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—¡Estás muy distraída! ¿Qué sucede contigo Naomi? —regaña Akiko. Cierro los puños mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. —¿Eh? ¿Naomi?

—Estoy bien. —limpio mis ojos con discreción. —Solo... estoy un poco ida. Perdonenme.

—Eh, no. No te preocupes. ¿No quieres descansar un poco?—pregunta la capitana.

Quería negarme pero siendo honesta no me sentía nada bien emocionalmente. Me siento en la banca junto a Masumi, recargo mis codos en mis rodillas y cubro mi rostro. El día de hoy Seijuro no me había hablado en lo absoluto y a la hora del almuerzo se fue con Fujimori al igual que a la salida, ella al parecer iría a verlo a la práctica como él le ofreció.

—...la envidio tanto. Akashi Seijuro es un muy buen partido, tan guapo y perfecto...—dice una chica a mi lado. Alzo la mirada rápidamente, era un grupo de primer año que están en el segundo o tercer grupo de volei.

—Se ganó la lotería. —dice otra. —Mira que tener de novio a un chico tan bello.

Mi cuerpo se levantó por inercia, llegué con ellas y respiré profundo.

—¿Quién tiene novio?

—Fujimori. —contesta una rubia de otro salón. —Este fin de semana por fin se hizo novia de Akashi. Son una pareja muy bonita. ¿No crees?

Novia de Seijuro..

Dejé de escuchar, y cuando me di cuenta, apresuraba el paso directo a la salida.

No puedes hacerme esto Seijuro.

Salí del tercer gimnasio y corrí directamente al primero donde se daba a cabo la práctica de baloncesto, no me importaba chocar con mis compañeros. Entré apresurada y para mi gran suerte, estaban descansando. Caminé más rápido al ver su cabellera pelirroja, estaba con Fujimori, ella le ofrecía una toalla para secarse el sudor.

Seijuro, por favor.

No pude evitarlo, lo tomé del hombro y lo giré, Seijuro se sorprendió pero antes de que pudiera decirme algo, lo besé. ¡Qué Seijuro se diera cuenta de que su otra parte estaba por abandonarme! Mi beso no duró mucho, el mismo Akashi me empujó lejos de su persona. Tropecé y caí de sentón en el suelo frente a él. Todos nos miraban con curiosidad.

—¿Qué crees que haces? —cuestiona. Se veía molesto. Más lágrimas se acumularon en mis ojos, Fujimori me ofreció su mano para levantarme pero no podía. No quería nada de ella, poco a poco se estaba quedando con lo único que me importa. —Dame un segundo, Aoi. —la llama por su nombre. —Levántate.

—¿Eh? —no me dio tiempo de preguntar. Seijuro tomó mi muñeca con brusquedad y me arrastró fuera del gimnasio. Daba grandes zancadas y por la fuerza de su agarre podía asegurar que mi gesto lo había molestado mucho. Llegamos a una parte apartada de la escuela justo detrás del gimnasio, Seijuro me lanzó contra la pared.

—Estoy harto de ti. ¿Te crees que mis órdenes son broma?

—¡Dijiste que esperarías a que fuera suficiente para ti! ¡Dijiste que no me preocupara porque solo era un estúpido contrato! Y ahora me entero que son novios.

Seijuro tomó mi mandíbula con fuerza, sus ojos brillaron con odio.

—No vuelvas a gritarme, no te creas tanto. —acerca su rostro al mío. —Y yo hago lo que se me plazca.

—No puedes hacerlo... Seijuro. Yo te amo. ¡No me dejes, por favor! —sollozo.

—¡Deja de repetirlo! —me grita. —Ahora mismo regresaré al gimnasio y no quiero que vuelvas a mostrarte frente a mí durante todo este tiempo. ¿Me escuchaste?

—Sei..

—¡Responde!

—Sí. —susurro con más lágrimas. Seijuro me suelta, quita polvo imaginario de su ropa deportiva y se va sin siquiera darme una mirada.

Lo estoy perdiendo.

Sin siquiera tener fuerza para moverme, resbalé hasta caer sentada. Me dolía el corazón, tenía que aceptarlo... quería que me amara. ¿Por qué es tan difícil?

Lloré ahí todo lo que pude, sollozaba en silencio y trataba de quitar mis lágrimas de vez en cuando. Supe que las prácticas habían acabado cuando el crepúsculo se presentó, tampoco tenía ganas de regresar a mi edificio pero un mensaje de texto me había llegado.

