Capítulo 15

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Todo el arte de aquí arriba es de louismoraj la increíble mujer que no duerme solo por hacer edits :3 I love you

Títere


El pequeño perro mueve la cola contento, y la enfermera lo sujeta suavemente para que no se revuelva demasiado en la mesa de consulta. Chris acerca su cabeza a la del cachorro Samoyedo y le deja un beso, para después acariciarla suavemente mientras la veterinaria le pone las vacunas correspondientes.

Christine Letchs sonrió cuando el animal de pelo blanco, más bien gris por la suciedad, la miró con agradecimiento en sus ojos. Desde hacía unos días la rizada había visto, en su camino al trabajo, un perrito bastante maltratado a simple vista, y seguramente abandonado. Estaba atado con una soga de acero a la pared de un callejón y no podía soltarse.

Durante esos días, ella observaba como algunos transeúntes le ofrecían comida, e incluso a veces se quedaba parada mirándolo, entristecida. En cierta parte, se veía así a sí misma, atada a una pared, por su pasado, sus recuerdos, sin un lugar a donde ir o al que llame realmente hogar, solo personas a su alrededor y una soledad que se mantiene ahí, constante. Por eso, no tardó mucho una mañana en romper esa dura soga de metal y acariciar con amor al perrito, aunque estuviera sucio.

Lo llevó a la veterinaria y ahí estaban ahora, haciéndole revisiones lavandolo y peinándolo. Unas dos horas después, cuando el canino ya estaba alimentado, chequeado y lavado, se lo entregó a Christine con su correa y ficha correspondiente, para que supiera las posibles vacunas que debía ponerle y la forma en la que debía alimentarlo esos días y unas sugerencias de su cuidado. Letchs le dió una sonrisa de agradecimiento y pagó por su consulta.

En el camino, la de ojos avellana reía constantemente de la alegría que le provocaba ver al perrito contento, mirando y oliendo la hierba o los árboles que hubiera en el camino, meneando su cola de un lado a otro.

- ¿Feliz, pequeño? - le habló al perro, bajando su mirada.

Éste la miró y fue hacia ella ladrándole suavemente y encaramándose un poco en sus piernas, como si le contestase que sí. Chris le acarició la cabeza, y él lame su mano como el cachorro qué es.

Cuando llegaron al apartamento Christine le quitó la correa para que pudiera explorar tranquilo el nuevo ambiente, y suspiró al ver el centro de mesa de rosas rojas que había dejado Olive hacía bastantes semanas. Sabía que era de su parte por el "lo siento" que tenía escrito una de las rosas.

Se perdió un momento en sus pensamientos y para cuando volvió a la realidad, el cachorro de 5 meses estaba revolviendo todas las cosas, subiéndose en el sofá y tirándolo todo, y lo que se caía, se rompía a su paso al llegar al suelo.

- ¡No! ¡Chiquitín! - Chris comenzó a la caza del perro, que se veía realmente contento de poder corretear de un lado a otro, destruyendo cosas a su paso, pero no podía dejarle entrar a la habitación de Olive o Chris estaría muerta.

Se puso de barrera con cuidado de que el perro no pasara entre sus piernas y consiguió bloquearle la entrada, pero la jugada le salió mal al ver que ahora el perrito se dirigía hacia su cuarto. Christine puso una cara asustada y siguió al animal que realmente se estaba divirtiendo con aquella situación.

Le encontró revolviendo entre sus muchas cajas, una que concretamente era muy importante.

- ¡Ay, no! Esa no, por favor- Chris se agacha y aparta al perrito del blanco, plateado y adornado cofre con cuidado.

Haciéndole sentarse para que se mantuviera tranquilo.
Sacó la fotografía, afortunadamente intacta y una sonrisa nostálgica y triste decoró su cara.

