Capitulo 5

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Para Aneu, el mundo entero había caído en la locura y no solo hablaba de su mundo, el cual estaba en lo que habían denominado como la Guerra de Magos Global, sino que también hablaba del mundo muggle, el cual estaba en la "Segunda Guerra Mundial", ¿lo peor del asunto? Gellert Grindelwald estaba asociado a Adolf Hitler, el principal causante de la Segunda Guerra Mundial Muggle.

Lo que, en pocas palabras, significaba que Gellert Grindelwald estaba dominando no solo el mundo mágico, sino también el mundo muggle.

Sí, definitivamente estaban perdidos.

Desde que Grindelwald había conseguido hacerse con el poder en Inglaterra, las cosas habían dado un giro de 180° en las vidas de la mayoría de los magos, especialmente para los Dumbledore, pues el mayor de estos, Albus, había escapado despues de su batalla contra Grindelwald hace dos meses y desde entonces los Dumbledore habían sido vigilados muy de cerca tanto por el Ministerio de Magia como por los Acólitos de Grindelwald.

Aneu se sentía bastante frustrada, no había podido partir esa navidad a casa debido a que Aberforth tenía miedo de que algo pudiera pasarle por la huida de Albus, despues estaba el hecho de que Tom y sus mortífagos se habían ido de Hogwarts, y por último, como cereza del pastel, su querida amiga Minerva tenía un genio de los mil demonios desde la desaparición de su hermano.

Si bien era cierto que Minerva jamás había tenido el mejor humor de todos, era más bien una persona tranquila y serena, sin embargo, desde lo sucedido ella solo tenía dos estados de animo: tan furiosa como un volcán en erupción, ó, tan triste como un poeta a punto de suicidarse. 

Pese a los esfuerzos de Aneu y las chicas (exceptuando a Rolanda) por animarla e intentar que abriera su corazón a ellas para soltar aquel secreto que todas ya conocían, Minerva no cedió ni un milímetro y justifico sus actitudes negativas con que estaba estresada con el hecho de que ese era su último año y pronto tendría que conseguir trabajo.

Aneu consideró que Minerva era muy buena mintiendo y ocultando sus sentimientos, pues durante el primer mes creyeron que su depresión solo se debía a la ausencia de Dumbledore, pero luego, una noche que Minerva regresó tarde a su habitación, Aneu se encontró con una carta que cayó del bolso de su amiga.

Una carta de Albus.

Al parecer Minerva no estaba tan desolada por la desaparición de Albus Dumbledore, sino que estaba desolada por el hecho de solo contactarse con él por medio de cartas y no poder estar a su lado.

La carta que Aneu había encontrado solo decía cosas simples como que estaba bien junto a un pequeño grupo de amigos que pretendían derrocar a Grindelwald, pero no venía ninguna información importante sobre su paradero. 

A partir de ese día, Aneu notó que Minerva iba mucho a la lechuzería, probablemente a cartearse con su hermano. Aneu incluso envió una carta a Aberforth, cuestionándole si en verdad no sabía donde se encontraba Albus, a lo que Aberforth le respondió que sinceramente no tenía la menor idea y tampoco le importaba.

Realmente Aneu no sabía porque sentía tanta necesidad de saber donde estaba su hermano, no es como que en cuanto supiera su paradero fuera a darle la información a Grindelwald, pues para nadie era un secreto que necesitaba asesinar a su hermano para poder hacerse por completo del poder. Claro que no lo haría. Si bien era cierto que ambos se odiaban y que Albus sería más feliz si ella no existiera, eso no significaba que ella fuera igual de maldita que el. 

No. 

Aneu era mil veces mejor persona que Albus. 

Si ella quería saber su ubicación, muy en el fondo sentía que era por la única razón de que estaba, muy a su pesar, preocupada por su hermano. 

Ella tenía un estúpido corazón de pollo, según palabras textuales de su querido hermano Tom.

Las noches durante el mes de enero eran frías en Hogwarts, haciendo que Aneu agradeciera estar en la casa de Gryffindor y no en la de Slytherin, pues en las mazmorras deberían estar pasándola peor con el frío. 

—Ya es tarde, vamos a dormir.—dijo Minerva, quitándose los lentes y tallando sus ojos. Ambas chicas llevaban estudiando todo el día.

—Sí, tienes razón.—apoyó Aneu, bostezando.

Ambas chicas subieron a su habitación, agradeciendo internamente el hecho de que no tuvieran más compañeras de cuarto que la una a la otra. Se dieron una ducha corta por tiempos y se acostaron a dormir con intercambio corto de «Buenas noches» y «Descansa». 

Aneu jamás tuvo realmente problemas para quedarse dormida, en realidad, su mayor problema era despertar, especialmente cuando llevaba poco de haberse dormido, por lo que cuando sintió que era sacudida bruscamente, su corazón dio un vuelco y casi suelta un fuerte grito, de no ser por la mano que se poso fuertemente sobre sus labios.

Sus ojos se abrieron de golpe y tardo unos segundos en adaptarse a la oscuridad hasta que distinguió la figura de Rolanda, quien le hizo un gesto de guardar silencio, a lo que ella asintió.

Muffliato—murmuró Rolanda a su alrededor.

—¿Qué carajo haces aquí?—cuestiono Aneu, irritada— Odio que me despierten.

—Lo sé, lo sé, pero quería invitarte a ir a una fiesta en el mundo muggle.—explicó Rolanda.

—¿Es broma, Landy? ¿Ahora?—inquirió Aneu.

—Claro que ahora.—respondió Rolanda con obviedad.— Mira, usaremos un pasadizo secreto que conozco que nos hará llegar a Hogsmeade, una vez ahí estaremos fuera del rango de Hogwarts y podremos aparecernos. Nadie se dará cuenta, ya somos mayores de edad y regresaremos antes de que cualquiera lo note.—explicó alegre.

—No estoy segura,— negó con una mueca Minerva puede darse cuenta y estaremos en problemas. Le dirá a Albus y aunque el ya no este en el colegio, estoy segura de que todavía puede meterme en problemas. Aparte, —se cruzo de brazos— ¿no deberíamos invitar también a nuestras amigas?

—Mira, Minerva es una perra faldera detrás de Dumbledore; Pomona es demasiado miedosa y le dirá a Minerva, quien a su vez le dirá a Dumbledore; y respecto a Poppy, ella probablemente este bien drogada en este momento así que tienes dos opciones: te vas conmigo o te quedas aquí lamentándote por no haber venido. 

—Tienes un buen punto, —aceptó Aneu, resignada.— dame cinco minutos y me cambió.

Inspirada por la idea de relajarse un poco despues de tanto estres, Aneu se cambió, no sin antes reparar en sus pantaletas blancas con florecitas.

—No es como que alguien vaya a vérmelas, que mas da.—pensó Aneu, colocandose su corta falda, el sujetador blanco y una blusa.

Acomodaron la cama de tal manera que pareciera que Aneu aún dormía y salieron de la sala común de Gryffindor con mucho sigilo. Ciertamente, ambas chicas encontraban divertido el vagar por la noche en Hogwarts, aunque no lo era tanto el escapar a Hogsmeade por medio de un pasadizo que las obligaba a andar a cuatro patas.

—¡Al fin!—exclamó Rolanda cuando salieron por las faldas de un árbol.

—No hables tan fuerte, no estamos muy lejos de Cabeza de Puerco y si Aberforth se entera que salí sin permiso me va a regañar.—pidió Aneu, nerviosa.

—Relájate, Ann. Nada va a pasar, estaremos bien.—aseguró Rolanda pasando un brazo por encima de sus hombros.— En unos segundos estaremos en una divertida fiesta muggle, embriagándonos y olvidándonos de todo.

—Yo creo que no.—dijo una voz a sus espaldas. 

Ambas chicas se giraron con la varita en mano, encontrándose con cinco aurores y tres acólitos.

—Nuestro señor estará feliz de tener carne fresca.—dijo uno de los acólitos con una sonrisa de lado.

—Ay, no puede ser.—murmuró Rolanda.

—Puta madre.—murmuró Aneu.

Esas fueron las últimas palabras de las chicas, quienes fueron desmayadas por un hechizo de parte de sus oponentes, quienes rapidamente las cargaron para llevarlas a un solo lugar:

Nurmengard.
















¿Listos para lo que se viene?

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