𝐯𝐞𝐧𝐭𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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La realeza.

Su recuerdo se sentía lejos, esa memoria que no podría olvidar, ni siquiera después de la muerte. Estaba sentado, con esa ropa rasgada y apestosa, aún así, ella estaba sentada a mi lado, observando cómo yo me comía esos trozos de pan. Esperaba ansiada que terminara, tenía un rostro limpio y un confortante semblante. Se avergonzaba que me sintiera incómodo por su mirada tan fija, pero era la primera vez que veía unos ojos como los suyos. Tímidamente, rompí el fragmento de pan que ella misma me había dado, confundida y negando, me distanció el trozo que quería compartir, pero ante ver mi expresión tan fría, cedió en aceptar. Parpadeé, ese recuerdo era borroso. Volvía a la realidad. Veía el mantel, el mismo que estaba amarrado a mi cuerpo, repleto de esa sucia y espesa sangre que no dejaba de sobresalírsele. Su nariz fragmentada, su ojo derecho morado e hinchado. Con brutalidad, dirigí mis nudillos a ese policía militar que con ayuda de los Reeves, logramos capturar junto a su compañero. Eran dos policías militares de la división interna, pero este tipo tenía un rostro malévolo que no podía desaprovechar, porque entre bandidos, yo era mucho más malicioso que este tipo, a quien le saque la saliva de un solo brutal golpe. Estaba cegado, la rabia, la angustia y el desespero que la situación estaba dejando esclarecer, me tenía así.

Lo golpeé nuevamente, la sangre sobresalió de sus labios de una manera viscosa. Repugnante lo miré, pero el cabizbajo, no me miraba ni a leguas. Suspire gruesamente. Eleve mi mirada, sintiendo todo el enojo consumir cada parte de mis músculos. Me distancié de él, dándome la vuelta. Mi brutalidad se debía a mis emociones, esas que me recalcaba manejar y dividir, pero en esta ocasión, no podía controlar lo que estaba sintiendo dentro de mi. Muchas veces estuvo lejos, pero era ese sentimiento de cuando me la arrebataron. Ese vago sentimiento que sentí los días en que no volví a verla, en que espere como una cucaracha que nadie me viera para intentar escabullirme hacia el distrito, desde el interior de la ciudad subterránea, pero jamás pude hacerlo. Apreté mis dientes, me giré y brutalmente, eleve mi pierna derecha, la cual me había dolido durante días, pero mi talón golpeó la mandíbula de ese policía militar. Aturdido y mareado, intentaba de incorporarse en la silla, esa en la que estaba amarrado, sin casi movilidad. Me acerqué a él, de una manera brusca, viendo como sus labios derramaba la sangre viscosa. Él me miró temerario, pero un gran silencio albergaba. Ni siquiera podía hablar, no era porque estaba lastimado, él y sus convicciones eran muy fuertes para hablar. La única manera era aferrarme a la idea de Hange, era nuestro único haz bajo la manga.

-Tú cuerpo no va poder, en algún punto, perderás la conciencia.-dije, dándole la espalda.-Pero, volverás a despertar, y te continuaré haciendo pedazos, hasta que rompa una de tus costillas, y sientas los huesos punzando los pulmones, vas a querer que te los saquemos por la boca.-murmuré, fríamente para observarlo, pero él estaba afligido y muy tembloroso.

-He escuchado mucho sobre ella. Entendería porque estás tan desesperado por tenerla.-expresó, intentando hacer burla, pero yo no estaba para bromas.

-¿Te gusta hacer el gracioso? Porque no tengo problema en orinarte la garganta.-musité, viendo como me miraba asustado, este hombre me veía como el demonio, pero justamente la puerta se abrió bruscamente.

-¡Ya estoy aquí, espero que todavía no hayan terminado!-exclamo Hange, portando una rosa casual, mientras que se acercó velozmente al tipo de la policía militar.

-No, de hecho, no estoy acostumbrado a esto.-comente yo, acomodándome los guantes, los cuales estaban manchados de sangre.

-Yo tampoco. Esta es la primera vez que voy a torturar a un ser humano, así que, te voy a pedir que seas paciente Sannes.-decía Hange, con una voz tan tranquila para lo que estaría apunto de hacer; ella se colocó aún lado de la mesa, esa que mantenía equipos y herramientas que usaríamos a nuestro favor.

-¡Espera! ¿Qué es lo que quieres saber? ¿Quién comienza a torturar a alguien sin antes hacer preguntas?-grito el policía militar, alterado ante ver cómo Hange recogía las pinzas que habían allí.

-Es verdad, tenemos varias preguntas.-acepté yo, mirándole a él.-¿En qué lugar se encuentra Historia, Eren y Adeline? ¿Para que razón las querían a ellas?-pregunte.-¿Quienes son los Reiss?-añadía curioso y con convicción, esperando que cediera ante nosotros.

-¡Lento! ¿Sannes no te das cuenta que tenemos prisa?-exclamo Hange, siendo atrevida en intentar de desprender la primera uña del dedo índice de aquel hombre, quien emprendió en un fuerte grito de dolor.

-¡Basta! ¡Por favor!-gritaba, la sangre se desprendió por todo el suelo, él no dejaba de lagrimear, se removía, pero Moblit mantenía sus manos en los hombros de este, impidiéndole tanto movimiento y forcejeo hacia Hange.

-¡Solo dinos! ¿¡Donde están!?-continuaba preguntándose ella, alterada, pero él denegaba.

Sus lágrimas bajaban, mezclándose con el sudor y la sangre seca de su nariz, llegando hasta el mentón. No hice ningún otro movimiento, solo me propuse observar y examinar las determinaciones de Hange, sus expresiones y la gran impotencia que había en su rostro. El enojo. La culpabilidad, trascendía su impotencia en venganza por lo que nos han hecho, lo que han hecho sentir. Primero, el pastor Nick, luego, secuestran a personas que incondicionalmente nos importan, y esclarecen la esperanza de este mundo que conocíamos. Segundo, las verdades por las cuales nuestros compañeros y subordinados han morido todos estos años, han estado bajo el mango de la realeza que creíamos conocer. Todo era sumamente nefasto. Éramos nosotros quien viajábamos, éramos los mismos que perdíamos a compañeros consecutivamente. Isabel, Furlan, Conan, Petra, Auruo, Erd, Gunther, Nanaba, Mike. Muchos más que no podría contar con mi maldita mano, y los que faltarían por sacrificar. Nos arriesgábamos. Peleábamos, enfrentábamos. Sufríamos el costo que nadie más sufría, y ahora, nos deshonraban y trataban como si fuéramos los malos, cuando en realidad, éramos los héroes de esta insignificante isla. Esta gente, eran solo las marionetas de un rey más nefasto que la propia élite que lo protegía. Apreté los dientes y distancié a Hange en un leve empujón, la sangre de las uñas de ese hombre, se desbordaba en el suelo, pero miré fijamente sus ojos llorosos, reflejándole mi impotencia.

-¿Tienes esposa?-le pregunté, de una manera intensa, viendo como él con sus labios temblorosos, asentía.-¿La amas?-volví a preguntar, él asintió rápidamente, pero en esta ocasión, bajo la cabeza rendida ante mis palabras.-¡Entonces dime dónde está la mujer que amo!-exclamo, con molestia, era la primera vez que esclarecía mis sentimientos, y más delante de un hombre como él.

-Lo lamento... -susurro, mientras que sus lágrimas bajaron por las mejillas y solo me restó más que distanciarme.

-Perdona, no sé arrancar uñas tan bien como tú Sannes. ¿Cuantas tuviste que desprender para poder dominar tus técnicas?-se disculpaba Hange, mirándolo.

-Demasiadas, para ser contados. Estas murallas son bastante estrechas, ¿acaso saben porque nunca ha habido una guerra dentro de este sitio?-respondió él, un como más sereno, dirigiendo mi mirada a Moblit, una mirada que transmitía algo más, algo que él pudo entender.-Porque nosotros, la policía interna, hacemos el trabajo sucio para mantener la paz. Matamos a un profesor sabiondo, a unos casados que soñaban con volar. Incluso a la prostituta de una granja.-contaba, mientras que vi como Moblit salía de la oscura habitación.-¡Gracias a que los eliminamos la humanidad ha podido seguir adelante! ¿¡Por qué demonios agradecen?! ¡Es la primera vez en mi vida que he visto a unos malditos disfrutar tanto de torturar a un semejante!-nos grito.-Pero... no tengo miedo de ustedes dos, porque yo tengo al rey. Pero siempre, voy a confiar en él y en la paz dentro de las murallas. Todo este tiempo uno una razón detrás de nuestras acciones, pero hasta ahora entiendo el dolor que sufrieron. Torturen mi alma hasta acabar con mi vida, es lo único que merezco por toda la sangre que he derramado durante todo este tiempo.-musitó, cabizbajo, pero yo tan solo lo miré inexpresivo.