- ¿Me parece que ya has elegido tu nombre, no? - la de rizos le pregunta, a lo que el perro olfatea la foto. - Tyler, así fue él y así te llamaré, dos torbellinos amorosos de mi vida - Christine rió suavemente para evitar llorar, y guardó todo de nuevo.

- Vamos Tyler, ven pequeño - llamó Chris mirando al Samoyedo, para que se fuera familiarizando con su nombre.

Ese fue uno de los primeros cambios en la vida de Chris, un acompañante, aunque revoltoso, cariñoso. Sin embargo eso no era lo único que traía consigo Letchs, había conseguido empezar a dejar de estar sola y de tomarle tanta importancia, de todos modos, estaba bien en ese aspecto, ahora tenía un nuevo amigo que la hiciese compañía, mientras que Steve siguiera su búsqueda, Brooklyn acabase su condena, por decirlo así, con el gobierno, y Olive, hiciese lo que tuviera que hacer en Sokovia, y en Hydra... Esperaba que estuviese bien, la azabache era más vulnerable cuando se sentía demasiado sola y en ese lugar, no podría bajar a guardia. Pero aún había algo que seguía rondando su cabeza.

Sus poderes. Ese brillo dorado que adquirían sus ojos y las formas o escudos plateados que lograban conformar sus manos. No los entendía. Tal vez podrían haber sido de... una antigua época de su vida pero no le veía el sentido. Estaba sin respuestas y tampoco podía encontrarlas.

Evidentemente, estudió esos poderes y practicó con ellos, cada vez intentando crear estructuras más firmes y grandes, con diferentes formas o que se pudiesen mover, controlar además el brillo de sus ojos. No parecía poder hacer más que escudos de esa energía plateada, y no le molestaba, le agradaba al menos conseguirlo tan bien y de forma satisfactoria. Hasta que supiera qué era esa magia...

[...]

Olive Dahlian se volvió a levantar repentinamente, por tercera vez esa noche de una pesadilla, empapada en un sudor frío. La ventana estaba abierta y el aire helado de Sokovia se colaba por ella, haciendo que la pequeña y poco caliente casa, si es que podía llamarla así, se volviera aún más fría.

Dahlian se pasó una mano por su cara, llevando su pelo hacia atrás, y suspiró. Podía jurar que estaba perdiendo la cabeza. Su mente había estado jugando con ella todas esas semanas, haciéndole rememorar cada noche la terrible discusión que tuvo con su padre días antes de su muerte, como mandó a la mierda a Strange, lo mucho que alejó a Luke y cómo estaba por un segundo, dispuesta a matar a Christine. No se conocía. Todo esto, sin contar lo duro que era usar sus poderes todo el rato, pues la dejaban destrozada y cansada. Sin siquiera poder defenderse de sus pensamientos. No había avanzado más que en subir de puestos, ya debería haber podido conseguir algo de información de las gemelas. Miró el reloj de Magnus y se lo quitó, dejándolo debajo de la almohada, no lo merecía, no merecía ninguno de sus regalos.

Sentía que lo único que merecía era esa pobre casa, esa desesperada, agobiante y asfixiante soledad que la mataba por dentro, extendiéndose como una enfermedad incurable. Se levantó de la cama y dió unos pasos sobre el suelo, andando hasta encontrarse con el espejo. Dejó escapar una chispa roja que mandó hacia este para que su imagen con los mechones negro despeinados y los ojos azules tristes desapareciera y se volviese otra, otra persona. Cuando se formó completamente, se sentó a orillas del espejo.

- ¿Una pesadilla? - habló una agradable y dulce voz.

Olive asintió sin mirar, jugueteando con unos hilos que tenían sus calcetines. El reflejo se sentó también.

- ¿Quieres contármela Olive? - sonrió suavemente hacia la chica, intentando reconfortarla.

La de ojos azules negó con la cabeza, a la vez que unos charcos de agua se formaban en sus lagrimales.

- No estarías orgulloso de en quién me he convertido, chiquitín - Dahlian levantó su cabeza hacia el reflejo. Desde ahí podía ver al muchacho de dieciocho años que podría haber sido Justin si hubiera sobrevivido, su pelo rubio, sus ojos azules y esa mirada cariñosa que merecía todo lo bueno del mundo.


- Siempre estuve orgulloso de ti Oli - clavó sus ojos en ella y le ofreció una acogedora sonrisa. - Eres fuerte, siempre lo has sido, y buena, más de lo que crees - el joven tuvo la intención de acariciar su mejilla, pero no pudo pasar del borde del espejo. - Siento haberte dejado sola - agachó la cabeza.

- Jus... - una lágrima bajó por la mejilla de Olive, y colocó su mano en el cristal, junto a la del rubio - tú no tuviste la culpa, nada de culpa, chiquitín - guardó un sollozo y miró esos azules ojos - eres el mejor niño que he conocido, yo siento no haber hecho más, por ti, por todos... por echaros y alejarme hasta quedarme sola, como ahora - susurró lo último e intentó limpiar sus lágrimas. Justin comenzaba a desaparecer, Dahlian perdía fuerza, y control.

- Olive - llamó su atención el chico, visiblemente preocupado - ten cuidado por favor - sus ojos se fijaron por un segundo en una oscura ventana - mucho cuidado... quiero que cuando vuelva a verte, tengas una gran vida que contarme -.

Justin se desvaneció, dando lugar a la imagen de otra persona, de pelo castaño y ojos grises, una que sus poderes ya habían evocado antes, a la vez que Olive se deshacía en lágrimas.

- Le estás llorando a un puto espejismo creado por ti, una mentira, una simple ilusión, despierta pringada - la mujer alzó una ceja.

- Vete Clary, ya me cansé de ti hace mucho - habló Olive, aún sentada en el suelo, sin mirarla.

- Son tus poderes los que hacen
esto, no yo, te vuelves débil - la voz rió, pero se detuvo en el segundo en el que Olive hizo añicos el espejo al extender una de sus palmas hacía él. No soportaría ninguna humillación ajena más.

Se levantó y fue a la cocina, empezaba a amanecer, limpió por completo sus lágrimas y se dirigió a la puerta de su casa, con un chocolate caliente en sus manos, sin haber cambiado su apariencia. Se sentó en el pequeño porche, dejando la taza a su lado y observó la plena salida del sol.

Unos minutos más tarde, una pelota pasó cerca suya, tirando al completo su taza. Olive levantó su dura mirada hacia el frente para ver al causante de aquello, pero se quedó estupefacta. Un niño, rubio, con el pelo alborotado, de ojos azules.

- ¿Justin? - susurró muy bajo para sí misma, sin embargo, en unos segundos, cuando el rostro del niño se iluminó al completo pudo ver que no era él, aunque se pareciese al principio.

- Perdone, disculpele - apareció su padre por detrás de él - siempre le digo que juegue donde no pueda molestar a nadie, pero no me hace caso - dijo en sokoviano.

- No se preocupe, los niños nunca hacen caso - sonríe, hablando en el mismo idioma. Toma la pelota y se la da, revolviéndole el pelo en su entrega - No pasa nada.

- Gracias, normalmente la gente no es tan comprensiva y Jake ya se ha metido en más de un lío, soy su vecino de al lado, Gerald - le ofrece un apretón de manos, que Olive acepta.

- Ámbar, un placer -.

[...]

Soltó un pequeño grito de frustración al no encontrar el compuesto que necesitaba.

- ¿Se puede saber quién demonios ha estado toqueteando los estantes? - habló dura, escrudiñando con sus ojos marrones a sus subordinados.
Uno de ellos levantó la mano, y con la simple mirada de Olive se puso a recolocarlos - vosotros dos, la mezcla para el sujeto de hoy está lista, ir a dársela y apuntad bien las reacciones, yo iré preparando lo demás junto con los otros.

