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Tú.

Ethan Martínez.

Mis manos temblaban, mostrando el rastro de la sangre que hoy se había derramado. Estaba parado frente a esos portones, cargando aquel cuerpo tapado, aquel cuerpo de quien murió hoy defendiendo una vida. Detrás de mi, la líder de la comunidad abrigaba a aquel hombre a quien tanto buscábamos, y qué por fin, habíamos encontrado. Eugene repleto de tierra, repleto de miedo dejaba ver su cuerpo temblando y como estaba aturdido ante lo que había vivido hoy en el bosque. Me sentía cansado, me sentía frustrado ante lo que había pasado. Un día largo, con una noche espantosa. Esperaba con ansias que abrieran esos portones, que nos dejaran entrar, quería descansar y olvidar todo de hoy. Me sentía tenso, sentía la mirada de Daryl Dixon en mi mientras que él sostenía el cuerpo con mi ayuda, fue ahí que los portones fueron abiertos dejando ver algunos residentes que siempre nos recibían para saber nuevas noticias. Empecé a caminar, me sentía pesado, el cansancio me carcomía. Llevaba el cuerpo, llevaba sus piernas y Daryl sus brazos.

Mientras que Michonne, entró con los demás pero le dio más consentimiento a lo que le sucedía a Eugene, lo respetaba. Bajé con cuidado aquel cuerpo, a quien no conocía del todo bien, parecía un buen tipo. Observé mi ropa llena de sangre, observé mis manos. Veía a todos del equipo de búsqueda algo aturdidos, algo asustados. La noche había sido pesada, la presencia de los murmullos nos habían atemorizado. Eran sigilosos, la noche los hacía más fuertes, los Susurradores nos habían acorralado de la peor forma. No sabía cómo había salido vivo de ahí, no sabía cómo pude enfrentarlos con lo tenso que me sentí. No dejaba de mirar aquel cuerpo tapado, no dejaba de ver cómo Aarón lo miraba con tristeza, siempre había costo, no importa lo que fuese, siempre había algo que perdíamos. Veía su frustración, su tristeza, mientras que llegaban algunos del área de seguridad a ver qué sucedía. Daryl Dixon era quien les comentaba la situación, de manera sigilosa.

Más allá de los portones, pude ver algunas siluetas conocidas. Los murmullos se empezaban a escuchar, las preguntas de qué había sucedido hoy. Lo único que había de bueno en esto, era que habíamos recuperado con vida a Eugene, pero habíamos perdido la de Jesús. No sabía quién era con exactitud, ni siquiera tuve el tiempo de conocerlo o agradecerle por haber dado su mano para ayudar, pero era tarde. Pude visualizarlos, pude visualizar aquellos pequeños mirar la escena tan pesada. Veía en ellos la curiosidad de saber qué pasó, también en él, en Michael quien caminaba con Caleb y Alanna, pero a su paso más atrás, Aliana. Aquella chica, sabía lo que pasaba con tal solo mirar a lo lejos, pude ver cómo tomó acción en que sus hijos y mi sobrino, fueran a la casa donde residimos. Pude verla a ella, pude ver a Jayden con ansias de ver qué sucedía, de cesar su curiosidad, lo veía en sus ojos.

—Ve a casa niño, descansa.—Daryl Dixon se dirigió a mi, mientras que este presentaba el cansancio de la noche. Todos estábamos aturdidos, aunque podía ver cómo Aliana se acercaba, venía con prisa aún teniendo su bastón y aún lado de ella, Jayden.

—¿Qué pasó?—pregunto el barón que llegó a su lado, sus verdosos ojos me evadían, debía estar enfadad por lo que había pasado hoy.—Mierda, no quiero que me digan que es Eugene.—comentó Jayden pero este, sin sensibilidad y sin percatarse de un Aarón abatido en sus sentimiento, Jayden tan solo alzo la sabana y mostró a un Jesús pálido, lleno de sangre.