Lentamente tomo mi celular del bolsillo y lo leo:

"En la entrada de la escuela ahora mismo." -Seijurito.

—Sei... —mi corazón latió con fuerza. Limpio los restos de lágrimas y me levanto rápidamente para ir con él.

Su cabellera era muy llamativa y nadie más estaba cerca, apresuré el paso y llegué hasta su persona. Seijuro levantó la mirada de su celular para verme a mí, lo guardó.

—Aquí estás. ¿Por qué sigues con el uniforme de deportes?

—No he podido cambiarlo. —carraspeo la voz. Estaba ronca. —¿Querías hablarme?

—Sí. —dice él. —Quiero ser directo contigo.

Por favor... no me hagas esto...

Seijuro cortó un poco la distancia entre ambos. Se detuvo frente a mí y me inspeccionó con la mirada.

—Lo supuse. Él ya no te necesita tanto como antes. —murmura cauteloso. Mis ojos picaron, sonreí con ironía.

—¿Enserio vas a hacer esto? —mi voz se quiebra.

—No te alteres. —murmura neutro. —Admiro que estés trabajando duro para estar a mi nivel. Tal vez en un futuro te considere apta para mí.

—No sé si alegrarme.

—Pero por ahora las cosas cambiarán entre nosotros. —sus ojos heterocromáticos eran tan fríos. —No vuelvas a buscarme.

—Seijuro... —susurro.

—Eso era todo. Debo retirarme, Fujimori me espera para ir a cenar juntos. —dice mirando su reloj. Seijuro comienza a caminar directo a la calle.

—Seijuro... —camino detrás de él. —¿Esto es lo que en verdad quieres? ¿Alejarme de tu persona?

—Es lo mejor. —contesta sin voltear, al contrario. Sacó su celular y me ignoró.

—¿Ignorarás tus verdaderos sentimientos? ¿¡Me ignorarás en verdad!?

Busca un poco de dignidad, Naomi. —murmura en voz alta.

Detengo mi caminar viendolo atravesar la calle. Su comentario me había dolido. ¿No se supone que todo esto es por su culpa? Él comenzó a flirtear conmigo, él me enamoró, él fue el primer chico que me besó y fue con él mi primera vez.

Y ahora se aparta de mí.

Un estruendo al final de la calle.

—¡Cuidado!

Vi perfectamente como una moto iba en dirección a Seijuro. Mis piernas se movieron involuntariamente, atravesé la calle corriendo hasta él. —¡Sei! — y lo empujé. La moto quiso frenar pero de todos modos impactó contra mi cuerpo lanzándome unos metros lejos. Una mujer gritó y la gente se acercó.

Mi cabeza había recibido un fuerte golpe pero ese no fue el peor daño.

—¡Naomi! —escuché a Seijuro por detrás. Pero no lograba verlo con tanta gente a mi alrededor. Toda la gente comenzó a dar vueltas mientras las punzadas en mi cabeza aumentaban.

Me vi obligada a cerrar los ojos, sabía lo que estaba pasando... me estaba desmayando.

Maldición, al menos Shuzo no está aquí para regañarme...



</3



Lo siento tanto, Naomi. Espero que algún día puedas perdonarme.

Abro los ojos lentamente, parpadeo varias veces y suelto el aire acumulado. Me dolía la vida entera. Una enfermera se acercó y verificó que estuviera despierta.

—Llamaré al doctor.

Se fue de mi campo de visión, y mientras, yo trataba de recordar lo que había sucedido.

Seijuro estuvo a punto de ser atropellado.

El doctor entró minutos después y me revisó, luego sonrió ampliamente.

—Bueno, creo que ahora estas mejor. —coloca sus manos en los bolsillos de su bata blanca. —¿Tienes idea de dónde estás?

—Un hospital, supongo. —mi voz sale ronca.

—Deja entrar al chico y a la madre. —pide el doctor. La enfermera asiente y se va.

¿Chico?

Al instante mi duda fue resuelta, Akashi Seijuro entró por el umbral junto a mi madre que no paraba de llorar.

—Ahora procederé a explicar la situación. —dice el doctor mirándome. —Tuviste un accidente, una moto te golpeó. —comienza a explicar. —Tienes roto el fémur por dieciséis puntos distintos y te hemos puesto un clavo de acero en ese lugar.

Mientras el doctor hablaba yo miraba a mi madre; no creí que ella viniera hasta Kyoto por mí.

—...La buena noticia es que podrás volver a andar. —dice él. —La mala es que no podrás hacer deportes ni acciones arriesgadas.

Mi mirada cayó en Seijuro, estaba serio. Escuchando todo.

—¿Qué? —sale de mi boca inconscientemente.

—Me dijeron que practicabas voleibol. —dice el doctor con amabilidad. —Lo siento.

Mi corazón latió rápidamente.

Mi oportunidad... mi única oportunidad con él...

—Te podrás recuperar entre tres a seis meses y de vez en cuando debes hacerte radiografías para verificar que el hueso no ha cambiado de posición. —el doctor sujeta mi hombro dándome apoyo. —Lograrás salir adelante.

—Doctor... ¿Puedo hablar con usted? —pregunta mi madre con voz quebrada. El doctor asiente, me da una última mirada y sale del cuarto con la enfermera y mi madre detrás.

Miré a Seijuro directamente a los ojos, seguía sin decir nada. De repente caminó hacia mí.

—El solo saber que te lanzaste a salvarme me demuestra que te domestiqué bien. —habla neutro como si yo hubiera sido una mascota. —Me salvaste.

—Seijuro. —cierro mis manos estrujando las sábanas.

—Pero como ya te lo dije antes, solo había una oportunidad para que fueras apta para mí. Y ahora la perdiste por la obsesión de querer estar a mi lado.

—¡No fue una obsesión! ¡No iba a dejar que te atropellaran!

—Y a cambio de eso, fuiste tú la que perdió más. —sentencia. El típico nudo se creó en mi garganta pero con más fuerza, mi corazón bombeaba con dolor.

—Puedo sacar mejores calificaciones, puedo... puedo hacer otras cosas...

—Naomi. —me interrumpe. Hace un gesto de cansancio. — Ya no eres perfecta.

Sus palabras se clavaron con profundidad en mi ser, lo poco que me quedaba él lo estaba destrozando.

—Estás tú y luego un pedazo de metal. —niega con pesar. —En el fondo tenía esperanza de que pudieras ser suficiente para mi persona.

—No digas eso... —suplico.

—Este es el fin de nuestra historia, Naomi. —Seijuro se acerca a mí y se inclina, las lágrimas caen dolorosamente mojando nuestros labios. Me había besado una última vez con tanta suavidad que me dolía. Se separó y me miró neutro. —No vuelvas a buscarme.

—Seijuro ¡Seijuro! —grito al darme cuenta de que lo estaba perdiendo, lo poco que me quedaba de él, se alejaba de mí. —¡No me dejes! ¡Te lo suplico! ¡No puedo vivir sin ti!

Pero no me escuchó, ni siquiera miró atrás; Seijuro tomó la manilla de la puerta y se fue.

Y con él se fue mi corazón.

—Maldición... maldición... —susurro. Quito la manta de encima, estaba dispuesta a ir detrás de él pero mi madre y el doctor entraron en el momento en que iba a bajar de la cama.

El doctor pidió ayuda para que me regresaran, dos enfermeras me sujetaron contra la cama y mi madre acariciaba mi rostro para calmarme pero poco a poco las lágrimas caían una tras otra.

—Mamá... —la llamo en un susurro. —Mamá... Yo... ya no sé qué hacer. —cierro los ojos con fuerza. Su mano acarició mi cabello.

—Seguir adelante... es lo único que queda. —susurra.

Y ahora tragaré mi orgullo. Eres el único que amo, y estoy diciendo adiós.



</3



—Te sentirás mejor rodeada de gente nueva. —dice mi madre sonriente. Su mano acaricia mi cabello con delicadeza. —Esta nueva escuela te sentará bien.

—Gracias madre. —no logro darle una sonrisa sincera. —Me voy.

—Iré contigo.

—Sí.. —asiento.

Salgo de mi casa con la mirada en el suelo. Después de tres meses ahora no sabía qué hacer con mi vida, estando en el hospital se me ocurrió tomar varias jeringas y hacer un par de cosas con ellas. Desde ahí el doctor pidió que me mantuvieran observada, realmente ahora sentía mi vida vacía. Sin Shuzo, sin Seijuro. ¿Qué se supone que hago aquí?

Tres meses de terapia para poder volver a caminar, mi madre nos trasladó a Tokyo y aquí me quedé. No he querido saber nada más del pelirrojo, porque cada vez que me acuerdo de él me dan unas tremendas ganas de gritar.

Mi madre carraspea su voz.

—Shuzo me preguntó por ti. Se queja de que no quieres hablar con él y ha amenazado con venir a Japón a darte unos coscorrones.

—La última vez que hablé con él me gritó lo idiota que era en varias formas. —murmuro apagada. —No vendrá a Japón, padre sigue en el hospital.

—De vez en cuando no estaría mal que le hablaras. —termina ella por decir.

Llegamos a la entrada del nuevo instituto, todos vestían con el uniforme negro. Un color tan deprimente.

—Por favor, Naomi. No hagas nada estúpido, promételo. —me dice mi madre.

—Lo prometo. —mi voz apenas se escucha. Y con esa frase mi madre me dejó ir.

Entro al instituto a paso lento, todos hablaban entre sí animadamente, ignoraban a la chica nueva y lo agradecía.

Fui a la dirección escolar, ahí me dijeron mi número de clase. Iba a entrar casi cuatro meses y un poco más después del inicio escolar, por provenir de Rakuzan me aceptaron con mucha facilidad. Yo no pude ir por mis papeles y la verdad es que tampoco hubiera querido, no me despedí ni siquiera de mi equipo de volei.

Llego a mi aula y entro, varios me miraron al instante pero yo busqué un lugar vacío y me senté ahí. No hablé con nadie, no usé mi consola... solo me dediqué a estar ahí. Cuando el profesor llegó me pidió que me presentara y esa fue la única vez que hablé porque el resto de las clases no hice nada más.

Sonó el timbre que indicaba la hora del almuerzo, un par de chicas se acercaron rápidamente a mí.

—¡Hola! Si vienes de Kyoto es probable que no conozcas este lugar. —dice rápidamente.

—Toda mi vida he vivido en Tokyo, solo me fui al instituto de Rakuzan unos meses. —aclaro, mi voz estaba ronca y tampoco quería dar explicaciones.

—¿Por qué te fuiste? ¿Está muy difícil? —pregunta la otra chica. Hago una mueca.

—Debo ir a comprar algo. —me levanto de mi lugar.

No dejo que digan otra palabra y salgo de ahí. Camino por el pasillo lleno de alumnos de todo tipo, quería estar sola y qué mejor que en la azotea, fui directo a los escalones.

Sé que la intención de la chica era buena pero en el fondo yo no puedo superarlo, y lo mejor será ni siquiera recordar la razón por la que me fui.

Aunque sé muy bien por qué fue.

Abro la puerta y salgo al aire libre. Casi nunca he subido a la azotea de un instituto, alguna vez lo hice en Teiko pero muy pocas veces. El viento golpea mi rostro, mi cabello se movía en sincronía también, caminé hasta llegar al borde del edificio, desde ahí se veía toda la escuela.

—Muy alto. —susurro. Esta sensación de tener un vacío en el estómago era muy parecida a lo que sentí aquella vez con ese chico, justo cuando me dijo que nuestra historia terminaba ahí mismo.

Inclino el torso para asomarme a ver el fondo, siento vértigo pero ignoro aquella sensación. Quería acabar con el vacío en mi estómago...

Hazlo...

Hazlo.

Subo mi rodilla al borde, mi corazón latía con rapidez, reconocía el miedo que recorría por mis venas.

Estaba por levantarme por completo pero unos brazos rodearon mis hombros y tiraron de mí, di un chillido del susto mientras caía hacia atrás pegada al pecho de la persona que evitó que saltara.

—¿¡Qué rayos estás pensando, nanodayo!?

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, alcé mi mano lentamente y toqué la suya... sus dedos estaban vendados.

—¿S-Shintaro? —las lágrimas se acumularon en mis ojos. —¿Eres tú?

—No me equivoqué... —lo escucho suspirar. En ningún momento dejó de abrazarme.

Mis rodillas flaquearon, caí y él conmigo. Desde esa posición comencé a llorar aún con el peliverde dándome la espalda, él escondió su rostro en mi cabello.

—Qué idiota eres. —murmura por lo bajo.

Por fin me soltaba pero solo para darme la oportunidad de girar a verlo.

Está aquí.

Ni siquiera podía verlo bien, las lágrimas nublaron su silueta. Con mis manos temblando toqué su uniforme.

—Shintaro... Ayúdame por favor. —suplico. No bastó decir nada más, como si supiera que lo necesitaba a gritos, Midorima Shintaro me abrazó.

Y lloré como nunca lo había hecho, grité y me desahogué en su pecho. Lloré hasta que me di cuenta que si no me detenía, algo dentro de mí se iba a romper.

Su mano izquierda acariciaba mi cabello, no dijo nada solo me regalaba su presencia.

No supe cuánto tiempo pasó cuando por fin pude calmarme, el pecho me dolía horrible pero al menos ya me había quitado un peso de encima.

—¿Estás mejor? —le escucho hablar. Alzo mi mirada, había cambiado un poco más desde la última vez que lo vi.

—No. —admito.

—¿Qué haces aquí? Creí que estarías en Rakuzan. —su pulgar limpia mis lágrimas, las antiguas y las nuevas porque con solo hablar de ese tema, abría una vieja herida.

—Yo... yo... —me llevo la mano al pecho. —...ayúdame.

Hace una mueca de disgusto.

—No debí dejarte con él. —murmura con tristeza. —Estás más delgada...

—Shintaro...

—Estoy aquí, nanodayo. —y para mi gran sorpresa, besa mi frente. —Te llevaré a la enfermería.

—No... —niego. —Hay que quedarnos aquí un poco más. —suplico.

—Debes contarme muchas cosas, empezando el por qué querías lanzarte desde aquí. —frunce el ceño. Recargo mi cabeza en su hombro y respiro profundamente.

—Akashi me ha roto, Shintaro. No me siento igual... —murmuro por lo bajo. —Me he vuelto imperfecta... un pedazo de chatarra nada más.

—¿Qué dices? —exclama molesto. —¿Por qué dices esas cosas?

—Es la verdad. —admito. Me acurruco en su pecho. —Seijuro me abandonó. No pude ser lo que él quería y nunca podré ser suficiente...

—Naomi. ¿Sucedió algo grave?

—Todo, Shintaro. —más lágrimas. —Sin Seijuro a mi lado. ¿Qué puedo hacer?

—Eres estúpida. —me insulta. —No sé qué sucedió entre Akashi y tú pero deberás superarlo. Él no es bueno para ti, nanodayo.

—No digas eso... —susurro con tristeza. —Me duele.

—Es la verdad. —acaricia mi cabello. —Akashi no lo es todo y ahora que estás tocando fondo lo único que te queda es levantarte.

Separo mi cabeza y lo miro, Midorima acomoda sus lentes.

—Realmente estás aquí. —sonrío de lado. Mi primer sonrisa sincera desde hace meses.

—Claro que estoy aquí, nanodayo. De camino a la cafetería creí ver a alguien como tú y te seguí. Gracias a Dios que te alcancé, idiota. —regaña.

—Eres como un ángel. —bromeo. Shintaro rueda los ojos. —Siempre ayudándome. No me imagino por qué me sigues soportando.

—No eres tan mala como pareces, y mucho menos imperfecta. —Shintaro se levanta y me ofrece su mano. —Vamos, las clases van a iniciar en un par de minutos.

—No quiero dejarte. —niego. Tomo su mano y vuelvo a abrazarlo. —Por primera vez en cuatro meses veo un poco de luz gracias a ti.

—Solo serán unas cuantas horas luego te llevaré a tu casa. —esperaba que me separara con un "ya aléjate, nanodayo" pero al contrario de eso volvió a abrazarme. —Solo unas cuantas horas más.

—¿Por qué no estoy en su aula? Así me sentaría junto a ti como en los viejos tiempos. —susurro. Él sonríe.

—Me distraerías todo el tiempo con tus tonterías. Es mejor estar en aulas separadas.

—¡Qué grosero! —trato de parecer indignada pero no podía borrar mi sonrisa.

Y una vez más estaba llorando pero a diferencia de todas esas veces, esta vez lloraba de felicidad.

Me olvidé de ti y ahora vienes a sacarme de este agujero negro.

https://youtu.be/BmErRm-vApI

Di algo, me estoy dando por vencida. Seré la indicada si quieres que lo sea. 
A cualquier sitio, te hubiera seguido.... di algo, me estoy dando por vencida.

Y yo, me siento tan pequeña, no lograba entenderlo... no sé nada de nada. Y yo, me tropezaré y caeré... todavía estoy aprendiendo del amor, empezando a gatear. 

Di algo, me estoy dando por vencida. 

Perdóname por no poder llegar hasta ti. 

A cualquier lado, yo te hubiera seguido. 

Di algo, me estoy dando por vencida.










Y yo, tragaré mi orgullo... eres lo único que yo amo. 

Y estoy diciendo adiós. 

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