𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨

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Mientras tengas esperanza.
Eren Jaeger.
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Año 850
Días después del encuentro con el titán acorazado y el titán colosal.
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Me levante de la cama, aún estando soñoliento observe el capitán Levi esperarme en el margen de la puerta de esa cabaña donde todos estábamos quedándonos durante un tiempo, o eso al menos fue lo que nos ordenó el comandante Erwin. Decía que ahora seríamos un blanco fácil y que debíamos estar aislados un tiempo para evitar integrarnos en el bullicio de la realeza ante las grandes bajas y secretos que se han ido descubriendo desde que me adentré al escuadrón. Estaba exhausto. Días y días pasaban desde los últimos acontecimientos que me hicieron detonar un fuerte poder contra los titanes. La teniente realmente confiaba en mi y en cada una de mis determinaciones, por tal razón me esforzaba a tempranas horas de la mañana donde mis compañeros yacían observando desde la subida de una colina. Los rayos decayeron en mi un par de veces, las transformaciones se llevaron a cabo sin vacilar, pero todo mi cuerpo se desgranaba por completo, tanto que no podía resistir. Restregué mis ojos para así observar cómo mi titán se evaporaba, fuera de él veía el desánimo de la teniente quien intentaba de animar a los demás con los experimentos.

—¡Detengámoslo por un momento!—pidió la teniente en la distancia, reuniéndose así con el capitán Levi y su subordinado.

—Maldita sea.—me queje, frustrado note que no había podido lograr nada en lo absoluto.

—Eren.—me llamo Mikasa, caminando lentamente hasta mi, mientras que yo tan solo baje la cabeza para intentar de canalizar mi enojo.

—No he podido hacer nada. Maldición.—continuaba quejándome, impotente por mi debilidad, desconocía este poder y eso me abrumaba demasiado.

—Lo has hecho muy bien.—expresó ella, quedándose aún lado de mí para verme negar.

—No, se que puedo hacer más que eso.—afirmaba con seguridad para levantarme de la caja donde yacía sentado hasta que vi gotas de sangre caer.

—Eren, es suficiente.—indicó Mikasa cuando vio la sangre sobresalir por mis fosas nasales, llevando su mano hasta mi hombro para sentarme de manera brusca.

—Está bien Mikasa, puedo hacerlo.—expresé, sentado en una caja mientras veía como en el fondo del patio Jean yacía aún lado de Gianna.

—Tienes que decirle que es suficiente por hoy. Luces cansado.—comentaba ella, pero yo tan solo fruncí el ceño en cuanto notaba el sonrojo en las mejillas de Jean.

—¿Y este imbécil que?—me cuestione, el calentón recorrió mis velas como unos celos tontos, así que yo mismo me apene cuando Mikasa me miró seria.

—Concéntrate en ti.—me pidió ella, notando como mis manos intentaban de retener la sangre que salía de mi nariz.

—Chicos.—me quede cabizbajo ante escuchar la voz de Armin, pude ver sus pies y como estaba aún lado de mi.

—¿Qué han dicho esa lunática y el enano?—se preguntó Mikasa en un tono hostil y reacio.

—La teniente ha dicho que se han acabado los experimentos por hoy. Todos podemos volver.—contó Armin, quien llegó a nuestro lado.—Eren estas sangrando demasiado, ¿estás bien?—me preguntó cuando se inclinó a mi, pero yo tan solo denegué levantándome de la caja.

La sangre dejó de salir de mi nariz, pero sabía que los residuos aún yacían plasmados allí, deslizándose por mis labios mientras que molesto pase entremedio de Jean y Gianna, haciendo que se separasen y me vieran. No espere el permiso de nadie, la autorización para irme estaba nula en mi mente, porque solo quería descansar lo que no había podido hacer desde que Reiner y Berthold quebraron cada parte de mi orgullo y ego cuando traicionó mi confianza hasta pisar mis sentimientos. Me sostuve fuertemente de ese lavado, respiraba de manera agitada para así lanzarme agua fría y limpiar la sangre marcada en los hoyuelos de mi nariz. Me sentía de tantas maneras que no podía explicarlo, pero mi corazón latía de manera constante y las gotas de sudor bajaban por mi frente, era como si perdiera el balance y no pudiera contener la respiración. Jamás me había sentido así, estaba asustado y debía jurar que se debía al cansancio físico de mi cuerpo, aclamaba un descanso, lo necesitaba más que cualquiera en este lugar. Seque mi rostro y deje de mirarme en el espejo, aunque noté que me veía diferente, continué hasta recostarme en la litera donde espere poder descansar mi cuerpo.

