seventeen » sign of the times

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo diecisiete
( señal de los tiempos )












BETTY BARTON-ROMANOFF NO SE SENTÍA PREPARADA. Por mucho que aparentara que sí.

Había llamado a Peter Parker en un arrebato y él se había llevado una buena sorpresa. Al escucharla al otro lado de la línea.

—Ni siquiera sé qué hago llamándote —admitió ella—. Solo necesitaba escuchar a alguien que estuviera fuera de este asunto de locos y no quería preocupar a otros, y pensé en cómo me ayudaste la última vez y...

—No pasa nada, Betty —le dijo Peter, tranquilizador—. ¿Qué pasó con Kate?

Betty sonrió sin apenas darse cuenta.

—No es eso lo que me preocupa —admitió—. Pero... eso está bien. Sí, está muy bien. Me siento bien, en ese aspecto.

—Me alegro mucho —respondió Peter, en tono sincero. Incluso cuando había algo extraño en su voz—. ¿Qué es, entonces?

—Simplemente, no sé si mi vida dejará de ser un caos en algún momento —admitió Betty—. Es horrible. Y extraño a mi madre.

—¿A Natasha? —preguntó Peter, en tono delicado.

—Sí.

—Conozco el sentimiento. No puedo ayudar con él —suspiró Peter—. Lo siento.

—No te preocupes. Creo que algo así es imposible de borrar.

Se quedaron en silencio durante unos segundos, simplemente escuchando la respiración del otro al otro lado de la línea. Ambos estaban pensando en lo que habían visto, en cómo habían perdido a alguien. Cómo le echaban de menos.

—Daría lo que fuera por tenerla de vuelta, aunque fuera por un minuto —comentó Peter, lentamente.

Betty suspiró.

—Yo también. Ojalá poder abrazarla y pedirle perdón. Desearía haber hecho todo de diferente manera.

—Lo sé. Pero el ahora es el ahora, supongo. Al menos, de eso intento convencerme —masculló Peter.

Betty le dirigió una mirada a Kate, que hablaba con Tine sobre algo. No sonreía. Betty sabía que lo que ella estaba por hacer no era fácil.

Extrañaba su sonrisa.

—El ahora es el ahora —repitió—. Gracias por recordármelo, Peter.

Había podido dejar cientos de mensajes al número que Yelena había usado para mandarle el vídeo de Fisk.

Necesito hablar con vosotros.

No lo hagáis, por favor.

Somos familia.

No puedo permitirme perder a otro.

La echo de menos más que nada, ¿sabes?

Fue todo culpa mía.

No sabéis cuánto desearía haber sido yo.

Tetya Yelena, llámame.

No quiero pelear con vosotros.

Lo haré si vais a por mi padre.

Solo, dejad a Kate fuera de esto, ¿vale?

Y a Tine también.

Y a mi padre, si puede ser.

Necesito a Nat de vuelta.

Necesito a mi madre de vuelta.

No puedo perderos a vosotros tampoco, ¿sabéis?

¿Es egoísta querer conservaros a todos?

Os eché mucho de menos todo este tiempo.

Y Nat también.

Tine dice que estoy perdiendo el tiempo.

Pero no quiero rendirme aún.

Aunque mi batería parece que sí quiere.

Yelena, Pyotr, por favor os lo pido.

Familia. Lo prometisteis.

Su móvil se apagó. Betty dejó caer los brazos con frustración. Kate le puso la mano en el hombro. Betty negó con la cabeza y se guardó el teléfono apagado en el bolsillo del abrigo que Tine le había prestado.

Hubiera podido ir a su propia casa a buscar algo, pero realmente no tenía nada adecuado para la ocasión. El largo abrigo negro que Tine le había prestado era perfecto para la gala.

Y el vestido negro que llevaba debajo le encantaba, en pocas palabras. Por supuesto, llevaba el collar de flecha, regalo de Natasha, y unos de los pendientes que le había dejado. Betty creía que llevarlos le haría sentirse más cercana a ella o que le haría llorar de un momento a otro. Tendría que ver qué pasaba.

Los cuatro entraron juntos al edificio y subieron hasta el piso dónde se celebraría el evento en silencio, meditando. Era el momento.

—No veo a mi madre —comunicó Kate después de inspeccionar el espacio durante unos segundos.

—¿Qué tal si me dices lo que ves? —preguntó Clint—. Aliados y amenazas.

—¿Amenazas? —repitió Kate, llevando la vista al que parecía ser el jefe de los camareros—. Ese tío. Se llama Gary. Me echó del único trabajo que he tenido.

—Una lástima —comentó Tine—. ¿Algo más?

—¿Aliados? —dijo Kate—. Los tenemos por toda la fiesta.

Betty sonrió para sí. Por supuesto que los tenían.

—Ah, Jack ya ha salido de la cárcel —observó Kate—. Nada puede con él.

—Pagué su fianza con ayuda de mi hermano —admitió Tine—. Me parecía lo justo. Además, ahora tengo la fortuna de mi padre. Puedo usarla en lo que quiera.

—Ahí está. Y con una espada, tras salir de la cárcel por asesinar a alguien con una —dijo Clint, divertido.

—Igual quiere demostrar así que es inocente —comentó Kate.

—Nadie con una espada parece inocente. Haya asesinado o no a alguien —respondió Betty.

—Es una sobrada, pero bueno —decidió Clint—. Tine, ¿no vas a saludar a la familia?

—Desde luego. Betty, ven conmigo —invitó la mujer, tomándole del brazo.

Betty la siguió sin protestar. Al llegar donde el prometido de la madre de Kate charlaba con sus amigos, Tine saludó alegremente a su primo.

—¿Qué tal, Jack? ¿Ha sido dura la vida en prisión? —preguntó, divertida.

—En realidad, me las he apañado bastante bien —respondió el hombre—. Me alegro de verte, Wi... Betty.

—Lo mismo digo, Jack —asintió ella—. Bonita espada. ¿Las coleccionas?

—Igual que Tine los arcos —respondió el hombre, sonriendo.

—Hola, Jack, ¿no estabas en la cárcel? —escucharon decir.

Betty bajó la cabeza y se encontró a Armand Duquesne VII —¿o era VIII?—, vestido con un esmoquin de niño y con el pelo rubio tan engominado que le daba el aspecto de Draco Malfoy en las dos primeras películas de Harry Potter.

Es decir, con el mismo aspecto que la última vez que le vio.

—Lo estaba, hasta que tu padre y tu tía pagaron la fianza.

—Creía que iba a quedarme con tus vinos —replicó el niño.

Jack rio.

—¿Qué? No eres lo bastante mayor para apreciarlos.

—Lo seré algún día —dijo el niño.

—Este chaval tiene peligro —le susurró Tine a Betty.

—Pero para entonces ya se habrán picado —respondió Jack.

—No si antes vuelves a la cárcel —declaró el niño.

Jack le miró de arriba a abajo.

—¿Recuerdas cuando te measte en los Hamptons? —preguntó. Tine ahogó una risa al instante—. Yo sí. Todos los vieron.

—Ve con tu madre, Armand —recomendó Tine—. Igual ella te da champán para niños.

El niño suspiró.

—No eres justa, tía Tine —dijo—. Él es el criminal.

—Me temo que no, por mucho que quisiéramos —replicó Tine—. Venga, busca a tu madre.

Armand se alejó y Betty pudo soltar la carcajada que había estado conteniendo.

—Qué familia más entretenida —comentó.

—De eso no hay dudas —dijo Jack.

Betty los identificó tan pronto entraron en la sala. Su cuerpo entero se tensó y murmuró una excusa mala, para alejarse rápidamente.

Sabía que Tine y Kate también les verían. Sabía que Clint reconocería a su antiguo compañero de equipo. Tenía que acercarse a ellos antes.

Los dos hermanos, Yelena y Pyotr, habían entrado con los abrigos puestos y tan elegantes como solo ellos podían estar.

Aquello era algo que compartían con Natasha.

—Liza, ahora no —dijo Yelena, sin siquiera darle tiempo a terminar de acercarse.

—Has recibido mis mensajes, ¿verdad? —preguntó Betty, frunciendo el ceño—. Yelena, Pyotr, por favor, yo...

El sonido de la ventana rota al ser impactada por una bala, seguido por los gritos de los asistente, les distrajo. Betty se giró bruscamente, buscando en su cintura un arma.

—Oh, ya empieza la diversión —escuchó decir a Pyotr, en tono sarcástico.

Betty vio a su padre correr, mientras las ventanas se iban rompiendo conforme pasaba por delante de ellas.

—¡Apártense de las ventanas! ¡Apártense! —advirtió Clint, mientras los invitados se echaban a tierra—. ¡Betts, ven!

—¡Papá, espera! —intentó advertirle ella.

Pero no había tiempo para advertirle sobre la presencia de Yelena y Pyotr: una avalancha de invitados que trataban de huir prácticamente los arrollaron. Los roleros trataban de evacuar a las personas de manera segura, pero era imposible si seguían tan asustados.

—No lo hagáis —dijo Betty, girándose hacia Pyotr y Yelena.

Ya no estaban ahí.

¿Qué ha sido eso? —escuchó Betty decir a Kate a través del comunicador.

Disparos —dijo Clint—. Estamos intentando sacar a la gente.

—Tine, ¿dónde estás? —preguntó Betty, mirando a su alrededor.

Te he visto hablando con esos dos —se limitó a responder la mujer—. Voy tras ellos.

—Espera, ¿dónde estáis?

Déjame intentarlo a mí antes, ¿vale?

Betty dudó. Pero un nuevo disparo la distrajo y la hizo tirarse al suelo.

—¡Vale! Ve. Pero avísame con lo que pasa.

Betty, voy para arriba —le avisó Kate—. ¿Estás ahí?

—Sí, te espero —respondió Betty, que trataba de distinguir a su atacante. Debía estar en la azotea que distinguía desde allí, pero no le reconocía. Buscó los prismáticos en su bolso.

—Por Dios. Clint, ¿quién dispara?

Betty se giró al escuchar a Kate. Acababa de entrar en la sala.

Ni idea —dijo su padre—. Voy para abajo. Atraeré los disparos.

Recibido —asintió Grills—. Pasamos a la fase 2. Wendy, Missy, apagad las luces.

Dicho y hecho. Kate corrió hasta Betty.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Betty dio un leve asentimiento.

—¿Te he dicho ya que te queda fantástico ese vestido?

Incluso en la oscuridad, supo que Kate sonreía.

—No es el momento. Vamos. —La tomó de la mano y tiró de ella—. Aunque a ti también te queda fantástico el que llevas. —Kate se detuvo bruscamente y Betty llegó a alcanzar a Yelena saliendo de la sala. Sabía que Kate también la había visto—. Joder. ¿La has visto?

—Es de ellos de quien hablaba antes, con Tine —dijo Betty, apretando los labios—. De Pyotr y Yelena. Puede que Tine esté con Pete.

—Pues vamos a por Yelena —se limitó a decir Kate—. Venga.

No tuvieron que buscar mucho. Betty temía perderla de vista, pero no fue así. La alcanzaron en el ascensor.

—Ya sé que eres amiguita de mi madre, pero no imaginé que te invitaría a su fiesta de Navidad —comentó Kate, mientras se detenían a su lado.

—Kate Bishop —exclamó Yelena—. Y Liza, por supuesto. No he venido a aguarle la fiesta a tu madre, solo a matar a Barton (padre, aclaro), después picaré algo y me largaré.

—Sí, sobre eso, creo que no hemos terminado nuestra conversación —observó Betty, mordiéndose el labio—. Imagino que Pyotr estará con Tine.

—Reviviendo viejos tiempos, como todos los buenos amigos —se limitó a decir Yelena—. Y creo que ya te advertí, Liza. No te metas en nuestro camino. Por ser tú, te lo pediré por favor. Tengo que ir a por Barton y luego comer algo.

—Espero que te guste la brusqueta, porque ya se ha largado —replicó Kate.

—Está en el ascensor —dijo Yelena, obvia.

—Sí, sí, ya, pero hay sesenta y cinco plantas, ¿vas a adivinar cuál por arte de magia? —preguntó Kate.

—A no ser que haya un cartel que indique en qué piso se para... —empezó Betty, levantando la cabeza.

Betty contuvo un suspiro cuando se escuchó el timbre del ascensor, indicando que se habían detenido en la planta doce.

—En la doce —dijo Yelena.

—Mierda —murmuraron Kate y Betty a la vez.

—Que os divirtáis —se despidió Yelena, entrando en el ascensor—. Pyotr, Tine. Vaya, a quién se encuentra una en el ascensor.

Kate y Betty fueron a seguirla. Yelena las empujó hacia atrás.

—No, no. Kate, Liza, quietas ahí —ordenó—. De hecho, Tine, ¿por qué no...?

—Sigue soñando.

—Valía la pena intentarlo —se limitó a decir Yelena, encogiéndose de hombros.

Betty entró al ascensor detrás de la rubia, sin importarle sus palabras. Kate se coló antes de que la puerta se cerrara. Yelena dejó escapar una exclamación, exasperada.

—Este ascensor es demasiado pequeño para cinco personas —observó Pyotr, echándose hacia atrás, junto a Tine.

—Un poco, sí —comentó Betty—. ¿Y si salimos... todos?

—No —declaró Yelena—. Salid vosotras dos. Vosotras tres. Nosotros nos quedamos.

Tanto ella como Kate —y apostaba a que Tine también— habían fijado su atención en los botones del ascensor. Kate estiró la mano para pulsar uno. Yelena le golpeó.

—No —declaró.

Kate se quedó parada, dudando. Betty se apoyó en la parte de atrás del ascensor y, discretamente, sacó el teléfono. Podía acceder a los controles del ascensor y detenerlo. O estropearlo. Solo necesitaba un poco de tiempo.

Kate volvió a intentar llegar al botón y Yelena tuvo que echarla hacia atrás, usando una llave. Betty soltó un ruido de protesta cuando Kate chocó contra ella.

—Parad ya, sois molestas —pidió Pyotr—. Algunos solo queremos un viaje en ascensor tranquilo.

—No va a parar —declaró Tine—. Ahora que sabéis esa información, ¿puedo seguir con mi lista de argumentos para no matar a Clint Barton?

—Ahórratelos —replicó Yelena—. Se suponía que tú la amabas. ¿Qué haces con Barton?

—Lo mismo que Betty, supongo —dijo Tine, encogiéndose de hombros—. Yo escuché.

—No necesito escuchar mentiras —respondió Yelena—. Alguien tiene que pagar por la muerte de mi hermana y es él.

—Podría intentar explicaros —probó Betty, aunque con la mirada fija en la pantalla del teléfono.

—Nah.

Yelena tiró a Kate al suelo cuando ésta intentó alcanzar de nuevo los botones. Kate le respondió con una bofetada.

Los otros tres se quedaron mirando la escena, con los ojos muy abiertos. Betty no se lo podía creer.

Puede que llegara a pasar miedo con Kate.

¿Acaso ha perdido la cabeza?

—¿A qué viene eso? —exclamó Yelena, indignada.

—No lo sé —admitió Kate, asustada—. Yo...

Más rápidamente de lo que Betty hubiera esperado, Kate se giró y trató de alcanzar los botones.

—¡No! No, no, no —protestó Yelena, agarrándola del vestido para detenerla.

—Parecen niñas —comentó Tine, distraídamente—. Betty, vigila o te quitan a tu chica.

—Nah —se limitó a decir Betty, escribiendo en el móvil.

Se escuchó un forcejeo, muchos ¡No! y un ¿Qué haces? por parte de Yelena. Cuando Betty levantó la vista, Kate vestía un uniforme de arquería morado. El vestido negro estaba en manos de Yelena.

—¿Lo tenías planeado? —quiso saber Yelena.

—Sí —respondió Kate—. No, no, no...

Kate pulsó todos los botones, lo que haría que el ascensor se detuviera en cada planta. Betty dejó el teléfono. El ascensor se detendría en la siguiente planta y no se movería más. Trabajo en equipo, ¿no?

—¡No, no! —protestó Yelena—. Por Dios, eres un incordio.

—Tú tampoco te quedas atrás, ¿sabes? —comentó Pyotr, avanzando hasta colocarse junto a su hermana.

—Cállate —bufó Yelena, desabrochándose el abrigo verde que llevaba. Miró a Kate—. Suka.

—¿Ahora toca revelar los trajes? —preguntó Tine, dejando caer su abrigo negro—. Bueno, aquí está el mío. ¿Pete, Betty?

Pyotr se quitó el esmoquin y reveló un traje negro de combate, similar al que él y Yelena habían vestido en la azotea. Betty bajó la cremallera de su vestido y dejó que éste cayera al suelo, revelando un traje que Missy le había ayudado a diseñar.

Estaba bastante inspirado en el traje que Natasha había usado cuando destruyeron la Sala Roja, solo que tenía los tonos morados que Kate había escogido para el uniforme del equipo, en lugar de los negros del traje de Viuda Negra.

Por las expresiones de Yelena y Pyotr, supo que lo habían reconocido. Por la de Tine, también.

Con el cabello pelirrojo y algunas pequeñas trenzas en él, Betty recordaba a Natasha más que nunca. No por parecido físico: por la postura, por la expresión. Lo otro eran complementos.

Betty tenía el espíritu de Natasha. El mismo brillo en los ojos, la misma expresión de concentración antes de una pelea.

Betty miró los rostros de los demás y sonrió levemente. Puede que, en algún lugar, Natasha la estuviera viendo. Sintió que así era y esperó que se sintiera orgullosa.

Iba a intentar salvar aquella familia rota. Su familia rota.












voy a dejar este edit que tengo hechos por aquí jé

ale.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro