𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐬𝐞𝐢𝐬

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

────────────────────────
❛Las despedidas no son el final.❜
────────────────────────
Gianna Jaeger
────────────────────────

Deje de sentir aquel azote de la brisa golpeando mi cuerpo. Fue como si por un momento, me hubiera retenido en el aire, hasta estar recostada. Recibía una fuerte iluminación, una que me hacía sentir la pesadez en mis párpados, hasta que los obligaba abrir. Parpadeé varias veces, hasta darme cuenta que estaba recostada encima de un verdoso césped. Confundida me removí. Las mariposas paseaban, dirigiéndose al bosque frondoso que tenía enfrente. Mis manos acariciaron el césped, estaba fresco al igual que la brisa que removía mi cabello. Reconocía este lugar, reconocía este patio, mi patio. Dirigí mi mirada adelante, observando con detenimiento y asombro la cabaña. Me levante del suelo, sacudiendo mis manos y sintiendo mis ojos humedecidos. Mi corazón palpitaba rápidamente, soltando bocanadas leves de aire y más cuando visualicé a Eren caminar hacia mi. Llevaba esa camiseta verdosa pálida, con su chaqueta negra y su cabello recogido. Significa que todo eso que vi fue un sueño, un largo sueño del que por fin logré despertar, pero no dejaba de sentirme vacía.

—¿Por qué lloras?—me preguntó él preocupado, mientras que note su cabello amarrado.

—No lo recuerdo.—dije en un hilo, para limpiar mis lágrimas confundidas.—Me gusta ese peinado.—indique extendiendo mi mano para acariciar su mejilla, sintiendo una fuerte presión en mi pecho, algo faltaba, pero Eren aprovechó y beso mi mano.

—¿Qué sucede?—se cuestionó cuando noto un tipo de expresión desesperante en mi rostro, me distancié de él, mirándolo perdida.

—Esto ya pasó.—afirme, desconcertada mientras llevaba mi mano hasta mi cabeza, sintiendo una punzada en mi cabeza.—Se suponía que cargaba a Elian.—musité, viendo a Eren llevar sus manos hasta el interior de sus bolsillos.

—No podía eliminar tus memorias, así que las manipulé.—esclareció, mirándome con esos azulados verdosos ojos.—Hasta el resultado de tu elección.—afirmó.

—¿Qué elección?—le pregunté, él se giró para mirar el sol frente a nosotros, aquel que miré con asombro, se veía hermoso ese atardecer pintado como una obra.

—Tú elección de dejarme ir, fue la que liberó a Ymir de estar dos mil años en los caminos, sirviendo como una esclava.—respondió él.—Tanto tú cómo Mikasa le dieron a ella la paz que necesitaba.—añadió, mirándome de reojo cuando me coloqué aún lado de él.—El amor de Ymir le hizo olvidar que sus hijas la necesitaban, prefirió morir por proteger al rey, que vivir para guiar a sus hijas y es ahí donde tú le enseñaste que el amor de madre siempre será más puro que cualquier amor. La redimiste cuando decidiste seguir viviendo por Elian, al igual que Mikasa la redimió cuando decidió matarme.—tensa miré a Eren, esperando que lo hiciera.

—Si estás muerto, ¿por qué estás aquí?—le pregunté, viéndolo girarse para verme y su cálida mano se extendió hasta mi cabello.

—El titán fundador no tiene un tiempo esclarecido. El pasado, presente y futuro sucede en un momento. En estás memorias, no estoy muerto, pero se activarán cuando muera. Técnicamente, ya morí, solo que aún mi cuerpo no se ha ido por completo de la memoria hasta que se acabe y logres despertar de ella.—explico.

—Ese día estaba llorando porque ya me lo habías dicho. ¿No es así? Me preparaste para esto.—musité, viéndolo respirar hondo.

—El día de la conmemoración, después de que te fuiste, bese la mano de Historia y fue ahí que todo empezó.—contaba, mirando las aves en el cielo.—Mi cabeza no tenía un ciclo normal, era como si pudiera estar donde quisiera, sin tener que irme de donde estaba. Por eso logré hacer tantas cosas, impedir que tú murieras a cuenta de esa bala que fragmentó en Sasha, o decidir que Berthold no debía morir el día que rompió la muralla para guiar a ese titán hacia mi madre.—decía, con su voz en un hilo.

—Eren...

—Desde siempre me he guiado hasta aquí. No lo entendí hasta que pude verlo. Era el camino que debía recorrer sólo, para que ustedes pudieran seguir viviendo.—musitaba, bajando su cabeza para verme.

—¿Por qué no te quedaste conmigo?—le pregunté, con un nudo en mi garganta.—Dímelo, por favor.—pedí.

—No podía ignorar lo que sucedía y menos cuando Elian nació.—respondió.—Sabía que Ymir te retenía, con el propósito de que llegara hasta ella para poder cumplir con mi deseo. No solo te libere, también a ella y a los demás. Prometí un mundo sin titanes, desde que mi madre murió, prometí que los extinguiría y así hice.—añadió.—Ven.—estiró su mano hacia mi, mirándome detenidamente.

Mire su rostro, denotando cómo las marcas de transformación empezaban a esclarecerse por sus mejillas. La imagen de Eren en el interior de aquel titán me atormentó, haciéndome esa presión en el pecho que me dejaba sin aire por un momento. Él no lo notaba, pero eso no quitaba que pudiera sentir que intentaba de retroceder a la idea de despertar. Sus verdosos y azulados ojos continuaban mirándome, las imágenes de Eren en mi mente pasaron en varios parpadeos, mientras que él continuaba ahí, esperando que tomara su mano como la primera vez que lo hice hace nueve años atrás. Tome su mano, volviendo a sentir su calidez. Eren realmente estaba aquí, estaba conmigo. Camino conmigo, entrelazado de la mano y en un simple parpadeo, mis pies se remojaban en la tibia agua del mar. Estábamos a las orillas de Paradis, podía reconocerlo, aunque el puerto no estuviera, me era familiar de por si. Respire el aire fresco, viendo el oleaje llegar hasta mi. La mano de Eren no me sostenía y él, me observaba. Se veía exhausto, tan cansado que no le importaba reflejarlo, no había nadie más aquí que nosotros dos. Este lugar era hermoso, le daba paz, lo miraba en su semblante.

—Entonces, ¿decidiste cargar con el odio de la humanidad?—le pregunté, viéndolo asentir mientras se acercaba a mi, remojando sus pies en el mar.

—Hace tres años, conocí el mar por primera vez. Era como en los libros de Armin, pero no como creí que sería.—decía, mirando el oleaje.—Cuando supe que había gente fuera de las murallas, estaba decepcionado. Tanto, que no podía caminar de solo pensar en el odio abundante que había. Vivir encerrado no era un privilegio para mi.—afirmaba, mirándome.—Cuando crucé el mar, aprendí de la gente y sus ideologías, no creí que fuera tanto, hasta que te vi en el suelo con una bala en el costado y oía el desesperado llanto de Elian. Supe que si ignoraba mi destino, el odio algún día llegaría a ustedes cuando me fuera.—indicaba.

—Por eso te fuiste.—afirme.—Y nos enviaste a Paradis, no solo para que me uniera a tus amigos e intentáramos detenerte. Lo hiciste con el propósito de que nosotros fuéramos aliados de la humanidad y así ser respetados.—esclarecí, mirando al suelo, había una caracola allí, reluciente.—Te convertiste en un genocida en masa para que todos nosotros pudiéramos vivir. No solo sin titanes, sin el odio de la gente que habitaban fuera de las murallas. Lo hiciste por nosotros.—musité, sintiendo mis ojos humedecidos.—Sacrificaste tu libertad, aplastaste niños y civiles inocentes, para que la gente te odiara y pudiera ver a los salvadores de la Isla que detuvieron el retumbar.—levante mi mirada, viendo los humedecidos ojos de Eren.

—No me arrepiento.—esclareció, bajando la cabeza.—Lo único que me pesó, fue haberlos tenido que alejar de mi.—dijo.—No quise decir nada de lo que dije, lo menos que quería era lastimarte, pero te elegí a ti y te obligué a escoger el mundo. Lo lamento.—expresaba, sentido.

—Fuiste muy cruel con nosotros.—afirme, viendo nuestros pies.—Por un momento, creí que realmente no me amabas y que incluso, te resignabas en quedarte conmigo solo por acabar con todo.—expresé, levantando mi mirada cuando oí un sollozo de Eren, el cual me heló por completo.

—¡Lo más que quería era quedarme con ustedes!—sollozo sin aire, haciendo que mis lágrimas sobresalieran de mis ojos.—¡Tú y Elian, como en la cabaña, era lo único que quería!—afirmo cubriendo su rostro, para inclinarse en el suelo, en donde le acompañe, llevando mi mano a su espalda para acariciarlo.

—Volvamos Eren, despertemos de este sueño y vayamos a la cabaña. Cargaré con el odio de la humanidad contigo.—afirme, mirándolo mientras que mi ropa se humedecía con la suya con el oleaje que nos arrinconaba.

—Mate a muchas personas. Al ochenta por ciento de la humanidad.—abrí mis ojos grandemente.—No puedo volver. No deje nada, la tierra está casi plana.—dijo, levantando su mirada para mostrarme sus lágrimas.—Aún escuchó sus gritos. Me susurraran por toda la eternidad.—mordí mis labios, evitando no sollozar ante ver su dedo tembloroso señalar su oído.

—Eren, por favor no me abandones.—le pedí, mirándolo con detenimiento.—Todos nosotros venimos hasta aquí con la esperanza de volver a estar contigo.—murmuré con mis labios temblorosos.

—Todos podrán estar conmigo una última vez.—esclareció, mirando hacia un punto fijo que me hizo estremecer por completo.

—Todos ellos, están aquí... —murmure, viendo por fragmentos la imagen de Eren con cada uno de sus amigos, inclusive con mi padre y Elian.—Es cierto. La cabeza del titán fundador no tiene un tiempo esclarecido.—afirme asombrada, viendo una imagen de Eren con Armin, como si también estuvieran aquí.

—No pueden vernos, pero ya debemos irnos.—dijo, levantándose de la arena conmigo, mientras aún sostenía mi mano.

—Espera, solo espera.—le pedí, para mirar afligida cada una de las imágenes que yacían enfrente a nosotros.

Era como si la luz del sol nos mostrara las memorias en diferentes sintonías. Eren estaba ahí, estaba en todas partes. Lo veía con Jean, hablando de una manera sutil, como nunca. Igual con Connie, estrechaban su mano hasta darse un abrazo que se asemejó con la de Reiner. Todas las imágenes seguían ahí, tan presentes como si estuvieran sucediendo en este momento. Eren envolvía la bufanda rojiza en el cuello de Mikasa, ella estaba inclinada frente a él. Se veía diferente. Con su cabello corto cuando lo conocí, mientras que a mi derecha, Eren y mi padre yacían sentados. Estaban cabizbajos. Los miré hasta que las imágenes se fueron desvaneciendo, Eren ya se estaba despidiendo de ellos. La brisa fresca removía mi cabello, sintiendo la mano de Eren apretar la mía fuertemente cuando lo vi sentado en una ventana, con Elian. Lo abrazaba y olía, hasta besar sus mejillas. Mis lágrimas salieron cuando vi a Eren aferrar su frente en el pecho de nuestro hijo, para que no pudiera verlo llorar. Desconcertada giré mi cuerpo cuando ya no sentí la mano de Eren, viéndolo sentado en aquel banco de la cabaña. Habíamos vuelto, y las mariposas aún nos acompañaban.

—Ya es hora.—afirmó, levantando su mirada para hacerme ver su rostro, las marcas de transformación se notaban más que antes y sus ojos decaídos me miraban.

—¿No puedes quedarte un rato más?—le pregunté, mis labios temblaban nuevamente y respiraba para evitar sollozar, más cuando mi garganta se calentaba.

—Yo me quedare por aquí y te esperaré, lo prometo.—respondió, haciéndome bajar la cabeza para buscar el aire.—Cuando estés lista, te buscaré.—afirmó, haciéndome sollozar cuando me dio esa amarga afirmación.

—Gracias Eren. Gracias por convertirte en un genocida por nosotros.—dije, sollozando fuertemente.—Pero, no lo quiero. Por favor, deshazte de todo lo que hiciste.—le pedí, cerrando mis nudillos.—Y por favor, quédate con nosotros un poco más.—insistí, hasta que el cuerpo de Eren se arrodilló en el suelo, frente a mi.

—Si pudiera quedarme contigo para siempre, lo haría.—musitó, abrazándome fuertemente tan pronto beso mi mejilla y aferrándome a él con fuerza, negué.

—Entonces quédate.—pedí nuevamente, sintiendo su cuerpo frío, como si perdiera el calor.—Ven conmigo.—dije, separándome de él para ver sus lágrimas y la tristeza inexplicable en su mirada.—Eren.—llame, anonadada.

—Será en otra ocasión mi amor. En otra vida.—respondió, con sus ojos humedecidos para levantarse del suelo.

—¿A donde vas?—le pregunté, aún sentada en él verdoso césped, podía ver a Eren darme la espalda.

—Adiós Gianna.—dijo, haciéndome sentir una presión en mi pecho que provocó mi levantamiento del suelo.—No importa cuanto sigas avanzando, cuanto intentes negarlo, tengo que irme.—me decía, caminando con las manos en sus bolsillos mientras que di pasos cortos, deteniéndome en seco.

—Eren, por favor, no te vayas.—pedí estirando mi mano, y así él se detuvo en seco, mirándome de reojo.

—Eres lo más que amo en este mundo. Por favor, nunca te olvides de cuanto te amo Gianna.—musitó.—Y recuerda, cuando estes lista, solo vuelve aquí, mientras pueda, se feliz. Ama de nuevo.—recito.

—Eren, ¡Eren por favor no me dejes!—rogue, corriendo hacía él, pero el camino se hacía cada vez más largo.—¡No me dejes otra vez, Eren!—exclame, denegando en medio de la desesperación.—No puedo hacerlo sin ti.—añadí.

Lo miré afligida. Esperaba que se girara, que quizás pudiera mirarme una última vez y hacerme que jamás olvidara sus ojos tan bonitos. Por un momento me giré, cuando un ave traspasó por mi lado de manera brusca. Volví a mirar hacia donde estaba Eren, pero fue lo peor. Él ya no estaba ahí, las mariposas también se habían ido y la brisa fresca que nos hizo sentir consuelo se fue con él. Todo mi cuerpo sintió una pesadez, una que me hizo desvanecer, pero realmente nunca estuve despierta, todo esto siempre fue un largo sueño. Mis párpados se sentían pesados, podía sentir la fuerte iluminación opacarme y la calidez en mi mejilla aplastada contra el suelo. Parpadeé varias veces, hasta acostumbrarme a la luz del día. La bruma de vapor me hizo caer en cuenta de donde estaba. Quede sentada, para sentir mi pecho subir y bajar. Las lágrimas se enmarcaron en mi mejilla, como la brutal tristeza que me abrazaba hasta dejarme sin aire. Creí que estaba sola, hasta que oí un sollozo desgarrador perturbar mi oído. Ese día, simplemente ese día deseé no haber estado ahí. Desee no haberme tenido que girar para ver la imagen que me acompañaría siempre.

Todo mi cuerpo sintió mi corazón quebrarse en mil añicos que jamás volvería a sostener en mi. Lleve mi mano hasta el abdomen cuando todo se me revolcó y la presión en mi pecho me impidió hasta sollozar, justo en ese instante en que las manos de Armin sostenía la cabeza de Eren. Él sollozaba, sollozaba aferrando la cabeza de Eren contra su pecho mientras que Mikasa por igual la sostenía. Negué, negué tantas veces que solo baje mi cabeza para eliminar esa imagen que se quedó clavada en mi mente para siempre. Todo lo que creía bonito, toda la esperanza que tuve, se fue. Estaba aturdida, así que no podía sollozar. Mis lágrimas solo bajaban sin que tuviera que parpadear, todo esto se sentía de una manera que jamás sentí, era mi corazón roto que desbordaba todas las emociones que creí inexistentes hasta hoy. Cubrí mi boca, mi pecho se entrecortaba al igual que mi llanto silencioso. No pude decirle, Eren se fue sin escuchar cuanto la amaba. Me quede con las ganas y eso me pudriría. Quiero despertar, no quiero vivir en esta cruel mentira. No puedo hacerlo sin Eren, esto solo debe ser un sueño, un largo sueño.

—¿Ya lo recuerdan cierto? Cuando Eren vino a visitarnos.—se preguntó Mikasa, levantando su mirada para vernos.

—Si, lo oí. El resultado de sus elecciones.—afirmó él con una ronca voz, mientras que yo buscaba aún aire.

—Debo irme.—indicó Mikasa, levantándose del suelo y sosteniendo aquella cabeza que no podía mirar.—Si me quedo aquí, dudo que le den sepultura.—esclareció, para mirarme.—Y le prometí que traería a Elian devuelta. Tengo que... —se detuvo en una pausa, sosteniendo la cabeza temblorosa.—Tengo que cumplir con mi promesa.—afirmó.

—Llévalo a un lugar que pueda descansar tranquilo.—pidió Armin, levantándose del suelo para ver a Mikasa desabrochar sus equipos de maniobras tridimensionales.

—Eren, siempre le gustó tomar siestas ahí. Lo llevaré al árbol de la colina y luego, traeré a Elian.—indicó ella, mirándome, mientras que le asentí temblorosa.

—No puedo. No puedo.—dije, cuando quise levantarme a la vez que Armin lo hizo, deslumbrando toda mi tristeza.—No puedo.—repetí con mi voz rota y entrecortada, para sentir a Armin levantarme.

—Lo siento mucho Gianna.—me dijo Armin, sosteniéndome mientras que mi cuerpo continuaba temblando.

—No puedo verlo, por favor, solo llévalo contigo y protégelo, como siempre.—le pedí a Mikasa, sin poder mirarla.

—Gracias, Gianna.—musitó Mikasa, girándose para darme la espalda.—Gracias por dejarme hacerlo.—expresó, envolviendo la bufanda en la cabeza de Eren.

Ella continuó caminando en medio de la bruma. Aquella que levantaba a nuestros más queridos amigos. No pude moverme, ni siquiera aunque pudiera. No quería hacerlo, era como si todo de mi se fuera con él. Armin me impulsó a caminar, aún en este estado, tuvo la determinación de ir hacia el bullicio. Mientras caminaba, veía a personas que no estaban aquí. Personas que se habían ido para siempre, personas que nos habían estado observando todo este tiempo, pero mi cabeza solo retenía las imágenes de Eren. Camine sin Armin, él esperaba acompañarme, pero no podía hacerlo. Lleve la mano a mi abdomen y continué caminando con la pesadez. Era como si la voz de Eren siguiera en mi oído, como si el tacto de sus labios con el mío continuara mediante las imágenes de todas esas veces que lo vi cerca de mi. Limpié mis lágrimas, deteniéndome en seco en esa bruma para verlos. Armin también se detuvo y eso sólo significaba una cosa, él podía verlos también. Armin los veía. Ellos estaban ahí, en cada bruma. Marcel, Porco y mi querida madre. Ellos yacían ahí, mirándome con una grata sonrisa. Esto era lo que Eren nos había regalado, las memorias.

Dirigí mi mirada a la muñeca de Marcel, viendo su cinta azulada. Cuando la lleve hasta mi muñeca, la cinta que mi pequeño hermano me había dado estaba aún conmigo. Volví a mirar y en el desvanecimiento de la bruma, vi a Porco con ella. No sabía cómo era posible, pero lo era. Se habían ido en paz conmigo, para darme otra imagen que me hizo tensar. Berthold levantaba su mano, haciéndome verlo. Solté un leve sollozo de alivio cuando lo vi sonreírme, él estaba en paz conmigo y por fin, por fin las pesadillas donde veía su rostro lloroso desaparecerían para siempre. Esperaba que Reiner pudiera ver esto, que quizás se redimiera como yo en esta secuencia tan amarga y a la vez, grata. Seguí caminando, buscando un consuelo que detuviera la quemazón en todo mi cuerpo, pero mientras más caminaba, más los añicos de mi corazón se quebraban. Armin me llamaba, pero no podía continuar. Frente a mi yacía aquella mujer. Era alta, de cabello rubio y ojos azulados. Parecía ser un reflejo de lo que me había convertido. Era Ymir. Ella yacía enfrente de mi, mirándome detenidamente.

—Gracias por guiarme hasta aquí, Ymir.—murmuré, viendo sus ojos humedecidos.—Ya se como amar. Y es por cómo tú amaste, por tu amor puedo estar aquí y darlo. Eso no te redimirá de tus decisiones pasadas, pero si puedes volver a una vida con libertad.—añadí, para ver la bruma envolverla.—Es lo que Eren quería.—añadí para verla levantar su dedo, señalando algún punto fijo detrás de mi.

Mi cabello se removía, mientras veía la imagen de esa mujer presentarse ante mi. Ella sonreía, pero fue un escalofrío, porque a diferencia de Ymir, esta mujer era un reflejo de mi misma. Y ahí entendí, era mi verdadera madre la que me veía. Entendí que Ymir no la señalaba para que la viera, si no para que entendiera que fue por el amor de madre que me tuvo la mía, que hizo que Ymir me eligiera para amar como ellas lo hicieron. Me fui acercando. Tenía pecas en sus mejillas, tenía una hermosa sonrisa que calmaría la tormenta de cualquier persona, pero fue cuando estire mi mano para tocarla que su imagen desvaneció para hacerme ver como aquel hombre yacía sentado en aquella piedra. Era la primera vez que veía las lágrimas bajar por su mejilla, era la primera vez que veía al soldado más fuerte de la historia estar derivado en la calma de una tristeza acogedora que se envolvía con armonía. Él me miró detenidamente, haciéndome ver como todos aquellos que lo acompañaron yacían ahí. Tanto Erwin, como Hange nos veían, pero ya no tenía fuerzas y decidí caer arrodillada frente a él.

—Se acabó.—indicó mi padre, llevando su mano hasta mi mejilla, la cual acarició suavemente con esa calidez que necesitaba.

—Se fue, papá.—musité, con un nudo en mi garganta que se desataba por completo.—¡Eren se fue para siempre!—afirme, llevando mis manos hasta mis ojos para cubrirlos.

En una fuerte impotencia, deje que se sollozo escapara de una manera entrecortada para dejarle al mundo aquel dolor estruendoso en mi interior. Grite desconsolada, tan desconsolada que mi cuerpo cayó encima del de mi querido padre. Ni siquiera él era capaz de calmar un dolor así de grande, pero fue con él que pude soltarlo. Mi cabeza cayó en su pecho, mientras que mis lágrimas en su pantalón al igual que mi saliva. No podía respirar, no podía contenerme. Perdí a Eren. Perdí Eren para siempre y eso no podría revertirlo, se fue, Eren se había ido y me dolía. Todo en mi interior se quemaba al procesar, procesar la idea de que todo esto acabó. Seguí gritando y sollozando, jamás me habían visto así y por eso podía entender el asombro. Siempre fui fuerte, incluso cuando supe que Eren debía morir, pero era porque creía que habría una esperanza como siempre. Todo mi mundo se detuvo, en cada imagen de Eren donde me sonreía y en cada vez que de manera impulsiva hablaba creyendo tener la razón. Deseaba congelar esos momentos, porque llegaría el día donde ni siquiera sería capaz de recordar su voz y eso a penas me atormentaba.

Todos se arrodillaron aún lado de mi. Era como si entendieran lo que sentía, el vacío que no se podría llenar con nada, ni siquiera sanar. Levante mi mirada, viendo a Falco mirarme detenidamente. Connie tenía su mano en mi espalda mientras que Jean se apoyaba en él. Los brazos de Falco me abrazaron, para así Connie y Jean proceder. Veía detenidamente el grisáceo ojo de mi padre mirarme, aquel humedecido que aún brotaba lágrimas. Llevo su mano hasta mi hombro, apretándolo fuertemente. Abracé a Falco, lo abracé fuertemente en busca de consuelo. Oía más pisadas, pero no busque a nadie más aunque Annie y Armin se inclinaran cada extremo de mi lado. Al igual que Reiner y Pieck, se quedaron arrodillados y cabizbajo. Esto era lo que siempre quiso Eren, que el ciclo interminable de odio acabara con nosotros trayendo la esperanza. Respire hondo, mirando el cielo. Fue mi elección estar aquí hoy, porque amaba la vida que tendría aún lado de las personas que se acercaron, aquellas que también perdieron a Eren para siempre. Eren, tú nos salvaste, pero jamás me podré perdonar el haber escogido al mundo antes que a ti.

❝Porque tú nos escogiste a nosotros antes de escoger al mundo. Por favor Eren, perdóname...❞

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro