𝗩𝗜. Eʟ Aʀᴄᴏ

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𝟎𝟎𝟔. ┇🔱⚡️𝖳𝗁𝖾 𝖺𝗋𝖼

Pasaron dos días viajando en el tren Amtrak, a través de colinas, ríos y mares de trigo ámbar. No los atacaron ni una vez, pero tampoco se relajaron. A Helena le daba la sensación de que viajában en un escaparate, que los observaban desde arriba y puede que también desde abajo, que había algo acechando, a la espera de la oportunidad adecuada. Intentó pasar inadvertida, pero mucho más Percy porque su nombre y su foto aparecían en varios periódicos de la costa Este.

El Trenton Register—News mostraba la fotografía que un turista le hizo a Percy y Helena al bajar del autobús Greyhound. Tenía la mirada ida. La espada era un borrón metálico en las  manos del azabache. Había podido ser un bate de béisbol o un palo de lacrosse. Helena lucía con una chaqueta negra, con un gorro gris, su mirada era a otro lado poniéndose su mochila JanSport negra. En el pie de foto se leía:

«Percy Jackson, de doce años de edad, buscado para ser interrogado acerca de la desaparición de su madre hace dos semanas, en compañía de una niña de aparentemente su edad. Aquí se les ve huyendo del autobús, en que abordó a varias ancianas. El autobús explotó en una carretera al este de Nueva Jersey poco después de que Jackson y su compañera misteriosa abandonaran el lugar. Según las declaraciones de los testigos, la policía cree que el chico podría estar viajando con dos cómplices adolescentes más, aparte de la chica. Su padrastro, Gabe Ugliano, ha ofrecido una recompensa en metálico por cualquier información que conduzca a su captura.»

—No se preocupen. — Les dijo Annabeth—. Los policías son mortales, no podrán encontrarlos. —Pero no parecía muy segura de sus palabras. – ¿Qué tienes en tu mochila Barbie? – Interrogó curiosa

La chica sacó ropa, dinero, dracmas, ambrosía, néctar, un libro de Harry Potter, un cómic de Marvel, otro par de zapatos, una barrita nutritiva, un poco de maquillaje, pasta dental, un cepillo de dientes y para cabello.

– ¿Enserió traes maquillaje? – La vio incrédula Annabeth

– Si me van a matar, al menos tengo que lucir bella ¿No creen? – La contrario negó

– ¿Y el Cómic? Ya era suficiente con el libro. – Atacó Annabeth

– Es mi historia favorita, la de Wanda Maximoff y el capitán América. – Se encogió de hombros

Annabeth estaba al lado de Grover, el cual no paraba de roncar, balar y despertarlos, Helena estaba al lado de Percy. Una vez Grover se revolvió en el asiento y se le cayó un pie de pega. La mexicana y el azabache tuvieron que ponérselo de nuevo antes de que los otros pasajeros se dieran cuenta.

— Está bien. — Le dijo Helena en cuanto terminaron de ponerle la zapatilla a Grover—, ¿Quién quiere tu
ayuda? – Lo cuestióno

—¿Perdona? –

—Hace un momento, cuando estabas durmiendo, murmurabas «No voy a ayudarte». ¿Con quién soñabas? – La chica estaba preocupada por su amigo pero el chico guardó silencio – Cuando quieras dime, soy tu amiga y te quiero ayudar. – Ambos se sonrieron

Helena analizó el rostro de el contrario, jamás lo había visto con detenimiento. Su mandíbula marcada, sus grandes ojos verdes que transmitan calma, esa sonrisa torcida, su cabello azabache, su piel tan linda, le sorprendía que el no tuviera admiradores era realmente lindo de los chicos más apuestos que había visto. Ambos siguieron viéndose por unos segundos, Percy se sonrojó haciendo reír a la chica.

– ¿Ya terminaron su duelo de miradas? – Ambos se dejaron de verse

Era Grover el que hablaba, se acomodaron en sus asientos para ver a la rubia, y al sátiro.

– ¿Cómo estabas tan segura de la inocencia de Hades?  – Annabeth estaba confusa

– Es mi tío favorito, me suele visitar seguido. – Se encogió de hombros

Todos abrieron los ojos con sorpresa, y la vieron impactados.

– ¿Cómo? – Tartamudeo – ¿Haz ido al Hades? – Preguntó Grover y está negó

– Es una historia muy larga. – Se encogió de hombros

– Tenemos todo el tiempo del mundo. – Sonrió Percy tomándole la mano

– Yo quiero saber. – Sonrió Underwood y Annabeth asintió

– Cuando nací, mis padres hicieron una fiesta era su primera hija Mestiza. – Todos compartieron miradas pues era mentira – Me refiero a su primera hija legítima. –

Todos soltaron un «Ah»y ella rodó los ojos.

– Hicieron una fiesta para celebrar mi nacimiento, invitaron a Hades también. Me contó Persefone que ella me tenía en brazos, y fue al jardín donde estaba Hades, y me presentó con el. Por qué cuando mi padre me presentó con el, solo dijo "Es una bebé sana" pero cuando estuvo con Persefone a solas, dijo «Tú y la bebé, es lo único bueno que ha hecho Zeus después de derrotar a Cronos». –Imitó la coz d esu tío

La chica sonrió al recordar aquello.

– Cuando lo veo suele ser en los Solsticios, pero el viene una vez al mes en compañía de Persefone a visitarme en mis sueños. – Todos la vieron con sorpresa – Mis padres solían visitarme cada noche que estaba lejos de ellos, yo jamás tengo pesadillas. Supongo que mi padre, prohibió que las tuviera. – Vio al suelo

– Eres privilegiada. – Le dijo Annabeth

– Lo se, mi padre siempre me cuidó de más. – Quitó la mirada de sus amigos, para dedicarse ver a la ventanilla

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Annabeth y Grover se volvieron a dormir, Helena y Percy se mantenían en silencio.

—Mi madre se casó con un hombre absolutamente espantoso —le contó —. Grover dice que lo hizo para protegerme, para ocultarme tras el aroma de una familia humana. A lo mejor tu padre intentaba protegerte a su manera. –

– A veces pienso que el solo me cuida para su beneficio, Luke dice que los dioses suelen ser egoístas. La profecía decía que yo cuidaría al Olimpo, ¿Qué tal que si sólo me cuidan por eso? Mamá lanzó a Hefesto por su aspecto, tengo miedo de ser solamente utilizada, a veces pienso que necesito que Thalia me guíe. – Vio al suelo

—¿Cuántos años tenías cuándo paso lo de Thalia? – Helena recargo su cabeza en el hombro del chico

La mexicana estaba del lado de la ventana, mientras que Jackson al lado de la puerta.

