𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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Solo el amor duele así.

Ahí estaba ella, sentada en los escalones de la subida a su casa. La brisa fresca removía su suelto cabello, al igual que su falda color rosa pastel, uno muy pálido. En si, una camisa de botones con mangas cortas color crema, la cual estaba metida dentro de la falda. Adeline era una niña hermosa, siempre lo fue. Era tierna e inocente, era por eso que él temía verle sufrir. Ella no podía dejar de pensar en él, estaba esperando con algo de desespero que su padre terminara de ajuntar algunos documentos en su oficina, la cual yacía bajo un sótano al cual no podía ir; tampoco su pequeño hermano, Eren. Ella lo veía jugar junto a otro pequeño niño. Él era rubio y de ojos azulados, él se divertía junto a Eren, a pesar de ser un poco más sensible que este. Las hojas pasaban por sus pies. El otoño pronto caería, el invierno enfriaría y ella, otras velas soplaría. Sonrió. Adeline creería que este próximo cumpleaños, sería más diferente que los anteriores, porque esta vez, encontró su otra alma gemela que había nacido el mismo día. Se levantó, recogiendo la hoja de dos, en sus manos. La mitad era verdosa, la otra mitad no tenía color. Se levantó del escalón con prisa y entusiasmo, su papá había subido del sótano, preparado para dirigirse a esa ciudad subterránea, la cual en algún momento le aterró, pero a estas alturas, no temía mucho.-¿Ya nos vamos?-pregunto ella, con ese mismo entusiasmo, su padre no tardó en asentir.

-¡Carla, ya nos vamos!-aviso aquel hombre, sujetando un maletín con medicinas, acercándose a los niños que jugaban en la brea.-Armin, ¿te quedarás a cenar?-pregunto, viendo como el rubio alzaba la mirada para responderle.

-Claro que lo hará, ya estoy haciendo un poco extra para la cena. Así podrá llevarle a su querido abuelo.-Adeline giró la mirada, observando a su mamá sobresalir de la puerta que dirigía la entrada de su casa; Carla miró a su hija, y sonrió.-Estás muy bonita.-halago, acercándose a su niña, dándole un beso en la cabeza.-Ten, la cesta de comida.-Adeline, quien sostenía unos libros, creo espacio para sostener la cesta de panes, colocando los libros encima de la servilleta que los cubría.

-Volveremos para cenar, mi amor.-musitó Grisha, subiendo los escalones, para darle un beso a su esposa, Carla, quien sonrió sonrojada.-Eren, pórtate bien. Nada de peleas.-pidió él, acomodándose sus anteojos, mientras que su hijo menor asintió, levantando la mano para despedir a su padre e hermana.

-Grisha, por favor, con mucho cuidado.-pedia Carla, viendo como su esposo, tomaba la mano de su pequeña hija, quien sonreía sosteniendo aquella cesta en su mano.

-Señor Jeager, buenos días. Disculpe la demora.-aquel hombre estrechó la mano hacia el padre de Adeline, quien cortésmente, la aceptó.-Buenos días señorita Jeager.-saludó aquel policía militar con una gran sonrisa, mientras que se inclinó como si perteneciese a la realeza.

-Buenos días señor.-respondió amablemente esa dulce niña con los ojos color avellana.

-¿Qué traes ahí, pequeña?-pregunto Grisha, subiendo a su pequeña niña a la carroza; Adeline siempre visualizaba que era una princesa cuando se transportaba de esta manera.

-Bueno, el señor Arlert me presto sus libros. Los de él son más antiguos, pero muy curiosos y entretenidos. Me pidió que los devolviera luego de que terminara de leerlos, pero, primero se los mostraré a mi amigo.-musitó Adeline, sentada aún lado de su padre, mientras que releía los libros.

-Creo que le gustas a ese chico.-afirmó Grisha, viendo como Adeline abrió sus ojos pasmada.-Y tú también a él. ¿No es por eso que te pusiste más bonita hoy?-pregunto, acariciando el cabello de su hija, quien yacía cabizbaja.-No importa, ambos son muy jóvenes para entender el amor.-expresó él, a lo que ella se quedó curiosa y pensativa ante eso.

