2.- Segundo final

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Las aves cantaban acompañadas del sonido del viento meciendo las hojas de los árboles, creando un relajante ambiente en el oscuro dormitorio del joven Yugi. La habitación estaba únicamente iluminada por la luz de un móvil, en cuya pantalla se mostraba el día y la hora: 15 de agosto, a las 12:38 ponía.

Y él temblaba. Todo el cuerpo de Yugi Amane se agitaba con una terrible ansiedad, culpa de un terrible sueño en la noche. Apagó la alarma bruscamente y respiró profundamente. Tuvo un sueño. Solo un sueño. Uno muy real.

Se vistió con las mismas prendas que aparecieron en su sueño: La camiseta azul y los vaqueros marrones. Se preparó un poco y bajó las escaleras, encontrándolo todo exactamente igual que en su sueño y logrando preocuparlo. Tomó el paquete de galletas y observó a su hermano menor. Él veía ese programa que tanto le gustaba, con el que también había soñado.

Tsukasa escuchó el crujir de una galleta. Al voltear, encontró al mayor con la mirada perdida en el televisor. – ¡Buenos días Amane! ¿Quieres verlo conmigo?- Preguntó con su habitual inocencia.

-Buenos días...- Saludó y se quedó unos segundos en silencio. – Voy a salir un rato- Comentó para ir a la entrada y ponerse sus zapatos.

-Okky, ¡Hasta luego!-

El mayor de los hermanos salió de la casa apresurado. Era un día soleado y hacía un calor abrasador. Corría entre las calles, atrayendo miradas curiosas.

Llegó al parque. Yashiro se encontraba sentada en el columpio, acariciando un gato negro callejero usando un vestido rosa y blanco. Justamente como en su sueño.

En su mirada rubí se percibía nostalgia, tal vez tristeza. Estaba rodeada por un aura depresiva, que desapareció cuando vio a su mejor amigo. – ¡Amane-kun!- Saludó agitando la mano.

Él se acercó despacio a ella y se sentó a su lado, en el otro columpio con la mirada baja. – Hola, Yashiro...-

-¿Pasó algo?-

-Tuve una pesadilla- Recordó, apretando su agarre en las cadenas metálicas que sostenían el columpio. – Seguro que se debe al calor del verano- Terminó sonriendo, ocultando su mal presentimiento.

-¡Seguro!- Devolvió la sonrisa. – Últimamente hace demasiado calor. Es horrible... ¡Por eso odio el verano!-

-Pero es la mejor estación para ir a la piscina o a la playa- Dirigió su mirada al cielo. – Sería genial si vamos algún día de estos-

-¡Cierto! Debemos quedar todos para ir a la playa pronto. Kou-kun, Mitsuba-kun, Aoi-chan... ¡Ah! No podemos dejar que Tsukasa-kun intente atrapar cangrejos otra vez o le picarán de nuevo- Rio ante el recuerdo.

La risa se le contagió al pelinegro, quien logró relajarse un poco. Pero no duró mucho. A los pocos segundos, el gato saltó al suelo y corrió hasta la calle más cercana.

-¡Ah! ¡Neko-chan!- Exclamó Yashiro

La peliblanca pegó un brinco y bajó del columpio para correr tras el gato, aunque no pudo continuar. Amane agarró su muñeca antes de que ella se escapase tras el gato. – Creo que deberíamos regresar-

-¿Mmm? Aún es temprano-

-No importa... Por ahí no...- Rogó con ojos suplicantes, temeroso de que su sueño fuese una premonición.

-Está bien- Aceptó dudosa.

Caminaron tomados de la mano hacia otra calle. Un tacto cálido que tranquilizaba al de mirada ámbar y alegraba a la de ojos rubí. Entrelazaron sus dedos bajo un cómodo silencio, tan solo escuchando a las cigarras cantar, disfrutando de la compañía del otro.

Llegaron a la calle de al lado. Todos observaban un solo punto: El edificio sobre sus cabezas. Algunos miraban preocupados, otros interesados. Pero entre todas las personas que había con la boca abierta, nadie pudo gritar.

Yashiro dirigió su mirada a donde los demás. Su expresión de terror no tardó en aparecer. Reaccionó empujando a Amane hacia un lado, provocando que este cayese al suelo, asustado, perdiendo ese agradable tacto.

Y todo pasó sin darle a Yugi tiempo para reaccionar. Vigas de metal cayeron desde lo alto de ese edificio y se clavaron en el suelo, provocando un fuerte ruido. Una de ellas atravesó a Yashiro por el estómago. Ella cayó sobre el concreto de la acera, mientras un charco carmesí se formaba bajo ella. El pelinegro solo observó sentado en el suelo, bloqueado y aterrorizado.

-Esto no es una broma- El calor del verano se burlaba de él con una sonrisa.

Y el ruido se extinguió en el calor del verano. Cada murmullo, sirena y flash de cámara desaparecieron, dando paso al final. Pero Yugi Amane podía jurar una cosa: En el rostro de Yashiro Nene había una sonrisa.

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