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Siempre supe que existía algo llamado karma...y esta tarde lo estaba conociendo en primera persona. Con un tonto pedido, María Clara se estaba despachando; citando a Magali en mi oficina tras poner el grito en el cielo por un nuevo viaje a Mar del Plata, era una gran actriz.

Sin embargo, su voz flaqueó cuando habló del embarazo que había interrumpido, años atrás.

Magali se había quedado dura, intentando asimilar el pedido y su incipiente llanto; yo solo deseaba que todo termine de una vez.

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— ¿Qué es eso de pedir conitos? — le chillé a mi esposa dentro del automóvil, rumbo a casa. Clara se había quedado hasta tarde esperando que termine con el trabajo acumulado y así, regresar juntos.

— Me gustan, ¿y qué?

— Como bien dijiste, hay quichicientos Havannas en Buenos Aires. ¿Para qué pedirle algo a esta chica que ni conocés?

— Porque quiero saber si es buena empleada, tiene memoria y códigos.

— ¿Códigos? ¿Por traerte un havanette? —aun teniendo el aire acondicionado dentro del coche, sudé frío. María Clara se podía destapar con cualquier cosa.

— Códigos. Sí. Porque si acaso se le cruza por la cabeza tener una aventura con vos, el hecho de tener presente mi pedido, la va a torturar.

Mordaz, levantó sus cejas. No daba puntada sin hilo y yo, agradecí que Magali no tuviera conejo.

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Sin siquiera pasar por el hotel, fuimos directamente hacia al Club de Golf de Mar del Plata para almorzar con Arismendi y Peters; tras un encuentro exitoso, pero con el bullicio de fondo como dato de color, culminamos un día a puro número, actitudes correctas e invitaciones de compromiso.

Invitándola a cenar sushi a mi habitación, con el objetivo meramente profesional de ahondar en la contabilidad de nuestros clientes llegué a mi cuarto con un dolor de cabeza espantoso.

Cuatro llamadas de Clara se estancaron en el visor de mi celular y todas con un mensaje repetido: ¿por qué no me atendés?

Agobiado física y mentalmente, dudé por más de cinco minutos si tomar o no el frasco de relajantes recetado por el Dr. Augusto Ballestra, amigo de la familia, a quien solía recurrir cuando el stress me superaba.

A escondidas de Clara le había expresado mi necesidad de dormir tranquilamente; desde aquella noche con Magali, nada había vuelto a ser igual...y el doctor lo sabía.

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