━━ 𝟑𝟖

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【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟹𝟾】


ADVERTENCIA:
escenas explícitas, leer con discreción


𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, 𝟏 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓓afne

𝐋𝐀 Ú𝐋𝐓𝐈𝐌𝐀 𝐂𝐎𝐍𝐅𝐄𝐒𝐈Ó𝐍 𝐃𝐄 𝐌𝐀𝐓Í𝐀𝐒 𝐀𝐑𝐑𝐀𝐒Ó 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐎𝐒 𝐏𝐄𝐍𝐒𝐀𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐇𝐄𝐑𝐄𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐄𝐍 𝐌𝐈 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄, mientras mi corazón latía con fuerza ante la intensidad del momento. La tensión entre nosotros resurgió con una fuerza renovada, envolviéndonos con un aura de deseo que llenaba el espacio entre nuestros cuerpos, como una corriente eléctrica que nos atraía irresistiblemente el uno hacia el otro.

En ese espacio cargado de deseo y anhelo, nuestros ojos se encontraron, reflejando la pasión que se agitaba en lo más profundo de nuestras almas. Por un breve instante, luché contra la irresistible atracción que sentía hacia él, como si contenerme un poco más fuera como un acto de penitencia por lo ocurrido con Isadora. 

Pero la atracción entre nosotros era demasiado intensa, casi como una fuerza magnética, irresistible y poderosa. Me aproximé lentamente a él, sintiendo el calor de su aliento rozar mi piel con una suavidad embriagadora. Cada centímetro que nos separaba se volvía una gran agonía, hasta que finalmente nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y ardiente.

En ese instante, el mundo exterior pareció desvanecerse, y nos vimos sumergidos en un torbellino de emociones que nos consumía a ambos, como un fuego voraz que amenazaba por devorarnos por completo.

El tiempo pareció detenerse, como si estuviéramos atrapados en un universo paralelo donde solo existíamos él y yo. Cada instante de aquel encuentro era una eternidad de placer, cada contacto de nuestros labios era una promesa de ardiente pasión por cumplir.

Sentí cómo una de sus manos encontró las mías y las atrapó con firmeza sobre mi cabeza, un gesto que envió un escalofrío de excitación por mi espalda. La intensidad del momento me dejó sin aliento mientras me entregaba por completo al torbellino de emociones que nos envolvían. 

Nuestras lenguas se entrelazaron en una danza frenética y cautivadora, explorándose con un deseo insaciable que parecía no tener límites. Cada caricia y cada roce avivaba el fuego que ardía entre nosotros. Y mientras la mano de Matías recorría mi piel con una lentitud exquisita, el calor que emanaba de su contacto me consumía por completo. 

Cuando un leve murmullo resonó desde las escaleras, nuestros pasos se dirigieron de manera instintiva hacia la habitación más cercana, que resultó ser la de Matías. Al notar que había dos camas, supuse que compartía la habitación con alguien más. 

La electricidad entre Matías y yo parecía palpitar con una intensidad única, como si una corriente invisible nos envolviera por completo, aumentando la excitación que fluía entre nosotros.

Al cerrar la puerta con el seguro, un silencio cargado de anticipación se apoderó de la habitación. Nuestros ojos se encontraron en un instante de complicidad, reflejando el deseo que ardía en lo más profundo de nuestras almas.

Sin pronunciar ni una palabra, avanzamos hacia la cama, donde nos estiramos juntos, acurrucados entre las suaves sábanas que parecían abrazarnos. Cada beso, cada contacto de sus labios con los míos, avivaba una llama aún más intensa, alimentando el fuego de la pasión que crecía entre nosotros. 

Con cada caricia y cada roce, el calor entre nosotros parecía intensificarse. Pronto, los roces apasionados dieron paso a unos toques más insistentes, que provocaron susurros entrecortados y gemidos suaves, alimentando la necesidad del momento con cada roce de piel contra piel.

Poco a poco, la ropa comenzó a sentirse como una barrera innecesaria que nos separaba. Con las manos temblorosas y una urgencia notable en nuestros movimientos, nos ayudamos mutuamente a liberarnos de esas prendas que parecían ahogarnos en aquel momento. 

Matías trazó círculos lentos alrededor de mi ombligo, sus dedos dibujando un camino tentador que me hizo temblar ligeramente con cada roce. Con cierta fascinación en su mirada, deslizó la mano hacia abajo, explorando cada centímetro de mi piel con curiosidad. Sus caricias eran delicadas pero provocativas, aplicando la presión justa para enviar oleadas de placer a través de todo mi cuerpo. 

Un gemido escapó de mis labios mientras mis caderas se arqueaban hacia su mano, buscando más contacto, más de esa deliciosa sensación que solo él podía provocar en mí. 

Él, incapaz de resistirlo más, deslizó dos dedos dentro de mí, encontrándome cálida y húmeda. Puedo notar como cada movimiento suyo parecía desencadenar una cascada de sensaciones placenteras que recorrían mi cuerpo, acercándome cada vez más al límite del placer. 

Bajo la mirada penetrante de Matías, me retorcía ligeramente, sintiendo como la excitación se apoderaba de mí por completo. Él comenzó a meter y sacar sus dedos, estableciendo un ritmo constante, haciéndome temblar por el anhelo. Me muerdo el labio inferior para sofocar los gemidos. 

Me sentía viva, liberada de cualquier atadura y completamente entregada al éxtasis del momento presente. La química entre nosotros era notable y cada gesto y cada susurro solo era para alimentar el fuego que ardía entre nosotros. 

Con cada gemido que escapaba de mis labios, sentía cómo el aire se cargaba con la intensidad de nuestra conexión, como una melodía que llenaba la habitación. 

Y entonces, llegó el momento culminante, cuando el placer alcanzó su punto álgido y me vi envuelta en una ola de sensaciones abrumadoras. Mi cuerpo se tensó, tembló y experimenté la liberación total de un orgasmo que sacudió mi ser por completo.

Solté un suspiro contenido cuando Matías se apartó ligeramente, dejándome sentir su presencia sobre mí. La cercanía de su cuerpo y su peso suave ejerciendo presión encima de mí desató una oleada de anticipación que recorrió mi piel.

Mis manos, temblorosas, pero ansiosas, comenzaron a deslizarse sobre su piel con avidez, como si cada caricia fuera una revelación, un descubrimiento de un territorio desconocido y fascinante. Cada centímetro de su piel era un nuevo paisaje por explorar, cada roce era una invitación al placer y a la intimidad compartida. 

Matías se apartó por un instante, su respiración entrecortada llenaba la habitación mientras buscaba algo en uno de los cajones. Cuando regresó, su mirada ardiente se encontró con la mía, cargada de deseo. Con habilidad, rasgó el envoltorio del preservativo y deslizó el condón por su miembro con destreza. 

Una vez listo, volvió a acercarse a mí con determinación, listo para continuar donde lo dejamos, pero esta vez con la precaución necesaria. 

Matías separó mis caderas con firmeza, su erección rozando mis pliegues con una intensidad eléctrica que me hizo estremecer. La fricción entre nosotros creó una oleada de calor exquisito, como si estuviéramos ardiendo juntos. Pronto, los sonidos de nuestros cuerpos chocando llenaron la habitación, mezclándose con sus gemidos y mis suspiros, creando una sinfonía de placer que nos envolvía por completo. 

El agarre de Matías en mi garganta se hizo real y se intensificó gradualmente, enviando varios escalofríos por todo mi cuerpo. Aunque no llegó a asfixiarme por completo, siento el dominio que ejerce sobre mí. Cada embestida es como un choque que reverbera en todo mi ser, una mezcla embriagadora de dolor y placer que me deja sin aliento y anhelando más. 

Siento como el mundo entero se desvanece a nuestro alrededor, dejándonos envueltos en una esfera de pasión y puro deseo. Cada roce, cada susurro y cada gemido era una melodía que solo nosotros dos podíamos escuchar. Nos entregamos el uno al otro, como si nada más importara en ese momento, excepto la unión de nuestros cuerpos y almas.

En ese instante, todas las dudas, los miedos y las preocupaciones se disiparon en el aire. Solo existía la ardiente conexión que compartíamos, una conexión que trascendía cualquier lógica y razón. 

Nos dejamos llevar por la corriente del deseo, permitiendo que nos consumiera por completo.






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