❪ ii ❫⠀━━━━ áuradon

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LECTORES FANTASMAS.

» capítulo dos. áuradon.

🎭






AFUERA DEL VEHÍCULO, Carlos y Jay siguen peleando.

Fox trata de arreglarse lo mejor posible, pero incapaz de hacer desaparecer la vena que se le cruza por la frente. Sus amigos son unos brutos y detesta que estén destruyendo su imagen ante, literalmente, todo el mundo.

Baja la vista mientras acomoda su sombrero de copa, a observar cómo esos dos tontuelos pelean por alguna especie de tela azulada. Posiblemente se trate de un pequeño mantel, o una bufanda, eso es lo que piensa el chico, mientras sabe que andan haciendo totalmente el ridículo.

—¡Has cogido todo lo demás! ¿Por qué quieres lo que sea esto? —Carlos trata de quedarse con la tela azulada, pero no puede arrebatársela al bueno de Jay, quien claramente tiene más fuerza.

—¡Porque tú lo quieres! —Las chicas colocan sus manos en su cintura, tratando de no verse avergonzadas con los niños.

Fox rueda sus ojos justo en el mismo momento en el que Mal, hija de Maléfica, les recuerda que tienen público. Alzando la vista, el joven hijo del brujo descubre a una señora de mediana edad acercarse a ellos. Viste un elegante y pulcro vestido azulado, además de un colorido lazo rosado justo debajo del cuello. Viene acompañada de dos adolescentes de su edad, que vienen con trajes parecidos y principescos. Por esa misma razón, el chico arranca de las manos de sus amigos la tela colorida para lanzarla al interior de la limusina.

Observa seguidamente a Jay, quién todavía tiene la aparente intención de quedarse en su poder con las otras cosas del vehículo. Cruza sus brazos para mirarle con severidad.

—Deja eso dentro, Jay. No nos des problemas nada más llegar, ¿vale? —Jay asiente volteando los ojos y alzando sus hombros, se deshace de todo tal y cómo se le ha pedido.

―Además, que te enfades conmigo es lo que menos quiero ahora, tío ―escucha que menciona por detrás de su espalda.

Fox suspira, todos sus amigos son conscientes de su mal humor y lo de lo tremendo que se vuelve cuándo lo sacan de sus casillas. De todas maneras con ayuda de Jay, ayuda a levantar al chico bicolor que tiene manchado la comisura de sus labios con chocolate. La visión le resulta tierno al más alto y con un rápido movimiento, le quita otra mancha de su nariz para lamerla.

Carlos se ríe por lo bajo pero lo aparta de un empujón, entonces como una orden, todos se colocan para recibir a los de alta alcurnia. La señora de azul parece estar encantada con las acciones de Fox y no tarda nada en dejarlo claro.

―¡Un jovencito que sí sabe cómo comportarse, eso es lo que me gusta ver! ―Fox ve a sus amigas que se carcajean por lo bajo de su repentino halago y de repente, esa señora ya le cae mal.

Siente una mirada encima y nada más dirigirla a su derecha, descubre a Carlos que lo mira con alguna especie de admiración que jamás llegará a entender. Acaricia su cabello bicolor con suaves movimientos porque, como ya ha dejado claro en varias ocasiones, ve en él a un hermano pequeño.

Pero no tarda en alzarle cuán alto es mientras echa sus hombros hacia atrás, con elegancia, se aleja de sus amigos para tomar cercanía con la señora. Coloca como una marioneta una mano tras su espalda mientras se saca su sombrero para ponérselo sobre el pecho. Una sonrisa dulce acompaña sus movimientos mientras dice:

―Mi intención, después de todo, no es daros una mala impresión, Hada Madrina ―comenta para la sorpresa de la mujer. Pero realmente hay que estar ciego para no darse cuenta de quién e realmente. Da una pequeña reverencia y agrega―: Soy Fox, hijo del brujo Dr. Facilier. A su servicio, señora.

