Capítulo 5

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20 de abril de 2020
Park Jimin

Al día siguiente volví a sentarme donde usualmente lo hacía, aunque sino quería que el imbécil de Tae me volviera a hacer una de sus malas jugadas tendría que cambiarne de sitio. Opté por sentarme en la silla de en frente, aún no llegaba nadie por lo que no habría problemas.

En el instituto desde que puse un pie en las escaleras de las afueras, comenzaron a observarme con risas consumidas.

Tal parecía que lo de ayer no se olvidaría tan rápido como lo esperaba. Aunque me sentía algo bien de que el director mandara a quitar todas las fotos que se encontraban esparcidas con mi rostro por los pasillos escolares.

Entró como siempre el profesor Ben, detrás tres alumnos más. Su típica gran sonrisa que odiaba tanto se hizo presente para ordenar a sacar el libro de literatura y mandar a sentar a los que aún se encontraban de pie.

¿Por qué todos en esta aula eran felices excepto yo? O al menos parecían serlo cuando les mirabas.

Un tacto en mi hombro me sacó de mis pensamientos. La mano que sostenía mi barbilla ésta vez tocó la mesa y giré mi rostro al chico alto de cabello rubio que estaba en frente de mí.

–Creo que estás en mi asiento—. dijo en voz baja mientras sostenía la silla con delicadeza.

–Nadie tiene puestos fijos—. corrí la mirada al suelo para tomar mi mochila y ponerla encima del pupitre. La abrí, saqué mis lápices y el libro de literatura.

Pude notar que el chico de antes aún seguía a mi lado y no dejaba de mirarme, aunque eso lo sabía pues con el rabito del ojo le espiaba. Además de la presión que sentía encima de mi.

–¿Ya me das mi asiento o se lo pido al Señor Ben?

–Haz lo que quieras, no me pararé de aquí.

Con una mirada al profesor de aquel chico, el señor Ben se acercó a nosotros. Paró al lado de rubio y dió un sutil golpe en la mesa.

–Señor Park, He esperado cinco minutos para comenzar mi clase, y sobra decir que el culpable es usted. Por favor, devuélvale el asiento a su compañero antes de que tenga que mandarle a detención.

–Pero...

–Pero nada—. alzó su voz. Todos en el aula me comenzaron a observar mientras el rubio solo se quedaba de brazos cruzados mirándome fijamente.

Su frente tenía grabado un: “me hubieses hecho caso desde el principio”.

Paré del asiento con mal genio para volver al lado de Tae, mis torpes pies tropezaron con los del rubio y caí al suelo. Tae comenzó a burlarse nuevamente por el tema de ayer, añadiéndole mi estúpida caída, que estaba seguro que había sido intencional por un rubio enfadado.

Las risas sin compasión se adueñaron del salón, y el suelo se comenzó a llenar de papeles que tiraban encima de mi cuerpo, seguido de algunos lápices y gomas.

—Por favor, alumnos. Estamos en medio de una clase. —protesto el profesor, aunque no consiguió nada con eso.

El rubio se agachó.

Todas mis cosas se encontraban esparcidas por el salón, por lo que comencé a recogerlas,  notando que en las manos de éste se encontraba el libro de la biblioteca.

–Creo que esto es mío—. se lo arrebaté y solo me miró serio—. Gracias por todo lo que lograste. Te mereces un gran premio.

Trató de hablar pero no quise escuchar sus palabras. Salí de aquella aula mientras mis ojos se encontraban cristalizados y limpiando mis lágrimas caminé directo al baño, tirando todas mis pertenencias nuevamente al suelo.

Miré en el espejo y toda mi pintura estaba corrida. Me veía mucho peor que antes, aunque siempre me he visto como una mierda.

Agaché y busqué por toda la mochila una cuchilla, volviendo a mirarme al espejo mientras mantenía la vista fija en mis pupilas, pasando el fino filo por mis brazos y antiguas heridas que aún no cicatrizaban.

¿Por qué está era la mejor reacción a lo que acababa de pasar?

Ardía, lo hacía y mucho. Una herida con  incontrolable cantidad de sangre brotando por todos lados. Lo sentía, podía salir de mi piel y vida con tan solo una sola cortada, bien profunda.

Dejé caer al suelo mi cuerpo mientras que con mi mano sana aguantaba el sangrado reviente, haciendo que doliera menos, pero una vez mis lágrimas le tocaron, se sentío mucho peor.

Dejé de sentirlo.

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