— Siete. Yo acompañé a Grover, ahí Thalia prometió cuidarme. Siento que papá está enojado, por que no la ayude a pelear, por eso es que le pedí a los dioses que me entrenarán no quiero perder a alguien, no de nuevo. – Percy la abrazó por los hombros – Cuando Thalia se volvió un pino, suelo conversar con ella, se que sigue viva. – Se quitó una lágrima de su mejilla

— No perderás a nadie. – Le sonrío

– ¿Cómo estás tan seguro? – Susurró

—Cómo tu le dijiste a Grover, solo lo se. – Sonrió

Recordando la vez en el bosque, donde Helena le dio ánimos a Grover que lograria ser un buscador. Mientras los campos oscuros de Ohio pasaban
a toda velocidad.  Hacia el final de su segundo día en el tren, el 13 de junio, ocho días antes del solsticio de verano,
cruzaron unas colinas doradas y el río Mississipi hasta San Luis. Helena estiró el cuello para ver el famoso arco, el Gateway Arch, la cual sonrio al verlo.

—Me gustaría hacer eso—suspiró.

—¿El qué? — Preguntó Percy

— Ser actriz como mi madre, y cantante es mi sueño. – Le sonrío

—Estoy seguro de que lo lograrás. – Hizo a la contraria sonreír

– A diferencia de Annabeth, tu no me detestas a pesar que nuestros padres tienen una rivalidad. – Ella lo vio con sus bellos ojos cafés

– No juzgo a los hijos con actos de sus padres, que ni siquiera a mi me han dañado. Poseidón siempre fue amable conmigo, así que se que a ti te tenía que dar una oportunidad y no me arrepiento de hacerlo. – El chico se sonrojó

– ¿Qué pasa si habría una guerra? – La chica no le veía el sentido a la pregunta, pero el se veía algo asustado – Me pondría de tu lado, por que me has demostrado de que estas hecho. – Le sonrío de manera sincera, haciendo que el sonrojó del chico aumentará aún más de lo que ya estaba

Llegaron  a la ciudad, Annabeth seguía mirando el arco mientras desaparecía detrás de un edificio.

—Gracias —dijo al final.

Entraron en la estación Amtrak del centro de la ciudad. La megafonía les indicó que había tres horas de espera antes de partir hacia Denver. Grover se estiró. Antes de despertarse por completo, dijo:

—Comida. – Habló

—Vamos, chico cabra —dijo Annabeth—. Vamos a hacer turismo cultural. –

—¿Turismo? – Preguntó Percy

—El Gateway Arch. Puede que sea mi única oportunidad de subir. ¿Vienen o no? – Helena asintió con una sonrisa

Los chicos intercambiaron miradas. Helena sabía que aunque dijeran que no, Annabeth pensaba ir de todos modos, no podían dejarla ir sola tan tranquilamente. Grover se encogió de hombros.

—Si hay un bar sin monstruos, está bien. –

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El arco estaba a un kilómetro y medio de la estación. A última hora, las colas para entrar no eran tan largas. Se abrieron paso por el museo subterráneo, vieron vagones cubiertos y otras antiguallas del mil ochocientos. Helena pensaba que era realmente emocionante, ambas chicas eran fanáticas de la historia, Annabeth contaba cosas interesantes de cómo
se había construido el arco, Grover no dejó de pasarle gomitas a sus amigos, así que tampoco se aburrieron los chicos. No obstante, no dejaron de mirar alrededor, a las demás personas de la fila.

—¿Hueles algo? —le susurró Percy a Grover.

Sacó la nariz de la bolsa de gomitas lo suficiente para inspirar.

—Estamos bajo tierra —dijo con cara de asco—. El aire bajo tierra siempre huele a monstruos. Probablemente no signifique nada. – Helena estaba alerta por cualquier cosa

Se fue junto a Annabeth, ambas observaban con detenimiento.

– ¿Qué tienes con Jackson, Hel? – Le Interrogó curiosa

– ¿De qué hablas Annie? – Preguntó para leer la historia del objeto

– Grover lee las emociones, y me dijo que Percy se pone muy feliz cuando hablas o lo veías. – Ambas rieron – Tú no eres cariñosa, al menos solo lo eras conmigo, Luke, Thalia o Grover. – La veia – No te veía sonreír tanto, desde que eras novia de Luke. – La contraria suspiró

– Me duele lo que me hizo Luke, pensé que todo estaba bien con el. – Vio a su amiga triste – Pero... nuestras peleas era por que el decía que me quería proteger y a ti también Annie. Quería un mundo donde fuéramos felices, y que no fuéramos peones de nuestros padres, y esas eran mis peleas con el. – Se dirigieron hacia otro objeto

– ¿Te gusta Percy? – La chica negó rápidamente

– No miento es muy lindo, pero el no me gusta, a mi me gusta Luke. – Su amiga la abrazo dándole apoyo

– Te necesitaba Hel, estuve dudando en decirle a alguien. – La chica la vio curiosa – Otra de las razones por las que te dejé de hablar, es que me ponía muy celosa, no solo por Luke... si no por ti. – La chica abrió los ojos sorprendida

– ¿Por mi? – Formuló impactada

– Si bueno, estuve dudando de mi sexualidad en realidad. Descubrí que tu me estabas atrayendo, y mucho. Sabía que eras la persona más heterosexual que conozco, después descubrí que era bisexual. Me seguía gustando Luke, pero tu me parecías muy linda en realidad. Aunque en realidad te me sigues pareciendo una de las chicas más bonitas del campamento, ya no me atraes. – La chica en vez de sorprenderse, soltó una risilla

– Me siento alagada Annie. – Annabeth se ruborizo igual que un tomate pero fueron interrumpidas

—Vamos a llamar chicos, acabó de descubrir algo.—La contraria asintió

—Chicos —Llamó a sus amigos, haciendo que ellos se acercaran—, ¿Saben los símbolos de poder de los dioses? –

Helena asintió obvia, Annabeth estaba intentando leer la historia del arco, pero levantó la vista.

—¿Sí? –

—Bueno, Hade… —Grover se aclaró la garganta—. Estamos en un lugar público… ¿Te refieres a nuestro amigo de abajo? – Helena negó para verlos

—Esto… sí, claro —contestó —. Nuestro amigo de muy abajo. ¿No tiene un gorro como el de Annabeth? – Hizo reír a la mexicana

—¿El yelmo de oscuridad? —dijo ella—. Sí, ése es su símbolo de poder. Lo vi junto a su asiento durante el concilio del solsticio de invierno. – Dijo Helena para restarle importancia

—¿Estaba ahí? —preguntó Percy y ambas niñas asintieron

—Es el único momento en que se le permite visitar el Olimpo: el día más oscuro del año. Pero si lo que he oído es cierto, su casco es mucho más poderoso que la gorra de invisibilidad de Annie. – Habló Gonzáles para tomar el hombro de su amiga

Quien todavía estaba sonrojada, y era verdad ya no le atraía, ahora le parecía bastante linda Amber Miller hija de Dionisio.

—Le permite convertirse en oscuridad —confirmó Grover—. Puede fundirse con las sombras o atravesar paredes. No se le puede tocar, ver u oír. Y es capaz de irradiar un miedo tan intenso que puede volverte loco o paralizarte el corazón. ¿Por qué crees que todas las criaturas racionales temen a la
oscuridad? –

—Pero entonces… ¿cómo sabemos que no está aquí justo ahora, vigilándonos? —Cuestionó

Annabeth, Helena y Grover intercambiaron sendas miradas.

—No lo sabemos —repuso Grover.

—Gracias, eso me hace sentir mucho mejor —respondió Percy —. ¿Te quedan gomitas azules? – Grover asintió

– Yo quiero una roja, son mis favoritas. – Percy le dio las cinco rojas que quedaban

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Helena estaba apunto de superar su paranoia, cuando vio el curioso ascensor que iba a llevarlos hasta la cima del arco y supo qué tendría problemas. Los apretujaron en una de las cabinas, junto a una señora gorda y su perro, un chihuahua con collar de
estrás. Supuso que debía de ser un chihuahua lazarillo, porque ningún guardia le dijo nada a la señora.
Empezaron a subir por el interior del arco.

– ¿Estás bien? – Susurró cerca de la oreja de Percy

El azabache tembló al recibir el aire caliente, y este le tomó de la mano cerrando los ojos nervioso.

– Detesto los espacios cerrados, es todo. – Suspiro – Además nunca había estado en un ascensor curvo, y a mi estómago
no le entusiasma la experiencia. – La chica acarició su mano

– Tranquilo Percy, toma mi mano ya pasará. – Esas palabras por lo que vio Helena tranquilizaron al chico

—¿No tienen padres? —preguntó la gorda.

Tenía ojos negros y brillantes; dientes puntiagudos y manchados de café; llevaba un sombrero tejano de ala flácida, y un vestido que le sacaba tantos michelines que parecía un zepelín vaquero, Helena estaba a punto de decirle "¿Y a usted qué le importa?" cuando Annabeth se adelantó, conocía a la pelinegra.

—Se han quedado abajo —respondió Annabeth—. Les asustan las alturas. –

—Oh, pobrecitos. – El chihuahua gruñó y la mujer le dijo:

—Vamos, hijito, ahora compórtate. – Percy puso detrás de él a Helena protegiéndola

El perro tenía los mismos ojos brillantes de su dueña, inteligentes y malvados.

—¿Se llama Igito? —preguntó Percy

—No —contestó la señora y sonrió, como si eso lo aclarará todo.

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Encima del arco, la plataforma daba las filas de pequeñas ventanitas daban a la ciudad por un lado y al río por el otro. La vista no estaba mal, pero si era un espacio reducido a ciento ochenta metros de altura. Helena le daba igual la altura, a diferencia de a Thalia, sonrío al recordar a su hermana. Aún seguía de la mano de Percy que estaba nervioso. Annabeth no dejó de hablar de los soportes estructurales, y de que ella habría hecho más grandes las
ventanas y el suelo transparente.

Probablemente habría podido quedarse horas ahí arriba, pero, el guardia anunció que la plataforma de observación cerraría en pocos minutos. Condujo Jackson a Grover, Helena y Annabeth hacia la salida, los hizó subir a una cabina del ascensor y, cuando estaban a punto de entrar Helena y Percy, repararon en que ya había dos turistas dentro. No quedaba espacio para ellos.

—Siguiente coche, señorita y joven. —dijo el guardia

—¿Bajamos y esperamos con ustedes? —Habló Annabeth preocupada, lo mejor era no separarse, Percy no dijo nada

—No, no pasa nada. Nos vemos abajo, chicos. – Exclamó Helena viendo como Percy asintió

Grover y Annabeth parecían algo nerviosos, pero dejaron que la puerta se cerrara. Su cabina desapareció por la rampa. En la plataforma sólo quedában Helena, Percy, un niño con sus padres, el guardia y la señora con el chihuahua.
Helena le sonrió incómoda y ella le devolvió la sonrisa y se pasó la lengua bífida por los dientes. Un momento. ¿Lengua bífida? Antes de que pudiesen decidir que efectivamente había visto eso, el chihuahua saltó hacia el azabache y empezó a ladrarle.

—Bueno, bueno, hijito —dijo la señora—. ¿Te parece éste un buen momento?

—Tenemos delante a esta gente tan amable.—

Percy puso detrás de él a Helena, quien ya estaba lista para sacar su espada.

—¡Perrito! —dijo el niño pequeño—. ¡Mira, un perrito!. –Sus padres lo apartaron

El chihuahua les enseñó los dientes y de su hocico negro empezó a salir espuma.

—Bueno, hijo —susurró la gorda—. Si insistes. – Helena ahí comprendió que era un monstruo

—Oiga, perdone, ¿acaba de llamar hijo a este chihuahua? – Demando Percy

—Quimera, querido —Lo corrigió la gorda—. No es un chihuahua. Es fácil confundirlos, no era mi plan atacar a la linda señorita, debió irse con los otros dos, pero ya es tarde. – Helena maldijo en ese momento

– Corrran ¡Ahora!. – Advirtió a la familia y el guardia preocupada

Se remangó las mangas vaqueras y reveló una piel azulada y escamosa. Cuando sonrió, sus dientes eran
colmillos. Las pupilas de sus ojos eran rajitas como de reptil. El chihuahua ladró más alto, y con cada ladrido crecía. Primero hasta adoptar el tamaño de un doberman, después hasta el de un león. Entonces el ladrido se convirtió en rugido.

El niño pequeño gritó. Sus padres lo arrastraron hacia la salida, detrás del guardia, que se quedó atónito,
mirando al monstruo con la boca abierta.

Quimera era ahora tan alta que tenía la peluda espalda pegada al techo. La melena de la cabeza de león estaba cubierta de sangre seca, el cuerpo y las pezuñas eran de cabra gigante, y por cola tenía una serpiente, tres metros de cola de cascabel. El collar de estrás aún le colgaba del cuello, y la medalla
para perros del tamaño de una matrícula era fácilmente legible:

«Quimera: tiene la rabia, escupe fuego,
es venenoso. Si lo encuentran, por favor, llamen al Tártaro, extensión 954.»

Helena sacó su espada, reparó en ver a Percy que no había sacado la suya sintió que el tenía las manos entumecidas. Ambos estaba a tres
metros de las fauces sangrientas de Quimera y sabían que, en cuanto se moviera, la criatura se abalanzaría sobre ellos. La señora serpiente dejó escapar un silbido que bien podría haber sido una risa.

—Siéntete honrado, Percy Jackson. El señor Zeus rara vez me permite probar un héroe con uno de los de mi estirpe. ¡Pues yo soy la madre de los monstruos, la terrible Equidna! – Se dispuso ver a la chica quien la veia con una mirada osada sin demostrarle miedo – Qué triste princesita en traicionar a tu padre. Le alegrará saber que mate a la traicionera, ahora acabaré con ambos. – Percy la vio para atinar en decir

—¿Eso no es una especie de oso hormiguero? –  Equidna aulló y su rostro ofidio se volvió marrón verdoso de la rabia

—¡Detesto que la gente diga eso! ¡Odio Australia! Mira que llamar a ese ridículo animal como yo. Por eso, Percy Jackson, ¡mi hijo va a destruirlos! –

Quimera cargó, sus dientes de león rechinando. Conseguieron saltar a un lado y evitar el mordisco. Acabaron
junto a la familia y el guardia, todos gritando e intentando abrir las puertas de emergencia.

– No podemos dejar que les hagan daño. – Exclamó a Percy

– Tengo que matarla, solo así nos salvaremos todos. – Concluyó el de ojos verdes sacando su espada – Tú huye, no permitiré que te haga daño. – Le sonrió para irse  —¡Ey, chihuahua! –

Helena negó con la cabeza, se giró ver a la familia y al guardia.

– Intenten huir, lo más rápido que puedan nosotros nos encargaremos. – El niño empezó a llorar – Hey, tranquilo pequeño toda estará bien. – Le sonrío intentandole dar confianza

Quimera se volvió con insólita rapidez y, antes de que Percy tuviese su espada dispuesta, abrió su pestilente boca y le lanzó directamente un chorro de fuego. Percy logró arrojarse hacia un lado y la moqueta se incendió, desprendiendo un calor tan intenso que casi lo podía  dejarlo sin cejas.

– ¡Hey estúpido monstruo por aquí!. – Percy vio a Helena con miedo no quería que nada le pasara

La quimera dejó a Percy para correr por ella, esta lo esquivo rápidamente. Era bastante ágil, tomó su espada y sacó un cuchillo de su manga para empezar a mover la espada en su dirección, esquivando los ataques de este. Percy vio por detrás de donde me encontraba un instante antes, en uno de los lados del arco había ahora un boquete. Se veía el metal fundido por los bordes. Helena seguía luchando con el monstruo, logró hacerle dos tajos superficiales haciéndolo rugir.

Fantástico — Le gritó a la Quimera—. Acabamos de destruir un monumento nacional. – Quería llamar la atención del monstruo

Anaklusmos ya estaba preparada y cuando Quimera se dio la vuelta, le lanzó un mandoble al cuello. Ese
fue su error: la hoja chisporroteó contra el collar de perro y la inercia del impulso lo desequilibró. Helena aprovechó eso para darle otro tajo a la cola de serpiente. Percy intenténto recuperarse al tiempo que se defendía de la fiera boca de león, quien al sentir el gran tajo en su cola giro para regirse haciendo que la cola de serpiente, que se sacudió y se hincó los colmillos en su pantorrilla. Sentía la pierna entera arder.

Intentó clavarle la espada en la boca, pero la cola se revolvió y lo hizo
trastabillar. La espada se le escurrió entre las manos y cayó por el boquete a las aguas del Mississipi. Helena al ver eso corrió, para darle un gran tajo y por fin cortarle la cola, poniéndose delante de él protegiéndolo. Jackson conseguío ponerse en pie, pero sabía que Helena era su única esperanza no podía dejarle toda la carga a ella. Estaba desarmado. Sentía el veneno mortal subiéndo hacia su pecho. Recordó que Quirón había dicho que la espada siempre regresaría a el, pero no había bolígrafo alguno en su bolsillo.

Helena lo defendía sabía que Percy estaba débil, lograba hacerle tajos al cuerpo. Retrocedío hacia el muro y Quimera avanzó, gruñendo y exhalando vaho por su asquerosa boca.  Helena hacia lo que podía no tenía todas sus armas, había dejado su arco, pero lograba herirla. La serpiente, Equidna, se carcajeó.

—Ya no hacen héroes como los de antes, ¿eh, hijo? Veo que todo lo está haciendo la hija de Zeus, Percy Jackson eres débil. –

– Te equivocas. – Lanzó su cuchillo directo al ojo haciéndola gritar

El monstruo gruñó. No parecía tener prisa por acabar con ellos, ahora que los había vencido, Helena logró cortarle un brazo haciéndola enfurecer.

—Si eres hijo de Poseidón —silbó Equidna—, no debes tener miedo al agua. Salta, Percy Jackson. Demuéstrame que el agua no te hará daño. Salta y recupera tu espada. Demuestra tu linaje. – Carcajeó – Si mueres me comeré a tu novia a mordidas. – Helena tenía miedo pero no podía morir así

La boca de Quimera empezó a ponerse incandescente, calentándose antes de soltar otra vaharada de fuego.

—No tienes fe —lo retó Equidna—. No confías en los dioses. Pero no puedo culparte, pequeño cobarde, que se esconde. Los dioses son desleales. Será mejor para ti morir ahora. El veneno ya está en tu corazón. – Helena vio preocupada a su amigo no lo podía dejar morir, cortó una garra

—¡Muere, descreído! —rugió Equidna, y Quimera le lanzó un chorro de llamas a la cara.

—Padre, ayúdame — Escuchó rezar a Percy – Agárrate Helena. – La chica ni siquiera pudo reaccionar.

Percy la tomó con fuerza de la cintura a la chica quien rápida guardo su espada. La ropa del azabache estaba ardiendo, el veneno recorría sus venas y estaban cayendo al río.

▬▭▬▭▬▭▬▭▬▭▬▭▬

– ¡Mamá! – Gritó Helena mientras que Percy la sujetaba de la cintura – ¡Ahhhhhhhh! – Cerró los ojos abrazando a Percy con fuerza

– ¡Aaaaaaaaahhhhh!. – Exclamó Percy aferrándose a su amiga

El río se acercaba a la velocidad de un camión. El viento les arrancaba el aire de los pulmones. Torres, rascacielos y puentes entraban y salían de sus campos de visión. Y entonces:

¡Zaaaaa-buuumm!

El impacto contra el agua no les había dolido. En ese momento se hundían
lentamente hacia el fondo, las burbujas les hacían cosquillas entre los dedos. Percy soltó a Helena gracias al impulso del agua, mientras que este nadaba a la superficie vio como Helena se hundía más. Así que nado hacia ella se había desmayado, la tomó de la cintura para nadar a la superficie. Salío al lado de un McDonald's flotante. Una manzana más allá, todos los vehículos de emergencias de San Luis estaban rodeando el arco. Los helicópteros de la policía daban vueltas en círculo. La multitud de curiosos. La levantó y la llevó a la orilla, y la agitaba intentando despertarla. Vio que no reaccionaba y se asusto, comenzó a hacerle primeros auxilios presionaba su pecho para dejarla respirar.

– Vamos angel, tu puedes. – Susurró con las lágrimas acumulándose en sus ojos

Tapo su nariz y le dio respiración de boca a boca, regreso a las compresiones de pecho hasta que por fin, Helena comenzó a toser para expulsar el agua del río. Percy la abrazó con fuerza y dejar caer sus lágrimas.

– ¿Por qué estás seco Jackson? – Susurró débil

– No me vuelvas a hacer eso, jamás ángel no podría. – Rogó abrazándola para que sus lágrimas inundarán el cuello

– Tranquilo entrar a un lago, sucio con desechos asquerosos, no está en mis planes. – Susurró con una sonrisa

Ambos se pusieron de pie, Helena se reviso para llorar como si la faltara un brazo.

– ¿Qué tienes, dónde te lastimaste? – La reviso preocupado

– Luzco y huelo como el maldito Shrek. – Sollozó cubriendo su rostro

– Para mi te vez hermosa, barbie. – La abrazó dándole consuelo

– No mientas, me veo y huelo horrendo. – Mostró su rostro, estaba roja con sus ojitos llorosos

El chico sonrió y le dio un beso en la cabeza, su ángel estaba bien.

—¡Mamá! —dijo una niña—. Esos chicos han salido del río, haciendo que ambos se separaran

—Eso está muy bien, cariño —dijo su madre mientras estiraba el cuello para ver las ambulancias.

—¡Pero está seco!—

—Eso está muy bien, cariño.—

Una mujer de las noticias hablaba para la cámara:

—Probablemente no ha sido un ataque terrorista, nos dicen, pero la investigación acaba de empezar. El
daño, como ven, es muy grave. Intentamos llegar a alguno de los supervivientes para interrogarlos
sobre las declaraciones de testigos presenciales que indican que dos personas cayeron del arco.

«Supervivientes.» Ambos se vieron aliviados, tal vez el guardia y la familia se habían salvado la vida.

– Vamos a buscar a Grover y Annabeth.  – Ayudó a la chica a ponerse de pie

Intententaron abrirse paso entre el gentío para ver qué estaba pasando, dentro del cordón policial.

—…dos adolescentes —estaba diciendo otro reportero—. Canal Cinco ha sabido que las cámaras de vigilancia muestran a dos adolescente volverse locos en la plataforma de observación, y de algún modo consiguieron activar esta extraña explosión. Difícil de creer, John, pero es lo que nos dicen. Sigue sin haber víctimas mortales… – Helena suspiró aliviada por los mortales

Se apartaron, intentando mantener la cabeza gacha. Tenían que recorrer un buen trecho para rodear el perímetro policial. Había agentes de policía y periodistas por todas partes.

—¡Peeeercy! ¡Helenaaaaa! — Gritó Grover

Rápido el sátiro abrazó con todas sus fuerzas a su amigo, y Annabeth a la chica.

—.¡Creíamos que habían llegado al Hades de la manera mala! – Dijo Grover para abrazar a Helena —¡No podemos dejarlos solo ni cinco minutos! ¿Qué paso? —

—Más o menos nos hemos caído. – Contestó Percy

—¡Percy! ¿Desde ciento noventa y dos metros? – Todos se sorprendieron

Detrás de ellos, un policía gritó:

—¡Abran paso!—

La multitud se separó, y un par de enfermeros salieron disparados, conduciendo a una mujer en una
camilla. La reconoció Helena inmediatamente como la madre del niño que estaba en la plataforma de
observación. Iba diciendo:

—Y cuando aquel perro enorme, un chihuahua que escupía fuego…

—Esta bien, señora —decía el enfermero—. Usted cálmese. Su familia está bien. La medicación empieza a
hacer efecto.—

—¡No estoy loca! ¡Una chica le dijo a mi hijo que todo estaría bien, y dijo que corrieramos! ¡Los chicos saltaron por el agujero y el monstruo desapareció. —Entonces los vio —¡Ahí están! ¡Esos chicos! –

Percy tomó de la mano a Helena se giró de inmediato, tiró de Annabeth y Grover. Para mezclarse entre la multitud.

—¿Qué está pasando? —quiso saber Annabeth—. ¿Estaba hablando del chihuahua del ascensor?—

Percy les contó la historia de Quimera, Equidna, su zambullida, el mensaje de la dama subacuática, y que casi perdía a su Barbie.

—¡Uau! —exclamó Grover—. ¡Tenemos que llevarte a Santa Mónica! No puedes ignorar una llamada de tu padre. – Helena asintió

Antes de que Annabeth pudiera responder, se cruzaron con otro periodista que daba una noticia y Percy casi se quedó helado cuando dijo:

—Percy Jackson y la chica misteriosa. Eso es, Dan. El Canal Doce acaba de saber que los chicos que podrían haber causado esta explosión coincide con la descripción de dos jóvenes buscados por las autoridades en relación con un
grave accidente de autobús en Nueva Jersey, hace tres días. Y se cree que los chicos viajan en dirección al oeste. Aquí ofrecemos una foto de Percy Jackson para nuestros telespectadores. Lo que aún es una duda quien es la chica, la han descrito como una chica baja, que tiene cabello negro, de apariencia latina con acento Británico, ¿Cuáles motivos tiene estos chicos? – Helena maldijo internamente

Se agacharon junto a la furgoneta de los informativos y se metieron en un callejón.

– Iugh huelen horrible. – Confesó Grover, haciendo que Percy le diera un golpe en el brazo molesto

Helena lloró nuevamente, Grover se sintió culpable al instante.

– Lo siento Barbie, no fue mi intención. – Se disculpó

– Tal vez huelan terrible, y se vean terribles, pero están a salvo. – Intentó remendar las cosas la rubia

No importo, por que Helena lloró, como si la Quimera la hubiera torturado por horas.

– Te dije Percy, luzco y huelo como Sherk. – Percy la abrazó

Annabeth traía la mochila puesta, y Helena vio con una sonrisa el objeto.

– Iremos a un motel, me bañare y cambiaré, luzco como una loca. – Afirmó a sus amigos

– Eso no es una emergencia, Barbie. – Helena vio ofendida a su amiga

– Tal vez por que tu no luces así, Annabeth. – Dijo ofendida

❙ ꒦꒷🌿꒷꒦ ❙

Los chicos llegaron a un motel cerca de la estación de trenes, Helena tomaba una larga ducha para quitarse aquel olor asqueroso. Duró una hora después se baño Percy, Helena se cambió a una blusa blanca con un pequeño listón, y un pin que tenia el logo de Chanel. Una falda estilo golf negra, unas calcetas negras estilo medias negras, con unos Converse blancos. Se dejo su cabello suelto y ondulado, para quedar perfecta, Percy salio con su misma ropa pero ya limpio, todos tomaron un baño, y se quedaron los cuatro viendo pues estaban Annabeth y Helena frente a Grover y Percy.

—Primero tenemos que largarnos de la ciudad — Dijo Percy

– ¿No podemos quedarnos a dormir? – Pidió Grover

– Ya nos arriesgamos mucho, puede que nos busque cualquier monstruo venga por nosotros. – Habló Annabeth

– Me encantaría que nos quedáramos, pero es un motel más barato que nos encontramos, no es muy higiénico que nos quedemos aquí, y es más seguro irnos claro. – Sonrió nerviosa a sus amigos

Subieron al tren justo antes de que saliera para Denver. El tren traqueteó hacia el oeste mientras caía la oscuridad y las luces de la policía seguían latiendo a sus espaldas en el cielo de San Luis.

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La tarde siguiente, el 14 de junio, siete días antes del solsticio, el tren llegó a Denver. No habían comido desde la noche anterior en un coche restaurante en algún lugar de Kansas. Y no se hubieran duchado, si no hubiera insistido Helena apestarian a drenaje.

—Intentaremos contactar con Quirón —dijo Annabeth—. Quiero hablarle de tu charla con el espíritu del río. –

—No podemos usar el teléfono ¿verdad? – Percy la vio confundido

—No está hablando de teléfonos Aquaman. – Le sonrío Helena

Caminaron sin rumbo por el centro durante una media hora, Helena y Annabeth buscaban algo. El aire era seco y caluroso, les parecía raro tras la humedad de San Luis. Donde quiera que miráran, los rodeaban las montañas Rocosas, como si fueran un tsunami gigantesco a punto de estrellarse contra la ciudad. Al final encontraron un lavacoches con mangueras vacío. Se metieron en la cabina más alejada de la calle, con los ojos bien abiertos por si aparecían coches de policía.

Éran cuatro  adolescentes rondando en un lavacoches sin coche; cualquier policía que se ganara sus donas se imaginaría que no tratarían nada bueno.

—¿Qué estamos haciendo exactamente? —preguntó mientras Grover agarraba una manguera.

—Son setenta y cinco centavos —murmuró Helena – No me queda dinero en realidad. – Confesó

—. A mí sólo me quedan dos cuartos de dólar. ¿Annabeth? – Habló Grover

—A mí no me mires —contestó—. Todo mi dinero estaba en mi mochila—

Rebusco el azabache el poco cambio que le quedaba y le pasó a Grover un cuarto de dólar, lo que lo dejó con dos
monedas de cinco centavos y un dracma de Medusa.

—Fenomenal —dijo Grover—. Podríamos hacerlo con un espray, claro, pero la conexión no es tan buena, y me canso de apretar. –

—¿De qué estás hablando? – Percy estaba muy confundido

Metió las monedas y puso el selector en la posición «LLUVIA FINA».

—Mensajería I.

—¿Mensajería instantánea? –

—Mensajería Iris —corrigió Helena —. La diosa del arco iris, Iris, transporta los mensajes para los dioses. Si sabes cómo pedírselo, y no está muy ocupada, también lo hace para los mestizos, antes sólo lo hacía para mi madre. – Contó

—¿Invocas a la diosa con una manguera? – Annabeth asintió

Grover apuntó el pitorro al aire y el agua salió en una fina lluvia blanca.

—A menos que conozcas una manera más fácil de hacer un arco iris.—

La luz de la tarde se filtró entre el agua y se descompuso en colores.

– Estoy segura de que no me negara el mensaje, siendo hija de Hera. – Le tendió una palma. – El dracma, por favor. – Se lo dio

Levantó la moneda por encima de su cabeza.

—Oh, diosa, acepta nuestra ofrenda.
—Lanzó el dracma dentro del arco iris, que desapareció con un destello dorado—. Colina Mestiza — pidió Helena

Por un instante, no ocurrió nada.
Después tuvieron ante ellos la niebla sobre los campos de fresas, y el canal de Long Island Sound en la distancia. Era como si estuviéran en el porche de la Casa Grande. De pie, dándoles la espalda, había un tipo de pelo rubio apoyado en la barandilla, vestido con pantalones cortos y camiseta naranja. Tenía una espada de bronce en la mano y parecía estar mirando fijamente algo en el prado.

—¡Luke! —lo llamó Percy

Se giró, sorprendido. Estaba a un metro adelante de ellos a través de una pantalla de niebla, salvo que sólo podían verle la parte del cuerpo que cubría el arco iris.

—¡Percy! —Su rostro marcado se ensanchó en una sonrisa—. ¿Y ésa es Helena? ¡Alabados sean los dioses! Eh, chicos, ¿estan bien?—

—Estamos… bueno… Sí, bien —balbuceó Helena, acomodándose el cabello y la ropa dando una sonrisa —. Pensábamos que Quirón… bueno… —

—Está abajo en las cabañas. —La sonrisa de Luke desapareció —. Estamos teniendo algunos problemas con los campistas. Escuchen, ¿va todo bien? ¿Le ha pasado algo a Grover? —

—¡Estoy aquí! —gritó Grover.

Apartó el pitorro y entró en el campo de visión de Luke .

– Luces hermosa Ellie, sabía que podrías contra esos monstruos. – Helena soltó una risa nerviosa y se ruborizó

—. ¿Qué clase de problemas? – Preguntó Percy interrumpiendo a los ex novios, su voz era sería

En aquel momento un enorme Lincoln Continental se metió en el lavacoches con la radio emitiendo hip hop a todo volumen. Cuando el coche entró en la cabina de al lado, el bajo vibró tanto que hizo temblar el suelo.

—Quirón tenía que… ¿Qué es ese ruido? —preguntó Luke.

—¡Yo me encargo! —exclamó Annabeth

Aparentemente aliviada por tener una excusa para apartarse de en medio, ya no se veía nerviosa o ruborizada por Luke.

—. ¡Vamos, Grover! – Pidió

—¿Qué? —dijo Grover—. Pero…

—¡Dale a Percy la manguera y ven! —le ordenó

Grover murmuró algo sobre que las chicas eran más difíciles de entender que el oráculo de Delfos, después le entregó la manguera a Percy y siguió a Annabeth. Ajustó el pitorro para mantener el arco iris y seguir viendo a Luke.

—¡Quirón ha tenido que detener una pelea! —Les aulló Luke por encima de la música—. Las cosas están muy tensas aquí. Se ha corrido la voz de la disputa entre Zeus y Poseidón. Aún no sabemos cómo; probablemente el mismo desgraciado que invocó al perro del infierno. Ahora los campistas están empezando a tomar partido. Se están organizando otra vez como en la guerra de Troya. Las cabañas de Afrodita, Ares y Apolo apoyan a Poseidón, por que siguieron a Helena todos saben que ella esta de tú lado Percy. Atenea está con Zeus. – Helena negó, no era momento de tomar bandos

En la cabina contigua escucharon a Annabeth discutir con un tipo, después el volumen de la música descendió
drásticamente.

—¿Y en qué situación están? —Les preguntó Luke—. Quirón sentirá no haber podido hablar contigo. —

Percy decidió contarle todo, incluido sus sueños. Se sentía tan bien al verlo, al tener la impresión de que regresaba al campamento aunque fuera por unos minutos, que no se dio cuenta de cuánto tiempo llevaba hablando, hasta que sonó el pitido de la manguera y advertío que sólo le quedaba un minuto antes de que se cortara el agua.

—Ojalá estuviera ahí —dijo Luke—. Me temo que no podemos ayudarte demasiado desde aquí, pero
escucha… Tiene que ser Hades el que robó el rayo maestro. Estaba en el Olimpo en el solsticio de invierno. Yo acompañaba una excursión y lo vimos. – Helena detectó como evitaba su mirada, lo solía hacer cuando el mentía

—Pero Quirón dijo que los dioses no pueden tocar los objetos mágicos de los demás directamente. – Reprendió Helena

—Eso es cierto linda.—convino Luke, parecía agobiado—. Aun así… Hades tiene el yelmo de oscuridad. Si no, ¿cómo es posible entrar en la sala del trono y robar el rayo maestro? Hay que ser invisible. – Ambos chicos se quedaron callados, hasta que Luke pareció darse cuenta de lo que acababa de decir.

