𝐭𝐫𝐞𝐬

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El primer amor.

Podía escuchar el cantar de los aves. Era un gran silencio que relajaba mi presión del exterior, de toda esa carga a la que debía sujetarme. Estaba sentado en el sofá, viendo el amplio espacio que había en esta casa. Era un silencio, uno bastante abrumador que me hacía recordar el vacío de soledad que he llevado en este año. El invierno pasó, pasó fríamente y aunque la primavera pasaba para una temporada de calor, sentía el frío de la inquietante espina que había en mi corazón. Suspire, deseaba que todo hubiera sido diferente, pero, no podía esperar menos de un desastroso mundo como este. Lo había perdido todo, y aún me preguntaba, ¿qué más podría perder? Mis pensamientos se desvanecieron. Leves toques de la puerta me alertaron, maldije, debería ser un error, pero continué escuchando leves toques hasta que empezaron a tonificarse. No podía ser, quería descansar, aunque fuera estando sentado sin mover un maldito dedo, pero siendo capitán, eso sería sumamente imposible. Me levante con vagues, no podía ver desde la ventana quien yacía interrumpiendo esta paz interior que aún no había ganado. Lleve mi mano a la manecilla, deteniéndome, pero el sonido del toque me abrumó e obligó abrir la puerta, de una manera sutil lo hice, levantando una ceja con una expresión seria en cuanto observe los azulados ojos de Leandra mirarme con la misma vagues en su expresión.

—¿No sabes lo que es dormir?—le pregunte, sabía que aún era temprano, verla levantada, era extraño.

—¿Como? Con un bebé que llora tanto dudo que pueda dormir.—musitó, adentrándose a mi hogar sin que le diera algún tipo de permiso.—Hasta yo entiendo porque Kenny me abandonó al nacer.—comentó, tumbándose en el mueble, por lo cual cruzado de brazos me quede con todo el peso encima de la puerta que cerré a mis espaldas.

—Si, ahora empiezo a cuestionarme porque tampoco lo hice.—opine en un tono bajo, ella no me había escuchado, pero se giró para observarme.—¿Y Grace?—le pregunté.

—¡Ella también llora!—exclamo, con molestia y agotada, para recostarse en el sofá y observar el techo, con sus manos restregando sus ojos.

—Grace ha perdido mucho. Entiéndela.—le pedí cabizbajo, sabiendo que aún era difícil avanzar, aún Grace no sanaba.—¿Y tu qué haces aquí?–pregunte en un bufido.

—Somos vecinos.—me respondió, con un tono suave y apagado, ella estaba agotada, lo veía en las ojeras que se distinguían debajo de sus ojos.

—Ya empiezo arrepentirme de que sea así.—musité, llevando mis manos hasta la punta de mi nariz y frente, suspirando.—Dime, ¿qué quieres?—le pregunté, viéndola aún soñolienta.

—Hange quiere reunirnos. Cree tener algún tipo de plan extraño que solo ella puede entender en su cabeza para arremeter contra la gente de Marley que parece aproximarse en el puerto del mar. Quiere emboscarlos antes de que vengan a lanzar más titanes.–me esclareció, cerrando sus ojos.

—Ya acabamos con la mayoría.—afirme.–¿Y bien? ¿Cuando será la reunión?—le pregunté, curioso, ella suspiro gruesamente.

—Hoy. De hecho, está afuera, esperando.—me indicó, haciéndome bufar altamente.

—Tsk. Maldita sea.—me queje, denegando.—¿Esos mocosos también están afuera?—le pregunté, viendo su cabeza moverse en un asentimiento.—Maldición, ahora saben donde vivo.—esbocé, para simple mente dirigirme a la verdosa capa enganchada en el marco clavado en la pared, llevándola por mis hombros.—Vámonos, no esperes que te invite a tomar té.—le dije, escuchándola bufar para ver cómo se levantaba del sofá.

—¡Levi, buenos días!—saludo Hange, emocionadamente, pero yo me esbocé en mí sería expresión.—Lamentamos haber tenido que llegar hasta acá, pasábamos y preferimos esperar.—me decía, pero yo tan solo dirigía mis manos al caballo atado en el borde de aquella valla de madera, lo acaricie con suavidad.

—¿Qué se te ocurrió cuatro ojos? ¿Acaso esa bombilla en tu interior no se explota?—le pregunté, viendo como mi caballo acercaba su lomo, aceptando mi caricia; Hange yacía en el suyo, a excepción de los chicos, quienes estaban parados frente al edificio donde vivía Grace, todos sonreían mirando a la ventana, donde se podía ver a Elian estrechar su mano saludándolos desde el interior.

