━━ 𝟑𝟗

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【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟹𝟿】


𝐯𝐢𝐞𝐫𝐧𝐞𝐬, 𝟐 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓜atías

𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀 𝐌𝐄 𝐒𝐄𝐍𝐓Í𝐀 𝐄𝐍 𝐏𝐀𝐙, pero no podía evitar que mi mente reviviera los momentos turbulentos de la noche anterior.

El beso con Isadora, una de las amigas de Dafne, había sido como un vendaval que arrastraba mis pensamientos en direcciones que prefería evitar. Intenté apartarme, consciente del terreno peligroso en el que nos estábamos adentrando, pero antes de que pudiera siquiera articular una palabra de advertencia, la rubia se lanzó hacia mí con una determinación que me dejó sin aliento. Y en ese instante, todo se descontroló.

Sentí cómo la incomodidad crecía dentro de mí mientras los labios de Isadora se encontraban con los míos. En ese instante, una voz interna clamaba por detener lo que estaba sucediendo antes de que fuera demasiado tarde. Pero, por alguna razón que no lograba comprender, me encontré incapaz de resistirme. 

Y después, cuando mi mirada conectó con la de Dafne, supe de inmediato que había cometido un grave error. Un error del que me arrepentía profundamente. El peso de mi descuido se posó sobre mis hombros con una intensidad abrumadora, inundándome con una sensación de culpa y preocupación. 

Vi la decepción reflejada en sus ojos, y supe que había defraudado a la persona que más me importaba en el mundo. Me preocupaba haber dañado lo que teníamos, haber roto la confianza que se había construido. La idea de haber sembrado dudas en su corazón me llenaba de angustia, y deseaba con todas mis fuerzas poder retroceder en el tiempo y corregir mi equivocación.

Pero luego, cuando presencié cómo Dafne le entregaba un beso a Juani, uno de mis mejores amigos, sentí una punzada de dolor atravesar mi pecho. Sin embargo, en medio de mi malestar por la situación, pude llegar a comprender su reacción. 

Creí comprender que, para Dafne, presenciar aquel momento entre Isadora y yo había sido un golpe duro. Podía imaginar el tormento emocional que debió de haber experimentado al ver a su amiga, quien estaba al tanto de lo que sucedía entre nosotros, lanzarse hacia mí sin vacilación. Aunque sabía que no tenía sentido enfadarme con ella, me encontraba sumido en una extraña confusión por las emociones que surgían en mi interior. 

Recodé también las palabras que Juani me había dicho antes de que llegaran las chicas. En aquella conversación, él me había asegurado que veía a Dafne simplemente como si fuera su hermana pequeña, o incluso como si fuera su mejor amiga. No sentía ninguna necesidad de enfadarme con Juani, sabía en lo más profundo de mi ser que él no me hubiera traicionado de la misma manera en la que Isadora lo había hecho con Dafne. 

Observé cómo Dafne se alejaba con rapidez después de aquel beso con Juani. Su rostro era un lienzo de emociones entrelazadas: sorpresa, dolor, quizás incluso un atisbo de decepción. Su huida dejaba tras de sí un silencio cargado de interrogantes sin respuesta.

Supuse que estaba lidiando con sus propios demonios internos, confrontando las emociones tumultuosas que se habían desencadenado en los últimos minutos. Llegué a pensar que incluso se estaba cuestionando sus propios sentimientos, sus expectativas y sus deseos. 

─ Tendrías que ir tras ella, boludo ─me dijo Juani con una calma que contrastaba con la firmeza de sus palabras. 

─ Pero... ─titubeé, sintiendo como la confusión y la preocupación me envolvían como un manto. 

─ Matías, necesitan arreglar las cosas. Ya mismo ─insistió Juani, su voz resonando con una determinación que era imposible de ignorar, sacándome de mi ensimismamiento inicial. Sabía que tenía razón.

Antes de que pudiera articular otra palabra, Pipe intervino también.

─ Juani tiene razón, amigo. Ve tras ella y solucionen las cosas. No hay tiempo que perder ─sus palabras resonaron con una sinceridad que no podía ignorar, recordándome la importancia de enfrentar los problemas para resolverlos lo antes posible. 

Caminé hacia la casa, sintiendo el peso de la mirada penetrante de Isadora sobre mí. Sus ojos parecían seguir cada uno de mis movimientos, como si estuviera esperando ansiosamente alguna reacción por mi parte. Sin embargo, tenía un objetivo claro en mente: encontrar a Dafne.

Sabía que no podía posponer lo inevitable. Era hora de enfrentar lo que había sucedido y tratar de encontrar una solución juntos.

Le dejé claro a Dafne que había cometido un error, que el beso con Isadora había sido simplemente eso, un error. Pero más allá de eso, me sumergí en la sinceridad más profunda y le confesé lo que había estado guardando dentro de mí desde que la vi por primera vez en la discoteca. 

Le revelé que ella había sido más que un pensamiento constante, que su risa resonaba en mi mente como una melodía y que cada una de sus pecas me parecía simplemente adorable. Fue un acto de valentía abrir mi corazón de esa manera, pero sabía que era necesario para que Dafne entendiera la profundidad de mis sentimientos hacia ella. 

La sensación de alivio y felicidad que inundó mi ser después de nuestra conversación fue como un bálsamo para mi alma. Habíamos logrado resolver nuestras diferencias, despejar las nubes de confusión que se cernían sobre nosotros. Era un nuevo comienzo para nosotros, uno lleno de esperanza y posibilidades. 

También nos habíamos entregado el uno al otro con sinceridad y amor. Aquel momento había sido más que mágico, había sido revelador; como si el universo mismo hubiera conspirado para que nos encontráramos y reconectáramos en un nivel más profundo. 

Puedo afirmar que me sentía completo de una manera que nunca antes había experimentado, como si cada pieza perdida de mi ser finalmente hubiera encontrado su lugar en el rompecabezas de la vida. Había algo profundamente reconfortante en la forma en la que nuestros cuerpos se abrazaron durante toda la noche, como si hubieran sido esculpidos para encontrarse y fundirse en un abrazo eterno. 

Ahora mismo, me encontraba acurrucado en la cama, siendo abrazado por las cálidas sábanas que me acogían con ternura. Con un movimiento suave, extendí mi brazo hacia el otro lado de la cama de manera instintiva, anhelando el reconfortante contacto del cuerpo de Dafne a mi lado. 

Sin embargo, en lugar de su presencia reconfortante, mis dedos solo encontraron el vacío que dejaba su ausencia. Mis ojos se abrieron de golpe, sorprendidos por la falta de su figura familiar a mi lado.

La habitación estaba envuelta en una penumbra suave, como si el mundo aún estuviera dormido y la luz del amanecer se tomara su tiempo para inundar cada rincón. Sin embargo, los primeros rayos del sol se filtraban tímidamente a través de las cortinas entreabiertas, proyectando una luz tenue pero reconfortante.

Mis ojos se posaron en Dafne, cuya figura destacaba por estar sentada en la ventana, siendo bañada por la luz dorada del amanecer. Una sensación de curiosidad y asombro se apoderó de mí al verla allí, con la mirada fija en el horizonte que comenzaba a despertar. Era como si estuviera absorta en la magia del momento, en la promesa de un día lleno de posibilidades y aventuras por descubrir. 

Permanecí en la cama por un momento, con los codos apoyados en la suave textura de las sábanas, observando a Dafne en silencio. Ella estaba vestida con los mismos pantalones cargo que llevaba ayer y un sujetador, sin rastro de su camiseta. 

La serenidad de su perfil iluminado por el sol era cautivadora, y una oleada de cariño me inundó al darme cuenta de cuánto ansiaba este tipo de momentos compartidos con ella. Dafne parecía absorta en sus pensamientos, completamente ajena a mi presencia, lo que me permitía apreciarla en su estado más natural y auténtico. 

Con pasos silenciosos, me acerqué a ella y la rodeé con mis brazos desde atrás. Sentí el calor reconfortante de su cuerpo contra el mío mientras la abrazaba suavemente, transmitiéndole mi cariño sin necesidad de palabras. 

Con delicadeza, aparté algunos mechones de cabello que caían sobre su rostro y me encontré con su sonrisa, radiante y llena de ternura. En ese instante, supe que estábamos en sintonía de una manera especial. Y movido por el impulso del amor que sentía por ella, me incliné para depositar un pequeño beso en sus labios. 

Durante los últimos días, había compartido con ella la belleza del amanecer a través de fotos enviadas cada día, como si fuera un vínculo que nos unía. Ahora, contemplar juntos el amanecer real era como la culminación de ese ritual, una experiencia compartida que nos conectaba en un nivel aún más profundo.

Juntos, contemplamos el amanecer que se desplegaba ante nosotros, con los primeros rayos del sol tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Fue un momento especial, compartido en silencio, pero lleno de significado, una forma de decirle que siempre estaría allí para ella, listo para enfrentar juntos todo lo que la vida nos deparara.






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