El chico celebra una pequeña victoria en su mente cuándo observa la mirada brillosa de la hada, ya que sabe de muy buena mano lo mucho que ella aprecia ese tipo de comportamientos; además de que, gracias a su padre, sabe de buena mano cómo tratar a las personas y que acciones son necesarias para atraerlas y gustarlas al mismo tiempo. Eso sí, con sus amigos es él mismo. A ellos nunca les ha mentido, nunca los ha engatusado como ha aprendido de su padre.

Con ellos puede estar tranquilo porque no tiene que fingir ser alguien mejor de lo que es.

El Hada Madrina le regala otra reverencia, encantada con su actuación. Sin embargo, todo eso se rompe con las sonrisas incómodas de sus demás amigos, por culpa de Jay que se ha fijado en la bonita princesa morena. Ha golpeado su hombro y dedica plena atención a la joven.

Ella no borra su sonrisa y sorprendentemente, parece fijarse en el atractivo del chico. Fox sabe que la imagen de su amigo no es desagradable a la vista, pero prefiere mil veces a su amigo Carlos; su aspecto pequeño le resulta arrebatadoramente tierna y por eso se promete a proteger su sonrisa como sea, a como dé lugar. Por esa misma razón vino a este lugar.

—Hola, bombón —dice como si tal cosa—. Me llamo Jay.

―¿Siempre tiene que ligar con todos? Es irritante. ―Escucha decir al bicolor bajo su espalda, porque ahora se esconde tras de sí, agarrado a las solapas de su chaqueta.

Lo deja estar, porque la señora mágica interviene entre ambos chicos para presentarse.

—Bienvenidos al instituto y cómo ya ha mencionado el joven Fox, soy el Hada Madrina. La directora, a vuestro servicio de la misma manera.

Entonces Jay se aparta y regresa a su sitio, al lado de Fox, quien ahora observa los alrededores en busca de una posible salida cercana por su misión. Entonces dedica una vista hacia atrás, justo en donde el chófer permanece tras de ellos con las manos cruzadas.

Llega a la conclusión de qué si quieren volver a casa, necesitarán el mando dorado. Todavía no está seguro de como lo conseguirán, pero tienen que encontrar la manera.

Fox ve ahora tomar cartas en el asunto a su amiga Mal.

—¿La misma del "Bíbidi bóbidi bu"? —pregunta sólo para confirmar y haciendo un gracioso movimiento con la mano arremedando a la varita que buscan.

Fox se siente impaciente, siente que alguien... o algo oscuro lo observa, pero no encuentra a la persona. Por un momento recuerda a la bruja de su corazón y tragando grueso, siente que le busca la mano de Carlos. Entrelazan sus dedos mientras se niega a abandonar la vista del frente; su mejor amigo lo conoce mejor que nadie (exceptuando a Mal) y sabe cómo calmarlo.

—Exactamente, ¡la misma! —El Hada Madrina alega, con alegría y por detrás, los chicos sonríen gustosos. Esos molestos príncipes.

Fox comparte una graciosa mirada con su amiga Nicolle, quién se revuelve un mechón de su cabellera negra y corta, al ver las intenciones claras de la hija de la rueca.

—Siempre me he preguntado que sintió Cenicienta cuando apareció de la nada con esa brillante varita —remarca esta última palabra y continua tras hacer una pausa—, y... claro, su cálida sonrisa. Y esa brillante varita... —vuelve a mencionar y Fox, colocándose el sombrero de nuevo en la cabeza, voltea los ojos diciéndose mentalmente que la chica es demasiado obvia.

Aunque no la culpa, no hay otra mejor manera de averiguar sobre el tema.

Al regresar la mirada y ver qué la mujer parece ser tocada por sus palabras dulces, Fox piensa en qué en este lado del mundo todos tienen heno en la cabeza. ¿De verdad pueden ser tan inocentes?

—Eso fue hace mucho —responde la señora, y Nicolle maldice por lo bajo. Fox le da una escueta mirada y ella le regala una de sus sonrisas que significan un "ups".

El Hada Madrina continúa hablando, sin dejar ver alguna información oculta de esa varita.

—Y yo siempre digo: "Si te quedas en el pasado, te perderás el futuro" —dice, haciendo un gesto exagerado con las manos. Se ve ridícula.

