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Desperté con el corazón latiendo desbocado, el eco de ese sueño todavía resonando en mi mente. Las imágenes eran tan vívidas que me costaba respirar.

El bebé cayendo al agua, el chapoteo desesperado mientras su pequeño cuerpo se hundía en las profundidades. Siempre era lo mismo el barco, el sonido del agua, el niño... y la sensación de impotencia que me atravesaba, inmovilizando cada fibra de mi ser.

Me pasé una mano por la cara, tratando de sacudirme el sudor frío que se adhería a mi piel. Sabía que no tenía tiempo para dejarme vencer por los fantasmas del pasado, no hoy.

Me vestí con cuidado, optando por algo que me permitiera moverme con facilidad pero que no dejara de ser elegante: un vestido oscuro ceñido a la cintura, acompañado de un abrigo largo que me protegía del aire fresco que recorría las calles de Birmingham. El plan estaba en marcha, y hoy sería un día crucial. Yo me encargaría de los Peaky Blinders, mientras mis hermanas se ocupaban de Billy Kimber.

Cuando estuve lista, me dirigí a la casa de apuestas. El edificio quedaba en Liverpool  con su fachada de ladrillo oscuro y ventanas angostas que parecían guardar más secretos de los que uno podría imaginar. Era el lugar perfecto para aquellos que buscaban suerte o la perdición.

Thomas me esperaba en la entrada, su figura recortada contra la luz del amanecer. Me recibió con una sonrisa que, aunque tenue, me reconfortó. Sabía que podía confiar en él para introducirme en este mundo.

—¿Lista para conocer a la familia? —preguntó, extendiendo una mano hacia mí.

Al escuchar eso, pensé en lo bonito que sería estar en la familia

—Lista —respondí, tomando su mano con firmeza. Juntos, cruzamos el umbral.

El interior de la casa de apuestas era un bullicio de actividad, incluso a esas horas. Hombres apostando, contando billetes, sumidos en discusiones acaloradas sobre carreras de caballos y peleas clandestinas. Todo olía a tabaco y whisky derramado. Thomas me guió a través del caos con la familiaridad de alguien que lo había hecho mil veces.

Nos detuvimos frente a una mujer de mediana edad, con un aire de autoridad que no dejaba lugar a dudas sobre quién llevaba las riendas allí. Tenía el cabello oscuro recogido en un moño, y sus ojos afilados me observaron con curiosidad.

—Jennifer Corleone, te presento a Polly Gray, mi tía —dijo Thomas con un gesto hacia la mujer.

—Es un placer conocerte, señora Gray —dije, extendiendo una mano. Polly me la estrechó, sus dedos firmes y su mirada evaluadora.

—Polly está bien —respondió ella con una sonrisa enigmática—. He oído hablar de ti, Jennifer. Thomas me ha contado algunas cosas interesantes.

—Espero que sean buenas cosas —respondí, manteniendo la compostura. Sabía que Polly Gray era una mujer con la que había que andarse con cuidado.

—Ya veremos —respondió ella, soltando mi mano. Luego, dirigió su atención Thomas—. Cuida de ella. No quiero que este lugar se convierta en un campo de batalla.

—No lo haré, tia Polly —respondió Thomas con una leve inclinación de cabeza antes de guiarme hacia la parte trasera del edificio.

Mientras avanzábamos, una figura femenina se nos cruzó por el camino. Era una joven de cabello castaño claro, con una expresión traviesa y una chispa de curiosidad en sus ojos. Reconocí a Ada, la hermana de Thomas.

—¿Eres la famosa Jennifer? —preguntó Ada, deteniéndose frente a nosotros con los brazos cruzados.

—Eso dicen —respondí, sonriendo. Ada me devolvió la sonrisa, pero no dijo nada más, solo asintió antes de seguir su camino. Era evidente que los Shelby eran una familia unida y protectora.

Después de ese breve encuentro, Thomas y yo salimos de la casa de apuestas. Me ofreció su brazo, y yo lo acepté mientras nos dirigíamos al Garrison. El aire era fresco, y el sol ya empezaba a calentar el día. No había mucha distancia entre la casa de apuestas y el pub, pero la caminata fue lo suficientemente larga como para que los pensamientos sobre lo que estaba por venir comenzaran a agolparse en mi mente.

