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OO8 | DOLOR


     —Liam —llamó la mujer de corto cabello mientras observaba la espalda desnuda del susodicho.

El azabache solo se limitó a voltear ligeramente el rostro, con el agua del riachuelo llegandole hasta la cadera, sus hebras oscuras goteando agua. Sus ojos verdes miraron por cortos segundos la figura de Konan antes de desviarlos a la cristalina agua a su alrededor.

La fémina a sabiendas de que no obtendría respuesta verbal, continúo.

—Estamos por partir.

Liam asintió, sacando una de sus manos del agua para llevarla a su rostro. Un suspiro hondo y lastimero salió de sus labios en cuanto sintió a su compañera alejarse de la orilla.

Los días tras la partida del vampiro no se detuvieron apesar del dolor en su pecho. Días en que se movieron apesar de lo evidente que la ausencia del Cullen afectaba al primogénito de los Kang.

Los días que se convirtieron en simples horas que los alejaban de su territorio en Alaska.

Horas en los que Liam no tardó en darse por vencido de seguir esperando a aquel que, así como había aparecido en su vida, se había esfumado sin una despedida de por medio.

Un simple hasta luego que dolía más que un adiós.

Y una promesa que se rompió sin dejarlo aferrarse como última salvación.

Liam sacudió la cabeza, despejando su mente y haciendo otro fallido esfuerzo de suprimir sus sentimientos mientras caminaba hasta la orilla. Y en cuanto los dedos de sus pies tocaron la fría nieve, su lobo tomo control por completo manifestándose para enterrar sus patas traseras como impulso antes de echarse a correr junto a su manada.

Tres horas de distancia. Anunció su padre.

Bien.

Fue todo lo que escucharon de él en lo que les restaba del camino, todos tratando de mantener sus pensamientos alejados del Cullen.

Misuk, con un remarcado sentimiento amargo, hizo el intento de tan siquiera causar una de sus típicas peleas de hermanos para alegrar el ambiente tenso. Pero ninguna reacción o respuesta surgió de Liam por más que los pensamientos de su hermana los hostigaran hasta perder la calma.

¿Por qué no simplemente lo ignoraban como lo hicieron al principio?, ¿por qué veía un semblante preocupado cada que sus ojos enfocaban a cualquiera de su manada?

No es como si fuera la primera vez que alguien terminaba con el corazón roto. No iba a morir... aún.

No fue hasta que deslumbro la entrada de madera que los conducía hacia su territorio en aquella zona de Alaska, que por fin pudo tomar un suspiro. Con la intención de alejarse de su manada el tiempo necesario hasta que su lobo tomará la ausencia de su impronta como algo positivo.

Pensando que tal vez la idea de darlo por muerto ayudaría, algo que le arrancó una sonrisa ante tal cosa irónica.

Su mente divagó al igual que sus pasos y lo único que lo detuvo de sus planes fue la voz de su alfa.

¿A dónde vas? Los ojos de su alfa lo enfocaron al mismo tiempo en que la gente salía de sus moradas para recibirlos. Esto aún no termina.

Liam rodo sus grandes ojos sobre sus cuencas, bufando en el proceso. No quería una bienvenida ahora, solo quería esconderse de todo y todos hasta que estuviera listo para volver a ser el mismo.

Pero ser un Kane era algo que todos llevaban en las venas, honrar a sus ante pasados así como también a su madre Luna era de suma importancia para ellos.

Sus ojos verdes se desplazaron entre los miembros de su manada, notando a las mellizas cambiar de fase para ser gratamente recibidas por su gente. Y no paso mucho tiempo para que su padre y hermana hicieran lo mismo.

—¡Nuestros hermanos han llegado y concluido con éxito su Qamar! —vocifero una mujer mucho más mayor que June, levantando sus brazos en dirección a los recien llegados—. ¡Que inicie el Kuu!

La gran Aibek de ese territorio se acercó a él, palmeando su cabeza y sonriéndole al mismo tiempo que los aldeanos comenzaban con él ritual de bienvenida para ellos. El antes dicho Kuu.

Maldijo por lo bajo al no tener escapatoria ahora.

Obligado a deshacer su transformación, se encontró  arrodillado frente a la mujer, jefe del pueblo que habían arribado.

—Bienvenidos sean —mascullo, ayudándolo a pararse antes de ir al encuentro con la alfa.

Y solo después de esa interacción, un grupo de mujeres que aparentaban estar cerca de su edad, se agrupo a su alrededor. La mayoría lobos, otras completamente humanas.

Liam bufo, ignorando las vestimentas que las muchachas le ofrecían. Que aunque los Kane nunca mostraban vergüenza al mostrar su desnudes a otros, el ofrecer alguna prenda de vestir a los que recién volvían de un Qamar era parte del ritual de bienvenida Kuu.

Igual no podía pasar por alto que las únicas que hacian tal acción, eran mujeres solteras que buscaban atraer la atención de los lobo que llegaban después de un largo viaje. Aunque también algunos chicos podían verse involucrados en el ritual.

Después de todo, los Kane nunca le dieron importancia a las relaciones del mismo sexo. El amor era amor para ellos.

Pero Liam no estaba interesado en tan siquiera mirar a alguna chica que se encontraba a su alrededor, su huella ya había sido dejada en otra persona.

En la persona equivocada. Pensó.



       Días antes, al momento de su, no tan, corta separación. Edward llegó al primer poblado en su caminó, adentrandose sin más demora a la primera tienda que tuviera algún teléfono público.

Sus dedos se movieron por el teclado numérico hasta que él tintineo de la línea telefónica le indicó que su llamada estaba siendo procesada. Un par de segundos bastaron antes de poder escuchar la inigualable voz de Alice al otro lado de la línea.

—Sabía que llamarías... —el cobrizo sonrió por un pequeño instante—. Edward, surgió un problema.

—¿Qué ocurre? —la chica dudo, haciendo que la preocupación de su hermano se hiciera presente—. Alice, ¿Qué ocurre?

Un largo silencio le puso los nervios de punta, ansioso por lo que sea que la vidente tenía que decir.

—Es Bella.

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