𝙄𝙄𝙄. 𝙉𝙤 𝙤𝙩𝙝𝙚𝙧 𝙢𝙖𝙜𝙞𝙘

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Octubre, 1969

Se dedicó a guardar sin cuidado todos los papeles regados sobre el escritorio en su maletín, sin importarle que el costo de impresión no fuera barato, que de hecho ni había leído todos los contratos y que lo más probable era que su secretaria tuviera que llevarle todo de nuevo al día siguiente. Pero, ¿y qué? No estaría del humor para indicarle  lo que debía hacer, y mucho menos para aceptar que los retrasos en los procesos eran su culpa por completo.

Aún así, cansado por el trabajo que ni cumplía de manera eficiente para este punto de su vida, se disponía a salir temprano de la empresa. Pasó por los pasillos del edificio sin mucho tiempo de haber sido abierto, con el ceño fruncido sin notarlo, luciendo una cara de tan pocos amigos que esta llegaba a aumentarle al menos un par de años a su edad real y quitarle belleza. Una que ya no le importaba mostrar ni presumir, sinceramente.

Los trabajadores que se cruzaban con él durante el trayecto a la puerta, apenas y se atrevían a saludarle. Nadie se arriesgaba, porque no era como si el jefe alguna vez estuviera de humor. No lo consideraban un monstruo, pero lo cierto era que el hombre nunca dio señal de ser alguien precisamente amable.

—Hasta mañana, señor Kim— tras el saludo pasó de largo a la recepcionista, había asentido en su cabeza, si los demás no lo sabían no era su problema.

Cuando llegó a su auto solo inhaló hondo, se relajó en el asiento y encendió la radio porque a lo mejor un poco de música llegaría a calmarle el dolor de cabeza, la incomodidad, lo desganado que se sentía, ya no tenía más problemas que mencionar, sólo diría que todas sus penas en general.

Pero Seokjin sabía que la música no haría eso. Era completamente consciente de que si llegaba a mostrar una sonrisa auténtica en todo el día, solo podía ser debido al recuerdo de un chiquillo corpulento, que para este punto sería más un adulto, llegando a su mente. Tal vez no solo uno de ellos, sino más bien toda una serie de sucesos a modo de película que para simplemente admirar, le tomaba bastante tiempo que no tenía libre. No siendo el empresario entre comillas exitoso en el que se había convertido. 

Condujo lento, mirando cada que podía las calles a sus costados, con mujeres vistiendo faldas plisadas largas con niños de la mano, hombres de traje como él muy apurados por llegar a su destino, algún que otro joven universitario con sus pantalones acampanados, solo o acompañado de su mejor amigo.

Uno que a lo mejor caminaría avergonzado del otro, porque este le estaría señalando cosas en la calle, pidiendo su atención, siendo ruidoso, jugando. Uno como Jungkook, vamos, solo estaba pensando, nadie lo oiría lamentarse sobre cuánto extrañaba a su compañero aún años después de haberlo visto por última vez.

No había de quién esconderse, era libre dentro de su cabeza.

Seokjin soltó el aire cuando metió su automóvil a la cochera de su casa, para luego bajar y, por más de que el traje hecho a la medida no le apretara ni nada, sacárselo sin esperar un segundo más. Al menos el abrigo pesado sobre sus hombros, al menos aflojarse la corbata, al menos despeinarse el tan horriblemente ordenado cabello que llevaba todos los días. A veces simplemente tenía ganas de ser otro, uno que no tuviera tanto desprecio y resentimiento que creyera encontrar la solución en el desquite con las cosas más irrelevantes.

Amargado.

Una vez dentro de su bonita pero vacía casa, lanzó los zapatos a cualquier rincón. No esperaba recordar al día siguiente dónde los había dejado. Sería mejor si le servía de excusa no poder ir a trabajar porque no tenía calzado. Jin rió con nostalgia, ahí, ahí quedaba una pizca del antiguo él, juguetón y divertido pensando cosas que de ninguna manera sucederían.

Tiró la cabeza hacia atrás una vez logró estirarse sobre los muebles, sin importarle que su cuello tronara en el proceso. Rió fuerte de nuevo, forzado, pero al menos con una pequeña pizca de autenticidad.

¿Cuánto se reiría el chico que le gustaba si lo veía siendo así de ridículo?

Y ya, estaba en su maldita casa, privada, aislada, nadie le iba a escuchar pensar lo que había ocultado todos los años de su pasada juventud. Ah, tampoco estaba tan viejo. Cerca a los cuarenta no era viejo para nada.

—Claro que sí— se respondió solo, formando un puchero inconsciente en sus todavía pomposos labios, su mayor encanto según...

Jungkook.

—¿Por qué eres así?— lloriqueó.

No le gustaba él mismo, no al menos esa faceta burlona que, como ahora estaba tan descuidada por no tener amigos de quienes burlarse, lo hacía de sí mismo. De lo miserable que se sentía, de lo resentido que estaba sin razón, de su testarudez por seguir trayendo al muchacho a su mente en cada estúpida oportunidad que veía. No lo había superado, era la verdad.

Y Jin se quedó dormido, ni siquiera por el cansancio, sino por la tristeza. No le creerían ahora, pero tal vez en el futuro sería comprobado que aquel nivel de depresión llegaba a hacer estragos reales en la salud. Y la de Seokjin definitivamente no estaba bien.

Horas después no le extrañó despertar todavía cansado, así que solo se levantó para continuar la siesta pero arriba, en su dormitorio como cualquier persona normal que tenía una enorme casa vacía en desuso a falta de una familia, un inquilino...

Una pareja.

—¿Quieres seguir?

Bufó con fuerza, arqueando su espalda, apoyando ambas manos en sus caderas, terminando de despertar. Sin terminar de contestarse, porque aunque quisiera hacerse conversación, no llegaba a lograrlo. Quizá hasta el tener que hablar solo lo veía humillante.

Como veía todo en su vida para este punto, no porque realmente lo fuera, sino porque estaba ahogado, se había ahogado solo pero ya no le importaba salvarse.

Antes de acostarse en la cama, Seokjin cometió un error, para variar. Pero ya daba lo mismo, pues lo hacía todos los días. Eso de mirar a la única estantería del dormitorio, la que había mudado de la casa de sus padres, era una costumbre terrible. Mas esta vez no se levantó a hojear los manuscritos viejos y amarillentos, no. Solo les dio una repasada a los lomos cosidos desde su posición actual, con una mueca.

No escribía más, no al menos algo que no tuviera que ver con la empresa.

La mueca se transformó en una sonrisa cuando encontró la copa de vino a medio tomar de la noche anterior sobre su velador.

Ah, era malo seguir insistiendo en esos recuerdos tristes pero qué se le iba a hacer, Seokjin siempre había sido un niño raro. A lo mejor le gustaba sufrir recordando que, en aquellos días de juventud, justamente había empezado a escribir exclusivamente para Jungkook.

No faltó mucho para que se quedara dormido sentado sobre la cama, dejando la copa con contenido todavía, otra vez.

Al otro lado de la ciudad, mientras tanto, otro hombre guardaba sus cosas después de haber trabajado hasta tarde. Pero con una sonrisa en los labios, negando con la cabeza porque el muchachito que había visto llegar mirando por la ventana, acababa de irse con una chica, tras haberse dado un largo beso, ignorando su presencia obviamente.

—Gracias por tu arduo trabajo de hoy, Jeon.

Asintió agachando toda la mitad superior de su cuerpo hacia el rector, una corta reverencia de despedida antes de tomar su bolsa e irse, por el mismo camino que habían tomado los jóvenes de hacía unos momentos.

Los llegaba a ver desde su posición, de hecho, así que siguió sonriendo, con los ojos prendidos del cabello oscuro y lacio, el perfil con labios carnosos, el cuello largo y en sí de toda la figura esbelta del chico que seguramente no tenía más de veinte años.

Soltó una risita con vergüenza, desviando la vista por fin, dándose cuenta de que su cabeza estaba evocando una imagen que no coincidía con la realidad.

Estaba sorprendido de sí mismo, lo cierto era que su memoria era realmente buena, ¿no? Hasta lograba mostrarle al detalle la imagen del que joven también fue, pero que ahora ya no. Aunque bien tenía sus dudas, ¿qué tal si se veía igual que en aquellos años?

Jungkook estaba feliz porque tenía un mejor dominio sobre sus pensamientos, de las emociones no, pero una cosa compensaba a la otra. Sabía detenerse en el momento indicado.

Así que se respondió a sí mismo con normalidad.

Si se veía igual de hermoso entonces qué bien, mejor para su esposa. Y qué suerte la de sus hijos, con ese padre tendrían una apariencia que presumir. Bien por ellos, bien por la mujer.

Bien por Kim Seokjin.

Comenzó a toser cuando ya estaba cerca de casa, pensó que se debía a que había salido hasta muy tarde la noche anterior y seguramente ya había cogido un resfriado. Tendría que evitar quedarse mucho para la próxima, pero con tanto tiempo libre, Jungkook no sabía qué más hacer. 

O tal vez sí, y adicional a eso no era tanto el tiempo libre, la verdad. Pero Jungkook se estaba consumiendo de otra manera, sin descanso, ni siquiera cuando debería estar durmiendo.

Ni alcanzó a vestirse correctamente, cuando ya estaba saliendo de su hogar unos cuantos minutos después de haber llegado. Se agachó en las escaleras para atar los cordones de sus zapatillas y al erguirse de nuevo, tuvo otro motivo para sonreír. Su pantalón deportivo estaba sucio por haber tocado el suelo, al menos la parte de las rodillas lo estaba. 

—Perfecto— bufó con un cansancio que realmente no sentía, no era físico. 

No tenía que costarle tanto esfuerzo a su cerebro relacionar cada cosa que le pasaba con Jin, ¿verdad? Porque si fuera así, no pasaría tan seguido y eso sería una maravilla. Pero la época de arrepentimientos y tristeza había pasado, Jungkook quería creer que era bueno hasta superando aquellas cosas, no le afectaría.

Así que se permitió pensar durante toda su caminata nocturna, en lo gracioso que se veía su antes mejor amigo cuando traía polvo en sus pantalones de vestir, molesto y berrinchudo porque el pobre se caía siempre, solo para luego reírse y recibir de buena manera la risa de Jungkook también, aunque estuviera preocupado. Luego le desordenaba los cabellos y seguían su camino como estando seguros de que no volvería a suceder, aún cuando sabían que era parte de su rutina. 

En aquella vida que parecía tan lejana, al menos. Con un poco de magia, se atrevían a pensar, cada uno en su realidad actual, tan lejos del otro. 

No vivieron mucho, después de eso. 

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