Los científicos asintieron, tomaron varios botes anaranjados y salieron.

Olive tuvo que ocuparse ese día de metabolizar varios químicos para formar compuestos realmente específicos y especiales. Tenían proyectos como los de crear un suero super soldado, como el del Capitán América, uno que frenara el envejecimiento, otros que te volviesen inmunes a las enfermedades u otros que te diesen poderes, por supuesto había muchos peores a esos, que te pudriesen por dentro, que te causaran enfermedades, que nada más tomarlo se volviera fuego en tu garganta... Olive prefería no centrarse tanto en ellos y derivarlos a otros lugares, pero aún así, seguía sintiéndose mal por permitirlo, aunque no demasiado. Seguiría pasando, era mejor aceptar que así sería.

Esa tarde había quedado exhausta, por dormir pocas horas y tener demasiado trabajo que hacer.
El Sol empezaba a ponerse por el horizonte y Olive sabía que había llegado el momento de arriesgarse y conseguir información, de empezar a cambiar a mejor, debía hacerlo. Dejó su mesa de trabajo recogida, soltó su pelo pelirrojo y colgó la bata blanca. Procuró cambiar los tacones por unas zapatillas y salir del laboratorio silenciosamente.

Sabía que las salas centrales donde el barón Strucker lo llevaba todo eran imposibles para ella, pero solo necesitaba acceso a un ordenador de archivos para poder sacar y conseguir esa información que tanto quería. Recorrió los pasillos algo nerviosa intentando no cruzarse con nadie, pero el universo no estaba de su parte.

- Señorita Witcheron - saludó un soldado al verla pasar - ¿puede decirme a donde va?

- Debo entregar estos informes en la sala sur, de las últimas novedades en los proyectos - señaló los papeles que llevaba en sus manos.

- Permítame, yo los llevaré - se ofreció el soldado, con una acusatoria mirada.

- Lo siento pero no puedo entregárselos, los científicos no debemos compartir ninguna información, y esto nos comprometería si lo pierde - Dahlian mantiene su mirada seria y avanza, pasándolo, esperando que no la llamase.

- No tarde - le advirtió el soldado, convencido de que la pelirroja conocía el procedimiento.

Pasados varios metros Olive pudo respirar tranquila, y comenzó a andar de forma rápida para no tardar demasiado, se introdujo en la sala sur, desde la cual, había un ordenador con acceso a los archivos, en una puerta contigua, que se mantenía cerrada.

La azabache cerró la puerta al entrar y se quitó una horquilla que transformó en llave para poder abrir el espacio restringido. Lo consiguió en unos minutos y entró al lugar. Localizó el ordenador y, con unos truquitos que Chris le había enseñado, pudo saltarse la etapa de contraseñas, para así ir a la búsqueda directa de las gemelas.

Estaba tecleando los nombres cuando escuchó unos ruidos venir de la puerta y dirigió su vista a su muñeca, el reloj no estaba allí, se lo había quitado. Su posibilidad de defensa se había ido.

- Mierda - susurró, y sus ojos centellearon en azul unos instantes, por encima del color marrón que debían tener.

Salió rápidamente de ese cuarto y volvió veloz a los papeles, como si los estuviera colocando. El barón Strucker, junto con unos de sus doctores y científicos más apreciados entró, y su mirada se posó en ella.

- Doctora Witcheron - saludó frío. Olive desvío sus ojos un segundo hacia la puerta del cuarto restringido, que no había sido completamente cerrada.

- Barón - devolvió ella, centrándose en él para no levantar sospechas, actuando calmada.

- Tenemos algo que hablar con usted - sentenció Strucker, mirando sus ojos marrones.

Mierda, mierda, y más mierda, pensó Olive, estaba muerta.

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Holi babys! Aquí les traigo el capítulo que debía de ayer, perdonad, empecé el instituto y dios... Quiero morirme, jsjsjs.

Darle love ❤️💣

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