—Para tu mala suerte, no.—respondió sonriente, haciéndome respirar hondo.—¿Vendrás o no?—me preguntó, por lo cual delicadamente me subí en el caballo, despejándolo de la valla.

—Si no es así, no tengo otra opción. Dudo mucho que se me vaya ocurrir el jugar a la taza de té con todos ustedes en la sala de mi comedor.—musité, viéndolos mirarme.—Andando, ensucian mi jardín.—les pedí, viendo como me miraban, pero fueron los chicos quienes abrieron los ojos grandemente para empezar a removerse de mi área.

—Oye si, pequeño, tráenos un poco de ese pan.—escuchaba a Connie decirle, viendo como Sasha asentía apresurada, pero el bebé solo parecía reír, antes de que Jean los arrastrara a los hacia sus caballos.—Oye Armin, dile que nos de comida... —murmuraba Connie, quien parecía hambriento, pero Armin solo sonrió de lado, despidiéndose de su sobrino con la palma de su mano.

Podía verlo. Ellos me respetaban, a pesar del tiempo y la confianza que habíamos ejecutado el uno al otro, cada uno de ellos respetaba mis limitaciones, aunque eso les molestara. Cabalgue junto a ellos, realmente no tenía idea cuál era detalladamente la apuesta que Hange recrearía, pero aún así, me mantenía a su lado escuchando cómo espabilaba con los chicos, quienes charlaban fluyentemente con ella. A excepción de Eren, quien permanecía con su mirada clavada en algún punto fijo del camino. Sus ojos estaban igual de apagados, era como si no hubiera dormido en días, o para ser más preciso, si la profunda tristeza de sus lágrimas marcaran la vía depresión en su semblante. Él sostenía las cuerdas de su caballo con vagues, solo se dejaba llevar por este, sin forzarlo. Lo curioso de esto, era ver como a su lado, Leandra quien iba con el mismo silencio profundo, intentaba de determinar su situación, igual que yo. En este año, he podido aprender a manejarme más, e incluso, él examinar y entender a las personas a las que creo poder juzgar, pero no era así. No conocía profundamente a estos mocosos para juzgar como se sentían, era por eso que aún estaba con ellos. Porque no solo los educaba o reprendía, ellos también me daban lecciones, también me enseñaban a ser un capitán. Así como Erwin alguna vez nos enseño a nosotros. Cabalgábamos, paseando por varios pueblos, donde la gente se preparaba para buscarse la vida de una manera u otra.

Aún no tenía una idea de hacia donde nos dirigíamos, hasta que pude ver el cuartel real, aquel donde se reunían los grandes líderes para permisos en el exterior, para algún presupuesto o una situación. Dirigimos los caballos hacia los árboles, donde pudieran descansar debajo de la sombra y comer del césped. Con cuidado nos bajamos, todos uniformados, representando aquella legión. Me quede de brazos cruzados, esperando que los mocosos se esmeraran a caminar, ya que parecían estar muy risueños hoy. No tardaron en hacer silencio, para respetar y honrar el cuartel real donde se estimaban las tres elites de las murallas. Subimos esos escalones, para adentrarnos al cuartel, donde yacían algunos policías militar y por un momento, mi corazón pareció detenerse en cuanto dirigí mi mirada a la segunda planta. Paseaba una chica con su cabello oscuro, lacio y algo alargado, pero en cuanto se giró, no será ella, no era esa a quien aclamaba en cada anhelo de mis noches. Fue como si un suspiro se me fuera, porque realmente, la última vez que vi a Adeline, fue aquel día en el balcón que nos despedimos, en la noche de ceremonia. Creo que esa noche, sentí verdaderamente lo que un amor dolía, porque, lloré, lloré como un cobarde luego de que me dio la espalda y podía contar las lágrimas, pero al menos saqué esa vaga tristeza en mi interior, aunque ahora, era un gran vacío que pareció endurecerme con la misma magnitud de un diamante.

—¡Chicos!—levante mi mirada, observando la chica de cabello rubio, quien ruborizó sus mejillas en cuanto nos vio.—No saben cuánta alegría me da verlos tan pronto por aquí.—saludo Historia, alentándonos a caminar detrás suyo, mientras que nos manteníamos inclinados.—¡Les dije que ya no hicieran eso!—indicó altamente, por lo cual nos levantamos para seguirla.

—Nos da mucho gusto verte también Historia.—le saludo Hange, mientras que nos adentramos a esa gran sala de reuniones, donde pudimos ver al comandante supremo Darius Zackly sentado.

—Buenos días a todos.—nos saludo educadamente.—Lamento haber retomado esta reunión tan temprano, estoy algo ajetreado con la policía militar.—se excusaba él viejo delante de nosotros, revisando unos papeles.—Tomen asiento.—nos pidió, pero me mantuve levantado, dejando todo mi peso en la pared.

—Le agradezco a ambos por recibirnos, pero, creía que también tendríamos la presencia de Adeline. Como sabe, ella es quien sostenía la capitanía de las gomas de decisiones de todas las expediciones que se realizarían en el exterior del muro. Es requisito de su presencia aquí, necesitamos su confirmación, comandante.—le hablo Hange formalmente a Darius, quien dirigió su mirada a Historia, esta pareció tener una actitud extraña, por lo cual desconcertado me quede cruzado de brazos observando.

—Con todo respeto, ¿por qué no se encuentra aquí?—se preguntó Eren, curioso, viendo a Historia, pero esta aún parecía estar en silencio.

—Como dije anteriormente, Adeline es encargada de todas las tomas de decisiones que se basen en el exterior del muro, es preferible de su presencia aquí o cuando el plan sea ejecutado. ¿Lo entienden, verdad?—volvió a esclarecer Hange.

—Así es, Hange. Lo entendemos.—respondió Darius, con una voz bastante neutral y serena.—Lastimosamente, Adeline denegó participar en la reunión de hoy. Me temo que no se encuentra del campo.—detalló este, mirándonos a todos.

—Ha estado haciendo sus propias investigaciones, ha intentando arduamente buscar una manera de descifrar la descongelación para Annie Leonhart.—contó Historia, observándonos a todos con sus manos entrelazadas sobre la mesa.—Ha leído y releído los libros del Doctor Grisha Jeager con mucha énfasis, pero aún no parece entender mucho. Así que ha estado enfocada en eso.—detalló ella, pero Eren pareció hacer un chasquido con la lengua incómodo.

—¿Esa es su excusa para ausentarse tanto tiempo?—se preguntó Eren, fríamente.

—Eren. Esa no es la manera de dirigirte hacia tus superiores, te pido que guardes silencio.—pidió Hange a su lado, denotando la fría actitud de él, creí que sería yo quien lo reprendería, pero extrañamente, no lo hice.

—No, esta bien.—pidió Historia, mirando a Eren detenidamente.—Desde que se esclareció el límite de vida para los titanes cambiantes, ella ha intentado de buscar la manera de que no haya limitaciones. Por lo tanto Eren, tu hermana ha trabajado arduamente estos largos meses de ausencia por ti, e inclusive para Armin. Lamento que no la hayas visto, tampoco he tenido tiempo de compartir con ella como hermanas que somos. Así que, te pido por favor que los pensamientos egoístas queden anulados en esta conversación. Todos hemos pensado en ti, pero acaso, ¿te has sentado en pensar lo que siente tu hermana? O, ¿tus compañeros?—Eren bajo la cabeza, escuchando la manera tan correcta de Historia hablarle, pero no como una reina, si no como su amiga.

—Tienes razón. Lo lamento.—se disculpó Eren, manteniéndose cabizbajo, para así suspirar.

—Bien, como procedíamos. Tengo entendido que has querido esclarecer un plan para la retención de la gente que viene más allá de las murallas. ¿Correcto?—le preguntó Darius a Hange, quien estaba examinando la actitud de Eren, ella algo desconcentrada le asintió.

—¡Si!—afirmó con su chillona voz, haciéndome rodear los ojos.—Los libros del doctor Grisha Jeager, esclarecían que los titanes enviados a esta Isla, eran personas del exterior, quienes contaban cómo parte del pueblo de Ymir. Estás personas eran excluidas hasta acá, por la razón de que no cumplían un formato de reglas, castigándoles para llevarlos al "paraíso". Creemos, que ante la ausencia de titanes, podríamos recrear una base en el puerto del mar, y observar la cercanía de futuros barcos, así podríamos retener a los soldados. Es una buena manera para obtener la información necesaria de combatir en contra de estas personas, o de al menos, conocer cómo persuadirlos para que no quieran destruir la Isla.—le decía Hange, animadamente, pareció haber pensado en absolutamente todo, pero quería cuestionar muchos cabos sueltos de su plan.

—Suena prudente, pero, ¿acaso sabes el tipo de armamento que estas personas llevarían para contraatacar?—le preguntó el comandante supremo, sacándome las palabras de la boca.

—No es necesario.—afirmó ella, dirigiendo la mirada a su lado, donde Eren y Armin estaban sentados, mirándola desconcertados.—Tenemos a soft fuertes titanes resguardándonos.—musitó ella, poniendo toda su confianza en esos dos mocosos.—Podemos hacerlo.—afirmó.

—Bien Hange, ¿cuántos soldados necesitarías, además de tus tropas?—Hange sonrió ante la pregunta de Darius, quien pareció retener el plan.

—¡Si!—exclamó Hange, abriendo las puertas de la salida, bajando los escalones para recibir la ventisca de la tarde.—¡No puede ser, conoceremos a esas personas! ¡Es increíble!—exclamaba, mirándonos a todos.—¿¡Qué les parece!?—se preguntaba ella, pero, no podía tomarla en serio con ese parche en el maldito ojo, parecía una loca.

—Me parece muy precipitado. Solo imagino que estarás sentada ahí en la arena para recibirlos con té, así no funcionará nada. Nos tomarán como un chiste, compórtate.—comenté, viendo como le bajaba las expectativas, pero ella se acercó bruscamente a mi, llevando sus brazos a mis hombros.—Quítate, o te voy a patear.—le dije, sintiendo como me apretaba.

—¡Vamos Levi, tienes que apoyarme!—expresaba ella, gritándome en el maldito oído como si no fuera capaz de escucharla.—¡Haremos esto juntos, como un equipo que somos!—decía.

—Uno... dos... —contaba, viendo como se distanciaba de mi rápidamente.—Gracias.—agradecí por su distancia, viendo como ella hacía una mueca.—Ahora, pasemos por algo de comer. Esos mocosos no han dejado de quejarse.—expresé, subiéndome al caballo, para escuchar como ellos se animaban.

Pasamos por el mercado, había mucha gente, sonreían y hablaban, mientras que las tropas de guarnición rondaban por el área, procurando el orden entre las personas, pero todo parecía estar bien. Le di dinero a ese vago comerciante, dejando que así, los chicos pudieran comer una tontería. Sonreían agradecidos, mirándome mientras comían, pero me mantuve serio y con las manos en mi bolsillo. Me acerqué a un banco, solitario donde no había nadie, para dirigirme ahí y sentarme, podía observar con claridad todo a mi alrededor, pero con bastante limite de espacio, que era lo que realmente quería en este instante, sentirme aislado y relajado. Podía observar todo, el cielo, el canto de las aves, la rama de los árboles removerse con la ventisca, pero lo único que no podía observar en ese círculo, era la presencia de Adeline entre ellos. No podía dejar de pensar en ella. Con el paso de los días, creí que su recuerdo desvanecería, y aunque mi corazón dejó de doler, ese hueco de su ausencia aún me abrumaba en las frías noche, pero ese era el costo de mis acciones. Así era como dolía el amor, y la única manera de afrontarlo, era dejar que pasara. Después de todo, Adeline fue mi primer amor y quizás, era hora de continuar. Desvanecí mis pensamientos, levantando levantando la mirada, observando los verdosos azulados de Eren mirarme, el procedió en caminar hacia mi, cabizbajo.

—¿Qué pasa Eren?—le pregunté en cuanto vi cómo se sentó a mi lado, ese agotamiento se veía en sus ojos, una vaga tristeza podrida que lo consumía con el pasar de los días, esos que contaban el límite de su tiempo en este terreno.

—Capitán, ¿crees que esto sea lo correcto?—me preguntó espontáneamente, con un tono apagado en su voz, un tono que era extraño escuchar de un joven tan impulsivo como él.

—Nunca sabré lo que es correcto o no, Eren.—le dije, sutilmente, pero con mi tono cortante y preciso.—Nunca lo sabremos, hasta que veamos el resultado de la decisión que tomamos.—esclarecí, viéndome cabizbajo.

—¿Qué pasa si me encuentro en una situación de la que no sé nada?—me preguntaba, no entendía a este niño, pero se que sus ojos veían más allá de los nuestros, tenía un duelo mental, él no quería fallar en sus próximas decisiones.

—Lo que necesitas es ser rápido para actuar... y tomar decisiones difíciles en los peores escenarios.—le respondí, viendo como asentía.

—Entiendo.—respondió, mientras que se acomodó, arqueando su espalda para observar el atardecer caer sobre nosotros, mientras que los demás tan solo parecían estar ocupados charlando con esa vieja amiga.—Gracias, capitán Levi.—agradeció, pero me quede en silencio junto a él, observando las aves volar en el cielo anaranjado.—Yo también la extraño.—indicó, espontáneamente, a lo que no le mire, pero sentí el sentimiento de tristeza vagar a mi alrededor.

—Lo sé Eren.—musité, quedándome a su lado, y es que, era extraño, era extraño que Eren y yo estuviéramos aquí, pero básicamente, lo he traído y guiado, por más que denegara, aún sentía que era mi responsabilidad, fue por eso que siempre lo cuidé de tanto, a pesar de que al final, se me fuera de las manos.

──

Próximo capítulo: Demonios.
La legión de exploración se pone en marcha para retener a los primos soldados del extranjero.

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