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Los aplausos sonaban un poco desmedidos.

El rumor general era que Graff estaba por jubilarse y nosotros éramos los jóvenes engatusadores que venían de EEUU a sacarle a este pobre hombre la empresa de toda su vida.

No estábamos bien vistos, se notaba a la legua,  y la relación con el personal era algo que me causaba incomodidad. Que pensaran mal de nosotros o que yo no les cayera bien como jefe, me importaba más de lo que quería.

— A nadie en su sano juicio le simpatiza su jefe. Acostumbráte — me había dicho mi esposa con buen tino al irme de casa rumbo a la oficina, ubicada a poco del Obelisco...y de aquel hotel alojamiento donde me había descontrolado.

No supe identificar si estaba más nervioso por mi nuevo rol o por saber que quizás encontraría a esa mujer caminando por la puerta de ese bar una vez más, una tarde cualquiera, cuando me dirigiese rumbo a la estación de Retiro a tomar el tren hasta Tigre.

¿Ella me recordaría? 

Supuse que sí; estaba subida de copas, pero no borracha como para olvidarse...

¿O no?

Para cuándo Graff dijo mi nombre y mencionó mis lauros, rememoré lo duro que había sido estudiar en EEUU.  En ese entonces me sentía solo, sin ánimos, a punto de abandonar mi posgrado...hasta que conocí a Clara y su grupo de amigos, entre los que estaba Josema y su novia de aquel momento, Joyce.

Con él habría forjado una amistad grandiosa, basada en el respeto y admiración mutua. Era cauto en sus modos, tranquilo al momento de salir a tomar algo...todo lo opuesto a mis amigos de la infancia, quienes me llevaban por el descarrilamiento constante.

Inspirando profundo agité la mano y saludé a los empleados. Mis nuevos empleados; yo estaría a cargo del área de auditorías contables y junto a mis colegas, había trazado un plan de abordaje que incluía viajar con alguno de los cuatro contadores que estaban disponibles, para enriquecerme de conocimientos y de ese modo, investigar el mercado.

Sabía por boca de Graff que todos estaban muy calificados para el puesto y que, gracias a ellos, la empresa se había hecho de una reputación excelente.

Mirándolo todo sin observar nada, el destino inquieto y vengativo me arrojó una imagen de la que no pude escapar: la desconocida de mi noche de solteros estaba entre los presentes aplaudiendo con poca energía y rostro contrariado.

Evidentemente me había reconocido.

Y yo, a ella.

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