𝗩𝗜𝗜. Eʟ Tᴜ́ɴᴇʟ Dᴇʟ Aᴍᴏʀ

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𝟎𝟎𝟕. ┇🔱⚡️𝗍𝗁𝖾 𝗍𝗎𝗇𝗇𝖾𝗅 𝗈𝖿 𝗅𝗈𝗏𝖾

La mesa permaneció en silencio, hasta que Helena llegó y se sentó al lado de Percy.

—No me gusta —dijo Grover—. Ares ha venido a buscarte, Percy. No me gusta nada de nada. – Percy vio por la ventana. La motocicleta había desaparecido.

Helena buscaba el momento perfecto para decirles, que algo no andaba bien.

—Quizá no fue más que un espejismo —dijo—. Olvidemonos de Ares. Nos vamos y punto. – Simplificó el azabache

—No podemos —contestó Annabeth—. Mira, yo detesto a Ares como tú o más, sin ofender. – Vio a su amiga –  Pero no se puede ignorar a los dioses a menos que quieras buscarte la ruina. No bromeaba cuando hablaba de convertirte en un roedor. – Helena le dio una mirada de pena a Percy

—¿Por qué nos necesita para una tarea tan sencilla? –

—A lo mejor es un problema que requiere cerebro —observó Annabeth—. Ares tiene fuerza, pero nada
más. Y a veces la fuerza debe doblegarse ante la inteligencia.–

—Pero ¿qué habrá en ese parque acuático? Ares parecía casi asustado. ¿Qué haría interrumpir al dios
de la guerra una cita con su novia y huir? – Indagó Percy

Annabeth y Grover se miraron nerviosos.

—Me temo que tendremos que ir a descubrirlo —dijo Annabeth.

— ¿Qué te dijo Ares? – Preguntó Percy

– Después les digo. – Evitó las miradas de sus amigos

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El sol se hundía tras las montañas cuando encontraron el parque acuático. A juzgar por el cartel, originalmente se llamaba «waterland», pero algunas letras habían desaparecido, así que se leía: «WAT R A D».  La puerta principal estaba cerrada con candado y protegida con alambre de espino. Dentro enormes y secos toboganes, tubos y tuberías se enroscaban por todas partes, en dirección a las piscinas vacías. Entradas viejas y anuncios revoloteaban por el asfalto. Al anochecer, aquel lugar tenía un aspecto triste y daba escalofríos.

—Si Ares trae aquí a su novia para una cita —dijo mirando el alambre de espino—, no quiero imaginarme qué aspecto tendrá ella. –

—Percy —le avisó Annabeth—, tienes que ser más respetuoso. —

—¿Por qué? Creía que odiabas a Ares. –

—Sigue siendo un dios. Y su novia es muy temperamental. – Habló Helena por primera vez, no había hablado desde el restaurante

—No insultes su aspecto —añadió Grover.

—¿Quién es? ¿Equidna? –

—No; Afrodita… —repuso Grover y suspiró con embeleso—. La diosa del amor. –

—Pensaba que estaba casada con alguien —dijo—. ¿Con Hefesto? –

—¿Y qué si fuera así? – Contestó Annabeth

– Aparte después de... ya se divorciaron. – Resto importancia la mexicana

—Bueno… —Mejor cambiaron de tema—. ¿Y cómo entramos? — Helena pensó en lo que le había dicho Ares

—Maya! —Al punto surgieron las alas de los zapatos de Grover.

Voló por encima de la valla, dio un involuntario salto mortal y aterrizó en una plataforma al otro lado. Se sacudió los pantalones, como si lo hubiera previsto todo.

—Vamos, chicos. – Habló

Los demás tuvieron que escalar a la manera tradicional, aguantándose uno a otro el alambre de espino para pasar por debajo. Las sombras se alargaron mientras recorrían el parque, examinando las atracciones. Pasaron frente a la Isla de los Mordedores de Tobillos, Pulpos Locos y Encuentra tu Bañador. Ningún monstruo los atacó y no escucharon el menor ruido.

Encontraron una tienda de souvenirs que había quedado abierta. Aún había mercancía en las estanterías: bolas de nieve artificial, lápices, postales e hileras de…

—Ropa —dijo Annabeth—. Ropa limpia.

—Sí —dijo—. Pero no puedes ir y… —

—¿Ah, no? —

Agarró una hilera llena de cosas y desapareció en el vestidor. A los pocos minutos salió con unos pantalones cortos de flores de Waterland, una gran camiseta roja de Waterland y unas zapatillas surferas del aniversario de Waterland. También llevaba la mochila de Helena con más cosas.

—Qué demonios. —Grover se encogió de hombros.

En pocos minutos estuvieron los tres engalanados como anuncios andantes del difunto parque temático.

— Cámbiate Helena. — Invito Annabeth, y esta negó con rapidez

– No me voy a poner eso, es un crimen a la moda. – Habló con rapidez — Tengo otro cambio en mochila prefiero ponerme eso. – No quería tocar nada

– Cómo quieras. – Se encogió de hombros la rubia

La chica se fue a cambiar a otro lado, tomó una falda short, negra con detalles al lado izquierdo al igual que un poco de tablas, al estilo escolar completamente negra, una blusa azul cielo al estilo princesa, con una diadema completamente café claro, enchino sus pestañas, había lavado sus dientes en el restaurante, traía unos converse blancos.

– Hey. – La chica se giró encontrándose con Percy

–¿Qué sucede Aquaman? – Interrogó colocándose un poco de gloss viéndose en el espejo roto

– Haz estado muy callada, y tú sueles hablar todo el tiempo. – Helena dejo de cepillar su cabello para verlo ofendida

– Es uno de mis síntomas del TDHA, Jackson. – Dijo para volver a cepillar su cabello

— Lo se, y me encanta que hables, tus historias son fantásticas tus historias. – La chica sonrió para ponerse su perfume favorito Chanel No.5

– Tranquilo Percy, estoy bien. – Le sonrío fingiendo calma

– Vamos habla. — La chica dudo pero acepto en hablar

– Es por lo que me dijo mi hermano. – Jugó con el cepillo – Ven a ver ésto. – El chico se acerco a ella

La chica sacó de su mano, un lindo brillo escarlata para hacer pequeños ademanes suaves, con sus uñas pintadas con un esmalte que Percy pensó que costaba más que toda su ropa junta. Hizo levitar el cepillo, la cosmetiquera, y unos productos del parque.

– Es asombroso, Barbie. – La chica sonrió

– Es hora de irnos Aquaman. – Sonrió guardando sus cosas en la mochila con sus poderes

Para tomarlo de la mano y salir, Annabeth y Grover los esperaban sentados en el mostrador, Annabeth abrió los ojos al ver su conjunto.

– ¿Enserió crees que es mejor ensuciar y posiblemente romper tu ropa Chanel de cientos de dólares, a una ropa que posiblemente quemarías, que es gratis de un parque acuático abandonado? — Le preguntó Annabeth incrédula

– En primero me veo fabulosa, y en segundo no me gustaría corregirte Annnie. Pero esto no es Chanel, es Dior. – Sonrió apenada — Prefiero ensuciar mi ropa, a ponerme algo que es crimen a la moda y además me veré como modelo de un parque de quinta de los 90s. – Negó con desdén

Annabeth rodó los ojos, negando y todos siguieron su camino.

