⸻ OO4

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


• • •







━━ ★ , ,,,
el hijo de poseidón
y un caballo intenso.

──────────── ✦

;; NO SE OLVIDEN DE COMENTAR Y VOTAR. NO LECTORES FANTASMAS.

CAPÍTULO 04.
;;


• • •











Caminaba a paso lento, con una de mis manos todavía enganchada al brazo de la mochila de mi espalda. Realmente era por aparentar, pero en su interior no tenía nada más que armas y algún que otro libro brindado por mis amigos para saber cómo comportarme de mejor manera en este mundo.

Por supuesto que Calix y Brielle eran un par de ingenuos; porque por mucho que tuviera que tomar esta misión como algo a largo plazo, tampoco pensaba entablar mucha relación con nadie de este maldito lugar. Respirar su mismo aire me molestaba, todo de ellos.

Consideraban a mi familia, a mi verdadera familia oculta tras la Ilíada unos asquerosos enemigos a los que tenían que matar para colgarse medallas. Ni siquiera, ninguno de ellos, se preocupaban por averiguar porqué hacíamos lo que hacíamos, porque éramos como éramos.

Ninguno de ellos se interesaba por conocer la otra parte de la historia, por conocernos. Y ya era demasiado tarde para remediar las cosas. Habían escogido su maldito bando al darnos la espalda por completo y lo que pensaba hacer mi madre era lo que se merecían. Todos ellos.

Percy continua sonriéndome desde un poco más lejos de la Casa Grande, y su sonrisa de oreja a oreja seguía dándome repelús. ¿Cómo iba a sobrevivir durante días, quizás semanas o meses, aquí dentro? La idea me aterrorizaba, más que nada.

Aquí, en este lugar sin mi familia cerca, de alguna manera me sentía demasiado vulnerable.

Demasiado humano, una parte a la que normalmente no le prestaba mucha atención en el otro lado. Nunca lo hacía; apelar a mi lado mortal no estaba en mis planes, y no pensaba hacerlo ahora. Con un pequeño carraspeo, con tal de acomodar mi voz lo menos amenazante posible, me acerqué al chico de ojos verdes y rulos rubios.

Mi cabeza explotó por pensar en cuál era la mejor forma de tratar con el hijo de Poseidón, pero ninguna de ellas me convencía del todo; sobre todo teniendo en cuenta que se debía por conocer muy poco al sujeto en cuestión. Y de nuevo, la idea de conocer al chico del mar a fondo... me desagradaba por completo.

De todas maneras, traté de mostrar un rostro expresivo. Una mueca de una sonrisa totalmente fingida se coló en mis labios y me recordé mentalmente, que debía alcanzar y fracturar las barreras de este chico si quería matarlo. No solía hacerlo todo a la primera, por supuesto que no; me gustaba disfrutar con mis presas y creo... que este chico lo valía. Que me haría divertirme de una manera inimaginable y que, su muerte, sería deliciosa.

Gea quería que fuese el hijo perfecto, el hijo pródigo que se merecía y que debía ser. Sentí que las sombras dentro de mí se revolvían al tenerlo tan de cerca, al saber que estaba a palmos literalmente de poder quitarle la vida.

Pero ahí estaba el problema: no podía todavía.

Sobre todo teniendo en cuenta que, claramente, tenía otra misión en este lugar y esa era recuperar lo que mi madre quería y que no tenía idea de qué era. Porque en realidad, Gea no me había dado detalles explícitos de lo que buscaba exactamente, pero me dijo que al estar cerca de este chico me haría darme cuenta pronto. Tendría que valer por el momento y debía resistirme a acabar con aquella tontería tan deprisa.

—¿Cómo te ha ido? —preguntó sin ser capaz de borrar su animada sonrisa.

Y tuve que morderme mis labios con fuerza para evitar contestarle de una mala manera. En la Ilíada, digamos... que tampoco era una persona muy sociable y mucho menos amigable. Y es que de verdad, por alguna razón su comportamiento altruista me sacaba de quicio, o simplemente se debiera por ser un mestizo; seres que odiaba desde siempre.

Desde que mi madre me dio una espada en la mano, me comprometí a ayudarla en su venganza. Nunca había conocido otra cosa más que su odio y su resentimiento. Había crecido en un mundo de dolor y ahora mismo, tenía en mi poder de ayudar a todas las criaturas, mestizos y dioses titanes exiliados, solos y marginados.

Observé varios mechones rubios caerle por la frente al verle inclinar la cabeza al esperar por mi respuesta. Entonces agradecí a mi madre Caos por mostrarme el verdadero rostro de Percy Jackson, si no, habría resultado extraño haber entrado aquí para preguntar inmediatamente por él. Facilitaba las cosas, mucho.

Acomodé mi mochila, mientras finalmente me dignaba a contestar: —Bueno, eh, me ha dado la sensación de que Quirón estaba algo incómodo conmigo, pero el señor de la camiseta hawaiiana me ha caído bien.

Su rostro se frunció por unos momentos y estaba seguro de qué estaría pensando en que al señor de ruedas le resultaría muy anormal tratar con un chico que llevaba el nombre de su padre. Su expresión era como un libro abierto; de todas maneras, no duró mucho.

Colocó sus manos en sus caderas y me pareció increíble la forma en la que su sonrisa se ensanchaba más todavía. De verdad, que ganas me daban de borrársela. Pero era muy obvio la manera en la que intentaba cambiar de tema, probablemente para "animarme".

—¿He escuchado bien? ¿Te cae bien el Sr. D? —Su mano con sorpresa se posó en mi frente, para hacer amague de que me tomaba la fiebre. Se rió mientras la apartaba—. Eres la primera persona que conozco que piensa de esa manera.

Sin embargo, yo... me quedé helado. No pude responder o evitarlo, me tomó completamente desprevenido. Algo que nunca me había pasado. Era la primera vez.

Y es que no solo eso me había dejado clavado sobre mis pies, si no que además se había atrevido a  tocarme sin mi consentimiento. A tocarme sin perder ningún dedo en el proceso.

Sentí de inmediato una repulsión nacerme en la parte baja de mi abdomen, pero en vez de apartarlo de un empujón o de mandarlo todo a la mierda, me limité a seguir afianzando mi agarre en la manga de mi mochila. La máscara de cuervo que tantas veces había utilizado estaba dentro de ella, y tenía unas ganas tremendas de ponermela para olvidarme de todo este plan que temía que fuese al fracaso.

—¿Estás bien? Te has puesto un poco... —Entonces pareció recaer en lo que acababa de hacer y se disculpó de inmediato para mi desagrado—. ¡Lo siento, Cronos! Suelo tomarme confianzas demasiado rápido y...

Lo callé de inmediato con un movimiento de manos, escuchar su palabrería era lo que menos necesitaba. Sobre todo teniendo en cuenta que allí en donde me había acariciado, ahora me ardía como el infierno. Me pregunté si salir a la noche a liberar un poco de estrés (matar) me ayudaría a recomponerme.

—No... No pasa nada. —Caminé unos pasos hacia adelante, intentando calmarme—. Eh, ¿por qué... por qué no me enseñas cómo va esto?

Ni siquiera me di la vuelta para ver qué hacía ahora, me bastó conque recuperase su anterior posición y algo más serio que antes, finalmente se puso manos a la obra. Yo suspiré levemente mientras nos alejábamos de la Casa Grande y de las miradas de Quirón y del Sr. D que sentía todo el tiempo en mi espalda.

Coloqué además la capucha sobre mi cabeza nuevamente, queriendo parecer lo más invisible todavía para esta gente y para todas sus costumbres que seguro que me carcomían la cabeza.














Un rato más tarde, la luz anaranjada y viva del cielo baña los alrededores del campamento.

Es cerca de las cinco y media de la tarde y tras hacer varias visitas a las veinte cabañas en las que se repartían los hijos de cada dios mayor y menor, los baños, el lago y sus canoas, la plaza y los lugares de entrenamiento y actividades... estamos en los establos. Y realmente no se diferenciaba mucho de los que había en la Ilíada, porque sí, mi hogar tenía lugares similares a los de este sitio pero, sin duda alguna, estaban en mejores condiciones y eran totalmente superiores.

Echaba de menos la Ilíada; sé que realmente no llevaba nada fuera, pero así era. Sobre todo, no mejoraba para nada que en todo el recorrido —exceptuando los susurros y las miradas hacia mi persona— no había tenido oportunidad de encontrar a mis únicos dos mejores amigos. Parecían haber desaparecido por completo, como si la tierra se los hubiese tragado de pies a cabeza. Como si mi madre lo hubiera hecho.

Tampoco había visto a los amigos del hijo de Poseidón y no, no es que me importase que ninguno de ellos lo había buscado en las siguientes horas..., no. Lo que ocurría era simple: el chico de piel oliva y de ojos negros. Ese chico me preocupaba, sobre todo por la forma en la que me miró nada más irme con el de ojos verdes. A lo mejor..., no. Era imposible que hubiese averiguado que todo era un treta. Nadie era tan listo para entramar mis planes de esa manera, ni siquiera los hijos de esa estúpida de Atenea.

—¿Te gusta... Te gusta lo que llevas viendo hasta ahora? —Me desconcentró el hijo del mar al preguntarme, al lado de un caballo/pegaso de pelaje negro y de unos intensos ojos rojos.

Acariciaba sus crines sedosas con una expresión amistosa y suspiré tras la capucha quizás por vigésima vez en aquel día. Mi madre Gea por seguro que se burlaría de que estuviese dando paseitos y viendo a caballitos en vez de centrarme en mis misiones. ¿Pero qué quería? Tenía que hacerme un papel, infiltrarme en este mundo de manera que nadie fuese capaz de imaginarse lo que me traía entre manos.

Me abstuve de decirle que odiaba por completo estar aquí, para simplemente asentir. Eso pareció despertarle la curiosidad.

—Oye, Cronos... sé que no nos conocemos de nada realmente, pero por lo que llevo viendo en estas horas, ¿eres un poco tímido y de pocas palabras, no? —Cuándo quité mi capucha de nuevo para que viese mi ceja alzada, rápidamente intentó enmendar su error—. Q-Quiero decir, no es nada malo, de verdad. Mi madre suele decir que a veces hablo hasta por los codos... El caso, es que, aunque suene algo extraño, me gustaría saber más de ti.

Fruncí mis labios mientras lo escuchaba. ¿Conocerme más a fondo? ¿A mí? Eso no tenía ni pies ni cabeza, tomara donde lo tomara no encontraba ningún sentido a eso. Se me revolvieron las tripas de golpe. La mochila a mi espalda pesaba más que nunca.

—¿Y eso por qué? —me limité a preguntar.

Él me mostró una curvada sonrisa.

—Eres el chico nuevo, causas sensación. Creo que te has dado cuenta de que todos aquí están llenos de curiosidad por saber quién eres. Yo lo hago. —Luego se calló y esperó por mi nueva respuesta.

Pero mientras tomaba más cercanía con el animal que se interponía entre ambos, me limité a acariciar el lomo del pegaso negro mientras este apartaba su hocico del chico del mar para olisquearme. Dejé lo que lo hiciera, porque realmente no tenía ningún problema con los animales o criaturas mágicas.

Una vez tuve un pequeño grifo de alas rojas y pico dorado. Era bastante adorable y cuándo era niño nos la pasábamos todo el tiempo juntos. Thaldos, así se llamaba. Pero... mi madre tomó que aquel animal era una total distracción para mí y después de darme un entrenamiento demasiado duro para un niño de siete años, a la mañana siguiente lo encontré al pie de mi cama. Estaba desmembrado y tenía las alas cortadas. No había rastro de esas plumas borgoñas y hermosas que tanto me encantaban. Recuerdo haber llorado durante tres días tras perderlo.

Mi otra madre, Caos, se limitaba a darme palmadas en la cabeza y falsas condolencias, porque sabía mejor que nadie que disfrutaba como Gea de mi sufrimiento.

Desde ese día no volví a tener una mascota, aunque sí las admiraba desde lejos.

—¿Y qué quieres saber?

Mi pregunta pareció desconcertarlo unos momentos, pero acomodándose por el otro lado del caballo, quedamos cara a cara y con los ojos sobre el otro a través del animal, quien ahora parecía mucho más interesado en comer pasto. Mis dedos continuaban acariciando su lomo, y el chico del mar seguía masajeando sus crines; casi inconscientemente.

Sus irises verdes no se apartaban de mí y a pesar de superar su altura por unos cuantos centímetros, sentía que me atravesaba de pies a cabeza.

—¿De dónde eres?

Volví a alzar una de mis cejas, escéptico ante esas preguntas de parvulario. Recuerdo muy bien que Brielle nada más conocerme, lo primero que hizo fue invitarme a una pelea y, en mi opinión, no había mejor manera de empezar una amistad.

—¿No es muy básico? Quiero decir, ¿no tienes algo mejor con lo qué empezar? —Entonces se ruborizó hasta las orejas y el caballo dio una sacudida.

Me vi obligado a apartarme por el brusco movimiento, y me pareció totalmente fuera de lugar cómo enganchaba sus manos en la cabeza del pegaso para revolverle las crines con gracia. Parecía... que hablaban. Parecía... que estaban en algún tipo de burla.

Nunca he sido alguien a quien se pueda asombrar de la nada, pero de verdad esto me superaba.

—¡No es eso, Zaryon! ¡Deja de decir tonterías! —Parpadeé varias veces, intentando hacerme a la idea.

—¿Entiendes... entiendes a los caballos?

Era demasiado para mi primer día.

ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo últimamente a esta historia. Los quiero mucho y de verdad, esta historia es para vosotros.

probablemente cambie los gráficos en estos días, porque quiero probar si puedo hacer algo nuevo.

nos vemos pronto. <3

🪼🪸

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro