𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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¿A quien devoré?
Eren Jaeger.
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Año 850
Días después del encuentro con el titán acorazado y el titán colosal.
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Soñoliento me a posicione en el borde de la cama. Otro día que pasaba, otro día que no podía más. Mis músculos pedían un descanso de aquellos experimentos fallidos, en donde al terminar no podía ni caminar por los desmayos. Lleve la mano a mi rostro, frustrado en medio de una tarde donde los pájaros cantaban, sentía terribles ansias de llorar. La única manera de que podamos restaurar el muro María era conmigo y no me estaba esforzando, no tenía fuerza y tampoco valentía, porque aún habían cosas que me perturbaban hasta machacar mi corazón. Intentaba evadir el hecho de que habían personas ausentes, que posiblemente Reiner y Berthold jamás vuelvan hacer mis amigos, pero también eran las personas que han muerto y no había podido salvar. Apretaba mi cabello impotente. Me vestí, me preparé para intentar descansar, pues el capitán Levi también exigió el día anterior una limpieza espléndida de la cabaña en donde yo participe con mis compañeros. Ninguno de ellos trabajó tan bien como yo, así que fueron unos morones, empezando con Jean y continuando con Sasha quien se robó algunos panes.

—¿Gianna?—la llame para ver cómo ella lavaba unos platos, mientras que tenía una camiseta manga larga azul oscura, portaba unos pantalones negros y su cabello suelto.

—Creí que habías muerto. Has dormido todo el día.—indicó mirándome por un leve momento, para así evadirme por completo.

—Si, estaba cansado.—justifique, rasgando mi nuca para ver cómo ella sacudía sus manos de la humedad y así recogía una cesta de frutas.

—En vez de charlar con Historia en las mañanas, deberías de intentar estirar o calentar.—excuso.

—Historia la está pasando muy mal.—volví a justificar, acercándome a ella para notar su frialdad.—Ymir era importante para ella. Como también Reiner y Berthold para mi.—musité.

—Ya no están. No hay nada que puedan hacer, nada más que continuar.—comentó ella, reacia.

—¿Por qué no me dijiste?—le pregunté, mirando como ella limpiaba las frutas, se mantuvo cabizbaja sin poder mirarme, mientras que suspire frustrado.—Gianna, puedes confiar en mi.—le afirme, dirigiendo mi mano hasta la suya.

—¿Decirte qué?—me preguntó, como si no supiera a qué me refería, Gianna me evadía.

—Que Ymir fue el titán que se comió a tu hermano cuando eras una niña.—afirme notando como todo su cuerpo se estremeció por la mención, tanto que sentí su dolor a través de mi.

—No hice nada ese día.—indicó, mirando mi mano y la suya sostenerse.—Creí que podría, pero no tenía el valor. Lo dejé morir y aún me culpo.—expresó, dejando de sostener mi mano para así estrujar las suyas, las cuales estaban húmedas.

—Yo tampoco hice nada para proteger a mi madre.—interferí en cuanto ella se fue de mi lado.—Pero, me juré ser más fuerte cada día y por eso sigo aquí, intentándolo.—expresé.

—Si lo sigo intentando, destruiré todo.—comentó, cabizbaja, mientras que me acerqué a ella.

—Entonces que así sea. Destruye todo.—incite, llevando mis manos hasta sus brazos.

—No lo entiendes, no podrías entenderlo.—justifico, mirándome justamente a los ojos.

—Gianna no quiero entenderlo, solo quiero tenerte conmigo. Necesito protegerte. Confía en mi.—le pedí.—Me enamore de ti, quiero estar contigo. Permítemelo.—decía, para así sentir nuestras respiraciones chocar, como aquel día en la cascada, sus labios rozaron los míos en un suave beso que me hizo desear más.—Déjame estar contigo.—volví a recitar, en medio del beso.

—¿Quieres una respuesta?—me preguntó, la miré con tanto deseo luego de otro beso, que solamente quería volver a sentir su piel rozar con la mía.

—Oigan, oigan. Hagan eso en otro lado.—nos giramos para ver la puerta abrirse, mostrándonos a Jean quien nos miró disgustado mientras que mis manos sostenían la cintura de Gianna, vi cómo Armin nos miró sonriente a diferencia de Mikasa quien ni siquiera miró.