—Por Dios, no.—pude ver cómo ella tapó su rostro, cómo Aliana pareció aturdirse ante eso y con suma rapidez, Jayden tapó el cuerpo. Lo tapó y miro cómo Aliana pareció perder respiración.—No puede ser... —susurro ella, girándose y queriendo irse, pero justo así, lo hizo sin si quiera mirarme. Pude ver cómo Jayden al igual que los demás, la miraron yéndose, yéndose aturdida ante lo que vio.

—¿Qué carajos pasó?—pregunto Jayden, viéndose algo afectado, mientras que Aarón se sentó aún lado de su amigo, quien pareció ser apreciado.

—Tenemos una nueva amenaza, después de años de tranquilidad, estamos en apuros.—le respondió Michonne Grimes, quien se acercó a la escena y mostraba furia, ella no dejaba ver su miedo.—Nos atacaron, los Susurradores. No vamos a hablar de esto con los residentes, ahórrenselo. No podemos alarmar a nadie. Mañana a primera hora, un pequeño grupo se llevará a Jesús y lo entregará a Hilltop. Le informarán a Tara lo que sucedió, luego, se dirigirán al Reino y avisarán lo que suceden. Pero mañana lo planearé, no tengo mente, quiero descansar.—veía a Michonne cansada, mostrando una postura fuerte, todos intentábamos estar en ese mismo semblante.

—¿Y Eugene?—pregunto Jayden, viendo en su rostro la preocupación.—¿Esta vivo?—pregunto, Michonne le asintió y este pareció alíviense.

—Está en la enfermería. Siddiq lo revisará, pero terminará sedándolo.—le comentó ella, mientras que esta se arrodillado aún lado de Aarón pero antes, dirigió su mirada en mi.—Ve a tu casa, Aliana querrá saber qué pasó.—me pidió, asentí, asentí algo cansado y me despedí de forma amable.

Sentía pena, pena en ver a Aarón en ese estado. Desde que llegue, él mostraba ser algo pasivo y amable, me caía bien y no dudaría en entablar mi confianza en él. Veía su tristeza, veía cómo estaba dolido por una perdida que presenció. Me aleje, me aleje caminando y en silencio. Viendo algunos residentes pasar por mi lado, mirarme extrañados, viendo mi ropa ensangrentada y incluso a mi. Caminaba con prisa, con ansias de llegar a aquel hogar donde sentía paz de tanto solo entrar. Escuchar esas risas, sentir el cariño de esos niños, era recordar a Michael cuando nació o imaginar cómo hubiese sido criar a mi propio de bebé. Pero estos niños eran diferentes, estos niños me reflejaban un sentimiento extraño, un sentimiento de amor que nunca había sentido que me atraía curiosidad a ella, a su madre. Estaba frente a la puerta de aquella casa, con ansias de entrar pero ver mi estado, no quería que ellos me vieran así. Los escuché, escuché sus murmullos y escuchaba cómo hablaban, cómo hablaban con Michael. Me senté en aquella baranda del balcón, quitándome mi chaqueta y poniéndola aún lado de mi, sintiendo el frío; el mismo que sentí hoy, un frío lleno de miedo.

Ellos, se mezclaban con los caminantes, no sabía cual era cuál y el miedo de que algún me mordiera, o de que me enterrara un cuchillo era real. Tenía de miedo de morir, un miedo que había perdido hace mucho cuando me tocó ver a Caroline cubierta de sangre y su cuello ensangrentado, sus hombros, ella tenía su piel desgarrada en cada parte de su cuerpo. Desde ese día, el miedo de morir se había ido pero ahora algo me retenía a mantenerme con vida y quizás, fue ese grito que alarmó mi corazón que me hizo entender por qué no quería morir. Me levante de la baranda, abriendo la puerta de la casa con brusquedad y viendo cómo aquellos pequeños corrían subiendo las escaleras, ante los gritos de su madre. Michael de igual forma se quedó perplejo sin entender, no tarde en subir las escaleras de solo dos pisadas y ver aquellos niños temblar, intentando abrir la puerta cerrada del cuarto de su madre. No supe qué hacer hasta que vi a Caleb entrar en pánico, tanto que parecía hiperventilar. Mi corazón se estremecía, la noche aún no se acababa. Y los gritos de Aliana, sus gritos me erizaban por completo, parecía estar restregándose de dolor, lloraba.

—¡Caleb, escucha, mamá estará bien!—me arrodille delante de aquel pequeño, quien empezó a llorar y empezó a faltarle el aire, su pecho subía y bajaba.—Debes ser valiente, debes buscar el aire con cuidado. Mamá está asustada pero tú debes demostrarle que eres fuerte, como tu papá.—acaricie sus hombros, intentando de que se calmara, no tenía frutos pues veía a Alanna desesperada en abrirle la puerta de la habitación de su mamá.—Alanna, escucha. Ven, tu mamá tiene miedo pero tú debes ayudarme a ayudarla, así que vas a calmar a Caleb y irás a buscar a Michonne con Michael.—le pedía a ella, viendo sus ojos llorosos pero como estaba más calmada.

—¡Ella no hacía esto hace mucho!—sollozaba Alanna, llegando a mi lado asustada mientras que Michael se colocó atrás de ellos pero mi sobrino copió mis acciones y cogió a Caleb en sus brazos intentando de calmar el llanto de aquel pequeño niño.

—Por favor, ayuda a tu mamá, por favor sigue mis ordenes.—le pedí a Alanna, mire a mi sobrino y le alenté a salir de la casa. Empecé a golpear la puerta, a golpearla esperando romper el cerrojo y que se abriera.—¡Aliana, voy entrar!—dije algo agitado pero cuando golpee la puerta, se había abierto. Pude ver su cuerpo, pude ver a Aliana en el suelo tirada con las sábanas, cómo estaba desespera y como lloraba, sollozaba altamente.—Oye, oye.—le susurré, tirándome al suelo a su lado, viendo cómo ella parecía aturdida, incluso me golpeó, me alejaba.

—¡No!—gritaba, gritaba fuertemente y no entendía que sucedía con ella, no tarde en intentar de alzarla para llevarla a la cama pero me rechazó, me empujaba.—¡No pude salvarlo, no pude!—sus lágrimas se desprendían de sus ojos, veía como su cuerpo temblaba pero yo tan solo apreté su cuerpo con fuerza y la alce su cuerpo, mientras que sus sollozos se hacían más elevados.—¡No pude, no pude, no pude!—la coloqué en la cama pero ella apretaba su cuerpo con el mío, no quería soltarme pero yo tampoco a ella.

—Aliana, por favor, escúchame.—le pedía, sosteniendo su rostro y viendo cómo sus ojos miraban a todos lados.—Tus hijo están asustados, debes calmarte. Solo ha sido una mala noche, que sus ojos se reflejen en tu mente y sean tu calma.—veía su cuerpo tensarse como sus músculos se relajaban pero como ella me miraba fijamente, esta chica rota por dentro y traía tristeza en su corazón.—Por favor, por favor. Debes tranquilizarte.—le pedía, llevando su cuerpo al mío, percatándome que su ropa se llenaba de la sangre que estaba en mi camisa.

—Lo deje morir, lo dejé morir... —sollozaba en mi pecho, mientras que acariciaba su espalda. Sintiendo como lloraba pero no entendía, no entendía que sucedía pero había llegado un alivio, podía ver a Michonne frente al margen de la puerta observándome y observando a su niña adorada, a su lado, Jayden.

—Ven, todo esta bien. Estoy aquí.—no tarde en soltar con cuidado a Aliana, sintiendo como era Michonne quien la sostenía, quien la acariciaba.—Yo la tengo, estará bien.—me dijo ella, mientras que pase por la puerta del margen, junto a Jayden. Ambos bajando las escaleras, observando en aquel sofá a Michael.

—¿Y los niños?—pregunté preocupado, viendo a mi sobrina estar bastante tranquilo ante la situación que estaba sucediendo, lo admiraba.

—Los deje en la casa de Michonne, Jayden estaba cerca así que le pedí que viniera.—me explico él, acostándose en el sofá mientras que Jayden se sentaba en el de al frente, se veía cansado.—Que noche.—murmuró, asentí.

—¿Caleb sufre de asma?—pregunté, cruzándome de brazos y observando a Jayden, quien me miro y asintió.

—Lo calmaste bien, parecía tranquilo. A cómo ha reaccionado las veces anteriores.—mire fijamente a Jayden, confundido y esperando a que me explicara, estaba ajeno a la situación.—No debí alzar la sabana que cubría a Jesús, quizás así no la hubiese perturbado. No es la primera vez que actúa así, Aliana sufrió pérdidas que la traumaron y le hicieron pensar que fue su culpa, que pudo haber hecho más.—continuaba viendo a Jayden, viendo cómo este me explicaba de una forma coherente y entendible.—Aliana se traumo por la muerte de Carl, verlo morir la perturbó. También presenció la muerte de su hermano Nathan y la del padre de Carl, Rick. La hizo sentir culpable, cuando ve un muerto, no puede controlarse. No importa si los niños están, ella solo se va en blanco.—continuó comentando, desviando la mirada y acostándose nuevamente en el sofá, mientras que por los escalones se escucharon las pisadas de Michonne.

—Caleb, no se desarrolló muy bien durante el embarazo, eso quizás explique su falta de aire en los pulmones. No es la primera vez que Aliana tiene estas crisis, la última fue hace mucho pero Caleb reaccionó de esa forma y créeme, peor. Te agradezco por ayudarlo a calmarlo y por ayudar a que Aliana también reaccionara. Las últimas veces debimos sedarla.—Michonne llegó a mi lado, dándome los agradecimientos de ayudar.—Los niños se quedarán conmigo, mañana en la mañana los traeré. Intentan descansar, haré una reunión más tarde mañana, hablaremos de lo qué pasó. Vamos Jayden.—ambos se despidieron de mi, y de Michael, quien no tardó en levantarse del sofá.

—Antes de que te vayas, fui a ver a Connor. Estará bien.—le dije a mi sobrino, viendo en él un poco de tranquilidad.—Descansa.—le dije.

Este me sonrió, despidiéndose. No tarde en irme detrás de él, subiendo las escaleras y deseando saber en qué estado estaba aquella chica. La puerta del cuarto de Michael se cerró de forma delicada, mientras que me coloqué en el margen de la puerta abierta del cuarto de Aliana y ella no estaba ahí. La luz del cuarto del baño alumbraba la habitación, dejándome ver su ropa tirada en el suelo. Me adentré a la habitación, cerrando su puerta con delicadeza y asomándome en el margen de la puerta del baño. La ducha estaba encendida, dejándome oír como las gotas de agua caían en el suelo de aquella bañera. Lleve mis manos a mi camiseta, sacándola de mi cuerpo y quitándome mis zapatos con cuidado. No tarde en acomodarlos en una esquina, mientras que bajaba de mis pies mis últimas prendas. Empecé a caminar, de una manera lenta. Me sentía atrevido por lo que haría pero quería hacerlo, quería volver a hacerlo. Yo quería volver a sentir que ella, era mía.

Me acerqué a la cortina, sintiendo mi respiración entrecortarse un poco, me sentía nervioso. Estire la cortina, dejándome ver su cuerpo, dejándome verla parada debajo de la regadera y como las gotas de agua la mojaban por completo. No tarde en adentrarme, no tarde en acercarme con cuidado a ella. Mis manos rozaron su espalda, mientras que acerque mi cabeza al hueco de su cuello. Las gotas de agua también me humedecían, mientras que mis labios le dieron cálidos besos a su cuello, llevando a su hombro con cuidado. Aliana se giró mostrándome su rostro. Como las lagrimas se mezclaban con las gotas de agua, como sus ojos me veían fijamente y esos labios carnosos me atraían. Ella se acercó a mi, llevando sus manos a mi pecho y acariciándome. No tarde en llevar aquel jabón por todo su cuerpo, limpiándola y tocándola, sintiendo como sus músculos se tensaban. Hizo lo mismo conmigo, manteniéndonos cerca. Pero sus labios al igual que los míos, no aguantaron más y nos perdimos en un apasionado beso. Sintiendo como su cuerpo y el mío, se acercaban. Sintiéndola y ella sintiéndome a mi.

—Hazlo, otra vez, sin cesar.—su voz, su voz tan provocativa me dio la autorización de tocarla, de hacerla mía una y otra vez, aunque en el fondo, ella no lo fuera al menos yo sentía que si.

—Sin dudarlo.—le dije, con una voz ronca ante la excitado que me sentía. No tarde en con cuidado, llevarla a la pared y besar nuevamente sus labios, era lo más que quería hacer, besarla una y otra vez.

Lleve mis manos a sus muslos, alzando su cuerpo y sintiendo como ella los enredó en mis caderas. Rozando su parte íntima con la mía, creando que hiciera un gruñido. Era provocativa, ambos éramos atrevidos. Ella me miraba fijamente, cautivando sus ojos en los míos y perdiéndome en ellos. Mientras que continuábamos besándonos. Sentía la ss sanción de hacerlo, de introducirme dentro de ella pero quería disfrutarla más. Quería hacerla mía por completo. Me detuve un instante, mirándola a los ojos. Viendo cómo me miraba, viendo sus labios entre abiertos. Ella era algo diferente, ella me hacía sentir diferente pero no era nada más que esto. Se aferraba más a mi, acercándome más con sus muslos enredados en mis caderas. Veía sus mejillas sonrojadas y no tarde en simplemente introducir mi miembro en su parte íntima. Viendo cómo ella continuó con sus ojos abiertos, mientras que la embestía con cuidado.

Veía como ella quería besarme pero no sé lo permití. Vi como mordió sus labios en cuanto empecé a embestirla con cuidado, viendo cómo sus ojos se mantenían abiertos pero yo quería escucharla. Sonreí de lado, viendo cómo ella parecía cohibirse a gemir pero no le bastó cuando continue a un ritmo acelerado viendo cómo abrió su boca y continuó gimiendo. No me bastaba, quería más. Con cuidado ante el suelo resbaloso, continue con Aliana encima de mi, sacándola de la ducha. Sentía como ella se aferraba a mi, ella me abrazaba era lo que hacía. Con cuidado la puse en su cama, observando cómo ella aún estaba aferrada a mí en un abrazo. Me distancie, besándola y sintiendo como me acariciaba pero de un instante vi como ella me alejo de su cuerpo. Sorprendido, vi como aquella mujer se colocó encima de mi, mirándome y mordiendo sus labios. Sonreí, sonreí sintiéndome curioso en saber lo que haría, o en saber cómo se sentiría lo que ella haría.

Vi cómo Aliana introdujo mi miembro en ella llena de atrevimiento, viendo cómo amarró su cabello en una coleta. Esto sería algo rudo. Sentía placer, sentía como disfrutaba el que Aliana moviera sus caderas encima de mi y con una forma lenta. Quería besarla, pero ella me alejaba de sus labios cuando intentaba incorporarme. Veía sus labios entre abiertos, cómo dejaba salir aquellos suspiros mientras que yo llevaba mis manos a sus muslos y veía como ella disfrutaba tener el control. No tarde en incorporarme en sentarme, y ver cómo ella alzaba sus caderas, bajándolas y así sucesivamente. Sus gemidos se mezclaban con mis gruñidos, mientras que yo, la acosté debajo de mi y continue embistiéndola con rapidez, con una brutalidad que veía que ella adoraba ante sus gemidos. Ante ver cómo enredaba sus piernas en mis caderas y me empujaba a que continuara. Ella arqueaba su espalda, mientras que mordía sus labios para que no se escaparan sus gemidos pero provocaba que así fuera. Apretaba sus manos contra las sábanas, impidiéndole que se levantara y moviendo mis caderas al ritmo de mis embestidas.

Sentía el placer, sentía como ella lo disfrutaba como aquellas emociones que no la dejaban en paz, se convertía en algo más. Sentía el calor en mi, cómo pasaron los minutos con rapidez y como ambos terminamos exhaustos. Su cuerpo estaba aún lado de mi, veía como estaba recostada a mi lado y aferrándose a mi cuerpo desnudo, al igual que el de ella. Acariciaba su espalda, mientras que veía como sus ojos estaban cerrados. Veía la tranquilidad en ella y el cuerpo hecho un desastre. Pero era ella, era ella quien desde que la conocí enloqueció mis emociones. Esta chica, era diferente. Aliana. Incluso su nombre era diferente, era único, era ella. Misteriosa, rota por dentro pero ella aún así tenía algo, tenía una gran esperanza en que todo mejoraría. Tenía la salvación de sus hijos, pero más allá, tenía la unidad de un equipo. Ella se incorporó a mi lado, abriendo sus ojos y sentándose, mientras que sus sábanas cubrían su cuerpo. Ella tenía su cabello suelto, algo despeinado y pude ver cómo ella cubría su rostro, veía frustración en ella al ver cómo respiraba gruesamente. No tarde en incorporarme, sentándome y quedándome a su lado.