Ella dirigió la mirada a su padre. Quería cuestionar sobre lo que dijo, le parecía un tema tedioso. Todos parecíamos crecer con la determinación de que era el amor, de como nacía el amor. Decían que era un sentimiento intenso del ser humano que partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Mientras pensaba eso, miraba a su padre, ella había visto como él demostraba su amor en muchas maneras. Hacia su madre Carla, su hermano Eren, ella o inclusive a su profesión, la cual desarrollaba con mucha pasión. Adeline no veía la hora en llegar, el camino a la ciudad subterránea se le hacía largo. Por eso, siempre se iban temprano, antes del medio día, pero aún así, de regreso a casa, era muy tarde. Su padre, llevaba pidiéndole que le acompañase desde hace ocho meses atrás. Iban una ves a la semana, pero antes, a ella no parecía fascinarle ir, hasta que conoció a ese chico. Ella, esperaba con ansias cada semana para levantarse temprano e acompañar a su padre. Parecía valer la pena esperar, porque cada vez que ella iba, aquel chico estaba ahí, esperándola. Él era tedioso, muy diferente a cómo era ella. Un chico inaccesible, uno al cual ella no podía descifrar, aunque le mirara fijamente, ella no podía entender que habían más allá de los pensamientos que él tenía.

Adeline miraba la ventana, quedó dormida en esa misma posición, hasta que supo, que había llegado a su destino. De aquí a su distrito, era un largo camino que recorrer, pero al fin, lo vería. Ella sintió ese sentimiento, ese mismo que ha sentido estos últimos cuatro meses. Un revolcón en su estómago, estaba nerviosa y lo supo por cómo rasgaba la cesta. Grisha la observaba, sabía que estaba tensa y que no era por temor a la ciudad subterránea, pese a ser una ciudad repleta de malhechores, él confiaba en la seguridad que la policía militar le otorgaba, incluso, las oscuros mafiosos de los callejones de dicho lugar; lo único que él debía hacer, era continuar dando sus servicios. Con cuidado, ayudó a Adeline para bajar de la carroza, sosteniéndola de su mano, viendo como ella iba cabizbaja, entrando en ese estado de timidez. Él sonrió. Grisha sabía cómo lucía el amor, incluso a los once años, se podía sentir. Él ánimo a que ella continuase caminando, pero Adeline sentía un calentón en sus mejillas. Ella levantó la mirada, esperaba una de parte del hombre que sostenía su mano, cuidándola mientras bajaban esas escaleras para olvidarse por un momento de la iluminación del sol, pero Grisha tan solo la miró y sonrió, dándole seguridad de que ella, estaría bien.

-Adeline, creo que no debo recordarte lo siguiente, pero por tu seguridad, lo haré.-ella caminaba junto a su padre, sabiendo lo próximo que diría, pues era una especia de rutina.-No hables con ningún extraño. En caso de que sientas peligro, ven a estas escaleras y busca algún policía militar, espera mi regreso. No huyas del perímetro, te quedarás donde siempre con ese chico. No me hagas perder la confianza en ti. Es por tu seguridad.-pedia Grisha, a lo que Adeline asintió.-¿Quedó claro?-preguntó este.

-Si, papá.-musitó ella, llegando a ese lugar, ese lugar tan oscuro y siniestro, las peonas siempre le miraban.

-Mira, parece ser que alguien estaba igual de entusiasmado en verte.-comentó Grisha, viendo como su hija alzó la cabeza, para observar aquel chico, el cual yacía sentado en una columna, moviendo sus pies.-Si pudiera hacer algo para llevarlo al exterior, lo haría.-murmuró este, notando como el chico tenía raspaduras en su mejilla.

-¿Puedo ir con él?-preguntó Adeline, soltando a su padre, quien parecía abrir su estuche, sacando algunas gasas, y un pequeño frasco de alcohol.

