𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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Porque nací aquí.

La iluminación entraba por la habitación, alumbrando la llegada de un nuevo día. Pero mis labios solo recorrían cada parte de su cuerpo, dándole toques a su suave piel. Ella mantenía sus labios entre abiertos, los suspiros salían en un hilo que me erizaba a la vez que sus manos me acariciaban la espalda, intentando de aferrarse a mi. Su cuerpo estaba encima del mío, haciéndome sentir caluroso, pero también amado. Ese sentimiento que nace y florece, uno del que ni la persona más insensata puede escapar. Nunca había sentido esto por nadie. Nunca nadie podría descubrirme como ella solo lo ha hecho, porque para el exterior, siempre he sido inhumano o insensible, fuerte y eficaz, pero nadie jamás ha entendido mis emociones como Adeline. El hecho de sentir que ella era mía, me agrandaba el corazón. No solo hoy, si no, siempre. Porque aún recuerdo el primer día que nuestros cuerpos se volvieron uno solo, que nuestras almas se trascendieron una a la otra. Fue un deseo de pasión que nos llevó a descubrirnos, cada emoción y placer, todo en nosotros, pero aún, aún no era lo suficientemente valiente para esclarecer lo que ya sentía. La aferré a mi cuerpo, a pesar de que ella sintiera mi frialdad, me abrazó. Acaricie su cabello y suspire hondo, agotado. Ella se quitó de encima mío, luego de que nuestras respiraciones se mezclaran en una.

Me tumbe en la cama, y ella en mi pecho. Sabía que alzaba la mirada, buscando comprenderme, pero era difícil que inclusive yo lo hiciera. Bese su cabeza, distanciándola de mi. Ella se tapó con las sábanas, viéndose soñolienta y agotada. Me quede a su lado, hasta que la escuchara respirar profundamente. La observe, sus ojos estaban cerrados, su boca soltaba leves suspiros, así que decidí levantarme. Me tome en mi tiempo, asearme. Dejando que el agua cayera en mi, que me limpiara y me relajara, hasta que salí para secarme y vestirme, sabiendo que debía laborar, a pesar de que los días estuvieran tranquilos. Regularmente empezaría un nuevo día, pero con un inicio diferente y que tanto me afligía. Adeline aún dormía, la observe. Parecía removerse abrumada, algo murmuraba, pero me quede detenido hasta sentarme en el borde de la cama lentamente. Lleve mis manos a mi húmedo cabello, removiéndolo para restregar mis ojos. Aunque todo estuviera tranquilo, yo sentía que no lo estaba, sentía que me pesaba más lo que aún faltaba por suceder, que lo que ya había sucedido. Por un momento, tan solo pensé en que Adeline era una reina, implicaba la multitud de tareas y decisiones sobre ella, pero su mayor afición, sería la seguridad de su hermano, Eren. Ese niño. Tenía en sus ojos un brillo que no descifraba, solo esperaba que en algún tiempo, siguiera pensando que sería la persona que nos salvaría del mal.

-¡Eren basta!-me giré saltado, viéndome algo tenso por la leve impresión de susto que me lleve por el grito de Adeline, quien temblaba sosteniendo su cabeza.-¡Eren... Eren!-tapo su rostro, respirando agitadamente, por lo cual yo toque sus piernas.

-Adeline, cálmate.-le pedí seriamente, viendo como ella estaba aturdida.-Fue una pesadilla.-le esclarecí, pero ella, solo continuó respirando de la misma manera.

-¿Y si no es así?-se preguntó ella en un susurro, iba analizar su pregunta, pero giré mi mirada a la puerta cuando escuché leves toques, muy suaves.

-¿Qué piensas?-le pregunté, acariciando su cabello, escondiéndole un flequillo detrás de su oreja, viéndola cabizbaja.