Aun así, no esconde su sonrisa al ver la expresión de la hija de Maléfica. Deben continuar con la actuación, hasta el final. Carlos sigue prendado de su agarre y entonces observa a ese chico alto, de cabello caramelo y ojos verdes. Se aproxima a sus amigos y a él con una "encantadora" sonrisa. Luce colores de vestimenta amarillos y azules, no es difícil saber de quién se trata.

Une sus manos sobre su pecho y se presenta.

—Es un placer conoceros al fin. Soy Ben. —A Fox le resulta interesante como ningún cabello sale de su lugar, a diferencia de por ejemplo, Carlos, quien parece ser dueño de una melena de león.

La chica morena de cabellos cortos pero alineados de una forma perfecta, aclara con rapidez. Muy cerca de este.

—El príncipe Benjamin. Pronto será rey —anuncia muy emocionada y mostrando una sonrisa de la que Fox teme que le rompa su rostro de marfil. Demasiada superficialidad.

Nicolle que está al lado de Jay como acostumbra, pregunta: ―¿Eres quién nos ha traído aquí? No sé si debería darte las gracias o... odiarte.

Jay y ella se ríen y Fox evita darse una palmada en la frente, aunque también se aguanta la risa. Ben parece algo incómodo pero su comentario se evapora con la rápida intromisión de Evie.

—Con príncipe ya me ha impresionado. Mi madre es reina, lo cual me convierte en princesa —señala, con gráciles movimientos y elegantes.

Sin embargo, la chica morena destruye su nube de sueños que apenas había comenzado a flotar. A Fox ya lo está irritando.

—La Reina Malvada no tiene estatus real aquí —la expresión de Evie decae poco a poco, y el joven brujo siente nacer una sensación oscura en su interior—, ni tú tampoco.

Es Carlos quien todavía manteniendo sus manos unidas, evita que haga algo estúpido que termine porque los echen de esta parte del reino. Sin pasar a mayores, Evie regresa con ellos y el tal Ben, presenta a la chica.

—Esta es Audrey. ―Poco expresivo, eso sí, con las presentaciones.

Ella se da prisa en corregirle, con dulzura fingida. Al parecer le gusta dejar en claro sus respectivos títulos. A Fox le duelen ya las mejillas por sonreír tanto.

—La princesa Audrey. Su novia. ¿Verdad, Bennyboo? —añade, agarrando del brazo al chico.

Pero el joven brujo comprende algo y parece que... ajá, al parecer el próximo rey de Áuradon no está del todo cómodo con ella. Quizás pueden usar eso a su favor en el futuro.

Acaricia con su mano libre la calavera de cuervo, pensativo.

—Ben y Audrey os mostrarán el lugar, chicos —menciona después la hada madrina, separando el agarre de ambos chicos de golpe.

Ha hecho espacio entre ambos y Fox admite que no es tan desagradable del todo. Porque es que parece que lo haya hecho aposta.

—Yo os veré mañana. —Se acerca un poco más a ellos, añadiendo—: ¡Recordad! ¡Las puertas de la sabiduría jamás se cierran! —Pero pronto se corrige con gracia señalando que la biblioteca se abre de las ocho de la mañana y que se cierra hasta las once de la noche.

―Soy quisquillosa con los toques de queda, ya debéis de saberlo.

―Sí, o sea... ¿De verdad no sentiste algo de pena por Cenicienta? ¿A quién le gusta que una fiesta acabe temprano? ―añade Jay, y Fox lo taladra con la mirada.

Pero la mujer se lo toma a risa y cuándo les da la espalda para marcharse, Fox se mueve sin pensarlo demasiado. Nota las miradas confusas de sus amigos encima de él, pero las ignora, incluso al quejido de Carlos por soltar su mano y detiene a la hada madrina.

Ella se detiene, sin borrar su amable sonrisa.

—Hada Madrina, una pregunta... ¿Si necesitamos algún consejo, o si queremos hablar con alguien de este enorme cambio en nuestras vidas podríamos recurrir a usted? —Trata de mantener una expresión tímida, y su tono de voz sale más dulce de lo que acostumbra.

Pero es todo parte del plan, debe engatusarlos a todos. Hacerles creer que es parte de ellos, hasta que... Bueno, sus padres dominen el mundo. Fox está emocionado por esto último.

Entonces da un respingo alto y claro cuándo la mujer lo agarra de los brazos, con fuerza, sabe que ha tocado su huella sensible. Sabe que ella ama ayudar y que ha hecho bien en mencionarlo.

—¡Por supuesto que sí, Fox! ¡Siempre las puertas de la dirección estarán abiertas para vosotros chicos! —agrega lo último a todos en general y ya se marcha dándole una cálida sonrisa, seguida de la geste de músicos.

Pasan por un lado suyo y a Fox no se le pasa desapercibido sus miradas cohibidas y temerosas, a excepción de uno. El que lideró el camino, de gafas. No parecía asustado... más bien curioso. De todas formas, se hunde de hombros y hace otro esfuerzo inhumano por no poner mala cara.

Regresa con sus amigos, quienes ya se encuentran hablando con Ben y Audrey. Su llegada interrumpe un intercambio de palabras entre la princesa morena y su amiga Mal, robándose la atención del príncipe Ben. Audrey cuelga de su brazo como si fuera un koala.

El príncipe le habla con tono regio, amable.

—Fox, ya me he presentado con los demás... Pero de verdad que es un placer teneros aquí en Áuradon, espero de todo corazón que vuestra estadía en este lugar cambie vuestras vidas. —Estrechan las manos, y el chico trata de no hacer caso al cabeza de cuervo que tiene por collar que parece, de repente, estrujarse contra su pecho con más presión.

—Créeme, berenjena... —El chico se ríe ante el apodo, al igual que sus amigos. Él continua, descendiendo el tono de su voz unas notas más graves—, estoy seguro de que así será.

Sus amigos y él comparten una mirada de complicidad, que se interrumpe cuando Ben da la maravillosa idea de dar una vuelta por los terrenos de la escuela.

—Ya era hora. Me están saliendo juanetes en los pies y dudo de que Carlos quiera después quitármelos —dice con gracia Nicolle, que se codea con Jay entre risas y el mencionado trata de ignorarlos, aunque también se ríe.

Entonces no tardan en comenzar el tour por la escuela. Nicolle se engancha a su hombro, Carlos se pega a Jay (aunque le dijo que quería ir a su lado) y Mal camina junto a Evie más cerca de Ben y Audrey. El futuro rey de Áuradon empieza narrar los comienzos de la historia de la escuela, y mientras caminan hacia una estructura formada por una estatuilla del rey actual, Nicolle le habla por lo bajo.

—Lo que has hecho con la madrina, ha impresionado incluso a Ben. Nos comentó cuando estabas hablando con ella que le emocionaba saber que no éramos como nuestros padres. ¿Sabes lo ofendida que me sentí? Es como si menospreciase todos mis intentos y logros por parecerme a ella.

Fox ve su conflicto de pensamientos y apretando su mano que sigue enganchada en su brazo, la anima. No le gusta ver a sus amigos tristes, nunca, nunca le ha gustado que hagan daño a las personas que más aprecia. Por ejemplo en la Isla, cuándo se enteraba de que le habían dado a Carlos alguna paliza (al ser el eslabón más débil) a escondidas, las personas involucradas no lo contaban. Porque por mucho que pudiera parecer, es fuerte. De muchas maneras.

—Es un príncipe con paja en la cabeza, no te dejes afectar por esas palabras, Nicky. Sabes bien que tu eres increíble y que, por mucho, estoy seguro de que llegarás más lejos que tu madre.

Ella lo niega, pero observa claramente esa sonrisa pequeña en sus labios.

Se asustan de pronto dando una vista hacia atrás cuando escuchan el grito de Carlos. Aparentemente se ha sorprendido al ver que la estatua de bronce del padre de Ben se ha transformado en bestia. Mientras se libera del agarre de Nicolle, no puede negar que es impresionante. Buen estilo, pero no de su gusto.

―Carlos, no pasa nada ―dice rápidamente Ben―. No tengas miedo.

Por supuesto, Fox habla antes de darse cuenta. Carlos siempre es su fibra sensible.

―A ver, es normal. Qué dé la nada esa estatua cambie así, sorprende a cualquier, vamos. ―Por suerte Ben asiente, dándole la razón.

―Bueno... eso es cierto, pero mi padre quería que su estatua se convirtiera en hombre, para recordarnos que cualquier cosa es posible. ―Audrey asiente ante sus palabras, igual de orgullosa que desde hace rato.

Pero Mal, como siempre, suelta sus comentarios juguetones. No puede aguantarlos.

—¿Pierde mucho pelo?

Sabe de inmediato que eso le ha caído en gracia a Ben, lo lee como un libro abierto y está seguro de que la presencia de su amiga pelimorada será una ventaja para ellos. Él responde con el mismo tono jugoso.

—Sí, mi madre no le deja sentarse sobre el sofá. —Ambos comparten una graciosa sonrisa.

Y Fox evita alzar los ojos al cielo por ver claramente qué está pasando por ahí en medio; en otras circunstancias... podrían llevarse bastante bien.

Seguidamente vuelven a retomar el camino, y mientras Jay deja a Carlos en el suelo para reunirse con Nicolle, aprovecha para reunirse con el pequeño dálmata. Los demás se lajean, pero ambos observan a esa estatuilla y a Fox le hace gracia ver que intenta imitar lo del príncipe Ben.

Al ver que no da resultado, muestra un mohín en los labios y el hijo del brujo se da prisa en revolverle el cabello. Sabe que está haciendo sentir bien a Carlos, pero no deja que vea la verdadera razón de sus acciones: Fox intenta ocultar su vista de la gente que los observan con miedo y asco. Muy diferente al respeto que merecían en La Isla y oh, dios, cómo la echa de menos.

—Anda, vamos, pequeño dálmata. 

Pronto se reúnen con los demás quienes ya se encuentran en el interior de la escuela, y se han detenido aparentemente en el recibidor. Jay intenta coger una flor, pero Carlos rápidamente se adelanta para golpearle la mano. Fox cruza sus brazos, negando ante sus amigos que parecen niños pequeños.

—¿Hay cosas mágicas aquí? ¿Cómo varitas y cosas así? —Mal habla y Fox pilla a Evie y Nicolle que cierran sus ojos, temiendo que pronto descubran sus reales intenciones.

Pero de nuevo, parecen no darse cuenta.

—Existe, claro, pero no se usa mucho. La mayoría somos comunes mortales ―explica Ben.

Mal no puede dejar pasar la obviedad del tema.

—Que resultan ser reyes y reinas. 

Sus amigos vuelven a reírse pero entonces a Fox se le ocurre algo ante la mención del príncipe.

—¿Y qué ocurre, por ejemplo con... algo que ya era mágico de por si? Como, no lo sé... ¿La Abuela Sauce de Pocahontas? ¿Ya no funciona o algo así? —Mal y Nicolle lo miran de forma extraña, y más teniendo en cuenta con lo especifico que ha sido.

Sin embargo, el dulce del Ben responde y Fox se muerde la lengua, ahora culpándose de que ha hecho algo similar como hizo Mal con el tema de la varita. Pero si no lo mencionaba ahora, no habría sabido como sacarlo de tema para después.

—Bueno... teniendo en cuenta que hay cosas a las que no se les puede arrebatar la magia ni aun queriéndolo, sí, todavía existen. Como la Abuela Sauce bien que has mencionado, ella siempre da buenos consejos.

Una sonrisa oscura se instala en el rostro de Fox, al estar más cerca de su objetivo especial. Logra ocultarla con la copa de su sombrero y aprovecha la intromisión de Audrey que intenta por cualquier modo recuperar la atención de su Bennyboo en ella.

—Retomando el tema de la realeza, ¡tienes mucha razón, Mal! —comenta, pasando un brazo de Ben por sus hombros—. Nuestra sangre real se remonta a siglos atrás. —Pero aquella cercanía no dura mucho cuando Ben se fija en un chico escaleras arriba, y separándose de Audrey, lo llama para que baje.

—¡Doug, baja aquí, por favor! —Pronto se reúne con él al filo de las escaleras, abandonando un poco a la chica morena.

Fox olvida el tema anterior, se acomoda mejor el sombrero, tratando de no mostrar lo cansado que se siente. La verdad es que la noche anterior no pegó ojo y todavía siente el toque de la bruja en él y de solo pensar sobre ello, o cómo su huella se siente ran real, se estremece violentamente.

—Este es Doug. —Ben regresa con ellos trayendo al chico, quien se muestra bastante nervioso ante todos. Al menos ayuda a despejar la cabeza del hijo del brujo por un rato—. Os ayudará con los horarios de las clases y os mostrará vuestros dormitorios.

Luego se junta con Audrey, prometiéndoles que se verán más tarde.

—Si necesitáis algo, no dudéis en... —Y rompiendo su trato amable, Audrey entra en escena de nuevo.

—¡Pedírselo a Doug! —Ben, Mal y Audrey comparten risas incómodas y momentos después, se encuentran a solas con el chico de gafas y uniforme de músico.

Lo reconoce de inmediato, es el chico que no mostró ningún miedo ante ellos.

Pronto todos sus amigos clavan su mirada en él y, este aclara su garganta y comienza a hablar, tratando de mostrar una seguridad que a leguas Fox sabe que no existe. Parece ser bastante retraído y tímido.

—Hola, chicos. Soy el hijo de Mudito. —Fox da una mirada divertida a Evie, por lo gracioso que es el karma—. Ya sabéis, el de Mudito, Tímido, Sabio, Feliz, Gruñón, Dormilón y... ¡Hi-ho! —Y entonces su mirada se cruza con su amiga peliazul y se le cae la baba.

Fox observa sus interacciones con una sonrisa, pensando en lo raro que se siente todo en general. Hace unas horas, vivían sus vidas normales en la Isla y se divertían en lo posible, ahora..., Ahora deben completar una misión o sus padres los matarán; al menos el suyo lo hará por seguro.

Evie entonces no tarda en usar sus encantos, para acercarse y presentarse. Nicolle murmura por lo bajo que tiene que dejar de ser tan facilona; obviamente siempre le ha preocupado que con esa actitud algún idiota de la isla se aprovechase de ella. Pero para eso, su grupo siempre se ha mantenido junto a ella y Fox siempre aparta (vamos, amenaza) a los que se le quedan mirando demasiado.

—E-ehm, vale. En cuanto a vuestras clases, ya he añadido vuestras obligatorias, además de unas extras. Son las siguientes... —continua hablando el chico, acompañado ahora de Mal y Nicolle que se acomodan en sus huecos libres, atosigándolo como buitres negros. Este dedica una mirada hacia ellas tres, y Fox asegura que nunca debe de haber tenido a tantas mujeres cerca.

»H-historia de Leñadores y Piratas, Reglas de Seguridad para Internet y uhm, —se interrumpe unos segundos cuando las chicas se acercan mucho más, lo hacen aposta—... In-Introducción a los Remedios Medicinales. 

Nicolle muerde un dulce guardado de antes y asiente cuando Mal pregunta si es una clase nueva. El chico, Doug, les da la razón. Lo que suponía también el joven brujo.

—Pues si que se toman molestias con nosotros —comenta Fox, atrayendo miradas y sonrisas burlonas.

—Vamos a buscar nuestros cuartos, chicos —dice, Mal, quien lidera al grupo hacia las escaleras de la derecha.

A Fox no se le pasa desapercibido la mirada indiscreta y embelesada que le dirige el hijo de Mudito a Evie, y cuando pasa por su lado (ya que es el último seguido de Carlos) lo asusta cuando Doug se atreve a tocarle y agarrarle del brazo. Cruzan miradas algo tensas, pero cuando siente la mano de Nicolle en su cintura, recobra la compostura y alza una de sus cejas, sin entender qué quiere el chico de él.

Parece perderse un poco en las nubes y no pensar cuando suelta: —Nunca había conocido a alguien que tuviera ojos de colores dispares como los tuyos, son...

Fox tratando de no dejar caer la sonrisa, termina la frase por el joven gafotas sabiendo lo que viene. Está acostumbrado, demasiado para su gusto.

