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- Me gustaría conocer el pueblo en el que creciste... Debe ser un sitio precioso teniendo en cuenta que eres de allí.- dije sonriendo suavemente.- Cuando me ponga la cinta, vayamos por los dulces, la verdad es que me está entrando un poco de hambre y será una buena comida antes de cenar. Aquí los bollos de arroz son muy ligeros, la mujer del posadero es toda una artesana.

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-S-sí... comamos los dulces...- comenté mientras me colocaba detrás de él y le ponía la cinta limpia sobre los ojos.- ¿Está bien así?- pregunté tras atar el nudo.

Tal vez habían pasado demasiadas cosas, pero no podía creer que A-Chen tuviera la esperanza de que mi pueblo se hubiera levantado de las cenizas cuando solo yo quedaba de quienes vivían en ese lugar. Aún así, eran unas esperanzas muy bonitas.

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- Así está perfecta, vamos... Tienes que probar las galletas y bollos de arroz que hacen. Te aseguro que son deliciosas, hace años bajábamos aquí solo por los bollos.- dije riendo con recodar esos momentos mientras me levantaba y tendía la mano por si ella deseaba tomarla.- También tienen un delicioso té, hay una variedad de árbol tipo flamboyán en las montañas y con sus frutos hacen un té que va genial con el arroz.

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-Se te nota emocionado... Nunca te había visto así...- cuando tomé su mano, casi parecía que estaba llevando conmigo a un niño pequeño.- Me gustará probar todo eso. Será muy novedoso para mí.

Cuando salimos de la habitación y bajamos al comedor, busqué una mesa libre para nosotros. Debía admitir que, aunque se notaba la alegría en el ambiente, había cierta paz que lo colmaba y lo hacía agradable.

-A-Chen, puedes sentarte aquí...- llevé su mano a la mesa para guiarlo y me senté a su lado.

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- Gracias, dulce princesa.- dije sonriendo con serenidad, ambos esperando a que viniera el posadero, pero quien acabó viniendo fue su esposa.

- Vaya, el pequeño XingChen... Me alegra mucho saber que estás bien y que aún te acuerdas de nosotros. Y veo que vienes muy bien acompañado.- dijo la señora sonriendo con mucha alegría.- ¿Qué os sirvo?

- Quisiéramos el surtido de dulces de arroz... ¿Te parece bien el té que te mencioné o quieres beber alguna otra cosa?- pregunté a mi bella A-Guang antes de poder meter la pata en el pedido.

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-¿Eh? Oh, sí, está bien, puedes pedirlo sin problemas, A-Chen. Me gustaría probarlo.- sonreí e intenté justificar mi distracción, pero no estaba muy concentrada en lo que ocurría.

Como A-Chen había mencionado a mi pueblo, los recuerdos comenzaron a ocupar mi cabeza, y, por desgracia, fueron tanto los buenos como los malos.

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- Entonces también dos tazas de té de flamboyán.- dije antes de que la posaderas se fuera, momento en el que volví a prestar total atención a mi dulce princesa.- ¿Qué sentimientos y razones ocupan su mente? No lo sé, pero si entiendo que daría todo cuanto poseo, hasta mi vida, por tener la suficiente certeza de que en contármelo está su deseo.

Lo recité totalmente de memoria, un pequeño poema en prosa que hacía ya un tiempo atrás había leído.

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Me sorprendí a la vez que me sonrojé por tal bellas palabras. Cada vez que citaba esas líneas tan bellas de los libros de poemas, hacía que mi corazón palpitara eufórico de ganas de pasar la noche entera solo escuchando su voz decir aquello.

-Mencionaste antes a mi pueblo, amado cultivador... y mi mente no pudo evitar revivir memorias de risas y dolor... del pasado que fue y jamás volverá a ser... de la historia de un lugar que solo existe en mi memoria y en la de nadie más... de ahí... el llanto de mi alma al no saber si una vez recuperará su esplendor...

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- Mi amada princesa... Si en tu tierno corazón hay dolor por tu tierra natal... Déjame compartirlo, aunque fuese desgarrador y salvaje tu lamento jamás detendré mi sonrisa y mis gritos de ánimo... Déjame andar sobre tus pasos y te aseguro que procuraré que jamás llueva sobre tu pelo.- dije sonriendo y llevando mi mano hacia su pequeña cabeza.- Haría milagros solo por verte sonreír... Daría mucho más que mi vista solo por saber que siempre estarás ahí conmigo.

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-A-Chen... -me acerqué un poco más a él y ubiqué su mano en mi mejilla.- No tienes que dar nada por estar conmigo... tienes mi amor, mi corazón y mi compañía desde la primera vez que nos dijimos que nos amamos... y no pienso abandonarte jamás... lo prometí... y es lo que quiero... estaré a tu lado... porque tu sonrisa también hace crecer la mía. Porque tu voz enciende mi corazón... por eso, A-Chen... yo daría todo por saber que te quedarás a mi lado... así sea mi vista, mi voz... lo que fuera necesario...

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- Hay un pequeño problema... Si dieras tu vista, estaríamos en serios aprietos.- dije sonriendo algo divertido.- Al igual que me has dicho, princesa, no tienes que dar absolutamente nada para que me quede contigo. Decidí proteger tu sonrisa, tu vida y el amor que nos tenemos, ayer, hoy, mañana y siempre será así.

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-Pero yo te daría mi vista si pudiera, A-Chen... y estás consciente de ello... ¿Qué otro deseo podría tener que dejarte ver una vez más un atardecer, un arcoíris o un cielo estrellado? Mi adorado cultivador, quisiera ser capaz de darte lo que te falta para completar la felicidad que tanto me dices que anhelas... pero, como sé que esa no te la puedo brindar... espero que sea suficiente con el mundo que te doy al alcance de tus manos y tus oídos... -me acomodé de forma tierna sobre su regazo quedando sentada entre sus piernas cruzadas.

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- Mi dulce princesa.- dije cubriéndola con las mangas de mi túnica y abrazándola con el mayor de los respetos y amores que mi corazón podía brindarle.- Toda la felicidad de anhelo y deseo está ya conmigo desde que llegaste a mi vida mediante tu voz y tus cuentos. No hay día en el que no agradezca haber estado ahí, o haber dejado esa moneda en tus manos. Eres un rayo de luz en mi oscura vida, y eso nadie podrá cambiarlo jamás.

Dichas mis palabras besé su frente con suavidad. Justo a tiempo, pues habían llegado los dulces y el té.

- Creo que es momento de comer.- dije sonriendo, esperando su respuesta o reacción a los blancos y suaves dulces de arroz.

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