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A veces las cosas no serán fáciles.

Abrí mis párpados con pesadez, suspire gruesamente para quedar sentada en el borde de mi cama. El otro extremo se encontraba vacío, dándome una amarga sensación en cuanto recordé la razón. A través de mi puerta abierta podía oír las voces de mis hijos, parecían encontrarse en la primera planta de la casa y probablemente, no estarían solos. Me levante, azorada abrí la puerta que conducía al ropero, dando un suspiro aliviado cuando visualicé que la ropa de Ethan aún continuaba ahí. Quede sentada en el borde de la cama, restregué mis ojos, no me sentía soñolienta, tampoco exhausta, había descansado lo suficiente para que mi cuerpo no pesara, pero parecía ser que mis emociones decaían hasta debilitar mis músculos. Nuevamente me levante de la cama, pasee por el pasillo hasta bajar las escaleras. Quede detrás del margen abierto para ver cómo sentados en la mesa de comedor, Alanna y Caleb, bañados e incluso vestidos, comían en conjunto, sonriendo y charlando entre sí. La imagen fue tan aliviánate, que la tristeza que sentía, se había ido por un momento, pero una parte de mi, deseaba que él estuviera aquí con nosotros.

—¡Mamá!—la emoción de Caleb al verme se detonó por la casa tan vacía, levantándose de la silla para correr hacia mi y abrazarme.

—Hola, mi pequeño alguacil.—le salude, moviéndole el sombrero que tenía en su cabeza, aquel peculiar cabello que sin duda, a su tía Judith no le debía agradar prestar.

—Dormiste todo el día.—comentó Alanna, acercándose a mi con una mancha de comida en su boca la cual limpie para luego besar su frente.

—Estaba cansada.—expresé, inclinándome a su altura.—Díganme, ¿quién les cocino?—les pregunté curiosa, sonriendo para ocultar mi tristeza.

—Daryl lo hizo, ha estado afuera esperando a que despiertes.—respondió Caleb, haciéndome fruncir el ceño.—Creo que quiere hablar contigo... —susurro él por un tono bajo.

—¿Daryl?—me pregunté, viéndoles a ambos asentir, para levantarme a mi altura nuevamente y acariciar los hombros de ambos.—Bueno, vayan, terminen su comida.—les incite, de manera obediente mis hijos se dirigieron a la mesa de comedor, mientras que abrí la puerta de mi casa para observar cómo sin duda aquel hombre yacía sentado en la silla de mi balcón.

—Carl ha despertado.—anunció Daryl primeramente, pero aún el asombro de que estuviera sentado en el balcón de mi casa, me desconcertaba, pues Daryl no solía dar visitas hogareñas.

—¿Dónde están los niños?—pregunte, evadiendo por un momento lo que él me había dicho.—¿Con quién los has dejado?—cuestione, preocupada.

—Con Maggie, ella quería estar con ellos.—respondió, por lo cual asentí cortante, llevando mi peso al barandal, quedando frente a él para cruzarme de brazos; era de noche.—Dice que ambos se parecerán a mi.—expreso, desilusionado.

—Eres un gran padre. Lo has hecho muy bien.—indique, aliviando su herida abierta, para así verlo sonreír de lado con gratitud.—Lo has sido para Judith, como para mis hijos y ahora los tuyos, sin ti, muchos de estos niños no fueran como son, así que, no tengas miedo de criar a los tuyos solos.—aliente, viéndole asentir, mientras evadía mi mirada.—Podrás hacerlo, me tienes de tu lado.—añadí, confortándole.

—La extraño.—indagó con su voz fría y gruesa, esa distante que aún así era capaz de reflejar cualquier emoción triste vagar por su ser.

—Yo también, cada día... —murmuré, girándome para llevar mis manos sobre las barandas, suspirando.

—Él está con vida.—afirmó, y sin decir su nombre, sabía a quien se refería.—Es Negan.—volvió afirmar.

—No puedo dormir tranquila de pensar que ella aún sigue allá afuera.—musite, esperando que mis hijos no me escucharan.—Me quito a Natasha, como también a Jayden y casi destruye mi hogar, no puedo esperar a verla otra vez y poner su cabeza en una picada.—indiqué, apretando mis dientes.

—Lo haremos, pero necesitamos tiempo para recuperarnos del último golpe.—expresó Daryl, levantándose de la silla, para quedar a mi lado.—Tenemos a Carl ahora, tenemos a Maggie.—la mano de Daryl sostuvo mi hombro, dándome aliento.—Te tenemos a ti, te necesitamos, por eso te estamos pidiendo que confíes en nosotros. Ellos también nos importaban, queremos vengarlos, pero primero tenemos que levantarnos.—volvió a decir, haciéndome girarme para abrazarlo fuertemente.

—Gracias por nunca abandonarme.—susurré en su oído, quizás era lo sensible que me sentía lo que me impulsó abrazarlo tan fuerte.

—Aunque hayan crecido, siempre sentiré que deberé protegerlos.—musitó en aquel abrazo, para así, distanciarse de mi.—No importa que sigan creciendo.—indicó mirando algún punto, para hacerme ver cómo Judith aparecía frente a mi casa.

—Judith.—la llame, viéndola acercarse a mí para abrazarme de lado.—Hay comida adentro, por si quieres comer, Daryl cocino.—le dije, ella sorprendida miró a Daryl, quien sonrió de lado.

—Si, eso estaría bien.—afirmó, aunque ella pareció intentar verse grata con eso, se reflejó en ella cierta tristeza que no pude descifrar.

—Probablemente también extrañé a Negan.—expresó Daryl en cuanto ella se adentró en la casa, haciéndonos oír de fondo unos pequeños gritos de emoción en ella y sus sobrinos.

—Entonces, Carl despertó.—comente, mirándolo, para verlo asentir.—¿Como está?—le pregunté.

—Se veía mejor.—respondió, creando un silencio de fondo entre ambos.—Deberías ir a verlo.—indicó, pero rápidamente negué ante eso.

—¿Dónde está Ethan?—pregunte, evadiendo u mirada.—¿Has estado con los niños todo el día?—cuestione, para así, ver cómo Daryl se giraba para quedar frente a mi.

—Es por él que estoy aquí.—musitó Daryl en su respuesta, para así hacerme bajar la cabeza.—Se que es difícil y, lo entiendo.—comentó, palmando mi espalda.—Pero, ya no eres una niña Aliana y tienes la capacidad de elegir decisiones maduras, no importa cual sea.—decía, mirándome.

—Lo dices como si tuviera que elegir entre Carl y Ethan, cuando Carl ni siquiera es una opción, él tiene a alguien.—indague, en un tono bajo.—Y ya no estoy para... para esos juegos tontos en los que Carl y yo anduvimos cuando nos conocimos, cuando éramos amigos y nos queríamos.—musité, recordando aquellos días, cuando caminaba y atrás de mi, Carl caminaba con Camila.—Ya no se trata de eso.—afirme.—Lo único que me importa, son mis hijos.—añadí.

—Porque precisamente de eso se trata Aliana, ya no eres una niña, no eres estúpida. Se trata de tomar decisiones, de tomar una decisión.—me decía, interrumpiéndome.—Yo no voy a decirte lo que debes hacer o no, pero las cosas nunca serán fáciles cuando te importan. Y se que nunca he podido mantener una relación estable con Ethan, pero ese hombre te ama, como igualmente puedo sentarme aún lado de Carl y ver cómo te mira, él te ama y lo conozco lo suficiente para deducir que es capaz de lo que sea para volver a tenerte.—decía entre dientes, en un tono bajo.—Tu padre no está aquí, Rick tampoco, pero yo si para seguir alineándote y lo sabes tan bien como yo, es el hecho de que se hayan ausentado seis años en sus vidas para tener el deseo de saber cómo hubiera sido que los llevara a ambos a tomar decisiones es impulsivas, el momento de arreglar las cosas es ahora, sea Ethan o sea Carl, es ahora.—recitaba, mirándome detenidamente a los ojos.

