Parte 11: Stunning 1/2

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Yoongi observaba la espalda del bonito chico rubio que tenía por novio. Sabía dónde se ubicaba cada lunar que se ocultaba bajo esa camisa blanca. Había hecho una cartografía mental de su cuerpo entero. Cada relieve que dejaban los músculos, cada puntito café, alguna tenue mancha de nacimiento, las marcas temporales que hizo con su boca. Absolutamente todo.

Lo veía vestido, sabiendo cómo lucía natural, desnudo, libre, con el cabello desordenado y la risa —hermoso sonido— brotando de sus labios gruesos. Precioso.

No había parte de Jimin que no hubiera tocado, besado y probado. Las noches que se quedó en su casa fueron un cúmulo de experiencias memorables y no solo porque el sexo fuera excelente, sino por cada momento. La forma en que el menor le abrazaba por la espalda mientras cocinaba para los dos, como las manos pequeñas masajeaban su cabello en las duchas compartidas, dormir y despertar juntos. Todo demasiado íntimo y familiar, pero se sentía cómodo y maravillado al mismo tiempo.

Almacenó nuevos descubrimientos en el sector de información importante en su cabeza, entre ellos la manera tierna que tiene Jimin de dormir acurrucado. O su voz, recordaba que cantaba suavecito cuando estaba derrotado por el sueño en su pecho. Sentía las vibraciones atravesando sus oídos. Nota a nota perfectamente entonada con delicadeza. "Buenos agudos", pensó y abrió los ojos de golpe y el menor se detuvo abrupto con las mejillas rojas. "Sigue cantando" le pidió. Necesitaba escucharlo.

Jimin cantaba hermoso.

También sus gemidos eran una gloria auditiva, pero no quería pensar en los detalles sucios porque se llenaba de calor que viajaba directo a la zona inferior, se concentraba justo donde y cuando no lo necesitaba. Los reservaría para su desahogo personal, pero era tan difícil cuando Jimin se agachaba a recoger servilletas y se acordaba de lo que hicieron en una posición parecida.

Sacudió avergonzado negando con la cabeza como si eso fuera dispersar los pensamientos lascivos. No necesitaban más distracciones, ayer estuvo a tres veces de equivocarse con los pedidos. Y los días previos no fue diferente, la ansiedad por llegar a la casa vacía de Jimin volvía torpes a ambos.

Su novio acababa de girar en su dirección para sonreírle y al avanzar unos pasos, sin dejar de mirarle risueño, uno de sus muslos se estrelló con la punta de la una mesa ocupada y soltó un quejido, disculpándose apenado con los clientes.

Yoongi sonrió de vuelta. "Adorable, torpe, lindo".

—En mi vida habría pensado que era posible ver al arisco Min Yoongi enamorado —rio ligero su afable compañera de cabello negro. 

"Negro como tu alma", le dijo con el ceño fruncido en una ocasión. "Al menos tengo una", respondió.

—¿Te quieres burlar de mí?

—Por lo general me gusta burlarme de ti, pero hoy no, solo es un comentario que seguramente no quieres oír de mí —se encogió de hombros—, pero estás más agradable y molestarte ya no es tan divertido si no te enojas.

Soltó un bufido y la chica se limitó a reír nuevamente.

—Supongo que necesito una otra víctima —giró en sus talones con su libreta y lápiz con glitter en la mano para acercarse a las personas que acababan de llegar.

Ella era rara y tenía un sentido del humor de mierda como el suyo y el de Jungkook, además excesivamente directa, quizás por eso chocaban tanto, especialmente al principio, ahora se toleraban un poco más. No se molestaba en entenderla —no se tomaba esa molestia por casi ningún ser humano, salvo sus contadas excepciones—.

A Jimin había estado tratando de entenderlo todo el tiempo y, por lo que pudo entrever, los dos compartían inseguridades más o menos parecidas. Fue parte de una de las conversaciones post sexo. "A veces las expectativas que ponen los demás en uno, asustan", le había dicho su dongsaeng.

