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El adiós más doloroso.

Mi mundo estaba oscuro, mi mundo volvía a perder el brillo. Mis ganas de levantarme de la cama se habían ido ante la tragedia que nos arropó, los días se tornarían grises y mi sol, mi sol jamás volvería a brillar. Una nueva estrella había llegado al cielo de manera fugaz, de manera injusta y dolorosa. La impotencia, la rabia y la sed de venganza recorría mi sangre mientras mis lagrimas se esparcían por mi rostro. La realidad alterna de que esto no había pasado se veía borrosa, se veía distante a lo que realmente estaba pasando. Mi corazón se encontraba vacío, se encontraba roto y no quería aferrarme a la idea de que Natasha se había ido de mi mundo. De que la persona que me cuido, que me ayudo a crecer y quien me amo de manera infinita, ya no estaba. Mis hermanos, había perdido a mis hermanos en un abrir y cerrar de ojos, ahora, estaba sola. La arrogancia, el sentimiento de odio en mi corazón causó estas pérdidas.

Mis manos habían provocado la propia muerte a sangre fría de mi hermano, una muerte de la cual no hablo pero sufro en silencio por el gran cargo que sostengo en mi interior. Me veía como un monstruo, un monstruo que no tendría salvación. El varón a quien ame por primera vez había sido él, Nathan, mi hermano pero él ya no estaba y ahora, mi hermana tampoco. Que dolor, tenía un gran dolor en mi pecho y en mi corazón saber que estaba sola en este mundo sin su apoyo, saber que había perdido una gran parte de mi. Quería gritar, quería llorar y continuar así, aunque eso no cambiara nada. No quería imaginar cómo fue el último aliento de mi hermana, cómo fue su dolor y el miedo que tenía de no volver a ver a Noah, de no volver a decirle a Daryl que lo amaba sin importar qué. Debí haberme ido detrás de ella cuando se fue, debí haberla detenido o ser yo quien debía marcharse, fui una cobarde que no quiso enfrentar las consecuencias y ser juzgada ante mi hermana mayor, ante la mujer que me ayudó a criar a mis hijos. La mujer que nunca me abandonó, que me amo, que me protegió y estuvo ahí cada noche de llanto en que no podía ser consolada por la muerte de Carl.

Alce mi mirada ante sentir como una mano acaricio mi espalda, evadí los claros ojos de Ethan Martínez quien se encontraba a mi lado. Alrededor de nosotros, habían muchos residentes vestidos de negro ante la pérdida que socorrió a la gente de Hilltop y del Reino, de Alexandria. Todos estábamos parados frente aquella tarima, donde se dirían palabras en honor a los que perdimos. Estaba cabizbaja, mirando simplemente mis pies y los de mis hijos, entristecidos y teniendo conocimiento de lo que sucedía, se aferraban a mi. Todos teníamos un hueco, un hueco que no podía llenarse. Con mi mirada, capture a Michonne y Judith, ambas mirándome, a su lado Carol y Ezekiel, cabizbajo y dolidos ante la muerte de Henry. Rosita y Gabriel, junto a Eugene, sufriendo en silencio a Tara. Y aquel joven, ex salvador, Alden; sufriendo a su amada, Enid. Un silencio inundó el lugar cuando vimos aquel hombre pararse en la tarima con un gran cenando en su cabeza y con un aspecto desastroso.

—Buenos días. Hoy estamos aquí para honrar a quienes perdimos.—Siddiq mostraba un semblante de fuerza, mirando a cada persona que esperaba sus palabras de aliento.—Nos dieron una entrada para actuar. Pelearon, se defendieron. Ayudaron a pelear.—mis lagrimas bajaban por mis mejillas ante las palabras que Siddiq nos transmitía, mientras que mis hijos estaban abrazados a mis piernas, escuchando atentos.—Estaba ahí con los otros, vi todo. Se suponía que muriera con ellos. Estaba listo para morir, entonces Alfa susurró en mi oído, "cuéntales". Algo me golpeo y todo se fue en negro. Cuando desperté, estaba solo. Lo qué pasó fue maligno. Creo que me dejo vivo para que le contará a ustedes lo maligno que fue. Lo hizo para que los asustara y nos separáramos otra vez, es lo que ella quiere.—todos miraban atentamente como este hombre narraba los trágicos sucesos qué pasó antes de que todo para él se volviera oscuro, entristecida ante cómo tenía la valentía de hacerlo, derramaba lágrimas sin poder contenerme a ese sentimiento.

—Mamá... —Alanna se apretó contra mi pierna, mientras que veía su rostro entristecido mirar cómo salían lágrimas de mis ojos. Acaricie su cabello y así, continuar mirando a Siddiq.

—Pero yo les contaré una historia diferente a la que viví.—vi como se detuvo, mirándonos y limpiando sus ojos, veía como él deseaba tener una gran fuerza para poder expresar cómo se sentía.—Antes de que todo acabara, Ozzy, Alek, Natasha y DJ nos encontraron, nos dieron una entrada para pelear... peleamos como si estuviésemos en el mismo infierno. Y lo que mis ojos vieron fue más que valentía, ya que ellos se defendieron, se sacrificaron unos al otros y aun así muchos no se conocían. Pelearon como si se conocieran, como si fueran una familia, hasta el final.—de mis ojos continuaban salieron lágrimas ante visualizar como mi hermana luchó hasta su último suspiro, defendiéndose a ella misma y a los demás, imagine a todos hacerlo y eso rompió cada parte de mi, estrujándome hasta las lagrimas.—Pero en su final, su tiempo fue corto, aún así; debemos continuar. Por ellos y por todos nosotros. Debemos honrarlos, debemos recordar que estos amigos, familiares o conocidos, murieron como héroes.—asentí ante las palabras tan dolorosas de Siddiq, mientras que Ethan apretaba mi hombro en forma de consuelo pero mi corazón estaba roto, yo estaba rota por dentro.—Lamento mucho las pérdidas, espero que ellos en vida los hayan honrado y si no es así, honremos sus almas como debe ser.—mi cuerpo quería caerse, perdía mi fuerza ante tener la presencia de Carl en mis pensamientos, en mi memoria. Podía jurar que lo sentía a mi lado, que estaba tocando mi mano y diciéndome que estaba ahí, y que él había transmitido esas palabras. Tan solo me giré y vi esos ojos mirándome, unos ojos tristes que me llenaron de suma rabia.

Me quedé aturdida, aquellas palabras de Sofía me tensaron el cuerpo. Podía jurar que Carl era capaz de decir esas palabras si estuviese vivo, bueno, si él estuviera vivo tantas cosas fueran diferentes. La presencia de Carl en mi mente desapareció, se había esfumado ante la imagen de la cabeza de Natasha en aquella estaca, gruñendo por él hambre, gruñendo como un monstruo que no era. Sentí mucha presión, la tristeza invadiendo pero el odio, el rencor y la venganza la apagaron como un chasquido de dedos. Vi como ella me continuó mirando, como se desapareció entre las personas ante sentir mi vibra. Camine, camine con rapidez y con brusquedad, llamando la atención, dejando a mis hijos atrás; estaba cegada. Buscaba aquella cabellera larga y negra, buscaba a Lydia, quien huía de mi. La logré alcanzar, mientras que voces me llamaban, una mezcla de voces pidiendo que me detuviera pero había llegado hasta ella. Apreté mi puño con fuerza y la acorralé, mis manos apretaron su camisa y la empujé contra una pared, ella gimió, mientras escuchaba su llanto pidiendo que me detuviera. Quería transmitirle cuanto la odiaba, cuanto la culpaba por esta situación. Estruje su cuerpo hasta tumbarlo al piso, con mucha más brusquedad.

—Lo siento, lo siento... —ella lloraba, sollozaba mientras algunas salivas caían en el suelo, ella no aprecia retenerse ante mi trato pero yo no podía detenerme en lo absoluto.—¡Mátame, hazlo!—me grito, me grito entre un gran sollozo que alarmo a la población que salía de aquel memorial.

—¡Aliana, suéltala. Suéltala!—las voces mezcladas de mis amigos llegaban a mis oídos, mientras que los brazos de Michonne intentaban sacarme de encima de ella pero yo no podía detenerme, la golpeé con mis nudillos sacándole sangre de su nariz.—¡Aliana, mi amor, esto no es lo que eres! Suéltala, por favor. Los niños están mirando... —mis manos se tensaron ante lo que Michonne había susurrado en mi oído.

Giré mi rostro, mirando a muchas personas mirarme. Niños pequeños, mientras que Lydia lloraba con mucha fuerza. Podía jurar que su garganta estaría lastimada en unas horas pero no como la mía, no se sentiría igual de lastima que yo. Apreté su camisa con fuerza, viendo sus lágrimas desprender de sus ojos mientras que me miraba de una forma atemorizada. Mis labios temblaban ante aguantar aquel sollozo que se escondía en mi garganta, aquel nudo que no quería desatar para no demostrar más debilidad de la que sentía. Veía a Lydia entrar en un transe, en un transe de dolor y de descomponerse mientras que mis manos aún apretaba su camisa, había estrujado su camisa. La solté con brusquedad ante la insistencia de mis compañeros, ante la angustia de mis hijos mirando a su madre en un transe de dolor diferente al que esa niña sentía. Alrededor de mi, las miradas de tristeza, de pena y de empatía ante mi comportamiento no mejoraban mi estabilidad emocional. Aún faltaba, faltaba la peor parte de todas.

• • •

Mi cuerpo temblaba mientras caminaba en silencio por aquellas aceras de Alexandria, no creía tener el valor suficiente para enfrentarme a este momento que estaría a punto de vivir, lo que haría que jamás olvidará lo que sentiría. Hacía frío, demasiado. Estaba aturdida, las lágrimas salían solas de mis ojos. La mano de Ethan me apretó, me alentaba a caminar a su lado, esperando que retomara fuerza para enfrentar lo que se avecinaba. No podía evitar tener mis ojos humedecidos al volver aquí, al volver al mismo hogar de mi hermana, el que ella creo como un mágico sueño junto a Daryl y sus hijos. Me aferré al cuerpo de Michonne con fuerza, sollozando en su hombro en el momento en que pase por la casa que Natasha había elegido para vivir su sueño, un sueño que fue corto. Michonne me abrazo con fuerza, alentándome a continuar caminando a mi destino. No podía dejar de sentirme mal, no podía dejar de tener cada pensamiento que circulaba por mi mente, no podía de dejar de pensar en ella y en lo mucho que sufrió. Intentaba de buscar una salida ante todo lo que sentía pero esto, eso era sumamente más doloroso.

No podía escapar de lo que sucedía, de lo que estaba viviendo y tenía mucha razón en pensar que nadie sentiría lo que sentía, que nadie sentiría el miedo que yo sentía ante tener que forzarme a hacer lo que haría. Continué caminando, con muchas memorias en mi mente donde la traían a ella y lo más doloroso, traían a Carl o a Nathan, en algunos de ellos a Glenn, la mente era tan poderosa que me estaba consumiendo, sin importar que yo pudiera controlarla. Mis ojos ardían, intentaba de no perderme en mi mente. Me salí del hombro de Michonne, estando parada en mi destino y en sentir mi corazón latir con fuerza. Solté la mano de Ethan con suavidad mientras que ellos dos me miraban, me miraban apenados y deseando no estar en esta horrible situación. Mis manos continuaban temblando y no era por el frío que sentía en esta noche. Tome aire, y limpie mis lágrimas esperando tener la fuerza para retenerme, y no caer en llanto, no quedarme ida hasta el punto de ir a buscarla, enfrentaba la realidad de que ella ya no estaba aquí.

—Vamos estar aquí.—me hablo Michonne, asentí, derramando algunas lágrimas y no tarde en limpiarme mientras que ella apretó mi hombro y me alentó a girarme en mis talones, a caminar.—Puedes hacerlo.—me continuó alentando ella, mientras que estaba apeada frente aquella puerta la cual abrí para con suavidad, su sonido estruendoso me molesto por completo, mordí mis labios y me asome en aquella oscuridad.

—Papá... —atemorizada ante la idea de enfrentarme a Negan en esta horrible noticia, me cohibí adentrarme más en la celda, quedándome en la puerta abierta y observando, observándolo dormido en su camilla.—¿Papá?—le llamé, esperando que pudiera despertar, mire a Ethan llena de temor y él, al igual que Michonne me alentaron, estos adentrándose dentro de la celda para continuar.—¡Papá!—lo volví a llamar, esperando a que despertara. Toque los tubos de su celda y ahí fue que él se removió, girándose y soltando un bostezo grueso.