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Seguieron buscando el Túnel del Amor. Helena tenía la sensación de que el parque entero contenía la respiración.

—Así que Ares y Afrodita —dijo para mantener su mente alejada de la oscuridad creciente— tienen un
asuntillo.:

—Ese chisme es muy viejo, Percy —dijo Helena—. Tiene tres mil años. —

—¿Y el ex marido de Afrodita? – Indagó el azabache

—Bueno, ya sabes… Hefesto, el herrero, se quedó tullido cuando era pequeño, Zeus lo tiró monte Olimpo abajo. Así que digamos que no es muy guapo. Habilidoso con las manos, sí, pero a Afrodita no le van los listos con talento, ¿comprendes? – Contó  Annabeth

—Le gustan los motociclistas. — Respondió Percy

—Lo que sea. – Le resto importancia Annabeth

– No la culpó, la casaron a la fuerza. A parte ¿Quién se niega a los chicos malos? – Cuestionó a sus amigos

– No sabía que eran tu tipo. –

– Me gustan Annie, pero prefiero a los de complejo de salvador que jueguen Básquet. – Percy se sonrojó

– Yo juego Básquet a la perfección. – Añadió Percy a su lado

— Genial, un día invitame a un juego iría encantada. – El chico se ruborizó 

Ambos seguían tomados de las manos, para verse por unos segundos, hasta que Grover interrumpió.

—¿Hefesto lo sabe? –

—Oh, claro —repuso Annabeth—. Una vez los atrapó juntos, quiero decir in franganti. Entonces los atrapó en una red de oro e invitó a todos los dioses a que fueran a reírse de ellos. Hefesto siempre está intentando ridiculizarlos. Por eso se ven en lugares remotos como… —se detuvo,

— Lo que pasó, es que Helios la personificación del Sol, descubrió teniendo sexo a Afrodita y Ares. Le contó a Hefesto, y el creó una red dorada que jamás se destruiría fingió salir a hacer un trabajo, y cuando llego Ares y empezaron a tener sexo Hefesto les lanzó la red. Invito al resto de los dioses, las diosas se sintieron ofendidas al ser invitadas a ver a Afrodita y Ares desnudos, y los dioses se burlaron de Hefesto por que era el cornudo, Afrodita logró divorciarse de Hefesto y fin. – Los tres la vieron sorprendidos y ella se encogió de hombros

— Qué directa. – Opinó Grover ante la censura de su amiga

— Otra cosa más, mi padre no lanzó a Hefesto fuera del Olimpo. Fue mi madre por que ella no comprendía que ella sola había concebido a alguien como Hefesto. – Todos abrieron los ojos con sorpresa – Miren. – Señaló

Que habría sido alucinante para patinar, de por lo menos cuarenta y cinco metros de ancho y con forma de cuenco. Alrededor del borde, una docena de estatuas de Cupido montaba guardia con las alas desplegadas y los arcos listos para disparar. Al otro lado se abría un túnel, por el que
probablemente corría el agua cuando la piscina estaba llena. Tenía un letrero que rezaba:«EMOCIONANTE atracción DEL AMOR: ¡ÉSTE NO ES EL TÚNEL DEL AMOR DE TUS PADRES!»

Grover se acercó al borde.

—Chicos, miren. –

En el fondo de la piscina había un bote de dos plazas blanco y rosa con un dosel lleno de corazones. En el asiento izquierdo, reflejando la luz menguante, estaba el escudo de Ares, una circunferencia de bronce bruñido.

– No sabía que mi hermano era un romeo. – Soltó una carcajada burlona

—Esto es demasiado fácil —dijo pasando su brazo por los hombros de Helena, y abrazarla—. ¿Así que bajamos y lo tomamos y ya está? – Sonrió viendo a Helena y esta se sonrojó

Annabeth codeo a Grover, y este iba a decir algo cuando ella le hizo una señal de silencio, y señaló a sus amigos. Vieron como se veían, y Helena por primera vez estaba sonrojada, por la sonrisa torcida y los ojos penetrantes de Percy sobre ella. Grover carraspeó su garganta llamando la atención, de los chicos. Annabeth pasó los dedos por la base de la estatua de Cupido más cercana.

—Aquí hay una letra griega grabada —dijo—. Eta. Me pregunto…

—Grover —preguntó Percy estando en la misma postura, ni siquiera se giró a verlo, su rostro estaba detallando las facciones de la mexicana. —, ¿hueles monstruos?—

Olisqueó el viento.

—Nada. –

—¿Nada como cuando estábamos en el arco y no olfateaste a Equidna, o nada de verdad? – Añadió Helena Grover pareció molesto.

—Aquello estaba bajo tierra Helena. —refunfuñó.

—Bueno, olvídalo. —Inspiró hondo—. Voy a bajar. – Helena negó ante las palabras de Percy

—Te acompaño. —Grover no parecía demasiado entusiasta, pero le dio la impresión de que intentaba
enmendarse por lo sucedido en San Luis.

—No —repusó —. Te quedarás arriba con las zapatillas voladoras. Eres el Barón Rojo, un as del aire, ¿recuerdas? Cuento contigo para que me cubras, por si algo sale mal. Annabeth tu también, por si necesitamos más refuerzos. – Ella asintió

A Grover se le hinchó el pecho.

—Claro. Pero ¿qué puede ir mal?—

—No lo sé. Es un presentimiento Helena, ven conmigo. – La chica lo vio con sorpresa

—¿Estás de broma? – Lo vio con ironía

—¿Y ahora qué pasa? —quiso saber

—¿Yo, contigo en… —se ruborizó levemente— en la «emocionante atracción del amor»? Me da
vergüenza. ¿Y si me ve alguien?– Supuso jugando con sus manos

—¿Quién te va a ver? —Pero el también se ruborizó

«Las chicas siempre le buscan tres pies al gato» pensó el, Annabeth y Grover se vieron para verlos a ellos.

— Está bien. —Le dijo—. Lo haré solo. –

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Pero cuando empezó a bajar a la piscina, ella lo siguió murmurando algo "Que haría la vergüenza de su vida, subiendo a esa atracción" llegaron al bote. Junto al escudo había un chal de seda de mujer. Entonces Percy reparó en algo que no había visto desde arriba: espejos por todo el borde de la
piscina, orientados hacia aquel lugar. Podían verlos en cualquier dirección que miráran. Eso debía de ser. Mientras Ares y Afrodita se daban besitos podían mirar a sus personas favoritas: ellos
mismos. Recogío el chal.

Reflejaba destellos rosa y su aroma era una exquisita mezcla floral. Algo embriagador. Sonrió con aire de ensoñación, y estaba a punto de frotarse la mejilla con el chal cuando Helena se lo arrebató y se lo metió en el bolsillo.

—Ah, no, de eso nada. Apártate de esa magia de amor, ella me dio uno de esos por si un chico que quería no me hacía caso. – Sonrió para soltar una risilla nerviosa

—¿Qué? –

—Tú recoge el escudo, Aquaman, y larguémonos de aquí, antes de que me arrepienta y te deje. – Lo vio con el ceño fruncido

En el momento en que tocó el escudo supo que tendrían problemas. Su mano rompió algo que lo unía al tablero de mandos. Una telaraña, pensó, pero lo examinó en la palma y vio que era un delgado filamento de metal. Estaba puesto ahí para tropezar con él.

—Espera —dijo Helena

—Demasiado tarde. – Percy le dijo

—Hay otra letra griega a este lado del bote, otra eta. Esto es una trampa. Por eso me dijo Ares que no bajara, maldita sea debí de hacer caso. – Confesó

Se produjo el chirriante ruido de un millón de engranajes que comenzaban a funcionar, como si la piscina estuviera convirtiéndose en una máquina gigante.

—¡Cuidado, chicos! —gritó Grover

Arriba, en el borde, las estatuas de Cupido tensaban sus arcos en posición de disparo. Sin darles tiempo de ponerse a cubierto, dispararon, pero no hacia ellos sino unas a otras, a ambos lados de la piscina. Las flechas arrastraban cables sedosos que describían arcos sobre la piscina y se clavaban en el borde, formando un enorme entramado dorado. Entonces, por arte de magia, empezaron a tejerse hilos metálicos más pequeños, entrelazándose hasta formar una red.

—Tenemos que salir de aquí —dijo

—¡No me digas! — Sonrió sarcástica

Agarró el escudo y se echaron a correr, pero salir de la piscina no era tan fácil como bajar.

—¡Vamos! —Los urgió Annabeth desde arriba

Intentaban rasgar la red para abrirse una salida, pero cada vez que la tocaban los hilos de oro les envolvían las manos. De repente, las cabezas de los cupidos se abrieron y de su interior salieron videocámaras y focos que nos cegaron al encenderse.

Un altavoz retumbó:

«Retransmisión en directo para el Olimpo dentro de un minuto… Cincuenta y nueve segundos, cincuenta y ocho…»

—¡Hefesto! —gritó Helena—. ¡Cómo no me di cuenta antes! Eta es hache. Fabricó esta trampa para sorprender a su exmujer con Ares. ¡Ahora van a retransmitirnos en vivo al Olimpo y quedaremos como idiotas totales! – Alzó la voz asustada – No pueden verme aquí, luzco como idiota. – Lloriqueo

Casi habían llegado al borde, cuando de pronto los espejos en hilera se abrieron como trampillas y de ellas emergió un torrente de diminutas cosas metálicas…

Annabeth soltó un grito de horror desde afuera.

Parecía un ejército de bichitos de cuerda: cuerpos de bronce, patas puntiagudas y afiladas pinzas, y se dirigían hacia ellos como una marabunta, en una oleada de chasquidos y zumbidos metálicos, de repente salieron ratas.

—¡Ratas! —exclamó Helena, despavorida—. ¡R-aaa-taaaaa…! –

Nunca la había visto así Percy. Trastabilló cayó hacia atrás, presa del pánico, las arañas y ratas robot casi la cubrieron completamente antes de que lograse levantarla y tirar de ella hacia el bote. Aquellas cosas seguían apareciendo por doquier, miles de ellas, bajando sin cesar a la piscina y rodeándolos.

Le dijo Percy que probablemente no estaban programadas para matar, sólo para acorralarnos, mordernos y hacerlos parecer idiotas. Entonces cayó en la cuenta de que era una trampa para dioses. Y ellos no éran dioses. Subieron al bote y el azabache empezó a apartar arañas  y ratas a patadas a medida que trepaban. Le dijo a Helena que le ayudara, pero estaba paralizada y sólo podía gritar.

El susto de Helena fue tan fuerte que de ella, emano una onda escarlata de energía desintegrando a los animalillos.

«Treinta, veintinueve, veintiocho…»

– ¿Cómo hiciste eso? – Interrogó sorprendido Percy

— No se una mierda. – Lloriqueaba al ver recordar los animalillos arriba de ella

«Quince, catorce, trece…», contaba sin pausa el altavoz.

Percy intento salir, pero la red aún los tenia atrapados luchaba con desesperación para quitárselas.

—¡Annabeth! —gritó —. ¡Ve a la cabina y busca el botón de encendido!

—Pero… – Exclamó la rubia

—¡Hazlo! —Era una esperanza loca, pero era la única oportunidad.

Helena comenzó a ayudarlo, era difícil esa red, era aún más elaborada que con la que los había atrapado, Helena estaba entrando en un ataque de ansiedad.

«Cinco, cuatro…»

Grover le hizo señas con las manos a Percy , dándole a entender que había apretado todos los botones pero seguía sin pasar nada. Una onda de energía parecida a la de antes, también desintegró la red pero ya era muy tarde, Helena estaba apunto de salir.

«Dos, uno, ¡cero!»

Percy tiro de la cintura de Helena para sentarla junto a el y le abrocho el cinturón justo cuando, el juego había empezado a moverse los focos los iluminaban y las cámaras cupido filmaban en directo para el Olimpo. Helena se arregló la ropa y el cabello, intentandose quitar lo destruida que se veía de haber estado cubierta de ratas robot, no sabía quiénes la estaban viendo.

– Posiblemente nos estrellemos. – Confesó Percy

– ¿Qué? – Preguntó horrorizada

— Quiero que sepas que aunque Luke sea de mi agrado. – Dudo en decirlo – Fue un idiota por haberte dejado ir, tu eres perfecta y no tuviste la culpa de nada. – La chica le sonrió ruborizada

– Gracias. – Se veía igual que un tomate y Percy estaba igual y peor

– No hay de que angel. – Sonrió – Intentare parar el bote. – La chica asintió

Percy se concentró en controlar el bote y lograr que siguiera la corriente sin estrellarse contra las paredes.

– Lo estás logrando Percy. – Lo tomó del brazo emocionada

Por lo menos no se hizo añicos. Dieron una última vuelta cuando el nivel del agua era casi tan alto como para cortarlos en juliana contra otra red mayor. Entonces la proa viró en dirección al túnel y los lanzó toda velocidad hacia la oscuridad.

—¡Aaaaaaaaahhhhh!. – Gritaron al unísono

Percy sujeto con una mano el escudo, y con la otra mano la cintura de la chica. Ella se aferraba al pecho del chico, cerrando sus ojos con fuerza mientras que Percy, la trataba de cubrir.

El bote remontó olas, pasó pegado a las esquinas y se escoró cuarenta y cinco grados al paso de imágenes de Romeo y Julieta junto con otro montón de tonterías de San Valentín.

– ¡No puedo creer que vaya a morir así! ¡Soy demasiado joven y bella! – Confesó – ¡En una estupidez así de cursi, hubiera preferido morir con la Quimera y Equidna!. – Percy negó aferrándose a ella

– ¡Te prometo que no morirás, linda!. – Se sonrojó al escucharlo decir eso

En la recta final del túnel, la brisa nocturna les revolvió el pelo cuando el bote se lanzó como un bólido hacia la salida. Si la atracción hubiese estado en funcionamiento, habrían llegado a una rampa entre las Puertas Doradas del Amor y, de allí, chapoteado sin problemas hasta la piscina de salida.

Pero había un problema: las Puertas del Amor estaban cerradas con una cadena. Un par de botes que al parecer habían salido del túnel antes que ellos se habían estrellado contra las puertas: uno estaba medio sumergido, y el otro partido por la mitad.

—¡Quítate el cinturón! — Le gritó a Helena

—¿¡Estás loco!? – Abrió los ojos de golpe

—A menos que quieras morir aplastada. —Se amarró el escudo de Ares al brazo—. Tendremos que
saltar. — Helena estaba llena de miedo

Su idea era tan sencilla como demencial: cuando el bote chocara, aprovecharían el impulso como trampolín y saltarían por encima de la puerta. Jamás había oído que nadie sobreviviera a impactos de esa índole, arrojados a diez o doce metros del lugar del accidente. Pero ellos, con un
poco de suerte, aterrizarían en la piscina. Helena comprendió y se aferró a la  mano del chico.

Las puertas se acercaban a gran velocidad.

—Yo doy la señal —Dijo

—¡No! ¡La doy yo! – Ordenó ella viéndolo con seguridad

—Pero ¿qué…? –

—¡Una corazonada Aquaman! —Le gritó

—¡Esta bien! —exclamó —. ¡Tú das la señal!—

Vaciló… vaciló… y de repente gritó:

—¡Ahora! – Helena tenía razón

De haber saltado cuando Percy decía, se habrían estrellado contra las puertas. Consiguió el máximo impulso… más del que necesitaban: el bote se estrelló contra las barcas estropeadas y salieron despedidos violentamente por el.

—¡Ay! —se quejó Helena

¡Grover! En pleno vuelo los había atrapado, a el por la camisa y a Helena por el brazo, e intentaba evitarles un aterrizaje accidentado, pero íban embalados.

—¡Pesan demasiado! —dijo Grover—. ¡Nos caemos!—

– ¡No es cierto! ¡Es qué te falta ejercicio Grover! – Refuño ofendida

Descendieron al suelo describiendo espirales, Grover esforzándose por amortiguar la caída. Chocaron
contra un tablón de fotografías y la cabeza de Grover se metió directamente en el agujero donde se
asomaban los turistas para salir en la foto como Noo-Noo la ballena simpática. Percy cayó primero, y arriba de él Helena quedaron sus rostros a centímetros, ambos se alejaron al instante peor que un tomate, aun con el escudo de Ares.

– Perdón. – Se disculpó Helena para pararse rápidamente

– ¿Están bien? – Preguntó Annabeth preocupada

– Hay que ayudar a Grover, Annie. –Ella asintió

Liberaron a Grover del tablón y le dieron las gracias por salvarles la
vida. Percy se giró para contemplar la Emocionante Atracción del Amor. El agua remitía. Su bote, estrellado contra las puertas, había quedado hecho trizas. Cien metros más allá, en la piscina, los cupidos seguían filmando. Las estatuas habían girado de
manera que las cámaras y las luces los enfocaban.

Percy tomó la mano de Helena, y esta quería huir de escena quería ser actriz, pero no de ese modo.

—¡La función ha terminado! —gritó —. ¡Gracias! ¡Buenas noches! – Ambos hicieron como si hubiera sido una obra

Los cupidos regresaron a sus posiciones originales y las luces se apagaron. El parque quedó tranquilo y oscuro otra vez, excepto por el suave murmullo del agua en la piscina de salida de la Emocionante Atracción del Amor.

—Vamos a tener unas palabritas con Ares. – Le dijo a sus amigos

– Lo voy a matar – La chica estaba furiosa

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Mientras tanto unos minutos antes en el Olimpo, los dioses se encontraban discutiendo, cuando apareció una televisión.

– ¡Producciones HefestoTV esta apunto de trasmitir en directo!. – Anunció la televisión dando una cuenta regresiva

Todos los dioses vieron a Hefesto, el cual se encogió de brazos dando a entender que el no sabía, hace unos minutos había llegado Ares, quien intercambio miradas con su madre diciendo, que el si habia cumplido.

«Dos, uno, ¡cero!» — Anunció la televisión los dioses prestaron su atención al televisor

Vieron como Percy Jackson, tiro de la cintura de Helena quien intentaba escapar, todos los niños parecían anunciar un parque acuático, excepto Helena.

– ¿Ellie? – Exclamó con confusión al ver a su hija el dios del rayo

– ¿Perseus? – Interrogó de igual modo Poseidón

Vieron como Percy le abrochaba el cinturón, Hera y Zeus sonrieron al ver como Helena se arreglaba ante la cámara. Sin duda era su hija.

«Posiblemente nos estrellemos.»

Y todos los dioses abrieron los ojos, con preocupación.

«¿Qué?»

Zeus no paraba de prestar atención en los movimientos del chico, hacia su amada hijita.

«Quiero que sepas que aunque Luke sea de mi agrado.»

Hermes frunció el ceño habían mencionado a su hijo, y puso suma atención.

«Fue un idiota por haberte dejado ir, tu eres perfecta y no tuviste la culpa de nada.»

Zeus, Hermes, y Poseidón intercambiaron miradas. Afrodita en cambio estaba emocionada con la función, veía potencial en el romance de los chicos, mucho potencial.

«Gracias.»

Zeus estaba poniéndose furioso, como se atrevía aquel mortal, coquetarle a su bebé.

«No hay de que Angel. –. Intentare parar el bote.»

Hera se estremeció, que atrevido joven pensó, poniéndose de lado de su esposo. Artemisa negó con una sonrisa, suponía que Helena ya no se querría unir a las cazadoras, como cuando era niña. Poseidón sonrió orgulloso, al ver a su hijo usar su poder, mientras que Hestia y Deméter se veían preocupadas por los niños.

«Lo estás logrando Percy.»

Apolo río, después vieron como el bote iba a toda velocidad.

«¡Aaaaaaaaahhhhh!.»

Todos se preocuparon por los niños.

Percy sujeto con una mano el escudo, y con la otra mano la cintura de la chica. Ella se aferraba al pecho del chico, cerrando sus ojos con fuerza mientras que Percy, la trataba de cubrir. Zeus gruñó al ver eso, Poseidón se sorprendió no pensaba que su hijo sentirá eso por Helena. Afrodita agitaba el brazo de Ares feliz por los acercamientos, y este negaba con una sonrisa.

– ¿Por qué tiene tú escudo Percy Jackson, Ares? – Cuestionó su padre y este se encogió de brazos

«¡No puedo creer que vaya a morir así! ¡Soy demasiado joven y bella!.»

Apolo río ante el ego de Helena, pero Artemisa le dio un golpe en el brazo, mientras que Hestia negó por el narcisismo de su sobrina, sabía que lo habia heredado de sus padres.

«¡En una estupidez así de cursi, hubiera preferido morir con la Quimera y Equidna!.»

Todos abrieron los ojos sorprendidos, no podían creer aquello, bueno Zeus en realidad la había mandado pero creyó, que su hija estaba a salvo en el campamento.

«¡Te prometo que no morirás, linda!.»

– Qué tu hijo, aleje sus sucias manos de mi hija Poseidón, o juro que lo mato con mis manos. – Habló Zeus furioso

– Tú eras peor. – Contestó sin dejar de ver la transmisión

Mientras tantoAfrodita soltó un chillido de emoción, abrazando a Ares. Hera veía todo, analizando la situación.