-Lo necesitará.-comentó Grisha, pasándole los suministros a Adeline, quien los colocó en la cesta.-Hija mía, por favor, no rompas las reglas.-Adeline asintió rápidamente, despegándose de su padre.-No se aíslen mucho de ella.-le pidió a los policías militar, mientras que observó como ella se acercaba al chico que levantó la mirada, y en esa turbia y fría mirada, Grisha pudo determinar que había un brillo en los ojos grisáceos de aquel joven al ver a Adeline llegar.

Adeline se quedó detenida frente a él, observando cómo tenía sangre seca en su nariz, pero él aún así se levantó de la columna en la que estaba sentado para llegar al suelo, quedando frente a ella. Ambos se miraron, no había un saludo, solo sabían que debían compartir, así que él estrechó su mano sin vergüenza, sabiendo que Grisha aún observaba los movimientos de su hija; Adeline no tardó en llevar su mano a la de Levi, quien la apretó para pasarla por la acera. Ambos siempre iban a un mismo lugar, el cual Grisha y los policías militares que lo acompañan tenían conocimiento, pero ese día, había algo en el ambiente que lo hacía sentir tenso para el adulto. Viendo a su hija irse, sentía que no debía quedar muy lejos de ella, por su seguridad. Aunque en los ocho meses que la habían traído, nada había pasado, ni siquiera lo mínimo, no todas las personas de aquí eran malas, eso creía él; pero Levi, creía lo contrario. El camino junto a ella, esperaba con ansias poder ir a ese lugar especial. Ella no era la única que esperaba desesperadamente el día en que pudieran reunirse, para él, era un propósito despertar y esperarla. Levi la ayudó para que se sostuviera de las columnas con cuidado, esperando que pudiera subir a ese lugar, donde yacía un gran hoyuelo abierto que reflejaba los árboles y el cielo, incluso se sentía brisa, pero solo era parte de un abismo al que la gente de la ciudad subterránea deseaba estar. Entre ellos, él.

-Ven, yo te ayudo.-Adeline estrechó su mano, viendo como Levi intentaba escalar luego e haberla empujado a ella hacerlo.-Vamos.-apretó su mano contra la de él, impulsándolo con un poco de fuerza; Levi logró llegar hasta ella.

-Gracias.-agradeció, sacudiendo sus manos para quedar algo inmóvil cuando sintió el suave tacto de la mano de Adeline en su mejilla.

-¿Por qué siempre peleas?-le preguntó ella, quitando la tierra de las mejillas de este, mientras que Levi inexpresivo, lo permitió.-Un día alguien llegará y te dará una buena pelea.-musitó.

-Le robaron un trozo de pan a una chica.-justificó Levi, viendo como Adeline manchaba su camisa ante limpiar la mejilla de este con ella.-Ella, estaba indefensa.-añadió, recordando a la chica de azulados ojos y cabello rubio, la cual huyó en cuanto Levi le devolvió el trozo de comida.

-Gracias por haber hecho eso por ella. Debe estar muy agradecida.-decía Adeline, pasando alcohol por la cortadura de su mejilla, justo como su padre le enseñó, mientras que Levi veía la cesta de donde ella sacaba esos suministros, él ante el ardor, fruncía el ceño.

-Arde.-esbozó, quejándose del tacto que Adeline dirigió hacia él, viendo como ella había limpiado la sangre con la gasa.

-Lo siento.-se disculpó ella, distanciándose de él, mientras que ella dirigió su mirada a sus grisáceos ojo, Levi siempre la miraba de una manera fija que provoca nervios en ella.-¿Quieres comer?-le preguntó, distanciándose de él.

-Yo... -Levi se quedó cabizbajo, quería acceder a su petición, tenía hambre, pero él quería devolverle lo que ella siempre hacía por él.-Te traje unas flores.-bajo la cabeza avergonzado, mientras que llevó su mano a la espalda baja, sacando de adentro de su camiseta y pillada con su pantalón, unas flores color rosas.-Es por eso que también pelee. Porque las robé. Lo siento.-Adeline se quedó sosteniendo las gasas y el alcohol, viendo sorprendida como Levi extendía aquellas flores, relucían a pesar de estar casi partiéndose.-Quería agradecerte todo lo que has hecho por mi.-musitó, viendo como Adeline soltaba los suministros para aceptar las flores.

-No tenías porque.-indicó ella, sintiendo nuevamente sus mejillas calientes, como si le costara sonreír.-Pero, gracias.-expresó Adeline, agradecida y en un solo instante, en uno muy lento, ella se acercó a él con velocidad, dando un impulso de sus labios, a los suyos.

Levi se quedó pasmado. Era la primera vez que sentía el roce de sus labios con otro. Él sólo tenía catorce años, era extraño para él no hablar sobre sentimientos o inclusive amor, pero esto para él se sentía puro. Adeline se distanció, mientras que ella parecía enrojecerse por completo, de una manera avergonzada. Él se quedó detenido, mientras que el viento proveniente del hoyuelo de la cueva, rozó el cabello de Adeline. Ella lo miró, esperando una aprobación de que había hecho lo correcto, y él, por primera vez en mucho tiempo; sonrió. A lo que ella, rió pasmada, viendo como Levi aprobó ese gesto, bajando la cabeza para evitar que ella viese sus mejillas coloradas. Él era inexpresivo, inaccesible. Levi era tedioso y difícil de descifrar, pero era la primera vez que Adeline lo veía sonreír de una manera pasmada. Era una imagen que no se eliminaría de sus memorias, jamás, ni aunque la vejez le hiciera derrumbar su mente, ella no podría olvidar cómo Levi sonrió por primera vez desde que se conocen. No dijeron nada, ni siquiera podían expresar ese sentimiento tan fuerte, ese que sintió al instante cuando rozaron sus labios. Fue una intensa conexión con ella. Sintió detenidamente en un momento, su aliento, sus labios, su respiración, su corazón latiendo aceleradamente, los movimientos de su cuerpo acercándose ligeramente al tuyo. Todo fue preciso y puro.

-No quiero que pelees si no es una buena causa.-musitó Adeline, sentada aún lado de él, mientras que Levi comía unas crujientes galletas que Carla había preparado; Adeline estudiaba los libros del señor Arlert.-Mi mamá siempre reprende a mi hermanito, porque él le gusta meterse en problemas innecesariamente, pero Eren dice que pelea con una buena causa. Así que, si sientes que no es necesario, no tienes porque hacerlo.-expresaba ella, él la escuchaba.

-Valoró la preservación de la vida humana, estando aquí, dudo mucho que deje pasar por largo muchas cosas.-respondió él, de esa manera suave y fría, viendo como Adeline levantaba la vista, para observarlo.

-Quiero que salgas de aquí por una buena causa. No por una mala, Levi.-le dijo ella, mirándole detenidamente a los ojos.

-Entonces tú eres una buena causa.-musitó cabizbajo, y ella, abrió sus ojos pasmada ante descifrar el mensaje que él transmitió.-Siempre lo has sido... -decía, y ella, parecía sentir ese gozo en su interior, esas mariposas que se revolcaban y revolcaban.-¿Te parece bien eso?-preguntó Levi.-Cuando logré salir de aquí, iré a buscarte.-esclareció, suavemente con un tono de voz que ella parecía tolerar, esa frialdad y distancia que lo hacía ser inexpresivo.

-Me parece bien.-respondió ella, sonriendo ampliamente, pero él tan solo detuvo su mirada en cómo sus ojos color avellana brillaban, y es que, Adeline llevó sus manos a su falda; apretándolas como si estuviera nerviosa y quisiera expresar algo.-Yo... y-yo... -Adeline se detenía, sin saber cómo expresarse.-Yo siento amor por ti.-murmuro, y aunque creyera que Levi no la había escuchado, se equivocaba.-Es que, no dejo de sentir mi estomago revolcarse. Y creo, que son las mariposas de las que hablan. Y es que, es que, es que no dejo de pensar en ti.-decía repetidamente, sumamente nerviosa mientras que continuaba apretando su falda, sin mirar a Levi, él era tres años mayor, parecía entender mucho más la vida que ella.

-Yo también me siento así.-confirmó él, viendo como los músculos de Adeline se relajaban, como ella parecía recibir el aire nuevamente, a diferencia de lo sereno que él estaba a su lado.

-Te mostraré algo.-murmuro Adeline, levantándose de aún lado, mientras que Levi curioso la siguió con la mirada.-Cuando salgas de aquí, podremos ir juntos a verlo.-decía ella, revisando un libro en la cesta, pero ese libro se cayó fuera del rincón en el que estaban.

-Yo lo busco.-le indicó Levi, levantándose, pero Adeline negó rápidamente.

-Está bien, yo puedo recogerlo.-infirió Adeline, quien con cuidado bajo por las redadas que yacían en las Columba, bajando para tocar el suelo y recoger su libro.

-Estas galletas son deliciosas, desearía que tu mamá siempre las haga, cocina muy bien.-comentaba Levi, comiendo las últimas migajas de galletas, mientras que saboreaba el sabor dulce en su paladar.-¿Crees que ella nos cocinara si nos casamos?-se preguntó él, de manera espontánea y con sus mejillas coloradas, Levi estaba sensible desde que ella rozó sus labios con los suyos.

-¿Eso es tuyo, linda?-Levi se es estremeció en cuanto escucho aquella voz gruesa, con rapidez se giró en sus talones, bajando la mirada para observar detenidamente cómo abajo de la estrecha roca, Adeline yacía frente a un hombre, sin movilidad.

-Si.-respondió ella inocentemente, sintiendo una leve tensión entre el hombre y ella, mientras que Levi miraba sigilosamente como aquel hombre recogió el libro, observándolo.-¿Puedes devolvérmelo?-preguntó ella cabizbaja, Levi apretó sus dientes.

-Esa no es la manera de pedir algo, niña.-Adeline cabizbaja, sentía inseguridad por la intimidación que ese extraño hombre estaba resurgiendo hacia ella.-¿Debo enseñarte modales?-pregunto, mientras que parecía que alguien más, pero para su mala suerte, no era un policía militar.

-Por favor... -murmuró ella, levantando la mirada para ver la macabra sonrisa que él le dirigió, mientras que llevaba sus manos al broche de su cinturón, justamente Levi se giró con rapidez para intentar engancharse de las redadas.-¡Lev... -el hombre tapó su boca, logrando sacarla de las redadas, lanzándola al suelo con brusquedad, mientras que otro hombre, observaba perverso lo que sucedería.

Levi no pudo pensar. Todo en él se bloqueo, se bloqueo en un instante en que vio como Adeline cayó tumbada al suelo, indefensa y con miedo. Él se giró, se dirigió con rapidez a las rocas que parecían cubrir algo que él temía a que ella viera, pero tristemente, él no podía ocultar quién era. Sacó aquella navaja, apretando el mango de esta con fuerza. Fue así como aquel hombre le enseñó a utilizarla, el hombre que lo dejó a su suerte. Levi no tuvo opciones, no muchas que digamos, porque él se lanzó sin previo aviso al hombre que estaba asustando a Adeline. Todo el peso de ese hombre estaba encima de ella, él le sonreía y burlaba ante ver como ella no podía forcejear. Él tenía su rostro a centímetros de su rostro, ella tenía su cara plantada en el suelo, recostando su mejilla en el frío cemento, intentando de evadir la mirada de ese hombre, pero él decía cosas en sus oídos, cosas que ella no quería escuchar, pero él cambió su cara, para que ella pudiera verlo, con horror. Pero, por el impacto de Levi en el cuerpo de este, la cara del hombre impacto con la de Adeline, dándole fuertemente en la nariz. Levi cayó el suelo, adolorido, mientras que aquel hombre se burló, dirigiéndose a Levi para golpear con fuerza su estómago, utilizando el talón de su pie, creando que Levi se acogiera intentando de no concentrar el dolor que sintió, pero el no poder respirar, provocó que no se moviera.

No bastó mucho para que el hombre volviera a golpearlo, escuchando cómo una bocanada de aire se le escapó. Adeline se removió del suelo, intentando de levantarse para dirigirse a Levi, pero el hombre la empujó con fuerza, haciendo que volviera a caer. Ella jadeó, su cabeza impacto con el suelo, sintió que todo se concentró en una punzada, creando que ella se inmovilizará.-No dejes que el mocoso llame la atención.-pidió el hombre al que Levi había golpeado, viendo como el otro, se dirigió a él, quien yacía aún recostado en el suelo. Levi veía el libro, veía el libro recostado en el suelo, mientras que Adeline de igual manera. Él temió, por un momento no le importo que ese hombre se acercara a él y lo atacara, Levi estaba acostumbrado a pelear, lo que importaba, era que ese hombre dañara a la niña que le había dado su primer beso, que había creado un sentimiento bonito dentro de él. No podía quedarse ahí, no podía estar en el suelo y observar cómo ese hombre acariciaba su cabello y tocaba los botones de su camiseta, así que él, lo hizo, se levantó. La risa de ese hombre, el roce de sus labios en el cuello de ella, y como sangre sobresalía de su nariz, lo atemorizó. Y él, sintió todo. Una energía, algo tan extraño que recorrió su piel, haciéndole estremecer todos sus músculos. Vio cómo Adeline respiraba gruesamente, estaba agitada y tenía miedo.

El hombre que debería detenerle, estaba dándole la espalda para observar fijamente lo que sucedería. Él gruñó, apretó sus dientes fuertemente, como si no pudiera sentir nada más que no fuera la fuerza y temor que estaba sintiendo. Levi corrió, corrió con fuerzas mientras apretó mucho más la navaja, se abalanzó en la espalda del hombre que le daba la espalda y dirigió el desliz a su rostro cuando se giró. La sangre salpicó, y el hombre se estremeció y quedó abrumado por la acción de ese chico de estatura baja. El hombre se lanzó a Levi, pero este, sin temor y con toda la energía que estaba sintiendo, esquivó los golpes, para levantar la navaja y sentir como corto su mano. Esa sangre, cayó en el rostro, y ante el jadeo del hombre, Levi golpeó sus genitales fuertemente, dejándolo caer al suelo indefenso. Se giró, veía al hombre mirarle abrumado y preocupado, aquel que yacía encima de Adeline y le quitaba todo acceso para respirar, lo supo en cuanto vio su pálida piel y como ella tenía su boca entre abierta. Levi corrió, corrió velozmente y aquel hombre levantó sus manos, y el hacerlo, Levi incrustó en su hombro izquierdo, la navaja. El hombre grito, mirando la navaja y cuando Levi vio el bulto que había en su pantalón, no pudo aguantarlo, no pudo evitarlo. Saco la navaja con fuerza y en un parpadeo, él rozó la garganta de ese hombre con la navaja, haciendo que la sangre se desplazara en todo el cuerpo de Adeline y que el hombre, cayera lentamente al suelo mientras buscaba respirar.

-¡No! ¿¡Qué acabas de hacer!?-se preguntaba el otro hombre, temido y con su mano ensangrentada, pero Levi, él sentía que no podía respirar, era como si sus músculos perdieran fuerza.-¡Niño!-le llamaba abrumado, pero Levi solo estaba inmóvil, mientras que Adeline respiraba gruesamente.-¡Él lo hizo, él lo hizo!-Levi se giró velozmente, viendo a todos esos policías militar llegar al lugar, mirando la situación y analizándola, pero lo peor de todo fue cuando Adeline se levantó del suelo temblorosa y le miró con mucho temor, ella se quedó inmóvil, con su ropa llena de sangre, incluso, limpió la sangre de su nariz con el mango de la camisa.

