26 | hellfire

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𝕮apítulo 𝐕eintiséis
Fuego Infernal

ESA NOCHE, SELENE se encuentra ansiosa mientras une sus manos a las de Ambrose y Sabrina. El trío, Hilda y Zelda han formado un círculo para poder sellar el instituto y proteger a los mortales.

Y en cuanto el reloj marca la medianoche, el grupo comienza a decir el conjuro.

Qui affecto protego, mixtisque iubas serpentibus et posteris meis stirpiqu. Qui affecto protego, mixtisque iubas serpentibus et posteris meis stirpiqu.

Selene mantiene los ojos cerrados, concentrando toda su energía en el conjuro, pero Sabrina abre los ojos para mirar a Zelda inquisitivamente.

—Funciona, ¿no? ¿El conjuro protector, tía Zel?

—Sí, mientras los cinco sigamos concentrados, puede funcionar —responde Zelda justo antes de ser invocada por alguien.

—¿Adónde ha ido la tía Zelda? —pregunta Ambrose en cuanto desaparece su tía— ¿Qué pasa? ¿Aguantará el conjuro sólo con los cuatro?

—Mi padre ha invocado a Zelda —resopla Selene, sabiendo porque se supone que Zelda ayuda a Lady Blackwood a dar a luz a sus bebés. Selene siempre tiene un presentimiento antes de que nazcan los bebés brujos, y lo está sintiendo ahora mismo—. Mi querida madrastra se ha puesto de parto.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Hilda confundida.

—Simplemente lo sé —Selene se encoge de hombros, apretando con más fuerza las manos de Sabrina y Ambrose—. Deberíamos estar bien a menos que alguien más desap─

Se interrumpe cuando su padre la invoca. Cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en su habitación de la Academia de Artes Ocultas y su padre está frente a ella.

—Papá, ¿por qué me has traído aquí?

—No puedo garantizar tu seguridad ahí fuera —responde Faustus, comprobando si su hija tiene heridas—. Puedo asegurarme de que estés a salvo aquí─

—Tengo que volver. Los Spellman me necesitan —le corta con firmeza, luchando contra su agarre—. Tú no lo entiendes, papá─

—No, la que no lo entiende eres —replica Faustus, intentando que su hija deje de retorcerse—. No podía dejarte ahí fuera para que murieras, Selene. Aquí puedo protegerte─

—Durante estos últimos dieciséis años, ha sido mi trabajo proteger a la familia Spellman —exclama Selene, apartándose de él—. ¿Y adivina qué, papá? He hecho un maldito buen trabajo. Así que puedo protegerme yo sola.

—Pero─

—No te preocupes por mí esta noche —comenta Selene, girando sobre sus talones y caminando hacia la puerta—. Preocúpate por tu esposa embarazada. Yo estaré bien.

Con eso, sale de la habitación, cerrando la puerta de un portazo tras de sí. Utiliza la transmutación para salir a toda velocidad del instituto sin romper el sello, y la lluvia arrecia mientras corre por los bosques de Greendale, intentando volver al instituto Baxter lo más rápido que puede.

Pero se topa con un claro antes de llegar y, cuando lo hace, se da cuenta de que una niebla roja cubre el suelo. 

—Oh, mierda.

Justo cuando las palabras salen de su boca, oye el relinchar de un caballo no muy lejos de ella. Al oír al caballo, vuelven las voces a su cabeza.

«Ya viene. Sal de aquí. Ahora.»

Selene hace lo que le dicen las voces y corre tan rápido como pueden llevarla sus cortas piernas, pero en cuanto está a punto de llegar al instituto, se cruza con cinco de las Trece Brujas de Greendale. Selene retrocede lentamente hacia el bosque, esperando que no la hayan visto, pero, por supuesto, lo han hecho.

—Selene Blackwood —saluda la bruja que la había estrangulado la noche anterior, con una sonrisa siniestra en la cara—. Me recuerdas a mí misma cuando tenía tu edad. Tan ambiciosa, tan pura. Lástima que tu vida vaya a ser tan corta.

—¿Pero por qué iba a pasar eso? —remarca Selene, retrocediendo sólo para oír el repiqueteo de los cascos de un caballo justo detrás de ella. Selene se vuelve lentamente hacia una figura encapuchada montada a caballo, pero no puede distinguir ningún rasgo facial debido a la niebla roja que oculta la mayor parte de su rostro. La muchacha lucha contra el impulso de gritar, aterrorizada por el Ángel de la Muerte, pero luego se vuelve para mirar a las brujas—. ¿En serio te vas a poner del lado de un ángel antes que de tu propia hermana?

—Yo no soy tu hermana —replica la bruja, escapándosele una carcajada de la garganta antes de que su mano saliera disparada y utilizara sus poderes para hacer que las piernas de Selene cedieran bajo sus pies, paralizándola temporalmente de cintura para abajo. Dos de las otras brujas toman entonces a la rubia rojiza y le atan las muñecas, pensando que no podrá usar sus poderes contra ellas.

—Puede que no seas mi hermana, pero no voy a morir aquí —señala Selene, haciendo que enarquen una ceja. El ángel se baja del caballo y mete la mano en el pecho de Selene, rozándole duramente el corazón. Selene grita de dolor y se sacude hacia delante, mientras la sangre empieza a acumularse en su boca.

—¿Y por qué piensas eso?

—Porque voy a quemaros hasta reduciros a cenizas, zorras —Selene se ríe débilmente, sabiendo que no debería reírse en esta situación. Es muy probable que muera si su plan no funciona, pero en este momento, no le importa. Sólo quiere asegurarse de que no entren en el instituto y hagan daño a la gente que ama.

—No somos de la Tierra —recuerda la bruja—. No hay fuego terrestre que nos queme.

—Entonces supongo que es una suerte que no vaya a quemaros con fuego terrestre —Selene sonríe satisfecha antes de canalizar todo su poder en el conjuro, con la esperanza de poder canalizar el fuego infernal. El único que sabe lo que está a punto de hacer es el ángel, y si hubiera empezado un segundo después, le habría arrancado el corazón sin dudarlo—. Ater ignus, fusce fume. Te evoco ut potentium tuam monstres. Cupidibus flammis hic veni. Caelo sub isto, harc arborem consumo. Lucem tenebrasque tuas monstra. Impetuum tuum evoco ad devorandum. Hanc arborem ac omnes hospitas devora.

Selene observa cómo los fantasmas de las brujas y el ángel arden en llamas azules, gritando de dolor. Es un hermoso y abrasador infierno que consume por completo sus almas, haciendo que no existan más.

Selene contempla horrorizada, sin tener ni idea de que era capaz de semejante atrocidad. Su pelo deja de ser rubio rojizo y se vuelve rojo brillante, del color del fuego. Los ojos de la muchacha se cierran cuando empieza a caer ceniza del cielo, y se deja caer en un profundo sueño, allí en el duro suelo a pesar de tener las manos atadas a la espalda. Y justo cuando cae en el olvido, siente que su hermanastro y su hermanastra vienen al mundo y que su madrastra lo abandona. Así que sus hermanastros están vivos, pero su madrastra ya no está con ellos.


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