-Levi, ¿sabes cómo Eren obtuvo su poder titánico?-me preguntó ella, aún aturdida, era algo que sabía, pero ella aún estaba analizando todo esto, lentamente.-Él se comió a... a su padre.-indicó, entrecortadamente.

-Grisha era tu padre también, Adeline.-musite, mirándola, viendo como ella levantó su mirada, para observar mis ojos.

-Y todavía falta mucho por descubrir.-indicó en un susurro, dirigiendo sus delicadas manos a mi rostro, haciéndome sentir avergonzado por su caricia.

-¿A que te refieres Adeline?-le pregunté algo desconcertado, pero ella se acercó a mí para besarme suavemente.-Dime... -le pedí, pero ella volvió a besarme suavemente hasta que los toques de la puerta se volvieron a escuchar.

-¿Levi?-escuché la voz de Leandra detrás de la puerta, me levante con cuidado para ver cómo Adeline se quedaba acostada en la cama.

-¿Qué quieres?-fue mi espontánea actitud en cuanto abrí la puerta, Leandra me miraba seriamente, con su semblante frío y cortante.

-Erwin quiere verlos.-indicó.-A ti y a Adeline.-añadió, para quedarme algo pasmado.

-Adelante. Yo me prepararé.-aviso Adeline, alentándome a continuar, asentí para así cerrar la puerta a mis espaldas y quedar frente a frente con Leandra.

-Son muy escandalosos .-musitó Leandra, y yo, sentí mis mejillas arder fuertemente en vergüenza.-Solo bromeó.-murmuró, ante ver mi serio semblante y como baje mi cabeza.

-¿Como lo estas llevando?-le pregunté cortante, muy curioso por el paso de los días.

-Esos niños, son muy imprudentes.-indicó, fríamente y cortante, esa misma actitud que trascendía por mi, cada vez que me dirigía a alguien.

-Lo son.-afirme, observando la puerta de la oficina de Erwin media abierta, por lo cual podía escuchar varias voces dentro de esta.-Cuatro ojos, te escucho desde el pasillo. Y es muy irritante escucharte tan temprano.-comente, adentrándome a la oficina para observar a Hange parada, mirándome a mi y a Leandra.

-Lo lamento Levi, es solo que, me emociona un poco que sigamos avanzando.-murmuró ella en una sonrisa, sentándose vagamente en la silla frente al escritorio de Erwin, quien estaba levantado y con todo su peso en la pared.

-¿Qué sucede?-pregunte curioso, observándolo.

-Buenos días Levi, a mi también me agrada verte.-saludo de una manera sarcástica, con su alto y sereno tono.

-¿Te vas a tomar tu tiempo? Aún no he desayunado.-le pregunté, cruzándome de brazos luego de su sarcástico comentario.

-Eso no sería mi culpa, ¿o si?-me preguntó, haciéndome nuevamente sentir con mis mejillas calentadas cuando Adeline entró por la puerta en ese momento, aún soñolienta.-Llevaremos a Eren hacia la base de reclutas.-nos comentó él, mientras que Adeline se quedó a mi lado, pero sin duda observó de una manera fulminante a Leandra, quien también la miraba incómoda.-Él cree qué hay información sutil para la investigación de la restauración en el muro María.-añadía.-¿Sucede algo?-preguntó ante la incómoda tensión de las dos chicas, de quienes estaba entre medio, lo que lo hacía más irritante.

-No lo sé, parece que las niñas aún quieren jugar a ser niñas.-musité yo, viendo las chipas de rabia entre ellas dos, ellas se detestaban.

-Claro, es fácil decirlo cuando tu pierna izquierda está intacta.-murmuró Adeline a mi lado, ofendida ante lo que había dicho.

-Puedo dejarte la otra igual de inmóvil si sigues mirándome así.-murmuró en el otro extremo Leandra, pero Adeline se arrinconó casi frente a ella, si no hubiera sido por mi fuerte impedimento, colocando mi mano en su hombro.

