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Capítulo 23

Ese mismo sábado y también el domingo, planearon sus merecidas vacaciones, organizándolas con entusiasmo. Evan pensó en algún lugar de Suiza en tanto que Hazel puso a Bélgica en la conversación. Definiéndose por Brujas, él se encargó del alojamiento y conseguir el vuelo.

Con la expectativa puesta en el jueves siguiente, día en el cual Evan dormiría en su casa para partir al viernes próximo inmediato, delinearon los alcances de la venta de la editorial.

Poniéndose operativos, consideraron que lo mejor era que el traspaso definitivo ocurriese tras su semana de descanso, lo que le daría tiempo a ambos abogados para la redacción del documento formal y final.

Animada con las buenas noticias, Hazel hizo una lista de compras.

Aprovechando el día soleado, fue al mercado en busca de suministros y compró vino de primera marca junto a unas lindas copas para brindar con Evan cuando a poco de llegar a su casa, notó un auto desconocido aparcado a metros de su puerta. Fingiendo ignorarlo, buscó las llaves en su bolsillo y en el instante en que se dispuso a abrir, una voz desagradable la interceptó por detrás.

— ¿Hazel? ― ella volteó conociendo a la dueña de esa pregunta.

— Hola, Audrey ― sus manos estaban cargadas de bolsas.

— Quisiera conversar contigo, ¿tienes un momento? ― preguntó la ex esposa de Evan. Hazel suspiró, sin poder negarse.

— ¿Prefieres pasar o esperas a que ordene esto y vamos a una cafetería?

— Aquí estará bien...¿te ayudo? ― se mostró colaboradora, sorpresivamente.

Ingresando a la par, agradeció la intervención y se puso a ordenar las compras, digiriendo el encuentro. Puso el agua a calentar y a los pocos minutos, hirvió. Le sirvió un té negro a la visita. Ella prefirió agua de grifo.

— Supongo que estarás sorprendida de verme por aquí.

— Para serte sincera, sí ― se sentaron enfrentadas, mesa mediante.

— Pues no te iré con rodeos: quiero que seas parte de mi equipo ― Hazel parpadeó, desconcertada.

— ¿Parte de tu equipo?

— Tal como te he dicho, tengo una editorial. Es muy nueva, tenemos mucho por hacer y estoy conformando un staff con grandes profesionales. Lamento haber menospreciado tu experiencia el otro día, pero realmente, desconocía tu formación académica ― elevó sus hombros ―. Me he tomado el tiempo de leerte, informarme sobre tu trabajo y debo reconocer que es formidable ― le clavó sus ojos celestes, incisivos, bebiendo un sorbo de té caliente.

— Gracias, la crítica ha sido muy generosa conmigo.

— La crítica ha sido tan generosa como injusta al calificar tan mal tus otros proyectos; el trabajo hecho por tu editorial es muy valorable. Admito que el público es muy específico y por lo tanto, acotado, pero no por eso menos meritorio. Verás, yo sé que has estado...cómo decir...estrechando lazos con Evan.

— He tenido algunas reuniones con él, es cierto.

— Hazel, te seré completamente sincera. Te hablaré de mujer a mujer, ¿de acuerdo? ― sus cejas enarcadas y su tono, desprendían un halo de superación de molestaron ligeramente a la dueña de casa.

La escritora se mantuvo expectante, la desconfianza reinaba en su cabeza.

— Evan es un sujeto atractivo por demás y dueño de un encanto singular. Cualquiera se enamoraría fácilmente de él, no caben dudas. Pero es tan carismático como inestable y bueno...un hombre con el que es difícil de lidiar ― se mostraba incómoda revelando ciertos detalles de su vida privada. Pero ¿a qué iba esta historia?, pensaba Hazel.

— Audrey, creo que pierdes tu tiempo si pretendes que ignore la oferta de Evan. Él comprará mi editorial, está decidido. Estamos ultimando los detalles, de hecho.

— No hablo solo de negocios, Hazel. Tú eres el tipo de mujer que a él le fascina y lo subyuga y créeme que tiene debilidad por ti independientemente de tu talento para escribir ― oyó exactamente lo que quería aunque no fuera de su agrado hablar con ella sobre Evan.

— Sigues desperdiciando tus minutos.

— Mira, aquí tienes ― de su maletín de cuero y de diseñador costoso, sacó una carpeta con varias hojas ―. Esta es la propuesta que te traigo. No pretendo comprar tu editorial, pretendo relanzarla, invertir en ti. No es novedad que muchas editoriales de renombre tienen firmas de menor escala con otros proyectos en agenda. Pues yo quiero darte la posibilidad de que conserves tu estilo, tu gente, tu sello. Que mantengas tu nombre al frente del negocio. Yo solo obtendría ganancias de los ejemplares vendidos y un porcentaje sobre las ventas online. Puedo darte visibilidad en los medios de televisión, acceso a lugares que ni naciendo en otra vida conseguirías por ti misma.

Esa mujer estaba describiendo todo aquello con lo que Hazel había soñado por muchos años y que efectivamente, no tenía la capacidad financiera para cumplir.

De repente, esa gran oportunidad tocaba su puerta, ¿pero a cambio de qué? Audrey era la ex esposa de Evan, su flamante novio, la mujer con la que él vivía en guerra constante.

— Evalúa la oferta, no la rechaces sin siquiera espiarla ― se sonrió―. Es una chance extraordinaria, no te pierdas la posibilidad de tener lo que siempre has anhelado: una editorial próspera con identidad propia resignando solo una parte de las ganancias como en cualquier negocio, ¿qué más quisieras? ― mostrándole en esas hojas la manzana prohibida del edén, instaló la duda dentro de Hazel ―. Y con respecto a tu relación con Evan, espero tengas más suerte que yo. Él no se cansaba de decirme lo fracasada que era por no tener éxito laboral ― tragó fuerte, arrojando un último dardo venenoso. Ella se había graduado como diseñadora de modas, profesión de jamás ejercería por apostar a cumplir con su papel de esposa con el que jamás se sintió a gusto.

Poco había importado que Evan solventara cada capricho que ella pedía; Audrey quería ser lo único a lo que él se dedicara, ansiando que dejase la editorial para montar un negocio juntos que al empresario nunca le convenció.

Dejando la documentación sobre la mesa, Audrey se puso de pie, agradeció el té y esperó a que Hazel le abriese la puerta de la casa. Aturdida, ésta última la despidió sin siquiera darle las gracias por el esfuerzo de ir hasta allí y hacerle una propuesta sospechosamente favorable.

A paso cansino subió escalón por escalón con ganas de pellizcarse. ¿Audrey deseaba realmente invertir en su editorial porque le parecía redituable y se había convencido que Hazel era una buena profesional o aun mantenía vivo su deseo de disgustar a su ex esposo?

¿Debía llamar a Evan para decirle que ella había estado en su casa?

Su cabeza estallaba, repleta de dudas y confusión. Finalmente, decidió platicar con Kalsey, quien solía tener la palabra justa en la mayoría de los casos.

— ¿De qué demonios estás hablando?

— No me hagas repetirlo, Kalsey. Aun estoy en shock.

— Es...un sueño hecho realidad.

— Lo sé, pero no...no viniendo de ella.

— ¿Ahora entiendes por qué tanto Judy como yo no queríamos que te involucraras en los negocios con "Ad Eternum"? Por esta misma razón: ahora que Evan es tu pareja, no eres capaz de considerar siquiera una oportunidad mejor por más que lo quisieras.

— La oferta de Evan es muy buena, no puedes negarlo.

— Es excelente, no lo dudo...¿pero estás segura de todo lo que resignarás al aceptarla? Ya no exisitirá "Nutmeg", ni tú como su dueña. Serás la empleada estrella, con suerte.

Hazel mordió su uña, desanimada pero con algo en claro: no quería traicionar a Evan. Él era su novio, la persona junto a la que estaba descubriendo el amor verdadero...

¿Acaso un puñado de días de estar con alguien que le hacía bien pesaba más que el deseo de reflotar la editorial que tanto amaba?

Entre la espada y la pared todo se enredaba y Kalsey, no hacia más que echar leña al fuego.

— Si quieres puedo conversar con Judy y evaluar esta propuesta. Prometo no insistirte en que tomes una decisión ahora mismo pero es nuestro deber comunicarte si ésta es o no una oferta conveniente en términos financieros, ¿estás de acuerdo?

— No sé si quiera saberlo Kalsey...¿qué pasará si caigo en la cuenta que esto es mucho mejor? No quiero echar por la borda lo que he vivido con Evan hasta entonces.

— Linda, él no es tu dueño, no puede decirte qué es lo mejor y lo peor para tu negocio. Sería una villanía de su parte.

Hazel tenía ganas de echarse a llorar; maldijo haberle abierto la puerta a esa perra que lo único que había hecho era mortificarla y poner en duda su propia opinión con respecto a Evan.

***

Por la noche, Hazel pretendió que la conversación habitual con Evan fluyera de lo más normal; no obstante a menudo alegaba cansancio y fuerte jaqueca, disfrazando su dispersión, causada por culpa de Audrey. Él, a pesar de sus ansias por continuar hablando, colgó con la esperanza de que al día siguiente ella estuviera mejor.

***

Si ella aceptaba el trato con Evan, ¿dejaba de ser una mujer independiente? Claro que no, sería su empleada, trabajaría en la firma de alguien que cada principio de mes le haría su paga.

¿Qué mejor que un trabajo estable que le diera la tranquilidad de no llegar a fin de mes con las cuentas en rojo y dudando si podría pagar todos los servicios?

De más estaba decir que no dormiría tranquila esa noche.

Vagando por su apartamento, iluminado por la tenue luz del corredor que unía el baño con las dos habitaciones, las cosas no irían mejor de madrugada: la tablas de madera manchadas con café estaban rajadas de punta a punta. Con urgencia, debía comunicarse con alguien que arreglara su piso para evitar un accidente.

¿Y si llamaba a Evan, le pedía disculpas, cortaba su relación por teléfono y se unía a las huestes de Audrey Jones?

No, ella no era desleal y mucho menos, una embustera. Pero no era solo una cuestión de traición de principios, ella estaba enamorándose genuinamente de Evan, del modo en que la trataba y la hacía sentir espiritual y físicamente.

Llenaba sus rincones más oscuros con palabras bellas y besos cálidos, abrazaba su cuerpo muy fuerte con la convicción de quererla a su lado. Él abría su corazón roto y a pesar de no haberlo hecho por completo, Hazel entendía que era solo una cuestión de tiempo.

Mil preguntas azotaron su cabeza, atormentándola, convirtiéndola en un vendaval de dudas e incógnitas.

***

El miércoles por la noche se preparó para la llamada con Evan, aquella que los tenía imaginándose uno al lado del otro. Llamó una vez, sin obtener respuesta. Se arregló el cabello nuevamente, volvió a intentar y la respuesta fue la misma: nadie atendía el teléfono.

Cuando las repeticiones se sucedieron y la contestadora saltó, Hazel se preocupó. ¿Estaría Evan tomando una ducha? Siempre se hablaban a la misma hora, era de suponer que él ya estaría listo para entonces.

Pensando en cien opciones, sin un número amigo al que llamar, alguien golpeó a su puerta. Eran las nueve y la posibilidad de una visita inesperada por parte de Audrey la hizo temblar.

Esa mujer ya se había metido lo suficiente en su cabeza como para tener que soportar su presión incesante. Descendiendo hasta la puerta, esperó un nuevo llamado. Sin mirilla, era imposible ver quién estaba del otro lado.

— ¿Quién es? ― repitió en una segunda oportunidad, obteniendo un nuevo silencio.

Para entonces, su nivel de preocupación era alto como así también su curiosidad. Subiendo lentamente a su apartamento, cogió la escoba. Si abría y era un ladrón, al menos lo azotaría con el palo.

— ¿Quién es? ― preguntó nuevamente.

— Como que sigas preguntando sin abrirme, te responderé que un muñeco de nieve navideño ― arrojando la escoba de lado y quitando los pasadores a la puerta, se arrojó a los brazos de su amante sin pensar.

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