«Después en otra toma, salió Annabeth desesperada intentando parar el juego y Grover en el mismo estado. Apretaban botones, y jalaban palancas pero nada servia.»

Atenea vio a su hija con preocupación, mientras que Zeus estaba furioso.

«¡Quítate el cinturón!»

Todos veían asustados, e impactados de por qué el azabache decía eso.

«¿¡Estás loco!?»

«A menos que quieras morir aplastada. –. Tendremos que saltar.»

Todos creían que los jóvenes se habían vuelto locos, pero vieron como Helena tomó la mano de Percy y este estaba peor que un tomate, con cada acción que hacía Gonzáles.

– El sentimiento es mutuo. – Chilló con emoción la diosa del amor, mientras que Ares negó con una sonrisa viéndola

«Yo doy la señal»

«¡No! ¡La doy yo!»

—Eso amor, no te dejes mandar por ese mocoso flacucho. — Alentó su padre y todos negaron

«Pero ¿qué…?»

«¡Una corazonada Aquaman!»

«¡Esta bien!. —. ¡Tú das la señal!.»

— Tú hijo es un gobernado, Poseidón. — Soltó una carcajada Apolo – Auch. — Artemisa le dio un golpe con su arco

—Son niños Apolo. — Reprendió a su mellizo

«¡Ahora!»

Todos suspiraron aliviados, al ver a los niños a salvó.

«¡Ay!»

— Mi nenita. — Zeus exclamó preocupado

—¿Esas son las zapatillas de Luke? —Cuestionó Hermes

Todos vieron como Grover los había salvado, e intentaba amortiguar la caída.

«¡Pesan demasiado!. —. ¡Nos caemos!»

Todos se volvieron a preocupar, por la salud de los niños, mientras que Ares negó su hermana era una terca, irresponsable y rebelde por no hacerle caso.

«¡No es cierto! ¡Es qué te falta ejercicio Grover!»

Todos rieron ante las declaraciones, de la mexicana. Cuando se cayeron, todos estaban asustados, pero vieron como Helena cayó arriba de Percy apunto de darse un beso.

— ¡Eso Helenita! ¡Se una rompe corazones!. — Alentó Apolo con una sonrisa

– ¡Por mi!. – Gritó Afrodita chillando de felicidad estaba que estallaba de ella

«Perdón.»

— Eso mi princesa, aléjate de las garras de eso mocoso. — Hera acarició la espalda de su esposo tratándolo de tranquilizar

«¿Están bien?»

«Hay que ayudar a Grover, Annie.»

— Lo torturare por la eternidad. — Afirmó al ver como tomaba de la mano a su pequeña

«¡La función ha terminado! ¡Gracias! ¡Buenas noches! »

La televisión desapareció y todos se vieron, Zeus soltó un bufido.

— Qué sea la última vez, que tu hijo trata de persuadir a mi bebita. — Advirtió a su hermano — Me robo el rayo, pero no me robará a mi bebé. — Poseidón negó

— El no te ha robado nada hermano. — Suspiró cansado — Perseus solo trataba de ayudar a Helena, el es un buen muchacho y si tal vez... tuviera interés en ella serían sentimientos honestos. — Y ahí comenzaron de nuevo a pelear con sus hijos de por medio

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El dios de la guerra los esperaba en el estacionamiento del restaurante. Su mirada se suavizo al ver a Helena, quien la analizó para ver si estaba herida, aunque se hiciera el rudo le preocupaba su hermana.

—Bueno, bueno —dijo—. No los han matado. — Sonrió con la sonrisa típica de la cabaña cinco

Helena le dio un golpe en el abdomen a su hermano, como agradecimiento, y Annabeth la quitó para evitar, hacer enojar a Ares.

—Sabías que era una trampa —le espetó Percy

Ares sonrió maliciosamente.

—Seguro que ese herrero lisiado se sorprendió al ver en la red a un par de niños. – Se encogió de hombros – No era mi intención que Helena te aconpañara, pero es una desobediente. – Regaño a la niña quien lo veia molesta  – A ella le permito muchas cosas por que es mi hermana menor, pero a ti mocoso no tengo reparó en nada. – Su voz era gruesa y seca — Les va bien en la tele, mi padre al ver como ponías las manos sobre su adorada bebita, te quiera torturar por el resto de tu vida. – Percy se sorprendió

— Mierda, todos me vieron en ese estúpido y cursi lugar. — Lloriqueo

Mientras Annabeth la abrazaba y le daba palmaditas en la espalda.

— Será divertido ver como te tortura, lastima que tu padre te defendió. — Los chicos se sorprendieron al escuchar eso — Papá esta molesto contigo, Helena me dijo que no debes juntarte con los mocosos que roban rayos. — Helena lloriqueaba por la vergüenza

Mientras que Percy le arrojó el escudo con molestia a Ares.

— Me importan una mierda las amenazas. — Le dijo al dios. —Eres un cretino. – Se acercó a abrazar a Helena, para tratarla de tranquilizar.

Annabeth y Grover contuvieron el aliento. Ares agarró el escudo y lo hizo girar en el aire como una masa de pizza. Cambió de forma y se
convirtió en un chaleco antibalas. Se lo colocó por la espalda.

—¿Ves ese camión de ahí? —Señaló un tráiler de dieciocho ruedas aparcado en la calle junto al restaurante—. Es su vehículo. Los conducirá directamente a Los Ángeles con una parada en Las
Vegas. —

— Es una mierda de vehículo, Ares ¿Tanto me detestas? — Sollozaba y lloriqueaba

Percy la abrazaba, sabía que estaba sensible después de su trauma con las ratas. El camión llevaba un cartel en la parte trasera, que pudieron leer;

«amabilidad internacional:
TRANSPORTE DE ZOOS HUMANOS. PELIGRO: ANIMALES SALVAJES VIVOS.»

—Estás de broma —dijo — No lo hagas por nosotros, si no por Helena, por tus chistesito una manada de ratas robots se subió sobre ella, realmente se asusto.  – Jackson lo veía furioso ¿Cómo se atrevía a dañar a su Barbie?

Ares vio triste a su hermana, no quería provocarle daño, solo quería protegerla aunque lo hacía a su manera.

– Ellie. – La llamó – No era mi intención. – La niña sorbio su nariz tenía sus ojitos llorosos

Ares chasqueó los dedos. La puerta trasera del camión se abrió.

—Billete gratis, mocoso. Deja de quejarte. — Su tono era completamente diferente

— Al menos danos algo de ropa, dinero o comida, si nos quieres llevar en esa pocilga. — Vio a su hermano molesta

— Está bien. — Bufó irritado. — Y aquí tienes estas cosillas por hacer el trabajo. — Sacó una mochila de nailon azul y se la lanzó a Percy.

Contenía ropa limpia para todos, veinte dólares, una bolsa llena de dracmas de oro y una bolsa de galletas Oreo con relleno doble.

—Esto es por el trauma. — Ares le dio un Kitkat y agua fría a Helena quien las tomó

—No quiero tus basu… —empezó Jackson

—Gracias, señor Ares —saltó Grover, dedicándole su mejor mirada de alerta roja—. Muchísimas gracias. — Agradeció

Le rechinaron los dientes, a Percy. Probablemente era un insulto mortal rechazar algo de un dios, pero el no
quería nada que Ares hubiese tocado. A regañadientes, se echó la mochila al hombro. Sabía que su ira se debía a la presencia del dios de la guerra, pero el seguía teniendo ganas de aplastarle la nariz de un puñetazo. Le recordaba a todos los abusones a los que se había enfrentado: Nancy Bobofit, Clarisse,
Gabe el Apestoso, profesores sarcásticos; todos los cretinos que lo habían llamado «idiota» en la
escuela o se habían reído de el cada vez que lo expulsaban, y lo peor de todo es que no le importaba su propia hermana, le daba un chocolate por su trauma.

—Lleva a Afrodita a un mejor lugar. — Aconsejó Helena quitándose las lágrimas — Un parqué acuático abandonado es algo espantoso, llévala al bosque y ahí pones tus cursilerias. – Se encogió de hombros – Mándale un saludo de mi parte. – Ares asintió

Percy vio el restaurante, que ahora tenía sólo un par de clientes. La camarera que les había servido la cena los veía nerviosa por la ventana, como si temiera que Ares fuera a hacerles daño. Sacó al cocinero de la cocina para que también mirase. Le dijo algo. Él asintió, levantó una cámara y les sacó una foto.

—Me debes algo más —le dijo a Ares—. Me prometiste información sobre mi madre. —

—¿Estás seguro de que la soportarás? —Arrancó la moto—. No está muerta.

—¿Qué quieres decir? –

—Quiero decir que la apartaron de delante del Minotauro antes de que muriese. La convirtieron en un
resplandor dorado, ¿no? Pues eso se llama metamorfosis. No muerte. Alguien la tiene.

—¿La tiene? ¿Qué quieres decir? —

— La tienen como rehén, no seas tonto Percy. – Simplificó Helena comiendo un poco de su Kit Kat gigante

—Helena tiene razón. Necesitas estudiar los métodos de la guerra, mocoso. Rehenes… Secuestras a alguien para controlar a algún otro.—

—Nadie me controla. — Se rió.

—¿En serio? Mira alrededor, mocoso. — Cerró los puños.

—Eres bastante presuntuoso, señor Ares, para ser un tipo que huye de estatuas de Cupido. Tras sus lentes de sol, el fuego ardió. — Helena soltó una risa

—Volveremos a vernos, Percy Jackson. La próxima vez que te pelees, no descuides tu espalda, y cuida a mi hermana o te mataré con mis propias manos. — Aceleró la Harley y salió con un rugido por la calle Delancy

—Eso no ha sido muy inteligente, Percy —dijo Annabeth.

—Me da igual.

—No quieras tener a un dios de enemigo. Especialmente a ese dios. – Continuó la rubia – El lo dijo, le pasó el puñetazo a Helena por que es su hermana menor. Pero tu no le importas. – Habló la de ojos grises preocupada

—Eh, chicos —intervino Grover—. Detesto interrumpirlos, pero… –

Señaló al comedor. En la caja registradora, los dos últimos clientes pagaban la cuenta, dos hombres
vestidos con idénticos monos negros, con un logo blanco en la espalda que coincidía con el del camión:

«amabilidad internacional.»

—Si vamos a tomar el expreso del zoo —prosiguió Grover—, debemos darnos prisa.

—No comenten que me subiré a esa carcacha. — Pidió la de ojos cafés

❙ ꒦꒷🌿꒷꒦ ❙

Cruzaron la calle corriendo, subieron a la parte trasera del camión y cerraron las puertas. Lo primero que le llamó a Helena la atención, fue el olor. Parecía la caja de arena para gatos más grande del mundo.

Y ella odiaba y temía a los gatos, más que a las ratas.

El interior del camión estaba oscuro, hasta que Percy destapó a Anaklusmos. La espada arrojó una débil luz broncínea sobre una escena muy triste. En una fila de jaulas asquerosas había tres de los animales de zoológico, en ese momento Helena no aguantó y se hecho a llorar, sentía mucha pena por los animales. Alguien le había tirado al león un saco de nabos que claramente no quería comerse. La cebra y el antílope tenían una bandeja de polispán de carne picada. Las crines de la cebra tenían chicles pegados, como si alguien se hubiera dedicado a escupírselos. Por su parte, el antílope tenía atado a uno de los cuernos un estúpido globo de cumpleaños plateado que ponía:

«¡Al otro lado de la colina!»

Al parecer, nadie había querido acercarse lo suficiente al león, y el pobre animal se removía inquieto
sobre unas mantas raídas y sucias, en un espacio demasiado pequeño, entre jadeos provocados por el calor que hacía en el camión. Tenía moscas zumbando alrededor de los ojos enrojecidos, y los huesos se le marcaban.

—Pobrecitos. – Comentó Helena guardando todo en su mochila, la cual llevaba Annabeth

—¿Esto es amabilidad? —exclamó Grover—. ¿Transporte zoológico humano? — Se encontraba igual de triste que Helena

Seguro que habría salido otra vez a sacudirles a los camioneros con su flauta de juncos, y desde luego sus amigos le hubieran ayudado, pero justo entonces el camión arrancó y el tráiler empezó a sacudirse, así que se
vieron obligados a sentarse o caer al suelo. Se acomodaron en una esquina junto a unos sacos de comida mohosos, intentando hacer caso omiso del
hedor, el calor y las moscas. Grover intentó hablar con los animales mediante una serie de balidos, pero
se lo quedaron mirando con tristeza.

Annabeth y Helena estaban a favor de abrir las jaulas y liberarlos al instante,
pero Percy señaló que no serviría de nada hasta que el camión parara. Además, le daba la sensación de
que tenían mucho mejor aspecto para el león que aquellos nabos.

Jackson encontró una jarra de agua y les lleno los cuencos, después usó a Anaklusmos para sacar la comida
equivocada de sus jaulas. Le dio la carne al león y los nabos a la cebra y el antílope. Grover calmó al antílope, mientras que Annabeth le cortaban el globo del cuerno con su cuchillo. Helena hizo caso omiso a las advertencias de sus amigos y cortó los chicles a la cebra, la cual se puso más feliz. Le dijeron a Grover que les prometiera a los animales que seguirían ayudándolos por la mañana, después se  prepararon para pasar la noche.

Grover se acurrucó junto a un saco de nabos; Annabeth abrió una caja de las Oreos con relleno doble y mordisqueó una sin ganas; Percy intentó alegrarse pensando que ya estában a medio camino de Los Angeles. A medio camino de su destino. Sólo estában a 14 de junio. El solsticio no era hasta el 21. Tenían tiempo de sobra. Helena se acurrucó con Percy, que el la abrazaba por la cintura.

—Oye —Le dijo Helena—, lamento haber un ataque de ansiedad en el parque acuático, Percy. – Cerró sus ojos con cansancio

—No pasa nada. – Se aferró a la cintura de esta

—Es que… —Se estremeció—. ¿Sabes?, las ratas y los gatos me ponen los pelos de punta desde que tengo memoria, también por...

—¿Ares? —Supuso —. Ángel tu no tienen la culpa de los actos de tu hermano, tu eres todo lo contrario a él era la persona más dulce, amable y tierna que conozco. – Helena se sonrojó

—De todos modos, te la debo. – Se refirió al parque

—Tu hiciste todo el trabajo, somos un equipo, ¿recuerdas? —dijo—. Además, el vuelo divertido lo ha hecho Grover.

Pensaban que estaba dormido, pero desde la esquina murmuró:

—¿Verdad que fue increíble?

Los chicos rieron. Annabeth sacó una Oreo y les dio una mitad a cada uno.

—En el mensaje Iris… ¿de verdad Luke no dijo nada? – Helena sintió su corazón apretujarse

—Luke me dijo que él, tú y Helena se conocen desde hace mucho. También dijo que Grover no fallaría esta vez. Que nadie se convertiría en pino. – Al decir las tres chicos se pusieron tristes

Grover baló lastimeramente.

—Debería haberte contado la verdad desde el principio. —Le tembló la voz—. Pensaba que si sabías lo bobo que era, no me querrías a tu lado. – A Helena se le salieron las lágrimas, cosa que pudo sentir Percy

—Eras el sátiro que intentó rescatar a Thalia, la hija de Zeus. — Asintió con tristeza

—Y los otros dos mestizos de los que se hizo amiga Thalia, los que llegaron sanos y salvos al campamento… —Miró a Annabeth—. Eran tú y Luke ¿verdad? – Vio a Helena — ¿Tú acompañante a Grover? – Y ella asistió

Annabeth dejó su Oreo sin comer.

—Como tú dijiste, Percy, una mestiza de siete años no habría llegado muy lejos sola. Atenea me guió hacia la ayuda. Thalia tenía doce; Luke, 10. Los dos habían huido de casa, como yo. Les pareció bien llevarme. Eran… unos luchadores increíbles contra los monstruos, incluso sin entrenamiento.
Viajamos hacia el norte desde Virginia, sin ningún plan real, evitando monstruos hasta que Grover y Helena nos encontraron.

—Se suponía que tenía que escoltar a Thalia al campamento —dijo Grover entre sollozos—. Sólo a Thalia. Tenía órdenes estrictas de Quirón: no hagas nada que ralentice el rescate. Verás, sabíamos que Hades iba detrás, pero no podíamos dejar a Luke y Annabeth solos. Pensé… que podría llevar a los
cuatro sanos y salvos. Fue culpa mía que nos alcanzaran las Benévolas. Me quedé en el sitio. Me asusté de vuelta al campamento y me equivoqué de camino. Si hubiese sido un poquito más rápido…

— No digas eso Grover. – Pidió la pelinegra

—Ya basta —lo interrumpió Annabeth—. Nadie te echa la culpa. Thalia tampoco te culpaba, ni yo o Helena.

—Se sacrificó para salvarnos. Murió por mi culpa. Así lo dijo el Consejo de los Sabios Ungulados.

—¿Porque no pensabas dejar a otros dos mestizos atrás? —dijo Percy—. Eso es injusto.

—Percy tiene razón —convino Annabeth—. Yo no estaría aquí hoy de no ser por ti, Grover. Ni Luke. No nos importa lo que diga el Consejo.

–Grover tú me regalaste a una hermana más, que apreciaba tanto. Si ni me hubiera pegado contigo, jamás la hubiera conocido, te la debo. – Exclamó con lágrimas en los ojos

Grover siguió sollozando en la oscuridad.

—¡Menuda suerte tengo! Soy el sátiro más torpe de todos los tiempos y voy a dar con los tres mestizos más poderosos del siglo, Thalia, Helena y  Percy.

—No eres torpe —insistió Annabeth—. Y eres más valiente que cualquier otro sátiro que haya conocido. Nómbrame alguno que se atreva a ir al inframundo. Seguro que Percy también se alegra de que estés aquí. – Helena le dio un codazo en la costilla

—Sí —contestó, aunque lo habría dicho incluso sin el codazo—. No fue la suerte lo que hizo que nos encontraras a Thalia y a mí, Grover. Eres el sátiro con más buen corazón del mundo. Eres un buscador nato. Por eso serás el que encuentre a Pan. —Escucharon un hondo suspiro de satisfacción.

–Cómo te dije Grover, eres alguien valiente y con un corazón puro. Tu encontrarás a Pan, estoy segura de ello, Percy y Annabeth también lo saben. – Su voz era suave y dulce

Esperaron que Grover dijera algo, pero sólo volvió más pesada su respiración. Cuando empezó a roncar, ahí se dieron cuenta de que se había dormido.

—¿Cómo lo hará? —Se asombró

—No lo sé —repuso Annabeth—. Pero ha sido muy bonito eso que le has dicho.

—Hablaba en serio.

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Helena y Percy se quedaron despiertos, el acariciaba el cabello de ella mientras que la contraria, lo abrazaba.

–Annie tiene razón, lo que le dijiste a Grover fue muy lindo. – El chico se sonrojó – Y también fue lindo como trataste a los animales. – Le dio un beso en la mejilla al chico, este sentía sus mejillas arder

–No, fue nada. – Tartamudeo de los nervios

–Eres alguien especial, Jackson. – Ambos se vieron con la poca luz que había – Te haz vuelto alguien especial para mi, desde que llegaste. – El chico le dio un beso en la coronilla

–Fuiste lo mejor que me pasó, en el campamento Angel. – Ella se ruborizó

Ambos se quedaron dormidos juntos, dándose calor mutuamente ya que durante la noche la temperatura bajaba de manera estrepitosa.

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Después de silencio durante varios kilómetros, la cebra comía nabos. El león lamía lo que quedaba de carne picada y los miraba esperanzado.
Annabeth se frotó el collar como si estuviera concentrada pensando, Helena y Grover seguían dormidos.

—Esa cuenta del pino —le preguntó —, ¿es del primer año?

Miró el collar. No se había dado cuenta de lo que estaba haciendo.

—Sí —contestó—. Cada agosto, los consejeros eligen el evento más importante del verano y lo pintan
en las cuentas de ese año. Tengo el pino de Thalia, un trirreme griego en llamas, un centauro con traje de graduación… Bueno, ése sí que fue un verano raro… – Annabeth respiró hondo — Te atrae Hel ¿Verdad? – El chico se estremeció ante eso

–¿Cómo? – Formuló

—Créeme Percy, ni siquiera el rey de los dioses creería que no te atrae su hija. Ella no es sólo una amiga o compañera, soy su mejor amiga y tengo un poco de experiencia. Mi consejo es que se lo digas antes de que sea tarde. Créeme la conozco, y ella no esta lejos de sentir algo más por ti que una simple amistad. – El azabache se quedó pensando en eso

Annabeth ya le había contado su historia, a Percy.

– Te mentí, en que nunca había salido del Campamento. – Dijo la rubia

–¿De qué?—

– Helena me solía invitar a sus viajes, que ella y su madre tenían por el país. Ella realmente es un sol, una vez Helena fingió que era mi padre y me dio un regalo de cumpleaños. Yo sabía que era ella, pero traía una carta diciéndome que me amaba. Era un vestido muy costoso, a mi estilo. – Sonrió al recordar – Ese día estaba muy feliz, recuerdo que Clarrise me lo mancho y después me tumbo en el lodo, yo lloré por mi vestido nuevo. – Suspiro – Ese día era viernes, así que Helena fue detrás de Clarisse y le dio su merecido, terminó en la enfermería por costillas rotas. –Vio a otro lado — Comprendería si te gustará, ella es igual de hermosa por dentro y por fuera Jackson. La primera vez que la vi teniamos siete años, ella se me acercó y jugamos a hacer castillos de arena. Cuando vimos que Thalia me habló, después Thalia empujó a Grover que en ese entonces traía muletas, y Barbie enfrento a Thalia. Siendo mucho más pequeña, y la amenazó.— Dijo para quedarse dormida

❙ ꒦꒷🌿꒷꒦ ❙

Los tres chicos estaban despiertos, pero en silencio.

—Así que si los dioses pelean —dije al cabo—, ¿se alinearán del mismo modo que en la guerra de  Troya? ¿Irá Atenea contra Poseidón? –

Annabeth apoyó la cabeza en la mochila que Ares les había dado y cerró los ojos.

—No sé qué hará mi madre. Sólo sé que yo lucharé en tu bando.

—Digo lo mismo Annie, será un placer luchar a tu lado Aquaman. – Las dos le dieron una sonrisa

—¿Por qué harían eso?

—Porque eres nuestro amigo, sesos de alga. ¿Alguna otra pregunta idiota? – La chica se volvió a quedar dormida

— Eres nuestro amigo, y a parte nos has demostrado que eres leal y buscas por los desprotegidos. – Añadió Helena – Pudiste ignorarnos y escapar de Medusa, o a mi me intentaste salvar en el autobús por que no sabias que yo era inmune a los rayos, pusiste en juego tu vida por mi y también lo hiciste cuando estuvimos en el parque acuático. Le diste los tenis a Grover, pudiste huir dejándome con la Quimera y equidna pero no lo hiciste. – Sonrió abrazándolo – Si moriré, moriré al lado de una gran persona. – Antes de que Percy pudiera decir algo ella se quedó dormida

❙ ꒦꒷🌿꒷꒦ ❙

El azabache despertó con un sobresalto. Helena le sacudía por el hombro.

—El camión ha parado —dijo—. Creemos que vendrán a ver los animales.

—¡Escóndete! —susurró Annabeth.
Ella lo tenía fácil. Se puso la gorra de invisibilidad y desapareció.

Grover, Helena y Percy se tuvieron que esconder detrás de unos sacos de comida y confiar en parecer nabos.
Las puertas traseras chirriaron al abrirse. La luz del sol y el calor se colaron dentro.

—¡Qué asco! —rezongó uno de los camioneros mientras sacudía la mano por delante de su fea nariz—. Ojalá transportáramos electrodomésticos. —Subió y echó agua de una jarra en los platos de los animales

—. ¿Tienes calor, amigo? —le preguntó al león, y le vació el resto del cubo directamente en la cara.

El león rugió, indignado.

—Esta bien, Esta bien, tranquilo —dijo el hombre.

Al lado de Helena, bajo los sacos de nabos, Grover se puso tenso. Para ser un herbívoro amante de la paz, parecía bastante mortífero, la verdad. El camionero le lanzó al antílope una bolsa de Cajita Feliz aplastada. Le dedicó una sonrisita malévola
a la cebra. Helena ya le estaba apunto de dar unos puñetazos, en el cielo comenzó a haber truenos, justo cuando iba a salir Percy la jalo hacia el. Y la abrazó, para que no hiciera una imprudencia

—¿Qué tal te va, Rayas? Al menos de ti nos deshacemos en esta parada. ¿Te gustan los espectáculos de magia? Éste te va a encantar. ¡Van a serrarte por la mitad! –

La cebra, aterrorizada y con los ojos como platos, vio a los adolescentes fijamente. No emitió sonido alguno, pero Percy la escuchó decir con nitidez:

«Por favor, liberanme.»

El se quedó demasiado conmocionado para reaccionar. Se oyeron unos fuertes golpes a un lado del camión. El camionero gritó:

—¿Qué quieres, Eddie?

Una voz desde fuera —sería la de Eddie—, gritó:

—¿Maurice? ¿Qué dices?

—¿Para qué das golpes? —Toe, toe, toe.

Desde fuera, Eddie gritó:—¿Qué golpes?

El tipo, Maurice, puso los ojos en blanco y volvió fuera, maldiciendo a Eddie por ser tan imbécil. Un segundo más tarde, Annabeth apareció a su lado. Debía de haber dado los golpes para sacar a
Maurice del camión.

—Este negocio de transporte no puede ser legal —dijo.

—No me digas —contestó Grover. Se detuvo, como si estuviera escuchando

—. ¡El león dice que estos hombres son contrabandistas de animales!

—¡Tenemos que liberarlos! —Afirmó Helena

Los adolescentes vieron al ojiverde, para ver que opinaba. Fuera, Eddie y Maurice aún seguían gritándose, pero sabían que volverían en cualquier momento para atormentar otra vez a los animales. Percy empuñó la espada y destrozó el cerrojo de la jaula de la cebra. El pobre animal salió corriendo. Grover levantó las manos y le dijo algo a la cebra en idioma cabra, una especie de bendición. Justo cuando Maurice volvía a meter la cabeza dentro para ver qué era aquel ruido, la cebra saltó por encima de él y salió a la calle.

Se oyeron gritos y bocinas. Se abalanzaron sobre las puertas del
camión a tiempo de ver a la cebra galopar por un ancho bulevar lleno de hoteles, casinos y letreros de neón a cada lado. Acabában de soltar una cebra en Las Vegas.

Maurice y Eddie corrieron detrás de ella, y a su vez unos cuantos policías detrás de ellos, que gritaban:

—¡Eh, para eso necesitan un permiso!

—Este sería un buen momento para marcharnos —dijo Annabeth.

—Los otros animales primero —intervino Grover.

Helena rompió los cerrojos con la espada. Grover levantó las manos y les dedicó la misma bendición caprina
que a la cebra.

—Buena suerte —les dijo Helena a los animales.

El antílope y el león salieron de sus jaulas con ganas y se lanzaron juntos a la calle. Algunos turistas gritaron. La mayoría sólo se apartaron y sacaron fotos, probablemente convencidos de
que era algún espectáculo publicitario de los casinos.

—¿Estarán bien los animales? —El azabache preguntó a Grover—. Quiero decir, con el desierto y tal…

—No te preocupes —Le contestó—. Les he puesto un santuario de sátiro.

—¿Que significa?– Preguntó esta vez Helena

—Significa que llegarán a la espesura a salvo —dijo—. Encontrarán agua, comida, sombra, todo lo que necesiten hasta hallar un lugar donde vivir a salvo.

—¿Por qué no nos echas una bendición de ésas a nosotros? —Interrogó Percy

—Sólo funciona con animales salvajes.—

—Así que sólo afectaría a Percy —razonó Helena y Annabeth le dio los cinco para reír

—¡Eh! —protestó

—Es una broma Aquaman —contestó—. Vamos, salgamos de este camión repugnante y asqueroso. — Hizo mueca de asco

Annabeth se coloco la mochila de Helena, mientras Percy la que les había dado Ares. Salieron a trompicones a la tarde en el desierto. Debía de haber cuarenta y cinco grados, así que parecían vagabundos refritos, pero todo el mundo estaba demasiado interesado en los animales salvajes para prestarles atención.

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