—Gracias, Daryl.—susurré, asintiéndole agradecida para mantener un porte firme ante él.

—Ve.—me incito.—Me quedare un rato.—indicó, por lo cual sintiéndome segura, volví asentir.

Baje los escalones del balcón, las palabras de Daryl por alguna razón me habían aclarado el camino. Era difícil, y como él decía, "las cosas nunca serán fácil cuando te importan". Y eso, sin duda alguna era lo más cierto que había podido oír en años. Camine con mis manos cruzadas por la acera, me abrazaba a mi misma ante la brisa de la noche, una parte de mi aún sanaba aunque no pudiera expresarlo, estaba herida por muchas cosas y no podía seguir dándome peso en los hombros, porque no soy tan fuerte. Después de seis años había encontrado paz, sin guerra, sin lucha y sin sangre, el hecho de haber perdido una guerra, me hacía sentir impotente, porque nuevamente estábamos en el ojo del huracán como hace años con los Salvadores, pero ahora era diferente, porque no estaba luchando, estaba batallando. Luchaba antes atrás con los adultos que me vieron crecer, ahora batallo al frente con ellos. Y, haber perdido a personas tan importantes para mi, me desequilibrio por un leve momento, porque lo único que necesito es mantener un semblante para poder sostener el camino de mis hijos. Ese era el único peso que mis hombros podían sostener y por eso, debo liberarme.

—Vaya, despertaste.—subiendo los escalones de la enfermería, vi como Alessandra yacía sentada en una silla, cerrando un libro para mirarme.

—¿Quién está con él?—pregunte, intentando de ver a través de las ventanas, pero la cortina no me dejaba, solo podía oír risas y entre ellas, la de Carl.

—Michonne, y... la mujer que llegó contigo, supongo que ella es Maggie, ¿no?.—me preguntó, mirando por un corto segundo la ventana que reflejaba la luz del interior de la enfermería.

—Si, ella es.—afirme, viéndola levantarse para aún sostener el libro y llegar hasta mi, mirándome detenidamente.—Pero, se suponía que ella estaría con...

—Los hijos de Natasha vinieron, ella los trajo con el suyo, pero Rosita se encargó de llevárselo luego de traerla a Coco para que Carl la viera.—respondió, interrumpiéndome, por lo cual asentí.—Bueno, te dejo para que puedas unirte, estaré cerca.—expresó.—Voy a fumar un cigarrillo.—aviso.

—Espera.—le pedí, tomando su brazo de manera sutil, en su mirada se veía la tristeza, esa agonía que la ha acompañado desde que volvió.—¿Por qué no vas con Rosita?—le pregunté.—Ellos... son tus nietos.—le dije, viendo brillo en sus ojos.

—Si, creo que eso me encantaría.—afirmo rápidamente, como si la emoción volviera a ella.

—Noah ama que le lean libros, Natasha siempre le leía cuentos antes de dormir, quizás podrías intentar.—aconsejaba.

—Lo haré, lo haré.—recitaba con sus ojos humedecidos.—Perdón es solo que... —se pausó para limpiar sus ojos, los cuales se envolvieron de lágrimas.—Estoy orgullosa de que pudieran ser lo que nunca fui. Estoy feliz de que tú aún estés aquí, aunque ellos no.—murmuro, con sus labios temblorosos y en si, no pude aguantar y la abracé, la abracé fuertemente.

—Gracias por traerme de vuelta, mamá.—fue lo que dije, sintiendo como se le escapó una bocanada de aire.—No sabes cuanto te necesite.—le dije, sintiendo sus brazos apretarme.

—Perdóname Aliana, ya nunca más me iré.—dijo, aislándose de mi, para dejarme ver mi reflejo en su agonía.—Encontráremos a tu padre.—añadió, palmeando mis manos.

—Pero, no quiero boda, ¿está bien?—le pregunté, viéndola reírse de una manera muy disgustada.