-Es hora de un descanso.-le indique a Hange, y ella no tardó en asentir ante eso, me quite los guantes, dejándolos aún lado para sobresalir por la puerta junto a Hange.

-Maldita sea, ahora siento mucha lástima por él.-murmuro Hange, pero yo solo me esmere en apretar con fuerza al otro policía militar que Moblit trajo de la otra habitación.

-Oye no me empujes, me lastimas.-exclamó él, a lo que pude ver cómo Hange sacó un trozo de papel con un forzado diálogo, que solo a ella se le ocurriría.

-No puedo creerlo, eres patético. Escupiste todo luego de solo quitarte una uña. Sannes, ya no tiene ninguna. ¿Lo sabías? Ya no se parecen en nada.-musité yo, dirigiéndome a él, antes de empezar a subir los escalones.

-¿Y eso que? Esa fue la decisión que él tomó, nunca se cansaba de hablar sobre el rey y la paz, todos estábamos hartos de ese tipo, nos harían un favor matándolo.-releía en voz alta, inseguro, pero accedía ante la amenaza en su cuello; ese cuchillo afilado que estaba apunto de cortarle la garganta.

-No lo haremos hasta que podamos confirmar la información que nos distes.-expresé yo.

-¡Oigan ya les dije todo lo que necesitaba saber, coopere con ustedes! ¡Ahora por favor díganme! ¿Mi celda tendrá cama?-culminó en decir, y ahí empecé a subirlo por los escalones, viendo como murmuraba.-Maldición... -decía, frustrado.

-Andando.-le pedía, empujándole.-No quiero perder más tiempo.-murmuré.

-Espero que con eso, Sannes pueda al menos abrir la lengua.-opinó Hange, abriendo aquella puerta, la cual nos dirigía a una celda almacenada.-Si no es así. Ya no tiene más uñas que pueda arrancarle.-decía ella, tocando su cabeza frustrada.

-¡No dirá nada, ya verán!-exclamó él, pero yo solo lo empujé con fuerza dentro de la celda que Moblit abrió.-Confió en él, ¡con mi vida!-seguía exclamando dentro de las rejas, mirándonos exhausto.

-Que disfrutes tú reinado, cerdo.-esbocé yo, cerrando la puerta, para escucharle crear un bullicio.-Maldita sea, me voy a volver loco.-restregué mi rostro, llevaba mucho tiempo despierto, no había manera de descansar.

-Los recuperaremos, lo haremos.-afirmaba ella, tan segura de lo que decía, pero yo solo bufé; Moblit venía atrás de nosotros, en silencio.

-Eso espero, porque si no es así, los voy a matar a todos.-inferí, bajando los escalones con prisa hacia ese calabazo.-Juro que así será.-apreté los dientes, pero calme mi semblante, viendo como Hange se adelantaba para abrir la puerta de donde estaba el policía militar que torturamos.

-¡Bueno Sannes estamos de vuelta! ¡No me encanta esto, pero te torturare como pueda!-aviso ella, abriendo la puerta de una manera amplia, para que pudiésemos entrar.

-Los Reiss son la verdadera familia real.-un silencio se creó ante su comentario, dejándonos sorprendidos por lo que acaba de decir.-Es un linaje familiar que debían haber sido los dueños de la monarca real, pero por razones que desconozco se tomaron otros caminos, que condujeron a evadir la coronación de Rod Reiss, el monarca principal de este linaje familiar.-detallaba, y contaba, neutralmente.-Rod Reiss era un padre de familia, pero aún así, fue un hombre lleno de avaricia por su gran poder. Tuvo dos hijas ilegítimas, las que conducen a ser las herederas legítimas de su trono. Estas son, Adeline e Historia, pero ante la primordial nombrada ser la mayor, la hace la que estaría sacándolo de su monarca para encargarse de la realeza. Es lo único que puedo decirles, lo único que sé.-indicó, cabizbajo, pero ante eso, Hange me miró abrumada, esperando que le diera algún tuvo de refuerzo por lo que este hombre acababa de decir.