—Un momento —protestó—. No estoy diciendo que haya sido Annabeth. La conozco desde siempre. Ella jamás… quiero decir que es como una hermana pequeña para mí. – Helena se cuestionó  si a Annabeth le gustaría esa descripción

En la cabina contigua la música cesó por completo. Un hombre gritó horrorizado, se oyeron cerrarse las portezuelas del coche y el Lincoln salió
del lavacoches a toda velocidad.

—Será mejor que vayan a ver qué ha sido eso —dijo Luke—. Oye Percy, ¿estás usando las zapatillas voladoras? Me sentiré mejor si sé que te sirven de algo.

—¡Oh… sí, claro! —mintió con desfachatez—. Me han venido muy bien.

—¿En serio? —Sonrió—. ¿Te van bien? – El agua se terminó. La lluvia fina empezó a evaporarse. —Helena cuídate, sabes que te amo. – La chica se sonrojó aún más – No necesitas responder, se que no estamos en nuestro mejor momento, tenemos una platica pendiente. ¡Bueno, cuídense ahí en Denver! —gritó Luke, y su voz fue amortiguándose —. ¡Y dile a Grover que esta vez irá mejor! Que nadie se convertirá en pino si… – Pero la lluvia había desaparecido y la imagen de Luke se desvaneció por completo. Estaba solo en una cabina mojada y vacía de un lavacoches.

– ¿Estás bien? – Cuestionó serio a la chica

– Como nunca. – Le sonrío, pero Percy hizo una mueca de molestia, mientras que esta tenía las mejillas ruborizadas

Annabeth y Grover aparecieron por la esquina, riendo, pero se detuvieron al verle la cara a sus amigos. La sonrisa
de Annabeth desapareció.

—¿Qué paso, Percy? ¿Qué te ha dicho Luke? – Estaba interesada

—No demasiado —mintió. Sentía el estómago tan vacío como la enorme cabaña 3-. Bueno, vamos a buscar algo de cenar. – Helena vio de manera penetrante al chico, haciendo que esté sacará una risa nerviosa

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Unos minutos más tarde estában sentados en el reservado de un comedor de cromo brillante,
rodeados por un montón de familias que comían hamburguesas y bebían refrescos. Al final llegó la camarera. Arqueó una ceja con aire escéptico e inquirió:

– Helena ¿Segura que no queda dinero? – Preguntó Grover esperanzado

– No, solo me quedan dracmas, hay que guardarlos para algo importante. – Todos asintieron

—¿Y bien?—

—Bueno… queríamos pedir la cena —dijo Percy

—¿Tienen dinero para pagar, niños? –

El labio inferior de Grover tembló. A Helena le preocupaba que empezara a balar, o peor aún, a comerse el linóleo. Annabeth parecía a punto de fenecer de hambre. Intentaba pergeñar una historia tristísima para la camarera cuando un rugido sacudió el edificio:
una motocicleta del tamaño de un elefante pequeño acababa de parar junto al bordillo.

– Mierda. – Maldijo esperando, que no fuera lo que ella creía

– ¿Qué pasa Hel? – Inquirió Grover preocupado

Todas las conversaciones se interrumpieron. El faro de la motocicleta era rojo. El depósito de gasolina tenía llamas pintadas y a los lados llevaba fundas para escopetas… con escopetas incluidas. El asiento
era de cuero, pero un cuero que parecía… piel humana. El tipo de la motocicleta habría conseguido que un luchador profesional llamase a gritos a su mamá. Iba vestido con una camiseta de tirantes roja, pantalónes negros y un guardapolvo de cuero negro, llevaba un cuchillo de caza sujetado al muslo. Tras sus lentes rojos tenía la cara más cruel y brutal que los tres adolescentes habían visto en su vida, en cambio Helena rodó los ojos conocía de quién se trataba.

Era un hombre muy guapo de aspecto implacable, el pelo corto y rubio brillante, y las mejillas surcadas de cicatrices sin duda fruto de muchas, muchas peleas. Al entrar en el restaurante produjo una corriente de aire cálido y seco. Los comensales se levantaron hipnotizados, pero el motociclista hizo un gesto con la mano y todos volvieron a sentarse.

Regresaron a sus conversaciones. La camarera parpadeó, como si alguien acabara de apretarle el botón de rebobinado.

—¿Tienen dinero para pagar, niños? —volvió a preguntar

—Ponlo en mi cuenta —respondió el motociclista

Se metió en el reservado, que era demasiado pequeño para él, despeino el cabello de Helena la cual le dio un manotazo, todos la vieron sorprendidos por su valentía, acorraló a Annabeth contra la ventana. Levantó la vista hacia la camarera, la miró a los ojos.

– ¿Aún sigues aquí? – Su voz era arrogante

La muchacha se puso rígida, se volvió como una autómata y regresó a la cocina. El motociclista se quedó mirándo a Helena y Percy, quienes estában sentados juntos. Percy no le veían los ojos tras los lentes rojos, él azabache junto a los demas les empezó a hervirles malos sentimientos. Ira, rencor, amargura. Querían darle un golpe a una pared, empezar una pelea con alguien. ¿Quién se creía que era aquel tipo? Le dedicó una sonrisa pérfida a Percy.

—Así que tú eres el mocoso del viejo Alga, ¿eh? – Todos vieron como Helena rodó los ojos e hizo un sonido de desagrado

—¿Y a ti qué te importa? – Habló Percy y Helena lo vio ofendida, solo ella podía ofender a sus hermanos

Annabeth le advirtió con la mirada.

—Percy, éste es… – El motociclista levantó la mano

—No pasa nada —dijo—. No está mal una pizca de carácter. Siempre y cuando te acuerdes de quién es
el jefe. ¿Sabes quién soy, primito? – Exclamó con una risa malvada

—Eres el padre de Clarisse —respondió —. Ares, el dios de la guerra.—

Ares sonrió y se quitó las gafas. Donde tendrían que estar los ojos, había sólo fuego, cuencas vacías en las que refulgían explosiones nucleares en miniatura.

—Has acertado, idiota. He oído que le has roto la lanza a Clarisse. – Helena sonrió al imaginar a Clarisse acusando a Percy

—Lo estaba pidiendo a gritos. – Se excusó

—Probablemente. No intervengo en las batallas de mis hijos. – Dirigió la vista a Helena – A nuestro padre, le encantará saber que ahora eres la noviecita de Peter Johnson. – Todos ahora vieron a Helena

– Sabes que no me gusta que me agarren el cabello, me despeinas. – Se cruzó de brazos – Papá no debe de saber que estoy en esta cruzada, si le dices mamá se va a enojar contigo. – Lo vio con malicia

Los demás adolescentes no podían creer, en como la chica se podía dirigir de esa manera a Ares. No parecía afectada con su presencia, y la respuesta era por que ella llevaba su sangre y había pasado mucho tiempo en compañía divina.

