— Ellos estarán entrevistándolos, definiendo sus perfiles técnicos y estableciendo nuevas pautas de trabajo. No sean reacios y cooperen — recurriendo a una tonta broma, Graff dejaba en claro que las cosas no solo se trataban de un cambio de nombres sino, también, de estrategias empresariales.

— Che, Magu... ¿ese pibe no es el del bar? — disimuladamente, Érika me indagó por lo bajo, aproximándonos a la mesa con comida. Un bufete repleto de exquisiteces y bebida de primera línea, acompañaban el nombramiento de estas mentes brillantes.

Sin embargo, yo no tenía hambre. Lo único que deseaba era que la tierra me tragase.

— Seee — incapaz de sumar algo más a mi respuesta, pensé en la posibilidad de renunciar.

¿Pero si acaso él no recordaba quién era yo? ¿Y si gracias a su borrachera se había olvidado de todo?

Pensando en la poca probabilidad de esta última opción, simplemente me encomendé a mi destino y a comprar los clasificados del domingo. Sin embargo, tras cinco minutos y a pesar del ruido circundante, del murmullo de todos y las risas de camaradería, podía sentir que no había forma de escapar de lo inevitable: las presentaciones más informales.

— Magali, Érika, por favor, acérquense — la voz de Graff confirmó mi sospecha; yo no quería ni respirar, pero era una gran irrespetuosidad dar la espalda.

Con mi mayor entereza y serenidad giré para encontrarme cara a cara con los cuatro hombres más impresionantes del día. Sin mirar a Astor, sino a uno de sus compañeros, sonreí medidamente.

— Ellos necesitan saber hasta el último movimiento de la oficina, la cartera de clientes...lo indispensable para continuar haciendo de esta agencia algo próspero — Graff lucía nostálgico.

— Por supuesto que sí, Justino. Cuenten con nosotras — Érika, con mayor cintura, acaparó la atención. Y se lo agradecí. 

Bajé la mirada y me fui de escena sin dejar de sentir que dos ojos azules me recorrían de arriba hacia abajo...

¿O sólo era mi deseo?