—¿Aliana?—me llamo confundido y soñoliento, mis manos temblaban, mi corazón palpitaba rápidamente y sentía mi aire faltarme.—¿Qué pasa, cuando regresaste?—me pregunto aún dormido, mire a Ethan y a Michonne, indicándoles que salieran y pude notar como Negan se percató de que algo sucedía.—¿Alanna y Caleb están bien?—me preguntó, yo asentí y no tarde en abrir su celda, él por respeto no lo hacía pero se le permitía, así que lo hice y no tarde en adentrarme en ella.

—Ellos están bien, están dormidos. Llegamos hace un rato.—le comenté, sentándome en la silla que él tenía ahí, mientras que papá se sentó nuevamente en el borde de su camilla, mirándome algo ansioso.—Algo pasó papá.—le dije con una voz temblorosa, mis ojos se humedecieron con rapidez ante no encontrar las palabras correctas. Sentía mi corazón palpitar, palpitar ante sentir con miedo. Él me miraba confundido ante verme en aquel estado.

—Aliana, habla antes de que empiece a desesperarme y a estrujar tu cuerpo para que reacciones.—me pidió, mientras que yo asentía, asentía porque estaba preparada para hablar pero mi garganta tenía aquel nudo que me lo cohibía.—Aliana, por favor.—me pedía él, cerré mis ojos por un momento y respiré, respiré profundo.

—La líder de los susurradores, Alfa, hizo un ataque. Decapitó a once personas, incrustó sus cabezas en estacas creando una línea y dividiendo territorios.—tome aire mientras mis lagrimas se desprendieron, sentí mi nariz llena de líquido y no tarde en respirar con fuerza para retenerlos. Mirando a mi papá y viendo cómo él esperaba que dijera lo que tuviera que decir.—Papá, una de esas once personas, fue Natasha.—le dije con rapidez, bajando la cabeza y sacando ese peso de encima de mi, sintiendo como mis lágrimas continuaban desprendiéndose de mi rostro, eran muchas.

—¿Qué estás diciendo Aliana?—pregunto él, con sus ojos abiertos como platos y restregando su rostro con brusquedad, como si intentara despertar de una pesadilla.—Aliana.—yo no paraba de temblar, no viendo cómo mi papá intentaba de procesar de una forma cautelosa lo que le había dicho pero yo, exploté.—Aliana, ¿qué fue lo que dijiste?—volvió a preguntarme ante mi dificultad de hablarle pero estaba segura de que él había entendido, lo había hecho.

—Fue mi culpa, yo les arrebate algo importante y ella me advirtió, me quite algo que amaba. Así que ella decidió hacerme lo mismo, papá.—le expresé sollozando, nerviosa, mirándolo y viendo cómo él negaba con su cabeza. Negan no emitía llanto, no emitía lágrimas, no reaccionaba.—Fue mi culpa, peleamos. Se enfadó conmigo, se enfadó porque supo la verdad papá. Supo que mate a Nathan aquel día, supo que lo maté con mis propias manos.—esbocé en un terrible sollozo pero aquellas palabras más dije con un gran entendimiento, viendo cómo él abrió los ojos más grande y llevó su mano hasta su pecho, girándose y llevando su frente a la pared. Golpeando con delicadeza sus nudillos contra ella, mientras que yo continuaba esparciendo las lágrimas, sintiendo un terrible ardor en mis ojos ante encontrarme en esta terrible situación.

—Ve con tus hijos, ve a dormir.—alce mi cabeza, ante la ronca voz de mi padre, una voz fría y cortante que me sacudió por completo. Sentí como todo en mi se revolcaba, miraba como él me daba la espalda sin transmitir nada de lo que le había dicho, intente acercarme pero me sentía débil, solo solloce.—¡Ve a tu hogar!—di un leve salto ante el grito entrecortado que él transmitió, temblorosa no tarde en salir de aquella celda.

—Papá, lo siento, lo siento... —llena de cobardía y entre sollozos me atreví a dejarlo ahí, dejarlo solo ante su rabia por transmitir lo que había dicho.—Soy un monstruo papá, yo debí morir, lo lamento.—tape mi boca para ocultar mis sollozos cuando vi como mi papá deslizaba su cuerpo por la pared hasta caer al suelo, yo opté por salir de ahí y tomar aire, sintiendo como los brazos de Ethan me socorrían, el viento azotaba nuestros cuerpos, era frío.

—No, no, no... Dios no.—fuera de esa celda aún mis oídos eran capaces de escuchar la voz entrecortada de Negan, aún era capaz de sentir el dolor que yo le cause ante mis palabras, me aferré a Ethan, abrazándolo y humedeciendo su camisa ante mis lagrimas.—¿Por qué me castigas así? ¡Por qué!—mi cuerpo temblaba ante escuchar a Negan en sollozos, ante sentir como él debía estar tumbándose en esa celda, solo y con ese sentimiento, me desprendí de los brazos de Ethan pero el cuerpo de Michonne me detuvo, y sus manos cogieron mi rostro. Mire sus ojos, viendo cómo ella me miraba con una gran tristeza.

—Mi amor, escúchame. Ve a tu casa y dormirás, ha sido un día largo. Yo me quedaré con él, toda la noche si es necesario.—sus manos acariciaban mi rostro, y me hacía sentir consolado ante su apoyo, le asentía agradecida.—Tienes mi apoyo, y eso incluye que él también.—limpio mis lágrimas, mientras que me distanciaba de ella, y continuaba asintiendo.

—Michonne.—algo distanciará de ella, y siendo ayudada por Ethan a caminar, la llame y ella antes de entrar nuevamente a aquel sótano; se paró en seco y me miró fijamente.—Te quiero.—le dije a ella, viendo una sonrisa reconfortante en su rostro y repitiéndome las mismas palabras.

Deseaba tapar mis oídos ante continuar escuchando las palabras de Negan, las preguntas que se hacía en aquel llanto. Dolida, sin fuerzas, me aferre nuevamente a los brazos de Ethan quien estaba a mi lado y me sostenía. Sentí como sus brazos atravesaron mis piernas y me sostuvo, mi peso estaba encima de sus brazos. Me aferré a él, mientras que me encontraba aturdida en una horrible realidad. La noche era tan fría, que me hacía recordar todo lo que había perdido durante todo este tiempo. Esta nueva pelea me costó algo muy valioso, algo que no volvería, ni en esta vida, ni quizás en otra. Mis lagrimas mojaban el cuello de Ethan, sentía sus manos acariciar mi espalda mientras que él continuaba caminando con todo mi peso por las aceras de esta comunidad, donde mi hermana deseaba armar su familia y fortalecerla. Cerré mis ojos con fuerza, evadiendo cada tipo de memoria cuando pase justamente por la casa que ella había escogido para eso. Apreté a Ethan, y sentí como el adelanto él pasó. No quería seguir pensando, no quería perturbarme más de lo que estaba. Solo quería apagarme por completo, quería que este dolor terminara.

Ethan subió los escalones de mi casa, la cual estaba oscura sin ninguna luz apagada, había un gran silencio que no cooperaba con lo que sentía. Me deslicé de su cuerpo, colocando mis piernas en el suelo. Mi casa estaba ordenada y agradecía que fuese así. Ethan a mi lado subió las escaleras conmigo, llegando ambos a la segunda planta. Abrí la puerta de mi habitación, no sin antes observar por el margen de la puerta abierta de una de las habitaciones, a Michael dormir profundamente. Cerré la puerta, revisando la puerta seguida de su habitación para encontrarme a Caleb e Alanna dormidos, estaban juntos en esta habitación que le pertenecía a Alanna. Había una pequeña luz alumbrándola, con sigilo entre a ella y tapé sus cuerpos con las mantas que Rick Grimes les había regalado. Me acerqué a sus frentes y los besé, a ambos. Los mire fijamente, no podía imaginarme una vida sin ellos, terminaría volviéndome loca. Giré mi cuerpo ante ver a Ethan mirarme por el margen de la puerta, no tarde en aislarme de mis hijos para salir de su habitación, y cerrar su puerta con sigilo.

—Gracias por atenderlos, de verdad.—le agradecí a Ethan con mi voz ronca, pasando por su lado y entrando a mi habitación, desprendiendo una por una mis prendas.—No tengo las fuerzas para hacerlo, para estar con ellos.—dije con sinceridad, quedando delante de él quien me miraba desde el margen de la puerta, en ropa interior.—Pásame tu camisa, por favor.—le pedí, viendo cómo él se acercó a mi sin decirme nada, alzando sus brazos para quitarse una camisa totalmente limpia que se había colocado cuando llegamos aquí.

—Toma.—me dijo, sentí la camisa cálida y con su olor varonil, no tarde en colocármela y yéndome detrás de su cuerpo para así cerrar mi puerta.—¿Qué haces?—me pregunto él, no tenía intenciones de nada. Pase por su lado nuevamente y me tumbe en la cama, sintiendo el cansancio encima de mi.

—Quiero que te quedes aquí, por favor. No quiero dormir sola.—le dije, mi voz se entrecortó ante la tristeza nuevamente invadirme. Él me miraba, y en silencio se tumbó en la cama nuevamente, sus brazos alzaron las sábanas y nos arropó.—No te vayas, no te vayas.—le pedí, acercándome a su cuerpo cálido y sus brazos me apretaron con fuerza.

—No me iré ni aunque lo pidas.—sus labios besaron mi frente, y mis manos también apretaron su cuerpo, mientras que la calidez que él me daba me llenaba de melancolía y una gran tristeza, una tristeza que invadía cada músculo de mi cuerpo.

—Por Dios, mi hermana está muerta.—solloce fuertemente, tanto que sentía mi garganta empezar a arder, al igual que mis ojos pesados. Mi cuerpo estalló en temblores que Ethan intento de retener mientras me acariciaba.—Mi hermana esta muerta, esta muerta por mi culpa.—sollozaba continuadamente teniendo el recuerdo de Natasha en mi mente, en cada uno de mis pensamientos.

—No fue tu culpa, no la fue, Aliana.—él apretaba con fuerza mi cuerpo junto al de él, mientras que yo negaba, negaba cómo una loca desquiciada que perdía la razón.

Solloce con gran fuerza, lloraba en un llanto algo que salía de mi garganta para dejar ir mi dolor, para dejar ir ese adiós tan doloroso. Era grande, madura para entender que ella había muerto, se había ido. En un tiempo atrás, quería suponer y engañar a mi mente de que de una forma u otra, Carl no había muerto pero en esta circunstancias, mi mente ya no podía engañarse más de lo que había hecho. Gritaba del dolor, del dolor tan profundo que sentía en mi pecho por asimilar de una forma tan penetrante la ausencia de un ser querido esencial en mi vida, Natasha no sólo fue mi hermana, fue quien me guió a ser quien soy. Me aferraba al cuerpo de Ethan con miedo, con miedo ante el dolor que sentiría por los recuerdos que tendría y es que tenia los más doloroso. Veía como ella caminaba por las aceras de esta comunidad, envuelta en una charla con Carl Grimes, ellos se adoraban de una manera increíble. Recordaba esas charlas que tenían en el balcón del hogar que Maggie y Glenn compartían con nosotras, me arrancaba el corazón en pensar en mi gran amor junto a ella, ellos ahora estarían juntos en donde sea que sus almas hayan ido pero me dolía la idea de que ella llegó primero que yo, de que ella se había ido y me había dejado aquí de esta horrible forma.

Continué restregándome en aquella cama de dolor, continué llorando y cohibiéndome a la idea de que ella no estaría más, de que no podría ver a sus hijos crecer. Ella fue la luz en muchas tinieblas, una de ellas, en la vida de Daryl Dixon. Quien debía estar muriéndose de un profundo dolor ante perder a su amada, y entendía el gran dolor que estaba pasando y me dolía más pensar que estaba solo. Sollozaba, deseaba arrancarme la cabeza pero mis lagrimas disminuyeron cuando la puerta de mi habitación se abrió y me mostró dos rostros entristecidos mirarme con suma preocupación. Abrí mis brazos, los abrí para recibir sus pequeños cuerpos en forma de un consuelo. Ethan les dio paso a mis hijos, al regalo que Carl me brindó para que tuviera esperanza, para que ellos fueran mi salvación en cada momento que me sintiera perdida. Abrace sus cuerpos mientras que continué llorando de una forma menos dolorosa en brazos de Ethan, mientras que los míos sostenían a Alanna y Caleb, quienes lloraban como si entendieran dolor y es que ellos ahora pensaban, que su tía no volvería como su padre.

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