-¿Qué acabas de decir?-pregunté, sumamente desconcertado, esperaba una respuesta más clara; más creíble ante lo repentino que fue, él suspiro y nuevamente nos miró.-¿Y quién carajos es el hombre que dirige la monarca real?-me pregunté, desconcertado.

-Es solo eso. Un títere para distraer a la humanidad de la verdad, la cruda verdad... -murmuraba.-No saben ni la cuarta mitad de lo que yo sé, pero ahora, ya no es inútil seguir mintiendo.-continuaba diciendo.

-Moblit, dame un papel y una pluma, ¡ahora!-pedía Hange, pero Moblit igual de desconcertado ante lo que este hombre dijo, se removió luego de unos varios segundos aturdidos.-Esto... no puedo creerlo.-Hange se plasmaba en la pared, tapando su rostro.

-Dime, ¡¿donde están?!-volví a preguntar, mirándole tan exhausto y cansado.-Por favor... -le supliqué a este hombre, sintiendo como la impotencia le ganaba a mi cuerpo, pero él con sus ojos hinchados y golpeados, me miró.

-Están en la tierra de los Reiss.-respondió, viendo como la puerta se abría, mostrando a Moblit con aquel pedazo de papel y pluma.

-Ten, dibújalo. Haz algo que se parezca a él, aunque sea un garabato, pero danos una idea de quién es este hombre Sannes. Si lo haces, no recibirás más castigos y podrás volver pronto con tu esposa e hijos.-le ilusionaba Hange, viéndolo calmada y él, cansado, accedió, cogiendo aquel papel en sus manos.

-Hay que decirle a los chicos.-opine yo, observando cómo Sannes empezaba a hacer una silueta, mientras que Hange me miró.-Debemos informarle a Erwin, lo más posible que podamos.-indique, viendo como ella asentía.-¿Qué piensas cuatro ojos?-le pregunté, viéndola sentida.

-Hay algo más. Algo que Eren me comentó, y ahora que lo pienso, parece tener sentido el que se lo llevarán.-expresaba ella, pensativa.-No sé cómo explicarlo, pero si me dejo llevar por la nota que me dio, podría hacerlo más detalladamente.-continuaba diciendo.

-Si no vas a contarme, piensa para adentro.-le recomendé, viendo como ella suspiro, observando cómo Sannes levantaba el papel.-¿Es este feo?-pregunte, viendo la silueta determinadamente, a lo que Sannes asintió.-Pare ser un bufón, pudiste haber sido maestro de arte.-halague, distanciándome.-Hange, todo tuyo. Iré con los chicos, les informare, ellos también necesitan saber.-indique, abriendo la puerta del calabazo, para subir rápidamente los escalones; aún mirando la silueta del hombre, podía detallar que Adeline no se parecía en nada a él.

-Oye, todo estará bien Mikasa.-pasando por ese pasillo, antes de abrir la puerta que me dirigía al comedor, pude escuchar la voz de Sasha.

-Es inútil. ¿Creen que vamos a poder encontrarlos?-se preguntaba Connie, pero ante eso, abrí la puerta para observarlos sentados en el comedor, esperanzados me miraron; Mikasa se levantó de la silla, ansiosa, como siempre.-Capitán.-me nombraron.

-¿Pudieron averiguar algo?-baje mi mirada, observando a Armin, el único que parecía tener la calma en su mirada y expresión, asentí, viéndole aliviado.

-Necesito que me escuchen con atención.-les pedí, recostándome de la pared, observándoles.-Lo que les dire es tedioso y algo confuso, pero así son las cosas, debemos aceptarlas.-expresé, viéndoles tensos y con temor, más Mikasa que cualquiera.-Aparentemente, hay un linaje real del cual no se esclareció absolutamente nada. Ese linaje real pertenece a la familia Reiss. Con linaje real, me refiero a que son los pertenecientes al trono de la realeza, olvidando al rey que tenemos actualmente, el cual todo este tiempo ha sido un payaso, por lo tanto su reinado es más que una falsa.-les detallaba, viendo como parecían entender.-El único hombre que debería tener la monarca, es Rod Reiss. El mismo que ordenó el secuestró de Adeline, Historia y Eren.-indique.-Ahora, como bien saben, Historia es su hija ilegítima, pero, debo esclarecer que... Adeline sobresalió como perteneciente al linaje, siendo igual de ilegítima que Historia. Ambas son herederas al trono.-ante mi última aclaración, pude ver la sorpresa en los ojos de todos, pero aquellos dos jóvenes con un fuerte entrelazo a la chica de cabello oscuro y ojos color avellana, se miraron desconcertados.

-Eso es imposible.-afirmó Mikasa, la cual me dirigió una mirada fulminante, dándome poca credibilidad.-Adeline no es hija de ese hombre.-volvió a recalcar, segura de lo que decía.-Ella es la hija mayor de Grisha y Carla Jeager, la hermana de Eren. Mi hermana... -musitaba, desilusionada.

-Mikasa... -Armin susurró su nombre, cabizbajo y abatido ante lo que decíamos.-Hay muchas cosas que no conocemos, ya no sabemos lo que es real o no, pero si el capitán Levi nos está diciendo esto, es porque ya lo han confirmado.-expresaba Armin, mirándola.-Además, no hay razón más lógica por la cual se hubieran llevado a Adeline. Piénsalo, por más loco que suene, puede ser la verdad.-volvió a decir.

-Armin tiene razón Mikasa. ¿Por qué otra razón se llevarían a Adeline?-se preguntó Jean, mirando algún punto perdido.-Ya nada me sorprende en esta situación. Todo siempre ha sido una mentira...-murmuro.-Y creer que algún día quería ser policía militar para defender al rey, a ese maldito mentiroso.-decía.

-Entonces... la legítima heredera al trono es, ¿Adeline?-se preguntó Armin, mirándome, pero tan solo no deduje ni admití nada.

-Hay una alta probabilidad de que Historia, Adeline y Eren se encuentren con Rod Reiss.-les indique, evadiendo la pregunta anterior, para plasmar con fuerza la silueta de aquel hombre, en la pared.-Es este hombre.-les indique, viendo como le miraban detenidamente.-En fin. Hay algo más que queremos esclarecer con ustedes, pero de eso se encargará Hange. Iré a buscarla, ustedes pueden calmarse y pensar un poco. Hablan mucho sobre Eren, pero son igual o peor de impulsivos que él.-musité, abriendo la puerta para salir del comedor, aquel vago comedor, para tan solo bajar mi mirada.

-Mikasa, cálmate. El capitán nunca dijo que no fuera hermana de Eren.-expresó Armin, pero solo pude escuchar un golpe, como si alguien hubiera golpeado la mesa, con frustración.

Podía entenderlos. Más que nadie podía hacerlo. Dentro de mi, había una gran impotencia y frustración que aunque pudiera ocultar, o manejar con facilidad, no era nada fácil sobrellevarla. Me quede pegado a la pared, quería que mi cuerpo se desvaneciera y cayera sobre toda la energía que derramó por el suelo con cada paso en vano que doy, con el anhelo de que al abrir otra puerta, las cosas estén en su lugar, pero nada estaba en su maldito lugar. La cabeza me dolía, no podía dejar de sentir esas inquietantes punzadas, pero lo peor, era la verdad que estaba esclareciendo sobre nuestro campo visual. Como ese chico dijo, ya nada debería sorprendernos, hay más cosas de las que aún desconocemos, pero la más importante de todas, las oculta el sótano donde Grisha Jeager, guarda sus más íntimos secretos. Baje por aquellos escalones, podía escuchar un estruendo, una voz llena de impotencia y frustración. Todos estábamos en un callejón sin salida, uno del que queríamos escapar. Me asome, viendo como esa mesa se rompía en mil pedazos, la madera se despedazó y Hange tan solo suspiro gruesamente, pero su mirada y semblante cambió en cuanto me vio. Pasmada, pareció no poder hablar, pero yo tan solo la miré con seriedad, sin darle importancia a lo que había hecho, por su gran coraje. Ese que no solo ella sentía, todos lo sentíamos, pero parecía que lo había sacado.

-Lo siento Levi, desordene un poco el lugar. Es que había una cucaracha en el piso.-se justificó ella.

-Comprendo, con ese golpe tan fuerte la hiciste trizas.-comente, dándome la vuelta.-Es hora de que informes todo a los demás.-indique, subiendo los escalones nuevamente.

-Cierto, casi lo olvidó.-murmuró, dirigiéndose atrás de mi.-Sannes no me expresó más nada, lo lleve junto al otro idiota a las celdas. No los liberaremos hasta que todo esto se esclarezca.-me indicó, por lo cual asentí vagamente, abriendo la puerta para volver al comedor, donde yacían los chicos, pero esta vez, Mikasa estaba parada y sostenida a la pared.

-Chicos, lamentó que hayan tenido que ser testigos de nuestras acciones. Pido disculpas si los abrúmanos.-se disculpó ella, mientras que cerré la puerta a nuestras espaldas para caminar atrás suyo.

-Sargento Hange.-Armin no tardó en nombrarla, se que esté niño más que nadie, esperaba respuestas más esclarecidas.

-Ha sido una noche larga, lo sé.-expresó ella, cabizbaja, denotando su cansancio por igual.-Pero parece ser que aún no termina, así que, iré al grano.-indicó, tomando aire.-He llegado a una insólita conclusión acerca del secuestró de Eren, creo que él parecía presentir lo que sucedería. Una única conclusión, que parece ser la más cercana a lo que está ocurriendo, y es que, aparentemente Eren fue secuestrada para que Rod Reiss, robase su poder de titán, a través de otro titán, pero este sería puro.-contaba Hange, a lo que yo me mantenía cabizbajo y con mis brazos cruzados.

-¿Van a devorar a Eren?-se preguntó Armin, interrumpiéndole, un poco desconcertado y confuso, como todos los demás, pero Hange no tardó en asentir, afirmando estar en lo correcto.

-En la conversación que pudo recordar Eren dijeron algo acerca de la transformación de los titanes, lo que puedo deducir de esa conversación, es que Ymir era un titán que merodeaba fuera de las murallas. Berthold, Reiner y Annie tuvieron un compañero, que Ymir devoró. Por supuesto cuando un titán devora a una persona, no puede volver a ser un humano. No obstante, si se tratara de un compañero de estos tres, se hubiera comido a un humano que pudiera tener el poder titán. En resumen, si un titán devora a una persona que tenga esa capacidad volverá a ser un humano. Adicionando la intención de obtener el poder del sujeto que devoró. En la última batalla que tuvimos, Reiner le lanzó a Eren titanes con el objetivo de salir huyendo. El poder de Eren posee es manipular a los titanes a partir de sus gritos. En ese caso, Eren es un recipiente que puede ser fácilmente reemplazado, por lo tanto, si el gobierno cuenta con un titán propio, él será quien termine devorando a Eren.-terminó de detallar, viendo como los chicos le miraban perplejos, pero la única que no pudo contenerse, fue aquella a quien decidí detener rápidamente antes de que saliese por la puerta.

-Oye cálmate, no te servirá de nada estar así. No te devolverán a Eren si los enfrentas tú sola.-expresé fríamente, llevando mi mano a su hombro con un apretón fuerte, viendo como ella bajo la mirada.-Como sea, todos prepárense, partiremos a los terrenos donde podría estar Rod Reiss.-les dije, distanciándome de ella.

-¡Si señor!-exclamaron todos, levantándose de las sillas.

-Yo iré con Erwin y Grace, le diré lo que sabemos sobre los Reiss. Debe estar esperando nuestro informe.-me indicó Hange, a lo que asentí, viendo como ella me miro, y se acercó a mi, poniendo su mano en mi hombro.-Levi.-con convicción me miro, transmitiéndome algún tipo de calma a través de esa mirada.-La vamos a recuperar.-afirmó, dejando de mirar para distanciarse de mi, dejándome solo y vacío en este comedor, mientras escuchaba el bullicio de los chicos preparándose.

-Tsk. ¿Por qué hacen tanto ruido?-pregunte, para así, salir por la puerta de aquel comedor y dirigirme a ellos.

───

Próximo capítulo: Solo el amor duele así.
Un imprevisto, lleva a unas memorias del pasado.

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