—Lo menos que quiero es volver a dormir con ese hombre en la misma cama.—expresó.—Aunque, era muy bueno, que puedo decir, fueron tres hijos en menos de diez años.—rodee los ojos con una sonrisa, viéndola pasmarse, para así, agarrar la manecilla de la puerta en cuanto ella se fue caminando sola por la acera.

—Eso es increíble, Maggie, de verdad lo es.—oí a Carl, quien detuvo su habla cuando abrí la puerta para verlo sentado en la camilla; él se veía bien, se veía sano.

—Hicieron una reunión y no me invitaron, eso es muy descortés de su parte.—expresé, viendo como Maggie y Michonne estaban sentadas en una silla que quedaba al lado izquierdo de Carl.

—Ven, siéntate. Hay algunas cosas que no podemos recordar sin ti.—musitó Michonne, palmeando el borde de la camilla de Carl, donde fui a sentarme, para ver cómo él me miraba.

—Evidentemente no.—expresó Carl, por lo cual sonreí aliviada, oyéndole tan bien.

No supe en qué momento pasaron las horas, pero por primera vez en mucho tiempo, no me preocupaba de lo que me perturbaba en las noches. Era el hecho de ver cómo Maggie y Michonne sonreían, se veían aliviadas, como si el tenernos ahí frente a ellas las hiciera sentir vivas. Recordamos más de lo que creímos hacer, todo desde el comienzo, el comienzo de un cambio que nos acompañaría para siempre. Entre charlas, la mirada de Carl conectó muchas veces con la mía, en la melancolía de recuerdos donde ya él no estaba, veía y notaba mi pena, aquella por su ausencia durante seis años, pero nada más placentero que verlo sonreír pasmado por menciones de recuerdos donde se nos veía juntos. Era inevitable. Pensar en lo que Daryl me había dicho y tomar una decisión, era difícil, pero inevitable cuando sabía que mi corazón se estaba fragmentando con tener a Carl aquí, mirándome como solía hacerlo, mientras que las adultas se tomaban de la mano y sonreían, recordando inclusive a los que ya no estaban, Carl solo parecía estar concentrado en mi, en lo que quizás fui y deje de ser, pero en lo que posiblemente sigo siendo en el fondo.

—Fue muy difícil.—musitó Michonne, creando un silencio en la enfermería, me había sentado en un sofá, recostada para ver a Maggie bajar la cabeza.—Insinué que Daryl estaba obsesionado con la idea de buscar a Rick, pero inclusive habían días donde creí que podríamos encontrarlo.—mencionaba, mirando al suelo, entristecida.

—Al menos, tienes una parte de él aquí, con todos nosotros.—expresó Maggie, sosteniendo la mano de Michonne, quien la miró confortada.—Tienes a Judith, a su pequeño y también a su gigante, con eso, tienes a sus nietos, tienes una fortuna de Rick en tus manos y también, nos tienes contigo.—continuó diciendo.

—Es lo único que me importa.—afirmó Michonne, para así girarse y mirar a Carl.—Por eso, no pueden estar yéndose por ahí arriesgando sus vidas como si fueran unos niños. ¿Entendieron?—se preguntó ella, sonriendo para mirarnos.

—Se siente como cuando lo eran.—comentó Maggie, sonriendo por lo bajo.—Cuando Carl solía irse y Aliana lo perseguía, siempre nos preocupamos por la idea de que algo les pasara, pero se tenían el uno al otro y creo que eso, siempre será inevitable.—decía, mirándonos.

—Lo es.—opinó Carl; su cabello castaño ondulado se veía algo corto, como cuando lo conocí.

—Bueno, es hora de irnos.—aviso Michonne, levantándose junto a Maggie, quien me miró.

—Me quedaré con él.—dije, viendo como Michonne insegura me miró, pero asentí, dándole seguridad y confianza a que se fuera.

—Avísenme cualquier cosa, por favor.—nos pidió ella, extendiendo su mano para acariciar la cabeza de Carl.

—Adiós, descansen.—deseo Carl, despidiéndose de Maggie quien lo abrazó por breves segundos, la alegría de esa mujer se denotaba ante la presencia de Carl, ella lo habría visto crecer desde casi el comienzo de esta catástrofe.

—Adiós... —susurré, aún sentada en el sofá para ver cómo ellas cerraban la puerta, dejándome sola con Carl, mientras que un silencio nos acompañó.

—¿Estás bien?—me preguntó él, por lo cual giré a verlo, levantándome para sentarme en la silla vacía que había a su lado.

—Creo que debería ser yo quien te pregunte eso.—musité.—Nos asustaste a todos. Se sintió como la última vez.—argumente, mirándolo.

—Te dije que no moriría.—expresó, arqueando su espalda.—Además, te lo preguntaba por otra cosa.—cabizbaja suspire, tenía que hacerlo, tenía que dar el paso.

—Aún nos amamos, ¿no es así?—le pregunté, viendo como su azulado ojo me miraba, inexpresivo por unos leves segundos, Carl se giró para dejar de mirarme.

—Esta demás preguntar.—indicó, sin darme una respuesta fija, aunque esa era más que obvia.

—Esperabas que viniera porque Stephanie te contó, ¿no es así?—cuestione, mirándolo.

—No puedo culparla, actúe mal y lo admito, te arrastre a esto.—respondió con una voz sutil, pero a su vez cortante, dándome un recuerdo de cuando lo conocí, donde Carl no solía expresarse y cuando lo hacía, sonaba frío.

—Ambos lo hicimos.—diferí, en medio de un bufido para estirarme hasta la camilla y poner mis codos sobre el colchón, colocando mis manos entrelazadas en mi mentón.

—¿Él te hizo algo? Dímelo, porque...

—No.—le interrumpí, negando con la cabeza ante su semblante reacio.—Él nunca me haría daño, Ethan me ha hecho muy feliz Carl, no merece nada de esto, por eso estoy aquí, confrontándote.—expresé, con mi voz en un hilo.

—Estoy dispuesto hacer lo que sea por ti.—dijo, acercándose a mí para llevar su mano a mi mejilla.—Tú eres lo único que veo. Tú y mis hijos, nada más.—afirmo, dándome firmeza de su distanciamiento con Stephanie, dándome otro amargo recuerdo.

—Carl, lo sé, pero quiero intentarlo con Ethan.—le dije en un respiro, donde chocó con el suyo, mientras que su mirada me buscaba.

—Pero, no sienta que debes hacerlo porque le debes algo Aliana.—dijo, levantando mi mentón.—Mírame.—pidió.

—No, no es eso, de verdad.—negué, mirándolo tan fijo, que no podía ni siquiera parpadear, era aquí donde mi corazón palpitaba rápidamente, tenía que dejar ir el recuerdo de mi corazón donde lo único que anhelaba, era estar con él.

—¿Es lo que quieres?—me preguntó amargo, frío y reacio, pero aún, intentando de ser sutil, se alejó de mi.

—Es lo que siento.—afirme, incorporándome en la silla para quedar aislada de su camilla.

—Pero, no es lo que quieres.—difirió, mirando a otro lado de la enfermería mientras que respiro hondo y soltó un bufido, uno que pareció vago.—Aún así, es porque te ame que te respeto, y aceptaré cualquier decisión que tomes.—musitó.

—Con eso me basta.—expresé agradecida, llevando mis manos a las suyas para apretarlas fuertemente.

—Lo único que no quiero es que me alejes de mis hijos o de ti, fueron seis años perdidos y los quiero recuperar como si hubiesen sido más.—decía, por lo cual negué rápidamente.

—Jamás estarás fuera de nuestras vidas Carl, jamás, te lo prometo.—expresé con mis ojos humedecidos, para así levantarme de la silla y acercarme a él, abrazándolo fuertemente.

—Te amo Aliana, te amo como no tienes idea y si lo hubiese sabido, jamás te habría dejado sola, perdóname.—pidió con una voz ronca, una que retenía un sufrimiento, pero mientras él se expresaba, mis lágrimas caían en sus hombros.

—Lo sé, lo sé Carl, pero es así como debe ser.—musité en un leve sollozo, sintiendo como me abrazó tan fuerte, que caí tumbada a su lado.

—Quédate conmigo, por favor, una última vez.—pidió en una voz quebrada, aferrándome a él para que no pudiera verlo tan roto como mi alma.

—¿Una última vez?—le pregunté, riendo entre lágrimas por la melancolía que nos unía.

—Nunca será suficiente, pero al menos por ahora, quédate hasta que te vayas.—me pidió, sosteniéndome como si no quisiera dejarme ir.

—Lo que quieras, Carl.—afirme, llorosa por el amargo recuerdo de Carl sentado bajo las alcantarillas, con fiebre y con una mordedura que lo mataba, ese fue el peor día de mi vida.

Quiero que hagas las cosas bien, que tomes decisiones pensando en las consecuencias. Quiero que termines lo que empezamos, y si vez que algo está mal, no lo hagas, si te resulta fácil tampoco lo hagas. No quiero, y tampoco dejes que el mundo te arruine.—recordé, en medio de la melancolía de esa noche, recordé lo que Carl me había pedido y por eso estaba aquí, porque hacía lo correcto.

Me aferré a él, abrazándolo fuertemente. Sabía que lloraba porque sus lágrimas cayeron en mi frente, aquella que besó incontables veces. Si, aunque Carl y yo nos conocimos muy jóvenes, sentimos una conexión inexplicable. Realmente nos queríamos y se sentía que vivíamos en medio de un cuento de hadas, a pesar de este desorden. Éramos, como un tipo de magia que alumbraba el camino oscuro del uno al otro. Lo recuerdo, inclusive cuando vagábamos en las calles años atrás, recuerdo estar de espalda a él y verlo caminar aún lado de Camila. Carl siempre me miró de reojo, lo hizo no porque le atrajera, si no porque éramos iguales a los demás niños que habían por ahí. Podía recordarlo todo, cada momento, cuando desconfiábamos del uno al otro por las experiencias que habíamos vivido, por las personas que perdimos siendo aún unos niños. Su amor por mí nunca nació por lujuria, si no, porque alguna parte de mi, le hacía recordar lo que él era y la razón de porque era así. Mis lágrimas continuaron manchando su camisa, por largo rato. Su pecho subía y bajaba, mientras que sus manos me retenían contra su cuerpo.

Sonreí, recordando como Carl y yo solíamos estar juntos por aquí cuando llegamos por primera vez, por el fin de que solo confiábamos en nosotros. Siempre lo buscaba, no importaba dónde estuviese, iba a donde él. Se cuanto nos necesitábamos, incluso luego de que me fuera al santuario, sabía cuán grande era su sufrimiento por no tenerme. Lo amaba, porque hice cosas que no hubiese hecho por nadie, pero era porque le amara que necesitaba seguir mi camino como lo hice por seis años y quien sabe, quizás algún día Carl y yo pudiéramos volver a retomar lo que empezamos. Aislándome de él, vi sus ojos cerrados. Se había dormido por completo. Delicadamente aleje sus manos para salir de la camilla, levantando la sabana que lo cubriría. Deje la luz prendida, porque aunque Carl nunca le temió a la oscuridad, yo si. Siempre le temí y por eso, buscaba la manera de escabullirme de casa de Maggie para terminar en la de Rick, con el punto de dormir junto a Carl para sentirme segura. Limpie mis lágrimas y lleve mi mano hasta su cabello, lo acaricié de una manera suave mientras él dormía. Lo amaba y amaba más que él fuera pieza de algo que salió de nuestro amor, Alanna y Caleb.

—Gracias por haberme traído esperanza, por ser mi salvación y volverte mi unidad, eso es lo que somos, y siempre seremos.—musité, aislándome de él con mis brazos cruzados para irme y dejarlo, pero temía que no fuera para siempre.

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