Lo comprendía a la perfección. Enroscando los dedos entre los mechones rubios, le contaba del periodo que sus padres apenas le dirigían la palabra los primeros meses que ingresó a estudiar composición a la universidad. "Mi hermano era el único en mi familia que me apoyaba", ya que ni siquiera a los tíos y primos más lejanos les pareció buena idea. "No era lo que esperaban de mí...o tal vez sí y por eso les molestó aún más".

Ahora estaban resignados y no tenían mayores quejas porque Yoongi se las arreglaba para costear en base a becas, créditos y trabajos los aranceles de la universidad. Y Jimin no podía hacer más que admirarlo.

Yoongi le contó las distintas experiencias de trabajos de verano desde que tenía dieciséis y cuando quería pensar que era tiempo de disfrutar las vacaciones, recordaba que los gastos no se pagaban por arte de magia. Le relataba cómo era que su franqueza le jugó en contra cuando atendía en una tienda de ropa.

—Preguntó mi opinión y se la di —alzó los hombros y Jimin lo abrazó riendo.

—Tenías que decirle que se veía bien o ser más sutil.

—¿Y mentir?

—No, pero hay una gran diferencia entre el "te queda pésimo" —intentó imitar la voz del mayor— y "otra elección te sentaría mejor".

—Entonces cuando me escuches decir eso sabrás que es porque te ves pésimo.

—¡Hyung! —protestó con un puchero y un golpecito en el hombro.

—Ah~, mocoso —suspiró sonriendo—. Podrías estar usando un costal de harina y me seguirás pareciendo encantador.

Eran esos instantes en que Jimin tenía la mirada iluminada y reía alegre que Yoongi sentía que todos sus cimientos se sacudían. El calor se desparramaba. El mocoso era demasiado para sus destrezas emocionales. No sabía traducir todo lo que pasaba por dentro. Y dejarse llevar, entregarse con los brazos abiertos, resultaba ser la mejor respuesta.

—Y me gusta aún más cuando no llevas nada encima —fue su salto de espalda, ojos cerrados y brazos extendidos.

—¿Cómo ahora? —sonrió travieso, trepando por su regazo.

Jimin lo recibía.

—Como ahora —confirmó con empujes cortos buscando más roce.

Al pasar por el lado de su novio hacia nuevos clientes, los dedos pequeños y gorditos se engancharon a los suyos.

—Cuidado con las mesas, Jimin-ah —dio un corto apretón y una sonrisa antes de seguir su rumbo.

Cada vez que respondía a una de sus caricias furtivas, Jimin notaba como la alegría incrementaba su peak de concentración. 

Electrocardiograma de persona agitada, estaba seguro que de examinarlo se mostraría los embates de su corazón. Abruptas subidas.

Yoongi le conversaba algo respecto a eso antes de dormir la noche anterior, mientras estaban de costado, piernas enredadas, apoyando sus frentes y perdiéndose en la mirada ajena. Le contaba acerca de un estudio —"Namjoon es una caja de datos poco útiles", había dicho entre medio— sobre personas que les mostraban fotografías de quienes estaban enamorados y al medir las respuestas fisiológicas se veía una reacción de taquicardia y galvanización de la piel y ni mencionar los cambios químicos cerebrales.

Jimin acarició lento, muy lento, su mejilla. Sintiendo con toda la concentración posible lo aterciopelado, lo liso, lo tibio. Llenándose de la información que aportaban sus nervios aferentes. Se embriagaba de Yoongi con caricias parsimoniosas.

—¿Agito tu corazón, hyung? ¿Te provoco taquicardia? —preguntó con entonación coqueta y sonrisa incluida.

—Mocoso, es anormal lo que me pasa cuando estoy contigo.

—Lo quiero corroborar.

Y cuando Jimin se apoyó en el pecho de Yoongi fue como si el estado de tranquilidad se cortara de golpe y su cuerpo se agitara, como si quisiera mostrarle al rubio lo que era capaz de causar.

—Yoongi hyung —decía riendo—. El mío también —sujetó la mano de su novio y la recargó en su pecho.

Yoongi lo sentía. Ambos agitados. Ambos con emociones electrizantes a flor de piel.

Tan enamorados.

Esa noche Jimin se lo hizo lento, envolviéndose en el calor del mayor, quien enterraba las rodillas en el colchón y apenas sostenía firmes los brazos. Lo llenó de besos y Yoongi solo tiritaba dejándose adorar por las caricias.

Su hyung estuvo a punto de no dejar que abandonara la cama, las piernas delgadas se aferraban a sus caderas, era la última mañana que compartirían mimos, al menos esa semana, pero el azabache entendía que los ensayos eran una prioridad, especialmente por la presentación que se venía encima con el paso de los días. Incluso se levantó a preparar el desayuno.

Después, cuando se encontraron en el trabajo, Yoongi le tendió las llaves y le relató su incómoda mitad de día.

Seguía riendo por lo turbada que estaba la cara de su hyung.

Se suponía que los señores Park regresarían en la noche. Jimin le entregó las llaves antes de partir. Había procurado dejar lo más ordenado posible, tomó una ducha y cuando ya estaba vestido, cabello húmedo, metiendo sus ropas a la mochila, escuchó la voz cálida de una mujer a su espalda.

Su primera reacción fue quedar paralizado tras el "buenas tardes, Yoongi". La segunda fue voltear lento y, tratando de mantener la inflexión consistente, devolver el saludo. Sentía que sus mejillas ardían.

—¿Por qué te avergüenzas? Ya asumíamos que Jiminnie te traería en nuestra ausencia, una conoce a sus hijos —la señora Park reía y el azabache todavía no encontraba en su repertorio conductual que acción elegir—. Eres un buen chico, Yoongi.

Se sintió todavía más avergonzado que antes, como si retrocediera años y fuera un niño pequeño recibiendo los cumplidos a los que no estaba acostumbrado. Murmuró un "gracias".

—¿Te quedas a almorzar antes del trabajo?

Estaba tan aturdido que no negó, aunque tampoco explicitó el "sí" y antes de darse cuenta de todo lo que acababa de pasar en tan poco rato, estaba sentado junto a los padres de su novio y su hermano.

—Fue tan incómodo mirar a los padres de Taehyung sabiendo todo lo que hice con su hijo en su cama.

Le había confesado un día su mejor amigo. Justo ese tipo de cosas que Yoongi no esperaba, ni quería saber. Lamentaba aún más acordarse de ello justo en la mesa, al menos no mancillaron ninguna parte de la casa que no fuera el baño y la habitación de Jimin, si es que servía como consuelo interno.

—Le gustas a mis padres, aunque no tanto como a mí, me fascina este hyung asombroso —dijo sonriendo, rodeándolo con los brazos sin importarle que hubiera que marcar la entrada y que sus compañeros los observaran divertidos e hicieran bromas—. Cuando tu mamá me miraba sentía que sabía que metí la mano dentro de tu pantalón —dijo en voz baja, exponiendo la primera impresión que se llevó de la señora Min.

—Seguramente sabe que lo hiciste —se encogió de hombros en medio del abrazo.

Le encantaba la forma en que Yoongi parecía haberse amoldado a sus muestras de afecto, al punto que algunas de ellas como envolverlo en sus brazos o sujetar su mano fuera a luz de todo el mundo. Antes temía incomodarlo y que se alejara. Quizás estuvo especulando erróneamente. Su hyung desde el inicio se mostró receptivo.

Jungkook le destacaba que no rehuía de pequeños contactos físicos con él. Cada una de las veces que le tocaba el brazo o caminaba un par de pasitos para estar al filo de rozarse, Yoongi no daba una zancada para alejarse como solía pasar con otros compañeros.

"Yoongi valora mucho su espacio", le habían advertido apenas lo dejaron bajo su cargo. "Trata de no agotar su paciencia", "No te preocupes, no pienses que le desagradas, es su cara con todos, salvo cuando sonríe a los clientes". Y varios comentarios más que fomentaban una imagen de un ser humano equiparable a un gato arisco.