Entramos al Garrison, y el ambiente acogedor del lugar me envolvió al instante. El pub estaba casi vacío, salvo por algunos clientes habituales que ya se refugiaban en las sombras con sus copas de whisky.

—Siéntate donde quieras —me dijo Thomas, indicándome una mesa cerca del fondo. Me senté y él fue a la barra a pedir un par de copas. Cuando volvió, se sentó frente a mí y me pasó una de las copas.

—Gracias —le dije, tomando un sorbo y sintiendo el calor del licor recorrerme.

Thomas se recostó en su silla, mirándome con una intensidad que hacía que el aire entre nosotros vibrara.

—Sabes, no es común ver a una mujer manejando negocios como los tuyos —comentó, su voz baja y algo provocadora.

—No es común ver a un hombre con tanto poder y tan poca necesidad de alardearlo —le respondí, esbozando una sonrisa. Me gustaba ese juego sutil de palabras que manteníamos.

—Tienes razón —dijo, inclinándose un poco hacia adelante—. Hay muchas cosas que no son comunes en este mundo. Pero tú… tú eres diferente. Tienes algo que me intriga, Jennifer.

Lo miré a los ojos, dejando que el silencio llenara el espacio entre nosotros. —¿Y qué es eso que te intriga?

—Tu manera de hacer las cosas. Eres directa, pero sabes cómo moverte entre las sombras. Es raro encontrar a alguien así, especialmente alguien que no teme tomar lo que quiere.

Sentí un leve calor en mis mejillas, pero lo disimulé tomando otro sorbo de whisky. —Y tú, Thomas, tampoco eres común. Eres frío cuando debes serlo, pero he visto que hay más en ti que solo estrategia y cálculo.

—No todo es lo que parece, ¿verdad? —murmuró, mirándome con esos ojos penetrantes.

Negué suavemente, sintiendo cómo la atmósfera se volvía más densa, más cargada de algo que no podíamos ignorar. Terminé mi copa, y él hizo lo mismo.

Mientras charlaba con Thomas sentía la mirada de una rubia mirame de una forma no tan a gusto

—Es tarde —dije susurando, rompiendo el silencio y mirando por la ventana del Garrison. La oscuridad se había apoderado de la ciudad, y las luces en las calles parpadeaban como pequeñas llamas.

—Debería acompañarte a casa —sugirió Thomas, poniéndose de pie.

Asentí, y juntos salimos del Garrison, dejando el calor del pub atrás y enfrentándonos al frío nocturno. Caminamos en silencio hasta llegar a la casa en Liverpool donde hoy en quedaeia al estar lejos de la mansión. Cuando llegamos, él me acompañó hasta la puerta, y allí nos detuvimos, sin saber muy bien qué hacer a continuación.

—Deberías entrar antes de que te resfríes —dijo finalmente, con una sonrisa leve.

—En realidad, me preguntaba si te gustaría quedarte un poco más —dije, insistiendon antes de abrir la puerta—. Podemos tomar otro trago y charlar un poco más. La noche es joven.

Thomas levantó una ceja, sorprendido pero complacido. —¿Estás segura? No quiero incomodarte

—No me vas a incomodar —respondí—. Solo una invitación.

Entramos a la casa, y me dirigí a la sala. El lugar era acogedor, con muebles de madera y una chimenea que proporcionaba una luz cálida. Me dirigí a la barra, donde guardaba algunas botellas de whisky. Thomas se sentó en el sofá, y yo me puse a servir dos copas.

—¿Sabes? —dijo Thomas, observándome mientras preparaba las bebidas—. No es cada día que me invitan a una copa en casa de alguien.

—No es cada día que invito a alguien a mi casa —respondí, entregándole una copa—. Aunque me alegra hacerlo contigo.

Tommy tomó la copa, y ambos brindamos en silencio, dejándonos envolver por la atmósfera tranquila de la sala. Nos sentamos en el sofá, y la conversación fluyó con naturalidad.

—Entonces, cuéntame más de ti —dijo Thomas, mirándome con interés—. ¿Cómo llegaste a involucrarte en todo esto?

