O12. i want to see you

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OLDER | O12. QUIERO VERTE


    —¿Esto es realmente necesario?

—Si.

—¿Por qué?

—No lo sé, cállate.

—Eres un pésimo líder, Sam —bufó Agnes, cruzándose de brazos mientras observaba a Paul saltar hacia al agua desde el acantilado dónde se encontraban.

Jamás se imagino que aquel idiota que iba a su trabajo a coquetearle, también formaría parte de la extraña manada a la que ahora pertenecía.

Los últimos días fueron igual de extraños.

Obligada a unirse a Sam como su compañera en una manada que todavía estaba comenzando a crecer, no le quedaba tiempo de vagar por ahí como le hubiera gustado.

Su padre le advirtió sobre una amenaza que podría quebrar la paz en Forks y ellos, como protectores, debían mantenerse alerta.

También conoció la verdad sobre los Cullen, aquella familia que de un día a otro se había esfumado de la pequeña ciudad. Dejando atrás a una destrozada Bella, quién sufría las consecuencias de un corazón roto.

Agnes deseaba volver a ver a Charlie, averiguar si se encontraba bien y si podia lidiar con una adolescente que acababa de tener su primera ruptura amorosa, pero Sam y los ancianos no le tenían permitido salir de la Reservación.

Algo que la tenía de muy mal humor.

—Es estimulante, para nosotros que ya no somos "normales"—se excusó el azabache, acercándose a la orilla del acantilado—. Tenemos que aprender a controlarnos.

—Habla por ti y los idiotas de allá abajo —rodo los ojos—. Ustedes tienen más problemas para poder controlar su irá, me pregunto si es cosa de hombres.

—Agnes.

—¿Qué?, no intentes tratarme como una muñeca que puedas controlar como quieras por ser el estúpido "Alfa" —apunto con su dedo índice el pecho desnudo del moreno—. Soy mejor que tú, no olvides la sangre que corre por mis venas.

Lo empujó, dando un paso hacia la orilla antes de tirarse al vacío sin si quiera dudarlo.

—Tiene carácter —soltó con burla Jared, apenas llegando hasta ellos empapado de agua luego de haber saltado primero—. Me gusta.

—Ella tiene razón.

—¿Enserio?

—Si, ustedes son un par de idiotas.

El chico dejo salir una sonora carcajada.

—No todos los años descubres que eres un perro gigante y que tienes la oportunidad de pasar mucho tiempo con una hermosa chica —Sam negó al escucharlo.

—Qué Jacob no te oiga.

—Descuida, él estará muy contento al tenerme como cuñado.

—¡En tus sueños! —vocifero Paul desde lejos.






    Estaba agotada, su trabajo de medio tiempo en la tienda empezaba a volverse tedioso por culpa de los chicos. Paul no parada de visitarla, siendo sarcástico y coqueto, lo que solo le ocasionaba dolor de cabeza.

Jared era un poco más tranquilo, sin embargo, le daban escalofríos cada que lo tenía cerca, pues se la pasaba observándola en silencio por instantes.

Sam por su parte, era mejor compañía al ya contar con una impronta. Aunque no estaba para nada contenta de todo el sufrimiento que le había causado a su mejor amiga.

Sabía muy bien que ese trío no le quitaría la mirada de encima, tenían órdenes muy estrictas de cuidar de la primera loba hembra que se había presentando después de varias generaciones.

Agnes no tenía ningún tipo de interés en cumplir las expectativas de los ancianos del consejo, solo quería que la dejarán tranquila.

—Me gustaría imprimarme, Sam se ve tan feliz que me hace pensar que la imprimación le hizo un favor —dijo Paul con cierto deje de aflicción, apoyándose en el mostrador.

—Le hizo un favor a Leah —susurro para si misma.

—¡Yo también quiero imprimarme!

—Ve a deprimirte a otro lado.

—No seas mala, Angie —se quejó el mayor.

Pero Agnes lo ignoró, concentrándose en acomodar un pequeño estante a su lado que se encontraba desordenado.

Sin notar tampoco al recién llegado que se acercaba a ellos.

—Hoy estás muy insoportable.

—Cállate —bramo—. No lo entenderías.

—¿El qué? —cuestionó con burla el Alfa. Agnes solo le dirigió una corta mirada, siguiendo con su trabajo de fingir que no existían.