—Al menos alguien se divierte por aquí.—comentó Connie, acercándose a mi y a Gianna.—¿No?—nos preguntó, pícaro.

—Si me tocas te corto un dedo, y eso será muy divertido.—esbozo Gianna, haciendo que Connie se aislara de ella rápidamente.

—Es igual de loca que el capitán Levi.—comentó Connie a Sasha, quien masticaba... no sé que masticaba, ella no dejaba de comer.

—Oigan mocosos, reúnanse, Hange ha llegado con noticias.—aviso el capitán Levi quien se adentró por la puerta, con un semblante hostil nos evadió para guiarnos hacia el comedor.

—Capitán, ¿sucede algo?—le preguntó Gianna curiosa, dirigiéndose a él, y algo que pude ver fue como el capitán Levi colocó su mano en el hombro de esta; si él iba tener contacto físico con alguno de nosotros era brusco, no sutil.

—Sasha, prepara un poco de té.—pidió él en cuanto la teniente Hange se asomó por el comedor donde todos nos acomodábamos, sentados el uno al otro miramos como ella se sentó, apenada.

—No, esta bien Levi, no me quedare por mucho.—musito ella, mientras que Gianna se sentó aún lado del capitán, yo quede entremedio de Armin y Mikasa.

—¿Qué pasa? Espabila de una vez entonces cuatro ojos.—pidió el capitán, mirándola.

—El pastor Nick está muerto.—desconcertado vi como todos miraron a la teniente de una manera sorpresiva.

—¿Qué has dicho?—le cuestiono Gianna, insegura de lo que Hange había dicho.

—Está muerto el pastor Nick. Lo asesinaron.—recalcó nuevamente.—Lo mataron esta madrugada, en el cuartel de Trost.—vociferó en medio de una fuerte frustración.

—Pero teniente, ¿cómo pasó esto?—le pregunté curioso, mirándola detenidamente.

—El pastor Nick fue torturado por el escuadrón de la división interna, y luego lo mataron.—contó.—Supuse que la iglesia dejaría de lado a Nick, ya que estaba cooperando con la legión de exploración. Por eso escondí su verdadera identidad dentro del cuartel, pero... no creí que enviarían soldados a matarlo, maldita sea, fui demasiado ingenua todo esto fue mi culpa.—dijo en medio de un suspiro.

—¿La división interna torturo al pastor Nick solo para averiguar cuánta información le había pasado a la legión de exploración?—preguntó Armin, curioso.

—Así parece ser.—le respondió el capitán Levi.—Si movilizaron al primer escuadrón de la división interna, quien está detrás de esto, es alguien muy poderoso. ¿Cuantas uñas le arrancaron a Nick, cuatro ojos?—le preguntó el capitán, viéndola.—Lo viste, ¿no es así? Dime, ¿cuantas fueron?—le preguntó, de una manera más clara y precisa.

—Lo vi por un segundo, pero, parece que le arrancaron todas.—respondió Hange, en un tono bajo y apenado.

—Los que hablan, hablan a la primera. Y los que no, les arranca todas las uñas de las manos. El pastor Nick, era un hombre bastante idiota, pero al parecer nunca se doblegó a sus creencias hasta el final.—nos esclarecía el capitán Levi.—Significa, que ellos desconocen de lo que sabemos sobre la familia Reiss. Aunque, alguien dentro del gobierno nos está vigilando, no me cabe la menor duda.—expresó, lo miré hasta que la puerta atrás de nosotros se abrió.

—Capitán Levi, es un mensaje del comandante Erwin.—dijo una subordinada, la cual se dirigió al capitán Levi.—Fui a contarle sobre el pastor Nick, pero el comandante me dio esto.—él sostuvo la carta, para así releerla y tensarse.

—Todos retírense, nos vamos de aquí. Y eliminen cualquier rastro.—pidió, pero todos quedamos confusos por su petición.—¡Es una maldita orden!—afirmo, hostil.—Gianna encárgate de recoger todas las armas.—ordenó, para así la rubia aún lado suyo levantarse sin vacilar y seguir las instrucciones.