—Lo sé. Desagradables, asquerosos, inhumanos y a veces demoniacos. —Sin embargo, Doug frunce su ceño, negando con la cabeza y sin quererlo, ajusta más su agarre en su brazo.

Fox aparta la sensación de mandarlo a volar.

—¡P-por supuesto que no, son increíbles! ¡Créeme, desde el Sombrerero Loco... nunca los había visto en otra persona! —Sintiendo algo de dolor en su brazo, Fox parpadea confuso, no esperando para nada aquella reacción.

En la Isla, solían decir que había nacido de una maldición o que la misma Parca lo había parido, y ahora..., Carlos se acerca para desenganchar sus brazos, totalmente celoso, y enroscar el suyo en el que antes sujetaba Doug. Sí, también llega a ser bastante posesivo el pequeño dálmata.

—P-perdón, no era mi intención... Ya sabes, así de la nada. —El hijo del brujo desatiende su aparente culpabilidad, haciendo como si nada.

Entonces, Doug esquiva su mirada y dice que sus cuartos están en la otra dirección. Fox se arrepiente de dejarse llevar por la efusividad de sus amigos cuando claramente no saben ni donde están parados. Baja la vista, desconcertado.

Todos comienzan a descender las escaleras, y aunque sabe que Doug lo está mirando no es capaz de devolver la vista. Entonces sigue a sus amigos para buscar sus habitaciones, siendo perseguidos por un Doug que trata ―seguramente― de no perderles de vista.








Primero dejan a las chicas en el suyo, y despidiéndose rápidamente ya entregándoles sus horarios, el hijo de Mudito los guía hasta el suyo propio, que por suerte no es muy distante de la de las chicas. Casos especiales, según Doug.

Abre la puerta que pone un cartelito en donde dice "Hijos de La Isla", y allí descubren un complejo adosado de tres camastros, cubiertos de telas azules oscuras. Bastante más cómoda que sus viejas habitaciones en la Isla, aunque Fox echa en falta alguna calavera o máscara kabuki de su padre. Los colores son bastantes apagados y eso es bueno.

—Espero que lo encontréis cómodo. Si me necesitáis para cualquier cosa, estoy por aquí cerca. —Da media vuelta para marcharse y entonces, por otro impulso, Fox se separa del pequeño dálmata quien se encuentra pidiéndose la primera cama central.

Jay ya se pone a pelear con él cuando alcanza a Doug en la puerta.

—Oye, hijo de Mudito —lo llama y este acomodándose las gafas, lo mira inquieto.

—D-dime. 

Fox da un golpecito a su sombrero, con gracia. Su padre suele hacer ese tipo de cosas cuando no quiere admitir que algo lo avergüenza.

—Lo de antes... lo que has dicho. No... ha sonado tan horrible, ¿sabes? —Al chico se le iluminan los ojos, tomando el no tan cubierto agradecimiento y despidiéndose con una sonrisa, sale corriendo escaleras abajo.

Fox se rasca la barbilla no sabiendo que ha hecho.

—¡Foxy, ayúdame! ¡Jay quiere lanzarme por la ventana!

Suspirando, deja de centrarse en temas tan banales como aquel y cierra la puerta de la habitación, diciéndose mentalmente que este día apenas comienza y que ya se encuentra realmente agotado. Espera que las próximas horas no sean tan tensas.

Después regresa su atención a sus amigos, lanzando su sombrero hacia el hijo de Jafar.

—¡Jay, abajo! ¡No seas un mal perro!

🎩💜. ELSYYY AL HABLA (!)
muchas gracias por vuestro apoyo, por guardaros la historia y por leer.

... recuerden que los comentarios son siempre bien recibidos y me hacen sentir muy bien.

tengo muchas ganas de que vean lo que les tengo preparado y además, ya que pronto va a aparecer priya. amo a mi pequeña, disfruten ;3.

... nuevamente, también dejo en claro que mi ordenador se ha roto y si no es por un familiar que me lo presta de vez en cuando, no podría actualizar. pido paciencia mientras consigo uno nuevo.

nos vemos pronto,
mis caracolas, wondergirl los ama.

🎩💜

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