Le molestaba que Sam la acompañará cuando iba a visitar a Leah, actuando tan despreocupado frente a ella. Cómo si él no fuera el causante de su dolor, cómo si no quisiera que la herida de su ruptura sanará.

Esa era una de las razones por las cuales no le llamaba la atención involucrarse sentimentalmente con chicos de su edad. No muchos tenían la madurez de enfrentar los problemas y solucionar sus errores.

Creía que huir o evadir sus responsabilidades era lo que mejor se les daba a ellos.

—Basta —gruñó la cobriza—. Si solo estarán aquí sin hacer nada, les pido que se larguen.

—No seas así, Agnes.

—Tengo trabajo, par de tontos y ustedes solo vienen a interrumpir el único momento de mi día en el que no estoy obligada a verles la cara.

—Qué cruel —sollozó Paul, cubriéndose la boca dramáticamente.

—¡Largo!

Ambos chicos intercambiaron miradas, asintiendo silenciosamente mientras comenzaban a caminar hacia la salida. No admitirían que ver a Agnes enojada les daba miedo, su orgullo no les permitida humillarse tanto.

—Hombres —bufó al encontrarse sola de nuevo en la tienda.

Un respiro de la manada era todo lo que necesitaba, así fuera por unas horas.

Les agradaba, pero no lo suficiente para llamarlos amigos aún.

Desde que Paul y Jared se habían unido, su relación con Jacob comenzó a distanciarse. Sintiendo como si volvieran al día en que se conocieron, apenas teniendo tiempo de reunirse con él durante la hora de la cena.

Ya no hablaban, no bromeaban, no hacían nada.

Estaba desanimada.

Cansada.

No permitiría que los ancianos del consejo y la manada la alejaran de las personas que apreciaba.
Cumpliría con sus deberes como un miembro más de la manada pero nadie decidiría por ella.

Su madre la había controlado toda su vida, privadola de toda experiencia sana. Pero ahora las cosas eran diferentes, ya no sería un títere fácil de manipular.

Si Jacob aún no estaba preparado para saber de su secreto, ¿qué más daba? Seguía siendo su hermano y eso no podía cambiarlo nadie.

Ni siquiera la estúpida orden de silencio infligida por Sam.

Había tomado una decisión y con eso en mente, se dio los mejores animos durante el par de horas que faltaban para ir a su hogar.





    —Ya estoy aquí —murmuró, frunciendo el ceño al solo encontrar oscuridad después de abrir la puerta—. ¿Hola?

—Bienvenida, Angie —saludo su hermano asomándose por la puerta de su habitación—. Papá tuvo una reunión de emergencia con el consejo.

—Siento despertarte, Jake —le sonrío una vez encendió la luz—. Mañana es Navidad y Sam me obligó a quedarme en su casa hasta ahora.

—¿Viniste sola? —dejo de frotarse los ojos y la miró con cierto enojo.

Agnes suspiró, un suspiro de alivió que hacía a su corazón estar más tranquilo. Su relación con Jacob no estaba cambiando, solo era ella, sin tiempo.

—Estoy bien, te aseguro que nadie podrá acercarse a mi sin recibir antes una patada en la entrepierna.

—Entonces, asumo que Jared y Paul se han quedado sin descendencia —bufo, cruzándose de brazos—. Pero ese no es el caso, ¿Por qué veniste sola?, pudiste llamarme.

La cobriza soltó una fuerte carcajada ante los celos de su hermano. ¿Cuánta falta le hacia volver a tener una conversación así, con Jacob?

Mucha.

—Sé que no te cae bien Sam —se acercó a él, dejando sobre la encimera que dividía la sala de la cocina una bolsa—, A mi tampoco me termina de gustar pero los viejos insisten.

—Aún así.

—Está bien, Jake —lo tomó de la mano y tiró de él—. Me robe un poco de comida, vamos a cenar, ¿si?

Jacob suspiró, sonriendo mientras dejaba que su hermana lo guiará hasta la mesa. La fémina se concentró en servir los alimentos en las porciones adecuadas, ella ya había comido en casa de Sam y gracias a eso podía disimular su gran apetito.

—¿Estarás libre mañana?

—Por supuesto, haré las compras y cocinare algo para celebrar mañana —dejo el plato frente a él y tomo asiento a su lado—, Es mi primera Navidad con ustedes... con alguien —murmuró lo último.

—Te acompañaré —Agnes asintió, animandolo a comer.