-Adeline.-la llamo Hange, en desacuerdo con su actitud.-Leandra ha hecho un juramento. Tú también.-le recordó, viendo como la chica de ojos avellana pareció desilusionada con su propia actitud.-Eres una reina ahora.-le añadió.

-Exacto.-musitó Adeline, de una manera intimidante a Leandra, quien la miraba fijamente.-No confió en ti. Ni siquiera un poco.-añadió, despegándose de mí con brutalidad, para salir sobre la puerta, y a mi lado, Leandra bajo la cabeza.

-Vayan alistarse.-pidió Erwin, mirándonos a todos luego de la gran tensión, Hange se acercó suciamente a Leandra, para aislarla de mi.-Grace está preparando los caballos para todos, ella también irá.-añadió Erwin.

-Te llevaré a buscar un caballo. ¿Como lo quisieras? ¿Algún color preferible? Tenemos muchos caballos..-decía Hange, pero Leandra me miró, como si buscara ayuda ante la gran presión de Hange, pero sin duda, la cuarto ojos la despejaría la mente con sus aburridas historia sobre titanes.

-Levi.-me llamo Erwin, a quien mire detenidamente.-Estaré en estos días enlistando unas cosas para mi boda con Grace, tendré que pausarlas evidentemente, pero te pediré que puedas educar a los nuevos soldados, incluyendo a tu escuadrón de operaciones especiales para la restauración del muro María.-informaba, mirando algunos papeles.-Leandra debe estar al tanto, así que intenta que se acople lo más rápido posible. Sus habilidades nos traerán ventaja, la necesitamos.-musitaba, seguro.

-Erwin, aún no hemos esclarecido la postura de Reiner Braun ni Berthold Hoover. Pienso que se te está pasando esa parte, es muy importante. Son titanes cambiantes como Eren.-le indique, viendo como él asentía.

-Enfoquemos nuestra visión en el plan para restaurar el muro María, ya estamos desarrollando unas nuevas armas con la última tecnología de la policía militar. Cuando estén lista, Hange las exhibirá.-me decía, yo asentí.

-¿Algo más?-le pregunté, pero él denegó.-¿No vendrás con nosotros?-volví a preguntar curioso, y nuevamente, denegó.-Esta bien.-afirme para irme.

-Levi, gracias.-agradeció, justo cuando le di la espalda, pero en silencio cerré la puerta de su oficina para seguir avanzando.

Me tome el tiempo de prepararme. De preparar mi caballo para dirigirnos a esa vieja basa de reclutas, donde muchos presentes de aquí, desarrollaron sus habilidades y se prepararon para convertirse en los soldados que hoy eran. La brisa estaba fresca, igual que el día. Los verdosos árboles se removían con el viento, sus hojas caían y las ramas se mantenían en el suelo, siendo pisadas por nosotros, quienes caminábamos para montarnos en nuestros caballos. Acaricie con suavidad el pelaje del mío, me reconocía, y respetaba. Los animales se caracterizaban por su lealtad, por su cariño y soporte. Era por eso, que yo también respetaba su naturaleza. A mi lado, Adeline también acaricio su caballo, ella montada encima, parecía hablarle, y sonreírle. Con sus delicadas manos, esas que tenían una suavidad, continuó acariciándolo, hasta que levantó su mirada y me miró sonriente. Una sonrisa que sentí profunda, como una transparencia de amor que me tenía. Ella, al igual que todos manteníamos nuestros uniformes más formales para representar a la legión de exploración, pero el suyo, mantenía una signatura de un rango real, debido a su entrelazo con la realeza. Eso la hacía superior, pero ella continuaba afligida a su escuadrón más especial, ese que guiaba junto a mí como una capitana, así que aunque fuera reina, para ella, continuaba siendo un soldado que debía pelear junto a los suyos.

Cabalgamos todos, a un ritmo moderado que nos hiciera avanzar en un mismo linaje. Íbamos en silencio, y era la primera vez que se sentía entre todos. Los chicos siempre tenían un bullicio, como Leandra, quien yacía atrás de los demás, me había dicho que eran imprudentes, pero el hecho de que fuera al lugar donde se convirtieron en esto, los hacía sentir que debían dar el respeto que aquel gran comandante les enseñó. Querían verse maduros, querían demostrar que han podido sobrellevar todo, pero no necesitaban ser así, ellos habían logrado muchas cosas que algunos no han podido. Han sobrevivido hasta aquí, para mi no era suerte, el destino quería que todos ellos estuvieran juntos. Eren, Mikasa, Armin, Jean, Connie, Sasha y ahora Leandra. Por alguna razón estábamos aquí guiándolos. Continué cabalgando, sintiendo mi cabello removerse, el cielo azulado estaba en un punto medio, con nubes a su alrededor, pero yo había nacido aquí, y para mi, seguía siendo un privilegio el que pudiéramos ver este cielo. Detuve suavemente mi caballo ante ver la base de reclutas, aquella que los demás miraron con mucho aflijo. Observe fijamente como ellos estaban todos examinando, recordando, quizás melancólicos. Para esos niños habían pasado meses, pero parecía no ser así, parecía que había pasado mucho tiempo desde que salieron de ahí.

-Adeline, ¿cuánto tiempo fue que estuviste aquí?-se preguntó Jean, mirando a la joven delante de ellos.

-No lo estuve.-musitó ella.-Fui entrenada personalmente por el ex comandante de la legión de exploración, Keith Shadis.-respondió ella, viendo como los demás parecieron impresionarse, a excepción de aquellos quienes sabían, cómo Eren, Mikasa, Armin, incluso Hange, Grace y yo.

-¿Dónde estamos?-me preguntó Leandra cuando se bajó de su caballo, curiosa y desconociendo este lugar, mientras que los chicos empezaban hacer alborotos, se emocionaban demás.

-Es la base de reclutas. Aquí los entrenan.-le respondí yo, amarrando mi caballo contra la valla de madera al igual que los demás.-Les enseñan hacer soldados, a comportarse como uno, pero estos niños siguen siendo igual de inmaduros.-comente, viendo como se pasmaban ante mi comentario, creando una postura de seriedad.-Se emocionan muy rápido. Relájense.-les pedí.

-¿Qué pasa Sasha? Te noto demasiado tensa.-pregunto Adeline, dirigiéndose a la castaña con coleta, mientras que acomodaba la ropa estrujada de Eren, quien lucía avergonzado.

-¡Estoy bien!-exclamó Sasha, mirando al gran campo, ella parecía estar sudando frío.

-Adeline basta, no soy un niño.-Eren se rascaba la nuca, pero Adeline continuaba arreglando su atuendo, con mucha suavidad y calma.

-Solo te está haciendo ver más formal.-defendió Mikasa, quien se mantenía aún lado de ella.-Pero, creó que te ves muy bien.-musitó ella en un tono muy bajo, incluso con una voz temblorosa y fría, Eren la miró de reojo, pasmado.

-Ahí viene el instructor.-comentó Hange, observando a un punto fijo, de donde venía caminando aquel gran hombre.-Vamos.-nos alentó ella a caminar, cuando este pareció hacer una señal.-Instructor Shadis, buenas tardes.-saludo esta formalmente, pero él nos miró a todos.-Lamentamos haber tenido que venir imprevistamente, era urgente.-expresaba ella.

-Es un gusto verlos a todos.-indicó él, con una seria expresión, examinándonos.-Me tomaré el tiempo de recibirlos, aunque tengo cosas más importantes que hacer, teniente Hange.-decía él.

-Instructor.-le llamó Adeline, y este la miró de una manera muy afligida, como si se sorprendiera que tanto ella, como el chico a su lado estuvieran frente a él.

-Hay unas cosas que quiero hablar con usted, señor.-afirmaba Eren aún lado de ella, observando al hombre que quizás hizo el entrenamiento de este muy arduo.

-Bien, síganme.-nos pidió este, creando una fila entre todos, siguiéndolo.-Sabía que pronto vendrían, pero no me esperaba que fuera tan pronto.-decía, con sus dos manos atrás de la espalda baja, el tipo era todo un soldado.

-Yo tampoco lo creía.-comentó Eren, mientras que Shadis abría la puerta de alguna sala de comedor, de seguro una oficina de reuniones debido a todas las sillas que habían.-No creía que volvería aquí, otra vez.-murmuraba, todos nos acomodábamos.

-¿Qué pasa Braus? ¿No vas a sentarte?-pregunto el instructor, observando cómo la joven de cabello castaño, quien yacía tensa hace mucho rato, se colocó en la pared, en una posición firme.

-¡No señor! ¡Estoy bien!-expresó está altamente, con un gran tono de respeto, mientras que deslicé la silla para que Adeline se pudiera sentar aún lado de Eren.

-Es verdad, recuerdo que solo te traía aquí para reprenderte. Solo han pasado unos meses, pero ustedes están irreconocibles.-comentó él, examinando a todos esos chicos.-Incluso a los que estuvieron bajo mi tutela años atrás.-añadió, dirigiendo su mirada a Adeline, quien con una coleta bien peinada, yacía cabizbaja y pensativa, parecía estar recordando algo.

-Disculpe comandante... no, instructor Shadis, estamos apunto de recuperar el muro María. ¿Sabe usted porque hemos venido hasta acá?-le preguntó Hange, pero Keith seguía mirando de una manera afligido a Adeline.

-Creí que este día no llegaría, pero ahora veo que no me equivoque. Ustedes dos no saben lo mucho que se parecen a su madre.-comentaba él, mirando a los dos hermanos, sentados uno al lado del otro, Eren lo miraba fijamente.-Pero los colmillos que acechan tu mirada, son los de tu padre, Eren.-añadió Keith, observando al chico de verdosos azulados ojos, quien abrió sus ojos grandemente.

-¿Entonces usted sabía que Adeline no era hija de... -Eren se detuvo, observando cómo su hermana, entristecida aún mantenía la cabeza baja.-Se lo suplicó, ¡dígame todo lo que sabe!-pedía Eren, en un grito sumamente desesperado e impulsivo.

-No quiero decepcionarlos, pero no sé gran cosa. Aunque espero que no les moleste escuchar una historia inútil para la humanidad. Conocerán el pasado de un mero espectador.-indicó este tipo, suspirando gruesamente, para mirar fijamente a Eren.-Hace veinte años, lo encontré frente a las puertas del distrito ShingaShina en la muralla María. No sé si estaba diciendo la verdad, pero según él, no recordaba que hacía en el exterior. Había perdido todos sus recuerdos, solo sabía que Grisha Jeager, era su nombre. Aunque también recordó que era médico, rápidamente me pidió que lo llevara a un hospital donde pudiera trabajar. Lo curioso fue en cómo me pidió que le contara más sobre este mundo, y nosotros, era como si no perteneciera aquí. Nada le resultaba familiar, no sabía nada sobre este mundo, y era verdad. Estuvimos largas horas hablando en un bar, le explicaba todo, tanto la economía como la función de las legiones. Él parecía entender rápido, pero aún así cuestionaba muchas cosas. Ese día, él conoció a Carla. Ella trabaja de mesera en ese bar, de ahí podía vivir con lo poco que le daban, tenía una hija ilegítima que sustentar. Una hermosa niña de ojos color avellana.-comentó, haciendo que Adeline levantara la mirada.

-Entonces, usted siempre lo supo.-murmuró Adeline, mirándolo fijamente a los ojos, pero él pareció firme en lo que contaba, y prosiguió.

-Grisha Jeager creía que para estar en el cuerpo de exploración, se debía ser un elegido. Lo pensé mucho, "un elegido". Era la primera vez que me decían algo así, la verdad para mi nunca fue suficiente el espacio entre las murallas. La arrogancia me hacía querer ser más de lo que era, quería que todos pensaran como yo. Llegando a otros puntos, una gran enfermedad evaporó el distrito de ShingaShina, y Grisha Jeager fue el único que supo sobrellevarla. Ganó respeto, ganó aprecio de los ciudadanos, en esa época también logré adentrarme a la comandancia para liderar el cuerpo de exploración, como también pudo casarse con Carla.-musitó con mucha pesadez, una que parecía trascender en la gran tristeza de una melancolía.-Ante esa decisión, Grisha pudo adoptarte como su hija. Te habrías convertido en Adeline Jeager, la hija del doctor que había salvado a la humanidad.-continuaba diciendo.

-Pero aún así, no era su hija.-murmuró Adeline, luciendo devastada ante el procesamiento de una verdad que aún le dolía.-¿Qué pasó después?-preguntó ella, curiosa y abatida.

-Mucho tiempo después, me distancié de tu familia. Hasta que en una expedición, donde hubieron muchas bajas, volví a encontrarme con tu madre. Adeline iba a su lado, estaba tan tierna como el día que nació, mientras que Carla sostenía a Eren. Ella me cuestiono si continuaría en la legión hasta que perdiera la vida, y yo, realmente me moleste ante eso, por lo que decidí responderle: "¿Sabes por qué una persona ordinaria vive sin lograr una sola hazaña en su vida? Eso es porque carece de imaginación, esa gente no se avergüenza de limitarse a sobrevivir sin lograr algo que realmente importe. Jamás alcanza la grandeza, ni siquiera pueden comprenderla. No tienen la capacidad, sobre todo alguien que solo sabe servir bebidas, y pasándola coqueteando con cualquier hombre que conocen. Tú jamás entenderás."-pauso, observando fijamente a los hermanos, quienes lo miraba detenidamente.-Pero era exacto, la gente ordinaria no logra nada. Luego de eso, le pedí a Erwin que decidiera ser el comandante. Sabia qué había gente especial, sin embargo, eso solo significaba una cosa, que yo no era uno de ellos. No supe porque tarde tanto en darme cuenta. Al pasó del tiempo, la muralla María había sido destruída. La gente entró en pánico, y entre ellos pude encontrar a Grisha, pero ahora recuerdo que fue él.-hizo una pausa, una leve pausa con la cual desarrollaría el armamento de una pieza que desconocíais.-No dormimos buscándolos. Él tenía la esperanza de que sus hijos estaban con vida, pero luego de tantas horas, en uno de los refugios encontramos a Adeline aturdida en una esquina, donde nos dio la terrible noticia de que Carla había muerto. Espero que Adeline se durmiera, para así, ir por ti, Eren. Me pidió que no los siguiera, no quise cuestionar, quería cuidar de que Adeline no hiciera algo de lo que se pudiera arrepentir, pero no pude y tuve que caminar arduamente subiendo una colina. Minutos después, vi el cielo transformarse en una tormenta, y un rayo. Camine a ese lugar, en donde te encontré inconsciente.-continuó diciendo, viendo a Eren afligido y concentrado.-En pocas palabras, es lo único que se. Lo lamento.-finalizó, creando un silencio entre todos los presentes de esta habitación.

-Ahora ya sabemos porque se retiró al campo de entrenamiento, estoy segura que no fueron por los soldados que murieron. Si no por una estupidez sentimental, en saber si eras especial o no.-observe a Hange, quien pareció sacarme las palabras de la boca, pero preferí mostrar silencio e inexpresivo ante esta vagues sentimental.

-Ya basta con eso Hange.-le pedí, queriendo que también mostrara respeto, estaba exagerando al querer juzgar lo que este hombre sentía.

