01

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Al día siguiente en clase tuve que esperar a que fuera la hora del almuerzo para alcanzar a los chicos basquetbolistas. En el instante que el timbre sonó, estiré mi mano y toqué el hombro de Midorima Shintaro quien se sentaba frente a mí. Éste giró a verme con esos ojos verdes tan bonitos.

—Mi hermano me pidió que te entregara esto. —le doy el papel. Midorima lo recibe e inspecciona con la mirada superficialmente. —Necesita que se lo entreguen firmado mañana a más tardar.

—De acuerdo. Gracias. —dijo.

Esperé a que se retirara para ir con el otro chico que no salió a almorzar. Tuve que quedarme a unos metros lejos mientras varias chicas terminaban de invitarlo, él las rechazaba con tanta amabilidad que parecía enamorarlas un poco más. Una vez que se retiraron me puse enfrente de su banca para que notara mi presencia.

—Hola. —digo yo. El pelirrojo alzó su mirada de aquel libro, entonces se sorprendió.

—Nijimura. —me nombra. —¿En qué te puedo ayudar?

—Mi hermano me pidió que les entregara esto. —estiro mi mano para que tome el papel. Akashi al instante sabe de lo que trata y lo recibe. —Dijo que lo necesita para mañana, pero creo que hoy mismo les dará la indicación.

—Entiendo... muchas gracias. —asiente. Pero no me voy, tomo la silla del sitio de frente y la giro para sentarme y recargar mis brazos en su mesa. Akashi alza su ceja con algo de diversión.

—¿Es cierto que eres perfecto? —se me ocurre preguntar. Akashi ríe.

—Me agarraste desprevenido. —cierra su libro por completo. — ¿Quién dijo eso?

—¿Nunca oyes lo que las chicas dicen de ti? —me sorprendo. Él niega. —Son más obvias que Phineas y Ferb y me dices que no escuchas nunca lo que hablan.

—Me estoy asustando. —me regala una sonrisa tímida, no puedo evitar sonreír con su gesto.

—Pues... —desvío la mirada. —...dicen muchas cosas. Pero aquí lo importante es que los rumores dicen que sabes hacer de todo.

—Sé hacer muchas cosas. —asiente. Me recargo en el respaldo y me llevo un dedo a la barbilla para pensar.

—¿Sabes cocinar?

—Sí.

—¿Dibujar?

—No creo ser experto, pero mis dibujos son pasables. —asiente.

—¿Otro deporte que no sea baloncesto?

—No sé si cuente como deporte la equitación. —se recarga en el respaldo de su silla, pensativo. —Pero aun así soy de aprendizaje rápido, si me lo propongo creo poder lograr dominar lo que sea.

Alzo mis cejas, sorprendida.

—Eso ha sonado tan ególatra. —me burlo. Akashi sonríe. —Veo que los rumores son ciertos.

—Todos tenemos defectos, Nijimura. Nadie es perfecto.

—Ya, es fácil para ti decirlo. —observo la hora en el reloj de mi muñeca y me levanto de mi lugar. —Debo irme, fue un gusto hablar contigo.

—Digo lo mismo. —asiente. —La próxima vez podríamos hablar de ti.

—No estoy segura de eso. —regreso la silla a su lugar. —Nos vemos, Akashi.

—Hasta luego, Nijimura.








—¡Ya llegué!

—¡Bienvenido a casa, hermano! —grito desde el sillón de la sala. —En la cocina está la comida.

—Qué bien que cocinaste. Muero de hambre. —primero se acerca y besa mi mejilla, luego se retira a la cocina. Pasan unos cuantos minutos, llega y se sienta a mi lado dejando el plato con comida en la pequeña mesa de la sala. —Siempre es grato comer lo que preparas.

—Supuse que llegarías cansado y creí que sería mejor prepararlo a salir a comprar comida rápida. —le miro. —¿Qué tal te fue?

—Bien. Parece que esta nueva generación es muy talentosa. —pica la comida con su tenedor. —¿Qué tal tú con tu club de Voleibol?

—Horrible. —digo al instante. Bajo el volumen del televisor y me acomodo para mirar a mi hermano. —A comparación de tu club, parece que en el de voleibol todos se odian. Desde hace una semana a los de primero no nos dejan jugar, solo nos explotan con ejercicios y muchas están pensando en renunciar.

—¿Quieres que hable con la capitana? —alza su ceja. Yo me río.

—Sabes que le gustas. ¿No? Toda la escuela lo sabe. —niego. —Si hablas con ella estoy perdida. Está algo loca.

—Si te molesta mucho, dime. —pellizca mi mejilla dejándola roja. —Algo puedo hacer.

—No te molestes. —niego sonriente. —Ya estoy grande para poder resolver mis problemas por mí misma.

—Solo trato de facilitar tu estancia en la secundaria. Si te molestan o algo, me dices para yo ir a partirle la cara a quien trate de meterse con mi hermanita.

—Pues gracias. —digo sarcástica. —¿Mañana tienes el partido?

—Sí. Llegaré tarde, lo siento. —me mira arrepentido. Niego.

—No te preocupes. Mañana debo ayudar a la capitana del club a recoger lo necesario, así que de todos modos saldré tarde.

—Eso sí que es raro. ¿Tú ayudando?

—Es por turnos. Esta semana me toca a mí. —me encojo de hombros. —Se me hace una tontería, pero bueno.

—Sé la mejor, Naomi. —con su brazo rodea mis hombros para abrazarme. —Demuéstrale al mundo que tú sola puedes ganarle.

Me recargo en su hombro.

—Lo haré. El mundo será mío.

Como le dije a mi hermano, toda la semana salí bastante tarde porque la capitana terminó por dejarme sola a arreglar su desastre. Recoger balones, la red de voleibol, doblarla y guardarla y regresar los libros que tomó prestados para mostrarnos algo del cuerpo humano.

Entro a la biblioteca con cuidado de no tirar ningún libro y llego a la pequeña recepción donde se supone que debería estar una mujer recibiéndome, pero no había nadie.

—Grandioso. —digo sarcástica. Dejo los libros ahí y tomo un pedazo de papel para dejar una nota, el cielo ya estaba naranja y no quería llegar tan tarde a la casa o Shuzo se preocuparía.

"Dejo los libros que se usaron para el club de Voleibol." -Nijimura Nao.

—Perfecto. —el sonido de un movimiento llama mi atención. Respingo en mi lugar y miro alrededor, se supone que a esta hora nadie se queda en la escuela y mucho menos en la biblioteca.

Me pongo a temblar.

—¿H-Hay alguien? —llamo en voz alta asomando mi cabeza por uno de los estantes, no había nadie. —Mierda.

—Nijimura.

Grito como la chica que soy y me llevo el puño al corazón mientras me bajo en cuclillas a murmurar tonterías.

—¡No, por favor! ¡No hice nada, no merezco morir tan joven! ¡Las chicas feas como yo sabemos mal! —casi me salen las lágrimas, pero detuve mi comportamiento cuando escuché su risa.

—No creí que creyeras en fantasmas, Nijimura. —giro a ver a Akashi con los brazos cruzados, me miraba sonriente.

—¿Bromeas? —me limpio las lágrimas y me incorporo hasta su altura. —¿No has oído acerca del fantasma del tercer gimnasio? Dicen que puedes escuchar un balón botar, pero no hay nadie.

—Tonterías. —niega. —¿Qué haces tan tarde aquí?

—Oh... vine a dejar unos libros que usamos en el club. —señalo y hago un gesto de molestia. —Una pérdida de tiempo. ¿Para qué necesitamos saber las partes de nuestro cuerpo en un club de deportes?

—Es importante que conozcas tu cuerpo. —asiente él pasando por mi lado y tomando un libro. —Si tu capitán hace eso es porque es necesario.

—Ni siquiera nos dejan jugar. —niego. Sigo al pelirrojo hasta el fondo del pasillo, en una mesa se encontraban un montón de papeles esparcidos y libros abiertos. —Ahora que lo pienso. ¿Qué haces tú aquí?

—Termino lo que tengo pendiente. —dice él sentándose.

—Tienes mucho trabajo. —alzo mis cejas, le veo suspirar.

—Supongo que mañana también me quedaré a terminar esto. —se lleva las manos a la cara, frotándola.

Se veía algo estresado.

—¿Sabes? Yo ya terminé con mi tarea, si quieres puedo ayudar. —me ofrezco. Él niega.

—Mucho de este trabajo son de empresa, no creo que puedas ayudarme.

—Si me lo explicas puedo hacerlo y así terminar rápido. —me siento a su lado con la esperanza de que acceda. Nadie debía estresarse tanto por el trabajo.

Akashi lo pensó por un instante, pero terminó accediendo, estiró uno de sus tantos papeles para que le echara un vistazo y comenzó a explicarme.

—¿Ves esta fila? Necesito que compares estos números con las ventas de este mes. —busca otra hoja y me la muestra. —Por ejemplo, ves este número y éste y necesito que me pongas la cantidad de diferencia entre ambos y lo escribes a un costado. —va haciendo todo lo que me explica para darme el ejemplo. —Cuando termines de anotar todas las ventas del mes, al final aquí abajo necesito que sumes la cantidad para saber cuánto dinero fue el perdido.

—Eso es fácil. —tomo ambos papeles. Akashi asiente.

—Con que me ayudes con eso me basta. —me da su calculadora. —Gracias, Nijimura.

—No agradezcas. —niego. —Sé que harías lo mismo.

—Lo haría. —de eso no hay duda.

Nos quedamos en silencio alrededor de una hora, de vez en cuando el pelirrojo se levantaba e iba a buscar más libros, no solo hacía trabajo de la empresa, también trataba de terminar las tareas del mes.

Chico nerd.

—Chicos, lamento interrumpir, pero la biblioteca ya debe cerrar. —una señora se asomó a avisarnos.

—Muchas gracias, recogeremos esto y nos retiramos. —la sonrisa de Akashi era educada, la bibliotecaria accedió a su sonrisa y se fue.

—Mañana también vendré a ayudarte. —le digo. Él sonríe de lado.

—No es necesario que te quedes tan tarde por mí. —niega. Yo me río.

—Saldré tarde por el club, esta semana me tienen como sirvienta. Una vez que termine de recoger allá me vengo acá a ayudarte. —junto los papeles y los acomodo para que estén parejos.

—¿Tan malo es tu club? —él recogía los libros ordenándolos uno sobre otros.

—No he jugado nada desde que entré. —me río. Me causaba gracia. —En cambio tú ya eres hasta vice-presidente de tu club.

—Tu hermano puede hablar con tu capitán. —dice el pelirrojo. Niego al instante.

—Si mi hermano se mete, esa chica me odiará. —vuelvo a negar. —¿Sabes que está enamorada de él?

Akashi se ríe mientras caminaba entre los estantes para dejar cada libro en su lugar, yo lo seguía.

—No tenía idea.

—Claro que no, ni siquiera sabes los chismes de ti, mucho menos los de mi hermano. —me burlo. El pelirrojo me regala una sonrisa, guardaba el último libro.

—¿Tu hermano no te espera en casa?

—Tal vez. —me encojo de hombros quitándole importancia. —De todos modos, le dije que esta semana iba a salir tarde.

—Entonces ¿Qué me dices de ir a comer algo? —propone.

Me sorprendo y no tardo en sonrojarme un poco.

—¿Comer?

—Sí, no he tenido tiempo de almorzar nada y siento que me desmayaré en cualquier momento. —admite mientras peina su cabello pelirrojo hacia atrás, pero éste vuelve a caer sobre su frente. —¿Me acompañas?

—Claro que sí. No deberías saltarte el almuerzo, eso es peligroso. ¡Todavía tuviste club y todo! —exclamo.

—La próxima vez trataré de comprar algo para comer mientras termino las tareas de delegado de clase. —asiente. Doy un bufido.

—¿Tienes vida privada? Con tanto trabajo no sé cómo estamos hablando... —nos señalo. Él ríe.

—Mi vida siempre fue así, solo es cuestión de adaptarme. —el pelirrojo camina a la salida y le sonríe a la recepcionista. —Gracias.

—Que tengan una bonita tarde.

Salgo junto al pelirrojo de la escuela, el cielo estaba apenas en el crepúsculo. Supongo que llegaré de noche a casa.

—¿Tus padres no se preocupan por que salgas tan tarde? —pregunto yo cuando nos detuvimos en un semáforo. El pelirrojo me miró.

—Normalmente no. Siempre y cuando no esté perdiendo el tiempo. —admite. Eso sonaba tan triste.

—Lo bueno es que ir a comer no es un desperdicio. —me burlo atravesando la calle cuando era turno del peatón. Akashi sonreía a mi lado.

Fuimos a entrar a un pequeño restaurante de comida rápida. Por la actitud, el semblante y la forma tan profesional de hablar de Akashi, creí que era de los que comería en un restaurante súper fino, pero no.

—¿Comerás una hamburguesa? —digo sorprendida. Akashi recarga su barbilla en su mano para mirarme con diversión.

—Quisiera saber la impresión que tienes de mí.

—Una bastante buena. —admito.

—No olvides que también soy humano, soy un adolescente y que esta es la etapa donde nos atragantamos con la comida. —su tono de voz salió burlón.

—Lo tendré en cuenta. —asiento, algo apenada.

Akashi ya no tenía el saco de la escuela encima, ahora estaba solo con su camisa azul remangada hasta los codos.

—¡Akashi! —la voz de una chica nos sorprende.

Frunzo ligeramente el ceño al reconocer al chico moreno que la acompañaba, el famoso Aomine Daiki del equipo de baloncesto, también parecía sorprendido.

—Momoi, Aomine. No esperaba verlos por aquí. —responde el pelirrojo con una sonrisa educada.

—Si, bueno... Dai quiso venir a comer. —señala. Akashi asiente y me mira.

—Ella es Nijimura Naomi, hermana del capitán Nijimura Shuzo. —me presenta.

—¿Eres hermana del capitán? —repite Aomine horrorizado.

—¿Por qué tan asustado? No me digas que pensabas cortejarla. —se burla Momoi, pero cuando ve que no hay respuesta del moreno se asusta. —¡Aomine!

—¡Oi! ¡No dije nada! —se queja y sigue caminando. Momoi hace una reverencia.

—¡Nos vemos! —y va detrás del moreno para que no la deje.

—Eso fue raro. —señalo.

—Son buenos en el fondo. —anima. Ahora le miro a él.

—Mi hermano dice que eres muy bueno jugando baloncesto. ¿Qué dices al respecto?

—Que logro defenderme bien. —asiente. Yo me río por su respuesta. —Si no me crees, algún día puedes pasar a visitar a tu hermano y comprobarlo.

—Tenemos el club a la misma hora, no puedo. —niego, apenada. —Pero si algún día se da la oportunidad, iré.

—De acuerdo.

Y entre conversación y conversación, comimos durante un par de horas más.

Para cuando regresé a la casa ya era completamente noche y Shuzo me esperaba de brazos cruzados.

—¿¡Dónde estabas!? —es lo primero que me grita. —¡Una maldita cosa! ¡TU PU-TO CE-LU-LAR!

—Perdí el tiempo, tardé un poco más en la escuela y luego fui a comer algo por ahí. —acaricio mi brazo con nerviosismo. —¡Mi celular se descargó!

—¿¡Crees que eso me importa, tonta insensible!? —toma mi cabeza en su brazo y frota sus nudillos en ella. —¡Estoy furioso! ¡Creí que algo te había pasado!

—¡Basta, Shuzo! —me remuevo para quitar su agarre. —¡Me lastimas!

—¡Te lo mereces por lo que me hiciste sentir estas cinco malditas horas! —frota con más fuerza. —¡Sufre! ¡Mocosa! ¡SUFRE!

—¡SHUZO! —logro zafarme de su agarre y huir a mi habitación, antes de poder cerrar Shuzo entró azotando la puerta y se lanzó contra mí para hacerme una llave de lucha sobre mi cama.

—¡Estas castigada toda la vida! ¿Escuchaste?

—¡Sí, entendí! ¡Suéltame! —suplico. Shuzo hace lo que le pido y me suelta. Da un suspiro resignado y se sienta en mi cama.

—No sabes cuánto me preocupé.

—Lo lamento. —le miro. —No volverá a pasar.

—Más te vale si no quieres morir en mis manos. —amenaza levantándose. —Me meteré a bañar. Ya es tarde, duérmete.

—Prepararé mi bento para mañana y luego iré a dormir.

—Bien. —y entra a su cuarto. Yo regreso a la cocina para preparar lo que mañana me llevaría para almorzar. En ese instante se me ocurrió que podía llevarme dos bentos, uno para el pelirrojo y así no tenía que ir a comprar nada.

—Entonces manos a la obra. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro