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【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺𝟸】


𝐯𝐢𝐞𝐫𝐧𝐞𝐬, 𝟐 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒


𝓓afne

𝐀𝐋 𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐑 𝐀𝐋 𝐀𝐔𝐋𝐀 𝐏𝐑Á𝐂𝐓𝐈𝐂𝐀, una sensación de asombro y emoción me invadió de inmediato.

La sala se desplegaba ante mis ojos en toda su amplitud, con paredes blancas que reflejaban la luz que inundaba el espacio. En el corazón de la habitación se alzaba una pasarela majestuosa, una estructura que irradiaba elegancia y poder. Rodeándola, varias filas de asientos se disponían meticulosamente, siguiendo la disposición exacta de una pasarela de moda real. Las luces estratégicamente colocadas proyectaban destellos vivaces sobre la pasarela, creando un baile de luces y sombras que infundía al lugar un aura de misterio y sofisticación.

Todo parecía diseñado para sumergirnos por completo en la atmósfera de un desfile de moda profesional. Cada detalle del aula estaba meticulosamente preparado, como si cada elemento hubiera sido colocado con precisión para brindar una experiencia inolvidable.

En contraste con los impresionantes escenarios profesionales que había pisado en el pasado, esta sala carecía del brillo y la ostentación típica de los desfiles de moda de renombre. Sin embargo, precisamente esa falta de ostentación era lo que la convertía en idónea para ensayar.

Aunque el ambiente no emulaba la magnificencia de un entorno profesional, sentí que estaba inmersa en un espacio donde podría nutrir mi pasión por el modelaje y el diseño, e incluso pulir mi técnica. Aquí, podría encontrar la libertad para explorar y desarrollar mi arte sin las presiones y restricciones que a menudo acompañan a los eventos de moda de alto perfil.

La ausencia de una audiencia expectante, aparte de los compañeros de clase y los profesionales presentes, infundía una sensación de calma y tranquilidad en el ambiente. Esta atmósfera nos concedía la libertad de sumergirnos por completo en la práctica, explorando cada paso y gesto sin la presión de miradas críticas.

De pronto, me invadió una sensación de satisfacción y plenitud. Quizás había sido por la camiseta de Matías que llevaba puesta, o tal vez era el resultado de todo el esfuerzo y dedicación que había puesto. Quizás era una combinación de ambos factores, pero lo cierto es que me sentía increíblemente bien al formar parte de esto.

Roxana nos presentó al diseñador o diseñadora profesional que se nos había asignado, y así fue como conocí a Pablo Ramírez.

Con una edad cercana a los treinta años, Pablo irradiaba una atrayente combinación de confianza y elegancia. Sus ojos claros destellaban con una chispa de creatividad, mientras que su cabello oscuro, perfectamente peinado, añadía un toque de sofisticación a su apariencia. Su sonrisa amistosa y su mirada penetrante revelaban una personalidad segura y carismática que resultaba sumamente cautivadora.

Desde el primer momento en que nos conocimos, su energía positiva y su pasión por el mundo de la moda se hicieron evidentes, creando una conexión instantánea entre nosotros. Era evidente que estaría en buenas manos con Pablo, y su presencia prometía una colaboración emocionante y productiva.

Nos sumergimos en una conversación animada que parecía fluir sin esfuerzo, explorando diversos temas relacionados con el arte del diseño y el fascinante mundo de la moda. Pablo demostró ser un interlocutor apasionado y perspicaz, compartiendo sus conocimientos y experiencias con una generosidad que no pasó desapercibida.

Entre risas y charlas, Pablo no escatimó en halagos hacia mi habilidad por el diseño, lo cual inundó mi corazón de un inmenso orgullo y motivación. Sentir el reconocimiento de alguien tan talentoso en la industria era un verdadero honor que impulsaba mi confianza en mis capacidades y en mi camino en este mundo.

Mis ojos se iluminaron al contemplar la fotografía de los pantalones acampanados de un vibrante color marrón. La tela parecía tener vida propia, y el top que adornaba la prenda lo convertía en algo verdaderamente especial. No pude evitar sentirme emocionada ante la perspectiva de lucir ese atuendo en la pasarela.

Al observar el diseño, no pude evitar notar la sorprendente similitud con el boceto que había creado yo anteriormente. Era como si mis trazos hubieran cobrado vida en las manos expertas del diseñador, dando lugar a una obra maestra que reflejaba mi visión de manera casi perfecta.

Pablo también compartió conmigo los detalles del maquillaje y el peinado que complementarían mi atuendo. Optó por una apariencia que era a la vez simple y sofisticada, con un maquillaje que realzaba mis rasgos naturales y un peinado que confería un toque de elegancia desenfadada a mi cabello. Cada detalle estaba meticulosamente planeado, haciéndome sentir segura y confiada.

Después de horas de práctica intensiva, el agotamiento comenzaba a pesar en cada fibra de mi ser. Los músculos fatigados clamaban por descanso, pero sabía que este sacrificio era necesario, sobre todo teniendo en cuenta que el gran día del desfile estaba a la vuelta de la esquina.

A lo largo del día, los diez alumnos elegidos recorrimos incansablemente la pasarela una y otra vez, absorbiendo cada consejo y corrección con atención mientras Roxana y los diseñadores asignados, en mi caso Pablo, guiaban nuestros pasos con sus comentarios expertos. A medida que transcurrían las horas, sentía cómo mi confianza se fortalecía con cada paso que daba. Después de todo, desfilar era algo que no me resultaba ajeno; era un terreno que había recorrido antes, y estaba segura de que podía enfrentarlo con gracia y seguridad una vez más.

Sin embargo, a pesar de mi experiencia previa, un leve cosquilleo de nervios seguía presente en mi interior. La incógnita de cuántas personas asistirían al desfile me mantenía inquieta, y la idea de una audiencia desconocida, observando cada paso que diera, era tanto emocionante como aterradora.

Y luego estaba la presencia de Matías, flotando en mis pensamientos como una sombra persistente. Saber que estaría entre el público agregaba un matiz de ansiedad adicional a mi estado de ánimo. No podía evitar preguntarme qué pensaría él al verme desfilar, y esa incertidumbre me hacía sentir un nudo en mi garganta.

─ Dafne, desfilás re bien. Se nota que tenés práctica ─me dijo Pablo con una sonrisa, acercándose a mí mientras descendía de la pasarela, evidentemente, sacándome de mi ensoñación.

─ Y... sí, tengo un poco de experiencia, así que supongo que eso suma ─respondí con una sonrisa, tratando de mantener la modestia.

─ ¡Claro que sí! Tenés una onda re natural y una presencia que me encanta ─soltó, con un brillo travieso en los ojos. Levanté una ceja mientras lo miraba, preguntándome internamente si había un doble sentido en sus palabras.

─ Gracias, Pablo. Sos re dulce, se agradece lo que decís ─respondí, intentando desviar la conversación hacia lo profesional.

─ Solo digo la verdad. Estoy seguro de que mañana vas a brillar ─añadió con una sonrisa coqueta, desviando la mirada con una pizca de misterio.

Pablo se alejó para entablar conversación con otros diseñadores, dejándome a solas. Aproveché la pausa para sacar mi móvil y desbloquearlo, con la esperanza de encontrar un mensaje de mi madre. Sin embargo, al abrir el chat, mi corazón se hundió al ver el icono de visto sin ninguna respuesta. Un nudo se formó en mi garganta, una mezcla de decepción y soledad que parecía apretar con fuerza.

La ausencia de su respuesta me recordó dolorosamente la distancia física que nos separaba. Mi madre estaba en España por motivos de trabajo, y la distancia parecía insalvable en momentos como este. La sensación de soledad se intensificó al recordar que no tendría a mi madre a mi lado para brindarme su apoyo en persona.

Sin embargo, me esforcé por mantener la calma. Sabía que debía concentrarme en el desfile y dar lo mejor de mí misma, aunque mi madre no pudiera estar presente físicamente.



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𝐂𝐄𝐑𝐑É 𝐋𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐑 𝐔𝐍 𝐈𝐍𝐒𝐓𝐀𝐍𝐓𝐄, tratando de contener los nervios que me invadían. Mis pasos resonaron en el pasillo de mi casa mientras caminaba de un lado a otro, sintiendo el peso abrumador de la anticipación aplastar mi pecho.

La incertidumbre se cierne sobre mí como una sombra, y la ansiedad me consume desde adentro, como un fuego que amenaza con consumirme por completo. Necesito desesperadamente un momento de calma, un respiro en medio de la tormenta de emociones que me abruma.

Decido dirigirme a la terraza de mi habitación, buscando el refugio tranquilo que sé que puedo encontrar allí. Al llegar, inhalo profundamente el aire fresco de la noche, dejando que llene mis pulmones y calme mis nervios. Enciendo un cigarrillo y observo cómo el humo se eleva en espirales hacia el cielo estrellado, envolviéndome en una nube que parece disipar parte de la tensión que siento.

Mis pensamientos vagan hacia mi padre, cuyo recuerdo aún palpita en lo más profundo de mi corazón, como una luz tenue que ilumina mis momentos más oscuros. Su presencia, aunque ausente físicamente, me reconforta en los momentos difíciles como este, y recuerdo su amor incondicional y su apoyo constante.

Mi mente también se dirige hacia mi madre, que se encuentra muy lejos, en España, por motivos de trabajo. Un sentimiento de nostalgia y tristeza me embarga al recordar su ausencia en un momento tan crucial para mí. Me pregunto si estará pensando en mí en este preciso instante, si sentirá el mismo hormigueo de nervios que recorre mi cuerpo.

Y Matías también se cuela en mis pensamientos, trayendo consigo los recuerdos de nuestros momentos juntos: sus besos, sus abrazos, su risa contagiosa. La calidez de esos recuerdos me reconforta de alguna manera, como un abrazo que me infunde ánimo y fortaleza.

Mientras el humo del cigarrillo se desvanece en la noche, me encuentro perdida en un mar de pensamientos, anhelando desesperadamente encontrar la calma que parece estar esquivándome.






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💌nota de la autora:
imagen generada por ia de pablo ramírez y dafne hildebrandt

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