Con él no había sido arisco, apenas se conocieron ya estaba invadiendo su espacio y si bien lo notaba algo incómodo, no se apartaba. Quizás fue ligeramente receloso al principio, pero de una forma u otra y con cada músculo tenso permitía la cercanía. Le costó darse cuenta porque sentía temor al rechazo o toparse con lo que sus compañeros veían de Yoongi, aún cuando su amigo resaltaba que esas pequeñas cosas que hacía diferente con él significaban algo.

Significaban mucho. Y seguía pensando que sus compañeros exageraban; había visto las facetas amables de su hyung y no únicamente con él.

También había visto facetas nuevas que no hacían más que seguir cautivándolo. Como cuando usó una voz aguda y cariñosa para exigir un abrazo. ¿Era eso posible? ¿Qué había pasado con el Yoongi de entonación ronca y expresión de constante desinterés? Entre la sorpresa y el hormigueo extendiéndose desde su pecho hasta el vientre, prácticamente saltó sobre el mayor para envolverlo con sus extremidades. Brazos al cuello, piernas alrededor de las caderas y Yoongi no preparado para tal efusividad se quejaba con un "¡Yah! ¡Cuidado!", batallando por sostenerlo y mantener el equilibrio.

La voz tierna de Yoongi debía ser tan escasa como tréboles de cuatro hojas, pero hubo cortos minutos en que se permitió actuar como un niño en su presencia y Jimin lo aprovechaba enormemente para mimarlo y dejarse mimar —porque esa voz la reservaba solo para Holly—, pese a que después decía "esto es ridículo, debemos vernos muy ridículos así", pero seguía un poco más.

Jimin siempre quería más, aunque entendía que querer no era sinónimo de tener a destajo todo cuanto deseaba.

Ya era demasiado con que Yoongi estuviera distendido y espontáneo a su lado. A tal nivel que reía e improvisaba.

Sabía que a su novio le gustaba el rap y podía corear con facilidad canciones sin trabar ninguna sílaba. Rápido y claro. Mejor aún era cuando improvisaba con naturalidad, Jimin le decía palabras al azar y su hyung sin dificultad alguna iba armando las rimas. Creyó que moriría cuando estaba sentado sobre sus piernas y la improvisación empezó a tomar un camino directo a su corazón agitado con una seguidilla de versos que iban dirigidos a sus bonitos labios.

Su rostro enrojecía con el hecho de recordarlo. Si le pagaran por cada vez que su hyung favorito hizo y continuaba haciendo sus mejillas encenderse, estaba seguro que tendría suficiente dinero para invitarlo a unas vacaciones pagadas con destino en algún paraje tropical y noches espectaculares en un buen hotel con vista al mar.

Le gustaba fantasear, aunque era mejor cuando lo hacían juntos.

Y entonces aparecía Yoongi mirándolo con sus pequeños ojos oscuros cargados de afecto para avisarle, como era parte de la rutina, que comenzaba su turno de descanso.

Juntos.

Jimin llevaba una malteada de vainilla que Yoongi acababa de prepararle. Iban a la bodega y antes de entrar casi chocaron con una de sus compañeras, quien sonriendo les decía "es toda suya" acompañado de un guiño.

— Ella fue la que comenzó con el "YoonMin".

—Debí suponerlo, ella hablaba de "YoonSeok" antes que Hobi le presentara a todos a su novio.

—Asumen que eres activo —acotó son una sonrisa—. Anoche estabas adorable, hyung.

—¿Tanto te gusta que esté bajo tuyo, mocoso? —preguntó sujetando sus mejillas para acercarlo a su boca.

Jimin hizo un movimiento afirmativo antes de anular la distancia y encontrarse con los labios tibios. Le gustaba estar encima, ya sea cuando lo penetraba y las piernas de Yoongi se aferraban a su cintura o porque estaba sentado en su regazo, llenándose y disfrutando de las descargas naciendo desde dentro, fuertes e intensas, junto a la mejor imagen que podía obtener y registrar a permanencia: las facciones de su hyung contrayéndose y delatando que lo disfrutaba por igual.

Habrán sido pocos días, pero extrañaría volver a casa con Yoongi, entre besos y manos acariciando, avanzando torpemente directo a su habitación. Después venía un baño agradable, comida, alguna película y videos curiosos que ofrecía el vasto mundo de internet. Ante noche, le dio en el gusto de ver una comedia romántica.

Sin ser consciente acababa de formar un puchero pensando en cuánto pasaría para volver a tener tal cantidad de espacio y tiempo para compartir juntos.

—¿Por qué esa cara? —apretó el labio abultado entre el pulgar y el índice.

—Quería más noches contigo —dijo apegándose aún más al delgado cuerpo del mayor, bebiendo un poco de la malteada antes de ofrecerle a su hyung.

Yoongi mordió su labio antes de sorber corto. Pensó en todas las veces que miró a parejas con cara de: "no puedes hacer algo tan cliché como compartir una malteada". Otro pensamiento desechado.

Dejó el vaso a un lado y sus brazos regresaron a la cintura ajena. El peso de Jimin sobre sus piernas y la calidez que desprendía la sentía gratamente traspasar a través de las finas capas de ropa.

La bodega era fresca, cuando dormía sus siestas, tenían que pasar unos minutos para adaptarse a la temperatura y al despertar sentía frío. Ahora, al igual que los baños, significaba calor y besos. Ya no salía del cuarto como si abandonara alguno de los polos de la tierra, frotando sus dedos helados. Salía de la mano con el mocoso adorable, el cabello desordenado, las mejillas rojas y haciendo un llamado a todo el autocontrol posible para retornar a su estado inicial. A la temperatura media.

Jimin lo entibiaba y no solamente en lo tangible.

—Cuando mi familia viaje a Daegu podrás quedarte en mi casa.

—¿Viajarán pronto? —preguntó ilusionado.

—No tengo idea, al menos no que sepa —rio por el nuevo puchero que obtuvo en respuesta.

Su dongsaeng lo miró con ojitos de cachorro triste.

—¿Quieres que vayamos a cenar cuando termine el turno?

Jimin asintió feliz y Yoongi lo buscó para un nuevo beso. Sentía que nunca podría cansarse de probar el sabor dulce y cremoso desde la boca del rubio, al principio fría, pero con los segundos se volvía caliente y ambos se fundían con los dedos comprimiendo la piel y enredándose entre mechones de pelo.

Prolongar los minutos en silencio, besos y caricias era una buena manera de disfrutar el descanso. Al menor le llenaba de energías para continuar y de ansiedad por encontrar otro espacio para repetirlo.

No podía evitar caer en cuenta de una realidad y era que sus encuentros en esa bodega eran finitos. Acabarían junto al verano. Acabarían en poco tiempo si lo miraba con mayor atención, porque su hyung le había comentado que una semana antes de regresar a clases dejaría de trabajar —a tiempo completo, ya iniciada la rutina académica tantearía el terreno para buscar un empleo compatible con sus horarios—. Jimin continuaría al menos hasta el final de las vacaciones.

Lo besó más firme, presionando más fuerte guiado por la anticipación a la nostalgia. Aunque sería un buen recuerdo que comentar juntos. 

"¿Te acuerdas cuando nos besábamos en la bodega o en el baño del trabajo?". 

Esto era solo el comienzo de su historia con Yoongi.

Todo lo que echaría de menos, serían pedacitos de memorias de su bonita historia de amor, como una de esas películas de comedias románticas que le gustaba ver. De momento solamente le quedaba disfrutar de los minutos en la bodega, en el baño, saliendo juntos, de los paseos en bicicleta cuando Yoongi lo llevaba a casa. De las caricias pequeñas que intercambiaban mientras atendían desplazándose por las mesas y sus manos se encontraban.

Cada día pasaba con tal velocidad que Jimin sentía como si estuviera en un parque de atracciones y quedara poco tiempo para que la feria itinerante se fuera de la ciudad —igual como lo hacía su verano— y corría de un juego a otro, ya que quería subirse a todo, aprovechar la noche, las luces de colores, los algodones de azúcar y palomitas de maíz.

Cada noche a la salida del trabajo había algún plan para los dos. Citas a comer —Seokjin les había recomendado un lugar muy bueno de comida italiana la última vez—, cine, espectáculos al aire libre que los llevaba de vuelta a un parque y escenarios con obras de teatro o proyecciones de películas viejas. También agregaban el paso por los baños públicos que tenían ese encanto que les invitaba a comportarse como adolescentes y meter sus manos bajo la ropa hasta el punto de una temporal saciedad de las hormonas que se alborotaron entre beso y beso. 

Jimin se preguntaba si lo harían también en algún rinconcito de la universidad, porque acababa de agregarlo a su lista de fantasías.

Una de esas noches llamó a Jungkook para explotar en alegría, debido a que por fin había visto fotos de Yoongi de niño vistiendo enteritos de animales después de una cena con su familia. El corazón se le había estrujado de ternura. Claro que no fue su hyung quien se las mostró, incluso estuvo en negación desde que sacaron el álbum familiar. Fue la señora Min que riendo se detenía foto por foto y contaba anécdotas del un pequeño niño pálido de cabellos oscuros y sus travesuras y desventuras infantiles.

Había adorado esas fotos de anuarios escolares en la que distinguía su expresión desinteresada entre un montón de otros rostros sonrientes. En otras forzaba la sonrisa. Y en algunas sonreía con sinceridad y veía sus encías rosadas y los ojos pequeños cerrados al lado de un Hoseok igual de alegre.

No sabía que cara de emoción habrá puesto para que la señora Min le dijera con cariño "elige una y puedes llevártela". Fue difícil, había tanto para elegir, tantas que eran desmesuradamente adorables. ¿Podría pedirle el álbum entero? Sabía que no, pero si se pudiera, habría arrancado con ese pequeño pedazo de tesoro bajo el brazo.

"Mi madre dice que eras un pequeño bebé adorable"

Escribió, sonriendo al mirar la ternura misma inmortalizada en papel. Ahora tenía en su mesita de noche una muy linda foto de su hyung de un añito con un traje entero de oso felpudo.

"¿Le mostraste la foto?"

"Hyung~, no me resistí a compartir tu ternura :("

"Me quejaría, pero es un trato justo después de todos los videos tuyos que vi"
"Quiero que llegue el sábado"

Sábado. Estaba nervioso, siempre era así antes de una presentación. Mordisqueó su labio, mañana sería día de ensayo y podría seguir puliendo la coreografía. "A ocuparse en lugar de preocuparse", decía su profesora después de los errores con aplausos breves para agilizarlos y sacarlos de los breves trances de frustración.

"No debí escribir eso, apuesto que ahora estás poniendo una tonelada de autopresión"
"Mañana te ayudaré con eso <3"

Le provocaba un escalofrío la facilidad con la que Yoongi lo leía y, al mismo tiempo, le sacaba una sonrisa y un sonrojo el último mensaje, imaginando las posibilidades y su cuerpo se anticipaba con la sangre circulando a lugares específicos.

"No esperaría menos de mi hyung"

"Buenas noches <3"

"Buenas noches, mocoso adorable que baila como los dioses"

Le encantaba cuando no escatimaba en halagos que seguían arrancándole sonrisas. "Exageras", le diría con voz suavecita y su hyung respondería serio con rostro de jugador de póquer: "¿No confías en mi criterio? ¿Ahora te comportas modesto?" o algo similar.

"Nos vemos en unas cuantas horas más"

Y a veces, cuando le escribía eso, contaba las horas que faltaban.

***
Esto salió después de acabar con un tercio de frasco de nutella (una es lo que come, supongo que aplica el "una escribe lo que come" también (?))

Gracias por acompañarme >u< (falta la mitad y el epílogo).
Litros de cariños para uds 💕💕

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