—¿Eren?—restregué mi rostro mientras oí la voz de Armin.—Ahí estás.—indicó cuando me visualizo recostado, Armin me examinaba.—Qué sucede, amigo?—me preguntó Armin, acercándose a la litera de manera preocupado.

—Todo está bien. Solo estoy cansado.—respondí, quedando sentado para quedar frente a él en el borde de la cama mientras Armin yacía de pie.

—Eren.—me llamo en un tono sutil, haciéndome verlo a los ojos.—Somos amigos, puedes contarme lo que sea.—esbozo, por lo cual asentí.

—Lo sé, pero es cierto lo que te digo, solo estoy cansado.—volví a recitar, intentando de sonar sutil.

—Estás celoso, ¿no es así?—me preguntó en un tono pícaro, el cual hizo que me sonrojara al reír.

—Ya, olvídalo.—le pedí, lanzándole una almohada que atrapó para sentarse en la litera de al frente y mirarme sonriente.

—¿De verdad te has enamorado de ella?—se preguntó, no pude evitar bajar la cabeza y sonreír al recordar el maravilloso atardecer donde su piel y la mía rozaron en aquel mismo lago.—¡Oye!—exclamó ante mi silencio.

—Si, así es Armin.—afirme, sin poder esconder el sonrojo que habitaba en mis mejillas.—La quiero.—indique de manera espontánea para ver a Armin sonreír.

—Amigo, eso está... eso está bien.—comentó con una sonrisa genuina que me hizo sentir bien.

—¿Qué está bien?—Armin y yo nos giramos para observar a Mikasa en el margen de la puerta.

—Eren se ha...

—Olvídalo Armin, a Mikasa no le interesa.—dije interrumpiéndole, por lo cual Mikasa me miró desconcertada por mi repentina actitud.

—Ya lo he oído.—indicó, desanimada me miró así que apenado evadí su mirada por mentirle.

—¿No es genial?—le cuestiono Armin emocionado.—¡Eren se ha enamorado!—exclamo.

—Armin, ¡basta!—dije intentando de cubrirle la boca, acercándome a él para ponerle la almohada encima.

—¿De qué hablan?—se preguntó Jean, abrí mis ojos grandemente cuando noté a Gianna detrás de él, volviendo a sentir esa amarga sensación por su cercanía.

—Eren dice que se ha enamorado de Gianna.—esbozó Mikasa, cruzada de brazos y con una mirada reacia que me hizo sonrojar.

—¡Mikasa! ¿Por qué dices esas cosas?—le pregunté, no es que lo negara, solo me avergonzaba y más cuando Gianna bajaba la mirada burlándose de mí en una tierna sonrisa.

—¿Entonces es cierto?—tape mi rostro por completo ante oír a Connie, la vergüenza caía sobre mis hombros hasta hacerme querer desaparecer por un momento.

—¿Qué es cierto?—me levante rápidamente de la cama cuando vi a la teniente Hange detrás de Connie, intentando de adentrarse a la habitación.

—Eren se ha enamorado de Gianna.—le contó Connie, de una manera tan casual que me hizo sentir más avergonzado, mientras que miré los azulados ojos de Gianna mirarme y abajo de ella, sus mejillas rosadas.

—Bueno, no es algo que nadie supiera.—comentó ella, con más neutralidad, así que solo sentí como Armin apretó mi hombro fuertemente.

—Lo que parecen que no sabes cuatro ojos es que es muy descortés el andar espabilando cosas de los demás.—todos se aislaron de la puerta para ver al capitán Levi en el fondo, cruzado de brazos veía a Hange de una manera hostil.

—¡Vamos, Levi! ¿A que tú también lo sabías?—le preguntó Hange, queriendo simpatizar con él, pero el capitán Levi continuó reacio con ella.

—Dejen de hacer tanto revuelo y continúen limpiando la cocina. No cocinaré en un lugar tan putrefacto, y parece que nadie sabe cocinar, así que ustedes deciden si alimentarse con los secretos de los demás, o alimentarse como corresponde.—esbozo él, amenazante.

—¡Yo iré a limpiarla capitán!—exclamó Sasha, aislándose de la encimera para así buscar unos pañuelos, concluyendo con que la formación de la habitación se había desprendido, haciendo que Mikasa se aislara de mí para pasar por el lado de Gianna de una manera fría y distante.

—Lo siento amigo.—musitó Armin, sonriendo de lado mientras que Gianna le dio paso para que saliera de la habitación.