– Pensé que salias con un mocoso de Hermes. – Helena se tenso – ¿Cómo se llamaba?. – Intentó recordar el nombre

– Luke y yo terminamos, te cuento mis desastres amorosos y no prestas atención idiota. – Todos abrieron los ojos con sorpresa

– Te dije que lo dejaras, y te consiguieras otro, o le rompieras el corazón es fácil. – Se encogió de hombros

– Es complicado, seguramente mamá te mando ¿Qué es lo que quieres? – Sonrió con burla

—Primero nuestra madre, no me a encargado nada. He venido para… He oído que estaban en la ciudad y tengo una proposición que hacerte Johnson. – Lo vio con molestia, a diferencia de a Helena la cual la veía de manera suave

Ambos se veían como los típicos hermanos, Ares el mayor, deportista, mujeriego e idiota, y Helena todo lo contrario pero igual o más hermosa todos quedaron asombrados con el parecido entre ambos, parecian la versión masculina y femenina del otro. La camarera regresó con bandejas repletas de comida: hamburguesas con queso, papas fritas, aros de cebolla y batidos de chocolate, y una coca cola para Helena. Ares le entregó unos dracmas. Ella miró con nerviosismo las monedas.

—Pero éstos no son… — Ares sacó su enorme cuchillo y empezó a limpiarse las uñas.

—¿Algún problema, mujer? – La camarera se tragó las palabras y se marchó sin rechistar

—Eso está muy mal —Habló Percy a Ares

– No puedes ir amenazando a la gente con un cuchillo, ya te lo e dicho muchas veces. – Regaño a su hermano

Ares recordó, cuando la tenía que cuidar y ella le ponía un tutu rosa, con una corona y ella lo llamaba "La Princesa Primorosa", y ella era la "Princesa Flor", y como lo regañaba apuntándole con su pequeño dedo cuando se salía de personaje, amaba a su hermana, ambos además se ser idénticos tenían el mismo carácter, y ahora tenía a su hermanita regañandolo de la misma manera.

Ares soltó una risotada y luego dijo:

—¿Estás de broma Helena? Adoro este país. Es el mejor lugar del mundo desde Esparta. ¿Tú no vas armado, idiota? – Interrogó lo último a Percy – Pues deberías. Ahí fuera hay un mundo peligroso. Y eso nos lleva a mi
proposición. Necesito que me hagas un favor. — Helena se dispuso a ponerle papas fritas a su hamburguesa

Para darle unos buenos mordiscos, su hermano la conocía a la perfección.

– Me pasan una servilleta por favor – Pidió la mexicana

Ares mientras veía con odio a Percy, busco la servilletas para entregárselas a su hermana, para darle una sonrisa ladina suave.

– Gracias. – Tomó las servilletas para limpiarse

– Toma. – Ares le entregó el cuchillo que había perdido la pelinegra – Bastante bien hermana, lanzarle el cuchillo que te regale justo en el ojo, buena puntería. – Helena sonrió feliz

—¿Qué favor puedo hacerle yo a un dios? – Interrumpió la platica el de ojos verdes

—Algo que un dios no tiene tiempo de hacer. No es demasiado. Me dejé el escudo en un parque acuático abandonado aquí en la ciudad. Tenía cita con mi novia pero nos interrumpieron. En la confusión me dejé el escudo. Así que quiero que vayas por él. – Vio al niño con odio lo habían acabado de interrumpirlo con su hermana

—¿Por qué no vas tú? – Helena le dio un golpe a el chico

El fuego en las cuencas de sus ojos brilló con mayor intensidad.

—También podrías preguntarme por qué no te convierto en una ardilla y te atropello con la Harley. La respuesta sería la misma: porque de momento no me apetece. Un dios te está dando la oportunidad de demostrar qué sabes hacer, Percy Jackson. ¿Vas a quedar como un cobarde? —Se inclinó hacia el. –O a lo mejor es que sólo peleas bajo el agua, para que papito te proteja. –

– Ares. – Advirtió su hermana

—No estamos interesados —repusó—. Ya tenemos una misión. –

Los fieros ojos de Ares le hicieron ver cosas que el no quería ver: sangre, humo y cadáveres en la batalla.

—Lo sé todo sobre tu misión, idiota. Cuando ese objeto mortífero fue robado, Zeus envió a los mejores a buscarlo: Apolo, Atenea, Artemisa y yo, naturalmente. Ahora bien, si yo no percibí ni un tufillo de un arma tan poderosa… —se relamió, como si el pensamiento del rayo maestro le diera
hambre— pues entonces tú no tienes ninguna posibilidad. Aun así, estoy intentando concederte el beneficio de la duda. Pero tu padre y yo nos conocemos desde hace tiempo. Después de todo, yo soy el que le transmitió las sospechas acerca del viejo Aliento de Muerto. —

—¿Tú le dijiste que Hades robó el rayo? – Preguntó molesta su hermana

—Claro. Culpar a alguien de algo para empezar una guerra es el truco más viejo del mundo. En cierto sentido, tienes que agradecerme tu patética misión. –

– Serás imbecil. – Exclamó molesta Helena

—Gracias —farfullo sarcástico

—Eh, ya ves que soy un hombre generoso. Tú hazme ese trabajito, y yo te ayudaré en el tuyo. Les prepararé
el resto del viaje. –

—Nos las arreglamos bien por nuestra cuenta. – Sonrió sarcástica la menor

—Sí, seguro. Sin dinero. Sin coche. Sin ninguna idea de a qué se van a enfrentar. Ayúdame y quizá te cuente
algo que necesitas saber. Algo sobre tu madre. – Helena le negó a Percy sabía que lo quería provocar

—¿Mi madre? – Sonrió.

—Eso te interesa, ¿eh? El parque acuático está a un kilómetro y medio al oeste, en Delancy. No puedes perderte. Busca la atracción del Túnel del Amor.—

—¿Qué interrumpió tu cita? —le preguntó Percy—. ¿Te asustó algo? –

Ares le enseñó los dientes, pero ya había visto esa mirada amenazante en Clarisse. Había algo falso en ella, casi como que los traicionaria.

—Tienes suerte de haberme encontrado a mí, mocoso, y no a algún otro Olímpico. Con los maleducados no son tan comprensivos como yo. Volveremos a vernos aquí cuando termines. No me
defraudes. – Vio a su hermana – Helena acompáñame a la salida. – Ordenó y está acato a regañadientes

Percy la tomó de la mano, tenía miedo de que Ares le hiciera algo.

– Estaré bien Aquaman. – Le guiñó el ojo para salir

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Cuando los hermanos salieron, se dirigieron a un callejón Helena tenía los brazos cruzados estaba enojada.

– ¿Qué quieres Ares? – Le cuestionó seria

Este suspiro y de agachó quedando a su altura, y la vio preocupado.

– ¿Por qué mierda lo acompañaste? – La regaño

– Mamá lo pidió, y aparte no lo iba a dejar solo. — El mayor bufó su hermana era muy terca

— Quiero que te alejes lo más que puedas de el parque acuático, tu acompañalos y los dejas. Quiero que te quedes en la entrada, lo hago por ti bien Hel. – Pidió preocupado

–¿Qué diablos planeas? – Inquirió paranoica

— Sólo quiero tu seguridad, Hermanita- Ella suavizo su mirada – Prométemelo ante el río Estigia, que te quedaras en la entrada. – Ella negó — Prométemelo. — Helena suspiró

– Te lo prometo Ares, será lo mejor que conseguirás. – Este le dio un abrazo para irse

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