-¿¡Adeline, Adeline!?-Levi se quedó cabizbajo, sosteniendo la navaja, mientras que escuchó el desgarrador grito del padre de esta, preocupado y atemorizado por la escena tan atroz que estaba viendo.

-¡Yo no lo hice, yo no lo hice!-gritaba el hombre asustado, viendo a su amigo inmóvil en el suelo, cubierto de sangre mientras que la policía se acercaba a él, sabían que era un bandido, por eso no tardaron en atraparlo.

-¡Tú madre tenía razón, no era buena idea traerte aquí!-se recalaba Grisha, pero Adeline solo miraba a Levi, solo miraba como los grisáceos ojos de él, le miraban apagado.

-Pero, ellos iban... ellos iban... -Adeline entrecortadamente se quedó tiesa, su padre entendía lo que diría, así que la abrazó fuertemente.-Levi solo me ayudó... yo no podía... no podía moverme.-detallaba Adeline, sin poder levantar sus brazos para abrazar a su padre, quien miró a Levi, miró lo aturdido que estaba.

-¡Niño!-Grisha se abalanzó, se abalanzó hacia Levi, lo miré e examino, pero al igual que su hija, solo veía el alma oscura y triste que lo desolaba.-¿¡Eso es cierto!?-le preguntaba Grisha, y Levi, solo asintió, sin dejar de mirar el cuerpo.-Lo siento tanto, pero tanto... -murmuraba Grisha, apretando a Levi contra su cuerpo.-No puedo volver a traerla aquí. Lo siento.-Levi se estremeció, abrió sus ojos grandemente para ver cómo Grisha se distanciaba de él.-Te agradezco.-susurro, distanciándose de Levi.

-Nosotros nos encargaremos señor Jeager.-indicó un policía militar, quien se acercó a Levi para resguardarlo, pero este estaba frío, no podía moverse.

-Lleven al niño a un lugar seguro, por favor. Lo dejo a su cargo.-indicó Grisha, mientras que Adeline veía a Levi con la misma intensidad que él.

-Levi... -Adeline susurró su nombre, un susurro lleno de miedo y tristeza, pero su padre, impidió el paso de ambos.

Así que, ella empezó a llorar fuertemente cuando su papá con delicadeza tomó su mano para removerla. Él estaba aturdido, como padre que era, lo único que pensaba era en sacar a su hija de ese macabro lugar, sin imaginar el daño colateral que crearía. Jamás lo pensó, ni siquiera aunque tiempo después, Adeline pareciera apagarse por completo, o esas veces que volvió a la ciudad subterránea con ella y escuchó que Levi se había convertido en un delincuente, en un buscador de problemas del que no podía escapar. Grisha firmemente se fue, aunque Adeline intentara de detener su paso mientras lloraba fuertemente, porque ella sentía lo que era ese distanciamiento. Ya no esperaría hasta la próxima semana, ella no volvería. Aquellos grisáceos y humedecidos ojos, vieron cómo aquellos del color avellana, desprendieron lágrimas sin cesar. Él no se movió, la vio irse, y aunque los policías militar intentaban de removerlo, él no podía. Así que, él con sus ojos humedecidos, parpadeo, mientras que las lágrimas se deslizaban por su rostro. No hubo un adiós, un abrazo, o aunque fuera, un beso, todo sucedió momentáneamente. En cuestión de segundos, ella se había ido de su lado. Ese día, él sintió lo que era el amor, pero también, lo mucho que dolía. Levi camino con ese policía, camino hasta quede solitario frente a ese charco donde vio su reflejo. Solo el amor podía doler así.

───

Próximo capítulo: Fugitivos.
El escuadrón de operaciones se ve obligado a escabullirse de la policía militar cuando una falsa culpabilidad pone en riesgo a la legión de exploración.

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