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No hay amor más puro.
Carl Grimes.

───

Los brazos de Alanna estaban envueltos en mi cuello. Caminaba con ella de manera sutil ante el cansancio de mi cuerpo. Limitaba mi energía porque aún no me recupera al por ciento del escape que mi cuerpo hacía sobre el virus. Era una sensación inexplicable el poder sentirla refugiada en mi. Tenía una coleta, su cabello era del mismo color que el mío, aunque lacio como el de su madre. Aliana estaba enfrente, unos pasos más adelantes que los míos con Caleb en su espalda, aferrado a ella como si así dependiera su vida. La llovizna continuaba cayendo, manteniéndonos húmedos y fríos, mientras que atrás dejábamos la comunidad y a varios residentes en el camino. Había un silencio entre nosotros, un silencio que representaba el respeto por aquellos que no pudieron avanzar contra la horda. De reojo veía como aquel hombre me miraba. Nuestra tensión sobresalía entre los demás, pero Ethan continuó caminando aún lado de sus hermanos, como una dinastía que se protegía entre sí. Caminando aún lado de Michonne, ella me miró, sintiendo el ambiente pesado que se sometió ante una simple mirada.

No dije nada, me mantuve en silencio para mirar atrás y observar cómo Sarah caminaba de la mano con Sammy y Stephanie, mientras que Cole iba atrás, cubriéndolas. Él me asintió, por lo cual le devolví el gesto para continuar mirando adelante. Conocía estas calles, parecían ser abismos, pero las recordaba y también, como me iba a merodear por ahí con personas que ya no estaban. Entre ellas, el recuerdo de Enid y Natasha se avecinó a mi. Fueron tantas veces en que compartí un sin fin de risas con la hermana de Aliana que el recordarla me dolía y más al ver cómo Daryl caminaba solo con su hija en brazos y su hijo en la espalda. Era solo él con ellos lo cual me conmocionaba, porque jamás creí visualizar a Daryl de esa manera, incluso cuando fue de los primeros en sostener a Judith quien se mantenía a mi lado, no pude imaginar que Daryl fuese capaz de sostenerse en el mural de la paternidad. Sonreí de lado. No podía expresar mucho, pues aún me esforzaba. Pensativo en medio de la llovizna, mire desconcertado a Michonne al toparme en cómo la caminata se detuve en medio de la carretera despejada de caminantes.

—Papá.—Alanna me llamo, girándose para buscar seguridad, la aferré a mi cuerpo para mirar cómo Michonne ponía detrás de ella a mi hermanito.

—Necesitan descansar.—comentó el padre Gabriel, en un tono bajo para hacernos mirar cómo los residentes exhaustos se detenían para buscar aire.

—Dámelos, tú ve.—pidió Alessandra con la intención de sostener a la pequeña bebe en brazos, dirigiéndose a Daryl quien era incitado por Aarón para merodear conjunto a Connor.

—Judith, ven.—llame a mi hermana quien no tardó en acercarse a mi, ella sosteniendo un arma y quitándose las viseras de los caminantes, se quedó a mi lado.

—¿Qué tal si nos observan?—me preguntó ella, mientras que miré adelante como Aliana estaba aún sosteniendo a Caleb y desconcertado vi cómo Maggie se acercó a ella temerosa con su hijo.

—Estaremos listos para defenderlos.—le respondió Maggie, acariciándole su caballo para verle y sonreír de una manera confortadora.—¿No es así, mi amor?—se dirigió a su hijo, ese el que miré y sentí un escalofrío, pues era como ver a Glenn; Hershel Jr asintió.

—Aliana, ¿estás herida?—ante la pregunta inquietante de Rosita, quien se dirigió a Aliana, la joven de cabello castaño oscuro se giró para mirar desconcertada a su amiga.

—Tiene mucha sangre en el cuello.—indicó Maggie a mi lado, alejándose de mí para dirigirse a Aliana.

—Quizás me hirieron.—comentó, la adrenalina podría ser tanta que su cuerpo aún debía estar caliente.—Al suelo pequeño, será rápido.—le aviso a Caleb, quien se deslizó por su espalda hasta caer al suelo, cabizbajo.

—Es demasiada sangre.—comentó Michael, acercándose a ella, al igual que Ethan quien por segundos cruzó una leve mirada reacia conmigo.

—Pero, no es mía... —murmuró Aliana, quien miró sus manos ensangrentadas las cuales pasó por su cuello y hombro humedecido de sangre.

—¿Caleb?—el hilo de voz que Alanna dirigió hacia su hermano en el suelo erizo mi piel por completo, haciéndome bajarla de mis brazos al notar que mi hijo, no estaba alrededor.

—¿Caleb?—le llame, los demás se miraron entre sí, solo fue un segundo, un maldito segundo.

