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Todos los empleados del sector de finanzas, consultoría tributaria y recursos humanos, entre otros, estábamos en el mini auditorio que solía utilizarse para presentaciones de peso e incluso, capacitaciones.

El bullicio era notorio y sofocante; mucho se había hablado en esos cinco días del "pibito nuevo", del "bocho de Washington" y hasta del "buchón del jefe".

Otros, en cambio, se animaban a vaticinar que venía por el asiento del mismísimo Graff e incluso que no era una única persona sino un grupo empresarial.

Nadie sabía quién o quiénes eran, ni cuántos, ni mucho menos el por qué de su arribo a esta oficina. Su nombre, su futuro rol y su cara, eran un enigma que en minutos más dejaría de ser tal para sacarnos de fantasías, especulaciones erróneas y conjeturas extrañas.

Sentada en la cuarta fila, lo único que rondaba mi cabeza era la conversación que habíamos tenido con Julián el día anterior cuando dejó a nuestro hijo en mi casa; su trabajo, dentro de una industria automotriz, no era ajeno a la realidad actual y la cosa "se estaba poniendo fulera".

Recortes de presupuesto, suspensión de personal por tiempo indeterminado y un dólar inestable, eran las excusas suficientes para que cualquier puesto de trabajo estuviera en la cuerda floja.  Y él, aun siendo personal jerárquico dentro del área de automatizaciones, no era la excepción.

— Eu...Magu...Magali — los dedos chasqueantes de Érika me despertaron de mi burbuja.

— Eh...si si...yo creo que va a causar problemas su presencia — mi lengua fue más rápido que mi cabeza.

— ¿Eh? ¿De qué hablas?

— ¿No estaban hablando del chico nuevo?

— ¡No, nena! — bufó Haydeé — , estábamos hablando de la mina de limpieza. La encontraron besuqueándose con uno de mantenimiento del tercer piso en las escaleras de emergencia. ¡La terminaron limpiando! — riéndose de su chisme, nunca mejor rematado, su carcajada quedó flotando en el aire para cuando un repentino silencio la dejó en evidencia.

Sentándose con apuro, cerrando la boca de golpe, el orden no tardó en llegar como así tampoco la presencia de Justino Graff y un séquito de tres personas. 

Los tres, hombres. 

Las luces a medio tono añadían un misterio inusitado.

¿Tanta alharaca por un despido? ¿Tanta intriga por un nuevo integrante?

Esto no olía para nada bien.

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