༉‧₊˚✧꒰𝓒𝐚𝐩𝐢𝖙𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟒.*・。゚

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❝separación indefinida.❞


❛;una discusión se puede crear en un par de segundos.੭ೃ༉
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Amaya le dió una fuerte patada al saco de boxeo con el que normalmente entrenaba sus habilidades de combate, seguidamente tres puñetazos más fueron a parar al objeto. Su rostro no era el tranquilo de siempre, su sonrisa también había desaparecido, portaba un ceño fruncido y una mirada dolida, por lo tanto, se estaba desquitando todos los sentimientos que tenía guardados con el saco. Más que molesta estaba resentida con una persona en particular, ella no era alguien que guardara rencor cada vez que le hacían algo o le decían alguna cosa que la llegará a ofender, pero, está vez había sido diferente; Manjirō había sido la persona que la enojó.

El día anterior se reunieron en un viejo almacén para hablar sobre Moebius, asistieron Pachin, Penya, Draken, Mikey, las gemelas Fukui ─estas para dar la información que habían conseguido sobre la pandilla y discutir un buen plan para derrotarlos─ y por supuesto Amaya. Más tarde sin querer llegó Takemichi de imprevisto, lo cual sorprendió un poco a la azabache, más por el motivo por el que fue. Quería evitar la pelea contra Moebius, ella estaba dispuesta a escuchar sus razones, pudo ver la desesperación en su rostro, además de que sus sentidos le advertían que había algo más en esa pandilla.

Mikey y Draken se encontraban peleados; algo que raramente pasaba. Takemichi tuvo que ser enviado al hospital tras un repentino desmayó tras haber sido golpeado una y otra vez, Pachin fue arrestado ─siendo la causa principal de la pelea de sus dos mejores amigos─ Emma lloraba al no saber de que lado estar. La pandilla se dividió en la facción que apoyaba a Mikey sobre pagar la fianza del rubio, otra apoyaba a Draken en respetar su decisión de entregarse tras haber apuñalado a Osanai y la última apoyaba a Amaya; estaban indecisos sobre a quién apoyar, por lo tanto esperaban la respuesta de su primera sub comandante. Se sentía totalmente frustrada, debía hacer todo lo posible por calmarse, para tomar una decisión tan importante como era esa, lo mejor que podía hacer es mantener la mente fría. No quería equivocarse, no quería que alguien más saliera lastimado.

Su corazón quería que su amigo estuviera fuera de ese lugar lo más pronto posible, porque ellos no se dejaban atrás, de cierta forma eran una extraña familia que se mantenía unida en los peores momentos, dándose apoyo mutuo. Por otra lado su cerebro le decía que debía respetar su decisión de entregarse, que era la forma de encomendar su error y reflexionar sobre lo que había hecho, que estuvo a punto de arrebatarle la vida a un ser humano, ellos no arreglaban las cosas de ese modo; no se manchaban las manos para arreglar sus problemas.

En aquel instante le dió la razón a Ken, estaba pensando con la cabeza, por lo tanto Manjirō se enfado, diciendole cosas hirientes a ella y al de trenza. ¿Cómo podría decir que Draken estaba traicionando y/o oponiéndose a ToMan? Literalmente él amaba a esa pandilla, sería verdaderamente estúpido llegar a una conclusión así, ni siquiera Yasashī y Yasei que son las cercanas a Pah se opusieron a su entrega, porque ellas sí respetaron su decisión. No se podía sacar de la cabeza las palabras de  Manjirō «¿No se supone que quieres proteger a tus amigos? ¿O solo eran puras palabras? entiéndeme por favor» cuando se lo dijo no supo que contestar, claro que los quería proteger, por supuesto que entendía como se sentía, «si no vas a decir nada no te metas, Amaya. Hazme caso por una maldita vez y no estorbes».