—Te escuche calmar a Caleb... —me suspiro en un tono de tristeza, su rostro se giró, mirándome fijamente con sus ojos verdosos.—Gracias.—le asentí ante su agradecimiento, viendo cómo ella dejaba ver una tierna sonrisa.

—Quiero protegerlos, y espero que me permitas hacerlo.—le dije con total honestidad, sus hijos eran unos niños extraordinarios.—No importa lo que pase, siempre los protegeré.—le hablaba, viendo cómo ella se acercaba a mi.

—¿Por qué?—me pregunto, mirándome.—¿Por qué nos ayudas, por qué me ayudas?—volvió a preguntarme, mientras que me quedé en silencio sin saber que responder. Simplemente me acerque a ella, y sentí como unimos nuestras frentes. No tenía respuesta.—¿A que estamos jugando?—nuevamente me quedé en silencio, sin respuesta, viendo cómo ella desvió su mirada. Miraba algún punto fijo.

—No lo sé.—le respondí, girando mi mirada y viendo el punto fijo que ella miraba, viendo aquel cuadro con una fotografía donde la mostraba a ella más joven pero estaba él.—No tengo la mínima idea... —volví a susurrar, viendo aquel fotografía, viendo en ella una felicidad inexplicable que jamás había visto.

—No pude salvarlo, no pude hacerlo.—me dijo, dejé de mirar la fotografía para observar cómo ella estaba cabizbaja.—Cada vez que pienso en eso, una gran impotencia se apodera de mi. Se que pude haberlo salvado, ese día pude haber tomado muchas decisiones que pudieron causar que estuviese vivo pero las cosas, solo pasan.—me susurro, mientras que ella se volvió acostar en la cama.—Solo quiero despertar en la mañana y encontrarte aquí, como nunca pude encontrarlo más a él.—me quedé mirándola, sin saber que responder.

—No quieras acostumbrarte a esto.—le comenté, ella giró su cuerpo, dándome su espalda y sintiendo su tristeza.—Por favor, no quieras.—le pedí, acostándome a su lado y llevando mis brazos a su cuerpo, atrayéndola a ti.—No quiero que me quieras, por favor, no lo hagas.—veía sus lágrimas salir de sus ojos, y yo me sentía impotente, no podía volver a amar a alguien y ella tampoco.

—Tú no te enamores de mi.—sus lagrimas se escurrían por sus ojos mientras que los cerró, suspiró y apretó mis manos con las suyas.

Me sentí extrañado ante este sentimiento, ante la impotencia de no volver a amar, de temer a amar y que vuelva a llegar tarde. Ambos compartíamos un mismo sentimiento, el sentimiento de la impotencia por no salvar a quien amamos, a quien nos amo pero a diferencia de ella, yo nunca ame a Caroline; la protegía, el cariño era real pero el amor no era tan potente. Era difícil explicar, ella me consolaba por la ausencia de mi hermano Caleb y la confusión de atracción estuvo, compartir que ambos tendríamos un bebé era un alivio y el día en que los perdí, sentí que le había fallado a mi hermano. A pesar de todo, era la mujer que amaba y siempre me pidió hasta su último día, que la cuidara. Estar aquí en esta posición con ella, con Aliana me hacía sentir que quizás nunca la protegería a tiempo. Sus manos me apretaban, sentía la calidez de su cuerpo que me hacía desear no despegarme y continuar marcando un territorio ajeno. Su dolor, era entendible. Ella tenía miedo de amar, yo tenía miedo de perder a alguien nuevamente.

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