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— Buenas tardes a todos — comenzó diciendo nuestro jefe, comandando la reunión. Tras él, ubicados en tres sillas enmarcando la pantalla blanca contra la pared, hablaban entre sí estos nuevos colaboradores o lo que sea que fuesen —. Antes que nada, quiero pedirles disculpas por la incertidumbre generada durante estos días, pero no queríamos apresurarnos sino hasta estar seguros de lo que estábamos por hacer — caminando de un lado al otro se mostraba ansioso, pero lejos de estar desbordado. Evidentemente, todo estaba cocinado —. Ustedes saben que esta firma ha sido levantada con mucho esfuerzo y dedicación. Y que gracias a ustedes pudimos crecer e incluso, expandirnos —aclaró con justa razón — pero también saben que mi retiro era algo tangible y no tan lejano...

El rum rum no se hizo esperar.

La idea de su jubilación, ganó todas las apuestas.

— ...y es por eso que, tras una ardua negociación y mucha nostalgia, estoy en el deber de informarles que, a partir del año próximo, este grupo de jóvenes emprendedores que me he permitido llamar "lápices de oro", serán los accionistas principales del directorio de la empresa.

Dando un paso hacia el costado, comenzó a batir sus palmas. De a poco, se sumaron los aplausos de todos los que estábamos allí, siendo testigos de un nombramiento que nos dejaba mudos.

No era secreto que Graff estaba pasado los 65 años y que legalmente, se encontraba en condiciones de "tirar la toalla". Sin embargo, parecía un hombre eterno.

Ahora, nos encontrábamos recibiendo a un trío de púberes con traje y sumamente prolijos, que tenían pinta de garcas.

— Hoy quiero presentarles a José María Gómez Pilton, economista graduado en la Universidad Católica, con un postgrado en EEUU y tres maestrías en el ICB — el joven de gafas y cabello rojizo curvó su boca, esbozando un agradecimiento. Flaco y desgarbado era el más alto de los tres —, él es Tadeo Cardozo Peñalba, egresado de la UADE, con un título de Licenciado en Actuario y dos maestrías en economía empresarial y gestión inmobiliaria. Por último — dejando en segundo plano al chico moreno de aspecto de rugbier al cual acababa de mencionar, señaló al tercero de ellos, un muchacho delgado, levemente encorvado pero ancho de espaldas y en apariencia, el más dado de los tres ya que elevó su mano y sonrió con mayor énfasis —: Astor Martínez Diez, abogado especialista en derecho comercial y tributario, con dos posgrados en California y una especialización en litigios corporativos.

El aplauso de los presentes fue creciendo conforme Graff mencionaba el currículo de los futuros directivos; el mío se debilitaba...la respiración se me cortó de cuajo y el rubor de mis mejillas, las encendió de golpe.

Astor era el chico del bar.

Mi próximo jefecito, era ni más ni menos que el dueño de mis últimos 30 días.

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