Lo último que ella le dijo es que hablarán cuando ya estuviera más tranquilo, no quería que se dijeran cosas de las que más tarde se arrepentirían. La boca a veces suelta cosas tan hirientes que después es muy difícil de enmendar el daño.

──¡Tarado, pareciera que no me conocieras!  ──pateó con tanta fuerza que la rama que el saco estaba colgado se rompió. Cayó de rodillas al suelo, luego sus manos tocaron este mismo. Sin querer unas pequeñas lágrimas salieron de sus azulados ojos, rápidamente las limpió con su mano e intento ponerse de pie.

──Si yo fuera tú le doy una patada en los huevos, para que piense lo que hizo mientras se retuerce en el suelo de dolor ──soltó con algo de rudeza, supó al instante de quién se trataba esa voz. Volteó su cabeza encontrándose con tres de sus queridas amigas o como se solían llamar; hermanas.

──Estamos aquí para tí, May-chan. ──Nanami no dudó ni un segundo en ir a abrazarla, soltando pequeños sollozos, importandole muy poco que estuviera llena de sudor. Se podía decir que ella era la más sentimental del grupo. Amaya al instante le devolvió el gesto, eso era lo que necesitaba en estos momentos.

──Ken-kun y mi hermano son unos idiotas por no pensar que su discusión también nos afecta ──se unió la rubia al abrazo, era su turno de consolar a Amaya, ella sabía más que nadie lo mal que la estaba pasando.

──Los chicos son unos imbéciles. ──ahora las cuatro estaban unidas, Midori podría no demostrar siempre cariño, pero cuando era necesario no dudaba en hacerlo de corazón.

──Chicas, no sé como agradecerles su apoyo, las quiero tanto ──se aferró a ellas con más fuerza. No sabía porque le era tan difícil decir que se sentía mal y necesitaba un abrazo, tal vez no quería preocupar a alguien, muchas veces llegaba a minimizar sus problemas para no ser una carga.

Desde pequeña había sido así. Por la situación económica en la que se encontró en aquellos entonces, lo menos que quería hacer era que su madre tuviera más problemas en la cabeza, guardándose cualquier inconveniente que la estuviera molestando. Sus amigas la conocían tan bien que estaban consientes de ello, por eso intentaban consolarla cuando más lo necesitará sin la necesidad de que lo pida.

──No tienes nada que agradecernos, May-chan. Tú nos apoyas incondicionalmente, nunca nos dejas solas con nuestros problemas, nos escuchas e intentas buscar una solución. Estaremos juntas en cada momento ──unió su meñique con el de Amaya──. Hermanas de otra madre por siempre ──tras decir eso sus orbes lilas se aguaron, cada vez que recordaba ese momento se ponía un poco muy sensible──. ¡Waaa! Las amo chicas, nunca nos separemos y nos digamos cosas feas ──ahora era ella quien las abrazaba con fuerza.

──Concuerdo con Nami. Deberíamos salir todas juntas para olvidarnos por un momento de este mal rato que estamos pasando. Podríamos ir al centro comercial o caminar por el parque. Le llamaré a Yune y a las gemelas también. Oh, también a Hina-chan ──agregó Emma sonando más animada, cambiar por un momento de aires era una buena idea, les asentaría mucho.

Amaya lo meditó unos momentos, tal vez tener una tarde entre chicas le ayudaría a despejar su mente, solo serían ellas haciendo cosas de adolescentes normales, sin peleas, problemas o disturbios de por medio. Hace mucho que no tenían un día o aunque sea una tarde para estar juntas, es más, pasaba tan ocupada la mayor parte del tiempo en distintas ocupaciones que no se daba cuenta que su juventud se le iba a escapar de las manos, que cuando menos lo esperaba, el espejo reflejaría a una adulta y no a una niña.

──Esta bien. Solo iré a cambiarme está ropa y le pediré permiso a mis abuelos, denme unos minutos. ──les dijo ya con más ánimos, hasta una pequeña sonrisa se había asomado en sus labios. Las demás asintieron, se acomodaron en el césped y esperaron a su amiga.

Las cuatro amigas caminaban entre chistes y risas por las inmensas calles de la hermosa ciudad de Tokio, ignorando las miradas curiosas que se llevaban de vez en cuando. Después de no haber sonreído en ningún momento del día, Amaya ahora lo hacía con ganas. Habían quedado de reunirse con las demás en una tienda de postres y licuados. Era un lugar bastante bonito a decir verdad, era amplio, posee mesas para pocas o varías personas, música con gran variación de géneros, hasta tenía una cabina de fotografías; poniendo así plasmar la estadía en ese agradable lugar. Lugar que era perfecto para olvidarse de los problemas del día a día y relajarse solo o con compañía.

Llegaron al establecimiento. Entraron y buscaron con la mirada algún rostro familiar. La primera en percatarse de la presencia de sus gemelas y diva de la moda amigas fue Midori; no por nada le decían ojo de águila, se encontraban en una mesa charlando entre ellas, también notó que Hinata ya estaba allí, se encontraba de espaldas pero podía reconocer su adorable cabello en cualquier parte. Desde la reunión de la vez pasada, las demás amigas de Amaya comenzaron a llevarse más con Hinata
─a excepción de Midori y Nanami que ya la conocían─, la chica les había agradado al instante. Sin mencionar que las gemelas vivían en la misma cuadra que la Tachibana.

──¡Hola, chicas! ──las saludó con emoción Nanami, estás sonrieron al verlas llegar, ahora si estaban completas.

Comenzaron a charlar de cualquier cosa que se les viniera a la cabeza, secándose varias sonrisas y una que otra carcajada. Dicen que los grandes grupos de amigos nunca funcionan ya que existen demasiadas diferencias que los puede llegar a separar; ya que muchas veces sus opiniones chocan entre sí. Era increíble como aquellas muchachas se llevaban tan bien, no eran perfectas, de vez en cuando tenían sus discusiones; muchas veces por cosas bobas que más tarde servían de chiste entre ellas mismas.

Porque más que amigas se consideraban hermanas.

Un joven mesero que por su apariencia debía tener alrededor unos de unos 16-17 años las fue a atender, tomando la orden de cada una, se retiró haciendo un reverencia, fue bastante educado y amable.

──Ya que estamos solo mujeres de confianza vamos a desahogarnos de cualquier cosa que nos moleste ──habló Yasei con emoción, las demás no le vieron nada malo, así que terminaron aceptando──. Empezaré yo. ¡Detestó a mi profesora de historia! ¿Cómo demonios quiere que le haga cinco ensayos para el miércoles? Qué vaya a comer mucha mierda ──se recostó en la mesa, de tan solo pensarlo se sentía agotada.

──El otro día me vino y mi falda se manchó, no tenía ninguna toalla a mano, tuve que usar papel higiénico en su lugar, tuve que decir que me había sentado en ketchup ──confesó Yasashī, las demás le dijeron «fuerza» sabían lo duró que eran esos días.

──Intenté hacer un nuevo truco en la patineta, terminé cayendo de cara y justamente iba pasando una persona que me vió hacer el ridículo ──continuó Midori, ahora ya sabían porque estuvo con el ojo morado.

──Antes de que pasará lo que ya saben, estaba alentando a Hina-chan de que fuéramos al festival Musashi. Ella con su novio y yo... Tenía tantas ganas de ir con Draken, usar una yukata e intentar ganas un premio ──soltó haciendo un puchero.

──Me hubiera gustado poder ir ──la de cabellos salmón también se encontraba un poco desilucionada.

──¿Y qué se los impide? ──después de haber estado solo escuchando, Amaya se dispuso a hablar──. Ustedes vayan e invitenlos, les ayudará a relajarse y pasar un momento divertido, justo como lo estamos haciendo ahora. ──les sonrió, ya les había dado el empujoncito que necesitaban, notó como los ojos de amabas se iluminaban.

──¿Segura que no te gustaría ser mi consejara personal de vida? ──estallarón en risas tras el comentario de la peli-verde con lentes──. Bueno, bueno ¿quién sigue contando sus penas?.

──Es mi turno, pero no se vayan a reír, deben prometerlo. Es muy tanto lo que hice ──tomó la palabra Nanami, tapando su cara con sus manos, de solo recordarlo se ponía roja.

──Lo prometemos.

──Aquí voy ──suspiró──. Creó que el otro día Kei-kun me iba a besar, entre pánico por no saber que hacer. Cuando su rostro estaba tan cerca del mío, sin querer hice que nos demos un fuerte cabezazo, salí corriendo de la vergüenza. ──tapó su cara que comenzaba a ponerse roja. Esperó las carcajadas de sus amigas, en cambio recibió unos gritos de emoción y unos brazos a su alrededor.

──¡Lo sabíamos, Keinami o Bajiguchi es real! ──dijeron Emma, Yasei y Yune al mismo tiempo chillando de la emoción. Hace mucho que esperaban que el tonto de Keisuke diera el siguiente paso con Nanami
─ella era demasiado tímida para hacerlo─ al parecer por fin estaba pasando.

──Esto tenemos que celebrarlo. Me siento tan feliz por tí, Nami. Crecen tan rápido. ──Amaya la tomó de las manos y le sonrió con ternura. Sabía que su dulce amiga tenía sentimientos por el azabache y siempre había soñado con vivir un romance adolescente. Que por culpa algunos problemas e inseguridades lo había
dejado de lado, poco a poco lo estaba logrando. Amaya estaba segura que Keisuke era el chico indicado para ella.

El mesero volvió con sus manos llenas de bandejas que poseían los licuados y postres de cada una. Llegó en el momento más oportuno, todas tomaron sus vasos, los alzaron en el aire y los juntaron haciendo un tipo de brindis.

──Lo había olvidado ──dijo el chico que trabajaba de mesero regresando en dirección de Amaya──. Señorita, aquí está lo otro que me pidió. Disculpe una vez más ──le entregó una pequeña bolsa de papel.

──No te preocupes, no pasa nada. ──respondió con tranquilidad, el chico sonrió e hizo una reverencia por su comprensión, luego se marchó.

──¿Qué eso eso, May? ──le preguntó Hinata llena de curiosidad mientras sorbia por medio de la pajilla un poco de su bebida. Haciendo la pregunta que las demás le querían hacer desde el momento que la bolsa se le fue entregada.

──Pues, son unos taiyakis que le compré a Jiro ──Miró el contenido de la bolsa con una sonrisa. Amaya aún no se daba cuenta de las miradas tristes que sus amigas le daban──. No sé como le encantan tanto, al igual que los dorayakis. Siempre le roba a mi abuela cuando los prepara, es cierto que son deliciosos y... ──fue entonces que se dió cuenta sobre lo que había hecho. La sonrisa que tenía se borró, llevó su mano a su frente dándose un golpecito para después revólver un poco su flequillo. Olvidó por un momento que estaban peleados.

Le era tan difícil aceptar aquello, su corazón no lo quería asimilar. Durante su amistad con Manjirō, raramente se peleaban, el enojo no duraba más de 10 minutos, al rato ya estaban juntos de nuevo. Manjirō estaría presente en su vida de diferentes maneras, con un simple dulce lo recordaba al instante, con una adorable banderita de comida infantil podía escuchar su melodiosa risa, con un pequeño toque de dedos entre ambos sentía miles de cosas en su interior.

Por más que no lo quisiera aceptar, no podía estar enojada con él para siempre. Sí, sus palabras le dolieron mucho, nunca se había comportado de esa forma con ella. Pero también estar de ese modo no era algo que le agradaba, nunca había dejado un problema a medias y no lo haría ahora, menos con Manjirō.

Sin embargo, esto no dependía de ella, sino que de él.

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