Nos volvimos un fuerte bullicio para el capitán Levi cuando todos nos sintonizamos para recoger nuestras pertenencias. Desde ropa, hasta armas y también comida, no queríamos dejar ningún rastro de que habíamos estado aquí. Limpiando de prisa no podía dejar de cuestionarme que sucedía. ¿Por qué teníamos que irnos? Las cosas estaban últimamente muy extrañas, había tanto misterio que no podía dejar de sentirme tenso, como todos me encontraba perdido e incluso atemorizado, pero tan solo ver como Gianna no se cuestionaba nada, me hizo saber y afirmar que ella más que cualquier de nosotros confiaba en el capitán Levi. Parecía ser la única realmente, lo seguía tanto que podía notar el vínculo, era tan fuerte que lo veía indestructible. Dejando de mirarle, colocamos nuestras verdosas capas por encima, cerrando todas las puertas nos afligimos a los caballos para hacerlos subir por la colina, el atardecer caía y eso significaba que tendríamos que vagar por el bosque en plena oscuridad. Miraba atrás curiosamente para ver a varios soldados acercarse con sus caballos. Eran parte de la policía militar, tenían antorchas y venían armados.

—Venían por nosotros, ¿no es así?—le pregunto Gianna al capitán Levi en un tono bajo.

—Estuvo cerca.—musitó Connie, dejando ir unos suspiros.—Si nos hubiésemos ido, ¿qué habría pasado con nosotros?—se preguntó, cómo todos.

—¿Por qué el comodante Erwin hizo algo así?—preguntó Armin, aún más curioso que los demás, él se dirigió también al capitán Levi.

—Fueron nuevas órdenes del gobierno. Detuvieron las actividades de la legión fuera de las murallas.—indicó el capitán.—Quieren que entreguemos a Historia y Eren.—musitó, dejando una leve tensión en el ambiente.

—Además, después de haberme entregado la carta, la policía militar visitó al comandante.—musitó la subordinada del capitán Levi.

—¡Nos están tratando como si fuéramos criminales!—exclamo Hange, con molestia.

—Ahora ya no están trabajando en las sombras. No les importa que los veamos.—opinó el capitán, sosteniendo una pesada arma al igual que Gianna quien le miraba sumamente atenta.

—¿Hacer eso para proteger los secretos de las murallas?—se preguntó la teniente.—No entiendo, ¿por qué razón quieren que le entreguemos a Historia y Eren? No los quieren matar, desean tenerlos como prisioneros.—volvió a preguntarse.

—Quien sabe. Lo único claro aquí es que el enemigo está tras los tres. Vagar por esta zona es demasiado riesgoso.—comentó el capitán Levi, mirándonos a todos.—Los lleváramos al distrito Trost.—emitió, viendo como nos alteramos.

—Señor, ¿por qué los llevaremos al lugar donde mataron al pastor Nick?—le preguntó Moblit, desconcertado ante lo que acababa de informar.

—Es más fácil viajar con ellos en el interior, con el caos en el distrito, podremos escabullirnos. Y si llega a fallar nuestro plan, usaremos esto en la ciudad.—le determino el capitán, viendo como asentían luego de que mostrara el equipo de maniobras tridimensionales como nuestro haz bajo la manga.

—Tiene razón.—me apoyo Armin, mirándole de lado, parecía demostrar su confianza ante el capitán quien más que nada quería protegernos.

—Además, no conocer al enemigo nos pone en desventaja. Hay que averiguar quien es el responsable de todo esto.—nos decía, esclareciendo nuestras vagas mentes sin malicia.—Hange, necesito que me prestes alguno de tus hombres.—pidió, para así la teniente aceptar.

—Por supuesto.—aceptó Hange.—Bien, yo iré ayudar a Erwin. Moblit, vendrás conmigo. El resto obedezca las órdenes de Levi.—pidió a sus subordinados, quienes no tardaron en asentirle antes de que ella se dirigiera a su caballo.

—¡Sargento Hange!—la llame, en cuestión de momentos había algo que se me fue de la mente, una clave importante que yacía en mí desde el día que Reiner y Berthold mostraron sus identidades.—Tome, recordé una conversación que tuvieron Ymir y Berthold antes de que pudiera huir. Como no tuve tiempo de contratarle, lo escribí.—expresé, viéndola.