-Tus complejos no importan, no huyas de la realidad. ¡Eso es justo lo que significa consagrar tu corazón!-decía ella, pero avergonzado por la actitud tan impulsiva de esta irritante mujer, desvíe mi mirada a la ventana, observando las aves pasar.

-Por favor ya no sigas Hange, el instructor tiene razón, a final de cuentas yo no soy especial. Solo soy un hijo de un padre especial, eso es todo.-murmuraba Eren.-Un padre que nos mintió, y abandonó.-continuó diciendo, para mirar a su hermana, quien estaba incómoda por el tema hablado, podía notarlo en su silencio y ceño fruncido, Adeline estaba afectada.

-Tú querida madre Carla, me dijo algo más.-expresó Keith, viendo como Eren volvió a darle atención.-"¿Por qué uno debe ser especial? Yo no pienso igual que tú, me tiene sin cuidado si mis hijos no alcanzan la grandeza o si lo logran ser los mejores. Vamos, tan solo míralo, es un bebé adorable, y ella una niña tan tierna. Y eso ya los hace especial, porque tuvieron la oportunidad de nacer en este maravilloso mundo".-escuché decirle, pero para Eren y Adeline, ese mensaje había sido mucho más profundo que para nosotros.-Eren, Adeline, tal y como deseaba tu madre, eligieron engrandecer la llama de sus vidas, las cuales arderá fuera de las murallas hasta las cenizas. Ambos, son especiales y no es solo eso lo que importa, son hermanos.-afirmó, viendo a los hermanos mirarse detenidamente.-La reunión ha finalizado.-musitó, levantándose de la silla, al igual que todos los demás.

-Lamento mucho mi anterior actitud, instructor. Agradezco que nos haya dado el tiempo necesario para esclarecer algunas cosas.-decía Hange.

-Ya basta cuatro ojos, hay que irnos.-le pedí, señalando la puerta mientras que los chicos salían.-Además, tengo hambre.-indique.

-Que la suerte los acompañe en esa expedición. Y recuerden, consagrar sus corazones.-musitó aquel tipo, volteándose abatido, dándonos la espalda mientras miraba la ventana, era un tipo frío y cortante, además de solitario.

-Vamos Eren, lo que dije hace un rato era en serio.-murmuré para impulsar al joven delante de mi a caminar junto a los demás, quienes se dirigían a sus caballos, creando nuevamente un bullicio.

-Capitán.-Eren me llamo con una voz suave, mientras que ambos nos acercábamos a nuestros caballos, lo observe detenidamente, esperando a que me hablara.-¿Crees que todos somos especiales?-me preguntó confundido, sacándole las cuerdas al caballo, y yo, solo examiné todo el lugar, pero me llevo a un mismo punto fijo.

-Si, porque nacimos aquí.-indique cortantemente, viendo a Adeline caminar lentamente hacia nosotros con la cabeza baja y las manos en su bolsillo.-¿Lo entiendes?-le pregunté, mirándole, viendo como él asentía.

-Más que cualquiera.-murmuró, mirando a otro punto fijo, para así girarme y observar cómo Mikasa ayudaba a Armin para quitarle las cuerdas a su caballo.-Gracias.-agradeció, montándose en el caballo.

-Bien, ¡nos devolvemos al cuartel!-exclame yo, montándome en mi caballo, para observar cómo Eren se quedaba a mi lado, pensativo y observando al cielo, el cabello se le removía, y él parecía sentirse vivo.-Eren, ¿estás listo?-le pregunté a ese chico, a ese que estimaba más que cualquiera, viendo como seguro me miró para asentir, me hubiera gustado haber hecho más, si lo hubiese sabido, yo habría dado mi vida por Eren.

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Próximo capítulo: El día llegará.
La legión de exploración se prepara para recrear el plan de la restauración del muro María, mientras que Levi y los demás descansan.

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