⸻ OO6

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



𔔀 GOT ME ! 🍷 cronos & percy.
by ©xelsylight. 2024.

⚔️▐  la comida amarga que me revolvía las tripas.
───── ( comentar & votar.










—Veo que ya conocéis a Cronos, ¿qué os parece? 

Eso fue lo que preguntó el pececito de mar cuando nos alcanzó.

Yo me mordí la lengua, obligándome a no responder mientras Cálix, a quien se suponía que no debía de conocer, me pasó un brazo por los hombros. Parecía ser bastante familiar con esto de ser sociable y, en lo particular, ya me había acostumbrado a sus comentarios sueltos y de relleno.

Nicolás Di Angelo, en cambio, ese chico de vestimentas oscuras y mirada de locura, parecía un poco más reacio todavía al mirarme. De alguna manera parecía que no le había caído en gracia la noticia de que me podía quedar a dormir junto al chico de hebras doradas y ojos verdes. No lo tomé mucho en cuenta, debidamente a que me importaba poco lo que pudiera pensar.

Mi plan era matar a Percy Jackson y recuperar lo robado para mi madre Gea. En mi cabeza conté las pocas horas que me faltaban para poder reunirme con mi tío en sueños, el Tártaro. Mi favorito sin lugar a dudas. Pero todavía, me quedaba una misión por delante y era sobrevivir a una comida que sería estar rodeado de un montón de chicos de mi edad o cercana, y estar bajo los impresionantes ojos verdes de mi objetivo.

 —Es bastante guapo —comentó como si nada mi amigo Cálix.

Y sentí, involuntariamente, que me ruborizaba de alguna forma. No solía hacerlo, solo en estos casos en los que mi amigo soltaba comentarios de este estilo. Mi cabeza se ladeó a la izquierda y con un movimiento casi involuntario, lo pellizqué bajo uno de los costados. El movimiento fue muy rápido, pero mi amigo soltó una risa tensa.

Sin embargo, Percy no tomó para nada mal el comentario. Simplemente acarició su bajo mentón y me dedicó una mirada de arriba a abajo, por lo que simplemente mantuve mis ojos al frente sin saber cómo reaccionar. Nicolás ahora también me miraba y me sentí todavía más inquieto, por lo que me solté del agarre de Cálix y di varios pasos hacia delante.

—Bueno, vamos al comedor. Tengo hambre —dije, soltando una excusa cualquiera.

Nunca me había gustado hablar de mí mismo, nunca me había gustado que pusieran atención en mi rostro ni en nada por el estilo, a pesar de usarlo varias veces a mi favor. Me gustaba que vieran mi fortaleza, mi temple y mi manera de pelear. Mis hombros se tensaron al escuchar tras mis hombros la voz del hijo del mar: —Sí, sí que lo es, Cálix. Pero el tema parece incomodarlo, así que no vuelvas a mencionarlo.

Una sombra de una sonrisa cubrió mis labios; al menos alguien se daba cuenta. Aunque la borró casi al instante.

Tuve la tentación de subirme otra vez la capucha, pero me aguanté todo lo posible por resistir. Esa necesidad de volverme invisible, de desaparecer de cualquier ojo, siempre era la manera que tenía para dejarlo todo atrás. Ahora no podía hacerlo.

Unos momentos más tarde, percibí la presencia de salinas marinas cerca de mí y con un suspiro, forcé una sonrisa. Aunque estaba seguro de que ahora mismo no era más que algo parecido a una mueca, traté de no verme tan tenso como antes. Después de todo, tenía que hacer crear un personaje delante del chico.

—Te vas a sentar conmigo, como te he mencionado antes. —Señaló hacia el interior de aquel edificio sin paredes, rodeado de muros de piedra y que dejaban plena vista del bosque que lo rodeaba.

Un buen grupo de campistas ya se acercaban al paso y aunque sentía sus pesadas miradas encima, me obligué a mantener la vista al frente.

—¿Y eso está permitido? ¿Cómo lo de dormir en tu habitación? —Miré de soslayo esos ojos verdes mar y aunque su rostro se arrugó por unos segundos, regresó naturalmente la otra, la animada—. Quiero decir, yo quiero hacerlo..., pero si te ocasiona algún problema, pues... —intenté añadir.

Pero su voz me detuvo de golpe, evitando que siguiera con mi perorata y show de chico nervioso, solitario e inquieto. Me ayudaba sin darme cuenta. Me hacía las cosas mucho más fáciles.

—No, en realidad no, Cronos. Es solo que... —dudó unos segundos, como buscando las palabras y de inmediato me sonrío abiertamente—, bueno, es raro. Quiero decir, apenas me conoces, ¿y no te importa compartir habitación conmigo? Acepté porque me causas curiosidad, y... porque sí que quiero conocerte.

—Sigues con eso... No tienes porqué molestarte, no soy nadie interesante —dije, totalmente seguro de que si descubría la verdadera razón por la que estaba aquí, bueno, me daría problemas.

Pero su mirada brilló, como si mi respuesta solo hubiera afianzado su decisión, pero negó de inmediato con la cabeza. Se hundió de hombros y señaló dentro del edificio rústico con la cabeza.

—Anda, vamos, te enseñaré como es todo por dentro.

Al entrar, lo que nos deja plena vista del interior, me fijo en unas grandes antorchas ancladas en cada una de las columnas que dejan estáticas el lugar; iluminan la estancia con un dulce color naranja y en el pabellón, hay un sin fin de mesas y jóvenes que toman su lugar.

Tras dar una vista bastante rápida, me centro en lo curioso que resulta esto con mi querida Ilíada, la cual a pesar de todo, tenía una clara diferencia: no era tan unida como esta. De todas maneras, no sentía nada al verlo; había sido criado desde que tenía memoria para volverme un arma de matar, un seguidor de reglas y, ahora mismo, tampoco me interesaba conocer nada más. Por difícil que fuese de entender.

También hay una hoguera central, la cual refulge en un brasero de bronce del tamaño de una bañera. El olor a azufre, a fuego, me recuerdas las muchas cicatrices de mi cuerpo; todas las heridas causadas por mi madre, Gea, y las cuales por decisión de ella para un bien mayor. Para hacerme más fuerte, según ella; pero dios, como odiaba la barra de metal infundada en llamas.

Los golpes todavía resuenan en mis recuerdos, las marcas son huellas que no se borran por mucho que quiera. Tampoco es que quiera hacerlo, claro, por esos motivos era tan invencible. Mi madre, Caos, nunca llegó a golpearme; no al menos de la forma en la que lo hacía la otra.

Pero estaba acostumbrado, en realidad.

Regresé la vista hacia Percy, quien me explicaba que cada mesa correspondía a cada cabaña, y que todas ellas eran recubiertas por manteles de colores de su propia gente. Según el chico, antes eran todas iguales de manteles blancos con detalles púrpuras, pero que eso había cambiado con el paso del tiempo para ser más genuinos. No podía interesarme menos, me perdí en mitad de la conversación mientras el chico se adelantaba hacia Quirón y el Sr. D, para avisarles de nuestro trato.

Me quedé en mitad del pabellón, notando las breves miradas clavadas sobre mí.

Más que nunca, pero me obligué a seguir manteniendo el rostro indiferente mientras observaba con un pequeño respingo, cómo ambos directores giraban sus cabezas hacia mí. Mostré una clara sonrisa y a pesar de que el Sr. D asintió, la forma en la que me analizaba el mitad-caballo, me hacía querer devolver las tripas.

Recordaba vagamente que mi madre había mencionado que su padre, de quien había heredado su nombre, era un falso recuerdo y que yo, tenía que convertirme en la prueba de que el pasado siempre se puede cambiar. De que puede ser mejor.

Percy se devolvió rápidamente conmigo, mostrando otra nueva sonrisa.

—¡No hay ningún problema, Cronos, vamos! —Y para mi sorpresa, agarró mi mano derecha como si nada para hacerme correr tras él.

Mi mente voló demasiado rápido. Su toque era cálido, nada del frío del que estaba acostumbrado, y la cabeza me martillaba por dentro. Las palabras de mi madre que me decían: engañar, usar y matar. Quitar de en medio lo inservible, me hacía sonreír.

La sola imagen próxima de cuando lo tuviera entre mis dedos, llorando, suplicando un simple "por qué" sin entender la verdadera razón de mis acciones, me animaba a seguir. De todas maneras, dejé de prestar atención a mis planes futuros para no tratar de arrancar mi agarre con un movimiento brusco. Aunque había comenzado a quemarme más pronto de lo que debería.

—Esta es mi mesa —presentó a una cuidada mesa azul, de roce de madera y algo astillada. Aún así, mantenía un buen aspecto.

Tomé asiento enfrente del chico, para entrelazar mis manos con rapidez.

—¿Y ahora qué?

Eso sí, a pesar de estar intentando aparentar normalidad en la conversación, de inmediato, escucho susurros a mi alrededor: «Se supone que sentarse en la mesa de otro campista está prohibido»; «Qué suerte tienen algunos»; «¿Es ese el chico nuevo, no? Que guapo»; esos eran varios ejemplos de las conversaciones ajenas que podía escuchar a la perfección.

O que, en cambio, no se esforzaban mucho por ocultar.

Mis manos se apretaron sobre la mesa y aunque Percy realmente estaba poniendo todos sus esfuerzos por distraerme, solo fue la voz de Quirón la que interrumpió la comida/cena, a la par de que en la mesa descubría por primera vez un único plato con arroz y un filete empanado. Rápidamente, mientras el centauro hablaba (ahora en su forma original) una ninfa de cabellos naranjas y piel verdosa, se acercó corriendo hasta la mesa en la que estaba.

Había un grave silencio volando por todas partes, agraviando el ambiente, entre que ella dejaba mi propio plato por excelencia enfrente mío. Le di las gracias, brevemente; y ella, bajo la mirada del resto de curiosos, desapareció por detrás de la mesa de picnic del centauro.

—Bienvenidos a otra noche de paz, mis queridos campistas. Hoy quiero celebrar por los antiguos, por los que siguen con nosotros a pesar de todo lo que han sido forzados a vivir y, por supuesto, por los nuevos, a quien recibimos en esta familia con los brazos abiertos —dictó, mientras alzaba su propia copa de tonos dorados.

Todos de inmediato me miraron y, rápidamente, mostré una sonrisa por las que varias chicos y chicas suspiraron. Algunos de ellos, por no decir la mayor parte, vestían trajes rosados y con aspecto delicado. Tenían una enorme belleza y resultaba inquietante mirarlos con demasiada intensidad; mi madre solía decirme que esos eran los descendientes de Afrodita, pero que mi atractivo era mucho mayor.

No solía hacerle caso nunca.

Después Quirón alzó esa copa y pidió por los dioses, de inmediato sentí que todo mi cuerpo se tensaba. ¿Por ellos? Mi corazón se detuvo de golpe, notando que la rabia y la furia crecía por mis venas. Percy tampoco dijo nada, a pesar de que todo el resto de campistas alzaban sus voces en coro y enarqué una de mis cejas, con asombro.

¿No felicitaba por ellos?

Después, sin embargo, me explicó que debía llevar una parte buena de mi comida a hacer una ofrenda a los dioses y pedir gracias por esta vida, o por lo que fuera. Estaba haciendo cola, de los últimos a su lado, mientras todos comenzaban a dar sus ofrendas.

Observé mi plato, que tampoco es que tuviera muchas cosas exquisitas y, miré a Percy.

—¿Y a quién se supone que debo ofrecérselo? No sé quien es mi padre y todo eso. —El chico de ojos verdes se río en bajo, mientras giraba su rostro sobre su hombro, porque estaba al frente.

—Yo me hice la misma pregunta mi primer día, simplemente... da las gracias a quien sea, a quien agradezcas por poder estar aquí. No te preocupes tanto por esos detalles. —Mantuvo una grata sonrisa mientras señalaba su propio filete—. Además, vas a estar aquí por mucho tiempo, ya te acostumbrarás.

Eso me hizo clavarme una espina en el pecho, al recordar unas viejas palabras de mi madre: «Nunca serás cercano a nadie. Nunca deberás hacerlo. Ahí fuera, no hay nada para ti.» Y como tenía de razón. Apreté el plato sobre mis manos, y cuando finalmente fue nuestro turno, Percy dio unos breves agradecimientos hacia su padre, Poseidón, y después hacia su familia.

Cuándo llegó mi turno, miré de refilón a Quirón, que parecía incapaz de apartar su mirada de la mía. Lo escruté de arriba a abajo y con una mueca, tiré todo lo del plato. Tampoco tenía mucha hambre; por lo que una humera salió de la hoguera, esa enorme de antes, y dije unas simples palabras a sabiendas de que mi compañero próximo de habitación estaría cerca y sería capaz de escucharme:

—Mi ofrenda hoy, es para dar gracias a Percy Jackson, por recibirme y ofrecerme su amistad. —Mi comida pareció regurgitar por unos momentos, y aunque la flama creció por momentos, después todo permaneció como antes.

Tranquilo, retomé una caminata tranquila y lenta hacia la mesa azul, siendo observado por el hijo del mar, a quien le quedaba bien ese curioso rubor sobre sus mejillas.

No era el único que había sido incapaz de apartar sus ojos sobre mí, Quirón, todavía lo hacía.

—¿Por qué... por qué has hecho?

Percy parecía desconcertado, pero me negué a responder, hundiéndome de hombros mientras todos finalmente comenzaban a comer, al igual que el chico de ojos verdes. Partió su filete en dos y me sorprendió ver que mi plato vacío, ahora recibía su otra mitad.

Me negué a apartarla con asco, porque lo que menos quería era recibir sobras, pero tenía que mantener el teatro. La toqué brevemente con el tenedor de plata en mis manos mientras observaba que mágicamente los vasos de ambos se llenaban con un líquido oscuro, por su olor reconocía que era un refresco. Coca-Cola.

—¿Y esto? ¿Es tu forma de pagarme por lo de antes?

Traté de seguir colocando un rostro amable, quizás nervioso, pero el de ojos verdes miraba con intensidad su plato y ese rubor no desaparecía de sus mejillas.

—Bueno..., seguro que tienes hambre y no quiero que te vayas a dormir con el estómago vacío. —Su voz sonaba emocionada, baja, y por alguna razón que todavía no entiendo, mi rostro se iluminó.

Recordé brevemente todas esas noches, todas en las que mis madres me castigaban sin alimento, por cualquier error. Y entonces mi pecho se llenó de una luz cálida, la cual no entendía y aunque me molestaba, comencé a partir el filete en pequeños trozos para saborearla con gusto. Sí, mi vida de la Ilíada y el Campamento era muy diferente, pero... Pero era incapaz de olvidar para qué había venido realmente.

Y de todas maneras, en mi cabeza, esa sonrisa amable de Percy se volvió burlona, egoísta y mentirosa. El reflejo que me mostraba era puro teatro y seguro que a la primera oportunidad, no desaprovecharía para clavarme un puñal en la espalda. Terminé la comida amarga que me revolvía las tripas, mientras claramente apuñalaba cada trozo en mi lengua.

El rostro de Percy Jackson seguía siendo sonriente, pero de repente, todos los rostros allí presentes comenzaron a transformarse; se burlaban, me señalaban, se reían y, de verdad, si no fuese porque al darme la vuelta, me encontré en la esquina el rostro de mi amiga, Brielle Carpenter, hija de Hécate, me habría dado una crisis.

Solían darme de vez en cuando, por ese motivo, los golpes eran más duros. Era mi única falla, pero realmente no me habían vuelto a dar desde que lo maté. Desde que maté a la única persona que me conocía de verdad, antes de conocer a Calix y a Brielle.

Ella me susurró un «Respira, Cronos. Respira» y me obligué a regresar a la realidad, justo cuándo Percy parecía haberse dado cuenta de que algo iba mal conmigo. Extendió una de sus manos con la intención de acariciar una de mis manos, que aparentemente estaba temblando agarrando un tenedor vacío; me aparté de inmediato.

El bullicio de la gente, las risas, y los comportamientos alegres me desconcertaron por un momento y dando una breve mirada hacia Percy, traté de controlar mi voz.

—¿Puedo salir a tomar el aire? Ya he terminado y... Lo siento. —No dejé más explicaciones sobre la mesa, y con paso raudo, delante de todas las personas que comían, salí de la sala.

Ignoré la baja voz de Percy, que me llamaba. Ignoré a Brielle y Calix. A todo el mundo.

Mi cabeza seguía dando vueltas, pero al bajar las escalerillas y recibir el aire fresco de la noche, me sentí mucho más aliviado. La tensión de mis hombros, la tormenta que asomaba por mi cabeza se deshizo con facilidad y los ojos verdes apagados de mi madre desaparecieron brevemente de mi memoria.

