivine! Sabía que ustedes dos debían tener buenas razones para decidir oponerse a la nación de Marley.—indicó, sobresaltada, viendo como Yelena bajo su café.

—Llamarnos agentes secretos es tratar de darnos demasiado crédito. Marley nos arrebató nuestro hogar, nos forzó a convertirnos en sus soldados y no pudimos hacer nada. Perdimos toda esperanza de desafiar a toda una nación tan poderosa, hasta que... él apareció para guiarnos.—comentaba ella, afligida.—Marley, y toda la gente del mundo decían que ese titán era un demonio. Pero para mi, era un completo Dios. Y él fue el único que me devolvió la esperanza.—la miré extrañado, ella parecía estar en un transe platónico con la persona a la que se refería, era asqueroso y tonto.—Escuchen, nosotros disparamos a nuestros superior por órdenes de Zeke Jeager.—abrí mis ojos grandemente por el nombramiento de ese apellido, observándola.—Somos los voluntarios anti Marleyanos, nuestro objetivo es, la liberación del pueblo Eldiano.—indicó, pero Adeline se levantó de la silla, golpeando la mesa.

—Eh, espera.—le pidió cabizbaja, y con su voz entrecortada.—¿Por órdenes de quién?—se preguntó.

—Zeke Jeager, y si. Él es el hermano de Eren Jeager, hijo de Dina Fritz, primera esposa de Grisha Jeager.—recalcó esta, tan firmemente, dejándonos anonadados, Adeline cerraba sus nudillos.—¿Tú también eres una Jeager? ¿Eres hermana de Eren?—se preguntó.

—Si, pero no soy hermana de ese tipo, tampoco soy hija de Grisha Jeager. Eren y yo, venimos de la misma madre.—respondió, cabizbaja.—Te preguntaré, ¿quién es Zeke Jeager para la gente de Marley? ¿Y qué quiere a cambio para salvar a Eldia?—se preguntó Adeline, mirando a Yelena.—El que este hombre quiera ayudarnos, implica que querrá algo a cambio, por lo cual, debo mover mis fichas y apostar lo que merecemos también.—expresó, de una manera coherente, Adeline se estaba comportando como una reina, sentándose firmemente, como toda una dama.

—Zeke Jeager es uno de los guerreros más respetados de Marley, es esa la ventaja que tiene de poder conectarse con otras personas y atraerlas a su plan. No obstante, Zeke aún sigue siendo parte de la fracción, ya que este es el portador del titán bestia.—me tensé, fue como si un escalofrío me recorriera, y más cuando Adeline llevo su mano debajo de la mesa, hasta llegar a la mía y apretarla fuertemente.—¿Sucede algo?—se preguntó ella, notando como estaba anonadado, mirando algún punto fijo.

—Ese maldito no va entrar a Paradis, sin que yo le arranque la cabeza.—indique, viendo como ella abría sus ojos grandemente.—Ese mono, mato a más de cien soldados y con eso, se llevó sus sueños y legados. Él no va entrar aquí, sin pagar.—indique, mirando fijamente a Yelena.

—Entiendo las represalias que puedes sentir hacia él. Lo puedo realmente entender, capitán.—musitó ella, mirándome detenidamente.—Pero, el aliarse con Zeke Jeager, hará que la Isla Paradis prospere en tecnología avanzada, es cuestión de tiempo para que tengan la capacidad de poder proteger la Isla de los invasores, no importa si sea Marley o no, necesitan a Zeke Jeager para detener esta guerra. Confiar en él, es la única clave para su gente.—continuaba diciendo, pero cruzado de brazos, me mantuve cabizbajo.

—¿Cómo sabemos que eso es cierto?—se preguntó Hange, sabiendo que ni Adeline o yo, podíamos tener la cabeza fría para dirigirnos a este tema, pero es que esta mujer seguía mirándome.

—Tú eres el hombre de quien me hablo, ahora lo recuerdo. El hombre con la misma fuerza que los nueve titanes juntos.—esbozaba ella, asombrada.—Levi Ackerman, Zeke Jeager me ha mandando a decirte un mensaje.—Adeline apretó mi mano, porque yo, solo empezaba a sentir como todo ese sentimiento de oscuridad recorría mi intención.—"Esos soldados lucharon valientemente. Ahora, te toca a ti redimirte, uniendo fuerzas conmigo".—me levante de la mesa, lanzando la silla.

Sabía que se habían sobresaltado por lo que esa mujer tuvo el descaro de decir, pero tan solo respirando hondo, abrí la carpa para sobresalir de ella, evitando a toda costa entrar en un estado de locura que no podría soportar por la bruma de ese peso en mis hombros. Me incliné en el suelo, retomando una respiración cuerda con mis emociones. Era inútil que pudiera ser capaz de unir fuerzas con ese hombre, porque apenas había escuchado el principio, pero no sabía con qué cara albergaría en cuanto supiera la realidad de este gran teatro. Restregué mis ojos. Porque quizás, esta era la única manera más accesible de cumplir la promesa que te hice hace un año Erwin. Prometí que mataría al titán bestia, y aunque te haya fallado a la primera, no volvería hacerlo, no podría dejar que hayas muerto en vano. Hermano, ni tú vida, ni la de esos soldados ese día en donde los guiaste al infierno, y en que cerraste los ojos pensando en cómo hubiera sido el mejor día de tu vida, si te hubieses quedado en tu oficina, esperando la victoria; fue en vano. No murieron en vano, y me aseguraré de marchar con sus corazones aunque las cadenas de rencor me impidieran olvidar lo que sentí ese día. Levante la mirada, sintiendo el toque suave de una mano en mi hombro. Observe con detenimiento la cicatriz en su mejilla, mientras que sus ojos color avellana me miraban con detenimiento.—Levi, si aún confías en mi, esta es la única manera para ganar.—me murmuro ella, haciendo que bajara la cabeza, si tan solo hubiese sabido todo lo que Adeline vio, pudiera haberla ayudado de otra manera. Maldita sea, no tuve más opción que mantenerme con la cabeza baja.

──

Próximo capítulo: Represalias.
La legión de exploración se redima en contraatacar a Marley en una alianza con un enemigo.

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