—Muy bien hecho hongo.—dijo ella, llevando la mano hasta su cabeza para sacudirla y Armin solo sonreírle, parecía ser que se llevasen bien.

—¿No estás molesta?—le pregunté a Gianna, mirándola detenidamente a los ojos.

—Yo también estoy enamorada de ti. No hay nada que me moleste.—expresó, poniendo todo su peso en la puerta sin ver que el capitán Levi aún nos miraba cruzado de brazos.

—Oigan idiotas, todos deben limpiar la cocina.—indicó.—Andando.—nos incitó para así aislarse de nosotros.

Y así fue, ambos caminamos por el lado del capitán Levi sin decir nada. Continuamos limpiando en silencio, aunque la mayoría se aguantaba las ganas de hablar, el capitán tutelaba la manera tan dedicada en la que limpiábamos. No exageraba cuando decía que se interponía entre nosotros para sacudir el polvo, exigiendo que limpiáramos más, pero de pasar a hacer experimentos a limpiar, prefería limpiar. A penas terminamos, empezamos a hablar entre nosotros, a excepción de Gianna. Ella se quedó en silencio y observaba por la ventana, de usual en su reflejo se podía ver también la soledad de Historia al otro lado de la cocina. Ella se levantó del suelo y se dirigió a las habitaciones. Desde que Ymir se había ido, todo en ella cambió. El brillo de sus ojos, su esperanzador semblante se había esfumado con las lágrimas que derramó desde que su compañera más fiel ya no estaba junto a ella. ¿Era posible? El hecho de que una persona te quitara todo el resplandor, ¿era eso posible? Me lo pregunté varias veces, intentando de analizarlo, pero no obtuve respuesta hasta que note cómo Gianna se alejó de la ventana para salir afuera de la cabaña sin decir nada en lo absoluto.

Desconocí su lejanía, incluso miré al capitán Levi y él tan solo dejó de mirarla para continuar cocinando en silencio, pese a que le molestaba el gran bullicio que había entre nosotros aquí, él mostraba su madura determinación en hacer cómo si no estuviéramos. Camine entre los demás, ellos se percataron de mi ida, mientras que abrí la puerta para observar que Gianna no yacía cerca a la cabaña. Al girar a mi derecha la vi sentada en el césped. Gianna traía su cabello suelto, cada ves se le veía más largo y la única manera de que lo esquivara para que los titanes no la retuvieran era amarrándolo en una coleta. Por alguna razón me detuve antes de seguir avanzando. ¿Era correcto? Me preguntaba si necesitaba espacio, si quería estar sola, pues Gianna aunque ahora detonara un semblante menos tenso y una actitud sutil, sabía que sus expresiones aún exclamaban su manera tan cortante de ser, como si hubiera partido en dos para intentar acoplarse a lo que tenía. Me acerqué lentamente sin decirle nada y así, me senté aún lado suyo en el césped verdoso para ver cómo ella tenía su cabeza escondida entre las rodillas.

—Nunca encajare aquí, o con ellos.—musitó, sin mirarme, como si supiera que yo estaba ahí.

—Si lo dices por Mikasa, no le hagas caso, ella es así.—expresé, pero ella negó.—Además, Armin y tú parecen llevarse bien, tanto como el capitán Levi.—continué diciéndole, por lo cual ella asintió y en su mano pude ver la cinta azulada.

—Tienes razón. Solo estoy exagerando.—dijo ella con el suspiro que la brisa fría se llevó.

—Extrañas a tu familia, ¿es eso verdad?—le pregunte y nuevamente se refugio entre sus rodillas, como si sintiera pena.

—Nunca conocí a mi padre.—expresó.—Eso no me entristece, pues mi madre se encargó de cuidarme por demás con un buen hombre. Aún así, trabajaban muy duro y un día, él ya no estaba.—contó cabizbaja, llena de tristeza.—No lo volví a ver. Mis hermanos y yo nos quedamos solo con nuestra madre quien enfermo meses después. Estando aquí, siendo lo que soy, le doy seguridad de que pueda obtener buenos medicamentos, pero eso no significa que deje de extrañar a mi hogar, aunque sea un infierno igual.—decía, era la primera vez que Gianna me hablaba de su familia de una manera tan detallada.

–Pero, no lo entiendo, ¿qué pasó con el bien hombre?—le preguntó curioso, sin entender.

—Lo enviaron al paraíso.—respondió, dejándome aún más desconcertado.—En conclusión, lo mataron por no seguir las órdenes de sus jefes.—esclareció, no sabía qué distrito era tan frío para ser de esa manera, pero Gianna se veía dolida.

—No te preocupes Gianna, luego de que recuperemos el muro María, podremos ir con tu familia. Me aseguraré que como tú, estén bien.—ella me miró de una manera tan genuina, una muy bonita donde pude ver su sonrisa.

—No querrás, créeme. Cuando sepas realmente lo que es, no querrás.—repitió, colocándose cabizbaja así que sonreí y removí su cuerpo.

—Soy un monstruo, creo que ellos no querrán verme. Aunque sea un salvador, no dejo de ser como lo que más odiamos.—dije, intentando de hacerla sentir mejor.—Aunque eso me tiene algo desconcertado y frustrado, la verdad no quiero sentirme así.—comente.

—¿Qué tienes?—me preguntó ella, acomodándose conmigo en el césped verdoso bajo las estrellas.

—Necesito poder domar este poder.—respondí, mirando a la nada.—Quiero volver hacer lo que hice ese día.—añadí, para así colocarme cabizbajo.

—¿De qué hablas?—me preguntó ella curiosa, intentando de buscar mi mirada.

—Yo hice que los titanes se fueran encima del titán que había matado a mi mamá y también a Hannes.—conté.—Fue un escalofrío, como si pudiera ver un camino.—dije mirándola para así ver sus ojos abrirse grandemente.

—¿Como una coordenada?—se cuestionó ella, lucía desconcertada, no entendía su reacción.

—Si, algo así.—musité.—Gianna, ¿qué ocurre?—le pregunté cuando vi que ella dejó de mirarme.

—Nada, solo creo que es peligroso el que no sepas domar aún tu poder.—respondió, sin aún mirarme.—Pero, se que con dedicación podrás hacerlo, solo que no deberías presionarte Eren. Tu cuerpo tiene limitaciones y ese poder también.—añadió, asentí para estrechar mi mano y acariciar su espalda.

—¿Puedo sentarme con ustedes?—nos giramos para ver a Historia miaremos, cruzada de brazos esperaba nuestra aprobación.

—Si, adelante.—acepte para ver cómo ella se sentó aún lado de mi, dejándome entre medio de ella y Gianna.—Oye Historia, ¿estás bien?—le pregunté, notando como ella respiro hondo para así mirar el cielo nocturno.—Dímelo, estoy aquí.—dije, alentándola hablar.

—Desearía que Ymir se hubiera quedado. Se que todos ustedes creían que ella era un fastidio, una bruja, pero Ymir era una buena persona, solo que su orgullo la mataba.—añadía.—No le hubiera hecho daño a nadie.—dijo, para así girarme y ver cómo Gianna se fue levantando, como si el nombre de Ymir le hubiera afectado.

—¿Y cómo sabes eso?—le preguntó Gianna.—¿Como sabes que no le hubiera hecho daño a nadie?—cuestiono, dejándome desconcertado junto a Historia.

—Porque la conocía.—respondió Historia, para así Gianna apretar fuertemente aquel listón azulado y denegar.

—Gianna, ¿qué sucede?—le pregunté, para ver sus labios temblorosos, era como si quisiera llorar pero ella misma se retenía hacerlo.

—Ymir fue el titán que se comió a mi hermano.—indicó, dejándome boquiabierto para ver cómo ella tan solo se giró, abrazándose a sí misma.

No supe que decir. Fui un idiota si no levantarme e ir tras de ella, pero quede tan frío con su confesión que me fue incapaz el moverme. Historia incluso pareció sentirse peor, pues tapó su rostro entre sus manos sintiendo más culpabilidad de que la que quizás ella sentía y no hablaba. No vi a Gianna en toda la noche, no comió con nosotros durante la cena y eso me preocupo. Sabía que no se sentía parte de nosotros y ahora con eso, podía entender porque tampoco se esforzaba por acoplarse. Y aunque probablemente creyera que no podía entenderlo, si lo entendía. Podía entender perfectamente cómo se sentía ella, porque por años estuve perturbado por la muerte de mi madre y del titán que lo había ocasionado, tanto que cuando lo enfrente mi cuerpo temblaba, negándome a pelear. Entendí su resentimiento y su dolor, sentado aquí en la mesa donde todos comían como si estuviéramos años atrás en la base, pensé que habían sillas vacías. No solo por la de Gianna, si no por la de todos aquellos. Y creo que desde el día en que Marco se había ido, los demás también empezaron a desaparecer. Aún así, mientras tenga esperanza, continuaré.

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