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Cuando el sol deje de brillar.

───

Mis manos acariciaban el cabello de mi hijo. Él yacía sentado en el césped verdosos y fangoso junto a mi, estaba sereno y en silencio, con su hermana aún lado suyo. Veíamos el lago, como también a su madre sentada frente a el y cabizbaja. Ella estaba lejos de nosotros, debatía su dolor de una manera que no podía entender. Levante mi mirada para ver cómo Alessandra llego entre los árboles del bosque para ver la amplia vista. Sus ojos estaban achicados en la tristeza, la tristeza que posiblemente ella podría entender. También se mantuvo en silencio sin decir nada y se sentó, se sentó a mi lado para mirarme e intentar sonreírme, pero sus lágrimas se escaparon para ella extender su mano y acariciar el cabello de su nieto, quien tenía su mirada fija al lago. Todos los que me conocían, todos esos que me vieron crecer y a mis hijos también estaban ahí, despegados y en silencio, como si mostraran un tipo de respeto. Los ojos de mi hijo levantaron la vista para mirarme, él tenia aquel sombrero de alguacil entre medio de sus piernas. Aquel que Judith veía con recelo y tristeza desde el otro lado, sentada con RJ, quien tenía su cabeza en la falda de Michonne.

—Papá, ¿a donde crees que iré?—miré a Caleb, él me miró con curiosidad, mientras que de fondo veía como Connor hablaba inclinado ante Ethan quien parecía debatir también su duelo.

—Ya es hora.—oí a Daryl, él venía agarrado de la mano con Noah, repletos aún de sangre seca que se había ido desvaneciendo con la leve llovizna.—Ya es hora... —repitió de manera sentido, me levante del suelo para acercarme a él.—La llevaré a salvo hacia Hilltop, allá nos encontraremos cuando...

—Gracias, Daryl.—fue lo que expresé interrumpiéndole, él asintió para así incitar a Noah a que caminara hacia Caleb quien estaba parado mientras que Alessandra besaba su mejilla.

—¿Tú no vas a venir?—le preguntó Noah, por lo cual Caleb negó, para así estrechar su mano.

—No te preocupes, ahora tú las cuidarás.—indicó, Noah acepto la mano sonriendo de manera inocente, tenía un destello, un destello reflejado al de Natasha.

—Carl.—me giré para observar a Stephanie, sus ojos esmeraldas me vieron entristecida, ella se acercó a mi y me abrazó fuertemente.—Lo lamento... lo lamento.—repitió, dándome una sensación amarga cuando vi a Sarah atrás de ella, junto a Sammy quien lloraba.

—¿Puedo decirle adiós?—se preguntó Sammy, asentí para incitarla a caminar, viendo a Sarah con sus ojos humedecidos y cabizbaja, no me miraba, por alguna razón ella no me miraba.—Caleb.—Sammy lo llamo, parándose frente a él.—Gracias por empujar a ese caminante por mi.—agradeció llorando.

—No hay de que.—se encogió de hombros Caleb, sonriendo de lado, sintiéndose orgulloso.

—Vamos Sammy, hay que irnos.—indicó Sarah, alentando a que la pequeña se fuera hacia ella, Sammy besó repentinamente los labios de Caleb, de una manera asombrada vi como un momento tan opaco, trajo luz para aquel niño quien sonrió pasmado, rozando sus labios con las yemas de sus dedos.

—Vaya.—murmuró Daryl, reí ante su expresión, bajando la cabeza para ver cómo Judith camino hacia él, por lo cual mi sonrisa desvaneció al ver cómo ella lo abrazó fuertemente entre lágrimas.

—Lo hiciste bien.—expresó Michonne al acompañar a Judith, inclinada ante Caleb, este sonrió para estrujarle el cabello a RJ.—Lo hiciste muy bien, muy bien.—decía, apretando sus labios.

—Me pone triste que ya no pueda jugar contigo.—dijo Caleb, mientras que mi hermanito se mantuvo en silencio sin entender, se sonrió ante el toque de juego que le provocó Caleb.—Ten, siempre ha sido tuyo.—expresó, estirando el sombrero de alguacil que le devolvió a una Judith llorosa, la cual Caleb abrazó para así abrazar a Michonne, la misma que sollozo y dejó sus lágrimas caer en el suelo cuando besó la mejilla de Caleb un sin fin de veces.

—Vámonos.—pidió Michonne a Judith, levantándose del suelo para ver a Aliana apartada, se acercó a mi con tristeza y acarició mi mejilla.—Carl...

—Está bien.—dije, besando sus manos para abrazarla fuertemente.—Váyanse.—dije sutil.

—Adiós.—dijo Caleb, extendiendo su mano hacia Rosita, ella también lloraba, pero no pudo despedirse de él mientras sostenía a Coco, debía estar dolida.

—Oye.—vi como Caleb se giró para ver cómo Hershel Jr se paraba frente a él.—Ten, así no perderás el estilo.—Maggie sonrió cuando su hijo le pasó la gorra al mío, quien sonrió con sus ojos humedecidos para asentirle a Hershel Jr, dándole espacio a Maggie para acercarse a Caleb.

—Gracias por contarme todo lo que sabías de mi mamá. Me caíste muy bien.—indicó Caleb, aceptando el abrazo de Maggie, la misma que lo abrazó fuertemente, para así levantarse y alejarse cabizbaja.

—Se fuerte.—me pidió pasando por mi lado, yéndose igualmente con los demás.

—Adiós tío Daryl... —musitó Caleb para ver a Daryl a mi lado, pero fue inevitable no sentir un apretón cuando Caleb corrió hacia Daryl y lo abrazó fuertemente.—Gracias por cuidarnos.—dijo en su oído, para así Daryl bajar la cabeza y respirar hondo.

—Eres un héroe.—fue lo que dijo, arreglándole la gorra para así girarse e irse, no sin antes apretar mi hombro fuertemente, dejando a Caleb sonriendo ante eso.

—Alanna.—Daryl se detuvo en seco para alentar a Alanna, quien estaba parada en seco, en el mismo lugar donde habíamos estado por rato, ella caminó sumisamente con la cabeza abajo, para así detenerse frente a su hermano.

—Eres un tonto.—le dijo Alanna, por lo cual Caleb le sonrió de lado, abrazándola fuertemente.

—Y tú una llorona.—dijo él, para así dejarme ver como Alanna tenía sus labios temblorosos.

—¿Por qué no tienes miedo?—le preguntó ella, sin aún soltarse del abrazo.

—Porque soy un Grimes.—afirmó Caleb, para levantar su mirada y verme, verme de una manera detenida.

—¡Tonto, te dijeron que no te soltarás!—sollozo Alanna, sosteniéndolo fuertemente.—¡Ahora mamá estará triste, por tu culpa!—sollozo, de una manera tan débil que me hizo tomar la iniciativa de acercarme.

—Vamos, vamos...

—¡No dejes que me lleven, no me dejes sola!—sollozaba, las lágrimas brotaba de sus ojos por montones, me rompía el corazón verla quedarse sin aire y toser por la falta de este.—¡Yo tenía que protegerte, yo tenía que... —sollozando fuertemente, Alanna permitió que la sostuviera en mis brazos para que sollozara, mientras que Caleb sollozaba y cubría su rostro con las manos, Alanna estaba tumbada en mis brazos.

—Déjamelo a mi, por favor.—levante la mirada para ver a Ethan, ver cómo él extendía sus brazos.—Por favor.—rogó, y mi orgullo prevaleció, así que le pase a mi hija en brazos para verlo con sus hermanos acercarse a Caleb.

—La cuidare. Lo prometo.—musitó Michael, haciendo que Caleb dejara de cubrir su rostro para asentir y ser abrazado por Michael y Connor.

—¿Tú también estarás triste?—le preguntó a Ethan, quien parado le veía, mientras que Alanna pasaba a los brazos de Michael, me acerqué a ella para sacarle el cabello de su rostro enrojecido.

—Papá, no dejes que me lleven, por favor.—me pidió ella, pero no podía dejar que se quedara, no podía hacerle esto más doloroso.

—Te amo Alanna... —le susurré, besando su mejilla, para así oírla sollozar mientras que Michael se la llevaba, me dolía tanto.

—Estaré triste. Probablemente mucho tiempo, pero es porque te extrañare mucho. Y eso, no tiene nada de malo. ¿Lo entiendes?—Caleb asintió ante Ethan, quien bajo la cabeza.

—Yo también te extrañaré.—le dijo Caleb, extendiendo su mano para mostrar un collar que tenía como pendiente una hermosa cruz de oro.—Alanna me la dio, me dijo que una persona que amabas te la dio y por eso ella creyó que debía dármela, espero que no te molestes.—indicó.

—Nunca podría molestarme contigo.—respondió entre lágrimas para abrazarlo fuertemente.—Perdóname por no poder protegerte como quería.—le pidió, abrazándolo.

—No te preocupes Ethan, no podría molestarme contigo.—dijo Caleb, sonriéndole a aquel hombre que decaí de tristeza ante él.—Eres mi mejor amigo.—afirmó, dejando sorprendido a Ethan quien agradecido besó la frente de este, una sensación amarga me recorrió, fueron celos, pero no podía ser egoísta con este hombre que se levantó entre lágrimas y se acercó a mi.

—Cuídalo hasta el último momento.—me pidió, estrechando su mano con la mía.

—Gracias por cuidarlo como si fuera tuyo.—dije yo en agradecimiento, pensando en lo que Daryl había dicho, Ethan se giró para ver a Aliana aún en la misma posición que hora atrás.

—Te lo dejó a ti.—musitó, yéndose con pesadez, era el hecho de no querer irse, de no dejar a mi hijo y a la mujer que amaba aquí.

—Papá.—me llamo Caleb, mientras veía a Ethan yéndose, baje la cabeza para mirar a mi hijo.—¿Crees que estas personas me olvidaran?—me preguntó, haciéndome inclinarme para sostenerlo en mis brazos; mi hijo tenía siete años, pero siempre lo trataría como nunca pude conocerlo, un bebé.

—Cuando el sol deje de brillar y eso nunca pasa, inclusive cuando va a descamar en las noches, jamás dejará de brillar.—expresé, con él en brazos.

La brisa movió mi cabello, se sentía fresca y tibia, pese a que nuestros corazones estaban derrumbados por la agonizante noticia que nos mantenía en alerta, el cielo grisáceo se desvanecía para darnos un atardecer de colores abundantes como la esperanza que nos arropaba. Aliana estaba ahí, con su cabeza escondida entre las rodillas, la levantó para ver asombrada el destello de colores sobre nosotros. Viéndola, refleje su juventud, cuando era una niña tan fuerte y valiente. Desde que conozco a Aliana, no ha habido un golpe que la salve, pero ella jamás vio cómo se había vuelto la esperanza de todos. Esta historia no solo es mía, esta historia es de la joven de ojos verdosos que casi mataba cuando ella y sus allegados nos robaron suministros. Era la historia de la joven que caminó con nosotros y se ganó nuestros corazones, esa que no nos dio la espalda, la misma que mi papá veía con orgullo como si fuera su hija. Aliana no solo era la persona que amaba, Aliana era la esperanza del grupo que mi papá guió hasta Alexandria. Fui caminando, acercándome a ella para dejar a Caleb a su lado, dejándolo en el medio me senté, sosteniendo unas rocas que él empezó a lanzar.

—Mamá, ¿estás molesta conmigo?—le preguntó él, mirando como Aliana negó, extendiendo su brazo para acariciar su mejilla; el brazo de Caleb estaba vendado y desinfectado, como si eso fuera a salvarlo.

—¿Te sientes mal?—preguntó ella con una voz ronca, viéndose preocupada por él, Caleb negó.

—Oye mamá, ¿a donde tú crees que iré?—la pregunta que había rondado en el aire minuto atrás volvió; Aliana en un sollozo se extendió hacia su hijo, quien la abrazó fuertemente y dejó que ella se recostara encima de él, envuelta en un llanto leve que hizo a Caleb mirarme buscando ayuda.

—Perdóname, perdóname... —le decía ella, aguantándose de los pequeños brazos de Caleb mientras que mi mirada se humedecía, haciéndome respirar hondo para evitar llorar.

—Pero, ¿por qué mamá?—se cuestionaba Caleb.—No has hecho nada malo. Este es el mejor día de mi vida, por fin estaré solo con mis papás.—comentó él, haciéndome sollozar por lo bajo, fue su inocencia lo que me hizo colapsar junto a Aliana.—Levántate.—le pedía él, alejándola para levantarse y sacudir sus manos, desconcertado y desolado, vi como ella lo miró.

Aliana se quedó en silencio, mientras que Caleb fue hacia ella para tomar su mano y acercarse a mi, copiando esa acción. Caleb nos puso de frente, haciéndome ver sus verdosos ojos cubiertos de lagrima, Aliana se quedó mirándome para así sentir como nuestras manos se entrelazaron. Nuestro hijo sonreía ante ver como nos unió, para así abrazarnos fuertemente a ambos. Aliana cayó en mi hombro, empapada de lágrimas para abrazarme fuertemente como nuestro hijo hacía con ambos. Fue así como pasamos la tarde, antes de que la noche cayera y revisáramos el perímetro, colocando trampas, fue como decidimos estar, juntos. Caleb gozó en el lago, también comió una buena comida, todo estaba a su favor porque lo merecía. Era un niño genuino e inocente, como también valiente y fuerte. Lo escuchamos toda la tarde. Oímos cómo hablaba de sus travesuras, de lo que hacía cuando Aliana no estaba. Me contó sus cosas favoritas, amaba leer como yo cuando niño, Caleb nos hizo olvidar del mal rato, de que estaba mordido y moriría, nuestro hijo era un niño puro y lleno de amor. Verlo así me hizo saberlo, Aliana había hecho un excelente trabajo, porque este niño era una estrella que alumbraba cualquier oscuridad.

—No hay caminantes alrededor.—musité, mirando a Aliana frente a una fogata, mientras que Caleb estaba acostado en una sabana.

—Gracias, Carl.—agradeció ella, se veía serena, más calmada y estable, aunque sus ojos se veían exhaustos y también hinchados, Aliana mostraba fortaleza.

—Michonne dejó trampas. Alambres con latas, si un caminante intenta venir le oiremos, pero me mantendré despierto toda la noche por si alguno de ellos se presenta.—indique, a lo que ella asintió.

—Connor dijo que se quedaría en el área con Aarón y Gabriel. Si sucede algo, tendremos refuerzos.—comentó, tirándole ramas a la fogata frente a ella.

—Esto me hace recordar cuando no teníamos una comunidad y vagábamos por las calles, ¿recuerdas?—le pregunté, ella sonrió y asintió.

—Sasha una vez mato a unos perros. Teníamos tanta hambre que nos los comimos.—añadió, reí avergonzado por lo bajo por ese leve recuerdo.

—Ella era genial... —expresé detrás de un suspiro, mirando la fogata pensé en Sasha y en el día que murió sacrificándose por nosotros.

—¿Como se conocieron?—levantamos la vista para mirar a Caleb, él quedó sentado, mirándonos de una forma tan curiosa; Aliana y yo nos miramos, así que le asentí, alentándola a hablar.

—Un día vagaba con tus tíos y padrino por las calles, nuestro transporte se había quedado sin gasolina, era muy niña en aquel entonces.—empezaba a contar Aliana, cabizbaja.—No teníamos mucho, así que en el camino nos topábamos con algunas cosas que no nos pertenecían, pero le pertenecían al grupo que tú abuelo había formado con el tiempo.—continuó.

—¿Y qué pasó?—le preguntaba él, curioso y entusiasmado por oírla.

—Tuvimos una confrontación leve, donde intentamos huir con las cosas porque creíamos que en aquel entonces de eso se basaba la supervivencia, de cazar o ser cazado, de matar o morir. No pude huir y fue ahí que conocí a tu padre, cuando por un risco casi Maggie se desvanecía y la sostuve, incluso aunque Carl me apuntara para matarme.—dijo, levantando su mirada para verme.

—¿Eso es cierto, papá?—me cuestiono, asombrado por lo que su madre contaba.

—Si, así es.—afirme apenado.—Pero, mi padre tenía esperanza y aunque no confiara del todo les dio una oportunidad para vivir junto a nosotros. Vagamos, algunos murieron y otros se separaron para encontrarlos en el camino, pero sobrevivimos para llegar a la comunidad donde creciste.—contaba.—En ese tiempo éramos más, un grupo que se cuidaba entre sí, creando lazos y uno de ellos fue el que sostuve con Aliana, éramos como mejores amigos. Nos guiábamos el uno al otro, nos defendíamos, pero no éramos capaces de aceptar que estábamos enamorados hasta que una horda se adentró por los muros caídos que una torre de vigilancia tumbó y nos vimos atrapados en una casa.—levante la mirada para ver a Aliana, quien me miraba.—Ese día la bese.—añadí.

—¡Mamá, hablando de eso, hoy di mi primer beso!—contó él emocionado, haciendo que Aliana abriera sus ojos grandemente.—Sammy me beso, pero que sea un secreto, no quiero que Noah se ponga celoso de mi.—dijo, mientras que su madre me miraba y yo asentí, él no mentía.—Oye papá, ¿así te sentiste cuando besaste a mamá?—me preguntó.

—Cuando la bese, sentí que mis sentimientos por ella eran gigantes, así que me prometí cuidarla más que nada. Tú madre me importaba mucho, mi temor más grande era perderla y al final, se hizo realidad.—musité, viendo como ella me miró.—Pero, aprendimos muchas cosas juntos, de eso se basa el amor, de crecer y aprender, éramos unos niños y a través de lo que sentíamos, ustedes llegaron.—expresé, sentido.

—Llegaron para alegrarnos a todos.—comentó Aliana, haciéndole unas leves cosquillas.—Aunque fue una sorpresa doble, logramos sobrellevarlos juntos.—añadió, por lo cual sonreí.—Tu padre se hubiese desmayado seguramente al saber que eran dos.—bromeó, mirándome.

—Probablemente.—articule apoyo a su broma, la sorpresa de saber que había tenido dos hijos me había dejado aturdido.

—Espera, espera. ¿Como se hacen los bebes?—se preguntó él, mirándonos curiosamente por lo cual reí con Aliana por su pregunta, aquella que nos pasmo.

—No le digas Carl, mi padre se aseguro de explicarle, te está tendiendo una trampa.—expresó ella, por lo cual Caleb se cruzó de brazos molesto.

—Oye, eso no es justo, yo quiero saber si es cierto que para tener bebés hay que ir hacia un pájaro.—abrí los ojos grandemente, la explicación subliminal de Negan me hizo denegar en medio de una sonrisa.—Eso no tiene mucha lógica.—decía él, dudoso.

—No, no la tiene, pero es así como siempre nos lo decían.—indique yo.—Los bebes vienen a través de las cigüeñas que observan el amor de dos personas que se unen para ser solamente una, procreando una vida que la cigüeña dejara dentro de la mujer que se convertirá en madre.—intente detallar, de una manera más bonita e educada.

—Tuvieron suerte mamá, la cigüeña te trajo dos.—expresó él.

—Carl tuvo buena puntería.—exclamó ella, dejándome pasmado, pues evidentemente nuestro hijo no podría entender el mensaje subliminal.

—Mi mamá hablaba mucho de ti. ¡Siempre me contaba historias de como peleabas contra los caminantes, y también de las personas, dijo que eras el mejor disparando!—exclamaba él emocionado.—Yo siempre quería ser como tú, ¡mi padrino Jayden me decía que eras su mayor competencia y que jamás pudo derribarte, él te respetaba demasiado!—Caleb se levantó de la sabana, mirándonos entremedio de la fogata.—¡Mi mamá dijo que tú te enfrentabas a los más grandes enemigos, que mi abuelo Negan no te intimidaba aunque él fuera más grande!—decía.

—¿Ella te dijo eso?—le pregunté, y él asintió emocionado.

—Si, muchas personas hablaban de ti papá, ¡todos conocían al hijo de Rick Grimes!—exclamó con sus brazos extendidos, para darme un amargo sabor por el recuerdo de mi padre.—Desearía no haberlo olvidado... —musitó, sentándose nuevamente, como si perdiera la emoción.

—Él te amaba.—indicó Aliana.—Rick te amaba muchísimo, como también a Alanna. Eras bendecido por tenerlo como abuelo, al igual que a Negan.—añadió ella, con la cabeza baja.

—¿Sabes mamá? Me da tristeza no poder ver a mi abuelo una última vez. De seguro él debe estar buscándote aún.—dijo Caleb, mirando como Aliana no podía verlo a los ojos.—Pero no importa, igualmente Alanna estará contenta de que él ahora pueda siempre estar con ella.—añadió, encogiéndose de hombros.

—No digas eso. Tu hermana te ama.—expresé yo, viéndolo cabizbajo y dudoso ante eso.

—Oigan.—nos llamó, mirándonos a ambos de una manera pícara.—¿Ustedes volverán a estar juntos?—nos preguntó, dejándome una sensación de calidez en las mejillas para ver cómo Aliana se levantó del tronco en donde estaba sentada, yéndose a la sabana colocada en el césped para hacerle unas cosquillas a Caleb.

—Estamos aquí, juntos.—expresó ella, abrazando a Caleb de lado, quien sonreía mirándome.

—Papá, ¿no estás molesto con Ethan por estar con mamá?—me preguntó, mirándome para hacerme mantener el silencio unos segundos.

—Tú papá no está...

—Al principio si.—dije, interrumpiendo a Aliana.—Estaba molesto. Lo estaba porque pase seis años pensando en la idea de volver a encontrarme con ella y al hacerlo, jamás realizaría que alguien más anduviera con ella, ni siquiera que ustedes existieran. Pero, supe que era egoísta estar molesto con alguien que ha guiado a tu madre hacia la felicidad que perdió cuando me fui.—musité, mirando como ella me veía detenidamente.—Amo a tu madre. La he amado desde siempre, y es el hecho de que la ame que me hace entender que merece ser feliz con quien ella desee, incluso si no es conmigo.—finalice, notando como ella no dejaba de mirarme, Caleb la miró y sonrió.

—Felicidades papá, sigues siendo uno de nosotros.—expresó él, por lo cual sonreía para aceptar su mano y estrecharla en el momento que la extendió, para sentir la calidez en su mano y notar una piel pálida.—¿Mamá, tienes algo que decir?—le preguntó a ella para mirarla.

—Estoy agradecida de que tu padre siga siendo el mismo del que alguna vez me enamore.—musitó ella, abrazándolo de lado.—Y que sin duda, seas igual de valiente que él.—expresó ella, mirándome, había tensión en ambos, una tensión derretida por el amor que nos teníamos.

—Me alegra saber que al menos ambos se entienden.—comentó Caleb, viéndose exhausto.—Quiero que sean felices. Quiero que todos lo sean, incluso los que no lo merecen. Quiero un mundo mejor.—restregué mi rostro ante ese deseo, ese genuino deseo al cual me sentí afligido allá atrás.—Pero, el nuevo mundo va necesitarlos a ustedes dos.—añadió, yéndose de lado para recostarse en la sabana, tosiendo.

—Caleb.—Aliana lo llamó, inclinándose frente a él para mirarlo y tocar su frente.—Tiene fiebre.—indicó ella, mirándome azorada en su dolor.

—Está bien mamá.—le dijo él, mirándola, para así ella acariciar su mejilla.—Tengo mucho sueño.—indicó, para así ella sollozar frente a él, soltando saliva.

—Si quieres cerrar tus ojos, estará bien, mi amor. Me quedare aquí contigo.—dijo ella, besando su mejilla para acariciar su cabello, mientras que mi mirada se nublaba, Aliana inclinaba su cabeza ante él.—Tenía que protegerte. Es lo que un padre debe hacer, es lo que...

—Es amor.—mis lágrimas salieron ante eso, ante esa mención.—Y me dieron el suficiente.—afirmó, para así envolver a Aliana en un abrazo donde ella sollozo.

—Te amo Nathan, te amo con todas mis fuerzas.—dijo ella, sosteniéndolo en sus brazos, para dejarme ver que él parecía asfixiado, tosiendo sin aire y sus ojos, todo en él se veía sin color.

—Tengo miedo... tengo miedo... —expresó él haciendo que mi corazón se apretara, para entre lágrimas levantarme de donde estaba e sentarme detrás de Aliana, colocando su espalda en mi pecho para dejar mi cabeza en su hombro y abrazarla conjunto a Caleb, oyéndolo llorar.—No quiero irme. No quiero irme.—repetía, para así yo ocultar mi cabeza en el cuello de Aliana y sollozar.

No supe en qué momento, pero nos quedamos los tres abrazados, dormidos y acurrucados en medio de la fogata. Mis sentidos me hicieron despertar en el sonar de unas latas. Soñoliento y con mis ojos pesados por el corto sueño, e incluso el llanto leve, me desprendí de Aliana quien yacía dormida con Caleb en brazos. Mi corazón estaba en un punto de quiebre, pero él aún con el sudor en su frente respiraba. Estaba dormido, dormido y sufriendo. Sostuve mi navaja, caminando vagamente por el césped en la noche oscura. Seguía el sonido de las latas hasta ver al caminante. Gruñía y chocaba sus dientes entre sí, ocasionando un ruido doloroso para mi. Apretando mis labios dirigí fuertemente mi navaja hasta su craneo, lo hice tumbándolo para caer encima de él y clavar la navaja continuamente. Las lágrimas caían encima de él, mi saliva y la rabia de impotencia que no podía contener se apoderaba de mí mientras sollozaba. Perdí seis años, próximo siete en la vida de las personas que amaba, de unos niños que anhelaron conocerme. No era la mitad del padre que algún día tuve, no era la mitad del padre que me amo y protegió ante cualquier adversidad. Era aquí donde el miedo y el dolor se apoderaba de mi, era el sentimiento de ida que no podía dejar ir.

—¡Carl, detente, por favor!—me pidió Aliana, abrazándome fuertemente por la espalda mientras que caía al suelo con ella, lleno de sangre en las manos y en mi rostro.—¡Carl!—llamo, para así levantarme del suelo en medio del sollozo y llevar mis manos a mi cabeza.

—No pude protegerlos. No pude.—indique en un sollozo, inclinándome en el suelo para cubrir mi rostro entre mis manos, frustrado y dolido vi como Aliana se inclinó ante mi para sostener mis manos.—Perdóname, por favor.—le pedí, llevando mis manos a su rostro para sostenerlo y ver sus lágrimas enmarcadas en la mejilla.

—No fue tu culpa. Él lo hizo para salvar a alguien, no fue nuestra culpa.—expresó ella, mirándome entre lágrimas.—Era como debía ser.—afirmó para dejarme anonadado y recordar el día en que mi padre se confrontó a mí por mi mordida, como yo, Caleb lo había hecho para salvar a alguien.—Le diste la oportunidad de conocer a su más grande héroe.—expresó sollozando ante mi, para así hacerme abrazarla fuertemente y ocultar su rostro entre mi cuello.

—Te amo, te amo.—dije con mis labios temblorosos.—Tú y esos niños son lo único que quiero. No sé que pase luego de esto, pero no dejaré de pelear por ustedes, hasta recuperarlos.—expresé, tomando aire para oírla llorar.

—Nunca nos perdiste Carl, nunca lo hiciste.—indicó ella, saliéndose de mi cuello para ser quien sostuviera mi rostro entre sus manos, donde veía sus labios y sentía su respiración chocar.—El hecho de que no podamos estar juntos, no significa que no te amé.—musitó, para así atreverme a impulsarme para juntar nuestros labios, juntarlos con necesidad y desesperación, pero nos separamos en cuanto oímos unas ramas ser pisadas.

—Caleb.—dije, levantándome del suelo con ella, con nuestras manos entrelazadas caminamos en la oscuridad para buscar la luz de la fogata.

Caminamos con recelo, traspasando los árboles para llegar al amplio campo del lago, donde veíamos la fogata apagada. Ella iba atrás de mi. Sentía sus manos temblando, las cuales se sintonizaban con las mías para ver cómo en la sábana húmeda por el sudor de Caleb, él ya no yacía. El cielo se tornaba de un azulado poco claro, dejándonos ver el camino con la luna ocultándose. Mi corazón palpitaba rápidamente, tanto que mi piel estaba tensa y mis labios resecos. Lo único que se oía era mi respiración y la de Aliana, para así ver cómo en la orilla del lago, yacía un cuerpo recostado. Era él. Respire entrecortadamente, Aliana y yo estábamos detenidos en seco sin poder movernos cuando vimos cómo se empezó a levantar lentamente. Ella fue a moverse, pero la detuve, la apreté contra mis brazos y sentí su cuerpo desvanecer en el momento en que un sollozo se escapó por su boca, dejándola sin fuerza hasta caer al suelo donde marcó sus rodillas con algunas piedras. Levante mi arma y me encamine, no podía apuntar bien del temblor que había en mi, era él. Estaba ahí dándonos la espalda, mientras que el sol volvería a brillar, mis lágrimas sobresalían nuevamente de mí con una fuerte presión.

—Espera... espera.—miré a Aliana quien bajo mi arma y llegó hasta a mi, deteniéndose para ver cómo el cuerpo volvía a caer arrodillado, hasta desvanecerse en el suelo.

—¡Aliana!—la llame, viéndola correr hasta caer arrodillada frente al cuerpo, donde con mi arma en brazos y apuntando, ella me miró con los ojos abiertos grandemente.

—La fiebre se ha ido.—indicó ella, para hacerme ver cómo Caleb yacía igual que hace unas horas, sin la palidez de su cuerpo, con una respiración normal.—Carl, ¿cuando dejaste de sentir fiebre?—me preguntó ella.

—Cuando desperté y ustedes no estaban. Fue como si hubiera descansado de los síntomas.—expresé, para ver cómo Aliana desenvolvía el vendaje de una manera desesperada.—Aliana, ¿qué sucede?—le pregunté, oyendo una bocanada sobresalir de su boca.

—A este punto, su cuerpo debería aún estar ardiendo en fiebre, es un niño y no lo soportaría tanto, su cuerpo debería estar sin color y sin duda no podría levantarse porque estaría muerto. Aunque no debe ser igual para todos, es como debe ser.—decía ella, cabizbaja con Caleb en sus brazos.

—Llega al punto.—le pedí intenso, notando su pecho subir y bajar.

—Carl, nuestro hijo es inmune.—afirmó, dejándome ver como la mordida parecía no verse infectada.

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