࣪ ٬ 𝟬𝟲. champions. ៹

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( CAPÍTULO SEIS !.˚₊ ✦ )
❝ campeones 

Las mesas del Gran Comedor se habían desplazado para hacer más sitio a la importante asamblea que estaba a punto de celebrarse. Había sido la comidilla del colegio durante toda la semana y todo el mundo se moría por saber qué nombres iban a salir del Cáliz de Fuego.

Amora había tenido una mala noche de insomnio antes de ese día. Dio vueltas en la cama durante toda la noche, y su edredón dorado terminó en un momento bajo sus pies y en otro a la altura de su cuello. Incluso fue a sentarse en la sala común al cabo de unas horas, mirando el fuego con ojos ámbar y las piernas acurrucadas contra su pecho.

La castaña estaba más que agradecida de que sus amigos fueran demasiado jóvenes para meter sus nombres dentro del Cáliz y de que sólo tuviera que estresarse por Cedric. Había crecido siendo la mejor amiga de su primo. A medida que crecían, se distanciaban un poco, la diferencia de edad de tres años a veces provocaba diferencias de madurez y de intereses, pero se querían un montón.

Si alguien le preguntara a Amora quién fue su primer amigo, sería Cedric Diggory. Ella sabía que en su mesilla de noche tenía una foto suya de apenas tres o cuatro años con ella, de pocos meses de nacida, sentada en sus brazos. Eso le llenó el corazón cuando se enteró.

—Amora, deja de morderte las uñas —regañó Hermione, dándole un manotazo a la chica más baja.

Amora bajó los dedos. Ni siquiera se había dado cuenta de que los había estado mordiendo desde donde estaba sentada en una de las mesas, observando el caos de las cuatro casas que se fusionaban y se sentaban donde les daba la gana. La mayoría de los de Slytherin no se movían de su sitio, incluyendo a Draco y su pandilla. Draco tenía a Pansy Parkinson hablando en uno de sus oídos, pero parecía aburrido, con la barbilla apoyada en su mano y mirando fijamente a la nada. Estaban sentados junto a los chicos de Durmstrang, cerca de la parte delantera.

—Lo siento... —se disculpó con un pequeño suspiro—. No me había dado ni cuenta de que lo estaba haciendo.

—Deja que la chica se muerda las uñas, Hermione —Ron se sentó detrás de ellas en un banco un poco más alto, Leon y Neville al otro lado—. Es eso o se hace esos nudos en las puntas del pelo.

Amora se giró y le dirigió una mala mirada al pelirrojo.

—Ya no hago eso —resopló—. Dejé de hacerlo en verano.

—Se nota —Hermione sonrió, alargando una mano y sujetando las puntas de los oscuros mechones de Amora—. Se ve tan saludable.

Una cosa que Amora siempre hacía distraídamente era juguetear con las puntas de su pelo, excepto cuando estaba nerviosa, que lo enmarañaba frotando un pequeño mechón entre los dedos, y luego pasaba los dedos por el pequeño nudo como para tranquilizarla. Siempre solía llevar el pelo recogido en trenzas para intentar dejar de hacerlo, pero en verano trabajó en su mala costumbre, y ahora su preciosa melena estaba suelta y lista para ser admirada por... Bueno, probablemente sólo Hermione, en realidad.

—Gracias, Hermione —respondió Amora sonriéndole.

—¿Qué hay del mío? —se burló Leon, asomando la cabeza por entre los hombros de las dos chicas.

necesitas un corte de pelo —Amora extendió la mano y la pasó por su pelo rubio oscuro.

Hermione soltó una pequeña risita.

—Sinceramente. Estás empezando a parecerte a los gemelos.

Oye —George se giró desde el banco delante de ellas para fulminarlas con la mirada y luego volvió a darse la vuelta, pasándose conscientemente la enorme mano por el pelo pelirrojo que le había crecido hasta casi por la altura de los hombros.

—Sentaos. Por favor —El profesor Dumbledore llamó de repente desde entre las cuatro mesas, y efectivamente todos le hicieron caso, el Gran Comedor quedó en silencio—. Llega el momento que todos estabais esperando... La Selección de Campeones.

Estiró la mano y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire, las velas que rodeaban la sala empezaron a atenuarse, sumiéndola en una oscuridad casi total. No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el cáliz de fuego; sus llamas azules iluminaban los rostros de los alumnos de todos los años del mismo color azul, ardiendo en sus ojos.

Dumbledore tocó la copa con ambas manos antes de retroceder y esperar unos segundos hasta que de pronto, las llamas del cáliz se volvieron de un color rosado y empezaron a salir chispas. Una lengua de fuego brotó en el aire y arrojó un trozo carbonizado de pergamino. Dumbledore atrapó el trozo de pergamino en el aire y lo alejó tanto como le daba el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado. Amora sintió que el corazón se le aceleraba y la respiración se le entrecortaba, preguntándose quién podría ser el primer elegido.

—El campeón de Durmstrang es Viktor Krum —exclamó Dumbledore, seguido de un coro de vítores masculinos; todos los compañeros de Krum lo agarraron por el hombro y rugieron de aprobación.

Todos los demás también aplaudieron por él, hasta que la llama volvió a adquirir su color rojo-rosado y otro nombre fue escupido del Cáliz. De nuevo, voló hacia los dedos de Dumbledore.

—La campeona de Beauxbatons... —le dio la vuelta al trozo de pergamino— es Fleur Delacour.

Más aplausos sonaron y Amora aplaudió con ellos, pero ahora sólo podía pensar en que Hogwarts era el siguiente, y rezaba para que el nombre de Cedric no estuviera escrito en aquel trozo de papel. Cuando el Cáliz escupió el tercer y último nombre, la tensión invadió la sala. Todos querían saber quién representaría a su colegio.

—El campeón de Hogwarts —anunció—, ¡Cedric Diggory!

Amora sintió como si su vida hubiera pasado ante sus ojos y se sintió gafada al ver a su sonriente primo levantarse para ir a estrechar la mano de su director. Los vítores y los aplausos en el Gran Comedor en ese momento fueron los más ruidosos hasta entonces, sobre todo por parte de los de Hufflepuff, que se alegraron de que por fin ocurriera algo interesante en su casa por una vez.

Amora aplaudió durante los últimos segundos cuando por fin hubo asimilado que no estaba soñando, pero eso no impidió que el pequeño ceño fruncido se dibujara en sus delicadas facciones. Se preocupaba por su primo, pero cuando todos los demás se alegraban tanto por él, era difícil no apoyarlo. De todos modos, la hizo sonreír un poco ver que todo el mundo apreciaba a Cedric.

—¡Excelente! —exclamó Dumbledore por encima de los vítores y silbidos— Ya tenemos a nuestros tres campeones. Pero al final, sólo uno escribirá su nombre en la historia. Sólo uno levantará este cáliz de campeones, este recipiente de victoria, ¡la Copa de los Tres Magos!

Se volvió rápidamente y señaló con el dedo un objeto cubierto por un manto, el manto se elevó inmediatamente en el aire y reveló una gran copa que brillaba de un azul intenso a la luz. Sin embargo, los aplausos fueron interrumpidos cuando el fuego del cáliz volvió a ponerse de color rosa. Otra vez lanzaba chispas. Una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino, para confusión de todo el mundo.

—¿Qué demonios...? —Amora se hizo hacia delante mientras veía a Dumbledore leer el nombre que había escrito en él.

—Harry Potter... —murmuró con incredulidad—. ¿Harry Potter? —llamó, y los ojos de todos empezaron a recorrer la sala en busca del chico que ya tenía popularidad suficiente para toda la vida.

Amora miró con el ceño fruncido a Harry, que estaba sentado frente a ella, junto a Seamus Finnigan, preguntándose cuándo y cómo demonios había conseguido meter su nombre en el Cáliz cuando ni los gemelos habían podido. No tardó en darse cuenta de que algo iba mal cuando vio la expresión de miedo en la cara de Harry. Estaba más pálido que un fantasma.

Ella se hizo hacia delante y le puso la mano en el hombro mientras Dumbledore volvía a rugir su nombre con rabia.

—Harry —susurró Amora, haciéndole saber en silencio que debía enfrentarse a su furioso director.

—Harry, por lo que más quieras —murmuró Hermione y lo puso en pie.

Harry empezó a dar pasos lentos hacia el profesor Dumbledore. El silencio de la sala hizo que Amora se sintiera inmensamente mal por Harry. No podía imaginarse cuánto pánico sentiría ella ahora mismo si estuviera en su pellejo. Justo la tarde anterior le había estado contando que ya había vivido suficientes aventuras en Hogwarts para toda la vida y que prefería no poner su nombre en tres años, cuando por fin fuera lo bastante mayor.

Dumbledore le entregó el trozo de pergamino carbonizado con su nombre, pero no le estrechó la mano como había hecho con los otros tres campeones. Harry lo observó con cautela, mientras seguía de largo por el pasillo hasta la puerta detrás de la mesa de los profesores, tratando de ignorar todas las miradas curiosas que recibía.

—¡Es un tramposo!

—¡Hay que tener diecisiete años!

Pobre Harry.

╰𓂃D.M + A.B𓏲ָ ╯

Cuando la lluvia arreció más tarde aquella noche, se sintió como una cruel y patética falacia lo que Amora estaba sintiendo. No sólo Cedric era campeón del Torneo de los Tres Magos, sino que parecía que Harry también iba a serlo. Era una persona más de la que Amora tenía que preocuparse, y vaya si se preocupaba. Era como una segunda naturaleza para la Hufflepuff, que temía la muerte de sus seres queridos más que la suya propia.

La gente volvía a sus salas comunes, ya que el toque de queda se aproximaba en la siguiente media hora, pero Amora se encontró paseando por uno de los pasillos vacíos, tragando saliva con fuerza mientras apretaba los puños para evitar que los dedos chasquearan contra su pelo.

Un grupo de chicos de tercer año de Gryffindor pasó a su lado cuando ella se detuvo a mirar por una de las ventanas y los oyó hablar de Harry; como hacía todo el colegio. La lealtad hacia su amigo le ardía en el pecho y se mordió el labio antes de llamarlos, intentando que su voz sonara fuerte.

—No deberíais hablar así de Harry cuando no sabéis la verdad —les dijo Amora a todos con severidad.

—¡Oh, vamos! —El de las gafas rectangulares y el pelo rubio soltó una risita—. ¿A quién quieres engañar? Potter evidentemente puso su nombre en el Cáliz. Como si ser El Elegido no fuera suficiente para él, ¡ahora también quiere tener la Eterna Gloria!

Amora frunció el ceño, dándose cuenta de que probablemente iban a empezar a correr rumores muy deprisa sobre el chico Potter, como siempre. Se desplomó en el borde de una ventana, observando cómo la lluvia golpeaba con más fuerza contra el cristal. Era uno de los sonidos favoritos de Amora, pero esta noche no la reconfortaba.

—Deberías irte a la cama —la voz de Harry llegó desde detrás de ella.

La castaña se giró, más que sorprendida de verle allí. Estaba esperando a que volviera Cedric, pero Harry era suficiente por el momento. Amora se levantó del concreto elevado contra el que había estado apoyada, con una expresión solemne escrita en su rostro habitualmente brillante.

—No es cierto, ¿verdad? —le preguntó Amora—. Lo que dice todo el mundo.

Harry le envió una suave sonrisa y era la primera vez que sonreía desde que su nombre había sido escupido del Cáliz de Fuego.

—No parece que creas eso.

Las mejillas de Amora se encendieron al darse cuenta de que él había oído lo que ella les había dicho a los chicos de tercero. Se acomodó el pelo detrás de la oreja y suspiró con fuerza.

—Claro que no —habló Amora—. Después de lo que dijiste anoche en la biblioteca y de las caras de Hermione y Ron cuando el profesor Dumbledore dijo tu nombre... Sólo sé que se lo habrías dicho si hubieras ido y lo hubieras hecho tú mismo.

Harry se movió para sentarse y Amora volvió a sentarse a su lado.