—Es una larga historia —respondí, sonriendo—. Mi familia siempre ha estado en el negocio, y yo simplemente seguí el camino. Pero hay más que eso. Me involucré en el comercio porque es lo que mejor sé hacer

—Y lo haces bien —comentó Thomas

—Gracias —dije, sintiéndome halagada. Me inclinaba hacia adelante, interesada en escuchar más de lo que tenía que decir—. ¿Y tú? ¿Cómo te involucraste en los Peaky Blinders?

—Lo que puedo decir es que no fue un camino fácil —respondió—. Pero aquí estamos, haciendo lo que sabemos hacer.

Seguimos hablando, nuestras conversaciones se volvieron cada vez más personales. El ambiente se cargó de una tensión sutil pero palpable. Thomas, con su encanto y su mirada intensa, hizo que fuera difícil ignorar la conexión que se estaba formando entre nosotros.

Poco a poco, la charla se volvió más íntima. Tomé la iniciativa de acariciar su brazo mientras hablábamos, y él respondió con una respuesta cálida, rozando mi mano con la suya mientras continuábamos nuestra conversación. Las horas pasaban y la charla se hacía cada vez más íntima. La atmósfera en la sala era cada vez más cargada, y el whisky en nuestras copas parecía hacer fluir las palabras y los sentimientos con más libertad.

—¿Te has planteado alguna vez cómo sería tu vida si todo esto no estuviera en el camino? —pregunté, buscando en sus ojos una respuesta a mi curiosidad.

Thomas sonrió, una sonrisa que parecía más melancólica que alegre. —A veces, me pregunto si habría sido más sencillo. Pero, en el fondo, no cambiaría nada. Cada elección me ha llevado a este momento, a este lugar. Y, en este momento, aquí estamos.

Me incliné hacia él, disfrutando del calor que emanaba de la chimenea y de su cercanía. —A veces pienso que todas nuestras decisiones nos llevan a algo inevitable. Como si estuviéramos escritos en algún libro que aún no hemos terminado de leer.

Él me miró fijamente, sus ojos azulados  y profundos. —Tal vez. O tal vez simplemente hacemos lo mejor que podemos con lo que tenemos.

Dejé mi copa en la mesa, moviéndome un poco más cerca. —No me digas que eres un filósofo ahora —bromée, intentando aligerar el ambiente. Sin embargo, el tono ligero no logró ocultar la tensión creciente entre nosotros.

Thomas se inclinó hacia mí, su rostro tan cerca del mío que podía sentir su respiración cálida. —No soy filósofo, solo alguien que ha aprendido a ver más allá de lo que se muestra a simple vista.

Nuestro diálogo se fue desvaneciendo en un silencio denso, cargado de promesas no dichas. Mi corazón latía con fuerza mientras sentía su mano rozar mi mejilla. La conexión entre nosotros era innegable, un tira y afloja de emociones que ninguno de los dos podía ignorar.

Finalmente, sin poder contenerme más, me acerqué y lo besé. Fue un beso suave al principio, lleno de la promesa de algo más profundo. Thomas respondió con la misma intensidad, sus labios firmes pero delicados contra los míos. El contacto se volvió más apasionado, un abrazo de sensaciones que nos envolvía a ambos.

Cuando nos separamos, nuestros rostros quedaron a escasos centímetros uno del otro. La habitación estaba silenciosa, salvo por el crepitar del fuego en la chimenea y el ligero murmullo del whisky en nuestras copas. Thomas acarició suavemente mi cara, sus dedos recorriendo mis mejillas con una ternura inesperada.

—No puedo quedarme mucho más —dijo finalmente, su voz suave y llena de emoción contenida. —La lluvia está empezando, y no quiero que te resfríes.

—No te preocupes por mí —respondí, sonriendo con melancolía. —Pero, si te quedas un poco más, te lo agradecería.

Thomas asintió, dándome una última mirada cargada de significado antes de levantarse. Nos dirigimos hacia la puerta, y al salir, la lluvia comenzó a caer con fuerza. El cielo estaba cubierto de nubes, y el sonido de las gotas de agua chocando contra el suelo creó una melodía suave y reconfortante.

Mientras nos dirigíamos hacia la puerta, Thomas se volvió hacia mí. —No quiero irme todavía. Parece que la lluvia está tratando de decirnos algo.

—Bien entonces vamos afuera—Dije riendo

Thomas me miró confundido, pero antes de que pudiera responder, lo jalé suavemente del brazo y lo llevé hacia la puerta principal. La lluvia caía con fuerza, formando pequeñas corrientes en el suelo. Sin pensarlo dos veces, salí al exterior, arrastrándolo conmigo bajo la lluvia.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, sorprendido, mientras me miraba con una mezcla de incredulidad y diversión.

—¡Déjate llevar! —le dije, riendo mientras alzaba los brazos y giraba en círculos, dejando que la lluvia me empapara por completo.

Thomas, siempre tan contenido, vaciló por un momento, pero luego, como si una barrera interna se rompiera, me siguió. El agua nos rodeaba, cubriéndonos de pies a cabeza, pero en lugar de huir de ella, nos sumergimos en la experiencia. Nos mojamos por completo, pero eso solo hizo que la risa fuera más contagiosa.

—Vamos, Thomas —lo animé, tomando ambas manos y tirando de él para que girara conmigo. —A veces, solo hay que soltarse y disfrutar del momento.

Thomas finalmente cedió, y juntos comenzamos a girar bajo la lluvia, riendo como niños. La seriedad que normalmente lo caracterizaba desapareció, reemplazada por una sonrisa genuina que iluminaba su rostro. Las gotas de lluvia nos rodeaban, creando una especie de burbuja donde solo existíamos nosotros dos.

—No puedo creer que me hayas convencido de hacer esto —dijo, pero su risa delataba lo mucho que lo estaba disfrutando.

—A veces necesitas a alguien que te recuerde que la vida también es para divertirse —respondí, acercándome más a él.

Nuestros cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su respiración sobre mi piel. Con el agua resbalando por nuestros rostros, el momento se volvió más intenso. Sin dudarlo, nos inclinamos el uno hacia el otro y compartimos un beso bajo la lluvia, un beso lleno de pasión, pero también de libertad.

Las vueltas y las risas continuaron, mientras la lluvia caía sobre nosotros. Por un momento, todo lo demás dejó de importar. Las preocupaciones, las maldiciones, los problemas del día a día... todo se desvaneció en la simplicidad de un momento compartido bajo la lluvia.

Finalmente, cuando el cansancio nos alcanzó, nos detuvimos, respirando con dificultad, pero sonriendo ampliamente. Thomas me miró con una intensidad que me hizo sentir como si fuera la única persona en el mundo.

—No puedo creer que hicimos esto —dijo suavemente.

—Pues lo hicimos —respondí, sonriendo y sacudiendo la cabeza para que el agua de mi cabello cayera en todas direcciones.

Thomas soltó una carcajada, una que resonó en la noche. Fue un sonido tan raro y genuino, que me hizo sentir más cerca de él que nunca antes. Nos miramos a los ojos, y en ese momento, supe que, pase lo que pase, esta noche permanecería grabada en nuestra memoria.

Con un último beso bajo la lluvia, finalmente decidimos regresar adentro. Estábamos empapados, pero

Un hombre con un sombrero nos interrumpió

—Thomas, Thomas , el caballo... está muy mal.

El rostro de Thomas cambió al instante. La preocupación llenó sus ojos, y sin decir una palabra, comenzó a caminar rápidamente hacia donde estaba el caballo. Así que lo seguí

𝐁𝐮𝐭 𝐦𝐚𝐦𝐚 𝐈'𝐦 𝐢𝐧 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚 𝐜𝐫𝐢𝐦𝐢𝐧𝐚𝐥
𝐀𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐢𝐬 𝐭𝐲𝐩𝐞 𝐨𝐟 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐢𝐬𝐧'𝐭 𝐫𝐚𝐭𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥, 𝐢𝐭'𝐬 𝐩𝐡𝐲𝐬𝐢𝐜𝐚𝐥
𝐌𝐚𝐦𝐚 𝐩𝐥𝐞𝐚𝐬𝐞 𝐝𝐨𝐧'𝐭 𝐜𝐫𝐲, 𝐈 𝐰𝐢𝐥𝐥 𝐛𝐞 𝐚𝐥𝐫𝐢𝐠𝐡𝐭
—𝐂𝐫𝐢𝐦𝐢𝐧𝐚𝐥

𝘣𝘺: 𝘫𝘪𝘵𝘪𝘯𝘺𝘵𝘪

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