Capitulo Uno: Reencuentro

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Hace 5 años

Ana:

El reloj avanza lentamente, siento que el tiempo se detiene cuando lo miro, sus facciones tan hermosas y esbeltas no hacen más que desestabilizarme.

Él se acerca con aquella bella sonrisa que derrite, pero que solo está dirigida a mí, o al menos eso espero, pues sé que ese hombre que decidido se acerca cada vez más a donde me encuentro es demasiado para alguien tan simple como yo.

Es difícil mirar lo que sucede después, pues él se desvía de mi dirección para ir a bailar con una mujer que lo ha estado llamando toda la fiesta.

Me siento insuficiente al mirar aquella escena, y ver como esa mujer mueve su espectacular cuerpo contra él, mientras este le dedica aquella mirada capaz de hacerte resbalar.

Realmente no sé qué hago aquí, bueno, sí, estoy aquí por él, para acompañarlo, pues no tiene tiempo para acompañarme, sin embargo, parece estarse divirtiendo, así que solo me retiro del lugar de forma silenciosa y patética, una perfecta descripción de cómo soy en realidad.

Entre más pasos doy alejándome de aquella casa a la cual las paredes oscuras le retumban por el fuerte estruendo de la música, me siento aún más dolida, pero todo pronto pasará, mañana será otro día y él se disculpará.

Sin deseos de sentirme aún más idiota, continúo andando mientras las estrellas se balancean sobre mi cabeza y la luna, hace que las lágrimas que recorren mis mejillas brillen frente a la oscura noche que hoy, es mi única acompañante.

Presente.....

23 de marzo de 2014

Ana:

El café por la mañana es demasiado bueno para alguien tan ermitaña como yo.

La sabana que rodea mis hombros y se pasea sobre mí como una capa de algún rey es demasiado calentita y acogedora como para abandonarla y más con este vendaval que está a pleno por ahí afuera.

Las palmeras de Florida se sacuden con intensidad y a pesar de que para muchos esta vista es un augurio de algo horripilante a mí me fascina admirarla, la fuerza de la naturaleza está tan desastrosa a la par de hermosa tal como yo.

Tristemente, la vista se me ve arruinada cuando al abrir mi estantería me encuentro con la condenada sorpresa de que a comida se ha acabado.

- ¡pues cuanto tiempo estuve en depresión! - una broma cruel por mi parte hacia mí misma, pero, es la realidad.

Cuando entro en esos momentos donde necesito solo dormir y comer me vuelvo todo un monstruo hambriento que come cuanta cosa puede y eso me acaba de tomar de factura.

Debo de salir en medio de la tormenta que hay afuera por estar de tragona llorona.

Aceptando mi destino me dirijo a mi habitación y me fundo en ropa, al menos me coloco tres capas de esta, no deseo enfermarme y haré lo imposible para que eso no pase, por último, tomo mi impermeable amarillo pollo como diría Axel, aun así, lo amo y sé que en el fondo él también, verme tan ridícula le causa cierta gracia.

Para finalizar tomo mi sombrilla azul y lista para el ataque de la naturaleza salgo del apartamento.

***

Recuerdan cuando hace cinco minutos dije que estaba lista para enfrentarme a la naturaleza, pues bien, lo retiro.

Esta me ha vencido tan pronto he salido, claramente no es bueno salir con este clima, pero lo peor ha pasado, o eso dicen las noticias amarillistas que solo hablan de cómo una modelo se acostó con un director de cine para promocionarse, pero este la engaño, si, una historia triste para mi bastante graciosa, ni siquiera el sexo sirvió para ganar fama, eso me suelta una carcajada, pero me arrepiento al instante porque esto parece llamar al viento que ahora aumenta su fuerza y pierdo lo único que me mantenía protegida.

Mi maldita sombrilla sale volando como si estuviera libre al fin.

Al inicio deseo gritar, correr hacia ella, mi cabeza me dice que debo mantener la calma, pero mis ganas de recuperar esa sombrilla son más fuertes. Me lanzo como gata en celo, no llego muy lejos, de repente siento que vuelo y es ahí donde mis gritos se hacen presente.

Entre tantos problemas veo un pequeño techo con un tubo que me servirán de refugio, pero no renuncio a la sombrilla, corro detrás de ella como perro por su cola, solo que yo en específico logro alcanzarla. Tomo el paraguas y lo abrazo como si fuera mi hijo perdido, probablemente lo es.

Inmediatamente, el viento pide la revancha, pero me acobardo como cualquier persona racional, corro hacia esa casa y me refugio allí.

Los minutos pasan y cuando mi locura vuelve a mi simplemente corro hacia la pequeña tienda.

En el trayecto tengo una buena pelea con el aire que termino ganando y al llegar a la entrada suelta un suspiro de alivio. La pequeña tienda no tiene mucho que vender, aun así, encuentro una lata de duraznos, comida para calentar y varios sobres de té y café, tomo lo anterior y me dirijo con el cajero que me cobra todo después de unos pocos segundos.

Mi poco dinero se va ahí y por poco lloro; siempre he vivido justa de dinero, ya que, trabando en una editorial bastante pequeña y siendo la editora de pequeños libros que no son más que novelas rosas no tengo mucho que pedir, vivo bien y feliz que es lo único importante.

Cuando salgo del lugar vuelvo a luchar contra el viento, este me mete unas buenas bofetadas, pero logro esquivarlo y por segunda ocasión lo derroto.

Corro por las calles esperando llegar con vida al apartamento, pero mis planes se ven interrumpidos cuando alguien de forma intempestiva toma mi brazo y se aferra a mí haciendo que mi paso se detenga.

Realmente parece que me encuentro en una película de terror, huyendo de algún jodido asesino, pero cuando bajo mi mirada no puedo creer quien es el que me ha detenido.

El Sebastián arrogante, lleno de pasta y demasiado narcisista me observa como un cachorro perdido, toda su fachada de chico malo de la universidad se ha ido, ahora veo a un hombre solitario, lleno de arrugas y con ojeras muy presentes, el karma ha llegado a su vida, pero, ¿porque nuestros destinos se han vuelto a cruzar?.

Esto solo demuestra como la estupida vida cada día me odia más.

Como si de un espejismo se tratara los recuerdos me embargan, el rencor sobresale de mi pecho y cuando estoy segura de abandonarle ahí él me expresa tres palabras que de manera extraña me hacen reaccionar.

-ayúdame por favor. - Es entonces cuando me regaño por ser tan condescendiente con él, yo no soy como él me repito, soy mejor y solo por esa única razón es que le ofrezco mi mano, Sebastián la toma al instante y ahora ambos corremos de la corriente como hace años hicimos, solo que ahora lo logramos, pero no como deseábamos.

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