—Gracias —exhaló el chico de ojos esmeralda—. Ni siquiera Ron me cree ahora.

—Ron entrará en razón —le prometió Amora, moviendo la mano para acariciarle la suya desde donde descansaba en el espacio que había entre ellos—. Es tu mejor amigo y te quiere. Probablemente sólo esté confundido y preocupado por ti.

Se hizo un pequeño silencio mientras el par permanecía allí sentado. Unas chicas de Hufflepuff de un año superior pasaron caminando y sonrieron a Amora. Amora las saludó con la mano, con su propia sonrisa en la cara, pero no pudo forzarla a mirarlas a los ojos. Tenía demasiadas cosas en su plato y sólo hacía una semana que había empezadon el año escolar.

—¿Y ? —preguntó Harry en voz baja.

—¿Yo qué? —Amora frunció el ceño.

—¿Estás preocupada por mí? —Sonaba asustado al preguntar.

—Sí —admitió Amora, sintiendo que el estómago se le llenaba de ansiedad—. Entre tú y Cedric, no sé a quién voy a apoyar —bromeó, tratando de aliviar la tensión y los nervios de Harry.

—Debería irme. El toque de queda es pronto.

—Verdad —Amora asintió con la cabeza, sabiendo que probablemente lo mejor para ella era esperar a Cedric en la sala común de todos modos—. Buenas noches, Harry. Intenta no estresarte y duerme bien.

—Gracias, Amora —susurró, y sus ojos verdes no se apartaron de su figura mientras ella se alejaba por el pasillo, hasta perderse de vista.

Amora sólo tuvo que esperar otros seis minutos antes de que Cedric entrara en la sala común de Hufflepuff, riendo con sus amigos. La expresión de su cara gritaba pura alegría... un enorme contraste con Harry, que parecía al borde de un ataque de nervios. Amora sintió una opresión en el pecho, una opresión que sabía que tendría que ignorar si quería apoyar a su primo.

—Cedric —llamó, corriendo hacia él.

—¡Entré! —le sonrió, agarrándola y atrayéndola hacia su pecho durante un momento o dos—. ¡Oficialmente soy un campeón del Torneo de los Tres Magos, Amora! ¿Te lo puedes creer? Un Hufflepuff... ¡campeón del Torneo de los Tres Magos!

De repente, Amora no quiso expresarle sus preocupaciones. Sabía que sería egoísta quitarle la emoción y recordarle lo aterrador que podía ser un torneo. En lugar de eso, esbozó una sonrisa y esperó que pareciera sincera.

—Me lo puedo creer, porque te lo mereces, Cedric —le prometió, y era la verdad—. El tío Amos se va a poner muy feliz.

La cara de Cedric se iluminó aún más.

—Lo estará, ¿verdad?

—Por supuesto —murmuró Amora antes de darse cuenta de que había una fila de otros Hufflepuffs esperando para hablar con su miembro más famoso—. Te dejaré con tu club de fans.

Cedric se rió y negó con la cabeza, revolviéndole el pelo con la mano. Amora fingió una mirada fulminante, pero sonrió al pasar junto a él, acariciándose el pelo. Miró por encima del hombro cuando empezó a dirigirse hacia los dormitorios de las chicas, encontrándose con el chico alto que abrazaba a una chica de su curso mientras otra persona le ponía la mano en el hombro y empezaba a corear su nombre.

—Hiciste lo correcto —Leon apareció de repente de la nada, haciéndola brincar—. Al apoyarlo, quiero decir. Eso es lo que necesita Cedric ahora mismo, y es todo lo que puedes ofrecerle.

Amora asintió, de acuerdo con él.

—Tienes razón. Probablemente estará bien, de todos modos. Incluso podría ganar.

—No sé, Harry Potter siempre parece salir airoso de todo —se encogió de hombros Hannah Abbott desde el otro lado de ellos, y sólo entonces Amora se dio cuenta de que la rubia había estado acechando.

Amora suspiró.

—En cualquier caso, Harry y Cedric son buenas personas. Si Krum ni Fleur ganan, se alegrarán el uno por el otro.


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