—Entiendo, voy a leerlo luego.—asintió ella, montándose en su caballo, no sin antes mirarme.

—Venga, andando. Ninguno se quede atrás.—pidió el capitán Levi, creando una línea de soldados atrás de nosotros mediante el sol que se escondía.

Así fue como vagamos dejando la cabaña atrás, pues de seguro la policía militar iría por nosotros sin pensarlo, más cuando era una orden de alto rango. Baje la cabeza, todos me miraban y también a Historia. Temía el hecho de que anduvieran detrás de nosotros, ¿de que podrían ser capaces estás personas? Me negaba a pensar que podrían dañar a mis amigos porque solo querían protegerme de su maldad. Continuamos caminando por un rato, hasta que la noche cayó abrazándonos sobre nosotros, no fue que nos detuvimos para poder descansar antes de volver a tener que partir hacia el distrito, donde sin duda pasaríamos a ser un cebo fácil, debía admitir que eso me aterraba aún más. Estar expuesto en una situación cómo está no era agradable, menos cuando era un mayor objetivo para nuestros enemigos. Estando en el bosque, intentando de huir de los demás, me senté aislado donde habían colocado una fogata. Los subordinados de la teniente vigilaban el lugar y con recelo caminaba en círculos, mientras que yo rompía las ramitas de los árboles que caían, me giré cuando oí pasos. No levante mi mirada, solo con observar los zapatos de la persona me hizo saber que era Mikasa quien yacía aún lado de mi.

—¿Qué pasa?—me preguntó, mirándome, mientras que continué rompiendo las ramitas.

—Todo esto es por mi culpa.—musité, apenado.—Vienen tras de mi.—esclarecí, tan seguro.

—También por Historia.—indicó Mikasa, sentándose a mi lado de una manera más cómoda.—De todas maneras Eren, no dejaré que te hagan daño.—afirmó, mientras oíamos un lago en la lejanía, aquel mismo lago donde marque un recuerdo en mi mente y en mi piel.

—Quiero que veles por ti también, Mikasa.—le pedí, sin aún mirarla para así suspirar.

—No es eso lo que te pasa. Hay algo más.—dijo ella, tocando mi hombro para intentar de que la mirara.—Dime Eren, ¿qué pasa?—me preguntó.—¿Tiene algo que ver con lo que le dirías a Hange?—se cuestionó, fría y curiosa.

—Capitán Levi, ¿por qué crees que alguien nos está siguiendo?—deje de hablar en cuanto oí la voz de Gianna, sigilosamente me levante con Mikasa para aislarnos.

—¿Alguna vez oíste hablar sobre Kenny el destripador?—moviendo con Mikasa, logré oír lo último que el capitán le preguntó a Gianna, para así ver la fogata encendida e oír a los demás hablar.

—Eren, ya dímelo.—pidió Mikasa cuando noto que estábamos distante a los demás.

—Cuando Reiner y Berthold me llevaron, hay algo que no le dije a nadie, algo que oí.—le dije, en un tono de voz bajo.—Resulta ser que Reiner y Berthold tenían un amigo, el cual Ymir devoró siendo un titán y cuando lo hizo, ella le robó el poder del titán cambiante.—explicaba detalladamente, pero Mikasa parecía confundida.

—Eren, ¿estás diciendo que para ser un titán cambiante debes robarle a otro titán cambiante su poder?—me preguntó, para así asentir.

—Supongo que primero debería ser un titán anormal de los que vaga por ahí.—comente, intentando de aún entender esa conversación.

—Eren, ¿estás oyendo lo que dices?—cuestiono, apretando mi brazo fuertemente.—Significa que tú también devoraste a alguien para ser un titán. Dime, ¿recuerdas?—aturdido ante eso, me quede mirándola sin poder responder en lo absoluto.

—No lo sé Mikasa y debo decírtelo, tengo mucho miedo en descubrirlo.—esbocé, cubriendo mi rostro entre las manos para así sentir cómo Mikasa me abrazó fuertemente.—No puedo recordar a quien devoré, pero hay algo en mi interior que lo sabe, muy en el fondo.—dije con mis ojos humedecidos para así, recordarme a mi mismo sujetar años atrás los anteojos de mi padre ausente mientras que las lágrimas me salían perdido por no saber que hacía en el bosque ese día.

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