Ambos siguieron conversando de cosas sin sentido, sintiendo recuperado el tiempo perdido en el último mes.

Tantas cosas habían sucedió en su vida en apenas 8 meses desde que empezó a vivir con su padre. Cosas que no dudaba que volverían loca a cualquiera persona común, pero Agnes era todo menos común.

No cuando se había esforzado en mantener sus pensamientos sobre Charlie Swan ocultos para su manada. No le avergonzaba en lo más mínimo que se enterarán de su pequeña aventura, pero pensó que sería un problema para aquel tímido hombre.

Que de tímido no tenía nada cuando se deja llevar a la hora de intimidar.

—¿Papá volverá tarde? —carraspeó, deshaciéndose de sus pensamientos.

—No lo sé, pero me dijo que no me preocupará —se encogió de hombros—. Qué llamaría a su mejor amigo, de todos modos Charlie casi siempre pasa Navidad con nosotros.

Agnes se tensó.

Tenía tres meses sin verlo, sin escucharlo, sin tocarlo.

No habían intercambiado palabra alguna desde que el accidente de Bella y ahora que los chicos no le quitaban la mirada de encima era más difícil de ir hacia él.

Lo extrañaba, por qué si de algo estaba segura, era que sentía algo más que atracción sexual por el Swan.

—Pero, ahora tiene a Bella.

—Bueno —Jacob miro su plato vacío—. Bella no ha estado bien, no sé mucho sobre el tema, según Charlie, está muy desanimada y triste desde que los Cullen se fueron. ¿Soy un mal amigo por no estar junto a ella? Tengo miedo de cometer algún error, no soy bueno consolando a la gente.

—No deberías pensar eso, eres su amigo y quiero creer que Bella entenderá —trato de razonar, palmeando el hombro del contrario—. Sé que te gusta y que piensas que eres egoísta si te acercas a ella en su estado vulnerable, solo dale un poco más de tiempo.

—Eres la mejor, Angie —recargo su cabeza en el hombro de la cobriza, sintiéndose bien ante sus palabras—. Gracias por ser mi hermana.

—Me harás llorar, tonto —lo abrazó, ocultando las lagrimas que amenazaban con delatarla—. ¿Quieres más lasaña?

—Si.

Y la noche continúo, terminando la comida que Agnes se encargó de robar de la casa de Sam, no sin antes guardar una porción destinada a su padre. Quién, había llamado para avisar que los Clearwater lo habían invitado a cenar y que tal vez no llegaría si Harry se animaba a tomar unos cuantos tragos con él.

Campbell le restó importancia, obligándolo a divertirse con su amigo, ya ella se encargaría de mandar a dormir al adolescente y ordenar un poco. Pues la comida no era lo único que Agnes hurto de todo lo que Emily preparó para ellos.

Así que, después del postre, Jacob se encerró en su habitación por órdenes de la fémina. Si es que no quería lavar los platos que ensuciaron.

—Adolescentes —musitó para si misma, sintiendo un peso desaparecer de sus hombros.

Sin duda, burlarse de su hermano siempre le levantaba el ánimo.

De pronto, el teléfono sonó. Y sin nadie más para contestar, se secó las manos en su delantal y se apresuró a atender la llamada.

—¿Billy? —su corazón sufrió una agitación dentro de su pecho al oir su voz apenas coloco el aparato contra su oreja—. ¿Hola?

¿Hace cuánto no lo escuchaba? No, esa no era la verdadera pregunta.

¿Acaso podría olvidarse de como era su voz? Por supuesto que no, jamás podría olvidar cada cosa que se relacionaba con él.

—Lo siento, mi padre no sé encuentra, habla Agnes —se apresuró a contestar luego de unos segundos de silencio.

—Agnes —se mordió el labio ante el tono que uso al decir su nombre—. ¿Haz estado bien?

—Si, algo ocupada, ¿usted se encuentra bien?

—Podria decirse que si —Agnes apretó el agarre del teléfono al distinguir el sarcasmo con el que respondió—. Llamó para avisarle a tu padre que no podré ir mañana, Bella no se siente bien y no quiero obligarla a nada que la pueda abrumar. Tampoco quiero dejarla sola...

—Entiendo, le pasaré el mensaje...—dudo, pero ya había tomado una decisión—. Charlie.

—¿Si?

—Quiero verte, ¿puedo ir a verte?

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