Cuando me di cuenta, las manos todavía se me estremecían.

Revolví varias hebras oscuras de mi cabello, tratando de controlar el brusco movimiento de mis manos, pero no cedía. Por lo que hice lo que mejor sabía: respirar, tal y como me había recomendado Brielle.

Para cuando quise darme cuenta, estaba en el campus. Donde los campistas entrenaban.

Miré a mi alrededor varias veces, tratando de descubrir alguna mirada al descubierto que me indicase que alguien me había seguido, pero no sentí ninguna presencia. Mi corazón se detuvo al momento y centrándome en un muñeco de trapo, agarré una espada de madera de un tablón infinito de ellas.

Mis manos se desenvolvieron con facilidad, agarraron el mandoble de madera como si fuera parte de mí mismo, como sabía desde el primer momento, y comencé a repartir mandobles sencillos contra el muñeco de paja. Mis movimientos eran agitados y mientras giraba sobre mi espalda para seguir repartiendo estocadas con precisión, no podía dejar de pensar en los cálidas que resultaban las manos de alguien que no llevaba encima la sangre de otros.

Las mías estaban manchadas, siempre, todos los días. Era una máquina para matar, siempre lo había sido; no podía ser de otra manera. Y esta noche, cuando me reuniese con mi tío, las cosas se tendrían que mover más rápido. Los hilos comenzarían a enredarse.

Di otra voltereta sobre mí mismo, para alzar la espada con un movimiento certero y, bajandola con precisión, me corté un trozo del muslo derecho. Una pequeña raja y de tonos bordós apareció en mi vaquero negro, el cual se había abierto con una ligera descostura.

Me detuve en seco, observándola.

De repente, eso me hizo pensar en lo que estaba haciendo. ¿De verdad acababa de perder la compostura por esa estúpida comida y por las acciones de Percy? ¿Tan sencillo resultaba hacerme caer? Negué de inmediato con la cabeza, mientras girando mi brazo con rapidez, lancé la espada al centro de la cabeza del muñeco.

Di de lleno, como esperaba y me tragué mis lamentos.

Venía simplemente a obedecer mis órdenes, y tal y como me había recomendado mi madre, la falsedad de una buen vida del otro lado, claramente resultaría peligrosa.

Retorcí mis manos, para darme la vuelta al recibir un silbido por detrás.

Era Percy. Me había seguido.

Eso me hizo preguntarme qué podría haber pasado, qué podría haberlo hecho seguirme, y tragando grueso, me limpié las manos sobre la tela del pantalón. Claramente tratando de ocultar mi herida, la cual cerraría en pocos segundos; pero eso es lo que no podía permitir que viese el hijo de Poseidón. No podía dejar que descubriese que podía curarme tan rápido, porque se suponía que yo no sabía nada de este mundo.

Se suponía que, mi historia trataba de un chico que venía por su madre, a quien (ya que no habíamos hablado de eso todavía) habían asesinado enfrente de sus ojos. La cabeza vuelve a darme vueltas, mientras, involuntariamente, se me escapó una sonrisa nerviosa.

—Eh, puedo explicarlo...

Pero Percy no parecía preocupado, más bien solamente estaba impresionado. Mis manos sostuvieron con más fuerza la rotura de mi pantalón.

—Eres bueno con la espada, ¿no? ¿Has dado clases antes, o...? ¿Viene de familia acaso?

Traté de inventarme una mejor excusa.

—No... Clases de defensa personal y esto... Ha sido, ha sido la primera vez que... —Pero su sonrisa torcida me señaló que no me creía.

—Ese cuento ya me lo sé, no hacen falta las mentiras, Cronos. Puedes ser sincero conmigo —añadió, mientras se cruzaba de brazos.

Pero oh, dios, lo dudaba demasiado.

🪼🪸. ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo a esta historia.

he cambiado la portada, como pueden ver, y el gráfico de arriba. me ha gustado mucho todo lo que ha pasado aquí y de verdad, esta relación de ambos es simplemente una fantasía. los amo a los dos y estoy deseando escribir más de ellos.

nos vemos pronto. <3

🪼🪸

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro