3. Yo no quiero sentarme con Charlotte Anderson

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Por la mañana me despierto, salgo de la cama después de cinco minutos remoloneando, voy al baño, hago mis necesidades, bebo un poco de agua, me lavo la cara y luego me visto con el uniforme del instituto. Me aplico sérum, crema hidratante y bajo a la cocina.

— ¡Buenos días, mamá!– digo mientras busco la leche en la nevera, para hacerme un tazón de cereales.

— ¡Buenos días, cariño!– me contesta ella, des del comedor.

Me preparo y me como los cereales. Una vez he terminado, me lavo los dientes y saco a pasear a Whitney y a Eilish por alrededor de la casa y luego regreso. Las dejo allí, porque están bien cuidadas ya que mamá trabaja por las tardes.

Subo a mi cuarto un momento y alcanzo la mochila. Después, bajando la escalera a toda prisa, digo:

— ¡Adiós, mamá! ¡Me voy a clase!

Cuando llego al recibidor, ella aparece desde la salita, me da un beso en la mejilla y me dice:

— ¡Que tengas un buen día, cielo!

— ¡Igualmente!– digo saliendo y cerrando la puerta.

Vuelvo a la calle. Aún no ha amanecido del todo, pero tampoco es que haga mucho frío. Londres se está despertando y ya están empezando a abrir las primeras panaderías y tiendas. Son las siete y cuarto, y a y media empiezan las clases.

Al llegar a la puerta del instituto veo que toda la entrada está colapsada por chicos y chicas vestidos igual que yo, que esperan a entrar, como cada día. Entre la multitud encuentro a Keira y a Sam. Al verme, se acercan a mí y Keira me dice de broma, imitando un tono de diva:

- ¡Ay, qué guapa estás hoy!

- ¡Ay, gracias!,- respondo utilizando el mismo tono- aunque ya lo sé. Soy yo, ¿cómo no iba a estar guapa?

- Mírala esta- dice Sam- ¡como si tú fueras Miss Universo!

No me da tiempo a responder porque entonces suena la campana y abren la puerta principal. El edificio es grande y antiguo. Este instituto lleva rigiendo como ello más de cien años.

Llego a clase y dejo las cosas en mi silla, al lado de Sam, mientras hablamos:

- Sam, amiga- digo para llamar su atención- no he podido quedar este fin de semana porque he estado haciendo muchas cosas.

- ¡Serás mentirosa!- me reprocha ella, riendo- No has podido quedar porque te has estado tirando a Adler Robinson.

Abro mucho la boca, sorprendida, y luego le doy un manotazo en el hombro riendo, mientras respondo:

- ¡No es verdad!

- ¡Admítelo!- responde ella, riendo aún más.

- ¡No!- respondo yo, riendo más fuerte también.

- Que lo admitas, he dicho- me advierte empezando a hacerme cosquillas en la barriga.

- ¡Para!- digo quejándome pero riendo a la vez.

- No hasta que lo admitas- me responde.

- ¡Vale, lo admito!- digo, rindiéndome así porque no aguanto más.

De repente entra el profesor Williams en clase. Es mi tutor y es, sin duda, el mejor que me ha podido tocar. Hace que sus clases sean muy divetidas:

- Contaré hasta tres- dice, alzando la voz desde la puerta- el que no se haya sentado copia.

Todos los alumnos que están de pie corren a sus mesas lo más rápido posible mientras él cuenta:

- Uno...dos...y tres.

Para entonces estamos todos sentados menos Keira, que había estado hablando con Faizah en la otra punta de la clase y por eso no ha llegado a tiempo a su silla. Al verlo, el señor Williams le dice, con mucha gracia:

- Señorita Keira, venga usted aquí.

Keira se acerca lentamente y riendo un poco. Una vez llega a su mesa, él saca una hoja en blanco del cajón, mientras le dice:

- Toma, copia veinte veces: "pondré el culete en mi taburete".

Keira vuelve a su mesa entre risas, con la hoja en la mano, y entonces el profesor empieza:

- Muy bien, animalillos del bosque...hoy empezaremos la clase con un cambio de mesa.

Se escucha una queja colectiva por parte de los quince alumnos que somos en total y entonces él dice:

- Callarsus e irsus levantando de las sillas.

Todos obedecemos, recogemos y abandonamos las mesas. Entonces él procede a decir los nombres de los alumnos y a señalar un sitio a cada uno, por parejas:

- Shirley y Denali, allí...Susan y Jacob, allí...John y Meredith, allí...

Yo escucho atentamente, hasta que llega el mío:

- Abigail y Charlotte, allí- dice señalando dos sillas juntas que hay al fondo a la derecha.

Esa idea me hace entrar en pánico. No quiero sentarme con ella. No puedo, de hecho. Sería una razón más para confundir a mi cerebro y eso es lo último que quiero. Aún así, me dirijo a mi nuevo sitio y, una vez allí, me siento. Ella se sienta a mi lado

Durante un rato, mi cabeza no para de lanzarme pensamientos de esos que tanto odio y todos hablan de Charlotte, o la gran mayoría. Mi mente me dice que ella me gusta, que en realidad me atraen las mujeres, que me enamoraría de una mujer, que si me acostara con una mujer sí que sentiría algún tipo de excitación sexual, que Charlotte es posiblemente la chica más bonita que haya visto nunca.

Todo eso hace que me sienta incómoda a su lado, de modo que me espero a que se acabe la explicación y nos pongamos a hacer los ejercicios, para dirigirme a la mesa del señor Williams y decirle, mientras él escribe en una libreta:

- Señor Williams, me gustaría cambiarme de sitio porque no me siento cómoda junto a Charlotte.

- ¿Por qué?- pregunta él, alzando la mirada.

Me acerco más a él y en un tono mucho más bajo, casi susurrando, le digo, haciendo expresiones de rechazo:

- Porque es lesbiana.

- Pues si ese es el motivo, Abigail- me dice mientras vuelve a escribir en su libreta- que sepas que no te voy a cambiar. Tendrás que aguantar todo el mes.

- Pero, señor...- intento argumentar.

- No voy a cambiarte de sitio, Abigail, no lo haré.

- ¿Por qué?- pregunto, un poco molesta.

- Justo por lo que acabas de decir. Estás siendo homofóbica y eso no voy a permitir que ocurra, no por lo menos en mis clases. Ahora haz el favor de irte a tu sitio- dice señalándolo.

Obedezco, indignada, y me marcho. Una vez llego a mi lugar, separo mi mesa de la suya un palmo. La miro un segundo y en mi cabeza saltan todas las alarmas. Noto que el corazón se me empieza a acelerar un poco y siento un ligero cosquilleo. Trago saliva y digo:

- Charlotte.

Se vuelve hacia mí, con su habitual sonrisa y así noto cómo el corazón se me acelera más y se me ruborizan las mejillas. Aún así, continúo:

- No quiero que me toques...tampoco quiero que toques mis cosas, ni siquiera mi mesa.

- Vale- me responde, con un hilito de voz mirando hacia abajo.

- Bien- digo, sentándome en mi silla.

El resto de la clase transcurre con normalidad...o casi todo. En un momento en el que estoy pensando en mis cosas, el señor Williams dice:

- Chicos, ahora voy a ir mesa por mesa repartiendo una hoja con ejercicios. Los tendréis que hacer para mañana.

Acto seguido empieza a pasearse por la clase y va repartiendo las hojas por todas las mesas. Todo va bien, hasta que llega a la mía y ve el palmo que he hecho de separación entre mi mesa y la de Charlotte.

- Señorita Abigail, ¿quiere usted hacer el favor de pegar su silla a la de su compañera?- dice, haciendo ver que está enfadado, pero a la vez en tono burlón.

- Pero...

- No hay "peros" que valgan. Le he dicho que pegue su mesa a la de su compañera- dice en un tono más serio. Ahora parece que sí se está enfadando.

Resoplo fuertemente y pego la mesa a la de Charlotte, a regañadientes:

- ¿Por qué resopla, señorita Abigail? ¿Acaso es usted un asno para rebuznar?

Tiene tanto talento para hacer reír que incluso a mí, que es de quien se está riendo, consigue sacarme una sonrisa.

Entonces el hombre, ya más calmado, me mira y me dice:

- Abigail...voy a tener que enseñarte que ser lesbiana no significa tener la peste bubónica.

Luego, continúa caminando hasta su mesa y entonces suena el timbre. Empiezo a recoger rápido porque tengo clase de francés en la otra punta del edificio. Parece ser que Charlotte también, porque me alcanza cuando camino con prisa por el pasillo:

- ¡Abigail!

Cuando me paro y me doy la vuelta, la tengo justo ahí, a menos de un metro, mirándome:

- Creo que- prosigue, al ver que estoy a la espera de una respuesta- ahora que a la fuerza vamos a pasar mucho tiempo juntas, deberíamos llevarnos bien.

Después de eso, agarra mi mano, la cual yo no se la he tendido en ningún momento, y me la estrecha. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo y en mi cabeza vuelven a saltar las alarmas. Sentir su piel rozando la mía y mirarla a la cara hace que el corazón se me acelere un poco. Cuando me quiero dar cuenta estoy sonriendo y mis mejillas están sonrojadas. Creo que ella se ha dado cuenta porque está sonriendo, también.

Mi cabeza vuelve a hablar y esta vez me dice solo una palabra, la cual retumba y se repite constantemente: «bésala», pero a la vez mi razón dice: «pero...¿qué haces?».

Empiezo a caminar hacia atrás para apartarme y luego me pongo a correr hacia la clase de francés, sin mirar atrás en ningún momento

Una vez allí veo que ya hay algunos compañeros que están sentados. Me voy a mi silla y espero a que llegue Keira, ya que nos sentamos juntas en francés.

De repente entra Charlotte hablando con James, un chico de otra clase. Se sientan juntos más adelante.

Cuando ya estamos todos sentados y a punto de empezar con la lección de hoy, entra Keira diciendo:

- Desolée, madame Bissette.

Corre rápidamente a mi lado y me dice en voz baja, mientras va dejando sus cosas:

- Amiga, que no encontraba el móvil...
- ¿Al final lo has encontrado?- pregunto yo, susurrando también.
- Al fondo de la mochila estaba. He tenido que sacarlo todo.

Entonces empieza la clase y la profesora comienza a proyectar información en la pizarra digital. Como me aburro, me pongo a mirar a mis compañeros de alrededor. Algunos están dibujando, otros están durmiendo e incluso hay una chica que se está comiendo un bizcochito a escondidas. Ventajas de estar en última fila.

Llego a ella con la mirada. Aprovecho que estoy al fondo y que ella está muy por delante de mí, para mirarla con detalle ya que no me ve nadie.

Como, al igual que todos, se está aburriendo, se pone a jugar con su propio pelo. Agarra un mechón y se hace una trenza. Acto seguido se la deshace. Agarra otro mechón y se hace otra trenza. Se la deshace otra vez y así sucesivamente.

Y yo la miro. La miro sin ningún intento de disimulo. Intento fijarme en el chico de al lado pero cuando me quiero dar cuenta los ojos se me han desviado solos de nuevo hacia ella.

Es guapa, muy guapa. Es posible que sea la chica más hermosa que he visto en toda mi vida. ¿Es legal ser tan bonita?

- Está en la otra clase- me dice Keira, de repente.
-¿Qué?- pregunto, al no entender nada.
- James- me dice en tono de obviedad- está en la otra clase.

Miro a Keira levantando el pulgar y diciendo:

- Vale.
- Oh, por el amor de Dios, ¡he visto cómo lo miras!- exclama ella.
- No, no estaba...
- ¡Yo ya quiero boda!- me interrumpe ella, feliz.

Ha hablado demasiado alto y ahora todos nos miran, incluida Charlotte. Se gira y nos observa sin ningún intento de disimulo. A mí se me enrojecen las mejillas de nuevo:

- Keira- dice entonces madame Bissette- tu ne peux pas parler, nous sommes au milieu de la leçon.
- Desolée, madame Bissette- responde ella.

Cuando la profesora continúa dando su clase, Keira se acerca más a mí y me dice al oído:

- ¡Te has sonrojado! ¿Ves como te gusta James? Seguro que será tu próximo ligue...
- Puede- contesto yo.

«Pero no estaba mirando a él». Continúo la frase en mi pensamiento. Supongo que eso me lo tendré que callar para siempre.

Vuelvo a mirar a Charlotte. Me recorre un escalofrío y mi cabeza me empieza a decir cosas sin sentido de nuevo, como que ella me gusta, que me gustaría besarla, que sería feliz saliendo con ella, que en el fondo me estoy enamorando de ella, que podría pasarme una noche entera besándola y me gustaría, que quisiera acostarme con ella, que sería maravilloso enamorarla y casarme con ella o que sería feliz formando una familia con ella.

Me empieza a doler la cabeza y de repente siento unas ganas enormes de salir de aquí, de modo que levanto la mano y digo:

- Puis-je aller au toilette, madame Bissette, s'il vous plâit?
- Oui, bien sûr.

Me levanto y salgo rápidamente de la clase. El baño está cerca y voy corriendo. Una vez llego allí, me encierro rápidamente en uno de los retretes. Me siento encima del inodoro y estoy tan cansada de los pensamientos que me vienen, que me pongo a llorar, mientras me repito mentalmente: «Abigail, te gustan los chicos. Es imposible que te gusten las chicas». Lloro durante unos minutos, tantos que pierdo la noción del tiempo.

Debe haber pasado mucho rato, porque de repente escucho una voz femenina que pronuncia:

- ¿Abigail?

Me seco las lágrimas rápidamente con la manga y digo:

- Estoy aquí.
- Soy Charlotte- responde, preocupada- Madame Bissette me ha enviado aquí a buscarte porque dice que tardas mucho.

Al oír quién es, el corazón me da un vuelco, pero aún así decido salir a la zona de las pilas. Allí me la encuentro, expresando preocupación con su rostro. Al verme con los ojos hinchados y el rímel corrido, se preocupa aún más y me dice:

- ¡Dios mío! ¿Qué ha pasado?
- Estoy bien, tranquila- respondo yo, sollozando un poco.
-¿Bien?- pregunta ella, incrédula- bien rota es lo que yo creo que estás.

Siento ganas de decirle un par de cosas después de ese comentario, pero luego recapacito y me doy cuenta de que no tengo argumentos porque es la verdad. Estoy rota, bien rota. Llevo años así.

- Ven aquí- me dice, abriendo mucho los brazos, tras unos segundos de silencio sepulcral.

- No- respondo, dando pasos hacia atrás.

- Ven aquí- repite ella, insistiendo- ya te ha dicho el señor Williams que ser lesbiana no significa tener la peste. No te voy a contagiar nada, y sé que necesitas un abrazo.

La miro con desconfianza y sollozando, pero aún así me acerco poco a poco a ella hasta abrazarla porque necesito que alguien me dé cariño. Sus brazos rodean mi cuerpo, lo aprentan contra el suyo y yo hago lo mismo con los míos. Apoyo la cabeza contra su pecho ya que ella es más alta que yo. Así puedo escuchar perfectamente cómo su corazón bombea muy rápido. Hago ademanes porque quiero mirarla a la cara, pero ella me lo impide recostando su cabeza sobre la mía y acariciando mi cabello con una mano.

Pasados unos segundos, separamos las cabezas y nos miramos a la cara. Mi corazón me da un vuelco al mirarla a los ojos, aunque no entiendo el por qué si lo máximo que puede llegar a ser ella de mí es una amiga.

- ¿Te sientes mejor?- me pregunta, aún un poco preocupada.

- Sí, un poco- respondo, asintiendo con la cabeza, y una vez nos hemos separado del todo, añado- no cuentes esto a nadie, por favor.

- ¿El qué?- pregunta, sorprendida- ¿que he abrazado a una chica?

- Sí, eso- respondo yo.

- ¿No puedo darle un abrazo a una chica?

- No quiero que piensen de mí lo que no es- respondo, y para remarcar digo- no quiero que piensen que soy lesbiana.

- ¿Pero lo eres?- pregunta ella, con curiosidad- ¿Eres lesbiana?

- ¡Pues claro que no!- contesto yo, alzando la voz.

Al escucharme gritar, Charlotte abre mucho los ojos y exclama:

- ¡Vale! No hace falta que chilles...y otra cosa: si fueras lesbiana seguirías siendo una persona normal.

- ¡No!- respondo yo, dando pasos hacia atrás- eso es de todo menos normal...¡esa gente no está bien!

- ¿Yo estoy mal?- pregunta ella, sorprendida.

- Pues...- digo, titubeando un poco- ¡Pues sí! ¡Estás mal! ¡Eso está mal!

Ella me mira y en su rostro muestra decepción. Intenta ocultarlo, pero yo sé perfectamente que mi comentario le ha dolido.

- Volvamos a clase- dice, aún así.

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¡Hola lector! ¿Como estás? ¡Espero que tanto tú como tu familia estéis bien!

Como decía en el otro capítulo, recuerda que aún hay un virus y hay que ser responsables: usa siempre la mascarilla en la calle, ponte gel y intenta evitar salir mucho.

¿Opiniones del capítulo?

¿Por qué crees que a Abigail le cuesta tanto aceptarse?

¿Qué predicciones tienes del próximo capítulo?

¡Nos leemos la semana que viene!

Pd. ¿De dónde eres?

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