—Carl.—Aliana me llamo atónica, miraba sus manos las cuales temblaban con sangre.—Carl, no es mía, no es mía.—repitió con sus labios temblorosos, sus ojos abiertos como platos me hicieron ver lo aturdida que estaba.

—¡Caleb!—grito Alanna, quien corrió adelantara entre los demás, para así agitado seguirla.—¡Caleb!—volvía a llamar, haciéndome verlo correr hacia el bosque.

La mirada de Aliana fue como un tipo de lenguaje verbal, una expresión que reclamó miedo y exigencia hacia mí como padre. No pude procesar bien su mirada cuando me había aislado de Alanna para pasar entre el bullicio de personas que veían confusos la situación. Corría rápido, tan rápido que le perdí el rastro en un momento. Sin intención empuje a los demás para ampliar mi vista, en medio de la llovizna fría que mantenía mi piel más erizada de lo normal. Entrometido en el bosque, aclamaba el nombre de mi hijo con un tono desesperado. La sensación que antes tenía, se había vuelto amarga, como si un peso recayera en mis hombros al no tenerlo a mi alcance, y es que después de todo, ese niño era mi hijo y empezaba a demostrar lo afligido que estaba hacia él y su hermana. Lo veía entre los árboles, corría rápido sin notar la presencia de los caminantes, adelante más mi paso para dejar atrás las viseras de estos mismos que me camuflaban de ser una presa fácil. Los árboles dejaron de afectar el campo, encontrándome con uno amplio donde mostraba un lago al final, con la adrenalina en la punta de mi lengua extendí mi mano para intentar apretar el hombro de Caleb, deteniéndolo.

—Oye, oye, ¡mírame!—le pedí, forcejeaba conmigo entre lágrimas, estaba asustado.—Mírame, mírame. Estoy aquí, estoy aquí.—decía, intentando ser sutil, pero mi corazón por alguna razón quería salirse de mi pecho.

—¡Suéltame!—pedia él, intentando de sacarse de mi agarre, no entendí su actitud reacia, el miedo de sus ojos no me decía nada.

—Solo dímelo, ¿¡qué sucede!?—le cuestione, preocupado y alterado, empezaba a sentir esa sensación, empezaba a sentir miedo.

—¡Me mordieron! ¡Me mordieron!—me dijo en esos sollozos, los cuales detuvieron mi tiempo un instante, haciéndome sentir un apretón fuertemente en mi interior.—¡Papá!—lloraba, levantando su brazo derecho, el cual tenía inmóvil.

Fue un transe. Uno amargo y frío que me hizo quedar aturdido, como si todo mi mundo se detuviera. No oía nada. Ni siquiera su llanto, solo veía el bache de sangre que sobresalía de su brazo. ¿Como no pude darme cuenta? Debió ser ahí, en ese momento donde su cuerpo cayó al suelo conjunto a los residentes que yacían a su alrededor. Le dolía, a él le dolía, pero lo que no sabía era que me dolía más a mi que a él. Verle su brazo, su pequeño brazo cubierto de sangre. Mi saliva se secó, mis manos temblaron al quitarle esa polera de cuadros rota por la mordedura para echar hacia atrás la manga de su camiseta verde aceituna y observar dolorosamente la mordida que había rasgado su piel. Su boca estaba entre abierta, su respiración era agitada, pero no podía oírlo, aún no podía oírlo, solo ver sus ojos mirarme con desespero y miedo. Fue ese día, ese día donde sentí algo diferente al miedo. Era más que eso, era un reflejo de la agonía que vivió mi padre cuando estaba inclinado frente a mi, viéndome morir. Mis manos atrajeron bruscamente la cabeza de mi hijo, mi cuerpo lo protegió, pero eso no era suficiente, no lo había protegido por seis años y ahora, no lo había protegido de esto.

—¿Carl?—giré mi mirada, aún estaba arrodillado en el suelo, pero observe cómo Connor se acercaba a mi, sosteniendo su arma, solo estaba él.

—Lo mordieron.—afirme, sonaba valiente, pero mi voz estaba temblorosa como todo mi cuerpo, la expresión de Connor decayó ante sus pies por mi afirmación tan insensible y fría.—Lo mordieron.—volví a recitar, oyendo el sollozo de mi hijo, pegándose a mi cuello para humedecerlo con sus lágrimas.

—¡Caleb!—el grito de Aliana me hizo entumecer, tanto que mi cuerpo no se movió ante su grito.—¡Caleb!—el valor de mirarla fue nulo, pese a que visualicé a Michonne conjunto a Maggie y Ethan, no pude levantarme mientras sostenía a Caleb agonizar del llanto en mis brazos.

—Espera.—se detuvo en seco, siendo sostenida por el brazo, Connor la miró sutil, pero el miedo que ella reflejaba era más grande que el mío.—Solo, aguarda.—pidió.

—Carl.—su llamado fue tenso, así que me levante del suelo con Caleb en brazos para girarme, el cabello de Aliana estaba amarrado en una coleta y su rostro tenía rasgaduras de sangre, pero fueron sus ojos los que me pedían a gritos una respuesta.

—¿Qué sucede, Carl?—se cuestionó Ethan, sosteniendo igualmente un arma, él me miró esperando una respuesta, aunque el semblante enmarcado por un sollozo de Aliana, bastó para dar una respuesta.

—La sangre no era de Aliana.—fue lo único que se atrevió en decir Connor, aguantándola, note como ella miraba al suelo perdida.—Lo mordieron.—indicó, dejando en el aire la tensión y sorpresa de todos, haciendo que Michonne soltara una bocanada de aire.

—Connor... ¿qué carajos acabas de... —la frustración, el miedo y el enojo se reflejó en Ethan quien fue sostenido por una aturdida Maggie, mientras que Aliana abría su boca, ella no podía ni respirar para aclamar el sollozo por la sorpresiva confesión.

—¿Donde?—se preguntó ella, mirándome con sus ojos humedecidos sin moverse del lugar.—¿¡Donde!?—cuestionó en un tono hostil que se convirtió en un sollozo, para sentir como Caleb me abrazó.

—En el brazo.—respondí, aún no podía sentir esa tristeza que me comía por dentro, aún no analizaba la mordedura en el brazo de mi hijo.

—Aún podemos... —ella respiro hondo, sus lágrimas caían y se deslizaban por la mejilla, nadie se movía por el estado de shock en el que estaban.—Aún podemos cortar el brazo... aún podemos, aún podemos.—dijo sombría.

—Aliana...

—¡Suéltame.... Suéltame... !—le pidió a Connor, soltándose bruscamente de su agarre para sollozar.—¡Aún podemos cortarle el brazo!—gritó, acercándose a mi bruscamente para intentar sostener a Caleb en brazos, quien gritó atemorizado para ver cómo su madre era sostenida por dos de las mujeres que la vieron agonizar de tristeza en múltiples veces.

—¡Aliana, por favor!—Michonne la sostuvo entre sus brazos, cayendo con ella al suelo mientras dejaba caer sus lágrimas, intentando de abrazar a Aliana para retenerla.—Por favor mi amor... por favor es solo... es solo un niño... —le decía, restregándose en el suelo con Aliana quien lloraba.

—¡¡¿Por qué?!! ¡¡¿Por qué, por qué, por qué?!!—se cuestionaba sin poder respirar, gritando tan alto que solo pude apretar a mi hijo entre mis brazos, viendo como Ethan cubría su rostro inclinado en el suelo.—¡¡Ah!! ¡¡Ah!!—gritaba con el llanto.—¡Si se lo cortamos... podemos... ¡ah!—sollozaba fuertemente, mientras que sentí como Caleb se desvanecía de mis brazos, él tocó suelo para ver a su madre ser retenida en los brazos de Michonne.—¡¡Mi hijo, mi hijo!!—sollozaba, extendiendo sus brazos para recibir a Caleb quien con su brazo al descubierto le dio un dolor fuerte a su madre.—¡¡Perdóname, perdóname!!—le pedía ella.

Los ojos verdosos de aquella mujer no dejaban de brotar la tristeza y la desesperación que había en su corazón, abrazaba tan fuerte a Caleb que él no podía ni siquiera sostenerse de ella. Pero, fue la manera en que se aisló de mí para abrazarla, fue la empatía y el corazón de mi hijo que me hizo digerir la situación cuando se acercó a su madre para abrazarla, como si intentara protegerla de su propio dolor. Me giré, la llovizna continuaba así que deje caer mi arma para caminar de una manera vaga. El lago se hacía presente, así que solo caí arrodillado en el suelo, sin poder respirar. Mi mente daba vueltas. Daba tantas vueltas que sentía como perdía lo noción del tiempo frente a ese extenso lago. El recuerdo, el reflejo del agua que veía como me deterioraba ante la tristeza comerme, me hizo ver a mi padre llorar sobre mí mientras me sostenía en sus brazos porque creía que me perdería para siempre, y era hoy que podía sentir ese sentimiento de una desesperación acoplarse hasta tus entrañas por no poder hacer nada. Restregué mi rostro, busque aire, pero nada pudo aliviar como mi corazón estaba en mi garganta e impedía que respirara.

Con la mirada baja, vi el reflejo de aquel joven de cabello azabache aún lado de mi. Ethan ya no sostenía su arma y también mostraba en su semblante la tristeza comiendo cada parte de su ser. Era como si estuviera entumecido, no me miraba pero se mantenía a mi lado, ¿acaso sentía lo mismo que yo podía sentir? Debía ser y no podía cuestionarlo o reprocharlo, fue él quien se quedó con mis hijos hasta cuidarlo mientras amanecía sin pegar un ojo, también fue Ethan quien los protegió, pero esta vez, ni él, ni yo fuimos suficientes para cuidarlos de la manera correcta. Quizás, esa era la razón por la cual guardábamos silencio, aunque estuviéramos agradecidos de que al menos fuéramos capaces de amarlos, no cumplimos con nuestro papel, ese que nos ponía en duelo, el mismo que nos hacía quebrarnos en dos, un papel paternal que se ponía en duda ante nuestros ojos. Respire hondo, de cuclillas frente al lago, donde veía las gotas de lluvia caer y reflejar el grisáceo cielo, el llanto de Aliana había cesado, pero girándome para verla ella estaba en el suelo sosteniendo a Caleb como si fuera un bebé. Mi dulce niña, el amor mío, desearía que no sufriera, desearía poder estar frente a ella con valor y abrazarla.

—¿Qué va suceder ahora?—me preguntó Ethan, con una voz fría y cortante, mientras que me quede mirando a Aliana.

—Se irán de aquí. Yo me quedaré con ella.—fue lo que dije, levantándome del suelo para mirarlo detenidamente a los ojos, notando su incomodidad.

—De ninguna manera me iré de aquí.—afirmó Ethan, frunciendo su ceño.—No me iré, Carl.—dijo, acercándose de una manera retadora.

—Aún puedes guiarlos hasta Hilltop, necesitamos que esta gente llegue.—le dije, defiriendo de su opinión.—Él no podrá llegar. Es un niño, se ha desangrado, no tiene fuerzas. No puede... no puede resistir.—dije entre dientes, impotente.

—Me importa un carajo. Debo quedarme, también tengo el derecho.—indicó, su frente podría tocar la mía y si eso llegase a pasar, perdería mis cabales.—¿Crees que tienes autoridad? ¿Crees que eres un líder? Mírate, no pones las reglas, ella las pone, ella es nuestra líder y quien nos guía, si alguien decidirá que me vaya, es ella.—masculló, acercándose más a mi.

—Basta, ¡ya basta los dos!—la voz de Daryl se interpuso como su cuerpo entre nosotros, empujando a Ethan para aislarlo de mi.—Acaban de... acaban de morder al niño.—nos dijo, frío y sentido.—No me importa quien quiera demostrar ser el mejor papá, no lo hagan por su ego, háganlo por ellos, y si verdaderamente la aman, háganlo por ella.—dijo entre dientes, señalándola para dejarnos ver como Aliana mecía a Caleb, se veía aturdida y perdida, tanto que sus ojos perdían orbita mientras Michonne le hablaba.

—No podemos irnos... no podemos... —mi voz se quebró, mostrando la debilidad e impotencia que sentía por ver a Aliana en ese estado, respire hondo para restregar mi rostro.

—La zona está limpia. No hay nadie, podemos continuar a Hilltop.—musitó Daryl, apretando mi hombro.—Si tienen que quedarse, si es así como lo quieren, entonces deben hacerlo, pero hazlo por ella, hazlo por tus hijos.—me decía, mirándome.—Hazlo como él lo hubiese hecho.—expresó, bajando la cabeza.

"Halo por ella, hazlo por tus hijos". Fueron las palabras que se repetían en mi mente mientras que Daryl se ponía de mi lado, veía como mirábamos hacia la dirección donde ella estaba. Los brazos de Caleb se sostenían del cuello de Aliana, quien le susurraba algo en su oído que no podía oír, veía la tristeza y el duelo que presentaba por el dolor, el dolor que se volvía su enemigo hasta convertirlo en impotencia y enfado. Por ella fue que llegue hasta aquí y por ellos, aún seguía aquí. Me encamine de manera valiente, me encamine hasta inclinarme frente a ella y ver sus ojos perdidos volver a ubicarse. Aliana solo me miraba a mi, solo era yo y lo supe en cuanto me miró a mi, a mi y a nadie más. Sus brazos se abrieron para adentrarme el abrazo donde enmarque mis lágrimas en su cuello mientras que mis brazos la protegían a ella y a nuestro hijo. La gente que nos quería nos veía, la gente que nos veía crecer, reflejaba su dolor como el nuestro, pero solo miraba en cómo por el bosque, Rosita tenía su mano entrelazada con Alanna, la misma que corrió hasta nosotros para caer en mis brazos agitada y desesperada por el miedo que sentía. Mi familia, era lo único que me importa y hoy... la perdía.

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